Francisco super estrella


27 julio 2013

Francisco super estrella

INFORME ESPECIALEn su visita histórica a Río, el papa confirmó que quiere lavar los pecados de la Iglesia y reconstruirla sobre la pobreza y la humildad. ¿Logrará darle ese viraje radical?

Francisco super estrella. En Rio de Janeiro, Francisco de nuevo marcó el cambio simbólico de la Iglesia. Aunque las autoridades estaban preocupadas por su seguridad, en vez de andar en el papamóvil blindado y cerrado recorrió las calles en una carroza abierta.

En Rio de Janeiro, Francisco de nuevo marcó el cambio simbólico de la Iglesia. Aunque las autoridades estaban preocupadas por su seguridad, en vez de andar en el papamóvil blindado y cerrado recorrió las calles en una carroza abierta.
Foto: AFP
“Id, inflamad todas las cosas”, dijo una vez San Ignacio de Loyola, el soldado que fundó la Compañía de Jesús. Quinientos años después, el primero de sus discípulos en llegar al trono de San Pedro alimenta esas llamas vitales, enérgicas, transformadoras, para incendiar las viejas bases de la Ig

lesia y renovarla por completo. En Río de Janeiro, Brasil, de visita para presidir las Jornadas Mundiales de la Juventud, Francisco confirmó su determinación de llegar muy lejos en su propósito, y dejó claro que la “primavera vaticana” apenas comienza.

Las sensaciones entre la multitud de un millón de personas lo confirmaban. Jamie, de Canadá, uno de los peregrinos juveniles, le dijo a SEMANA que en un mundo donde se han perdido los valores “es muy satisfactorio encontrar tanta alegría, tanta fe, tanto entusiasmo, Francisco emociona”. Jessica, Carla y Josephine, de Nueva York, rescatan “su humildad, su llamado a llegar a los marginados, a estar afuera con los pobres. Este es el cambio. Nos contaron que el papa en Argentina se acercaba a los curas, los olía, y les decía: ‘todavía no hueles a oveja’”.
Las historias pasan de boca en boca y alimentan la leyenda de Francisco, que en cuatro meses logró darle un increíble soplo de frescura a la Iglesia. La primera chispa destelló apenas fue entronizado. Ese 13 de marzo, en vez de bendecir el mundo, rogó a los creyentes rezar por él. La mañana siguiente pagó su cuenta de hotel, como cualquier huésped. Con los días el Bergoglio style, esa prédica muy jesuita de “educar y enseñar con el ejemplo”, se volvió el nuevo dogma.
Renunció a habitar en el Palacio Apostólico, donde según él “podrían vivir 300 personas” y escogió una suite en la Casa de Santa Marta, un hotel para eclesiásticos. Allí comparte misa y desayuno con todos, pues “si viviera aislado, no me haría bien”. También rechazó los lujosos mocasines rojos, símbolo de papas y emperadores, por uno comunes zapatos negros. Cambió el ostentoso guardarropa papal, cargado de oro, terciopelo y joyas por una sotana blanca, una cruz de hierro oscuro y un anillo de plata.
En las calles, Francisco saluda a diestra y siniestra, y abraza cada vez que puede. Sus guardaespaldas le pasan bebés que el papa besa con naturalidad. El papamóvil blindado, que mostraba aislamiento y miedo, se quedó en el garaje y ahora anima a la gente desde una carroza abierta. También apaga las luces si sus secretarios lo olvidan, no pidió un avión especial para viajar a Brasil y un sencillo Fiat Idea de 19.000 dólares lo recogió en el aeropuerto de Río. Francisco ya no quiere ser el príncipe inalcanzable de los católicos. Pancho, como le dicen en Argentina, es un papa de clase media, un hombre sencillo que toma mate, adora el fútbol y disfruta las cosas simples de la vida.
Pero es también un líder que habla duro y claro. Después de la tragedia en Bangladesh donde 1.127 trabajadores murieron en el derrumbe de una maquila, se pronunció fuertemente contra “el trabajo esclavo”. Como si fuera un indignado español, llamó a “repensar todo el sistema”, a dejar de “seguir los ídolos del poder, de la rentabilidad, del dinero, por encima del valor de la persona” y dijo que hay que acabar con la “tiranía” del dinero y la “dictadura de una economía sin rostro”.
Para él, la Iglesia es “pobre para los pobres” y “un cristiano, si no es un revolucionario en este tiempo, no es un cristiano”. Esas palabras nunca se habían escapado de la boca de un papa y en épocas de rebelión y crisis resuenan mucho más allá del Vaticano.
Francisco lo sabe. No por nada su primer destino como sumo pontífice fue Lampedusa, la isla al sur de Sicilia donde cada año miles de inmigrantes africanos buscan alcanzar el sueño europeo. Desde 1994 más de 6.000 han desaparecido en el Mediterráneo.
El papa, frente a decenas de indocumentados, preguntó “¿quién lloró por toda esa gente? Caímos en la globalización de la indiferencia”. En Brasil visitó Varginha, una de las innumerables favelas de Río. Bajo una llovizna pertinaz, los increíbles contrastes sociales de la Cidade Maravilhosa ofrecieron un inmejorable pedestal a su mensaje. Haciendo eco a la juventud brasileña sublevada dijo “ustedes tienen una especial sensibilidad ante la injusticia, pero se sienten defraudados por la corrupción. No se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague. La realidad puede cambiar, el hombre puede cambiar. No se habitúen al mal, sino a vencerlo”.
Se trata de un caudillismo apostólico que tiene a muchos fascinados. En la Iglesia, como en toda institución global, la estrategia mediática está en el centro del ejercicio del poder, y Francisco ofrece a los periodistas una generosa ración de noticias. En febrero varios cardenales le dijeron a The New York Times que buscaban elegir “un comunicador persuasivo, que ganara almas con sus palabras” y que “entienda la fe y la anuncie de manera atractiva y simple”.
Massimo Franco, vaticanista del diario Corriere della Sera, le dijo a SEMANA que “si bien hay sectores de la Iglesia desconcertados, empiezan a entender que las estrategias comunicativas cambiaron. Creo que su discurso es real, Jorge Bergoglio sigue siendo el que era en Buenos Aires y siento que en el Cónclave le pidieron expresamente ser él mismo. El suyo es un mandato destinado y otorgado para rescribir las reglas del papado”.
 Sin embargo, ese cambio de tono, esos gestos, no estarían completos si no se metiera con lo más oscuro del Vaticano. Uno de esos tumores es el Instituto para las Obras de Religión (IOR), una cueva de intrigas y dinero sucio. El 26 de junio el papa creó una comisión para investigarlo y tres días después sonó el primer trueno. La Fiscalía italiana capturó al prelado Nunzio Scarano cuando intentaba transportar 20 millones de euros en efectivo entre Suiza e Italia a bordo de un jet privado.
No era la primera vez que la Policía olía algo raro en el banco de Dios, pero hasta ahora el Vaticano había sofocado los escándalos y protegido a sus ovejas negras. Lo normal en Roma era tolerar gente como Scarano, a quien apodaban “Monsignor 500” por su afición a los billetes de esa denominación. Se reveló que tenía un patrimonio inmobiliario de más de un millón de euros, cuadros de Giorgio de Chirico y Marc Chagall y cuentas bancarias repletas.
Según él, “eran todo donaciones”, pero es claro que lavaba dinero. A los pocos días Bergoglio destituyó al director del IOR y a su vicedirector y le encargó a la consultora Promontory que vigilara las 18.000 cuentas del banco.
El segundo paso del papa fue reformar el anticuado Código Penal del Vaticano. Hace dos semanas presentó un motu proprio (decreto papal) que endurece los castigos por los delitos sexuales, la prostitución, la violencia sexual, la pedofilia y la pornografía infantil. La idea es armonizar la legislación con varias convenciones de Ginebra que el Vaticano ratificó hace más de dos décadas.
Pero en el reino de Dios ninguna transformación sería efectiva sin tocar a la poderosa Curia romana. Francisco formó una comisión de ocho cardenales que en octubre le entregará un informe con recomendaciones. Pero la cruzada será dura. Dos días antes del vuelo a Río, el semanario italiano L’Espresso reveló que Battista Ricca, el flamante director del IOR, no era el non plus ultra de la pureza.
Cuando trabajó en la nunciatura de Montevideo tenía una relación sentimental con un capitán del Ejército suizo, al que alojó y dio empleo. Una noche varios sacerdotes lo rescataron en un bar gay donde le habían dado una golpiza. Incluso una vez lo atraparon en un ascensor con un joven prostituto. Sacerdotes, religiosas, autoridades locales e incluso la Secretaría de Estado del Vaticano conocían los descaros de Ricca.
¿Pero, qué tanto sabía el papa? El vaticanista Sandro Magister, quien destapó el escándalo, le dijo a SEMANA que “el problema va más allá de los pecados del diplomático. Nadie de la Curia le advirtió al papa de que el expediente de Ricca fue blanqueado hasta volverlo intachable. Lo dejaron equivocarse para, una vez cometido el error, ventilar hasta el último detalle de la ajetreada vida del que eligió para frenar la corrupción”. Y esa no será la única trampa que Francisco enfrente, pues hay muchos leones al acecho.
En el aspecto doctrinario también hay resistencias, pues por ejemplo, los sectores más conservadores no soportan que desacralice la figura del elegido de Dios. Hace poco la Fraternidad San Pío X, fundada en torno al extremista ultraconservador Marcel Lefebvre, escribió que “los gestos y las palabras de Francisco se sitúan bajo el signo del progresismo rastrero. Gestos de popularidad inmediata ante un cierto público y, sobre todo, ante los medios”.
En los pasillos del Vaticano lo tachan de “demagogo”, de “campechano” y algunos dicen que más que un papa humilde, es uno mediático, que construye un culto a la personalidad con falsa modestia. Para Franco, ese sector “no quiere entender que el mundo que conocían ya no existe. Esto lo decidió el Cónclave, es decir la Iglesia mundial. Pero hay que tener en cuenta la renuncia de Ratzinger para entender lo que Bergoglio está haciendo. Este episodio cerró una era geológica y abrió otra. Ya no hay alternativa: o se reforma o la Iglesia muere”.
Con el viaje a Brasil, el papa quiere marcar ese rumbo. Su idea es que no solo quede la imagen cliché del pastor que recorre favelas y abraza jóvenes, ni la del pontífice latinoamericano que vuelve a su tierra. Según periodistas cercanos al Vaticano, quiere sellar un viraje geopolítico, que deje claro para donde va la nueva Iglesia. Un poco como cuando Juan Pablo II fue a Polonia en 1979, un periplo que para muchos fue la primera grieta del Muro de Berlín.
Y, como se puede ver en Brasil, no son pocos los retos que enfrenta la Iglesia. El país es el campo de batalla de una competencia feroz con los evangélicos (ver gráfica). En Rocinha, la favela más grande de Río, solo se ven templos protestantes. Betti, madre de dos hijos, es evangélica y analfabeta, pero habla como el mejor de los pastores.
Como le contó a SEMANA, “siendo católica, podía pecar. Encendía velas y velas, pero tomaba, bebía, compraba ropa linda y mi casa no tenía nada, yo no resolvía mis problemas. Me confesaba con un cura que hacía lo mismo. Y ahí abrí los ojos: ¿por qué me voy a confesar con ese padre pecador como yo? Respeto al papa, pero descubrí que no necesito papas, ni intermediarios, ni cálices de oro, ni ornamentos para hablar con Dios”.
Marcelo Freixo, diputado estatal de Río de Janeiro del Partido Socialismo y Libertad, le dijo a esta revista que “en los sectores más pobres las Iglesias evangélicas crecen porque los pastores se identifican con las personas y tienen cultos muy direccionados: el del desempleado, el del enfermo, el que tiene problemas de droga. Conocen los problemas que tiene la gente, los católicos tiene el mismo discurso de la Edad Media, y eso aleja a todos”. Aunque es muy pronto para saber si lo logrará, los gestos de Francisco para humanizar y popularizar el papado tratan de atacar ese desafío.
Y su balance por ahora no es malo. Pero tarde o temprano tendrá que abandonar las aguas consensuales de la pobreza y la humildad e internarse en temas doctrinarios como la sexualidad, el condón, el celibato de los sacerdotes o las mujeres en la Iglesia.
Y Francisco volverá a ser un papa tradicionalista. Pues Jorge Bergoglio es un poco como Barack Obama: simpático y con buenas intenciones pero limitado por tradiciones y poderes a los que no puede superar. Y el Vaticano aún está lleno de esos inamovibles. Sigue siendo una monarquía absoluta, sigue siendo machista y sigue defendiendo posiciones ultraconservadoras. Pues no importa si se llama Juan Pablo, Benedicto, León o Francisco, un papa, al final, siempre será un papa.

