Cumplen un rol, ¿acaso?
–José L. Pérez: Hay razones por las que se van, pero tambien el por qué se quedan. En el Perú hablamos de que hace 22 años estos grupos eran el 5%, ahora son un 15%. Y los que se salen de allí no van a ningun lado. Hoy veo un flujo religioso que consiste en ya no ser evangélico, sino ser «cristiano». Y allí se diluyen las identidades religiosas. La metodología era antes Igle-crecimiento, el cómo hacer crecer las Iglesias. Ahora no es el tema número, sino la estrategia es llegar a los grupos de incidencia. Por ejemplo, van a la gente de televisión o futbolistas, que tienen llegada y buscan eso; o con politicos, congresistas, gente con opinión. El tema ahora es decir que soy cristiano. El católico dice que también es cristiano y entonces no hay diferencia…, es una nueva manera que tienen de alcanzar a la gente.
También dan otras razones…
–Mons. Strotmann: Por si a nivel de Iglesia y la teología no se han dado cuenta, es gente en un proceso de reorientación en la vida como tal. Han dejado al estrato mayoritario en América Latina solos, en un cambio de vida muy profundo.
¿Quiénes los han dejado solos…?
–Mons. Strotmann: Todos, no solo la política. Si vemos el fenomeno de las barriadas en Lima o en el Perú, dime un solo caso en que hubo una planificación a mediano o largo plazo para incorporar a toda esta gente. Las barriadas es solo una incorporación de asientos (asentamientos humanos ndr), y la Iglesia católica no podía con la poca gente que tenía. Por ejemplo, a nivel de los evangélicos, en un distrito limeño como San Juan de Lurigancho, el pastor o pastora tiene de 500 a 800 personas como feligresía. En cambio los presbíteros de mi Diócesis tienen 15.000 personas, por lo que es imposible tener alguna relación. Todo lo que excede a dos mil personas es imposible de llegar, por lo que casi no hay posibilidad para la Iglesia. Las cargas para un mínimo de personal se han aumentado de forma inaguantable, y todavía como Iglesia no hemos sabido llenar este distanciamiento con una sana colaboración auténtica y responsable del laicado.
¿El tema moral sigue sigue siendo una causa del alejamiento?
–José L. Pérez: Si se reduce el cristianismo
a un tema netamente de moral y moral sexual, sí. Pero eso es una distorsión del mensaje cristiano. Y a veces se dice que a esos grupos es más facil entrar y no creo que sea más facil. Si tú ves a gente que siendo católica era borracha, le pegaba a su mujer o tenía varias mujeres, y de repente los ves entrando a esos grupos y se vuelven personas trabajadoras, que dejan el alcohol y reforman su vida, entonces siguen una línea que es la experiencia de la mayoría de los que estan allí. No se puede decir que en esos grupos tienen la puerta más ancha que la nuestra…
¿En qué sectores se da esto?
–José L. Pérez: Lo que constatamos empíricamente es que en los años cincuenta del siglo pasado, los grupos evangélicos estaban reducidos a grupos minoritarios de provincia y de clases bajas. Sesenta años después esto ya no es así. Hoy tenemos grupos neopentecostales o llamados carismáticos (no confundir con el movimiento de los carismáticos católicos), en la clase media y alta, con profesionales y políticos. Hay un cambio en el perfil del evangélico y del pentecostal. Tenemos un caso como el Brasil, donde solo el 64% se dice católico, y tenemos entre el 20 y el 24% que se dice evangélico. Si el 43% de los católicos del mundo viven en América Latina, entonces por cada dos puntos porcentuales de pérdida del catolicismo en América Latina, va a haber un punto porcentual de pérdida del catolicismo a nivel mundial.
¿Qué otras tendencias se ven?
–José L. Pérez: El segundo grupo de mayor crecimiento en América Latina son los que ya no creen en nada. Entonces allí habría que apuntar nuestra mirada pastoral. No tanto ver si nos quitamos entre nosotros la gente…, sino más bien ver que en América Latina la gente cree menos en la Iglesia y en las Iglesias. No es un secularismo como el europeo, sino es una particular pérdida de la religiosidad de los latinoamericanos.
¿Se lleva algo más del Encuentro…?
