07 JULIO/13 IGLESIA CATÓLICA INCLUSIVA «SAN ROMERO DE AMÉRICA»


Iglesia Católica Inclusiva Oscar Romero 
Boletín para el Domingo, 07 de julio 2013 
14 º Domingo del Tiempo Ordinario 

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Amigos, amigas:

Cuando nos íbamos, la primera reunión del consejo de Oscar Romero 
Iglesia el pasado martes, le dije a Lynne y Librada de las personas que están 
ayunando para la Reforma Migratoria en Filadelfia. Ellos están ayunando durante cuarenta 
días. En esta lucha pasa a la Cámara de Representantes, con llave 
la gente que dice que nunca permitirá que un camino a la ciudadanía para 
indocumentados, me siento llamado a unirse a ellos con una rápida modificación de 
comer sólo dos veces al día en lugar de tres veces. Cada día le pido a Dios que tome 
que poco rápido como una oración para establecer el pueblo de Dios libre. Dijeron que iban a 
hacerlo, también, y los invito a considerar unirse a nosotros. 

Tuvimos una reunión encantadora y alegre. Este podría ser un buen momento para compartir 
con que el plan estratégico que escribí para San Romero de cerca de hace dos años 
., poco antes de comenzar el ministerio migrante. Decía así: 

1. Confía en Dios 
2. Manténgase cerca de Dios 
3. No te preocupes por los números 
4. No te preocupes por el dinero 
5. Ámense unos a otros 
6. El amor a todo el mundo, pero especialmente los de afuera 
7. De pie, con los pobres 
8. Pide a Dios por guía 
9. Manténgase cerca de Dios 
10. Confía en Dios 
11. Y estar centrada en la Eucaristía 
12. Y el amor de Dios 

Espero que podamos encontrar una manera de volver a estar centrada en la Eucaristía, en 
el ministerio migrante. Eso está en manos de Dios, como siempre. 

Mientras tanto, la misa del domingo sigue a las 11 am en St Joe. Hubo una semana 
recientemente donde teníamos diez personas, y otra semana cuando sólo había 
nosotros dos. Usted, como siempre, son bienvenidos a unirse a nosotros en cualquier domingo. 

Es decir, excepto para el 14 de julio, cuando no vamos a volver a tener la misa dominical 
porque voy a estar lejos, esta vez en Filadelfia para la Federación de 
Ministerios Encuentro nacional cristiana. Pero este domingo, 7 de julio estaremos 
en St José, y de nuevo el 21 de julio. Venga y únase a nosotros. 

Bendiciones y amor a todos, 
Chava + RCWP

Reserva en tu agenda la fecha: 30 de julio de 18:00, manifestación y vigilia de oración por la inmigración 
reformar, en Batavia. Los detalles estarán próximamente. 

Una vez más, quisiera saber si desea tomar la gente a Buffalo un martes un 
meses. Envíeme un correo electrónico directamente, por favor, al chava2@localnet.com 

 

 

 Iglesia Católica Inclusiva «Oscar Romero»
Una comunidad inclusiva de la liberación, la justicia y la Alegría 
La adoración en la tradición católica 
Misa: Domingos de 11 am 
Casa de San José de la Hospitalidad, 402 South Ave, Rochester NY 14620

Por tutela ordenan a hijos proteger a sus padres de avanzada edad


 

Por:  |

 

Consejo de Estado ordenó a hijos de una señora de 81 años, internada en clínica, asumir su cuidado.

El tribunal les dio cinco días a los familiares de la anciana, que enfrenta un tumor cerebral y se encuentra en situación crítica, para que la trasladen a su residencia y cumplan con el deber de cuidado y auxilio que les corresponde.

Ordena a la EPS que le preste el servicio de enfermería, seis horas al día, y en coordinación con sus hijos, suministrarle los pañales que necesite y asumir todos los gastos de hospitalización hasta que la señora salga de la clínica, en Bogotá.

También da un plazo de cinco días a Colpensiones para que cancele las mesadas que se le adeudan y, en adelante, hacer los pagos de manera oportuna.

Los hijos están en la obligación de velar por la salud y el bienestar de sus padres en la tercera edad, por contar con especial protección por parte del Estado y la sociedad, concluyó el fallo.

La paciente tiene seis hijos y son ellos los que deben acompañarla y asistirla en las tareas mínimas relacionadas con su cuidado personal,obligaciones que no son de la EPS a la que se encuentra adscrita la paciente, agregó el Consejo de Estado en la sentencia.

En la decisión, la Sección Segunda del alto tribunal rechazó las exigencias de una hija de la anciana de mantenerla interna en el centro asistencial y bajo el cuidado de una enfermera las 24 horas pese al dictamen médico que consideraba innecesario mantener hospitalizada a la paciente por su estado terminal.

“Contrario a lo que se indica en el escrito de tutela, quien debe acompañar y velar por el cuidado de la señora durante esta etapa de su vida no es solo su esposo sino hijos y demás familiares, respecto de quienes se predica el deber de solidaridad por los lazos de afecto y consanguinidad que los unen”, puntualizó el fallo.´

Después de evaluar la historia clínica de la paciente, el Consejo de Estado consideró que en este caso la EPS a la que está afiliada no puede ser obligada a mantener a la señora en un hospital si, debido a su estado terminal, no requiere de tratamientos o procedimientos médicos.

“Una de las hijas de la señora argumenta que si su señora madre sale de la clínica quien velaría por su atención sería el esposo de la misma, un hombre con más de 81 años de edad, sin embargo, no realiza consideración alguna respecto de los cinco hermanos que tiene, que junto con ella, tienen el deber de velar por el cuidado de su señora madre, en especial cuando la misma por su avanzada edad y estado de salud no puede valerse por sí misma”, indica la sentencia.

Aunque los hijos justificaron la tutela afirmando que carecían de medios económicos para sufragar los gastos médicos como pañales o enfermeras que atiendan a su mamá, en este caso -agregó la sentencia- «los hijos de la mujer pretenden convertir el centro asistencial en un albergue para adultos mayores».

