
Elisabetta Piqué, autora de «Francisco. Vida y revolución» (La Esfera)
La vaticanista de La Nación publica «Francisco. Vida y revolución» (La Esfera)
«Incluso muchos de los que le votaron no se esperaban tanta radicalidad en este papa»
El vaticanista se ha quedado descolocado, pero mi panadera y mi quiosquero lo entienden de forma inmediata cuando le escuchan un miércoles o un domingo
(Jesús Bastante).- Elisabetta Piqué es vaticanista del diario «La Nación». Amiga deJorge Bergoglio, fue la única periodista -junto a José Manuel Vidal- que adelantó la posibilidad de que el arzobispo de Buenos Aires fuera elegido Papa. Un año después, lanza «Francisco. Vida y revolución» que edita La Esfera. Unos cambios que, en su opinión, «ya los hizo. Él está hablando y el futuro es que le sigan los miembros de una Iglesia que está dejando de imponer con reglas y empezando a debatir temas que se habían tomado por tabú».
Esta entrevista se realiza el 11 de febrero, un año después de la histórica renuncia de Benedicto XVI. ¿Dónde estabas ese día?
-Me acuerdo muy bien. Estaba con otros periodistas de la Asociación de Prensa Extranjera Italiana. Estábamos pendientes de las elecciones italianas, entrevistando a un ex senador. Y de repente vimos esta noticia en la pantalla, dejamos de lado al ex senador, que lo entendió, y fuimos corriendo hacia el Vaticano, a esa famosa Conferencia de Prensa que dio más tarde el padre Lombardi. Queríamos entender esta renuncia:¡la primera de un papa en seiscientos años! Y la que daría paso a lo que yo he llamado en mi libro la revolución. Con enorme valentía, Benedicto dijo «hasta aquí llego». De alguna forma, pateó el tablero. El papa seguía vivo y el cónclave iba a ser atípico.
Fue una decisión lúcida y meditada, y Lombardi ese once de febrero recordó que en el libro-entrevista que le habían hecho Benedicto ya había declarado que, llegado el punto de no disponer de la fuerza ni de la capacidad, no sólo es un derecho, sino un deber que un papa renuncie.
-Yo imagino esa Rueda de Prensa en Roma y por mucho que a algunos no les pillara de sorpresa, la sensación que tuvisteis que tener los periodistas allí tuvo que ser un desconcierto total, mientras Lombardi trataba de explicar…
-De lo que nos dimos cuenta es de que no había respuestas definidas cuando preguntamos cómo iba a llamarse entonces Benedicto, dónde iba a vivir o cómo iba a vestirse. Todo eso se fue determinando los días de después. Lo único que podía decir Lombardi es que la renuncia estaba prevista y contemplada por el Código Canónico. Y poco más.
Ese once de febrero es una de las fechas marcadas en rojo por el periodismo, que también rotuló la humildad del gesto de Benedicto y el sentimiento antiitaliano del cónclave, comenzado tras un año catastrófico para Italia: Vatileaks, el mayordomo…Un Vaticano al mejor estilo Dan Brown. Haciendo la novela realidad.
En consecuencia, en el cónclave el lavado de dinero, la reforma, etc, iban a estar a flor de piel. Los cardenales de otros países se habían dado cuenta, además, de que todo lo descubierto con el Vatileaks había sido muy de curia, muy italiano, y que entonces había que dar un golpe de timón.
-¿Tú crees que Ratzinger pensaba que se iba a montar la que se montó? Que se iba a volver a entrar en la Sixtina para nombrar papa a un «hombre del fin del mundo»…
-No lo sé. Algunos dicen que el delfín del papa era Scola, ratzingueriano de hierro, como su «Espíritu Santo». Habría sido el candidato si no se hubiera buscado un cambio. Hace poco le preguntaron también en la presentación de un libro al cardenal de Wenstminster y lo admitió: «No esperábamos un aire tan fresco«. Incluso muchos de los que le votaron no se esperaban tanta radicalidad en este papa.
