México.- Silvana Tamayo cree que unavida familiar ayudaría a reducir el abuso sexual. “Nosotros amamos a estos hombres y ellos nos aman a nosotras. Es muy difícil cortar un vínculo tan sólido y bello que lleva en sí el dolor de lo no plenamente vivido.
“Un estira y afloja que lacera el alma: si se decide por un alejamiento definitivo las consecuencias no son menos devastadoras a la alternativa del abandono del sacerdocio o la persistencia para siempre de una relación secreta.”
Al leerle el fragmento de la carta que las mujeres italianas le enviaron al papa Francisco el pasado 19 de mayo, Silvana no duda en suscribirla. Ella también lo vivió y piensa que el celibato es una medida que no sólo orilla a miles de mujeres y hombres a vivir en la clandestinidad, sino que priva a sacerdotes deconocimientos, sensaciones y vivencias que los acercarían más a la comunidad cristiana.
Originaria de León, Guanajuato, Silvana cuenta que, mientras ejerció su esposo ejerció el ministerio, fue un sacerdote excepcional, pues en varias ciudades del País formó grupos de jóvenes para alejarlos de las drogas y realizó una intensa actividad para rescatar a niños en situación de calle.
“Sin embargo, todo eso se acabó cuando decidió ser honesto y decirle a sus superiores que estaba enamorado y que tenía una hija. Estos hombres pueden hacer mucho bien, pero la Iglesia prefiere hacerlos a un lado”.
Silvana y su esposo formaron en León un grupo de ayuda, al que asisten parejas en la misma situación que ellos, donde hay mujeres enamoradas de sacerdotes o presbíteros en activo que mantienen una relación sentimental. Ella asegura que sólo una de cada cinco personas no tiene miedo, el resto vive con remordimientos, mantiene su relación en secreto o prefiere no decir que ya se casaron.
Madre de una adolescente, Silvana cree firmemente en el celibato opcional. Asegura que la medida ayudaría a reducir el abuso sexual por parte de sacerdotes, aumentaría las vocaciones y daría a la sociedad sacerdotes más humanos. “Cómo puede un cura dar un consejo si no sabe la angustia por un hijo que no llega a la casa, si no sabe que si no trabajas no comes”.
‘Para mí eres sacerdote’
Abandonar el ministerio sacerdotal es algo más que dejar Los hábitos, pues los “desertores” de la Iglesia salen a la calle sin ninguna indemnización y con habilidades poco requeridas en el mercado laboral.
En el caso de Roberto, su formación como teólogo, filósofo y guía espiritual le complicó encontrar trabajo cuando dejó el sacerdocio para unirse con Silvana.
El dueño de una línea de autobuses de León que lo conoció de sacerdote y lo empleó como capellán. “No importa que te hayan sacado de la Iglesia, para mí siempre serás sacerdote”, le dijo. Y Roberto se convirtió en consejero de los operadores.
Entre los choferes de autobús existen muchos conflictos familiares. Dado que deben viajar mucho y por largas temporadas, es frecuente la desintegración familiar. Roberto los guía espiritualmente.
Él ejerció durante 10 años el ministerio. Cuando pidió la dispensa, la diócesis hizo una historia de vida para evaluar su trayectoria, donde se constató su trabajo con jóvenes y niños de la calle.
A la fecha, la dispensa no ha llegado, pues se requieren “situaciones de mayor gravedad” al hecho de tener mujer e hijos para que el trámite fluya más rápido.
Se pierden los buenos presbíteros
La noche del 15 de junio de 2003, Judith Bojórquez recibió la llamada telefónica que más la ha estremecido en su vida.
“Bueno…”
-Mi amor, ¿cómo estás?-
“Bien, Beto… ¿Qué pasó?”
-Acabo de oficiar mi última misa… mañana voy por ti-
“¿En serio?”
-Quiero estar contigo el resto de mi vida. Te amo, eres todo para mí…-
La llamada era del padre Alberto de León, quien ese día decidió dejar el ministerio. Ya llevaba tres años de novio con Judith, a quien conoció en Los Mochis, Sinaloa, y no veía la hora de proponerle matrimonio. Hacía tres meses que se había ido a Irapuato por órdenes de su obispo. Dos días después, el 17 de junio de ese año, ambos estaban viviendo juntos en Guanajuato.
Once años han pasado desde aquel acontecimiento y Judith está convencida de que la Iglesia está perdiendo buenos sacerdotes debido al celibato.