REDACCIÓN JUSTICIA

 

 

 

http://www.eltiempo.com/justicia/consejo-de-estado-ordena-a-hijos-proteger-a-sus-padres_12912083-4

La primera encíclica de Francisco advierte sobre la crisis de verdad


La base del texto corresponde a Benedicto XVI y se refiere al matrimonio como «una unión estable»

 Roma 5 JUL 2013 – 19:06 CET67
El papa Francisco da un discurso durante la audiencia general. / ALESSANDRO DI MEO (EFE)

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La primera encíclica del papa Francisco es también la última deBenedicto XVI. La redacción de los cuatro capítulos de Lumen Fidei (La luz de la fe) refleja el marcado estilo de Joseph Ratzinger y, de hecho, Jorge Mario Bergoglio reconoce que su predecesor «ya había completado prácticamente» el texto: «Se lo agradezco de corazón y, en la fraternidad de Cristo, asumo su precioso trabajo, añadiendo algunas aportaciones». La encíclica, que reclama la vigencia de la fe frente a la «verdad tecnológica», se refiere en un pasaje al matrimonio como una «unión estable [no utiliza la palabra indisoluble] de un hombre y una mujer», y añade: «La bondad de la diferenciación sexual permite a los cónyuges unirse en una sola carne».

Durante la presentación, el cardenal canadiense Marc Ouellet definió la encíclica como «una catequesis a cuatro manos», y monseñor Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha justificado por qué no está firmada de forma conjunta: «No tenemos dos papas, solo tenemos un papa. En la encíclica hay mucho del papa Benedicto, pero hay todo del papa Francesco». No deja de ser curioso que, al contrario de lo que suele ser habitual, la Santa Sede no distribuyó una fotografía del Papa firmando la encíclica, pero sí de una imagen de Ratzinger y Bergoglio «de los dos protagonistas juntos» en el Vaticano.

Recuperar la conexión de la fe con la verdad es hoy aún más necesario

De los cuatro capítulos –el texto no llega al centenar de páginas–, el segundo aborda la relación entre la fe y la verdad: «Recuperar la conexión de la fe con la verdad es hoy aún más necesario, precisamente por la crisis de verdad en que nos encontramos. En la cultura contemporánea se tiende a menudo a aceptar como verdad solo la verdad tecnológica: es verdad aquello que el hombre consigue construir y medir con su ciencia; es verdad porque funciona y así hace más cómoda y fácil la vida». Y añade: «La verdad grande, la verdad que explica la vida personal y social en su conjunto, es vista con sospecha».

Ya en la introducción, el Papa plantea la pregunta de si la fe es una luz ilusoria: «En la época moderna se ha pensado que esa luz podía bastar para las sociedades antiguas, pero que ya no sirve para los tiempos nuevos, para el hombre adulto, ufano de su razón, ávido de explorar el futuro de una nueva forma (…). El joven Nietzsche invitaba a su hermana Elisabeth a arriesgarse, a «emprender nuevos caminos… con la inseguridad de quien procede autónomamente». Y añadía: «Aquí se dividen los caminos del hombre; si quieres alcanzar paz en el alma y felicidad, cree; pero si quieres ser discípulo de la verdad, indaga». Laencíclica sostiene que «poco a poco, sin embargo, se ha visto que la luz de la razón autónoma no logra iluminar suficientemente el futuro; al final, éste queda en la oscuridad, y deja al hombre con el miedo a lo desconocido».

Para sostener que la fe no habita en la oscuridad, la introducción de la encíclica –que ya se ha referido a Nietzsche, utiliza ahora una cita de Dante, quien en la Divina Comedia, después de haber confesado su fe ante san Pedro, la define como una «chispa,/ que se convierte en una llama cada vez más ardiente/ y centellea en mí, cual estrella en el cielo». La mano de Joseph Ratzinger se nota además en la profusión y carácter de las citas. Desde Martin Buber (1878-1965), un filósofo judío de origen austriaco, a Dostoievski en su obra El idiota.

 

 

 

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/07/05/actualidad/1373020619_445594.html

Líder de Iglesia anglicana dice está decidido a aprobar ordenación de mujeres obispos


viernes 5 de julio de 2013 20:25 GYT

Por Adam Jourdan

LONDRES (Reuters) – La Iglesia de Inglaterra debe continuar con sus planes para ordenar a obispos mujeres, dijo el viernes su líder espiritual, en momentos en que están por reabrirse las conversaciones sobre el tema que han dividido a la comunión.

En su primer discurso a la asamblea nacional, el Sínodo General, el arzobispo de Canterbury Justin Welby dijo que la iglesia debe adaptarse a una sociedad cambiante en la que el número de personas en la congregación está decayendo en países cada vez más laicos.

«Seamos claros, el pretender que nada está cambiando es absurdo e imposible. En tiempos de revolución nosotros también en la Iglesia de Inglaterra debemos tener una revolución», dijo Welby, un ex ejecutivo petrolero que fue nombrado sucesor de Rowan Williams como líder de la iglesia Anglicana a fines de 2012.

En noviembre, las reformas para permitir el ordenamiento de mujeres como obispos colapsaron en último momento. A pesar de recibir el respaldo de un 73 por ciento de los miembros del sínodo, la votación no obtuvo la mayoría necesaria de dos tercios en una de las tres cámaras del Sínodo.

Con anteojos y una camisa con cuello clerical arremangada hasta sus codos, Welby dijo al Sínodo en la Universidad de York que la Iglesia debe deshacerse de su «equipaje» tras haber caído bajo una fuerte crítica en noviembre por no lograr impulsar las reformas de género.

«Si decimos que ordenaremos a las mujeres como sacerdotes y obispos, debemos hacerlo de exactamente la misma manera en que ordenamos a los hombres», dijo.

El lunes, el Sínodo dará los primeros pasos tentativos para reiniciar las conversaciones sobre el tema, pero el proceso completo llevará alrededor de dos años, lo que significa que no se permitirían mujeres obispos en la Iglesia hasta 2015 como muy pronto.

La Iglesia aprobó la ordenación de sacerdotes mujeres en 1992, pero demoró en hacerlas obispo debido a la oposición dentro del clero masculino. Los obispos desempeñan un papel clave en muchas iglesias cristianas en donde solo ellos pueden ordenar a nuevos clérigos.

(Traducido al Español por Margarita Seiler; Editado en Español por Ricardo Figueroa)

 

 

http://lta.reuters.com/article/worldNews/idLTASIE96500A20130706

 

Metáfora de los gansos para un modelo eclesial comunitario.