CARTA ABIERTA AL SEÑOR JORGE HUMBERTO PELÁEZ PIEDRAHITA RECTOR UNIVERSIDAD JAVERIANA CALI


Las personas y grupos abajo firmantes (organizaciones feministas, mujeres, varones, caleños y caleñas, estudiantes de la Universidad Javeriana, comunidad en general) nos dirigimos a usted para manifestarle nuestro desacuerdo e indignación frente a sus declaraciones en relación con al arresto del profesor Ricardo Zuluaga Gil, el día 25 de Julio de 2013, y que se encuentra ya bajo la legítima imputación de cargos por violencia intrafamiliar y abuso sexual en menor de 14 años con agravante de incesto.

Consideramos que una persona que tiene la tarea de dirigir y representar una institución universitaria, como usted en su calidad de rector, debe desempeñar el cargo con responsabilidad ética y democrática de cara a la comunidad académica, pero también –y sobre todo- de cara a la sociedad y a la realidad. Por ello nos parece incorrecto que usted califique los hechos de violencia de género, intrafamiliar y el abuso sexual como asuntos concernientes al ámbito privado y no como problemas de interés público. Así consta en el comunicado oficial en el que expresó que “lamenta profundamente los hechos que se han presentado con el profesor Ricardo Zuluaga Gil, los cuales hacen parte de su esfera personal e íntima de carácter familiar”. Y en la entrevista, realizada por el noticiero del canal regional, en la que usted manifiesta esperar que el señor Zuluaga supere esta situación.

 

En primer lugar le recordamos que los hechos se han presentado sobre la humanidad de otras personas y no sobre la del señor Zuluaga, y que son las primeras, y no el segundo, las víctimas. O presuntas víctimas si usted prefiere.

 

Segundo: que, si bien usted apela a la figura de presunción de inocencia, las víctimas tienen derecho a ser oídas y a que su testimonio sea considerado como legítimo. Mucho más cuando se trata de crímenes que involucran la violación de los derechos humanos (vidas libre de violencias, derechos sexuales y reproductivos) y mucho más cuando se trata de niñas/o que por su misma condición son más vulnerables e indefensos.

 

En tercer lugar, que lo que usted señala como algo personal e íntimo, con la clara intención de restarle importancia a los hechos, es definido por la Ley 1257 de 2008 como actos de violencia que generan serios problemas en la salud física, emocional y psicológica de las víctimas, y que acarrean consecuencias penales en la persona del agresor. Además de reproducir condiciones históricas de desigualdad y agresión contra las mujeres.

