Dietrich Bonhoeffer y el Adviento


Carlos Martínez García

Dietrich Bonhoeffer y el Adviento

 En Adviento no hay que descorazonarnos. Al contrario, como Bonhoeffer le recordó a su prometida, hay que vivificar el corazón.

07 DE DICIEMBRE DE 2013

Con esperanza y alegría Bonhoeffer celebraba Adviento y Navidad. Lo hizo desde infante, en su adolescencia y juventud pero, sobre todo, en los dos años que fue encarcelado por el régimen nazi.Por estos días estoy leyendo  Dietrich Bonhoeffer´s Christmas Sermons , cuyo editor y traductor es Edwin Robertson (obra publicada por Zondervan en el 2005). Es una edición ampliada de la anterior, que fue titulada  I Stand at the Door . El libro incluye sermones y cartas de Bonhoeffer desde el tiempo en que él fue designado pastor asistente para la congregación de habla germana en Barcelona (1928), hasta la última temporada navideña que pudo festejar (1944) cuatro meses antes de ser ejecutado por los nazis.

En carta enviada el 21 de noviembre de 1943 desde la prisión a Eberhard Bethge, el pastor Bonhoeffer le confió a su amigo lo que le evocaba estar en vísperas del tiempo que tanto amaba: “Y entonces el Adviento llega. Tantos recuerdos que compartimos de ésa temporada. Tú fuiste el primero en abrir para mí el universo de su música, la cual hemos tocado juntos años tras año durante las semanas de Adviento. Una celda de prisión es como nuestra situación en Adviento: uno espera, hace esto y aquello –actos sin sentido– pero la puerta está cerrada y solamente puede ser abierta desde afuera. Así es como me siento justo ahora”.

El tema de la puerta cerrada que puede ser abierta fue una constante en la reflexión de Bonhoeffer sobre Adviento y Navidad. En el sermón que predicó en Barcelona el primer domingo de Adviento de 1928, entonces tenía veintidós años, el texto bíblico sobre el que disertó fue Apocalipsis 3:20, “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”.

En afinidad con la enseñanza contenida en el hecho de que el Verbo se hizo carne en condiciones de extrema pobreza, Bonhoeffer comenta que la “celebración del Adviento sólo es posible para aquellos de almas atribuladas, quienes saben lo que es ser pobre e imperfecto, y que buscan algo más grande por llegar. Pare éstos, es suficiente esperar en humilde temor hasta que el Santo mismo viene a nosotros, Dios en el bebé del pesebre. Dios viene. El Señor Jesús viene. La Navidad viene. ¡Cristianos regocíjense!

Ante Jesús que toca la puerta, según la cita hecha por Bonhoeffer de Apocalipsis 3:20, el joven teólogo comenta que “tal vez, después de todo, el Adviento es un tiempo para el auto examen antes de que abramos la puerta”. Abrirle la puerta a Jesús conlleva hacerlo con un fuerte sentido de misión. No nada más hacerlo como un acto individualista, sino teniendo en la mente, en el corazón y en la voluntad, a los otros y otras de quienes Jesús quiere ser luz en las más densas tinieblas. Es por eso que, nos recuerda Bonhoeffer, “Cristo está a la puerta. Él vive en la forma de gente alrededor nuestro. ¿Dejarás la puerta seguramente cerrada para tu protección, o abrirás la puerta para él?”

Varios tiempos de Advientodespués Bonhoeffer profundizaría más en el significado de la libertad integral abierta por la encarnación del Verbo. Para él fue muy doloroso que el 4 de septiembre de 1940 le fuese prohibido hablar en público. Ya no podía desarrollar su ministerio de predicación y enseñanza. Los censores nazis conocían perfectamente su franca oposición al totalitarismo de Hitler. Desde antes, pero sobre todo después de la Declaración de Barmen (mayo de 1934), Bonhoffer afirmaría sin ambigüedades que la pretensión hitleriana era absolutamente contraria a la enseñanza del Evangelio.