FE HISTORICA-3
Comunidades Eclesiales de Base
N° 37, Marzo de 2013
Somos comunidad porque Dios es comunidad. Porque en Dios no hay jerarquías, ni subordinaciones, ni exclusiones, sino honda alteridad, es que podemos apostarle nosotros y nosotras a ser Comunidades de personas en equidad de género, en comunión de vida, en relaciones alternativas a un mundo patriarcal, machista o sexista que establece un orden social y eclesial desigual con seres de primera y seres de segunda.
Veamos [la metáfora de los gansos] que  enriquece nuestras motivaciones para formar Comunidades Eclesiales de Base.
1. METÁFORA DE LOS GANSOS:
“La ciencia ha descubierto que los gansos vuelan formando una V, porque cuando cada pájaro bate sus alas, produce un movimiento en el aire que ayuda al ganso que va detrás de él. Volando en V, toda la bandada aumenta por lo menos un 71% más su poder de vuelo que si cada pájaro lo hiciera solo. Cada vez que un ganso se sale de la formación y siente la resistencia del aire, se da cuenta de la dificultad de volar solo y de inmediato se incorpora de nuevo a la fila para beneficiarse del poder del compañero que va adelante. Cuando el líder de los gansos se cansa, se pasa a uno de los puestos de atrás y otro ganso toma su lugar. Los gansos que van detrás producen un sonido propio de ellos y hacen esto con frecuencia para estimular a los que van adelante a mantener la velocidad. Finalmente, cuando un ganso se enferma o cae herido por un disparo, dos de sus compañeros se salen de formación y lo siguen para ayudarlo y protegerlo. Se quedan con él hasta que esté nuevamente en condiciones de volar o hasta que muere, sólo entonces los dos compañeros vuelven a la bandada o se unen a otro grupo”.
En esta metáfora encontramos la expresión realizada de lo que hoy llamamos la nueva espiritualidad holística, definida como un hilo conductor con el cual podamos hilvanar todas las experiencias, todos los saberes, todas las tradiciones espirituales, todas las formas de humanización y construir una realidad planetaria dinámica e incluyente. Para eso es preciso sumar dialécticamente, integrar las diversas contribuciones y entrever las complementariedades.
Esta realidad planetaria dinámica e incluyente está dibujada con maestría por los gansos. Ellos nos muestran el potencial de un grupo organizado que une sus esfuerzos para hacer posible la marcha. Quien va adelante asume la responsabilidad de quienes van detrás, pero al mismo tiempo deja que sean ellos quienes alimenten la mística de los que se abren paso, a través de la fuerza contraria del viento. Ir adelante resulta tan importante como ir atrás, siempre y cuando todos se unan en un solo proyecto. El liderazgo se extiende  a  lo  largo de ese cuerpo vital articulado  como un solo corazón. El empoderamiento colectivo se muestra así como la única autoridad legítima. Ninguno puede volar solo, ninguno puede volar siempre primero, ninguno puede perder el ritmo del vuelo…
Una organización de este género plantea a los humanos una manera alternativa de vivir en la cual se puedan percibir de forma más unitaria las oposiciones y contradicciones inherentes a la existencia humana. La perspectiva de género busca precisamente superar estos desequilibrios de posturas dogmáticas que quieren dominar el mundo, la sociedad, la Iglesia o la familia de forma vertical y excluyente y busca desarrollar la capacidad de percepción de la complejidad de lo real y lo humano.
En esta lucha por encontrar alternativas a las posturas dogmáticas de la autoridad, religiosa o política, familiar o social, construir comunidad resulta la propuesta más actual y profética para humanizar nuestro mundo.
Para enriquecer aún más nuestra reflexión sobre las razones que nos llevan a vivir nuestra fe en Comunidades Eclesiales de Base y no en otro modelo eclesial, sirvámonos de otra metáfora, “la del segundo cerebro” propuesta por el neurobiólogo chileno Francisco Varela uno de los principales investigadores en el ámbito de las Ciencias Cognitivas. [Metáfora que veremos en el siguiente artículo]
Que nuestra caminada [en el proceso del relanzamiento de las CEBs] sea como los gansos. Porque Dios es comunidad, nuestro proyecto es viable, posible, creíble y profético.
Aleyda Gómez
Asesora CEBs Colombia

Un sacerdocio para el siglo XXI


Charla-debate

por varios autores ·

Publicamos la desgrabación de la charla-debate organizada por esta revista en la que se habló de los sacerdotes en perspectiva de futuro.Participaron como panelistas María Marcela Mazzini (laica, doctora en Teología y profesora e investigadora en la Facultad de Teología de la UCA. Realiza tareas de asesoramiento pastoral y teológico en el obispado de San Isidro y forma parte del Comité Científico en el proyecto Teologando); Jorge Alejandro Scampini (doctor en Teología, regente de estudios de la provincia dominicana argentina, profesor de Teología dogmática en el Centro de Estudios de Filosofía y Teología de la Orden de Predicadores, profesor titular de Sacramentos en la Facultad de Teología de la UCA y presidente de la Sociedad Argentina de Teología); y Carlos White (sacerdote desde hace 20 años y párroco de San Ildefonso, en Buenos Aires). Fue el último encuentro del ciclo organizado por Criterio en 2012 a propósito de los 50 años del Concilio Vaticano II, con la coordinación de la periodista Luisa Valmaggia.

¿Qué lugar le confiere al sacerdocio el Concilio Vaticano II?

Jorge Scampini: Se suele decir que en la enseñanza del Concilio Vaticano II, los presbíteros ocuparon un lugar muy reducido, ya que el Concilio se detuvo ante todo en la consideración del episcopado. De hecho algunas crisis posteriores fueron interpretadas por algunos como una consecuencia de que el Concilio no hubiera definido más claramente la identidad del presbítero. En realidad, la gran preocupación del Concilio fue más profunda: repensar la misma Iglesia desde una perspectiva no institucional sino eminentemente teológica, completando la obra inconclusa del Vaticano I -que había terminado abruptamente por la situación político-militar de la península itálica-. En ese marco, Vaticano II definió al episcopado como un sacramento y señaló que en él se da la plenitud del sacramento del orden. En la visión conciliar, todos los ministerios se dan en el seno de una Iglesia que se concibe como pueblo de Dios, pueblo sacerdotal, fundado en la realidad del Bautismo. Al referirse a los ‘sacerdotes’, los documentos conciliares jamás utilizan ese término, sino que hablan de ‘presbíteros’, y siempre en plural. ¿Por qué? Porque el Concilio ha visto a los presbíteros en una relación directa con el obispo, participando del sacramento del orden que en los obispos se da en plenitud y, al mismo tiempo, y como una consecuencia, formando parte del presbiterio -una realidad que tenía mucho valor en la Iglesia primitiva-. Estos elementos ayudan a redescubrir al presbítero bajo una luz nueva, no de modo aislado, sino formando un cuerpo, junto su obispo, en el seno de la Iglesia diocesana. Quizás para algunos, y retomamos lo anterior, la figura del ‘sacerdote-presbítero’ no aparece suficientemente definida en los textos conciliares de manera ‘absoluta’. Esto pudo haber contribuido, según esa opinión, a las crisis de identidad sacerdotal conocidas en la segunda mitad de los años ’60 y los ’70. Pero sacar una consecuencia semejante me parece que no resiste a una lectura seria de los textos conciliares. Tal vez sea bueno recordar en este contexto que el Magisterio de la Iglesia inició a partir del Sínodo extraordinario de 1985 -cuando se señaló que la eclesiología del Concilio es una eclesiología de comunión- un proceso de reflexión acerca de lo que es propio de cada vocación y ministerio en la Iglesia. En esa línea, el Sínodo de los obispos de 1990 abordó el tema de la formación y la identidad de los presbíteros.

