Alejandro Jodorowsky presenta La danza de la realidad …
Alejandro Jodorowsky presenta La danza de la realidad. panikocl·391 videos .
Un espacio para recrear lo sagrado y lo profano con ojos de mujer. Somos un grupo ecuménico en búsqueda de la justicia e igualdad.Respetamos la opinión, de los autores aunque no necesariamente estemos de acuerdo.
02 May 2014 Deja un comentario
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Enviado a la página web de Redes Cristianas
Aprendimos de los griegos, y luego pasó a través de todos los siglos, que todo ser por diferente que sea tiene tres características trascendentales (están siempre presentes poco importa la situación, el lugar y el tiempo): es unum, verum et bonum, es decir, goza de una unidad interna que lo mantiene en la existencia, es verdadero, porque se muestra así como es en realidad, y es bueno porque desempeña bien su papel junto los demás seres ayudándolos a existir y coexistir.
Los maestros franciscanos medievales, como Alexandre de Hales y especialmente San Buenaventura fueron los que, prolongando una tradición venida de Dionisio Aeropagita y de san Agustín, añadieron al ser otra característica transcendental: lo pulchrum, es decir, lo bello. Basados seguramente en la experiencia personal de san Francisco que era un poeta y un esteta de calidad excepcional, que “en lo bello de las criaturas veía lo Bellísimo,” enriquecieron nuestra comprensión del ser con la dimensión de la belleza. Todos los seres, incluso aquellos que nos parecen repugnantes, si los miramos con afecto, en los detalles y en el todo, presentan, cada cual a su modo una belleza singular, si no en la forma, en el modo en que todo viene articulado en ellos con un equilibrio y armonía sorprendentes.
Uno de los grandes apreciadores de la belleza fue Fiodor Dostoyevski. La belleza era tan central en su vida, nos cuenta Anselm Grün, monje benedictino y gran espiritualista, en su último libro Belleza: una nueva espiritualidad de la alegría de vivir (Vier Türme Verlag 2014) que el gran novelista ruso iba todos los años a contemplar la hermosa Madonna Sixtina de Rafael. Permanecía largo rato en contemplación delante de esa espléndida obra. Tal hecho es sorprendente, pues sus novelas penetraron en las zonas más oscuras e incluso perversas del alma humana, pero lo que en verdad lo movía era la búsqueda de la belleza. Nos legó esta famosa frase: “La belleza salvará al mundo”, escrita en su libro El idiota. ´
En la novela Los hermanos Karamazov profundiza la cuestión. Un ateo, Ippolit, pregunta al príncipe Mischkin: “¿cómo “salvaría la belleza al mundo?” El príncipe no dice nada pero va junto a un joven de 18 años que está agonizando. Y se queda allí lleno de compasión y amor hasta que muere. Con eso quiso decir que belleza es lo que nos lleva al amor compartido con el dolor; el mundo será salvado hoy y siempre mientras ese gesto exista. ¡Y que falta nos hace hoy!
Para Dostoyevski la contemplación de la Madonna de Rafael era su terapia personal, pues sin ella habría desesperado de los hombres y de sí mismo, ante tantos problemas como veía. En sus escritos describió a personas malas y destructivas y otras que se asomaban a los abismos de la desesperación. Pero su mirada, que rimaba amor con dolor compartido, conseguía ver belleza en el alma de los personajes más perversos. Para él, lo contrario de lo bello no era lo feo sino el utilitarismo, el espíritu de usar a los otros y así robarles la dignidad.
“Seguramente no podemos vivir sin pan, pero también es imposible existir sin belleza”, repetía. Belleza es más que estética; posee una dimensión ética y religiosa. Veía en Jesús un sembrador de belleza. “Él fue un ejemplo de belleza y la implantó en el alma de las personas para que a través de la belleza todos se hiciesen hermanos entre sí”. Dostoyevski no se refiere al amor al prójimo; al contrario: es la belleza la que suscita el amor y nos hacer ver en el otro un prójimo al que amar.
Nuestra cultura dominada por el marketing ve la belleza como una construcción del cuerpo y no de la totalidad de la persona. Entonces surgen métodos y más métodos de plásticas y botoxs para hacer a las personas más “bellas”. Por ser una belleza construida, no tiene alma. Y si lo miramos bien, estas bellezas fabricadas hacen emerger personas con una belleza fría y con un aura de artificialidad, incapaz de irradiar. Ahí irrumpe la vanidad, no el amor, pues belleza tiene que ver con amor y comunicación. Dostoyevski en Los hermanos Karamazov observa que un rostro es bello cuando se percibe que en él litigan Dios y el Diablo en torno del bien y del mal. Cuando percibe que ha vencido el bien irrumpe la belleza expresiva, suave, natural e irradiante. ¿Qué belleza es mayor, la del rostro frío de una top model o el rostro arrugado y lleno de irradiación de la Hermana Dulce de Salvador de Bahía o de la Madre Teresa de Calcuta? La belleza es irradiación del ser. En las dos hermanas la irradiación es manifiesta, en la top model no tiene fuerza.