En Barmen, junto con, entre, otros Martin Niemöller y Karl Barth (principal redactor del documento), un comprometido Dietrich Bonhoeffer firmó la Declaración que reconocía el señorío de Cristo y ninguno otro. El grupo fue a contracorriente de los llamados “cristianos alemanes”, éstos apoyaron el supremacismo de Hitler y doblaron la rodilla ante él.

El 5 de abril de 1943 Bonhoeffer fue encarcelado. En el recientemente publicado libro de Mark Thiesen-Nation, Anthony G. Siegrist y Daniel P. Umbel ( Bonhoeffer   the Assasin? Challenging the Myth, Recovering His Call to Peacemaking ), los autores sostienen que Bonhoeffer no participó en los planes e intentona de asesinar a Hitler. Arguyen que la afirmación contraria, que sí fue parte del complot, es un mito que no se sostiene ante los datos y pruebas que ellos presentan. Sí, sin duda, Bonhoeffer se opuso férreamente al nazismo, pero, a la luz de la reconstrucción de sus motivaciones y medios usados para ésa oposición, Thiessen Nation y coautores de la obra rescatan la figura de un hacedor de paz que fue ajeno al intento de magnicidio.

En un sermón que Bonhoeffer no pudo predicar, por estarle prohibido hacerlo, pero que escribió y circuló entre sus cercanos, en la Navidad de 1940 tomó Isaías 9:6-7 como el centro de su reflexión. Éstos dos versículos han sido inspiración sublime generación tras generación, sus poéticas líneas dicen: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará esto”. En contraste con la belicosidad y etnocentrismo nazi, desde el mismo título del sermón Bonhoeffer dejó constancia que la naturaleza del reinado de Jesús era, y es, distinto del afán dictatorial: “El gobierno sobre los hombros del niño”.

En el que sería su último Adviento (19 de diciembre de 1944), Bonhoeffer le escribe a su prometida, María von Wedemeyer. La llama queridísima María, y comienza diciéndole que “está muy alegre al poder escribirte una carta de Navidad”. Menciona que en la soledad de su celda ha podido “desarrollar órganos los cuales duramente podemos tener despiertos en la vida diaria”, se refería al alma. Escribe unas líneas que debieron ser muy conmovedoras para María: “Hemos estado esperando el uno por el otros por casi dos años. ¡No pierdas el corazón!” Tal vez sería mejor traducir “¡no te descorazones!”

En Adviento no hay que descorazonarnos. Al contrario, como Bonhoeffer, le recordó a su prometida, hay que vivificar el corazón. Que nuestro corazón endurecido sea transformado por el milagro de la Navidad. Que la promesa del Señor se haga realidad entre nosotros. Porque como anunció el profeta Ezequiel, es tiempo de una radical transformación que se hace posible por la misericordia del Señor: “Les daré otro corazón y derramaré en medio de ellos un espíritu nuevo; les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que vivan según mis preceptos y respeten mis normas y las cumplan. De esta manera ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios” (Ezequiel 11:19-20).

El Adviento y la Navidad de 1945 ya no llegó a celebrarlos Dietrich Bonhoeffer. Sus verdugos lo llevaron el 9 de abril de aquél año a la horca (hicieron que caminara desnudo hacia ella). Sus últimas palabras fueron una confesión de esperanza, una certeza para quien confiesa al Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz: “Este es el final, pero para mí el principio de la vida”. Amén.

Autores: Carlos Martínez García
©Protestante Digital 2013

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Condenadas al silencio


La casualidad, un nombre idéntico al suyo, como sus dos apellidos, hizo que la autora fuera condenada a ocho años de prisión en la cárcel de Chorrillos (Lima), nada más aterrizar en Perú como turista. Del aeropuerto ya sale esposada: la acusan de narcotráfico. La orden viene de la Interpol y, sin más, un juez dictamina su ingreso inmediato en prisión. Así arranca Condenadas al silencio, una historia verdadera, un disparate que descubre la supervivencia en una cárcel de un país pobre y las experiencias de las mujeres que allí viven. Lula Gómez narra su historia en primera persona como homenaje a la historia de las setenta mujeres que compartían celda con ella, un espacio de cinco por cinco metros cuadrados donde las presas dormían, comían y vivían.