 

Así mismo dicha ley, que es la Ley de La No Violencia Contra las Mujeres, establece como un asunto de interés público la violencia de género y la violencia sexual a que están expuestas constantemente las mujeres y las niñas, y llama a la urgente toma de conciencia y a la realización de esfuerzos multidimensionales, conjuntos y continuos para su erradicación.

 

En cuarto lugar, le recordamos que en Colombia, según el Observatorio de Asuntos de Género de la Presidencia de la República, entre 2007 y 2011, 84.894 mujeres fueron valoradas por abuso sexual; que se estima, también, que el 65% de las mujeres han sufrido algún tipo de violencia, que más del 30% de las mujeres ha sido agredidas de alguna forma por su cónyuge o compañero permanente y que en el 40% de los casos de abuso sexual el agresor es un familiar cercano, como el padre, padrastro, esposo, hermano, tío. En 2011, en cerca del 80% de los casos de abuso sexual la víctima fue una niña y su victimario alguien del ámbito familiar cercano.

 

Finalmente, le invitamos a que investigue sobre la aguda problemática de género que hay en la población colombiana y a que visualice su enorme trascendencia en la vida de millones de mujeres, niñas y en general de la toda sociedad puesto que  los  derechos de  las mujeres son derechos humanos y sin derechos humanos no hay paz ni justicia social.

Cali, 28 de julio de 2013.

Atentamente,

Melissa Rojas Molina

César Iván Osorio Díaz – Egresado Javeriana

Colectivo Editorial El Contubernio de las Cinéticas

Mariella  López

Diana Morales

Nathalia Bedoya

Luisa María Ramírez

Ana Lucero Oliveros Arboleda

Jonathan Suárez Montoya

Tatiana León Diaz

Christian Alexis Velasquez

Lizeth Trejos

Christian David Santacruz

Luisa María Ospina Muñoz

Angélica Guzmán

Angélica Yory

Lorena Rosero Daza

Keila Holguin Rosero

gisley vanessa peñafiel acosta

Yolanda Molina Franco

Lina María Ramírez Morales

Lucrecia Cardona Velez

Paola Clavijo González

Norma Lucía Bermúdez Gómez

Adriana Granados Barco

Martha Elena Giraldo Mendoza

María Jimena Bonilla Vivas

Maria Andrea Diaz

Sofi Ospina

Luisa Arias Barco

Ana Isabel Arenas Saavedra

Martha Cecilia Londoño López.

Yajaira Gaviria Almeida

Katherine Eslava Rivera

Maria Eugenia Betancur Pulgarín

María Asunción Pintó

Carmiña Navia Velasco

Eliana Scioville García

Karen Paola Castillo Molina

Lizeth Johana Henao Posso

Claudia Ramirez

Carolina Catacoli Camacho

Ana María Gómez Vélez

Gabriela Castellanos

María del Pilar Peralta Ardila.

Jhonny Alberto Ocampo.

Isabel López

 

Si la comparten, por favor suscríbanla aquí:
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Remitido al e-mail

EL PAPA AL EPISCOPADO DEL BRASILEÑO:La humildad que pertenece a Dios como un rasgo esencial


Discurso del santo padre al episcopado brasileño

Río de Janeiro, 27 de julio de 2013 (Zenit.orgFrancisco papa | 600 hitos

 

El santo padre se ha reunido hoy a las 13.00 en el edificio João Paulo II en el arzobispado de Río de Janeiro, con los cardenales de Brasil, la presidencia de la Conferencia Episcopal de Brasil y los obispos brasileño y ha comido con ellos.

 

Publicamos a continuación el discurso que el santo padre ha dirigido al episcopado brasileño:

Queridos hermanos

¡Qué bueno y hermoso encontrarme aquí con ustedes, obispos de Brasil!
Gracias por haber venido, y permítanme que les hable como amigos; por eso prefiero hablarles en español, para poder expresar mejor lo que llevo en el corazón. Les pido disculpas.

Estamos reunidos aquí, un poco apartados, en este lugar preparado por nuestro hermano Mons. Orani, para estar solos y poder hablar de corazón a corazón, como pastores a los que Dios ha confiado su rebaño. En las calles de Río, jóvenes de todo el mundo y muchas otras multitudes nos esperan, necesitados de ser alcanzados por la mirada misericordiosa de Cristo, el Buen Pastor, al que estamos llamados a hacer presente. Gustemos, pues, este momento de descanso, de compartir, de verdadera fraternidad.

Deseo abrazar a todos y a cada uno, comenzando por el Presidente de la Conferencia Episcopal y el Arzobispo de Río de Janeiro, y especialmente a los obispos eméritos.

Más que un discurso formal, quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones.

La primera me ha venido a la mente cuando he visitado el santuario de Aparecida. Allí, a los pies de la imagen de la Inmaculada Concepción, he rezado por ustedes, por sus Iglesias, por los sacerdotes, religiosos y religiosas, por los seminaristas, por los laicos y sus familias y, en particular, por los jóvenes y los ancianos; ambos son la esperanza de un pueblo: los jóvenes, porque llevan la fuerza, la ilusión, la esperanza del futuro; los ancianos, porque son la memoria, la sabiduría de un pueblo.
1. Aparecida: clave de lectura para la misión de la Iglesia

En Aparecida, Dios ha ofrecido su propia Madre al Brasil. Pero Dios ha dado también en Aparecida una lección sobre sí mismo, sobre su forma de ser y de actuar. Una lección de esa humildad que pertenece a Dios como un rasgo esencial, está en el adn de Dios. En Aparecida hay algo perenne que aprender sobre Dios y sobre la Iglesia; una enseñanza que ni la Iglesia en Brasil, ni Brasil mismo deben olvidar.

En el origen del evento de Aparecida está la búsqueda de unos pobres pescadores. Mucha hambre y pocos recursos. La gente siempre necesita pan. Los hombres comienzan siempre por sus necesidades, también hoy.

Tienen una barca frágil, inadecuada; tienen redes viejas, tal vez también deterioradas, insuficientes.

En primer lugar aparece el esfuerzo, quizás el cansancio de la pesca, y, sin embargo, el resultado es escaso: un revés, un fracaso. A pesar del sacrificio, las redes están vacías.

Después, cuando Dios quiere, él mismo aparece en su misterio. Las aguas son profundas y, sin embargo, siempre esconden la posibilidad de Dios; y él llegó por sorpresa, tal vez cuando ya no se le esperaba. Siempre se pone a prueba la paciencia de los que le esperan. Y Dios llegó de un modo nuevo, porque siempre puede reinventarse: una imagen de frágil arcilla, ennegrecida por las aguas del río, y también envejecida por el tiempo. Dios aparece siempre con aspecto de pequeñez.

Así apareció entonces la imagen de la Inmaculada Concepción. Primero el cuerpo, luego la cabeza, después cuerpo y cabeza juntos: unidad. Lo que estaba separado recobra la unidad. El Brasil colonial estaba dividido por el vergonzoso muro de la esclavitud. La Virgen de Aparecida se presenta con el rostro negro, primero dividida y después unida en manos de los pescadores.

Hay una enseñanza perenne que Dios quiere ofrecer. Su belleza reflejada en la Madre, concebida sin pecado original, emerge de la oscuridad del río. En Aparecida, desde el principio, Dios nos da un mensaje de recomposición de lo que está separado, de reunión de lo que está dividido. Los muros, barrancos y distancias, que también hoy existen, están destinados a desaparecer. La Iglesia no puede desatender esta lección: ser instrumento de reconciliación.

Los pescadores no desprecian el misterio encontrado en el río, aun cuando es un misterio que aparece incompleto. No tiran las partes del misterio. Esperan la plenitud. Y ésta no tarda en llegar. Hay algo sabio que hemos de aprender. Hay piezas de un misterio, como teselas de un mosaico, que encontramos y vemos. Nosotros queremos ver el todo con demasiada prisa, mientras que Dios se hace ver poco a poco. También la Iglesia debe aprender esta espera.