–Si la Iglesia somos todos, ¿qué lugar tienen los laicos?

Marcela Mazzini: El Vaticano II no mira a la Iglesia desde una dicotomía o contraposición entre la jerarquía y los laicos sino que prevalece la idea de una Iglesia que es misterio y que hunde sus raíces en la Trinidad (primer capítulo de Lumen gentium), luego el pueblo de Dios y después las vocaciones en el pueblo en el Dios. En primer lugar, entonces, está la eclesiología de comunión, en la que prima la comunidad y no la jerarquía. Otra novedad fue la vocación universal a la santidad, entendida como la plenitud de la caridad, del amor. Este marco es muy importante para comprender a la Iglesia y para darnos cuenta de que a pesar de que han pasado 50 años, todavía no se ha puesto suficientemente en práctica el Concilio, en el sentido de que no estamos viviendo a fondo el cambio de paradigma hacia la comunión. Se trata de un largo camino por recorrer y un diálogo por construir, también en cuanto a cómo repensamos la Iglesia y a los laicos frente a la vida religiosa y al ministerio ordenado.

–Desde la práctica, ¿qué es ser sacerdote hoy?

Carlos White: Para mí es muy difícil hablar del sacerdocio en abstracto, porque cada uno es sacerdote desde el propio carisma. En estos años me tocó trabajar, por ejemplo, en un hospital, donde el sacerdocio era acompañar a los enfermos, escuchar, llevar una palabra… Como párroco, el desafío, por lo menos en mi caso, era lograr una comunidad con vida propia, donde cada persona pudiera dar su impronta. Y vi una gran riqueza en eso. Desde la predicación de la Palabra y la misión es un llamado a sostener la fe de la gente, sobre todo a los desanimados, a los que tienen en riesgo la fe por el escepticismo. Nunca me gustó verme como un funcionario; siempre intenté mantener el espíritu evangélico de mi opción. Además, la vocación sacerdotal, como la matrimonial, se va siempre renovando, porque está puesta a prueba y tenemos que volver a optar; y en esas instancias siempre estuvo la luz del Evangelio. En cuanto a la colegialidad, hace unos años, desde la Patagonia, pidieron ayuda a la arquidiócesis de Buenos Aires por la falta de curas. Trabajé un tiempo como párroco en Comodoro Rivadavia y siempre me gustó pensarme como un cura del clero porteño que estaba brindando una ayuda fraterna a una diócesis hermana, sin perder mi pertenencia al presbiterio de Buenos Aires.

–¿Cómo se abre la Iglesia a lo que sucede en el afuera?

Jorge Scampini: Antes de responder me surge una pregunta: ¿qué es la Iglesia? Si buscamos una respuesta en los Padres, san Isidoro de Sevilla hablaba de una Ecclesia congregans y una Ecclesia congregata, -en esa línea hoy algunos hablan de una Ecclesia Mater congregans y una Ecclesia fraternitas congregata-. La primera es aquella formada por los elementos que nos congregan como comunidad creyente: la Palabra de Dios, la fe, engendrada por esa Palabra cuando es acogida, los sacramentos, los ministerios eclesiales… Esas realidades vienen de lo alto, estamos llamados a acogerlas, y participando de ellas, nos convertimos en una fraternidad congregada. Esto nunca hay que perderlo de vista, porque la “apertura” de la Iglesia nunca podría significar una renuncia a los elementos que la constituyen. El desafío pasa por la Iglesia como “fraternidad congregada”, marcada por el tiempo que le toca vivir. Aquí hay desafíos y riesgos. Por una parte, la Iglesia puede correr el riesgo de convertirse en autosuficiente e impermeable al contexto en el marco de los cambios epocales de los que tanto se habla. Vemos a veces que las identidades tratan de preservarse en una actitud defensiva, replegándose, y esto se da en muchos grupos cristianos y en lo que sociológicamente se conoce como sectas, definidas en la sociología como una ‘contracultura’ ante un mundo que resulta agresivo. Pero otro riesgo puede ser tratar de asimilarse tanto al contexto que se termina diluyendo lo propio. Creo que cada generación de cristianos debe afrontar estos riesgos. En los primeros siglos los cristianos tuvieron que dar el testimonio en el mundo helénico de la originalidad de aquello en lo que creían, y que habían recibido en su cultura semita. Para ellos, en cierto modo, repetir no era suficiente, tuvieron que ser creativos para ser fieles a lo que habían recibido de una vez y para siempre. No fue un proceso fácil ni inmediato. A nosotros hoy no se nos ahorra ese desafío. El tema es si siempre tenemos respuesta a los cuestionamientos, y si la respuesta inmediata es la mejor. Ante los grandes cambios culturales, a veces deben pasar generaciones antes de encontrar las respuestas adecuadas.

–¿Cómo se prepara hoy un sacerdote para dialogar con todos estos cambios que son además más vertiginosos, más rápidos?

Carlos White: El riesgo mayor es abroquelarse en lo conocido y afirmar lo seguro ante el temor al cambio. Frente a las novedades, las respuestas no pasan solamente por lo individual sino por la comunidad de la Iglesia. Nadie tiene las respuestas, por eso es bueno abrirse al debate, y el manto que debe cubrir todo debe ser la caridad.

Marcela Mazzini: Nos sucede a todos como Iglesia y no sólo a los sacerdotes: en tiempos de cambio, muchos grupos se cierran por el deseo de seguridad. Ya entre los primeros cristianos hubo un gran debate en torno a las persecuciones: ¿hacemos el esfuerzo por dialogar con los paganos o sólo nos queda morir mártires y dar así testimonio de nuestra fe? Esta tensión se fue reciclando en veinte siglos de historia de la Iglesia. En el Vaticano II, que nos habla de los signos de los tiempos (cf. GS 4, 11), aparece el diálogo como un signo y no podemos desatenderlo. Se trata de un diálogo a distintos niveles: en el interior de la Iglesia, en nuestras comunidades, con las iglesias hermanas, las otras religiones y el mundo… Esto forma parte de esta comunidad de hermanos que nos enriquece y está profundamente presente en el proyecto de Jesús, como se desprende del Evangelio.