 

Comparto el prólogo de la autora, de Lula Gómez, a esta edición digital:

Una historia como ésta, de mujeres, penas, pobreza y cárceles nunca caduca; lamentablemente. Mi paso por la cárcel ocurrió hace ya años y revisarlo y repetirlo carecería de valor sino fuera por ellas, que siguen dentro; por las condiciones de esas presas, presas de la pobreza, que siguen igual que hace diez años. Su vida entre rejas no ha cambiado y sigue haciendo falta gritar que no hay derecho para ellas. Tampoco han variado las cárceles que las encierran, ni las condiciones que las empujan a delinquir, ni la ausencia de un Estado de Derecho para las que no tienen nada.
De ahí que merezca la pena seguir contando Condenadas al silencio, porque las mujeres que aparecen en las páginas de este libro han sido condenadas dos veces. La primera, por el delito cometido (o no). Su segunda pena es a desaparecer en un penal sin medios, pobre, frío y abarrotado de mujeres y miserias. El problema social que causan esas mujeres se acaba encerrándolas, se las deja de ver, dejan de molestar y afear las calles acompañadas de sus niños y niñas condenados a la marginación. Durante unos años, su incómoda mirada y feos oficios (carteristas, menudeo de drogas) no ocupan espacio.
Estas páginas son una excusa para recordar la hipocresía de todos, la que nos lleva a olvidar que las cárceles son un lugar para la reinserción. Lo dice la Constitución española; la peruana, también, como la de la mayor parte de los países. Pero la realidad es bien distinta: la mayoría de los penales, y el de El Chorrillo se incluye entre esos, son trampas para volverse loco porque allí no existen oportunidades para no volver a delinquir, por falta de humanidad y por ser un agujero de donde se entra y no se sale. Las que por fin vuelven a pisar las calles libres, lo hacen condenadas a ser más pobres, con un tachón en su vida, un paréntesis de años en los que no han aprendido nada solo han sumado más penas a las que ya cargaban. Cuando mis compañeras de celda sean de nuevo libres, serán más viejas y tendrán todavía más difícil el acceso a un empleo y a una vida digna.
Yo salí. Yo lo puedo contar por ser diferente a ellas, porque el mundo se sigue dividiendo en un lugar de pobres y ricos. En estos penales, tener dinero para pensar en pagar un abogado es un lujo; y yo lo tenía. Saber que cualquier persona, no importa el crimen que haya cometido, tiene derechos marca también la diferencia entre unas y otras. Ellas –a quienes les hemos quitado la voz, porque sí la tienen- tampoco lo saben. La diferencia estriba en cosas tan simples como reclamar un colchón para dormir. Ahí mi riqueza era que sabía leer, que entendía los letreros que lo indicaban y que el pisoteo constante del sistema no había caído en mí como en ellas, durante años y años. Porque las protagonistas de este libro soportan y heredan una pobreza que las condiciona de por vida. Las setenta presas con las que conviví pagan otra pena extra: la condena que supone la libertad sin oportunidades.
A ellas, a mis compañeras de las dos celdas en las que estuve (comunes y arrepentidas de Sendero Luminoso) de las que no he vuelto a saber, les agradeceré siempre la solidaridad y el cariño que me mostraron. Compartieron conmigo sus vajillas improvisadas (botellas de plástico cortadas por la mitad), me dieron parte de su comida en los días de calabozo; me tranquilizaron y enseñaron que allí lo importante era estar unidas y no caer en la desesperación. E importantísimo, también supieron hacerme sonreír y sentirme bien en uno de los lugares más inhóspitos del mundo. Me dieron su cariño.
Sólo me pidieron una cosa, que contara su historia. Por eso sigo haciéndolo en nombre de todas aquellas mujeres que para mí fueron un auténtico máster en humanidad.

Condenadas al silencio es el primer libro digital que publica Hotel Papel y con el que se inaugura la colección Brújulas. En esta colección queremos publicar libros que nos señalen nuevos destinos, lugares de llegada con más justicia, con más igualdad, lugares mejores para habitar. Ya forman parte de Brújulas, los libros de Diana Raznovich, editados en papel y próximamente estará también en edición digitalÍbamos a ser reinas, agotado en papel.