Después, los pescadores llevan a casa el misterio. La gente sencilla siempre tiene espacio para albergar el misterio. Tal vez hemos reducido nuestro hablar del misterio a una explicación racional; pero en la gente, el misterio entra por el corazón. En la casa de los pobres, Dios siempre encuentra sitio.

Los pescadores «agasalham»: arropan el misterio de la Virgen que han pescado, como si tuviera frío y necesitara calor. Dios pide que se le resguarde en la parte más cálida de nosotros mismos: el corazón. Después será Dios quien irradie el calor que necesitamos, pero primero entra con la astucia de quien mendiga. Los pescadores cubren el misterio de la Virgen con el pobre manto de su fe. Llaman a los vecinos para que vean la belleza encontrada, se reúnen en torno a ella, cuentan sus penas en su presencia y le encomiendan sus preocupaciones. Hacen posible así que las intenciones de Dios se realicen: una gracia, y luego otra; una gracia que abre a otra; una gracia que prepara a otra. Dios va desplegando gradualmente la humildad misteriosa de su fuerza.

Hay mucho que aprender de esta actitud de los pescadores. Una iglesia que da espacio al misterio de Dios; una iglesia que alberga en sí misma este misterio, de manera que pueda maravillar a la gente, atraerla. Sólo la belleza de Dios puede atraer. El camino de Dios es el de la atracción, la fascinación. A Dios, uno se lo lleva a casa. Él despierta en el hombre el deseo de tenerlo en su propia vida, en su propio hogar, en el propio corazón. Él despierta en nosotros el deseo de llamar a los vecinos para dar a conocer su belleza. La misión nace precisamente de este hechizo divino, de este estupor del encuentro. Hablamos de la misión, de Iglesia misionera. Pienso en los pescadores que llaman a sus vecinos para que vean el misterio de la Virgen. Sin la sencillez de su actitud, nuestra misión está condenada al fracaso.

La Iglesia siempre tiene necesidad apremiante de no olvidar la lección de Aparecida, no la puede desatender. Las redes de la Iglesia son frágiles, quizás remendadas; la barca de la Iglesia no tiene la potencia de los grandes transatlánticos que surcan los océanos. Y, sin embargo, Dios quiere manifestarse precisamente a través de nuestros medios, medios pobres, porque es siempre él quien actúa.

Queridos hermanos, el resultado del trabajo pastoral no se basa en la riqueza de los recursos, sino en la creatividad del amor. Ciertamente, es necesaria la tenacidad, el esfuerzo, el trabajo, la planificación, la organización, pero hay que saber ante todo que la fuerza de la Iglesia no reside en sí misma, sino que está escondida en las aguas profundas de Dios, en las que ella está llamada a echar las redes.

Otra lección que la Iglesia ha de recordar siempre es que no puede alejarse de la sencillez, de lo contrario olvida el lenguaje del misterio, y no sólo se queda fuera, a las puertas del misterio, sino que ni siquiera consigue entrar en aquellos que pretenden de la Iglesia lo no pueden darse por sí mismos, es decir, Dios mismo. A veces perdemos a quienes no nos entienden porque hemos olvidado la sencillez, importando de fuera también una racionalidad ajena a nuestra gente. Sin la gramática de la simplicidad, la Iglesia se ve privada de las condiciones que hacen posible «pescar» a Dios en las aguas profundas de su misterio.

Una última anotación: Aparecida se hizo presente en un cruce de caminos. La vía que unía Río de Janeiro, la capital, con San Pablo, la provincia emprendedora que estaba naciendo, y Minas Gerais, las minas tan codiciadas por la Cortes europeas: una encrucijada del Brasil colonial. Dios aparece en los cruces. La Iglesia en Brasil no puede olvidar esta vocación inscrita en ella desde su primer aliento: ser capaz de sístole y diástole, de recoger y difundir.

2. Aprecio por la trayectoria de la Iglesia en Brasil

Los obispos de Roma han llevado siempre en su corazón a Brasil y a su Iglesia. Se ha logrado un maravilloso recorrido. De 12 diócesis durante el Concilio Vaticano I a las actuales 275 circunscripciones. No ha sido la expansión de un aparato o de una empresa, sino más bien el dinamismo de los «cinco panes y dos peces» evangélicos, que, en contacto con la bondad del Padre, en manos encallecidas, han sido fecundos.

Hoy deseo reconocer el trabajo sin reservas de ustedes, Pastores, en sus Iglesias. Pienso en los obispos que están en la selva, subiendo y bajando por los ríos, en las zonas semiáridas, en el Pantanal, en la pampa, en las junglas urbanas de las megalópolis. Amen siempre con una dedicación total a su grey. Pero pienso también en tantos nombres y tantos rostros que han dejado una huella indeleble en el camino de la Iglesia en Brasil, haciendo palpable la gran bondad de Dios para con esta iglesia.2

Los obispos de Roma siempre han estado cerca; han seguido, animado, acompañado. En las últimas décadas, el beato Juan XXIII invitó con insistencia a los obispos brasileños a preparar su primer plan pastoral y, desde entonces, se ha desarrollado una verdadera tradición pastoral en Brasil, logrando que la Iglesia no fuera un trasatlántico a la deriva, sino que tuviera siempre una brújula. El Siervo de Dios Pablo VI, además de alentar la recepción del Concilio Vaticano II con fidelidad, pero también con rasgos originales (cf. Asamblea General del celam en Medellín), influyó decisivamente en la autoconciencia de la Iglesia en Brasil mediante el Sínodo sobre la evangelización y el texto fundamental de referencia, que sigue siendo la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi. El beato Juan Pablo II visitó Brasil en tres ocasiones, recorriéndolo «de cabo a rabo», de norte a sur, insistiendo en la misión pastoral de la Iglesia, en la comunión y la participación, en la preparación del Gran Jubileo, en la nueva evangelización. Benedicto XVI eligió Aparecida para celebrar la V Asamblea General del celam, y esto ha dejado una huella profunda en la Iglesia de todo el continente.

La Iglesia en Brasil ha recibido y aplicado con originalidad el Concilio Vaticano II y el camino recorrido, aunque ha debido superar algunas enfermedades infantiles, ha llevado gradualmente a una Iglesia más madura, generosa y misionera.

Hoy nos encontramos en un nuevo momento. Como ha expresado bien el Documento de Aparecida, no es una época de cambios, sino un cambio de época. Entonces, también hoy es urgente preguntarse: ¿Qué nos pide Dios? Quisiera intentar ofrecer algunas líneas de respuesta a esta pregunta.

3. El icono de Emaús como clave de lectura del presente y del futuro.

Ante todo, no hemos de ceder al miedo del que hablaba el Beato John Henry Newman: «El mundo cristiano se está haciendo estéril, y se agota como una tierra sobreexplotada, que se convierte en arena».3No hay que ceder al desencanto, al desánimo, a las lamentaciones. Hemos trabajado mucho, y a veces nos parece que hemos fracasado, como quien debe hacer balance de una temporada ya perdida, viendo a quienes se han marchado o ya no nos consideran creíbles, relevantes.

