Se llama Megan Rice, es monja de la Congregación del Santo Niño Jesús… Tenían que haberle dado una condecoración en USA, y un Diploma de Honor en el Vaticano, simplemente por ser coherente, por mostrar la mentira de los sistemas de seguridad atómicos, por apoyar a los más pobres y por ser fiel al evangelio…
Pero le han condenado a 35 meses de cárcel, lo mismo que a otros dos pacifistas, por entrar en un complejo atómico de «alta seguridad» de USA (de donde «salieron» las bombas atómicas arrojadas sobre Japón), mostrando el riesgo que ellas implican (¡burlando la vigilancia!) y protestando contra la injusticia que suponen.
El “delito” lo cometieron hace dos años… Y han sido juzgados y condenados hace un mes, a 35 meses de cárcel. Una vergüenza sin nombre para el sistema político-militar de USA y para su forma de administrar justicia
Vergonzoso, sin paliativos para el sistema… ¡A los 84 años a la cárcel, por un «delito» como ése! ¡Y casi nadie ha protestado en los medios católicos! Heroico para la monja y sus dos compañeros.
Yo esperaba que los “medios católicos” destacaran el caso, pero pocos lo han hecho. Por eso me atrevo a presentarlo, tras casi un mes (la sentencia se dictó el 18.2.14).
Vergüenza que USA y otros países gasten miles de millones en armamento atómico, mientras millones de personas mueren de hambre. ¡Damos más importancia a las armas que a la vida de la gente!
Vergüenza que USA y otros países (¡»amigos» nuestros!) dicten lecciones de moralidad a otros estados, impidiéndoles tener armas nucleares, mientras ellos la tienen para dominar sobre el mundo con terror.
Vergüenza que USA y otros países vayamos dando normas de democraciadiciendo qué han de hacer otros, cuáles pueden ser «independientes» y cuáles no… tras imponernos nosotros por las armas.
‒ Vergüenza que las iglesias no apoyen más a esta monja ejemplar con sus compañeros… Vergüenza que no condenen el militarismo de los estados (desde USA a Rusia)… vergüenza que pacten y pacten con los poderes atómicos… y hablen de evangelio, cuando el evangelio está de parte de esta monja.
Quiero que los lectores de mi blog que no saben aún la noticia puedan conocerla y juzgar, a pesar de que ha pasado ya casi un mes desde la condena. Desde la perspectiva de la Merced, quiero decir que ella ha «preferido» sufrir la cárcel… por servir a la justicia y a la paz del evangelio. Presento a continuación el hecho… y después una entrevista a la monja. Buen domingo a todos.
Megan Rice, la monja que irrumpió en el Sanctum Nuclear
https://evangelizadorasdelosapostoles.wordpress.com/2014/02/19/
La Hna. Megan Gillespie Rice nació en Manhattan el 31 de enero de 1930. Su padre fue un médico obstetra, su madre una inquieta historiadora, cuya tesis en sus doctorado fue sobre “las opiniones católicas sobre la esclavitud”. Es la menor de las tres hijas del hogar de los Rice. Su familia la formó en los principios tradicionales y valores cristianos.
La Hna Rice fue a la escuela católica en Manhattan, y siendo muy joven ingresó a la Congregación del Santo Niño Jesús (18 años) graduada en Biología de Villanova y Boston College, donde sus estudios incluyeron trabajos de clase en la Escuela de Medicina de Harvad sobre el uso de radioactivos.Ha sido maestra de niñas en la primaria. De 1962 a 2004, con interrupciones ocasionales , ella sirvió a su orden como una maestra de escuela en Nigeria y Ghana.
No es la primera vez que la Hna Megan se ha visto involucrada en protestas por la Paz y la Vida, lo que ha hecho, le ha llevado a prisión varias veces por “desobediencia” y “desórdenes callejeros”.
La condena contra la Hna Megan Rice, 35 meses de prisión y sus compañeros, 62 meses, son hoy una vergüenza y deshonra para la “Justicia”.
Con su actitud la Hna Megan está denunciando: ”Es la criminalidad de esta industria de 70 años”, dijo, ” Gastamos más en armas nucleares que en los departamentos de educación, salud, transporte…, atención de desastres y un número de otras agencias del gobierno que no puedo recordar.