Jorge Scampini: Respecto del tema de la identidad, evidentemente no vivimos en un mundo que respira en cristiano. En el siglo XIX y primeras décadas del XX había corrientes de pensamiento o movimientos contrarios a la Iglesia; ahora estos pensamientos se respiran en personas que se consideran dentro de la Iglesia. Los sociólogos definen el fenómeno como belonging without believing: aquellos que sociológicamente pertenecen a la Iglesia y quizás no creen en su enseñanza en ámbito dogmático o ético, y por lo tanto seleccionan lo que creen o están dispuestos a adherir. Y para contradicción nuestra, se da también un believing without belonging, en aquellos que piensan como la Iglesia pero no se identifican con la institución. Esto genera grandes cuestionamientos, y en cuanto a la vida sacerdotal, la pregunta gira en torno a cómo se plantean los procesos vocacionales. Estamos acostumbrados a que un joven bueno crea que tiene vocación: la primera iniciativa parte de la persona y todo el proceso de formación parece estar destinado a discernir que la subjetividad de esa persona responda a lo objetivo –salud y capacidades naturales; recta intención; etc.-, hasta el momento en que los formadores consideran que se dan las condiciones para llegar a la ordenación. Hoy la subjetividad de las personas está en otra parte, y eso explica las crisis en las vocaciones, que no son distintas a las que se dan en los laicos en la vida familiar, porque se trata de una crisis de la cultura. Ahora bien, si el sacramento del orden es uno, la Iglesia reconoce caminos diferentes para llegar a la ordenación: Para el presbiterado, es el joven que descubre su vocación y, a partir de allí, se discierne; en cambio, para el episcopado no es así. ¡Si el vicario general de una diócesis considerara que tiene vocación episcopal e hiciera todo para llegar a ser obispo, se consideraría que es un ambicioso! Para el episcopado siempre es la Iglesia la que llama. ¿No habrá llegado el tiempo de volver, como en los primeros siglos, a un ejercicio más activo de esa llamada al ministerio por parte de la Iglesia, invitando a aquellos hombres de los cuales se tiene necesidad? Esto ayudaría a hacer más manifiesto cómo todo ministerio pertenece a la Iglesia, no es una dignidad que se suma al curriculum de una persona, algo privado, sino un servicio encomendado.

Marcela Mazzini: Creo que debe darse una combinación de lo que dice san Agustín, “no te buscaría, Señor, si no me hubieras encontrado”, y los ministerios en la Iglesia entendidos como servicio, que es una idea profundamente evangélica en la que tenemos que reflexionar más y vivir en el seno de la comunidad como servidores unos de otros por amor a Dios, y para vivir lo que Él nos pide, experimentando nuestra propia realización, lo cual es un signo profético frente al mundo. Me interrogo sobre lo difícil que es ser hoy sacerdote, en el sentido de esta figura que estaba tan clara para otras generaciones, que era prestigiosa, y que hoy está desdibujada y cuestionada, como también sucede con todo lo religioso.

Carlos White: En el momento de la ordenación los superiores nos transmitían la idea de que en última instancia no era una decisión nuestra sino que era la Iglesia la que nos estaba llamando, que veía en nosotros condiciones, después de siete años de formación. Recuerdo que en ese momento me dio una cierta tranquilidad interior que desde afuera me trasmitieran ese llamado. Por otro lado, creo que uno de los mayores peligros tiene que ver con que lo institucional pueda apagar la mística cristiana: cuando nos convertimos en burócratas y hablamos de moral y no de Jesús, cuando dejamos de hablar del misterio de Dios y hablamos sólo desde una perspectiva intelectual o ideológica.

–¿La Iglesia forma parte de los cambios, sólo los acompaña o ambas cosas al mismo tiempo?

Marcela Mazzini: Somos “un pueblo en medio de los pueblos”, formamos parte de la realidad, tenemos una perspectiva de acompañarnos unos a otros y de servir al mundo, y en ese sentido, viviendo nosotros mismos los cambios, tenemos que ir acompañándolos. Debemos salir de un esquema de cristiandad donde nosotros tenemos todo claro y los demás no entienden nada, y comprender que somos parte de la cultura y de los cambios profundos de nuestro tiempo que  nos cuestionan profundamente a todos.

–¿Qué elementos conspiran contra las vocaciones religiosas en particular? ¿Cuánto pesa el celibato sacerdotal?

Jorge Scampini: Lo primero es el gran cambio cultural: la vocación en la Iglesia se ve profundamente marcada por la dimensión comunional, y el cambio cultural nos ha ido empujando en un ritmo vertiginoso hacia un creciente individualismo. La persona está cada vez más replegada sobre sí misma y la antropología que subyace a las nuevas tecnologías ejerce su influencia. Tenemos personas conectadas, no necesariamente comunicadas, y menos aún generando una comunión. Esto en cierto modo atenta contra la base humana con la cual desearíamos contar para generar una comunidad eclesial. Y en una cultura tremendamente permisiva en cuanto a lo sexual –y una vez que se vencen determinados umbrales no es tan fácil retroceder-, el celibato es un elemento importante. Ahora bien la pregunta pasa por si debe suprimirse el celibato o, por el contrario, redescubrirlo como una opción de entrega total de la vida. En los religiosos, como es mi caso, es una opción positiva, de modo que sin ella mi vocación no tendría sentido, pero creo que el tema es complejo y no pasa por la disyuntiva demasiado simplemente formulada de “celibato sí, celibato no”.

Carlos White: Estoy de acuerdo en que las crisis de las vocaciones responden a una cultura y que lo religioso está en crisis. Veo una cultura muy material y en ella una opción de vida religiosa es poco común. No es sencillo lograr una comunicación sobre temas espirituales, especialmente con los jóvenes. Por lo tanto una opción de vida totalizante es como dialogar en otro idioma. Por eso tenemos que aprender a hablar de Dios en una cultura alejada de él, y la crisis de las vocaciones es una consecuencia.

Marcela Mazzini: Vivimos en una sociedad en la cual se huye de los compromisos, se valora el vínculo de pareja pero no el matrimonio como institución. Nosotros creemos que lo que tenemos para ofrecer como discípulos de Jesús es sumamente valioso, le da sentido a nuestra vida y nos da gran felicidad, pero la transmisión es la que no estamos sabiendo lograr. Y el celibato, como todo lo que  se viva como límite, difícilmente pueda ser valorado en la sociedad actual.

–¿Por qué no el sacerdocio para las mujeres?

