MI ENCUENTRO CON LA IGLESIA SUIZA: Carmiña Navia V.


Por petición expresa de Fernando Torres, pongo por escrito algunas reflexiones a propósito de mi reciente viaje por algunas ciudades de Suiza y de mi experiencia en el encuentro con algunas comunidades cristianas.

En anteriores viajes a este mismo país mi mayor conclusión iba en el sentido de percibir que las iglesias estaban muriendo y era sólo una cuestión de pocos años el entierro definitivo.

Esta vez mi encuentro con los sectores eclesiales fue un poco diferente y desde luego muy enriquecedor y desafiante. Es verdad sin embargo que se trata de una experiencia muy limitada en el espacio. Tuvo lugar en Allschwil, una pequeña población de 20.000 habitantes vecina de Basilea, población cuya economía se fundamenta en la industria farmacéutica.

Se trata de una población en la que hay presentes cinco grandes religiones-iglesias:

Los Católicos-hindúes

Los Viejos católicos de Holanda

Los Católicos romanos

Los Reformados y

Los Musulmanes.

Mi contacto y encuentro fue con un sector ecuménico, integrado por los católicos romanos, los viejos católicos de Holanda y los Reformados.

¿Que me encontré?

Un grupo de gente enormemente generoso y solidario, muy sensible ante los problemas del mundo y dispuesto a comprometerse desde la solidaridad para ayudar a solventar estos problemas.

Un grupo muy dinámico en el que si bien la mayoría es mayor en años, hay presencia de juventud y de familias con niños pequeños, formándose al interior de estas iglesias.

Una clara conciencia de que la verdad o la búsqueda de la Divinidad y de la experiencia sagrada no son exclusivas de una confesión, sino que son complementarias en múltiples caminos y sentidos.

Una estructura eclesial católica, en la que sencillamente por falta de vocaciones al sacerdocio, se ha instaurado una organización más participativa, transparente y sobre todo igualitaria: la parroquia la administran teólogos o teólogas, a veces diáconos, a veces no… que realizan toda la labor pastoral y atienden a la comunidad sin que su estructuración familiar (parejas, hijos…) sea ningún impedimento y por el contrario sí un gran apoyo.

Comunidades parroquiales y eclesiales vivas que hacen de sus comunidades de fe, comunidades de amistad, intercambio y apoyo mutuo… en medio de las condiciones de vida aislantes y muchas veces duras de las ciudades posmodernas.

Participé en una celebración litúrgica ecuménica, precedida por un pastor reformado, por un diácono católico y por un sacerdote de los viejos católicos.

Tengo que decir que en este nivel es en el que sentí una mayor distancia. A la celebración –a mi juicio- le faltó creatividad y participación. Aún con las limitaciones de la lengua, la sentí como demasiado cerebral.

Es necesario sin embargo explicitar que para nuestra cultura latinoamericana es mucho más importante la manifestación más concreta y simbólica de la experiencia; en general los europeos, especialmente hacia el centro y el norte son más austeros en la expresión y se expresan fundamentalmente a través de la música, cada espacio eclesial tiene su coro.

De todas maneras la teóloga que fue mi anfitriona me comentó que hay un templo en el centro de la ciudad de Basilea en donde hacen celebraciones distintas comunidades: Gays, mujeres, ecologistas, inmigrantes… celebraciones en las que se desarrolla mucha creatividad y participación.

Tuve también la oportunidad de visitar un santuario mariano, Mariastein,  en el que me encontré en plena vigencia, manifestaciones de religiosidad y creencias populares muy cercanas y parecidas a las nuestras. Se dice que es un lugar que concentra energías positivas y recibe cierto número de visitas por ello, pero al mismo tiempo es un refugio de dolores, esperanzas, enfermedades…  en el que los múltiples exvotos muestran la gratitud por los favores recibidos. La leyenda que da origen al sitio es muy bonita y rica en símbolos, como la de casi todos los santuarios marianos.

Hasta aquí un compartir sobre lo que viví. Igualmente en la visita a un  museo del norte de Francia, como que en otras ocasiones, sentí que la cultura cristiana, al interior de la que nos formamos: cultura que se expresa en arte: pintura, escultura, literatura, música… como expresión viva, ya desapareció. Sin embargo, la migración masiva está cambiando el rostro de Europa y  no creo que se pueda afirmar rotundamente que la experiencia religiosa ha muerto o va a morir. Lo que sí creo que está en proceso agónico es la estructura eclesial que conocemos.

Cali, Febrero de 2012

Carmiña Navia Velasco

Remitido al e-mail por la autora.

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