Megan y sus compañeros han llevado a cabo lo que los expertos nucleares han llamado la brecha de seguridad en la historia del complejo atómico de la nación, les acusan de dirigirse al sancta sanctórum del sitio donde Estados Unidos mantiene las piezas de bombas nucleares cruciales y su combustible.
No nos queda ninguna duda, que este atrevido y buen equipo trinitario, con su coraje han mostrado la vulnerabilidad de la que adolece la “seguridad” de un Estado, y del peligro que corre el género humano. Ellos traspasaron, los letreros que anuncian: “Alto” con las imágenes de los cráneos que hacen hincapié del peligro mortal, que todos/as corremos.
Han desafiado el peligro, han ofrecido su vida a fin de proteger la nuestra! Se han apropiado y hecho realidad las palabras de nuestro hermano Mayor: “Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos” Juan 15:13.
Megan Rice, Michael R. Walli y Gregorio I. Boertje-Obed, no solo han hecho historia, ellos sí que han hecho Eucaristía! Ellos nos invitan a defender la vida del planeta, obra maravillosa de la Esencia Divina de la Vida! Realizando la Eucaristía de manera permanente, en la unidad del UNO.
Tiene sentido evocar, “convertir las espadas en arados”…. “no se amenazarán las naciones con la espada, ni se adiestrarán para la guerra” según el profeta Isaías 4:4.
Una monja radical dice que responder a su vocación cristiana le ha llevado a la cárcel
5 enero, 2014 by desveladas,por Lisa De Bode @lisadebode
http://www.desveladas.org/b/desv/
La hermana Megan Rice saluda presionando la palma de la mano contra el cristal, dando la bienvenida con sus ojos azules a un visitante de la celda que está frente a la suya. Las lámparas iluminan su rostro oval enmarcado por un pelo corto blanco, semejante a un halo. Su uniforme –un mono de color verde, a rayas, zapatillas de deporte y una manta gris por encima de sus hombros– no es el típico de una monja católica romana, pero ella ve su estancia en el Centro de Detención del Condado de Inwin de Georgia como la respuesta a su vocación cristiana.
Con 83 años, Rice ha elegido las rejas para pasar el último capítulo de su vida.
Se enfrenta a una posible condena de 30 años de prisión por los cargos de interferencia en la seguridad nacional y daño a una propiedad federal, resultado de un acto de desobediencia civil cometido por ella en julio del año pasado.
Cansados tras la caminata por los bosques adyacentes al Y-12 National Security Complex, en Oak Ridge, Tennessee, que un día proveyó el uranio enriquecido para la bomba de Hiroshima, Megan Rice, Michael Walli y Gregory Boertje-Obed salpicaron de sangre las paredes, pusieron pancartas y golpearon con martillos “en rejas de arados”, una referencia bíblica de Isaías 2,4: “De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas”.
Puesto que irrumpieron en una instalación nuclear sensible, los tres activistas se prepararon para lo peor. “Somos muy conscientes de que podríamos haber muerto”, dice Rice.
No murieron, pero están encarcelados. Ahora, ella pasa los días
respondiendo a las cartas de sus partidarios y mentalizando a otros
detenidos sobre los peligros de las armas nucleares y sobre las conexiones
que Rice establece entre el militarismo y la pobreza que, en su opinión, ha
llevado a muchas mujeres jóvenes detrás de las rejas. Rice acusa al
Gobierno de los Estados Unidos de negar a los ciudadanos derechos
básicos, como la atención médica y el acceso a la educación, porque
invierte muchos miles de millones de dólares en equipamiento militar.
Refiriéndose a los orígenes de la pobreza de pueblos “donde apenas hay
otras opciones”, ella culpa a la economía capitalista por no invertir más en servicios sociales para las clases bajas y relaciona, sin esfuerzo, las armas nucleares con la “prisión-complejo industrial”. No son malas personas, dice de sus compañeras de prisión, pero tuvieron la desgracia de nacer en una sociedad que les dio pocas oportunidades.
Ellas saben que son la lluvia radiactiva humana y las víctimas de la
especulación de la élite y de los altos directivos de las empresas que hacen contratos para fabricar armas nucleares. “Se trata del dinero denegado a los servicios humanos que deberían ser la prioridad de cualquier gobierno”, dijo.