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Condenadas al silencio de Lula Gómez

 

http://nuriavarela.com/el-ojo-morado/participar/

1.000 iglesias católicas en Holanda para cerrar el 2025


Publicado el 08 de diciembre 2013 por Romero

| Artículo de The Tablet | 04 de diciembre 2013 | Notas de Bud Malby |

Alrededor de 1.000 iglesias católicas holandesas – en torno a dos tercios del total en el país-se cerrarán antes de 2025, el cardenal Willem Eijk advirtió el Papa Francis en una visita ad limina el lunes. El descenso se producirá como la Iglesia reorganiza sus parroquias bajo la presión de la «secularización radical … «Iglesias católicas – alrededor de dos tercios del total en el país-se cerrarán antes de 2025, el cardenal Willem Eijk advirtió el Papa Francis en una visita ad limina el lunes. El descenso se producirá como la Iglesia reorganiza sus parroquias 

Usted recordará la pieza informados por Eric Hodgens, ¿Podemos salvar a la Iglesia Católica? Le comenté a eso, destacando un viejo artículo de NCR de la Iglesia católica holandesa.

Ahora bien, el artículo de arriba viene y el Cardenal culpa al cierre de iglesias en Holanda en qué? Secularización drástica!Holanda en qué? Secularización drástica!

Me refiero de nuevo a parte del artículo NCR he citado, en el que se encuentra la verdadera causa de este cierre drástico de las iglesias.

«Los interesados ​​en el cambio de la estructura, que la generación se está muriendo,» dijo ella, «y los jóvenes no están interesados.» Muchos católicos pueden aún continuar «creer», dijo, pero «no pertenencia».

Por el contrario, dijo, en la década de 1960 y 70 esperanzas eran altas. Esos fueron los años en los que «los obispos se fueron junto con la retórica de la renovación y la modernización». 

La parte jerárquica de la ecuación comenzó a cambiar en la década de 1980 cuando el Vaticano intervino y nombró obispos conservadores. Esfuerzos de renovación se desalentaron en todo el país, los sacerdotes liberales y otros líderes de la iglesia perdieron sus posiciones, el popular Catecismo holandés fue suprimida. A pesar de las protestas masivas fueron montadas en contra de la represión, para el año 2000, dijo Monteiro, » católicos habían llegado a la parte inferior de su resistencia. » el cambio en la década de 1980 cuando el Vaticano intervino y nombró obispos conservadores. Esfuerzos de renovación se desalentaron en todo el país, los sacerdotes liberales y otros líderes de la iglesia perdieron sus posiciones, el popular Catecismo holandés fue suprimida. A pesar de las protestas masivas fueron montadas en contra de la represión, para el año 2000, dijo Monteiro, «

       Ahora los pollos han vuelto a casa a dormir y la jerarquía holandesa está viendo lo que pasa cuando se selle hacia fuera el fuego de la renovación que el Concilio Vaticano II ha generado. No siento lástima por ellos. Me gustaría que simplemente poner la culpa donde pertenece.casa al gallinero y la jerarquía holandesa está viendo lo que pasa cuando se estampe el fuego de la renovación que el Concilio Vaticano II ha generado. No siento lástima por ellos. Me gustaría que simplemente poner la culpa donde pertenece.

*** Tablet artículo ***

Alrededor de 1.000 iglesias católicas holandesas – en torno a dos tercios del total en el país-se cerrarán antes de 2025, el cardenal Willem Eijk advirtió el Papa Francis en una  ad limina  visita el lunes. El descenso se producirá como la Iglesia reorganiza sus parroquias bajo la presión de «secularización radical» y congregaciones cada vez más escasos y colecciones.

Un informe sobrio por la Conferencia Episcopal Neerlandesas dijo que la Iglesia holandesa era una «Iglesia en la reorganización» encogimiento que tuvo que cerrar muchos edificios de menor difusión y fusionar parroquias en unidades más grandes para hacer frente a sus recursos en disminución. El año pasado, había 1.593 iglesias católicas en Holanda, una disminución del 10 por ciento desde 2004. Esta tendencia se acelerará.Holanda obisposconferencia dijo que la Iglesia holandesa era una «Iglesia en la reorganización» encogimiento que tuvo que cerrar muchos edificios de menor difusión y fusionar parroquias en unidades más grandes para hacer frente a sus recursos en disminución. El año pasado, había 1.593 iglesias católicas en Holanda, una disminución del 10 por ciento desde 2004.Esta tendencia se acelerará.

