Juan Pablo II: El beato protector de los pederastas y amigo de dictadores


Escrito por El Plural.
Mayo 2 de 2011

La beatificación de Juan Pablo II, con más sombras que luces, se ha celebrado este domingo con una ceremonia a la que han asistido personalidades de 87 países. La opulencia del acto, sin embargo, no ha podido tapar las dudas alrededor de la validez del milagro de curación que se le adjudica al anterior Papa, pero sobre todo su lado oscuro estigmatizado por una estrecha amistad con el pederasta Marcial Maciel, que continuó a lo largo de su vida, a pesar de las advertencias sobre sus condenables prácticas.

La supuesta curación de una monja francesa aquejada de Parkinson ha permitido esta beatificación, a pesar de que en 2009 existían dudas sobre su veracidad después de que los médicos confirmaron que la religiosa seguía padeciendo la enfermedad. Un diagnóstico que no valió al Vaticano, que decidió seguir adelante con su plan. Algunas fuentes citan más de 200 posibles curaciones que con anterioridad se habían pretendido adjudicar a Juan Pablo II, sin éxito.

Su silencio y la complicidad del actual Papa
Sin embargo, la escasa credibilidad del milagro que se le atribuye no es la única sombra que se cierne sobre la beatificación. Juan Pablo II impuso la ley del silencio frente a las acusaciones de pederastia contra su amigo, el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, un silencio del que también fue cómplice el actual Papa.

En 1999, el obispo mexicano Carlos Talavera entregó una carta a Benedicto XVI, entonces cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En ella se narraban los abusos de Maciel sobre el sacerdote exlegionario Juan Manuel Fernández Amenábar.

Un asunto delicado
El obispo Talavera contó la respuesta que le dio Ratzinger, el actual Papa, que mañana beatificará a su antecesor. “Lamentablemente, no podemos abrir el caso del padre Maciel porque es una persona muy querida del santo padre, ha ayudado mucho a la Iglesia y lo considero un asunto muy delicado”, fue su contestación, según un conocedor del tema, Jesús Rodríguez , autor del libro “La confesión. Las extrañas andanzas de Marcial Maciel y otros misterios de la Legión de Cristo”.

Maciel fue favorecido por Juan Pablo II
Durante el largo mandato de Juan Pablo II, Maciel consolidó su congregación, convirtiéndola en la de mayor crecimiento. Cuando Wojtyla fue nombrado Papa en 1978, los Legionarios de Cristo tenían 100 sacerdotes. Cuando murió el Papa, contaba con 800 y más de 2.000 seminaristas en todo el mundo. Universidades en México, Chile, Italia y España; facultades de Teología, Filosofía y Bioética, en las que estudiaban más de 130.000 alumnos. Además, una plantilla de 20.000 empleados y un patrimonio de 25.000 millones de euros, según datos de El País.

Sectores de la Iglesia, en desacuerdo
No hay una aceptación homogénea tampoco dentro del mundo católico acerca de esta beatificación, que critican, por ejemplo, sectores de la propia Iglesia en Alemania, el prestigioso teólogo suizo Hans Küng o colectivos en España como Redes Cristianas o Alandar. Para muchos, Juan Pablo II protagonizó un pontificado intolerante y represivo.

La representación española en Roma
Alrededor de 30 obispos españoles han asistido a la beatificación de Juan Pablo II en Roma que se ha celebrado este domingo, junto a los Príncipes de Asturias y unos 20 diputados, entre ellos, la número dos del PP, María Dolores de Cospedal. Por parte del Gobierno, han estado la nueva embajadora ante la Santa Sede, María Jesús Figa, y el ministro de Presidencia, Ramón Jáuregui, encargado de las relaciones con la Iglesia católica.


