Guión Nº 7: Movimiento de sacerdotes para el tercer mundo (Argentina, 1967-1976)
“No se puede condenar la violencia de los oprimidos sin atacar la violencia de los opresores.” (Miguel Ramondetti)
(Bloque 1: INTRODUCCIÓN)
Después de la segunda guerra mundial, el gran desarrollo de la economía de capital aumentó la brecha que separaba a los detentadores de grandes capitales del resto de la sociedad. Esta situación se expresó, a nivel mundial, en las crecientes diferencias entre el Tercer Mundo y los países del norte altamente industrializados.
Desde mediados del siglo XX, América Latina experimentó una gran movilización de obreros, campesinos, organizaciones socialistas y comunistas, que luchaban por los trabajadores y sus reivindicaciones, cada vez más urgentes. Algunos de los hechos motivadores fueron la unidad obrero estudiantil en el Mayo Francés y antes, la Revolución Cubana de 1959 que significó la posibilidad de desprenderse de la tutela imperialista de los EEUU y acrecentar la lucha para implementar un orden socioeconómico socialista. En la conformación de la nueva estructura social del modo de producción capitalista se acentuaron los procesos urbanizadores y de incipiente industrialización sustitutiva. La región comenzó a sentir los efectos de esta situación al agravarse el endeudamiento interno y externo.
Las respuestas armadas no se hicieron esperar y como contraofensiva, los EEUU comenzaron la sistematización del mantenimiento bélico, económico e ideológico para el enfrentamiento contra la subversión, materializando así el control sobre la región.
Dentro de los países del tercer mundo en Latinoamérica se observó entonces la concientización de la estructuralidad de la pobreza, la desocupación, la opresión de los trabajadores, y con esto la movilización de amplios sectores que buscaban responder de una manera u otra a esta situación. Además se sumaba la inestabilidad institucional y el creciente poder que iban tomando las fuerzas armadas, interviniendo constantemente en la vida política en defensa del orden.
Dada esta realidad, en algunos sectores de la Iglesia se arraigó la necesidad de identificarse con el Cristo pobre y sufriente, y de entender a la institución como Iglesia del pueblo en contraposición a la tradicional lectura de “la tierra para los ricos y el cielo para los pobres”. Por esto no es de extrañar que en los años ´60 comenzaran a conformarse colectivos sacerdotales que deciden optar por los más pobres emprendiendo una lucha frente al régimen de los ricos.
(LA HIDRA DE MIL CABEZAS. Capítulo de hoy: Movimiento de sacerdotes del Tercer Mundo)
Los aires de renovación vendrán de la mano del Concilio Vaticano II, convocado por el papa Juan XXIII, que encontrará oposición en un sector de la jerarquía y laicos. Los documentos conciliares plasmaron su renovación en cuestiones tales como: la celebración de la misa en la lengua de cada lugar y no en latín, como así también en la liturgia en general. Así mismo hubo un cambio en la forma de entender a la iglesia pasando de una concepción sumamente jerárquica y medieval a una más horizontal, que se expresó en la idea de asamblea del Pueblo de Dios. Esto implicaba la corresponsabilidad de las diferentes vocaciones dentro de la Iglesia: sacerdocio, consagrados y laicos, en un marcado proceso de desclericalización.
La Iglesia latinoamericana vio esto como posibilidad para emprender un cambio en su estructura interna. La realidad manifestaba claros rasgos de fragmentación y autonomía entre las diferentes diócesis de cada país. Esta situación se agravaba a raíz de la incomunicación reinante entre las regiones eclesiásticas. Internamente se denotaba la falta de asistencia a sectores que estaban por fuera de la organización: sectores obreros, indigenistas y minorías étnicas, ya que la mayoría de los sacerdotes se dedicaban a la atención pastoral de las clases medias y altas. Éstos conformaban elites conservadoras que manifestaban una clara alianza entre la Iglesia y los sectores dominantes de la sociedad capitalista.
La Argentina no permaneció al margen de esta situación y como respuesta se levantó y organizó un grupo de sacerdotes, acompañados por un amplio sector social, que conformarán el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo.