«Prevemos que un tercio de estas iglesias católicas en nuestro país se cerrará en 2020 y dos tercios para el 2025», dijo el cardenal Eijk, arzobispo de Utrecht y presidente de la Conferencia Episcopal. «Esperamos ser capaces de mantener un número de iglesias que serán centros de comunidades de cristianos con una fe viva.»fe viva «.

Los obispos entregaron un informe al Vaticano diciendo que el porcentaje de católicos en la población holandesa se ​​había reducido del 28,4 por ciento al 24,1 por ciento desde 2004, fecha de la última  ad limina  visita. Eijk dijo a Radio Vaticano que las estimaciones del gobierno poner el total en sólo el 16 por ciento, cayendo al 10 por ciento en 2020.

La asistencia regular de masas ha caído desde el 7,8 por ciento de todos los católicos en 2004 a 5,6 por ciento el año pasado, los bautismos se han reducido del 17,8 por ciento al 11 por ciento de todos los nacimientos y bodas de la iglesia han caído desde el 9,1 por ciento al 4 por ciento del total bodas en los Países Bajos. El número de sacerdotes que trabajan ha disminuido en una cuarta en ocho años – de 999 en 2004 a 743 el año pasado.

El único punto brillante en las estadísticas de la Iglesia fue una caída este año en la tasa de personas que abandonan la Iglesia, probablemente a causa del «efecto Francisco». Acerca de 7500 había dejado a finales de octubre, en comparación con 15.766 para todo el año 2012.

 

 

 

http://concernedcatholicsmt.org/1000-catholic-churches-in-holland-to-close-by-2025/

CURAR HERIDAS: JOSÉ ANTONIO PAGOLA


            La actuación de Jesús dejó desconcertado al Bautista. Él esperaba un Mesías que extirparía del mundo el pecado imponiendo el juicio riguroso de Dios, no un Mesías dedicado a curar heridas y aliviar sufrimientos. Desde la prisión de Maqueronte envía un mensaje a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”.

Jesús le responde con su vida de profeta curador: “Decidle a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia”. Este es el verdadero Mesías: el que viene a aliviar el sufrimiento, curar la vida y abrir un horizonte de esperanza a los pobres.

Jesús se siente enviado por un Padre misericordioso que quiere para todos un mundo más digno y dichoso. Por eso, se entrega a curar heridas, sanar dolencias y liberar la vida. Y por eso pide a todos: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”.

Jesús no se siente enviado por un Juez riguroso para juzgar a los pecadores y condenar al mundo. Por eso, no atemoriza a nadie con gestos justicieros, sino que ofrece a pecadores y prostitutas su amistad y su perdón. Y por eso pide a todos: “No juzguéis y no seréis juzgados”.

Jesús no cura nunca de manera arbitraria o por puro sensacionalismo. Cura movido por la compasión, buscando restaurar la vida de esas gentes enfermas, abatidas y rotas. Son las primeras que han de experimentar que Dios es amigo de una vida digna y sana.

Jesús no insistió nunca en el carácter prodigioso de sus curaciones ni pensó en ellas como receta fácil para suprimir el sufrimiento en el mundo. Presentó su actividad curadora como signo para mostrar a sus seguidores en qué dirección hemos de actuar para abrir caminos a ese proyecto humanizador del Padre que él llamaba “reino de Dios”.

El Papa Francisco afirma que “curar heridas” es una tarea urgente: “Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor, cercanía y proximidad a los corazones… Esto es lo primero: curar heridas, curar heridas”. Habla luego de “hacernos cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela”. Habla también de “caminar con las personas en la noche, saber dialogar e incluso descender a su noche y oscuridad sin perderse”.

Al confiar su misión a los discípulos, Jesús no los imagina como doctores, jerarcas, liturgistas o teólogos, sino como curadores. Su tarea será doble: anunciar que el reino Dios está cerca y curar enfermos.