-Y todavía estamos a las puertas, pues en un año no se pueden tomar decisiones de gran calado. Queda mucho «gobierno de lo inesperado»… Francisco sí parece que tiene el tesón necesario y el respaldo de la gente para llevarlo a cabo.
-Ya ha habido mucho y muy importante: el G8 es un papado de consulta, por primera vez no una monarquía absoluta. Las comisiones con las que quiere limpiar y transformar el Vaticano, incluida su banca. Todas estas acciones unidas al mensaje diario que está dando, de creencia en una Iglesia de pastor que acompañe, de «curas con olor a oveja» y sin obsesiones por las reglas. Eso es impresionante.
-Estos cambios enormes además están haciendo que los más alejados de la doctrina sientan que es más fácil ahora hablar del papa y de la Iglesia en los entornos más descreídos, más laicos, porque incluso en ellos está todo el mundo pendiente, curioso antes este papa. ¿Estás de acuerdo?
-Completamente. Es un papa que entiende la gente común gracias a su lenguaje simple. Yo a este fenómeno de Francisco lo llamo «el escándalo de la normalidad». Rompiendo los esquemas que ha roto, el vaticanista se ha quedado descolocado, pero mi panadera y mi quiosquero lo entienden de forma inmediata cuando le escuchan un miércoles o un domingo.
-La curia de la Iglesia, que lleva tanto tiempo funcionando de forma determinadamente piramidal, tiene que empezar a entender el Evangelio sin tanta mediación. ¿Crees que es un gran choque? ¿Hay resistencias en la organización respecto a estos cambios?
-Él habla de que «poder es servicio» de una manera universal y rechaza al «obispo-príncipe». Es un mensaje de conversión, de reforma moral, de «basta de mundanidad», que además no es sólo un mensaje sino una lección, porque primero lo pone en práctica siendo el papa que anda en un Ford o un Fiat por Brasil. También en el Vaticano se están empezando a ver menos Mercedes. Con el papa Francisco se han dado cuenta…En las tiendas eclesiásticas te cuenta que han bajado las ventas. Que el oro ya no está tan de moda y ahora se prefiere al menos lo plateado…Porque el papa está llamando a la austeridad, a sus cardenales en sus cartas y a cualquier persona con su comportamiento.
-¿Qué esperas de este Consistorio, de sus decisiones efectivas, de la reunión de los cardenales de todo el mundo, de lo que pueda pasar?
-Se habla de que quizá algunos dicasterios se unifiquen.
-¿Ve posible lo de que una mujer presida?
-¿Por qué no? Si se habla desde hace mucho tiempo como se habla de una curia menos burocrática. Si esto ha cambiado en el papado y en los episcopados de todo el mundo, ¿por qué no esperar un cambio en la composición de los dicasterios?
-¿Por qué crees que fue elegido Bergoglio?
-Por lo que he dicho antes: reinaba este clima antiitaliano y él era una figura conocida por sus documentos y por el anterior cónclave, el de 2005, donde fue el segundo más votado. En el discurso que supimos que hizo el siete de marzo en las jornadas de antes del cónclave ya dijo que la Iglesia tenía que abrirse a las periferias y no encerrarse en sus manchas. Este discursó fulguró a los demás cardenales.
En el otro cónclave, tras el extraordinario papado de Juan Pablo II y su luto, el candidato lógico era el decano cardenalicio: Ratzinger. Fue quien lideró el cónclave y el precónclave. En éste, en los medios (que de momento no elegimos al papa) se hablaba de Scola, pero ni los italianos le apoyaban. Ya habías tenido un papa muy teólogo, muy intelectual. Y Francisco hablaba fácil, así que convenció. Los votos confluyeron siguiendo esta línea.
-En el libro cuentas que fue elegido por muchos más votos que Ratzinger.
-Cerca de los noventa votos. Y fueron ciento quince.