(Desarrollo I. EL INICIO DEL MOVIMIENTO)
Históricamente, en consonancia con la visión de Rubén Dri, quien fuera integrante del movimiento de sacerdotes para el tercer mundo y luego profesor de la facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Buenos Aires, ha existido una iglesia profética que tiene su origen en el éxodo del pueblo hebreo y su resistencia a las autoridades egipcias que lo dominaba y una iglesia de la cristiandad que se inicia con la oficialización del cristianismo durante el imperio de Constantino en el siglo IV. Aunque esta iglesia de la cristiandad ha sido funcional a las clases dominantes, se ha encontrado atravesada de una u otra manera por las acciones, a veces marginales, de una iglesia profética o popular.
Siguiendo este camino profético y para superar la descentralización y el aislamiento de la Iglesia Latinoamericana, un grupo de obispos comenzó a organizarse, emitiendo un Mensaje en 1967, basado en las encíclicas “Paz en la tierra” y “El progreso de los pueblos” que abren el diálogo con el marxismo y toman posición sobre el derecho de los pueblos a la violencia frente a los regímenes opresores. Así ponen al día la evangelización con la situación del Tercer Mundo.
“(…) los cristianos tienen el deber de mostrar que el verdadero socialismo es el cristianismo integralmente vivido en el justo reparto de los bienes y la igualdad fundamental de todos. Lejos de contrariarse con él sepamos adherirlo con alegría, como una forma de vida social mejor adaptada a nuestro tiempo y mas conforme con el espíritu del evangelio. Así evitaremos que algunos confundan Dios y la religión con los opresores del mundo de los pobres y de los trabajadores, que son en efecto, el feudalismo, el capitalismo y el imperialismo (…)
Si los obreros no llegan a ser de alguna manera propietarios de su trabajo, todas las reformas a las estructuras serán ineficaces. Incluso si los obreros a veces reciben un salario más alto en algún sistema económico, ellos no se contentarán con estos aumentos de salario. Ellos, en efecto, quieren ser propietarios y no vendedores de su trabajo. Actualmente los obreros son cada vez más concientes de que el trabajo constituye una parte de la persona humana. Pero la persona humana no puede ser vendida ni venderse. Toda compra o venta del trabajo es una especie de esclavitud.”
Este documento de los obispos inspira a varios sacerdotes argentinos. Se originó así una dualidad que dura hasta nuestros días: por un lado, gran parte de la jerarquía que mantiene su alianza con los sectores hegemónicos y las fuerzas militares que convalida una política de opresión al pueblo; y por otro, los curas e incluso algún obispo comprometidos con los más pobres.
Para ver mejor el inicio del movimiento en Argentina incluimos la respuesta de Miguel Ramondetti, secretario del movimiento a la pregunta de cómo surgió la idea para fundar el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo.
“Se iba armando así la cosa: yo estaba en Paternal, pero me quería ir a trabajar al interior. Estábamos a fines del ‘67. Había un compañero del grupo donde nos reuníamos en Buenos Aires que había sido nombrado obispo de Goya. Un grupo de curas queríamos trasladarnos allí, hablé con él y lo fui a ver. En la conversación, en su despacho de la curia, me dijo: «Ah mirá, acá me llegó esto, a vos te puede interesar» y me tiró un folleto. Decía: «Proclama de 18 obispos del Tercer Mundo». (…) Lo hojeé y me entusiasmé a lo loco, porque me pareció una cosa de avanzada y desde un ángulo que nos ayudaba mucho porque eran obispos, no eran curas sueltos, loquitos, como nos consideraban a nosotros, y hablaban con un lenguaje distinto, con una posición diferente, sobre la situación de los pobres en el mundo. Por primera vez, que yo sepa, en un documento eclesiástico de esa envergadura aparecía una especie de opción por el socialismo. – ¿Convocaron a una reunión? –Ni eso, simplemente decidimos difundir el documento y pedir adhesiones. Ahí empezó a nacer, sin grandes esfuerzos. Hicimos una lista entre tres o cuatro curas y lo mandamos. Nos sorprendió cuando empezamos a recibir una cantidad impresionante de adhesiones, nos llovían cartas, casi todos respondían. Y había un denominador común: subrayaban la necesidad de hacer una reunión. Entonces desde Buenos Aires organizamos el primer encuentro en Córdoba. El envío de la carta fue en noviembre del ‘67. A principios del ‘68 empezaron estas reuniones.”