 

REMITIDO AL E-MAIL

AUDIO: Andrés Torres: «El Papa está cambiando las bases de la Iglesia con su actitud»


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Esta semana, en ‘Diálogos’ analizamos sí el Papa Francisco está intentando reformar el estamento de la Iglesia. Además…¿Cuál es la situación actual de la Iglesia en España? Para tratar estas cuestiones contamos con Antonio Orejudo, Andrés Torres, Margarita Pintos y José Chamizo.

 

http://www.cadenaser.com/sociedad/audios/andres-torres-papa-cambiando-bases-iglesia-actitud/csrcsrpor/20131208csrcsrsoc_6/Aes/

 

El sexo y el sacerdote soltero


BILL KELLER 7 DIC 2013 – 11:00 PM
Bill Keller

Entre las monjas maestras en la Escuela Católica San Mateo, la hermana Mary Robert era mi favorita.

Por: Bill Keller
 

Era joven, no cumplía los 30 años todavía, con rostro gentil, enmarcado por una toga blanca y almidonada. Domó a un grupo de niños de octavo grado, atontados por las hormonas, haciéndonos querer ser de su agrado. Le ofrecíamos nuestras composiciones y nuestras aventuras en versos pentámetros yámbicos, y se nos recompensaba con ánimo que, al menos en mi caso, nunca desapareció.

No muchos años después de que salí de San Mateo, abandoné la Iglesia. Dejar tu Iglesia no se parece tanto a salirse de un club, como a emigrar del país en el que creciste. Renuncias a la ciudadanía y ya no te consideras subordinado a sus leyes, pero sigues las noticias de la antigua patria y deseas que le vaya bien a su pueblo, porque, en cierto sentido, sigue siendo tu pueblo. Y si escribes para ganarte la vida, es posible que, en ocasiones, escribas sobre ese mundo, a la distancia.

El año pasado, 50 años después de la graduación de octavo grado, la hermana Mary Robert vio algo que escribí sobre este tema y me envió una carta. Sólo que ya no era la hermana Mary Robert. Había conocido a un sacerdote, el padre John Hydar. Se enamoraron y, después de haberse liberado de sus respectivos votos religiosos, se casaron. Cuando escribió la carta, el matrimonio de Roberta (su nombre de pila recuperado) y John Hydar iba en su año 41, y parecía ser feliz.

Si soy un émigré del catolicismo, la mejor forma de describir a los Hydar sería de disidentes que se quedaron. Terminaron en una de muchas pequeñas comunidades de católicos descontentos, en las que se ordena a las mujeres, se bendicen los matrimonios del mismo sexo y no se exige que los miembros del clero aguanten la soledad del celibato.

Al final, John empezó a servir, al margen, como ministro de estos católicos. En Santa Bárbara, California, bautizó niños y presidió bodas y funerales. A veces lo invitaban a completar parroquias del catolicismo institucional por falta de sacerdotes, con un guiño de la arquidiócesis. Desde la perspectiva de la Iglesia oficial, eran atípicos, si no es que marginados, pero, desde su propio punto de vista, eran católicos verdaderos, a la espera de que Roma espabile. “Es posible que ni mi esposo ni yo vivamos para ver los frutos de nuestra labor”, me escribió Roberta, “pero, entre tanto, encontramos formas nuevas de ser católicos, creyendo que el Espíritu se mueve y no hay forma de que lo detenga la Iglesia institucional”.

Llega el nuevo papa, Francisco, quien ha infundido ánimo a muchos católicos progresistas y enfurecido a muchos católicos conservadores, al sugerir que Jesús no pretendía establecer una legión de regañones. Los esfuerzos del papa por promover un tono más tolerante y reorientar las prioridades de la Iglesia de la inquisición a la compasión son, en su mayor parte, palabras. No lo digo como desaire. Lo bondadoso de su lenguaje, su empatía por los menos entre nosotros y la humildad de su ejemplo son refrescantes, innegablemente. No obstante, en algún momento, Francisco será juzgado, y debería serlo, por la sustancia de su liderazgo. ¿Qué deberíamos buscar?