El Papa Francisco ha dado especial importancia en la transmisión de la fe cristiana a la via pulchritudinis (la vía de la belleza). No basta que el mensaje sea bueno y justo. Tiene que ser bello, pues solo así llega al corazón de las personas y suscita el amor que atrae (Exhortación La alegría del Evangelio, n 167). La Iglesia no busca el proselitismo sino la atracción que viene de la belleza y del amor cuya característica es el esplendor.
La belleza es un valor en sí mismo. No es utilitarista. Es como la flor que florece por florecer, poco importa si la miran o no, como dice el místico Angelus Silesius. ¿Pero quién no se deja fascinar por una flor que sonríe gratuitamente al universo? Así debemos vivir la belleza en medio de un mundo de intereses, trueques y mercancías. Entonces ella hace realidad su origen sanscrito Bet-El-Za que quiere decir: “el lugar donde Dios brilla”. Brilla por todo y nos hace también brillar por lo bello.
Leonardo Boff escribió La fuerza de la ternura, Editorial Mar de Idéias, Rio 2011.
Traducción de MJ Gavito Milano
02 May 2014 Deja un comentario
Pocos días después de la elección de Francisco comenzaron las comparaciones del papa argentino con Benedicto XVI y Juan XXIII: con el primero, destacando las diferencias; con el segundo, los parecidos, que han vuelto a manifestarse con motivo de la canonización de Juan XXIII y de Juan Pablo II el 27 de abril. Se refieren a la cálida y espontánea corriente de comunicación de ambos con el público. La campechanía de Juan XXIII rompía con el hieratismo de su predecesor Pío XII. La sencillez de Francisco contrasta con el gusto por el protocolo de Benedicto XVI.
El parecido se aprecia también en la avanzada edad en el momento de la elección papal de ambos: 77 años, que, no obstante, se disimulan por la vitalidad, la creatividad y los gestos llenos de humanidad poco acordes con los títulos que ostentan: Sumo Pontífice de la Iglesia universal, Vicario de Cristo, Santo Padre, Sucesor del Príncipe de los Apóstoles, Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano, etc. A ello hay que sumar su permanente capacidad de sorpresa. En la Navidad de 1958, Juan XXIII, recién elegido papa, visitó el hospital del Niño Jesús para niños con poliomielitis y la cárcel Regina Coeli, junto al Tíber, donde abrazó a un preso condenado por asesinato que antes le había preguntado si había perdón para él. Se reunió con un grupo de personas discapacitadas y con otro grupo de chicos de un orfanato. Luego se encontró con el arzobispo de Canterbury Geoffrey F. Fissher y recibió a Rada Kruchev, hija del presidente de la URSS, y a su esposo.
Francisco no ha dejado de sorprender desde que abandonó su Buenos Aires querido y fue elegido papa con gestos significativos: renuncia a vivir en el Vaticano; cese de obispos por llevar una vida escandalosamente anti-evangélica; auditoría externa para investigar la corrupción del Banco Vaticano; disponibilidad a revisar la normativa sobre la exclusión de la comunión eucarística a los católicos divorciados y vueltos a casar; viaje a Lampedusa y grito indignado de «¡Vergüenza!” como denuncia por los cientos de inmigrantes muertos y desaparecidos ante la indiferencia de Europa; respeto a las diversas identidades sexuales, etc. Recientemente nos ha vuelto a sorprender al celebrar el día del «Amor fraterno” en un centro de personas discapacitadas de diferentes continentes, religiones, culturas y etnias, donde se ha arrodillado y lavado los pies a doce de ellas. El ejemplo no es baladí, queda fijado primero en la retina, luego en la mente y debe traducirse en una práctica compasiva y solidaria, si no quiere convertirse en rutina.