-Tú has tratado con Bergoglio antes de que fuera papa. ¿Cómo cambia la relación cuando un conocido accede a ese cargo?
-Bueno, como cuento en el libro -y eso habla maravillas sobre una persona como Francisco-, lo más sorprendente es que al día siguiente él me llamó. Es el papa, pero sigue felicitando los cumpleaños a sus amigos… Por eso destaco en el libro esta normalidad. Siempre le dijo su padre aquello de «no te la creas» y más allá de ser un líder de la Iglesia Católica mundial -están haciendo cola todos los jefes de Estado para ir a verle-, se siente un cura y trata de seguir siendo una persona normal que agarra un teléfono, te llama y te pregunta cómo estás.
-No me voy a meter en la piel del papa porque es imposible. Pero, comparándole ahora con los días del precónclave, diría que ha rejuvenecido.
-Hay una transformación: cuando se jubiló en Buenos Aires, muchas personas le vieron una persona apagada. Ahora está rejuvenecido porque se siente en paz y está feliz. Dios quiso que llegara ahí y los curas con los que desayuna, almuerza…le ven y piensan que es como si siempre hubiera sido papa. Dicen que no se le nota el peso de la tarea titánica que le queda por delante.
-Le ha pasado lo contrario que a Ratzinger, que el pontificado le envejeció hasta el cansancio. Pero Francisco algo tiene que tener dentro porque irradia la alegría del Evangelio, esa sensación tranquila que se ha extendido rápidamente por la Iglesia. Pensando en el futuro, la clave de Francisco es esa sencillez contraria al cúmulo de doctrina.
-No sólo en la exhortación apostólica: cada semana el papa repite que los cristianos tienen que ser alegres. Alegres como los pobres. Porque es verdad que al final el rico vive triste y la pobreza no es lo mismo que la miseria, que implica que no hay esperanza.
La autenticidad de este mensaje es la que ha hecho que a un año de la renuncia de Benedicto tengamos una Iglesia revitalizada a la que se la escucha.
-Si tuvieras que trazar una apuesta acerca de los grandes cambios que le quedan por hacer a este pontificado, ¿por dónde irías?
-Tú sigues hablando en tiempo futuro. Yo creo que ya los hizo. Él está hablando y el futuro es que le sigan los miembros de una Iglesia que está dejando de imponer con reglas y empezando a debatir temas que se habían tomado por tabú. Después de todo esto, ¿qué más revolución? La Iglesia ha pasado de la distancia a la primera persona del plural gracias a su llamado a la ayuda a los que están peor en este mundo de tremendas injusticias. Curiosamente es uno de los pocos líderes del mundo globalizado que está hablando del horror de los inmigrantes que son tratados como leprosos; del horror de un mundo que se preocupa antes de que la bolsa haya bajado un punto que del sin techo.
Por otro lado él no está inventando nada nuevo: sólo está diciendo que hay que poner en práctica enormemente el Evangelio. Como él cuando no quiso ponerse los zapatos rojos. Tantos momentos brutales. Es un papa que se la pasa diciendo que es pecador. Que está en el terreno y encima con el subidón de su sonrisa, con el sentido del humor, que también es fundamental.
-La última pregunta: ¿Crees que, como Ratzinger, Bergoglio renunciará?
-En el último capítulo de mi libro me lo pregunto, porque hay muchas personas que están convencidas de ello. Él sabe cuál es su función: la transparencia de la banca vaticana, la reforma de la curia, adecuar los sínodos a los tiempos modernos…
-Se habla de que el diecisiete de diciembre de cuando cumpla ochenta años…
-Eso no lo había escuchado, pero después de la decisión del otro papa sería natural. La retirada ya no va a ser un espectáculo. Muchos dicen que se volvería a vivir a Buenos Aires… Espero que no. Que de momento siga. Aunque está claro que después de Francisco, venga quien venga, las cosas no van a poder volver a ser como antes de él.
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Francisco «no se la cree» y por eso sigue llamando a sus amigos para preguntarles qué tal están.