Papa Pinochet¿Puede ser beatificado quien, como fuera el caso de Karol Wojtyla o Juan Pablo II, mantuvo fluidas y muy cordiales relaciones con la dictadura de Augusto Pinochet, el general golpista chileno que se cargó -por la vía de la fuerza y la represión más cruel- el Gobierno democrático del presidente chileno Salvador Allende? Es una evidencia que así ocurrió y que, a pesar de ello, Juan Pablo II jamás exigió a su amigo Pinochet que pidiera perdón públicamente por los miles de chilenos asesinados y que dimitiera de la Jefatura de Estado, usurpada por él.Es verdad que la cúpula de la Iglesia católica, respecto a Pinochet, volvió a los tiempos terribles en los que pontífices, cardenales y obispos apoyaban y bendecían los regímenes absolutistas, mientras condenaban explícitamente las ideas liberales y, más todavía, las socialistas y comunistas. La excepción eclesiástica, sin embargo, la protagonizó entonces el cardenal de Santiago de Chile, Raúl Silva Enríquez, que hizo cuanto estaba en sus manos para evitar el golpe militar y, más tarde, para defender los derechos humanos frente al dictador.

Los ministros católicos
En los Gobiernos de Pinochet hubo ministros casi todos ellos católicos –algunos vinculados a instituciones como el Opus Dei-, significativa circunstancia que tiende a entroncar la era del tirano chileno con la de los cuarenta años del general Francisco Franco, el tirano español. Pinochet veneraba a Franco y lo admiraba –está demostrado- por haber destruido, mediante la violencia armada, a la República. Pinochet asistió al funeral de Franco. Visitaba en Londres, con relativa frecuencia, a la primera ministra británica Margaret Thatcher. Lo hizo hacia 1999. El juez Baltasar Garzón intentó detenerlo acusado de sus numerosos y abyectos crímenes contra la humanidad.

Las influencias pontificias
Le echó una mano el ahora beato Wojtyla. Se movilizó la diplomacia vaticana. Y las influencias pontificias actuaron a favor del sangriento dictador y en contra de los propósitos judiciales de Garzón y de millones de ciudadanos de todo el mundo. No debe olvidarse que Juan Pablo II saludó, junto a Pinochet, desde el balcón principal del Palacio de la Moneda –bombardeado durante el golpe de Estado, con el presidente Allende dentro- a los chilenos congregados allí que aplaudían y vitoreaban a Su Santidad el Papa. Fue el mismo Wojtyla el que dio la comunión a Pinochet y a su familia. ¿Recuerdan los lectores de ELPLURAL.COM las múltiples comuniones de Franco difundidas por el No-Do y por la TVE, ésa que ahora no gusta a María Dolores de Cospedal? Recuerdan además, cómo el dictador iba en procesiones y actos religiosos bajo palio?

El alto clero
Cospedal, por cierto, se fue a Roma, dejando plantados a unos 2.000 agricultores con los que tenía comprometida una cena electoral. ¡Qué imagen la de la secretaria general del PP, arropada por las sotanas del alto clero, besando la mano a obispos y cardenales, entre los que figuraba en primera línea el cardenal Cañizares, cada vez más reaccionario! Los votos de los monseñores los tiene garantizados en su mayoría el PP.

Un Nobel sin escrúpulos


Atilio Borón / Martes 3 de mayo de 2011

Profesor Regular Titular de Teoría Política y Social, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires desde 1986. Investigador Principal del CONICET. Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales / CLACSO.

Un signo más de los muchos que ilustran la profunda crisis moral de la “civilización occidental y cristiana” que Estados Unidos dice representar lo ofrece la noticia del asesinato de Osama bin Laden. Más allá del rechazo que nos provocaban el personaje y sus métodos de lucha, la naturaleza de la operación que terminó con su muerte es un acto de incalificable barbarie perpetrado bajo las órdenes directas de un personaje que con sus conductas cotidianas deshonra al Nobel de la Paz.