Marcela Mazzini: Es un tema muy cuestionado, sobre todo en el diálogo con otras iglesias cristianas, y tiene profundas raíces. Ya en el siglo XX hay dos declaraciones papales que nos dicen lo que el Magisterio opina. Una es la declaración Inter Insigniores, de 1976, de Pablo VI,  que dice que Jesucristo no llamó a ninguna mujer para formar parte del grupo de los doce apóstoles, por lo tanto la Iglesia no puede llamar mujeres para el ministerio jerárquico. Y Juan Pablo II en 1994, en el número 4 del documento Ordenatio sacerdotalis, dijo que “la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”. Sin embargo, cabe mencionar que, los argumentos de la Escritura  no parecen ser tan concluyentes. Y los teólogos se interrogan por qué Jesús llamó sólo a varones. ¿Por una voluntad expresa de conservar este símbolo o porque en la cultura del tiempo de Jesús no cabía otra posibilidad? En este sentido, la elección de los doce estuvo centrada  en la constitución del nuevo pueblo, donde ellos representan las doce tribus de Israel. Por otro lado, la tradición de ordenar varones aparentemente empieza en la última parte del siglo II, porque en la Sagrada Escritura, san Pablo y otros documentos muy antiguos nos refieren la presencia de ministerios de mujeres (Cf. Rom 16). Creo que también tendríamos que interrogarnos, en este contexto de eclesiología de comunión, todas las cosas a las que el Magisterio impulsa a participar a las mujeres, que en la época de Jesús eran consideradas inhábiles para cualquier acto civil. En el interior de la Iglesia, el lugar de la mujer ha sido bastante invisible durante siglos, por eso es un momento en el que hay que tomar la palabra, aunque pueda resultar incómodo. Creo que es responsabilidad de las mujeres en particular y de todos los laicos en general tomar el lugar al que nos impulsa el Vaticano II. En esta tarea de mayor compromiso va a haber tensiones, pero no hay crecimiento sin tensión. Lo que hoy las mujeres reclamamos es que si bien somos la gran mayoría en las comunidades, no tomamos  decisiones en la Iglesia.

Jorge Scampini: Creo que el tema es aún más complejo. Sin duda que parte de la reivindicación surge en un contexto cultural en el cual se ha replanteado el lugar de la mujer en la sociedad. Pero hay que tener claro cuál es el ámbito propio de las respuestas teológicas. Hace más de 15 años, alguien concursaba una cátedra en una Facultad de Teología europea. Entre quienes debían juzgar al candidato estaban claramente divididos los que eran más progresistas y los más conservadores. Alguien quiso poner en aprietos al candidato considerado conservador y le preguntó su opinión sobre el sacerdocio de la mujer. Si decía que no estaba a favor, el voto podía ser negativo; si decía que sí, seguramente no iba a recibir el mandatum. Él respondió que estamos acostumbrados a decir que el sacerdocio reservado al varón es la ‘voluntad de Cristo’, pero eso no invalida la pregunta acerca de cuál fue la ‘inteligencia’ de Cristo al determinarlo de ese modo, y ese es el trabajo de la teología. El Magisterio se ha expresado ya con claridad, y de modo vinculante, pero siempre hay espacio para la inteligencia de la fe. Una fe que busca comprender el porqué.  Es cierto que el planteo viene también de parte de las otras iglesias, pero excepto las Iglesias orientales, que siguen reservando el ministerio a los varones, las demás iglesias no tienen la misma noción del ministerio que nosotros. Es más, en ellas el ministerio no es un sacramento, y lo que realiza el ministro podría hacerlo la mujer en la Iglesia católica. El tema es qué entendemos cuando afirmamos que el ministerio ordenado reservado al varón es de tradición, ya que ese es en última instancia el único argumento al que se remite Juan Pablo II en su carta Ordinatio sacerdotalis, dejando de lado la interpretación simbólica tomada de la Escritura, es decir, el varón es cabeza de la mujer, como Cristo lo es de la Iglesia. En esa carta, Juan Pablo II reconoce que la Tradición -con mayúscula-, es interpretativa del mensaje de Jesús de modo vinculante, llegando a decir “yo estoy bajo la Tradición; no tengo autoridad para modificarla”. No era una situación fácil para él. Debía enseñar con claridad, pero no era conveniente que ‘definiera dogmáticamente’ el tema ya que si lo hacía los ortodoxos señalarían un grave problema eclesiológico: fuera de un concilio no es posible definir algo como de fe. Por eso, si bien en esa carta no hay una definición, se sostiene que la enseñanza contenida en ella debe tenerse como definitiva. Agrego otro elemento: el drama ha sido la comunión anglicana. Este tema no se había tratado en la comisión bilateral de diálogo teológico cuando se estudió el ministerio y sobre el que se alcanzó un notable consenso. Años más tarde, por la evolución vivida en la Comunión Anglicana, resultó que aquello que para los católicos era cuestión de fe, para los anglicanos era sólo disciplinar. Es cierto que a lo largo de los años, a medida que el tema avanzaba, hubo un interesantísimo intercambio de cartas entre los sucesivos primados de la Iglesia de Inglaterra y los papas Pablo VI y Juan Pablo II, presentando los argumentos esgrimidos por ambas partes. Además, y quizá valga la pena recordarlo, llama la atención que el primer éxodo de anglicanos a la Iglesia católica en los años ‘90 no se dio por el hecho de que la mujer hubiera sido admitida al ministerio ordenado sino porque dudaban de que la catolicidad de la Iglesia se realizara en su iglesia, ya que ésta había tomado una decisión semejante sin contar con el consenso de la Iglesia de Roma y de las iglesias orientales.

Carlos White: Desde mi experiencia puedo decir que en la base de las comunidades están las mujeres; cuando uno va a distintas parroquias y capillas, ellas están mayoritariamente presentes y a medida que se va ascendiendo en la escala jerárquica, menos se las ve. Me parece que es una pobreza. Evidentemente la Iglesia jerárquica es de varones y de varones mayores. Tendríamos que poder dialogar más respecto del lugar de la mujer en la Iglesia como así también del tema del celibato.

Marcela Mazzini: Recomiendo, para una visión panorámica del tema, un artículo que se llama “Sacerdocio de la Mujer: ¿Telón cerrado, cuestión abierta?”, de Wolfgang Beinertporque es inevitable que se siga pensando en el tema, por lo menos entre los teólogos y teólogas. Es más, me parece que no seríamos fieles con lo que la Iglesia nos pide si no lo pensáramos; este servicio es propio de la teología. Coincido en que el núcleo del problema está en la Tradición, y que la unidad de la Iglesia es una de las razones de peso para no tomar una decisión que eventualmente por otros motivos se podría tomar.