Pero, a mi juicio, las semejanzas entre Juan XXIII y Francisco van más allá de su talante y de sus gestos. La sintonía se manifiesta en su espíritu reformador del cristianismo con la mirada puesta en el Evangelio desde la opción por el mundo de la exclusión y el compromiso por la liberación de los empobrecidos. Juan XXIII y Francisco coinciden en la necesidad de construir una «Iglesia de los pobres”. El papa Roncalli fue el primero en utilizar esta expresión en un mensaje radiofónico el 11 de setiembre de 1962: «De cara a los países subdesarrollados, la Iglesia se presenta como es y quiere ser: la Iglesia de todos, y, particularmente, la Iglesia de los pobres». La idea apenas tuvo eco en el aula conciliar, pero se hizo realidad en las decenas de miles comunidades eclesiales de base que surgieron en América Latina y otros continentes, y en la teología de la liberación, que la convirtió en santo y seña del cristianismo liberador.
Francisco expresó el mismo deseo en una rueda de prensa multitudinaria con periodistas que habían seguido el cónclave, a quienes contó algunas interioridades del mismo. Cuando hubo logrado los dos tercios de los votos, el cardenal Claudio Humes, arzobispo emérito de São Paulo le abrazó, le besó y le dijo: «No te olvides de los pobres”. Tras esta confesión y en un arranque de sinceridad, les dijo a los periodistas: «¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!”. Adquiría así públicamente un compromiso que le obligaba a hacer realidad aquel deseo. ¿Lo hará?
Juan XXIII era consciente de que la humanidad estaba viviendo un cambio de era y la Iglesia católica no podía volver a perder el tren de la historia, sino que debía caminar al ritmo de los tiempos. Era necesario poner en marcha un proceso de transformación de la Iglesia universal en sintonía con las transformaciones que se sucedían en la esfera internacional. Francisco es igualmente consciente de estar viviendo un tiempo nuevo, lo que le exige dejar atrás los últimos cuarenta años de involución eclesial que pesan como una losa y activar una nueva primavera en la Iglesia en sintonía con las primaveras que vive hoy el mundo: la Primavera árabe, el movimiento de los Indignados, los Foros Sociales Mundiales, etc. Bergoglio tiene un compromiso con la Historia que no puede eludir: ¡Primavera eclesial ya! ¿Lo cumplirá?
Juan José Tamayo-Acosta es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones, de la universidad Carlos III de Madrid, y autor de Invitación a la utopía (Trotta, 2102) y Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica (Fragmenta, 2013).
http://site.adital.com.br/site/noticia.php?boletim=1&lang=ES&cod=80432
02 May 2014 Deja un comentario
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España, «la espada de la Contrarreforma», tiene una historia en común con la Iglesia Católica. El conocido autor e historiador César Vidal publicará en bre ve «La historia secreta de la Iglesia Católica en España», donde repasa qué ha significado para nuestro país esta vinculación, desde la Edad Media hasta nuestros días, donde el poder de la institución está lejos de decaer. Una entrevista de Pedro Tarquis para Protestante Digital.
02 May 2014 Deja un comentario
en Vaticano
Félix Alarcón
Tengo esperanzas locas en el Papa Francisco. Ojalá no nos lo maltraten. Tendrá que tener mucho cuidado, porque está tocando muchas áreas sensibles donde hay intereses en juego
(Jesús Bastante).- Fue uno de los primeros miembros de la Legión de Cristo, su secretario general y secretario personal, durante décadas, del «padre Maciel». Félix Alarcón aún se refiere de este modo cuando habla del pederasta mexicano, quien abusó de él varios años. Él fue una de las ocho víctimas de Marciel Maciel que se atrevieron a denunciar al fundador ante el Vaticano, recibiendo el silencio y la incomprensión.
A sus casi 80 años, y cuando está a punto de comenzar la congregación que definirá el futuro de la Legión, el sacerdote rompe su silencio y abre su corazón para los lectores de RD. Un testimonio desgarrador y, a la vez, esperanzado, que demuestra cómo la fe supera cualquier sufrimiento, aun el más extremo. Y el amor. «Yo perdoné a Maciel», asegura mirándome fijamente a los ojos.
Sufriste abusos de Maciel, y fuiste uno de los que escribisteis al Papa para denunciarlos…
Sí. Hay que entender una cosa: yo viví toda esta situación en un silencio personal muy grande. No abrí la boca para nada. Ni siquiera cuando le manifesté al padre mi deseo de dejar la Legión, y cuando me mandaron abrir la primera casa de la congregación en Estados Unidos, y al poco tiempo me busqué un obispo que me mandó a Long Island… ni siquiera cuando me recibieron en aquella diócesis donde necesitaban sacerdotes, manifesté ni una palabra sobre lo que yo había vivido. Solo di el paso cuando uno de los legionarios que después mandaría la carta, me llamó para pedirme que le ayudara a entrar en mi diócesis. Yo lo hice, él vino a mi diócesis, y a los poco meses destapó la caja de los truenos. Fue directamente al obispo de la diócesis y le contó lo que había sufrido, cuál era la situación real de la Legión de Cristo y del padre Maciel.