En la truculenta operación escenificada en las afueras de Islamabad hay múltiples interrogantes; la tendencia del gobierno de los Estados Unidos a desinformar a la opinión pública torna aún más sospechoso este operativo. Una Casa Blanca víctima de una enfermiza compulsión a mentir nos obliga a tomar con pinzas cada una de sus afirmaciones. ¿Era Bin Laden o no? ¿Por qué no pensar que la víctima podría haber sido cualquier otro? ¿Dónde están las fotos, las pruebas de que el occiso era el buscado? Si se le practicó un ADN, ¿cómo se obtuvo, dónde están los resultados y quiénes fueron los testigos? ¿Por qué no se lo presentó ante la consideración pública, como se hiciera, sin ir más lejos, con los restos del Comandante Ernesto “Che” Guevara? Si, como se asegura, Osama se ocultaba en una mansión convertida en una verdadera fortaleza, ¿cómo es posible que en un combate que se extendió por espacio de cuarenta minutos los integrantes del comando norteamericano regresaran a su base sin recibir siquiera un rasguño? ¿Tan poca puntería tenían los defensores del fugitivo más buscado del mundo, de quien se decía que poseía un arsenal de mortíferas armas de última generación? ¿Quiénes estaban con él? Según la Casa Blanca, el comando dio muerte a Bin Laden, a su hijo, a otros dos hombres de su custodia y a una mujer que, aseguran, fue ultimada al ser utilizada como un escudo humano por uno de los terroristas. También se dijo que otras dos personas más habían sido heridas en el combate. ¿Dónde están, qué se va a hacer con ellas? ¿Serán llevados a juicio, se les tomará declaración para arrojar luz sobre lo ocurrido, hablarán en una conferencia de prensa para narrar lo acontecido?

No deja también de llamar la atención lo oportuna que ha sido la muerte de Bin Laden. Cuando el incendio de la reseca pradera del mundo árabe desestabiliza un área de crucial importancia para la estrategia de dominación imperial, la noticia del asesinato de Bin Laden reinstala a Al Qaida en el centro del escenario. Si hay algo que a estas alturas es una verdad incontrovertible es que esas revueltas no responden a ninguna motivación religiosa. Sus causas, sus sujetos y sus formas de lucha son eminentemente seculares y en ninguna de ellas –desde Túnez hasta Egipto, pasando por Libia, Bahrein, Yemen, Siria y Jordania– el protagonismo recayó sobre la Hermandad Musulmana o en Al Qaida. El problema es el capitalismo y los devastadores efectos de las políticas neoliberales y los regímenes despóticos que aquél instaló en esos países y no las herejías de los “infieles” de Occidente. El fundamentalismo islámico, ausente como protagonista de las grandes movilizaciones del mundo árabe, aparece ahora en la primera plana de todos los diarios del mundo y su líder como un mártir del Islam asesinado a sangre fría por la soldadesca del líder de Occidente.

Hay un detalle para nada anecdótico que torna aún más inmoral la bravata norteamericana: pocas horas después de ser abatido, el cadáver del presunto Bin Laden fue arrojado al mar. La mentirosa declaración de la Casa Blanca dice que sus restos recibieron sepultura respetando las tradiciones y los ritos islámicos, pero no es así. Los ritos fúnebres del Islam establecen que se debe lavar el cadáver, vestirlo con una mortaja, proceder a una ceremonia religiosa que incluye oraciones y honras fúnebres para luego recién proceder al entierro del difunto. Además se especifica que el cadáver debe ser depositado directamente en la tierra, recostado sobre su lado derecho y con la cara dirigida hacia La Meca. En realidad, lo que se hizo fue abatir y “desaparecer” a una persona, presuntamente Bin Laden, siguiendo una práctica siniestra utilizada sobre todo por la dictadura genocida que asoló a la Argentina entre 1976 y 1983.

Acto inmoral que no sólo ofende las creencias musulmanas sino a una milenaria tradición cultural de Occidente, anterior inclusive al cristianismo. Como lo atestigua magistralmente Sófocles en Antígona, privar a un difunto de su sepultura enciende las más enconadas pasiones. Esas que hoy deben estar incendiando a las células del fundamentalismo islámico, deseosas de escarmentar a los infieles que ultrajaron el cuerpo y la memoria de su líder. Barack Obama acaba de decir que después de la muerte de Osama Bin Laden el mundo es un lugar más seguro para vivir. Se equivoca de medio a medio.

http://prensarural.org/spip/spip.php?article5785

Palestina en el corazón | Crónicas desde el valle de Yanoun, Cisjordania – María M. Delgado, febrero-mayo 2011


http://mariaenpalestina.wordpress.com/2011/04/

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