–Mons. Strotmann: Uno de los grandes aportes de este Encuentro, es la oferta de Asia. Sería interesante dar espacios más claros para esta forma de autoexpresion religiosa. En Filipinas, de lo que son los nuevos movimientos religiosos, dos tercios son de la Iglesia católica. Nosotros venimos desde unas teologías europeas modificadas en los últimos cincuenta años, pero lo que no hay es una presentacion holística de la fe. Cuando yo llegué al Perú, dos tercios de los curas eran extranjeros. A veces somos cerebrales, pero la comunicación en América Latina es otra cosa.
Es diferente, ¿verdad?
–Mons. Strotmann: No hay la sensibilidad como Iglesia, de que la comunicación latina es mucho más emocional, afectiva. Lo que puede aprender la Iglesia es la forma en que se representa allí la fe: de una forma sencilla y con una verdad que pega y que trae alegría y no una pesadilla que me mata… Se podría repensar el escenario de manera global, para subrayar dos perspectivas: preguntar si no debemos dejar espacios para una mayor autoexpresión de la fe como vemos en los nuevos movimientos. Y por otro lado, ¿nuestra presentación de la fe es adecuada a nuestro continente y su psicología? ¿Tenemos medios para hacerlo? Los nuevos movimientos religiosos lo hacen con todos los medios, ¿acaso en la Iglesia católica los hay?
¿Tiene esperanza en la Nueva evangelización?
–Mons. Strotmann: Permítame decir con la misma dureza como escribí el artículo «Y después de Aparecida, ¿qué?», que necesitamos en la Iglesia más sencillez, mayor interés por la verdad y gozar aún de la belleza que somos. Sí veo esperanza en la Nueva evangelizacion y tengo esperanza en el nuevo papa. Durante este evento que terminó aquí, cité que en el Sínodo de los obispos de 1974 se habló de la evangelización en el mundo actual, y el año pasado fue el mismo tema… Mi pregunta ante la asamblea fue ¿a qué se debe que estos instrumentos no cambien? ¿Por qué aparecen como un ritual y por qué estos eventos no tienen cabida en los medios?
¿Qué hacer…?
–Mons. Strotmann: Lo que necesitamos en la Iglesia son dos páginas sobre lo que queremos en el futuro. No se debe reproducir la Iglesia como siempre ha existido, sino con la valentía de dar una auténtica respuesta a la gente, por quienes existe la Iglesia. Porque la razón de la existencia de la Iglesia no es la jerarquía, sino la gente. Cuidado, que un cambio no viene de la noche a la mañana, pero si no se mueve algo pronto en América Latina, la pérdida del catolicismo mundial puede ser considerable.
Usted que ha estudiado el fenómeno de los nuevos grupos religiosos, ¿de qué cifras estamos hablando para la próxima década?
–José L. Pérez: Como sociólogo le diría que va a llegar un momento en que esto tendrá un límite. Porque sociológicamente, no es que se llega a un crecimiento y todos serán evangélicos… Esto no, porque la sociedad tiene un punto de saturación y de neutralización. Por otro lado, la Iglesia católica ha reaccionado. Lo que hace veinte años no escuchabas, hoy lo escuchas. Actitudes como lo que se lee en la primera parte del documento de Aparecida, sobre una Iglesia cercana, hasta modesta. Hay una voluntad de volver a las fuentes, volver al sentido de lo que es la Iglesia.
Hay futuro, ¿entonces?
–José L. Pérez: El futuro latinoamericano no será como el europeo, que en los años cincuenta tenía el 52% de católicos y el 48% de protestantes, y que es algo que se han ido peleando. Tanto así que ahora el grupo mayoritario es el que no cree en nada en Alemania, y ahora se habla de los tres tercios… Mas bien, la tendencia será una reacción del catolicismo como tal. Por eso hay una efervescencia de los movimientos apostólicos, pero que no solamente va a quedar allí, sino que será una efervescencia del catolicismo en general.
Son otros los retos…
–José L. Pérez: El reto ya no es de católicos o pentecostales, sino ver si la cultura como tal es cristiana y si como cristianos podemos llegar a la sociedad.
Usted ejerce una función pública como jefe del Sistema Penitenciario en el Perú… ¿En dicho sector siguen trabajando los grupos cristianos con las personas privadas de libertad?