¿Cómo se soporta en el silencio una situación así?
Creo que es fácil de entender: Nosotros éramos muy jovencitos y el padre tenía un carisma impresionante. Se nos aparecía como lo que era en realidad: el fundador de una orden religiosa que se había atrevido a volar con unos chavales a España a empezar su ruta europea. Cada uno nos enfrentábamos con el misterio de compaginar lo que se conoce como los abusos sexuales y su condición de fundador. Y la verdad es que para mí sigue siendo un misterio, cómo pudo un hombre así, que parecía un santo, convencer a chiquitos jóvenes de la «misión de la Legión». Algunos eran más jóvenes que yo todavía, y nos ponía en un dilema. No entendíamos qué estaba pasando.Pensábamos que debía de estar muy enfermo para que esas cosas ocurrieran. Lo justificábamos.
¿Os llegó a hacer sentir que la culpa era vuestra?
Sí, yo al menos me lo llegué a plantear. Pero todos los cánones de la psicología y de la psicoterapia de los entendidos de la vida sexual dicen que quien tiene poder sobre ti como superior es quien tiene verdaderamente la responsabilidad. Es difícil lidiar con eso y con el dilema de sentirte culpable a la vez.
¿Aguantaste mucho tiempo?
Sí. Permanecí 15 años. Hice mi noviciado y mi junoriado en Roma y luego estudié en la Gregoriana mi licencia en Filosofía. Lo irónico es que, lidiando con tantas cosas como estaba, me afanada por dar honor a mi congregación y saqué los estudios cum laude, que no era fácil. Luego hice Teología en la Universidad de Salamanca, y cuando ya me correspondía ordenarme, me exiliaron a Estados Unidos para abrir la primera casa.
¿Los abusos sólo los sufriste durante la primera etapa?
No, los abusos han sido permanentes, en todos los sitios. Lo misterioso y lo tremendo es que cuando todo esto se ha puesto boca arriba, cada uno de nosotros ha tenido una reacción distinta. Muchos preguntaban por lo bajo: «¿Pero también a ti te pasó aquello?». Porque no teníamos la madurez suficiente como para pensar que aquello nos estaba sucediendo a todos, a un grupito. Pensabas que eras tú solo. De ahí surgía la vergüenza y el sentido de esconderte.
Pero descubrimos que la cosa fue mucho más perversa de lo que creíamos. Yo personalmente me enfrenté al padre, pero me costó mucho, porque el abuso psicológico era mucho mayor que el otro. Considero que el abuso psicológico era mucho más grave que el abuso sexual.
Yo cantaba muy bien y me llevaban a cantar a las abadías, me hacían cantar para los cardenales cuando venían de visita… me usaban un poco para eso. Entonces, en un momento me mandaron a una abadía a perfeccionar mi técnica de canto gregoriano, donde estuve un mes. Yo seguía la línea de mi conciencia, porque mi familia había pasado tanta tragedia… Mi padre y mi hermano estaban enterrados en Paracuellos, y por eso la vida me forzó a buscar una relación de paternidad real, porque no tenía a nadie a quien pudiese llamar padre. Y el padre Maciel lo era. Pero rápidamente dejó de serlo.
¿Cómo te enfrentaste a él?
Por escrito, porque las relaciones generalmente eran siempre por carta. Me dijeron que me cogiera el tren a la noche siguiente y me marchara. Me mandaron a Estados Unidos.
Me enfrenté a él porque la situación de la droga me parecía inadmisible. La dolantina.Me aprendí su fórmula como el padrenuestro: clorhidrato del estel etílico del ácido fenilmetilbiperidincarbónico… Imagínate qué obsesión por buscar la droga. Fue durísimo, terrible, porque además era una adicción intravenosa y no sabíamos ya ni con quién estábamos tratando. Quise dejar incluso el sacerdocio. Fue un calvario horroroso.
Pero por fin salí. Me mandaron a EEUU, y la fotografía de la libertad americana para alguien que venía de donde venía yo, fue lo más impactante.
¿A EEUU llegaste como sacerdote legionario?
No, no me había ordenado. Me mandaron ahí sin ordenarme. Fue una especie de exilio. Era una práctica muy común en la Legión: a los que éramos un poco contestatarios o claros nos mandaban a algún sitio lejano.