Releamos una vez más el episodio de Emaús desde este punto de vista (Lc 24, 13-15). Los dos discípulos huyen de Jerusalén. Se alejan de la «desnudez» de Dios. Están escandalizados por el fracaso del Mesías en quien habían esperado y que ahora aparece irremediablemente derrotado, humillado, incluso después del tercer día (vv. 24,17-21). Es el misterio difícil de quien abandona la Iglesia; de aquellos que, tras haberse dejado seducir por otras propuestas, creen que la Iglesia —su Jerusalén— ya no puede ofrecer algo significativo e importante. Y, entonces, van solos por el camino con su propia desilusión. Tal vez la Iglesia se ha mostrado demasiado débil, demasiado lejana de sus necesidades, demasiado pobre para responder a sus inquietudes, demasiado fría para con ellos, demasiado autorreferencial, prisionera de su propio lenguaje rígido; tal vez el mundo parece haber convertido a la Iglesia en una reliquia del pasado, insuficiente para las nuevas cuestiones; quizás la Iglesia tenía respuestas para la infancia del hombre, pero no para su edad adulta.4 El hecho es que actualmente hay muchos como los dos discípulos de Emaús; no sólo los que buscan respuestas en los nuevos y difusos grupos religiosos, sino también aquellos que parecen vivir ya sin Dios, tanto en la teoría como en la práctica.

Ante esta situación, ¿qué hacer?

Hace falta una Iglesia que no tenga miedo a entrar en su noche. Necesitamos una Iglesia capaz de encontrarse en su camino. Necesitamos una Iglesia capaz de entrar en su conversación. Necesitamos una Iglesia que sepa dialogar con aquellos discípulos que, huyendo de Jerusalén, vagan sin una meta, solos, con su propio desencanto, con la decepción de un cristianismo considerado ya estéril, infecundo, impotente para generar sentido.

La globalización implacable, la urbanización a menudo salvaje, prometían mucho. Así que muchos se han enamorado de las posibilidades de la globalización, y en ella hay algo realmente positivo. Pero muchos olvidan el lado oscuro: la confusión del sentido de la vida, la desintegración personal, la pérdida de la experiencia de pertenecer a un cualquier «nido», la violencia sutil pero implacable, la ruptura interior y las fracturas en las familias, la soledad y el abandono, las divisiones y la incapacidad de amar, de perdonar, de comprender, el veneno interior que hace de la vida un infierno, la necesidad de ternura por sentirse tan inadecuados e infelices, los intentos fallidos de encontrar respuestas en la droga, el alcohol, el sexo, convertidos en otras tantas prisiones.

Y muchos han buscado atajos, porque la «medida» de la gran Iglesia parece demasiado alta. Muchos han pensado: la idea del hombre es demasiado grande para mí, el ideal de vida que propone está fuera de mis posibilidades, la meta a perseguir es inalcanzable, lejos de mi alcance. Sin embargo —siguen pensando—, no puedo vivir sin tener al menos algo, aunque sea una caricatura, de eso que es demasiado alto para mí, de lo que no me puedo permitir. Con la desilusión en el corazón, han ido en busca de alguien que les ilusione de nuevo.

La gran sensación de abandono y soledad, de no pertenecerse ni siquiera a sí mismos, que surge a menudo en esta situación, es demasiado dolorosa para acallarla. Hace falta un desahogo y, entonces, queda la vía del lamento: ¿Cómo hemos podido llegar hasta este punto? Pero incluso el lamento se convierte a su vez en un boomerang que vuelve y termina por aumentar la infelicidad. Hay pocos que todavía saben escuchar el dolor; al menos, hay que anestesiarlo.

Hoy hace falta una Iglesia capaz de acompañar, de ir más allá del mero escuchar; una Iglesia que acompañe en el camino poniéndose en marcha con la gente; una Iglesia que pueda descifrar esa noche que entraña la fuga de Jerusalén de tantos hermanos y hermanas; una Iglesia que se dé cuenta de que las razones por las que hay quien se aleja, contienen ya en sí mismas también los motivos para un posible retorno, pero es necesario saber leer el todo con valentía.

Quisiera que hoy nos preguntáramos todos: ¿Somos aún una Iglesia capaz de inflamar el corazón? ¿Una Iglesia que pueda hacer volver a Jerusalén? ¿De acompañar a casa? En Jerusalén residen nuestras fuentes: Escritura, catequesis, sacramentos, comunidad, la amistad del Señor, María y los Apóstoles… ¿Somos capaces todavía de presentar estas fuentes, de modo que se despierte la fascinación por su belleza?

Muchos se han ido porque se les ha prometido algo más alto, algo más fuerte, algo másveloz.

Pero, ¿hay algo más alto que el amor revelado en Jerusalén? Nada es más alto que el abajamiento de la cruz, porque allí se alcanza verdaderamente la altura del amor. ¿Somos aún capaces de mostrar esta verdad a quienes piensan que la verdadera altura de la vida esté en otra parte?

¿Alguien conoce algo de más fuerte que el poder escondido en la fragilidad del amor, de la bondad, de la verdad, de la belleza?

La búsqueda de lo que cada vez es más veloz atrae al hombre de hoy: internet veloz, coches y aviones rápidos, relaciones inmediatas… Y, sin embargo, se nota una necesidad desesperada de calma, diría de lentitud. La Iglesia, ¿sabe todavía ser lenta: en el tiempo, para escuchar, en la paciencia, para reparar y reconstruir? ¿O acaso también la Iglesia se ve arrastrada por el frenesí de la eficiencia? Recuperemos, queridos hermanos, la calma de saber ajustar el paso a las posibilidades de los peregrinos, al ritmo de su caminar, la capacidad de estar siempre cerca para que puedan abrir un resquicio en el desencanto que hay en su corazón, y así poder entrar en él. Quieren olvidarse de Jerusalén, donde están sus fuentes, pero terminan por sentirse sedientos. Hace falta una Iglesia capaz de acompañar también hoy el retorno a Jerusalén. Una Iglesia que pueda hacer redescubrir las cosas gloriosas y gozosas que se dicen en Jerusalén, de hacer entender que ella es mi Madre, nuestra Madre, y que no están huérfanos. En ella hemos nacido. ¿Dónde está nuestra Jerusalén, donde hemos nacido? En el bautismo, en el primer encuentro de amor, en la llamada, en la vocación.

Se necesita una Iglesia que también hoy pueda devolver la ciudadanía a tantos de sus hijos que caminan como en un éxodo.

4. Los desafíos de la Iglesia en Brasil

A la luz de lo dicho, quisiera señalar algunos desafíos de la amada Iglesia en Brasil.

La prioridad de la formación: obispos, sacerdotes, religiosos y laicos

Queridos hermanos, si no formamos ministros capaces de enardecer el corazón de la gente, de caminar con ellos en la noche, de entrar en diálogo con sus ilusiones y desilusiones, de recomponer su fragmentación, ¿qué podemos esperar para el camino presente y futuro? No es cierto que Dios se haya apagado en ellos. Aprendamos a mirar más profundo: no hay quien inflame su corazón, como a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 32).

Por esto es importante promover y cuidar una formación de calidad, que cree personas capaces de bajar en la noche sin verse dominadas por la oscuridad y perderse; de escuchar la ilusión de tantos, sin dejarse seducir; de acoger las desilusiones, sin desesperarse y caer en la amargura; de tocar la desintegración del otro, sin dejarse diluir y descomponerse en su propia identidad.

Se necesita una solidez humana, cultural, afectiva, espiritual y doctrinal. Queridos hermanos en el episcopado, hay que tener el valor de una revisión profunda de las estructuras de formación y preparación del clero y del laicado de la Iglesia en Brasil. No es suficiente una vaga prioridad de formación, ni los documentos o las reuniones. Hace falta la sabiduría práctica de establecer estructuras duraderas de preparación en el ámbito local, regional, nacional, y que sean el verdadero corazón para el episcopado, sin escatimar esfuerzos, atenciones y acompañamiento. La situación actual exige una formación de calidad a todos los niveles. Los obispos no pueden delegar este cometido. Ustedes no pueden delegar esta tarea, sino asumirla como algo fundamental para el camino de sus Iglesias.