Se reúnen así en Córdoba en mayo de 1968, representantes de 13 diócesis, aproximadamente 500 sacerdotes (un 10 % del clero argentino) hecho que marca el hito fundacional del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. A propósito de la convocatoria del CELAM para agosto en Medellín, emiten un pronunciamiento expresando una base de cuatro acuerdos mínimos:
Primero: la presencia de una realidad innegable: la existencia de países que se encuentran bajo un sistema de opresión y todas sus secuelas.
Segundo: Un proceso de liberación que exige un cambio rápido y radical de todas sus estructuras: económicas, políticas, sociales y culturales.
Tercero: Una nueva toma de posición: “Nosotros, hombres cristianos y sacerdotes de Cristo que vino a liberar a los pueblos de toda servidumbre y encomendó a la Iglesia seguir su obra …ello implica ineludiblemente nuestra firme adhesión al proceso revolucionario de cambio radical y urgente de sus estructuras y nuestro formal rechazo del sistema capitalista vigente y todo tipo de imperialismo económico, político o cultural; para marchar en búsqueda de un socialismo latinoamericano que promueva el advenimiento del Hombre Nuevo…que sí incluye necesariamente la socialización de los medios de producción, del poder económico, político y de la cultura.
Y en cuarto lugar un compromiso que surge de la convicción de que la liberalización la harán “los pueblos pobres y los pobres de los pueblos”. Asumen así la responsabilidad de insertarse cada vez más en el medio de ellos y en sus situaciones.
En este sentido, Medellín a nivel latinoamericano, y la posterior Conferencia episcopal en Argentina marcaron un vuelco, legitimando la lucha liberadora de los pueblos en situaciones desventajosas y acelerando la creciente politización de las bases sociales. Esto y los ejemplos de curas guerrilleros como Camilo Torres, fortalecerán el compromiso social adquirido uniendo a la predicación evangélica, la resistencia y la lucha. Otra figura importante que será decisiva en este proceso de construcción de la Latinoamérica más justa, es Ernesto Che Guevara. Su influencia se hará sentir al momento de reflexionar acerca de la resistencia armada, la violencia organizada y la lucha revolucionaria. En Argentina, buena parte de la población, sobre todo sectores populares y clase media, y entre ellos muchos sacerdotes tercermundistas, identificaron en Perón al líder revolucionario que llevaría a cabo el proceso de liberación.
Así, desde fines de los 60 y principios de los 70 encontramos a los miembros del Movimiento que optan por vivir en las villas y desarrollar el trabajo de los obreros y trabajadores, incorporándose algunos de ellos a las organizaciones sindicales, identificadas preferencialmente con el peronismo de base. Se destaca la alianza con la CGT de los argentinos a la que todos adherían, como así también con la Federación Obrera Tucumana, entre otras.
Hacia el interior del movimiento se desarrollaron posiciones encontradas con respecto a los medios para lograr la construcción de la Latinoamérica, la Argentina socialista. Muchos reivindicaron el derecho de los pueblos a revelarse frente a la opresión y aún a ejercer la autodefensa. También fue ampliamente discutida la filiación política de sus miembros, y se dejó margen para la opción individual, sin adoptar un compromiso partidario en su conjunto. Por ejemplo muchos se incorporaron al peronismo, como Carlos Mugica, y otros trabajaban con el Partido Comunista Revolucionario o con el Partido Revolucionario de los Trabajadores.
(Audio de CARLOS MUGICA)
En 1972 se realizó una entrevista entre Perón y 60 sacerdotes del movimiento, en la que estos ratificaron la lucha por la liberación llevando a cabo un proyecto que posibilite la realización de una sociedad basada en la justicia y la fraternidad donde no haya opresores ni oprimidos. Mientras que Perón reveló que buscaría el camino de la concertación y no el de la revolución, y dijo que el justicialismo “es nuestro socialismo”.
Hasta 1973 se ve la plena actuación política de los sacerdotes, pero a partir de esta fecha la discusión acerca de si el peronismo impulsaba la revolución o la frenaba, como así también si Perón era el líder indicado para lograr el socialismo, produjo la fractura infranqueable dentro del movimiento.