Para ordenarme volé a Roma, donde vinieron mi madre y mi hermana para estar presentes en mi ordenación.
¿Tu familia supo en algún momento lo que estaba pasando?
Sí. Mi madre vio al padre Maciel en una situación de estupor muy grande, en un hotel de Madrid. Y mi hermana también. Pero era una situación difícil de creer. Muy poca gente lo creía.
En los años 80 escribisteis la carta…
Sí. Yo nunca había necesitado airear lo que había vivido, hasta que este compañero del que he hablado -en referencia a José Barba- antes me pidió que le ayudara a entrar en la diócesis, y entonces empecé a verme envuelto en la vorágine de las acusaciones. Me dije a mí mismo: «Bueno, yo he guardado silencio y he estado en paz con esto, Dios me ha ayudado a sobrellevarlo… Pero desde ahora, si estoy en la refriega, mi única dirección es decir la verdad«. Y en eso he estado desde entonces.
¿Cuál fue la reacción del Vaticano? ¿De verdad Juan Pablo II no sabía nada?
Acabo de leer precisamente un libro de investigación reciente que refleja que el Vaticano tiene 240 documentos que evidencian que la situación se conocía mucho antes de que se reconociese que se conocía. Nuestra carta es del año 88, y mientras Ratzinger estuvo de cardenal, se pasaban esta terrible patata caliente unos a otros, sin tomar ninguna medida. Tuvieron que pasar más de 20 años hasta que se tomara.
Dieron a entender que no sabían nada de lo que pasó, pero hay documentos fehacientes que iluminan que sabían todo.
Barba, uno de los autores del libro al que me refiero, es uno de los firmantes de la carta. Fue quien la redactó. Él tiene un título académico de Literatura por Harvard, y es un hombre extraordinariamente preparado. Si algo tiene la Legión es que nos daban una preparación académica muy seria y muy buena a todos.
¿Recibisteis respuesta del Vaticano? ¿Qué pasó dentro de la Legión una vez enviasteis la carta?
Dejar la Legión era como estar muerto. La desconexión fue total una vez que me fui, o sea que no sé qué reacción tuvieron dentro cuando enviamos la carta a la Santa Sede. Sólo sé que escribimos de una forma verdadera, que estábamos ataditos a la verdad. No negociamos ninguna compensación, jamás se nos pasó por la cabeza. Sólo pedimos un juicio. Ni siquiera ahora, que la congregación ha empezado a compensar a las víctimas, le he pedido nada a nadie. Y creo que si se hubieran acercado a mí ofreciéndome dinero lo hubiera rechazado. No porque sea más virtuoso que nadie, sino porque ésa ha sido mi línea de conducta. Aceptando dinero creo que se hubiera perdido la belleza y la profundidad de mi propio esfuerzo, del dolor terrorífico que he sentido, y de la necesidad de buscar una vía de salida a lo que fue una tragedia tremenda.
Por tanto, no sé que reacción hubo dentro, y creo que la inmensa mayoría de los legionarios también lo desconoce.
La carta creo que Barba la depositó en manos del Nuncio de España en México (aunque me puedo equivocar porque mi memoria es ya un poco frágil). De si llegó la carta no estamos seguros. Y es que hay muchas maneras de tapar o de parar un documento que puede tener muchas implicaciones.
¿Te parece posible que Juan Pablo II no hubiera oído nada en su entorno?
No le pidas a un pobre cura que juzgue al Papa, te lo pido humildemente. Yo no soy nadie. Sólo sé que el Papa quería mucho a los legionarios y al padre Maciel, y que el padre Maciel le facilitaba los viajes a México y todo eso…
Y le llamó «apóstol de la juventud»…
Sí. Eso fue, de hecho, lo que nos quitó un poco la venda. Dijimos: «¡Cómo es posible que el Santo Padre haya podido decir esto!».
Cuando hablas de Marcial Maciel, sigues llamándole «padre Maciel»…
Es que era nuestro padre. «Mon Père» le decíamos… Es difícil cambiar el chip. Hasta la fecha, aún no sé si es que el padre estaba muy enfermo o si era un caso de posesión demoníaca. Fue tremendo cuando acabamos sabiendo de sus hijos, de sus relaciones con mujeres… Y la reacción del Vaticano fue callar, hasta que me imagino que ya no han podido callar más. Es más fácil ignorar a los pequeños, a las víctimas de un caso como éste, que denostar a quien ellos mismos han encumbrado o han sostenido en una posición de honor en la Iglesia.