Colegialidad y solidaridad de la Conferencia Episcopal

A la Iglesia en Brasil no le basta un líder nacional, necesita una red de «testimonios» regionales que, hablando el mismo lenguaje, aseguren por doquier no la unanimidad, sino la verdadera unidad en la riqueza de la diversidad.

La comunión es un lienzo que se debe tejer con paciencia y perseverancia, que va gradualmente «juntando los puntos» para lograr una textura cada vez más amplia y espesa. Una manta con pocas hebras de lana no calienta.

Es importante recordar Aparecida, el método de recoger la diversidad. No tanto diversidad de ideas para elaborar un documento, sino variedad de experiencias de Dios para poner en marcha una dinámica vital.

Los discípulos de Emaús regresaron a Jerusalén contando la experiencia que habían tenido en el encuentro con el Cristo resucitado. Y allí se enteraron de las otras manifestaciones del Señor y de las experiencias de sus hermanos. La Conferencia Episcopal es precisamente un ámbito vital para posibilitar el intercambio de testimonios sobre los encuentros con el Resucitado, en el norte, en el sur, en el oeste… Se necesita, pues, una valorización creciente del elemento local y regional. No es suficiente una burocracia central, sino que es preciso hacer crecer la colegialidad y la solidaridad: será una verdadera riqueza para todos.

Estado permanente de misión y conversión pastoral

Aparecida habló de estado permanente de misión y de la necesidad de una conversión pastoral. Son dos resultados importantes de aquella Asamblea para el conjunto de la Iglesia de la zona, y el camino recorrido en Brasil en estos dos puntos es significativo.

Sobre la misión se ha de recordar que su urgencia proviene de su motivación interna: la de transmitir un legado; y, sobre el método, es decisivo recordar que un legado es como el testigo, la posta en la carrera de relevos: no se lanza al aire y quien consigue agarrarlo, bien, y quien no, se queda sin él. Para transmitir el legado hay que entregarlo personalmente, tocar a quien se le quiere dar, transmitir este patrimonio.

Sobre la conversión pastoral, quisiera recordar que «pastoral» no es otra cosa que el ejercicio de la maternidad de la Iglesia. La Iglesia da a luz, amamanta, hace crecer, corrige, alimenta, lleva de la mano… Se requiere, pues, una Iglesia capaz de redescubrir las entrañas maternas de la misericordia. Sin la misericordia, poco se puede hacer hoy para insertarse en un mundo de «heridos», que necesitan comprensión, perdón y amor.

En la misión, también en la continental,10es muy importante reforzar la familia, que sigue siendo la célula esencial para la sociedad y para la Iglesia; los jóvenes, que son el rostro futuro de la Iglesia; las mujeres, que tienen un papel fundamental en la transmisión de la fe. No reduzcamos el compromiso de las mujeres en la Iglesia, sino que promovamos su participación activa en la comunidad eclesial. Si pierde a las mujeres, la Iglesia se expone a la esterilidad.

La tarea de la Iglesia en la sociedad

En el ámbito social, sólo hay una cosa que la Iglesia pide con particular claridad: la libertad de anunciar el Evangelio de modo integral, aun cuando esté en contraste con el mundo, cuando vaya contracorriente, defendiendo el tesoro del cual es solamente guardiana, y los valores de los que no dispone, pero que ha recibido y a los cuales debe ser fiel.

La Iglesia sostiene el derecho de servir al hombre en su totalidad, diciéndole lo que Dios ha revelado sobre el hombre y su realización. La Iglesia quiere hacer presente ese patrimonio inmaterial sin el cual la sociedad se desmorona, las ciudades se verían arrasadas por sus propios muros, barrancos, barreras. La Iglesia tiene el derecho y el deber de mantener encendida la llama de la libertad y de la unidad del hombre.

Las urgencias de Brasil son la educación, la salud, la paz social. La Iglesia tiene una palabra que decir sobre estos temas, porque para responder adecuadamente a estos desafíos no bastan soluciones meramente técnicas, sino que hay que tener una visión subyacente del hombre, de su libertad, de su valor, de su apertura a la trascendencia. Y ustedes, queridos hermanos, no tengan miedo de ofrecer esta contribución de la Iglesia, que es por el bien de toda la sociedad.

La Amazonia como tornasol, banco de pruebas para la Iglesia y la sociedad brasileña

Hay un último punto al que quisiera referirme, y que considero relevante para el camino actual y futuro, no solamente de la Iglesia en Brasil, sino también de todo el conjunto social: la Amazonia. La Iglesia no está en la Amazonia como quien tiene hechas las maletas para marcharse después de haberla explotado todo lo que ha podido. La Iglesia está presente en la Amazonia desde el principio con misioneros, congregaciones religiosas, y todavía hoy está presente y es determinante para el futuro de la zona. Pienso en la acogida que la Iglesia en la Amazonia ofrece también hoy a los inmigrantes haitianos después del terrible terremoto que devastó su país.

Quisiera invitar a todos a reflexionar sobre lo que Aparecida dijo sobre la Amazonia, y también el vigoroso llamamiento al respeto y la custodia de toda la creación, que Dios ha confiado al hombre, no para explotarla salvajemente, sino para que la convierta en un jardín. En el desafío pastoral que representa la Amazonia, no puedo dejar de agradecer lo que la Iglesia en Brasil está haciendo: la Comisión Episcopal para la Amazonia, creada en 1997, ha dado ya mucho fruto, y muchas diócesis han respondido con prontitud y generosidad a la solicitud de solidaridad, enviando misioneros laicos y sacerdotes. Doy gracias a Monseñor Jaime Chemelo, pionero en este trabajo, y al Cardenal Hummes, actual Presidente de la Comisión. Pero quisiera añadir que la obra de la Iglesia ha de ser ulteriormente incentivada y relanzada. Se necesitan instructores cualificados, sobre todo profesores de teología, para consolidar los resultados alcanzados en el campo de la formación de un clero autóctono, para tener también sacerdotes adaptados a las condiciones locales y fortalecer, por decirlo así, el «rostro amazónico» de la Iglesia.

Queridos hermanos, he tratado de ofrecer de una manera fraterna algunas reflexiones y líneas de trabajo en una Iglesia como la que está en Brasil, que es un gran mosaico de teselas, de imágenes, de formas, problemas y retos, pero que precisamente por eso constituye una enorme riqueza. La Iglesia nunca es uniformidad, sino diversidad que se armoniza en la unidad, y esto vale para toda realidad eclesial.

Que la Virgen Inmaculada de Aparecida sea la estrella que ilumine el compromiso de ustedes y su camino para llevar a Cristo, como ella ha hecho, a todo hombre y a toda mujer de este inmenso país. Será él, como lo hizo con los dos discípulos confusos y desilusionados de Emaús, quien haga arder el corazón y dé nueva y segura esperanza.

 

 

FUENTE: www,zenit.org

CONTRA LA INSENSATEZ: J.A. PAGOLA


         Cada vez sabemos más de la situación social y económica que Jesús conoció en la Galilea de los años treinta. Mientras en las ciudades de Séforis y Tiberíades crecía la riqueza, en las aldeas aumentaba el hambre y la miseria. Los campesinos se quedaban sin tierras y los terratenientes construían silos y graneros cada vez más grandes.

En un pequeño relato, conservado por Lucas, Jesús revela qué piensa de aquella situación tan contraria al proyecto querido por Dios, de un mundo más humano para todos. No narra esta parábola para denunciar los abusos y atropellos que cometen los terratenientes, sino para desenmascarar la insensatez en que viven instalados.

Un rico terrateniente se ve sorprendido por una gran cosecha. No sabe cómo gestionar tanta abundancia. “¿Qué haré?”. Su monólogo nos descubre la lógica insensata de los poderosos que solo viven para acaparar riqueza y bienestar, excluyendo de su horizonte a los necesitados.