No lograron reunificarse y la represión desde 1974 en manos de la Triple A y luego el terrorismo de Estado durante la dictadura aceleró la crisis. Con esto se inicia la declinación del movimiento y con ella la desaparición, asesinato o exilio de sus miembros. Uno de los mayores golpes que debieron afrontar fue el asesinato de Carlos Mugica, una de las caras más mediáticas de esta organización.
(Desarrollo II: LAS COMUNIDADES ECLESIALES DE BASE)
El desplazamiento del clero desde la pastoral tradicional a la pastoral orientada a los trabajadores y oprimidos, vio como resultado la aparición de las Comunidades Eclesiales de Base, que eran la forma concreta en la que muchos de estos sacerdotes adoptaban para realizar su tarea de concientización, politización y evangelización. El surgimiento de las pequeñas comunidades estuvo acompañado de discusiones dentro de la jerarquía eclesiástica. Sin embargo, esta forma de organización permitió la atención de numerosas comunidades populares. Se extendieron por América Latina y también por la Argentina con asombrosa rapidez. Los agentes pastorales optaron preferencialmente por los más pobres y junto a ellos trabajaron estudiantes universitarios de filiación marxista, lo cual permitió comprender y buscar una respuesta transformadora a las realidades del continente.
¿Qué se entiende por Comunidad Eclesial de Base? Intentaban ser una actualización de las primeras comunidades cristianas, con todo su dinamismo a nivel más humilde, sencillo y vital: “se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. Todos los creyentes estaban de acuerdo y tenían todo en común; vendían sus posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno.” (Hechos de los Apóstoles Capítulo 2, Versículos 42- 44 y 45).
Es decir, comportan un grupo pequeño en el cual sus integrantes se conocen, comparten su vida, celebran su fe y se ayudan mutuamente a vivir plenamente su compromiso en la construcción del Reino. La doctrina del documento de PUEBLA elaborado por los obispos latinoamericanos, sobre las Comunidades Eclesiales de Base es clara. Extractamos algunas ideas al respecto:
– son “puntos de partida en la construcción de una nueva sociedad”.
– “Focos de evangelización y motor de liberación y desarrollo”.
– “Expresión del amor preferente de la Iglesia por el pueblo sencillo”.
– “explicitan la vocación de comunión con Dios y con sus hermanos”.
– “Ofrecen posibilidad concreta de participación en la tarea eclesial y en el compromiso transformador del mundo”.
– “se expresa, valora y purifica la religiosidad popular”
– “Esas pequeñas comunidades son esperanza de la Iglesia” y “ambiente propicio para el surgimiento de nuevos servicios laicales”.
_ “Ellas promueven un compromiso mayor con la justicia en la realidad social de sus ambientes”
_ “es una comunidad de fe, esperanza y caridad, celebra la Palabra de Dios en la vida, a través de la solidaridad y el compromiso con el mandamiento del Señor y hace presente y actuante la misión de la Iglesia”. Documento de Puebla.
La vitalidad de las Comunidades eclesiales de base se debía a la actuación que desempañaban totalmente insertas en la vida social, económica, política y cultural. Su carácter de grupo pequeño compuesto por laicos, religiosos y sacerdotes aportaba gran dinamismo. La relevancia de esta forma de organización está en su característica de “base”. Esto expresa que la Iglesia nace de la fe de los pobres, que se manifiesta así en la base humana, social, étnica, política y religiosa. De esta manera las Comunidades eclesiales de base están mayoritariamente constituidas por “las bases” socio-económicas de nuestra sociedad (los pobres, los marginados, los desocupados, los que no accedían a la educación formal, los sencillos, los humildes…).
Ellos son “las bases” de la Iglesia, son un signo y una expresión de protesta frente al autoritarismo y al monopolio clerical, al verticalismo, al elitismo y a la excesiva institucionalización de la Iglesia. Son igualmente una protesta viviente en contra de la función legitimadora de la Iglesia para con un “orden” social y económicamente injusto. La “base” es la parte de la sociedad que no tiene acceso al “poder” (político), al “tener” (económico) y al “saber” (científico) porque es continuamente privada de esas posibilidades a través de la dominación político-cultural y de la explotación económica.