Tose un poco, protegiendo la nariz del frío del interior de la cárcel. Cada mañana se pone en la fila para recibir su dosis de antihistamínicos, pero otros reciben pastillas para condiciones mucho peores que las que ella tiene que soportar, dijo. “Muchos no tendrían que estar aquí”, suspiró,
acercándose al agujero, parcialmente obstruido, de la pared de cristal por la que conversa.
“Yo no les veo como delincuentes, sino como víctimas. Personas que están
siendo almacenadas en cárceles por todo el país”.
Walli, un veterano de Vietnam de 64 años, también pasa muchas horas
hablando con los reclusos, veteranos de Iraq con estrés pos-traumático, de
quienes dijo que deberían estar recibiendo un tratamiento adecuado.
“Tratamos de ser misioneros aquí”, dijo. “Estamos intentando inculcar la
idea de que la vida humana es sagrada”.
Nubarrones-hongo en Nevada
A diferencia de la mayoría de sus compañeros de prisión, Rice nació en una
familia acomodada, en el Upper West Side de Manhattan. Uno de sus
vecinos era un físico que trabajaba en secreto en el Proyecto Manhattan,
que creó las primeras armas nucleares del mundo. La pasión de Rice por la
justicia social fue temprana. Acompañaba a sus padres a las reuniones del
Movimiento de Trabajadores Católicos con Dorothy Day, activista de la
justicia social actualmente en proceso de beatificación. Su madre escribió
su tesis doctoral en la Universidad de Columbia sobre la visión católica de
la esclavitud, y su padre prestó servicio a los ciudadanos pobres como
obstreta. “Lo único que me sucedió fue que tuve unos padre muy
concienciados”, dijo.
A los 18 años, se unió a la Congregación del Santo Niño Jesús y en 1962 empezó a enseñar ciencias a niñas en la zona rural de Nigeria. Durante las vacaciones de verano, visitaba a su hermana, que vivía en el norte del estado de Nueva York, donde montaba a caballo con el hábito, dando una imagen “diferente a la de una monja típica”, dijo su sobrina, que se llama como ella y ahora tiene 52 años. Dondequiera que vaya Rice, inspira a la gente a seguir su ejemplo, de manera que llegan a su celda, cada día, de seis a ocho cartas. “Tengo la sensación de que la acción que llevó a cabo con Michael y Greg es la culminación de su vida”, dice su sobrina.
Como la malaria y las fiebres tifoideas le empezaron a pasar factura, Rice
regresó definitivamente a los Estados Unidos en 2003 y ocupó un puesto en
la Nevada Desert Experience, una organización sin ánimo de lucro que
trabaja en contra de la guerra nuclear en una antigua zona de pruebas. Las
visiones fantasmales de enormes nubes en forma de hongo se habían
convertido en atracciones turísticas desde los tejados de los hoteles de Las Vegas, ciudad cerca de la cual han sido detonadas cerca de mil armas
nucleares desde 1950.
Un tío de Rice, un ex Marine que presenció la reconstrucción de Nagasaki,
se hizo amigo de un obispo jesuita cuya madre y hermana fueron
calcinadas en Japón durante una misa. Ellas estaban entre las
aproximadamente 60.000 personas que murieron al instante por la
explosión. Dedicó el resto de su vida al desarme nuclear.
“Este ha sido el modo más cercano de estar en contacto con la realidad”,
dice Rice.
Y se complace al contar que, casi 70 años después, los medios de
comunicación japoneses informaron de su detención y alabaron su acción.
¿La hipocresía del desarme?
Rice y sus amigos fueron arrestados en diferentes momentos de su vida por
actos de desobediencia civil orientados al desarme nuclear global. Ella,
afirmó, se siente especialmente responsable de llamar la atención sobre el
arsenal nuclear de los Estados Unidos.
La lógica del Tratado de No-proliferación Nuclear, en virtud del cual se
presiona a Irán, por ejemplo, requiere que los estados que ya tienen armas
nucleares den pasos hacia el desarme. Sin embargo, en 2008, por ejemplo,
casi dos décadas después del fin de la Guerra Fría, los Estados Unidos
gastaron al menos 52.000 millones en armas nucleares, según la Fundación 5
Carnegie para la Paz Internacional. Y solo el 10% de ese gasto se ha
dedicado al desarme.