El rico de la parábola planifica su vida y toma decisiones. Destruirá los viejos graneros y construirá otros más grandes. Almacenará allí toda su cosecha. Puede acumular bienes para muchos años. En adelante, solo vivirá para disfrutar:”túmbate, come, bebe y date buena vida”. De forma inesperada, Dios interrumpe sus proyectos: “Imbécil, esta misma noche, te van a exigir tu vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?”.

Este hombre reduce su existencia a disfrutar de la abundancia de sus bienes. En el centro de su vida está solo él y su bienestar. Dios está ausente. Los jornaleros que trabajan sus tierras no existen. Las familias de las aldeas que luchan contra el hambre no cuentan. El juicio de Dios es rotundo: esta vida solo es necedad e insensatez.

En estos momentos, prácticamente en todo el mundo está aumentando de manera alarmante la desigualdad. Este es el hecho más sombrío e inhumano: ”los ricos, sobre todo los más ricos, se van haciendo mucho más ricos, mientras los pobres, sobre todo los más pobres, se van haciendo mucho más pobres” (Zygmunt Bauman).

Este hecho no es algo normal. Es, sencillamente, la última consecuencia de la insensatez más grave que estamos cometiendo los humanos: sustituir la cooperación amistosa, la solidaridad y la búsqueda del bien común de la Humanidad por la competición, la rivalidad y el acaparamiento de bienes en manos de los más poderosos del Planeta.

Desde la Iglesia de Jesús, presente en toda la Tierra, se debería escuchar el clamor de sus seguidores contra tanta insensatez, y la reacción contra el modelo que guía hoy la historia humana.

 

 

 

REMITIDO AL  E-MAIL: Carmelitas Hondarribia

Papa Francisco: ¡tened el coraje de ir contracorriente!


 

La Jornada Mundial de la Juventud es desde siempre una ocasión privilegiada de discernimiento y elección vocacional para muchos jóvenes. En el desarrollo del evento no podía por tanto faltar un espacio dedicado a aquellos que han escuchado la llamada de Dios y la han seguido en una elección de vida especial, como Pedro, Santiago y Juan.

Con su capacidad de 50.000 asientos, la catedral de San Sebastián de Río de Janeiros es uno de los templos más grandes de América Latina.

Aquí ha celebrado el papa Francisco la santa misa la mañana del sábado acompañado de obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y seminaristas.

La primera piedra del templo fue bendecida en 1964 por Pablo VI, el papa de la Evangeli Nuntiandi.

Las lecturas de la Liturgia de la Palabra hablaban sobre el tema de la vocación y de la misión. 

En su bella homilía, interrumpida en al menos tres momentos por los aplausos de consenso y complacencia, el papa Francisco ha fijado y desarrollado tres puntos: «llamados por Dios, llamados a anunciar el Evangelio, llamadas a promover la cultura del encuentro».

El pontífice ha claramente dirigido su reflexión, en relación con la llamada d eDios, sobre el primado de la oración, de la vida de unión con Dios. «No es creatividad pastoral – ha dicho – no son los encuentros o las planificaciones que aseguran frutos, sino el ser fiel a Jesús, que nos dice con insistencia: «Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes» (Jn 15, 4).

 El nutrirse de la «carne de Cristo» lleva por tanto al encuentro con los hombres crucificados por los sufrimientos de cada día y de cada situación.

Aquí el papa ha citado la beata madre Teresa de Calcuta: «Debemos estar muy orgullosos de nuestra vocación, que nos da la oportunidad de servir a Cristo en los pobres. Es en las «favelas»», en los «cantegriles», en las «villas miseria» donde hay que ir a buscar y servir a Cristo. Debemos ir a ellos como el sacerdote se acerca al altar: con alegría».

Nunca olvidar el origen de la llamada – ha añadido el pontífice, nunca «renunciar» a lo que hemos recibido de Dios, sino como María, es necesario conservar todo en el corazón, conscientes del amor personal que Dios nos da.

En cuanto al anuncio del Evangelio, el segundo punto y pilar de la homilía, el papa Francisco ha invitado a los pastores a educar a los jóvenes a la misión: «Jesús con sus discípulos: no los mantuvo pegados a él como una gallina con sus polluelos; los envió. No podemos quedarnos enclaustrados en la parroquia, en nuestra comunidad, cuando tantas personas están esperando el Evangelio. No es un simple abrir la puerta para acoger, sino salir por ella para buscar y encontrar. Pensemos con decisión en la pastoral desde la periferia, comenzando por los que están más alejados, los que no suelen frecuentar la parroquia. También ellos están invitados a la mesa del Señor».

El papa finalmente ha hablado de la promoción de la cultura del encuentro en una sociedad dominada por dos dogmas: la eficiencia y el pragmatismo. «Queridos obispos, sacerdotes, religiosos y también ustedes seminaristas que os preparáis al ministerio, ¡tened el coraje de ir contracorriente! Permítanme decir que debemos estar casi obsesionados en este sentido. No queremos ser presuntuosos imponiendo «nuestra verdad». Lo que nos guía es la certeza humilde y feliz de quien ha sido encontrado, alcanzado y transformado por la Verdad que es Cristo, y no puede dejar de proclamarla».

Recordando a los clérigos dar buen ejemplo, además de la enseñanza, el papa ha recordado que tantos hoy esperan el Evangelio, pero no hay nada que se lo ofrezca.

Bajo la mirada de la reproducción de una imagen de Nuestra Señora de Aparecida, el papa Francisco ha dirigido finalmente su pensamiento a la Virgen María para que sea el modelo de todos los consagrados. «Elejemplo de aquel amor – ha subrayado Francisco citando la Lumen Gentium – de madre que debe animar a todos los que colaboran en la misión apostólica de la Iglesia para engendrar a los hombres a una vida nueva».

Mientras la coral de una comunidad de jóvenes de un barrio pobre junto a los seminaristas de la archidiócesis de Río llenaba el espacio acústico, el papa, después de la bendición, se ha dirigido a la asamblea recorriendo la planta cónica del templo que recuerda a la base de los antiguos mayas pero que termina con una cruz en lo alto, símbolo del camino hacia Cristo de las poblaciones del América del Sur, el mismo camino que papa Francisco indica proponiendo a Cristo frente a los nuevos ídolos que muchos contemporáneos adoran.

 

 

 

http://es.catholic.net/laiglesiahoy/noticias.php?id=46682

DIOS ES PADRE-MADRE DE TODOS Y DE CADA UNO


28JUL

Fray Marcos 

 

el Padre nos acoge Mino Cerezo

(Fe Adulta) El Padrenuestro es mucho más que una oración de petición. Es un resume de las relaciones de un ser humano con el absoluto, consigo mismo y con los demás. Es muy probable que el núcleo de esta oración se remonte al mismo Jesús, lo cual nos pone en contacto directo con su manera de entender a Dios. El Padrenuestro nos trasmite, en el lenguaje religioso de la época, toda la novedad de la experiencia de Jesús. La base de ese mensaje fue una experiencia única de Dios como “Abba”, y la experiencia de ser Hijo.

Entendido literalmente, el Padrenuestro no tiene para nosotros mucho sentido. Ni Dios es padre en sentido literal; ni está en ningún lugar, llamado cielo; ni podemos santificar su nombre, porque no lo tiene; ni tiene que venir su Reino de ninguna parte, porque está siempre en todos y en todo. Ni su voluntad tiene que cumplirse, porque se cumple siempre aunque no queramos nosotros. Ni tiene nada que perdonar, mucho menos, puede tomar ejemplo de nosotros para hacerlo; ni podemos imaginar que sea Él el que nos induzca a pecar; ni puede librarnos del mal, porque eso depende solo de nosotros.