Jorge Scampini: Quizás sin alcanzar a tocar el núcleo de lo sacramental, sin duda lo que hay que repensar es la configuración de la comunidad cristiana, porque gran parte de lo que viene de exigencia y reivindicación se debe al problema de making decisions y por esa palabra que traducimos en castellano -y suena horrible- ‘empoderamiento’ (empowerment). El diagnóstico es que todas las decisiones y todo el poder en una Iglesia configurada demasiado piramidalmente se han ido concentrando en el ministro ordenado y hay cantidad de cosas que han sido respuesta a fenómenos culturales, sin ser por ello esenciales al ministerio ordenado. Hay que repensar el ministerio en el seno de una Iglesia que toda ella se concibe como pueblo sacerdotal. Y vuelvo al juego de las palabras: Lumen gentium dice que hay una diferencia no sólo de grado sino esencial entre el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial que está a su servicio. Se habla de sacerdocio ministerial donde el sustantivo es ‘sacerdocio’ y el adjetivo ‘ministerial’. En documentos posteriores al Concilio, como en el ritual de ordenación, no se habla de ‘sacerdocio ministerial’ sino de ‘ministerio sacerdotal’, poniendo el acento en el servicio que tiene una función sacerdotal, y es quizás desde allí desde donde hay que repensar los ministerios en la Iglesia.

http://www.revistacriterio.com.ar/nota-tapa/charla-debate-un-sacerdocio-para-el-siglo-xxi/

ESTADOS UNIDOS Voces de fe desafían la violación de los derechos de las mujeres


Viernes, 5 de julio de 2013 (ALC) – En el Foro de Defensores de los Derechos Humanos el ex presidente estadunidense Jimmy Carter calificó el abuso de las mujeres como “la violación más generalizada e impune de los derechos humanos en todo el mundo”. Este abuso, destacó, es contrario a la premisa básica de todas las religiones, incluyendo el cristianismo.

Carter habló en el foro sobre el tema “Movilizando a la fe por las mujeres”, realizado en el Centro Carter, en Atlanta, Georgia, entre el 27 y el 29 de junio. El evento reunió a más de 70 líderes religiosos, activistas y expertos en religión de más de 15 países y alrededor de 35 organismos, incluyendo al Consejo Mundial de Iglesias (CMI).

En el foro, Carter enfatizó que el abuso contra las mujeres es una contradicción frontal hacia la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la cual han firmado prácticamente todos los países. Señaló cómo algunos líderes religiosos han abusado de la religión al leer los textos sagrados para justificar la dominación de los hombres y la inferioridad de las mujeres. “Tal comprensión es incompatible con las creencias religiosas”, agregó.

En respuesta a los comentarios de Carter, la doctora Fulata Lusungu Moyo, directora ejecutiva del programa para Mujeres en la Iglesia y la Sociedad, del CMI, compartió cómo han tomado las mujeres el liderazgo para interpretar las Escrituras en sus comunidades y así llamar la atención a estos aspectos, los cuales incluyen la violación de los derechos humanos y el tráfico de niñas y mujeres. Moyo explicó que la metodología del estudio contextual de la Biblia ha sido usada para arrojar luz sobre el tema del tráfico de mujeres.

Un ejemplo de lo anterior es la lectura del libro de Ruth en la Biblia Hebrea, la cual produce reflexiones sobre la forma en que la joven Ruth fue objeto de trata de personas. Añadió que debido a las creencias patriarcales acerca de la inferioridad de las mujeres, éstas se encontraban en situaciones socio-económicas desesperadas. Estas circunstancias de vulnerabilidad las conduce a convertir sus cuerpos en mercancías a través de la trata de personas y de la esclavitud sexual, afirmó.

“En el libro de Ruth, Noemí tuvo que utilizar la juventud de Ruth para recuperar la propiedad y la soberanía alimentaria mediante un “acuerdo sexual” con Booz, un hombre rico mucho mayor que ella”, dijo Moyo. Se preguntó si hay mujeres desesperadas como Ruth y Noemí en sus comunidades. “¿Han escuchado estas historias? Y que están haciendo para proteger a esas mujeres de tanta deshumanización?”, finalizó.

Mona Rishmawi, jefa de la Oficina para la Ley, Igualdad y No Discriminación del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos participó también en el foro. Se preguntó también por qué la mayoría de líderes religiosos no están levantándose para defender los derechos de las mujeres mediante la afirmación de que el abuso contra ellas es algo pecaminoso a los ojos de Dios. “¿O será que creen erróneamente que las mujeres son inferiores a los hombres?”.

Asimismo, argumentó que la cultura y la religión no deberían confundirse, y que cada una debería mejorar la dignidad y la totalidad de cada ser creado, especialmente las niñas y las mujeres.

A nombre del CMI, Moyo presentó algunas de las publicaciones del organismo a Jimmy Carter, una de las cuales, When Pastors Prey (Cuando los pastores abusan), cuenta con un prólogo suyo. El libro incluye historias de mujeres que fueron objeto de abuso de parte de sus pastores, y ofrece un marco legal útil para comprender y abordar el problema.

Algunas de las sesiones fueron presididas por Carter, acompañado de su esposa Rosalynn, y Karin Ryan, directora del programa de derechos humanos del Centro Carter.

Fuente: CMI

Traducción: Leopoldo Cervantes-Ortiz para ALC

Publican Lumen Fidei, la primera encíclica del Papa Francisco


Publican Lumen Fidei, la primera encíclica del Papa Francisco

VATICANO, 05 Jul. 13 / 06:57 am (ACI/EWTN Noticias).- Esta mañana en el Aula Juan Pablo II en la Sala de Prensa en el Vaticano se presentó la primera encíclica del Papa Francisco titulada “Lumen Fidei” (La luz de la Fe), en la que el Santo Padre resalta la urgencia de «recuperar el carácter luminoso propio de la fe» que es capaz de «iluminar toda la existencia del hombre».

En la encíclica, el Papa señala que «la fe se ha visto así como un salto que damos en el vacío, por falta de luz, movidos por un sentimiento ciego; o como una luz subjetiva, capaz quizá de enardecer el corazón, de dar consuelo privado, pero que no se puede proponer a los demás como luz objetiva y común para alumbrar el camino».

«Poco a poco, sin embargo, se ha visto que la luz de la razón autónoma no logra iluminar suficientemente el futuro; al final, éste queda en la oscuridad, y deja al hombre con el miedo a lo desconocido. De este modo, el hombre ha renunciado a la búsqueda de una luz grande, de una verdad grande, y se ha contentado con pequeñas luces que alumbran el instante fugaz, pero que son incapaces de abrir el camino».