–José L. Pérez: Bueno, después de 25 años en pastoral carcelaria, me permite dar testimonio de lo que la Iglesia puede hacer dentro de las cárceles. Es por eso que en nuestra gestión, tratando de distinguir mi confesionalidad católica, apoyo todo lo que se haga en beneficio de los internos.
Se viene hablando mucho de los “indiferentes”… ¿Por qué una persona pierde la fe y la atracción hacia la religión?
–Mons. Strotmann: En otro contexto, hace un mes, hemos estado en México con un proyecto de pastoral megaurbana. Allí he dicho que la pastoral del futuro debe ser nuevamente capaz de hacer presente la importancia de la fe para la vida. Y también lo mencioné acá en Roma, porque el gran peligro para países como el nuestro, el Perú, y en América Latina, es que nos absorba una sociedad funcionalmente perfecta, donde ya no hay un sentido de la vida.
¿Y en Europa?
–Mons. Strotmann: En una sociedad como la europea, las previsiones de funcionamiento –pero también lasofertas
de diversión por parte de los medios–, acaparan el tiempo de vida. De tal modo que ya no brota, a no ser a partir de los 75 años, aquella pregunta sobre el sentido de la vida… Porque si estás acaparado por coches, por cosas domésticas o en la tecnología, ni te das cuenta que pierdes lo más importante. La Iglesia como tal debe recuperar su capacidad de ofrecer ayudas a su feligresía; y esto quiere decir que los laicos que están colaborando en este proceso tremendamente, deben ayudar a redefinir los márgenes de libertad y de proyección hacia el futuro.
¿Cuál es el mensaje, entonces?
–Mons. Strotmann: La Iglesia debe ser capaz de hacer sentir la necesidad de la presencia de Dios en la vida diaria, pero no para fastidiar y restringir o controlar, sino para ayudar a una proyección.
Siempre está la pregunta… ¿Por qué la vida católica podría ser una alternativa para quien no es creyente?
–Mons. Strotmann: Mirando y experimentando la Iglesia católica, su atracción está en que es el hilo histórico de la fe en Cristo, de forma ininterrumpida. Es una institución que siempre ha ido por puntos de altura, con un testimonio admirable de los mártires –estamos en Roma, cerca a estos sitios–. Porque lleva con sus bellísimas historias –y pésimas a la vez–, una riqueza de transmisión integral de la fe. No es una oferta alemana subjetivizada, en el sentido del protestantismo, sino que es una experiencia de comunidad como ha sido desde Cristo. Y tiene una expresividad palpable, ante todo en América Latina.
¿Y a nivel de presentación de la fe…?
–Mons. Strotmann: Tenemos que rezar para que la Iglesia sea nuevamente capaz de explotar la riqueza que lleva, pero que no sabe acercar a la gente. Permítame decir algo sobre la participación de la Eucaristía… ¿hay algo más bello? Venimos escuchando –desde la tradicion judía–, la palabra de Dios, ante todo hoy con respecto a la palabra de Cristo. Seguimos a pedido del Señor, antes de su entrega, la celebración de su presencia entre nosotros en el pan y en el vino, es el misterio de la Pascua, la liberacion de Israel de Egipto, nuestra liberación, que es la cruz y resurrección de Cristo. No tenemos que hacer –como los pentecostales y muchos otros–, largas oraciones para bajar a Dios de las nubes…
Entonces…
–Mons. Strotmann: Tenemos la palabra de Cristo que es nuestra oración de gratitud, para interceder por lo que nos haga falta. ¿No es lo más bello decir que, al terminar la Eucaristía, Dios nos ha entregado todo su amor, porque hemos recibido a Cristo como tal? No es un octavo para tí y un cuarto para mí…, sino todo para todos.
Sería tan fácil decirlo a los otros, ¿no?
–Mons. Strotmann: ¿Cuándo seremos capaces de hacer sentir como Iglesia católica esto? Que es algo bello y sincero, de que Cristo está presente en nuestras vidas. Debemos hacer llegar a la gente de hoy la fe como algo que da encanto a la vida.
Jesucristo murió en la cruz y pagó así por todos los pecados de la humanidad.
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