“Es muy hipócrita exigir el desarme (de Irán)”, dice Rice recordando una
anécdota con el ex presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, el cual
honró al trío de activistas durante una cena en Nueva York, el año pasado,
poniéndose una foto de ellos en el pecho. “Así mostró que encomiaba el
esfuerzo de emplazar a los Estados Unidos a cumplir sus obligaciones
legales”.
Un aviso de seguridad en el Complejo Y-12 de
Seguridad Nacional en Oak Ridge, Tennessee.
Los activistas decidieron organizar una protesta para llamar la atención
sobre el arsenal nuclear de Estados Unidos. Las cámaras y las cercas no
pudieron evitar que los tres ancianos causaran daños en lo que algunos
llaman el Fort Knox de uranio del país, lo que plantea interrogantes sobre
cómo frenar a ladrones profesionales con intenciones menos idealistas.
Algunos miembros del Congreso incluso dieron las gracias a Rice y a sus
cómplices por llamar la atención de la nación sobre los problemas de
seguridad de la instalación Y-12, la última de una serie de brechas de
seguridad nuclear en los últimos años.
El programa de armas nucleares de Estados Unidos se ha convertido en un
atolladero para los servicios militares. En 2010, el Pentágono concluyó que
“el arsenal nuclear masivo que heredamos de la época de la Guerra Fría, de
confrontación militar bipolar, es poco adecuado para abordar los desafíos
planteados por terroristas suicidas y regímenes poco amistosos que buscan
armas nucleares”.
Paul Carroll, director del programa de Ploughshares Fund, una fundación
que apoya la eliminación de armas nucleares, dijo: “Sentarse en un silo de
misiles en el centro del país, esperando el día en que los soviéticos ataquen es un retroceso. Por tanto, tienen problemas morales. Están oxidados”. 6
Ralph Hutchison, un compañero activista por la paz y amigo leal de Rice,
dijo que la desconexión generacional ha llevado a la cuestión nuclear a una
relativa oscuridad en los últimos años. Un profesor invitado en una clase de
sociología de la Universidad de Tennessee dijo que cada vez es más difícil
impresionar a los estudiantes con la gravedad de la guerra nuclear.
“Durante décadas, había que agacharse y cubrirse y debías trepar sobre tu
escritorio en la escuela”, dijo. “Los niños de hoy nunca han vivido un
momento así. No tienen la menor idea sobre el invierno nuclear”.
Ocupar la iglesia
Rice ve sus acciones como inspiradas por su fe, pero ha tenido poco apoyo
de la institución eclesial. El obispo jubilado Thomas Gumbleton, un
reconocido activista por la paz, lamenta la postura tibia de la iglesia
respecto a la detención de Rice y a las armas nucleares. Citando la doctrina oficial que condena explícitamente el uso de armas de destrucción masiva “como un crimen contra Dios y contra el ser humano mismo”, llama a sus colegas a adoptar la causa de Rice como la de alguien ejemplar que se ha puesto en pie por lo que es correcto”.
“Se supone que deberían ser líderes en algo así. No ha habido ningún tipo
de declaración por parte de los obispos católicos sobre lo que Megan ha
hecho”, dice Gumbleton. Y agregó: “Para ser franco, tengo que decir que,
en la iglesia oficial, la mayoría de la gente no sabe nada de ella. Y eso es realmente triste”.
La hermana Rice no esperaba mucho de la institución, ni siquiera del nuevo
papa, cuyos recientes pronunciamientos han enarcado muchas cejas. Ella
no está interesada en las instituciones, sino que aboga, en cambio, por una
iglesia de base. “La iglesia está donde está la gente”, dice. La iglesia
importa solo “a nivel local”. Se muestra escéptica ante el papa Francisco,
pero se siente alentada por su elección de un estilo de vida menos
extravagante que la de sus predecesores, de quienes dijo que habían estado
viviendo como “príncipes en sus palacios”.
Su orden, la Congregación del Santo Niño Jesús, fue la única voz de apoyo
dentro de la institución católica.
“Aunque no aprobamos la actividad criminal, nos gustaría señalar que la
hermana Megan ha dedicado su vida a poner fin a la proliferación nuclear.