Lo que caracteriza globalmente a “la base” es el hecho de haber sido históricamente despojada de un futuro propio, manteniéndola en condición de objeto para que otros puedan autorrealizarse en su propia historia. Pero Cristo se encarnó “en la base” y anuncia su Buena Noticia preferentemente para “la base”. En este sentido, toda auténtica transformación viene desde “la base” y no desde arriba.
Algunos sectores coinciden en que el desplazamiento de religiosas y sacerdotes hacia los sectores populares contribuyó al desarrollo de la conciencia crítica y subversiva y los impulsó a acciones crecientemente radicales. La matriz teórica que nutre preferencialmente a estas comunidades, viene de la teología de la liberación. Leonardo Boff, teólogo de la liberación afirma que:
“Esta base desarrolla una estrategia de liberación, creando primero una visión alternativa, independiente y contrapuesta a la de las clases hegemónicas. Esta condición es indispensable para crear las condiciones objetivas de transformación de su existencia oprimida.”
La teología de la liberación, que fundamenta este postura, se centra fundamentalmente en la concreción de un nuevo método de hacer teología en la que el primer paso era la práctica de la liberación y el segundo la reflexión sobre esa práctica. Este último aspecto apuntaba al análisis de la realidad social con la valoración bíblica. Para esta reflexión se vale del empleo de las ciencias sociales. Define el papel y misión de la iglesia en la opción preferencial por los pobres, buscando un ser humano nuevo y emancipado de toda esclavitud constructor de una sociedad nueva.
Para visualizar mejor la actuación de los curas obreros en las comunidades eclesiales de base tenemos el ejemplo de Héctor Botán, integrante del primer secretariado del movimiento de sacerdotes para el tercer mundo:
“- ¿Cómo fue su trabajo en la villa?
– Comencé en 1965, en Lugano, con Rodolfo Ricciardelli (…) empecé a trabajar como albañil y la gente comenzó a sumarse (…).
(…) La cosa es que estuvimos tres años de curas obreros, la villa fue creciendo, se fue organizando (…) como a los curas les tenían confianza, en el fondo deseaban que los capos fueran los curas. Entonces dijimos que no, que se hiciera una comisión vecinal y que nosotros como vecinos íbamos a asistir, pero no íbamos a aceptar ningún cargo. (…) Todos los domingos, después de la misa, se hacían asambleas en la cancha, al lado de la capilla. Empezaban a las once y media y duraban hasta las tres de la tarde: se acababan por el hambre que tenía la gente.
– ¿Qué se discutía en las asambleas?
– Se trataban los temas de la villa, era una especie de tribunal popular muy precario. Un día estábamos con Ricciardelli y salió el tema de los curas: estaban muy contentos con que viviéramos ahí, con que fuéramos pobres como ellos, con que laburásemos como ellos, pero que nos dejáramos de joder. ¿y cuál era el problema? Ellos decían: está muy bien que trabajen, pero ustedes salen a trabajar cuando nosotros salimos y vuelven a la villa cuando nosotros volvemos: mientras tanto nuestras familias están solas. Así que déjense de joder, si necesitan guita para vivir hacemos una colecta mensual, pero estén en la villa y no fuera. Y nos pareció lógico el argumento. Entonces nos sentamos y dijimos ¿ahora qué? si seguimos laburando somos hijos de puta, por que nos han dicho muy claro que es lo que piensan. Entonces fue cuando se dejó de trabajar Ricciardelli estaba en la General Motors, y yo en una herrería en Merlo.
(CONCLUSIÓN)
Diversos autores coinciden en que a partir de 1974 y luego de un año y medio sin poder resolver las discrepancias tanto teológico- pastorales como político- ideológicas; sin lograr reorganizarse ni reunirse a nivel nacional; restringida su vinculación con las bases que le dieron sentido de existencia; sin espacios para sus reclamos; en dificultades con la jerarquía eclesiástica y presionados por los acontecimientos que se vuelven cada día mas terribles los sacerdotes del movimiento entran en un estado de dispersión, temor, repliegue, reubicación y replanteo. Públicamente ya no hablan, ni se habla de ellos; como organización se disuelve.