¿Qué sentiste cuando murió Maciel? ¿Qué pasó por tu cabeza? ¿Rezaste por él?
Sí, claro que sí. Incluso ofrecí una eucaristía. Yo he tenido una capacidad grande de perdonarlo todo, pero hubo una cosa que me causó una inmensa decepción: Yo hubiese deseado que, cuando él estaba ya contra las cuerdas, acusado por las altas jerarquías de la misma Iglesia (cuando ya los Papas se pronunciaban con epítetos y calificativos muy concretos)… pienso que, si él hubiera sentido en el fondo de su alma que se había equivocado, tendría que habernos convocado a todos los que entonces fuimos muchachos de los que él abusó y e hizo sufrir, y habernos pedido perdón.
Pero él hasta el final siguió diciendo que éramos unos calumniadores. Jamás nos pidió perdón. Dejamos de existir para él cuando nos fuimos de la congregación.
Él había sido muy amable con mi familia, y cuando venía a mi casita de Madrid mi madre se desvivía por atenderle. Pero claro, yo llevaba ese sufrimiento personal que no compartía con nadie… Creo que sólo el salir de la Legión ya fue un acto bastante heroico.
¿Te consideraron un traidor, alguien que no sabe cumplir sus promesas…?
Exactamente. Esa fue la realidad que yo viví. Me tuve que buscar mi camino sin ayuda de nadie. «Búsquese un obispo» fue lo único que me dijeron ellos.
Por suerte pude incardinarme en la diócesis de Long Island, donde estaba todavía el obispo fundador y otro obispo auxiliar que fueron buenísimos conmigo. Y allí al menos pude estar contento, aunque no feliz del todo. Yo no pensaba en rangos ni en subir en mi carrera, sino en servir a la gente y compartir la paz interior que en mí ha nacido del sufrimiento que pasé.
El próximo 8 de enero arrancan las congregaciones de la Legión, en las que se supone que van a reformar la constitución, y quizás poner un punto final a todo esto. ¿Crees que puede haber alguna petición de perdón por parte de miembros relevantes de la Legión, como la del padre Sabadell, que os ha pedido perdón a los ocho?
He leído la carta del padre Sabadell y me ha parecido preciosa. Lo que me impresiona menos es saber que es un miembro relevante de los legionarios. Me hubiera impresionado más si fuera un miembro «de la tropa», un sacerdote normal. Y repito que me ha parecido precioso, pero precioso como si una flor naciera en un campo de minas. O como las flores frescas que algunas mujeres alemanas ponían en los balcones de Berlín en medio de la devastación total. Es decir, una cosa esporádica. Que este testimonio no haya venido acompañado de muchos más es lo que encuentro verdaderamente doloroso. He llegado a preguntarme si de verdad han cambiado.
¿Crees que la pretendida reforma de la Legión va a ser reforma de verdad?
He oído que hay dos grupos, y que uno de ellos quiere conservar «las esencias» de la Legión (no sé cuáles), y otro que estaba por la conversión. A mí me parece que el único camino es la conversión total. Un reconocimiento total de que esto fue una tragedia real, que nosotros no la hemos pintado. Que fue la realidad cruda y dura.
Por eso, me decepciona que haya tan pocos de ellos que hagan el esfuerzo de salir a la palestra y reconocer el pasado de su congregación.
Algunos de los que se están saliendo de la línea oficial de la reforma (que no sabemos hasta dónde llegará), piden directamente una refundación. ¿Crees que habría que eliminar directamente la Legión de Cristo?
Cualquier opción es válida si los miembros de la Legión son capaces de crecer en la verdad y reconociendo que vienen de donde vienen.
¿Pero puede sobrevivir una congregación así?
La Legión tenía muchos elementos para impresionar a los jerarcas de la Iglesia: teníamos una formación académica muy grande, sentido de la elegancia para tratar los asuntos, una disciplina tremenda… Lo que pasa es que la gente no sabía a qué precio.
Creo que muchos en Roma piensan que no hay otra salida que eliminar la congregación tal y como se conoce. Y que cada uno se busque su camino.
A mí me han llamado familiares de legionarios americanos que están angustiados por la situación de sus hijos. Alguno de ellos pidió un cambio y se fue a la diócesis de Milwaukee. Temen porque no saben a dónde ir si de desintegra la congregación.
Y la verdad es que hay muchas ansias verdaderamente inocentes y una entrega real de mucha gente. Si ellos pudieran hacer abstracción y seguir sin la sombra del fundador… Pero es que todas las congregaciones religiosas se sostienen en el carisma del fundador, por un respeto y un amor grande a él. Pero si miras al fundador de los legionarios lo que ves es un misterio terrorífico.