Gran parte de la agenda social que defienden los reformadores de la Iglesia como los Hydar —total ordenación de las mujeres, igualdad absoluta para los gais, el fin de la prohibición, ampliamente ignorada, al control de la natalidad— está tan enredada en las proclamas papales pasadas y los precedentes históricos que dudo que Francisco se haga cargo de ella. El exhorto apostólico que dio a conocer el papa fue un llamado sincero a la integración, pero en términos familiares para el Vaticano.

Hay un problema, no obstante, donde la política interna, si bien es difícil, lo es menos; donde son apremiantes los argumentos para la reforma y donde hay indicios de que Francisco podría inclinarse al cambio. Ese es el celibato del sacerdocio.

No son nuevos los argumentos para que se quite el requisito de que los sacerdotes abjuren del sexo y del matrimonio, pero se han vuelto más apremiantes. El celibato obligatorio ha alejado a muchos buenos sacerdotes y prospectos en un momento en el que se están cerrando parroquias en Europa y Estados Unidos por falta de padres. Priva a los sacerdotes de una experiencia que los haría más competentes para aconsejar a las familias a las que sirven como ministros. El celibato —al generar una cultura de excepcionalismo sexual y negación— de seguro cumplió algún papel en los vergonzosos antecedentes de pedofilia y encubrimiento de la Iglesia.

El requisito de que los sacerdotes sean célibes no es doctrina, sino una aberración cultural e histórica. Los primeros apóstoles tuvieron esposa. El clero católico tuvo la libertad de casarse durante el primer milenio, hasta que, en una serie de concilios eclesiásticos en el siglo XII, se cambiaron las reglas, motivadas, en parte, por las disputas financieras. (Los sacerdotes trataban de heredarles a sus hijos propiedades de la Iglesia; el remedio burdo fue negarles los hijos).

De hecho, hay muchos sacerdotes casados en la Iglesia católica, a quienes se les ordenó en las tradiciones orientales del catolicismo, así como anglicanos y otros a cuyas familias se eximió cuando se convirtieron a la Iglesia de Roma. En partes de América Latina y África, los padres se casan o tienen esposas de hecho y la Iglesia se hace de la vista gorda.

Francisco lo sabe bien. Como arzobispo de Buenos Aires, el futuro papa se hizo amigo de un obispo radical y famosamente no célibe, Jerónimo Podestá, a quien asistió en el lecho de muerte y siguió siendo cercano a su viuda en los años posteriores, misma que recuerda que hablaban a menudo del problema del celibato.

Desde septiembre, las intenciones de Francisco han estado sujetas a una especulación intensa en círculos eclesiásticos, cuando el arzobispo Pietro Parolin, un confidente de Francisco y segundo al mando en el Vaticano, le dijo a un entrevistador que el celibato “no es un dogma de la Iglesia y se puede hablar de él porque es una tradición de la Iglesia”. Parolin restringió sus observaciones (“no podemos decir simplemente que es parte del pasado”), pero su declaración de que el tema “se puede discutir” garantiza que así será.

En un lugar donde se ha hablado mucho al respecto es entre los sacerdotes casados en la parroquia disidente donde John y Roberta Hydar encontraron refugio. John me dijo que si el celibato hubiese sido opcional allá en los 60, “la mayoría de nosotros habríamos seguido en el ministerio activo”. Admitió que le causa un poco de placer pecaminoso que Francisco haya causado malestar en la línea dura católica. Y comentó que hasta puede imaginarse que Francisco, dados unos 10 a 15 años de buena salud, podría cambiar a la Iglesia lo suficiente —no para recuperar las causas perdidas como yo, sino para hacer que los católicos como mi antigua maestra y su esposo se vuelvan a sentir a gusto en ella. John Hydar estará observando, con viva esperanza, pero sin su esposa. Roberta Hydar murió de cáncer el 18 de octubre, a la edad de 79 años.

Bill Keller ** Exdirector del New York Times.

 
  • Bill Keller ** Exdirector del New York Times. / | Elespectador.com

http://www.elespectador.com/opinion/el-sexo-y-el-sacerdote-soltero-columna-462826

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