Se desprende que una de las causas principales de la disolución del movimiento de sacerdotes para el tercer mundo es la discusión política interna acerca de la figura de Perón como referente adecuado para la consecución del socialismo en el país, agravado por la represión que el mismo gobierno peronista con la impronta de López Rega y la doctrina de seguridad nacional implementaba. Esta doctrina es la que será larga y atrozmente utilizada luego por la nefasta dictadura militar que se inició en 1976.
Mas allá de las discusiones internas, descartan el modelo stalinista y mantienen clara la línea del socialismo, que se construiría teniendo en cuenta la realidad latinoamericana y la manifiesta opresión de las grandes potencias imperialistas. Este objetivo junto a la lucha desde las bases siempre estuvo dentro de sus acuerdos mínimos y de su acción directa. Por esta razón apoyaron a movimientos sociales, y sobretodo a las luchas obreras, que se oponían al régimen político instaurado, como fue el caso del Cordobazo.
Teniendo en cuenta la categorización de Rubén Dri es necesario recalcar que la iglesia profética popular mina desde el interior a la iglesia de la cristiandad que siempre tuvo una alianza tácita con las clases dominantes. En este sentido, el movimiento de sacerdotes para el tercer mundo y la expresión de las comunidades eclesiales de base con las que trabaja para la liberación de las clases oprimidas, se presenta como una de las manifestaciones más claras de la iglesia popular en la Argentina. Siembra además en nuestro país un antecedente ineludible para la misma institución eclesial en tanto que deja sentada la centralidad de la opción preferencial por los más pobres en los discursos y en las prácticas de los cristianos del continente. A partir de este momento esta opción no podrá ser dejada de lado.
Si bien algunos sacerdotes murieron por las alianzas del poder y otros desaparecieron, algunos siguieron trabajando dentro y fuera de la estructura eclesial, tal vez ya no orgánicamente en un movimiento, pero sí desde el silencio de sus lugares y profundamente insertos en las realidades que a partir de los años 60 no podían dejar de obviarse y que exigían resoluciones reales.
Lo significativo de este movimiento es el aporte que convalida la construcción social desde las bases. Esta forma de construcción, en sintonía con la necesidad de un cambio radical en las estructuras político- económicas, constituyó un modelo válido para futuras iniciativas de autoorganización en la sociedad y que conserva una real y concreta vigencia.
Fuentes para la realización de este programa:
Bresci, Domingo (compilación, presentación y notas). Movimiento de sacerdotes para el tercer mundo. Buenos Aires, 1994, Centro Salesiano de Estudios “San Juan Bosco”.
Boff, Leonardo. Eclesiogénesis: las comunidades de base reinventan la iglesia. Santander, 1980, Editorial Sal Térrea.
Revista Política, cultura y sociedad en los ´70. “Sacerdotes para el tercer mundo: la iglesia de los oprimidos” año 1 número 6.
Codina, Víctor. Teología de la Liberación.
Iriarte, Gregorio. ¿Qué es una comunidad eclesial de base? Guía didáctica para animadores de comunidades eclesiales de base.
Mangione, Mónica. El movimiento de sacerdotes para el tercer mundo. Buenos Aires 2001, edición electrónica.
Dri, Rubén. La iglesia que nace del pueblo. Colección teología y política. Editorial Nueva, Buenos Aires, 1987.
http://www.lafogata.org
http://www.elhistoriador.com.ar
http://www.servicioskiononía.org
Documentos eclesiales:
Ø Mensaje de los 18 obispos del Tercer Mundo de 1967.
Ø Documento de Puebla. 1979. Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.
Ø Biblia de Jerusalén. Bilbao, Editorial Desclée De Brouwer. 1998.
Investigación y guión: Romina Hidalgo, Andrés Griffouliere, Carla Muñoz y Federica Scherbosky
Producción y Edición: Gabriela Maturano
Narración: Silvia Sassola
Puesta al aire: Carlos Carrizo
Difusión y página web: Nicolás Torre
Agradecemos la colaboración de: Rodolfo Suden y Natalia Bulacio
La Hidra de Mil Cabezas
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