Pero yo entiendo que para los miembros de la congregación es complicado. Hasta yo me pregunto qué derecho tengo de juzgar la totalidad de la vida del padre Maciel. Yo todavía quiero creer que sucedió algo que yo no sé explicar y que no podemos entender, y que hizo que Maciel llegara a encandilar incluso a las más altas instancias de la Iglesia.
Por eso mi solución fue salir en silencio, y no usar mi experiencia personal. La verdad es que yo necesitaba mucho un padre cuando alguien me tocó en el hombro y me preguntó si quería ser legionario. Pero he tenido una decepción tras otra, y decepciones terroríficas. He tenido que aprender a vivir basándome en la fuerza interior que me da el Señor.
Entonces, creo que la Legión tal como la entendíamos debería ser eliminada. De todas formas, les deseo suerte en el camino que elijan. Aunque no sé si la tendrán. Ahora nadie tendrá que contender con una situación como la que yo viví, y esto les purificará mucho. Les limpia el campo para que crezcan sin el horror.
Pero por mucho que se reforme, seguirá habiendo una cierta continuidad. Corcuera, por ejemplo, se había retirado un año como responsable pero acaba de volver, y Luis Garza también va a formar parte de los 61 legionarios que harán el Capítulo…
A Luis Garza creo que no le conozco, pero a Corcuera sí. Cuando la Legión empezaba a abrirse a la necesidad de pedir perdón a las víctimas, me mandó a Madrid a su secretario para preguntarme si tenía algún inconveniente en que viniera a verme el padre Corcuera desde Roma. Y así fue, hace 4 o 5 años: voló desde Roma para verme, y estuvo dos horas en mi casa. Sellamos toda nuestra conversación con un abrazo fraternal entre dos sacerdotes que se aceptan y se reciben. Después de aquello me ha escrito de vez en cuando algunas postales. Creo que fui el primero al que pidieron perdón.
Es decir, que para no ser injusto, no voy a excluir de este proceso penitencial y catártico que se han impuesto el hecho de que me pidieron perdón. Y yo no se lo negué.
¿Y tú has sido capaz de perdonar de verdad?
Yo he perdonado a todos, incluido a Maciel. Lo que me cuesta mucho es reconciliarme con la idea de que él no tuviera la valentía de pedirnos perdón cuando ya todo esto había llegado a las altas instancias del Vaticano y los jerarcas de la Iglesia le habían puesto adjetivos a su conducta. Yo no sabía que él vivía en un mundo de droga, pero eché de menos que nos reuniera a todos para preguntarnos si le perdonábamos. Me pregunto cómo una persona que vivió de Dios pudo no haber llegado a ese momento… Ahí se me derribó la imagen de las memorias buenas que yo tenía. Me di cuenta verdaderamente de que el problema que tenía el padre Maciel quizás escapaba de los límites de lo natural, y entraba en el campo de lo sobrenatural y de Satán. Que, como dice la canción, está por el mundo buscando a quién devorar… Eso sí me cuesta perdonarlo.
¿Has tenido algún contacto con su hija o con algún miembro de su familia?
No, nada de eso. A mí no me han buscado jamás. Fíjate que han mandado monseñores a México y a otros lugares para entrevistar a las víctimas, pero a mí jamás me han buscado. Y yo creo que es porque temían que yo les iba a decir la verdad. No querían escuchar a un sacerdote que les iba a decir la verdad. Pienso que había intereses que les llevaban a no cruzar ese puente.
A mí nadie me ha buscado, entiendo que para no arriesgarse. Tengo el temor de que ésa ha sido la razón: que no querían preguntarle a un sacerdote como yo, humilde y pobrísimo, que deja mucho que desear en muchos aspectos pero que sigue siendo sacerdote. Creo que no se atrevieron a preguntarme, y eso a mí me causa mucha inquietud interior y mucha tristeza. Porque me lleva a cuestionarme cómo puede mi amada Iglesia, en la que yo he nacido y en la que espero morir, apartarse de la ruta de la verdad y no atreverse a saber cómo fueron las cosas realmente. Eso me da mucho dolor y me cuesta perdonarlo.
Pero bueno, también lo perdono. ¿Quién soy yo para juzgar la vida del padre Maciel?