Es imposible abarcar todo el padrenuestro en una homilía. Cuentan de Sta. Teresa que al ponerse a rezar el padrenuestro, era incapaz de pasar de la primera palabra. En cuanto decía “Padre” caía en éxtasis… ¡Qué maravilla! Efectivamente, esa palabra es la clave para adentrarnos en lo que Jesús vivió de Dios. Comentar esa sola palabra nos podía llevar varias horas de meditación. De todas formas, vamos a repasarlo todo brevemente.

Padre. Llamar a Dios Padre, fue la gran revelación de Jesús. El “Abba” es la piedra maestra de todo su mensaje. En los evangelios se pone una sola vez en labios de Jesús, pero lo hace con tal rotundidad, que se ha convertido en resumen de todas las enseñanzas de Jesús.

Es una fuente inagotable de vivencias. El descubrir a Dios como Papá supone la situación de un niño pequeño, que ni siquiera sabe lo que debe pedir. Esta actitud es muy distinta de la nuestra que nos comportamos como personas mayores que podemos decir a Dios lo que nos debe dar en cada momento. La aparente oración debe convertirse en confianza absoluta en aquel que sabe mejor que yo mismo lo que necesito y está siempre dándomelo.

Dios es Padre en el sentido de origen y fundamento de nuestro ser, no en el sentido de dependencia biológica. Queremos decir mucho más de lo que esas palabras significan, pero no tenemos el concepto adecuado; por eso tenemos que intentar ir más allá de las palabras. Procedemos de Él sin perder nunca esa dependencia, que no limita mis posibilidades de ser, sino que las fundamenta absolutamente. El padre natural, da en un momento determinado la vida biológica. Dios nos está dando constantemente todo lo que somos y tenemos.

Hay que eliminar de Dios la idea del padre dominador y represor, que a veces le hemos atribuido y que nos ha llevado a proyectar sobre Él los complejos que con frecuencia sufrimos con relación al padre natural. No podemos proyectar sobre Dios la idea negativa de padre que aplicamos al padre biológico. Por eso decimos hoy que Dios es también Madre. No se trata de un superficial progresismo. Se trata de superar la literalidad de las palabras y de tomar conciencia de que Dios es más de lo que podemos decir y pensar de Él.

El concepto de padre, es siempre relativo. Hace referencia a un hijo. No hay padre si no hay hijo; y no puede haber hijo si no hay padre. Para la cultura semita, Padre era, sobre todo, el modelo a imitar por el hijo. Este es el verdadero sentido que da Jesús a su advocación de Dios como Padre. “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre”.

Cuando Jesús dice que no llaméis a nadie padre, quiere decir que el único modelo a imitar por el seguidor de Jesús, es únicamente el mismo Dios. Si todos somos hijos, todos somos hermanos y debemos comportarnos como tales. Ser hermano supone el sentimiento de pertenencia a una familia y de compartir todo lo que se tiene y lo que se es.

Que estás en el cielo. Esta frase no está en Lucas. Pero necesita explicación. Juan Pablo II dejó dicho, con toda claridad, que el cielo no era un lugar, sino un estado. Había que traducir: Padre celeste que estás en toda criatura. La verdad es que no puede estar en otro sitio ni de otra manera. Otra traducción podía ser: Que no puedes dejar de ser lo que eres. Pensar que Dios nos espera en el cielo, ha arruinado la posibilidad de vivir a tope en la tierra.

Santificado sea tu nombre. Ya sabéis que aquí “nombre” significa persona, ser. Nada ni nadie puede añadir nada a Dios. Está siempre colmado su ser y no se puede añadir ni una gota más. Lo que quiere decir es que nosotros debemos descubrir esa presencia en nosotros y en los demás. Debemos vivir esa realidad y debemos darla a conocer a los demás tal como es, a través de nuestra propia existencia. Santificamos su nombre cuando somos lo que tenemos que ser, respondiendo a las exigencias más profundas de nuestra naturaleza.

Venga tu reino. El Reino es la idea central del mensaje evangélico. Pero el mismo Jesús nos dijo que no tiene que venir de ninguna parte ni está aquí ni está allí, está dentro de nosotros. Nuestra tarea consiste en descubrirlo y manifestarlo en la vida con nuestras obras. Debemos contribuir a que ese proyecto de Dios, que es el Reino, se lleve a cabo en nuestro mundo de hoy. Todo lo que tiene que hacer Dios para que su Reino llegue, ya está hecho. Al expresar este deseo, nos comprometemos a luchar para que se haga realidad.

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Un lugar contrario a la tierra, donde se cumple su voluntad no es inteligible. Dios no tiene voluntad. Es un ser simplicísimo que no puede tener facultades o potencias. La voluntad de Dios es su propio ser que se plasma y se manifiesta en cada criatura, es decir, en todas las personas y cosas. La voluntad de Dios no es un añadido que se hace realidad en el tiempo. Nosotros si podemos manifestar esa naturaleza de Dios en el tiempo acomodándonos a las exigencias de nuestro propio ser.

Danos cada día nuestro pan de mañana. Dios no puede dejar de darnos todo lo que necesitamos para ser nosotros mismos. Sería ridículo un dios que se preocupara solo del que se lo pide y se olvidara del que no le pide nada. No se trata solo del pan o del alimento en general, sino de todo lo que el ser humano necesita, tanto lo necesario material como lo espiritual. Jesús dijo: “Yo soy el pan de Vida”. Al pedir que nos dé el pan de mañana, estamos manifestando la confianza en un futuro que se puede adelantar.

Perdónanos, que también nosotros perdonamos. Sería ridículo que nosotros pudiéramos ser ejemplo de perdón para Dios. Más bien deberíamos aprender a perdonar, pero Dios no perdona. En Dios los verbos no se conjugan, porque no tiene tiempos ni modos. Dios es perdón. El descubrir que Dios me sigue amando sin merecerlo es la clave de toda relación con Él y con los demás. Si perdonamos es señal de que hemos descubierto y aceptado el perdón (amor) de Dios.

No nos dejes ceder a la tentación También esta formulación es complicada. Tanto el griego como el latín apuntan a que no nos induzca a pecar el mismo Dios, lo cual no tiene ni pies ni cabeza. Los intentos que se hacen al traducirlo no terminan de aclarar los conceptos. Pensar que Dios puede dejarnos caer o puede hacer que no caigamos es ridículo. La única manera de no caer es precisamente la oración, es decir, la toma de conciencia, (conocimiento) de lo que verdaderamente soy y lo que es Dios.

Líbranos del mal. La frase tiene su sentido, pero su significado está más allá de la letra. Si Dios pudiera librarnos del mal y no lo hiciera, no sería Dios. La única manera de librarnos del mal es el conocimiento. Todo el mensaje de Jesús está encaminado a librarnos del mal, es decir, del engaño, del error, de la mentira. No hay manera de librarnos del mal sin el conocimiento del bien. Si yo supiera lo que es bueno o malo para mí, nunca elegiría el mal.

 

Meditación-contemplación

 

Dios es Abba.

Como Padre, es fundamento de todo lo que yo soy.

De mi ser material y de mi ser espiritual.

Mi existencia depende totalmente de Él en todo momento.

………………………

 

Como Padre es el único modelo al que debo imitar.

Mi plenitud consiste en imitarle.

Cuando sea capaz de experimentar que yo y el Padre somos uno,

habrá terminado mi camino de perfección.

………………………..

 

Como padre de todos, todos participamos de lo que Él es.

Somos todos mucho más que hermanos.

Somos idénticos. Somos una sola cosa en Él.

Éste es el fundamento del amor que nos pide Jesús.

…………………….

 

Fray Marcos

 

 

http://eukleria.wordpress.com/2013/07/28/dios-es-padre-madre-de-todos-y-de-cada-uno/

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