Francisco asegura que «cuando falta la luz, todo se vuelve confuso, es imposible distinguir el bien del mal, la senda que lleva a la meta de aquella otra que nos hace dar vueltas y vueltas, sin una dirección fija».

Por ello, explica, es urgente redescubrir la fe «porque una luz tan potente no puede provenir de nosotros mismos; ha de venir de una fuente más primordial, tiene que venir, en definitiva, de Dios».

«La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida«, asegura.

La encíclica cuenta con una Introducción y está dividida en cuatro capítulos y una oración final dedicada a María, la Madre de la Fe.
El primer capítulo se titula “Hemos creído al amor”, el segundo “Si no créeis no comprenderéis”·, el tercero “Transmito lo que he recibido” y el cuarto “Dios prepara una ciudad para ellos”.

En el primer capítulo el Papa habla sobre la fe de Abraham y del pueblo de Israel, así como de la salvación mediante la fe y la forma eclesial de la fe.

El segundo Francisco se refiere a la relación entre la fe y la verdad, la fe y la razón, así como el diálogo entre la fe y la teología.

En el tercer acápite, el Santo Padre habla de la fe en la Iglesia y sobre la fe y la relación de esta con los Diez Mandamientos.

El cuarto capítulo analiza la relación entre la fe y el bien común, su importancia en la familia y la sociedad y la relación entre la capacidad de creer y el sufrimiento.

El documento supone el cierre a una serie de tres encíclicas sobre las virtudes teologales -fe, esperanza y caridad- que se propuso escribir Benedicto XVIdurante su pontificado. La encíclica sobre la fe se enmarca en el Año de la Fe que él decretó, al celebrarse los 50 años del Concilio Vaticano II y que concluye el 24 de noviembre.

Para la edición italiana se ha impreso 500 mil ejemplares en un volumen de 90 páginas. En tanto, habrá versiones en otros seis idiomas, entre ellos el español.

Benedicto XVI había terminado prácticamente de escribir la encíclica cuando decidió el 11 de febrero renunciar como Pontífice.

“Es un documento fuerte, un gran trabajo que ha hecho mi predecesor y que voy a terminar”, dijo días atrás el Papa Francisco sobre el borrador que recibió del Obispo Emérito de Roma.

La encíclica «Lumen Fidei» se da a conocer a cuatro meses de iniciado el pontificado de Francisco, considerando todo un récord, teniendo en cuenta que la primera encíclica de Benedicto XVI «Deus caritas est» fue publicada el 25 de diciembre de 2005, ocho meses después de su elección; mientras que la primera encíclica de Juan Pablo II, «Redemptor Hominis», fue publicada el 4 de marzo de 1979, cinco meses después de ser elegido.

Para leer la encíclica completa ingrese a:http://www.aciprensa.com/Docum/documento.php?id=520

Para descargar el texto completo de la encíclica (en pdf) ingrese a:http://www.aciprensa.com/pdf/lumenfidei.pdf

La agenda reformista del Papa sigue en marcha


Publicado el 05.07.2013

papa Francisco pasa con el papamóvil junto a la escultura de San Pedro en la plaza vaticana

EDITORIAL VIDA NUEVA | Los escándalos que sacuden a la Iglesia siguen siendo noticia destacada en los informativos. Pero al escándalo suscitado ya no le sigue el empecinamiento por negar las evidencias. Esta tendencia, que comenzó con Benedicto XVI, que él mismo impulsó, a veces noqueado por el dolor de las evidencias, pero con la determinación de cortarlas de raíz, ha encontrado en Francisco a un ferviente defensor.

Acaba de evidenciarse con las noticias, no por esperadas menos vergonzosas, que salpican al IOR, la institución creada en 1887 por León XIII por razones más beneméritas que las que han salido a la luz en los últimos tiempos.

La reforma del llamado “banco vaticano” ha estado en el punto de mira de Francisco desde los primeros días de su pontificado. Ya en las congregaciones generales previas al cónclave, los purpurados habían mostrado su preocupación por una institución que estaba siendo piedra de escándalo y para la que se pedía que limpiara comportamientos de dudosa legalidad y facilitase su funcionamiento de manera transparente.

Las dimisiones registradas en los últimos días en su seno, junto con la creación de una comisión que vele por armonizar la misión del IOR con la de la Iglesia universal y la de la Santa Sede, hablan a las claras de que la agenda y espíritu reformista de este Papa sigue inalterable. Y la opinión pública parece captar este esfuerzo, pues sigue encandilada con el proceder del Pontífice.

Pero estos días ha habido también otras noticias que apuntan a que ese espíritu con el que se asomó desde el balcón vaticano y se inclinó ante los fieles no fue una mera pose. Le salió del corazón, como también de él salieron las palabras que les dirigió a los nuncios, a quienes recibió el día 21 en audiencia con motivo del Año de la fe.

“Simples pensamientos provenientes del corazón”, les dijo con humildad. Pero sus palabras contenían un programa muy meditado –y rezado– sobre el tipo de obispo que Francisco quiere que pastoree la Iglesia, y que los nuncios, quienes tienen que otear candidatos antes que nadie, han de tener muy en cuenta.

Esto es: que sean pastores más que príncipes; amantes de la pobreza; no ambiciosos ni que busquen el episcopado. “Pero, por encima de todo, que sean capaces de velar el rebaño, de cuidar la esperanza, de que haya sol y luz en los corazones”. [VATICANO: Con Francisco, los “carreristas” no serán obispos]

Palabras sencillas, formulaciones simples
que suponen un cambio copernicano
en mentalidades imperantes. Y,
junto a ello, el sueño de una mayor sinodalidad.

Palabras sencillas, formulaciones simples que suponen, por contra, un cambio copernicano en mentalidades imperantes. Y, junto a ello, el sueño de una mayor sinodalidad, como dijo en la eucaristía de la solemnidad de San Pedro y San Pablo.

“Crecer en armonía con el servicio del primado”, en una Iglesia donde la variedad no es una debilidad, sino una “riqueza” que “se funde siempre en la armonía de la unidad”. De nuevo, una sencilla formulación para una ardua labor.

Pero, junto a la determinación de los cambios, la misericordia al quite, como en la carta que le envió al delegado pontificio para los Legionarios de Cristo. Aquí también, siguiendo a Ratzinger, la determinación de sajar la herida, aunque duela, y “una palabra de aliento” de cara a un futuro purificado, como se recoge en el A Fondo que publicamos sobre el caso de esta atribulada congregación.

En el nº 2.855 de Vida Nueva. Del 6 al 12 julio 2013.

 

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