Como víctima suya, tendrías toda la legitimidad para hacerlo…
Ya lo sé, pero como sacerdote no lo siento así. Me basta haber salido, haberme buscado un camino sin ayuda, haber servido a mi gente de EEUU, y haber continuado tranquilo, siguiendo la norma de decir la verdad una vez me envolvieron en esto. Y la verdad se la he dicho al Vaticano, a los periodistas, a los investigadores sobre pedofilia…
¿Tienes esperanzas de que Francisco arregle esta cuestión?
Tengo esperanzas locas. El Papa me parece un hombre extraordinario. Ojalá no nos lo maltraten, porque está tocando muchas áreas sensibles… Pero tiene mucho carácter, bondad y cercanía humana, que es todo lo que echábamos de menos en la curia romana, donde muchas cosas se paraban en seco para que no llegasen arriba.
Creo que Francisco está llegando al corazón y al ansia del mundo por su fe y por creer en algo serio. Que Dios lo bendiga y lo conserve. Que no me lo maltraten, porque hay muchos intereses en juego. Va a tener que tener mucho cuidado, aunque la protección de Dios es la única que necesita.
¿Qué esperas, entonces, del Capítulo de la Legión?
Yo me quedé muy impresionado con la bondad del padre Corcuera. A los demás no los conozco, pero agradezco mucho el testimonio del legionario que se ha atrevido a pedirnos perdón de forma pública. ¡Es casi un milagro! Me duele mucho que no haya otros testimonios de esta naturaleza. Yo he intentado dar el mío propio, abriendo mi corazón.
TITULARES:
-Los abusos eran permanentes, en todos los sitios
-Al cabo de los años nos preguntábamos unos a otros «¿Pero también a ti te pasó aquello?»
-No teníamos la madurez suficiente para darnos cuenta de que aquello nos estaba sucediendo a todos, y lo escondíamos por vergüenza
-El abuso psicológico era mucho más grave que el abuso sexual
-A mi padre lo enterraron en Paracuellos, y por eso la vida me forzó a buscar una relación de paternidad con Maciel, porque no tenía a nadie a quien pudiese llamar padre
-Guardé silencio durante mucho tiempo, pero una vez que entré en la refriega, decidí que mi única dirección sería decir la verdad
-Desde el Vaticano dieron a entender que no sabían nada de lo que pasó, pero hay documentos fehacientes que prueban lo contrario
-El Vaticano tiene 240 documentos que evidencian que la situación se conocía mucho antes de que se reconociese que se conocía
-No negociamos ninguna compensación, sólo pedimos un juicio
-No estamos seguros de que nuestra carta de denuncia llegara al Vaticano, y es que hay muchas maneras de tapar o de parar un documento que puede tener muchas implicaciones
-Aún no sé si el padre Maciel estaba muy enfermo o si era un caso de posesión demoníaca
-La reacción del Vaticano fue callar, hasta que me imagino que ya no han podido callar más
-Es más fácil ignorar a los pequeños, a las víctimas de un caso como éste, que denostar a quien ellos mismos han encumbrado o han sostenido en una posición de honor en la Iglesia
-Si el padre Maciel hubiera sentido en el fondo de su alma que se había equivocado, tendría que habernos convocado a todos los que entonces fuimos muchachos de los que él abusó, y habernos pedido perdón
-Yo no pensaba en rangos ni en subir en mi carrera, sino en servir a la gente y compartir la paz interior que en mí ha nacido del sufrimiento
-Me parece que el único camino para la Legión es la conversión total
-Me decepciona que haya tan pocos legionarios que hagan el esfuerzo de salir a la palestra y reconocer el pasado de su congregación
-No me siento con el derecho de juzgar la totalidad de la vida del padre Maciel, todavía quiero creer que sucedió algo que yo no sé explicar
-Había algo en el padre Maciel que no podemos entender, y que hizo que llegara a encandilar incluso a las más altas instancias de la Iglesia
-Mi solución fue salir en silencio, y no usar mi experiencia personal para reclamar nada a nadie
-Me di cuenta de que el problema que tenía el padre Maciel escapaba de los límites de lo natural y entraba en el campo de Satán
-A mí no me han buscado jamás para entrevistarme como víctima, y creo que es porque temían que yo les iba a decir la verdad
-No comprendo cómo puede mi amada Iglesia apartarse de la ruta de la verdad y no atreverse a saber cómo fueron las cosas realmente
-Tengo esperanzas locas en el Papa Francisco. Ojalá no nos lo maltraten
-El Papa Francisco tendrá que tener mucho cuidado, porque está tocando muchas áreas sensibles donde hay intereses en juego
-Francisco tiene la bondad y la cercanía humana que echábamos de menos en la curia romana, donde muchas cosas se paraban en seco para que no llegasen arriba
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