Con la Iglesia católica, ella cree que las armas nucleares son incompatibles con la paz que tanto se necesita en todo el mundo y, por tanto, no se pueden justificar”, escribió Mary Ann Buckley en un comunicado enviado por correo electrónico a Al Jazeera.
El papa Francisco, ciertamente, parece inclinado a reformular la Iglesia
como una institución que lucha por la justicia social y no tiene miedo de
protestar. “Prefiero una iglesia que esté magullada, herida y sucia por haber estado fuera, en las calles, que una iglesia que sea poco saludable por permanecer confinada”, escribió Francisco el mes pasado en la declaración de la misión para su papado. Este mensaje ha resonado en muchos jóvenes en diferentes partes del mundo que han salido a las calles para protestar contra la austeridad y las enormes desigualdades económicas.
Sor Teresa Forcades en Montserrat, España.
Lluis Gene/AFP/Getty Images
“Los cristianos americanos han sido demasiado amables, demasiado
tranquilos y demasiado complacientes tanto con la injusticia como con el
uso blasfemo del nombre de Jesús en la comisión de atrocidades en nuestro
país y en nuestro mundo”, escribió un grupo que se denomina a sí mismo
Protest Chaplains en un manifiesto que coincidió con el movimiento
Occuppy, del que formaban parte. “ Por eso, queremos protestar con todos
los que, como nosotros, sabemos en lo más profundo de nuestras almas que
otro mundo es posible”.
Rice se reunió en Nueva York con activistas de Occupy, “cuando se inició
en septiembre”, para tratar sobre asuntos nucleares. Describió su trabajo
como “la religión haciendo lo que se supone que debe hacer”.
“La iglesia está donde está la gente”, dijo. “Es la gente”.
Un mensaje similar ha resonado en Barcelona, donde los activistas
callejeros conocidos como Indignados tomaron nota de la hermana Teresa
Forcades, una monja católica romana y activista que cree que el actual
consenso político-económico de los gobiernos de los países
industrializados perpetúa la desigualdad. Y como Rice, Forcades se
muestra escéptica ante las declaraciones de Francisco, arguyendo que el
nuevo papa debe ser valorado por su atención a los derechos de las
mujeres, hasta ahora inexistente.
Sin embargo, Rice confía en que “llegará”, refiriéndose a la ordenación de
las mujeres. El año pasado, ella asistió a la ordenación no oficial –no
reconocida por el Vaticano– de Diane Dougherty en Atlanta. “Están
preparando el camino y están recibiendo una gran aceptación por parte de
los católicos laicos”.
Lecciones desde la cárcel
Una carta de Rice enviada desde prisión. Lisa De Bode
Sus partidarios dicen que la vida de Rice es un ejemplo del activismo social necesario para reactivar la llamada de la iglesia entre los jóvenes. Sin embargo, ella se resiste a ser considerada como una heroína. Sus héroes, dijo, son personas corrientes que actúan “en conciencia”.
Mientras espera la sentencia, el 28 de enero –se enfrenta a una posible pena máxima de 30 años–, tomó prestadas, en una carta que envió a Al Jazeera, frases del Dr. Martin Luther King. Reflexionaba en ella sobre su vida, que podría terminar en la cárcel.
“En algunas situaciones, la cobardía pregunta: «¿Esto es seguro?» La
conveniencia pregunta: «¿Es político?» Llega la vanidad y pregunta: «¿Es
popular?» Pero la conciencia pregunta: «¿Es correcto?»”, escribió.
“Y llega un momento en que una debe adoptar una posición que no es ni
segura, ni política, ni popular, pero hay que adoptarla porque la conciencia dice que es correcta”.
En una audiencia en mayo, Rice le dijo al fiscal que su única culpa es que
esperó 70 años para entrar en las instalaciones, “para ser capaz de decir lo que sabía en mi conciencia”. Siete meses después, dijo: “Esta es una experiencia muy positiva. Y se va poniendo mejor y mejor”.
Le resulta incómodo estar en el punto de mira, y procura desviar la
atención hacia los demás. Se dedica a sus compañeras de prisión, a las que
está ayudando a prepararse para una vida fuera de las rejas, una vida a la
que ella podría no regresar.
Con ellas en mente, sonrió señalando simplemente: “No soy la única a
quien se está juzgando mal”.
http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2014/03/08/p348983
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