UNA MUJER, LAS COSAS DE LA TIERRA Y DEL CIELO, EN PERSPECTIVA ECOFEMINISTA


Ivonne Gebara[1]

Jn 4,5-18

Se cuenta que, una vez, un hombre cansado se acercó a un pozo para apagar su sed. Allí había una mujer que, como otras, tomaba agua. El le pidió agua para beber. Ella se extrañó del pedido porque pertenecían no sólo a diferentes grupos sino, también, a sexos diferentes. En aquel tiempo, no se acostumbraba que un hombre desconocido se dirigiera así a una mujer. Y el hombre le dijo una frase extraña: Si conocieras el don de Dios y aquel que te pide agua, le pedirías un agua que apaga la sed para siempre…

La mujer, curiosa, sin comprender esto, sigue su lógica ligada a la vida cotidiana y le dice: Tú no tienes con qué sacar agua; ¿serías más que nuestro padre Jacob que construyó este pozo? El hombre parecía insistir en su lógica diferente, como si no hablase de la vida cotidiana sino de otro universo.

Finalmente, ella accede al ofrecimiento y, aún perpleja, le pide aquella agua que apaga la sed para siempre. En cambio, él comienza a adivinar cosas de su vida. El diálogo es tan profundo que ella lo reconoce como profeta. Pero, en la conversación, el discurso de la mujer acerca de lo cotidiano y lo temporal, es sustituido por curiosidad sobre la salvación eterna. Nos fascina la presencia de estas dos lógicas: una muy terrena, cotidiana, ligada a lo doméstico y, otra, teológica, idealista, centrada sobre las cosas de Dios. La catequesis cristiana nos ha orientado siempre a encontrar en la segunda lógica, propuesta por ese hombre, el camino de realización de la voluntad de Dios.

En principio, pensamos que la mujer samaritana que conversa con el Nazareno es una ignorante que comprende sólo cosas ligadas a la sobrevivencia, a lo inmediato, a lo concreto.

Es con estas dos lógicas que, a menudo, en la Iglesia se explican no sólo la fe en Jesús, sino también la lógica masculina y femenina. Es como si el hombre que adivinó los cinco o seis amores de la mujer fuera reconocido, por ello, como profeta salvador, Por otra parte, es porque la mujer se ha maravillado de la sabiduría y de la capacidad adivinatoria del hombre que ella participa la noticia a otros y es salvada.

Algunas personas pueden pensar que esta historia valoriza a la mujer, otras pensarán que revela la relación de sumisión y dependencia, otras podrían quedar extasiadas del poder de Jesús. Todo depende de los ojos, de la filosofía y del lugar social a partir del cual leemos el Evangelio.

Aparte de estos aspectos relativos a la lógica masculina y la femenina en un mundo donde “Dios no es ya evidente” ¿en qué podría este texto ayudarnos a tener una vida más digna?

La respuesta a esta pregunta nos puede venir, mucho más, de la lógica de la samaritana. La vida es respetada a través de los encuentros de la vida cotidiana, de la búsqueda de la satisfacción de las necesidades elementales de las personas y de los grupos, del compartir concretamente el agua y la tierra, de la lucha contra la violencia institucionalizada, de las relaciones afectivas entre personas. Es de esta agua histórica, concreta, física, que nuestros cuerpos sedientos tienen necesidad.

Hoy, como ayer, la sed es sed de ayuda, sed de justicia, sed de libertad, sed de respeto hacia las mujeres, los jóvenes, los niños, los ancianos, los varones marginados de los sistemas excluyentes.

Tener, hoy, esta sed y buscar pozos para apagarla es la lectio (lección) humana que podemos aprender de este texto. La salvación se debe expresar más que nunca, en la posibilidad de vivir con dignidad en la tierra y ocuparnos con dignidad de la tierra.

Hoy, aprendemos de esta mujer a tener sed de cosas buenas y buscar pozos concretos de agua viva para beber, Hoy, es gracias a ella que creemos que los pequeños gestos de amor son gestos de salvación. Es gracias a ella que los caminos de Jesús siguen siendo caminos de solidaridad y de vida plena. En memoria de la samaritana, no dejemos de buscar pozos de vida!

Adista (Roma) N°. 17; 27-02-99; p. 15. Traducido por Gladys Parentelli (09-04-00)


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