“En nuestro círculo de amigos hay muchos sacerdotes, y todos coincidimos en que un ministro sería mejor si tuviera a lado a una mujer que lo ame. Eso les daría más experiencia para tratar con los feligreses”, afirma.
“Cómo vas a dar un consejo si nunca has sido papá, cómo vas a hablar ante los matrimonios de convivencia y comprensión si no conoces el amor de pareja.”
Judith coincide con los que afirman que detrás de la imposición del celibato hay razones económicas, pues un sacerdote solo requiere menos sustento que uno con familia. “Desde luego que, en caso de que el celibato fuera opcional, debería haber reglas bien claras sobre economía y administración, porque es evidente que la esposa y los hijos de un sacerdote implican gastos, y tampoco se trata de que le quiten el dinero a las iglesias”.
La sinaloense cuenta que uno de los motivos que impulsó a su marido a dejar el ministerio fue ver que muchos sacerdotes mueren solos, sin familia que los asista cuando están enfermos. “Me gusta lo que hago, amo a Dios, pero no quiero morir en esas condiciones”, le dijo Beto a Judith.
Judith tenía 19 años cuando dejó familia y amigos para seguir al sacerdote que conoció dos años antes. Ambos trabajaban organizando actividades para grupos de jóvenes católicos. Confiesa que después de las jornadas parroquiales se veía a escondidas con el hombre de entonces 34 años.
Después de tres años de servicio en Los Mochis, el padre Beto recibió la noticia de que debía volver a Irapuato. Judith entra en shock. Él le promete que dejará el ministerio y volverá para llevársela al Bajío. La pareja se despide. Ella piensa que será para siempre. Tres meses después entró la llamada que le devolvió la alegría a Judith.
“No sabes, fue todo un show”, recuerda Judith. “La mamá de él dijo: ‘No puede ser. ¡Cómo mi hijo, el que entregué a Dios, me viene a decir que ya tiene mujer!’ Él les dijo: ‘¡Estoy enamorado, quiero que me entiendan!’, pero poco a poco me la fui ganando.
“Con quien sí fue difícil reconciliarme fue con mi mamá. Ella quería que me quedara en Los Mochis para terminar la universidad, pero Beto no estaba dispuesto a dejarme sola.”
Actualmente, Judith y Alberto tienen tres hijos, de 10, ocho y cuatro años. Ella es jefa de un grupo de boy scouts en una congregación salesiana. Él es director de una escuela de la Universidad La Salle, en Salamanca, y por las tardes da clases de psicología en una preparatoria.
‘Dios no nos ha puesto bendiciones’
“Tú sólo dime que no te quieres ir y nosotros nos encargamos de todo”. Fueron las palabras que le dijeron al padre Alberto de León, cuando informó a sus superiores que estaba enamorado, que su mujer estaba embarazada y que deseaba renunciar al ministerio para formar una familia.
“Pero es que quiero estar con mi mujer”, insistió Alberto.
-Ése no es motivo para que nos dejes- le respondió su superior.
“Ella va a tener un hijo mío…”
-No te preocupes por ella. Ella va a tener a su hijo. A ti te podemos mandar a retiros espirituales.
Hasta la fecha, Alberto recibía su dispensa, a pesar de estar casado por el civil con Judith.
Ella piensa que su esposo ha hecho las cosas bien. “Yo le digo que él siempre debe ir con la frente en alto, pues está viviendo el amor. Si Dios no hubiera querido que estuviéramos juntos, nos habría puesto barreras, y, al contrario, sólo nos ha dado bendiciones”.
LE ‘LLUEVEN’ ACUSACIONES
Silvana y Roberto se conocieron en 1996. Ella apoyaba a su parroquia en las pastorales juveniles y él era un sacerdote 15 años mayor. El trabajo cotidiano con los jóvenes, la empatía de ideas, charlas constantes y la admiración hacia el trabajo del presbítero hicieron que un día Silvana se diera cuenta que no quería dejar de ver a Roberto.
Fueron novios tres años y ella quedó embarazada en junio de 1999. Cuando Roberto les contó todo a sus superiores, éstos los enviaron a Hidalgo, a un centro de retiro donde canalizan a los sacerdotes alcohólicos, homosexuales o enamorados. Silvana pidió ir con él, pero no se lo permitieron, por lo que vivió sola su embarazo.
Silvana cuenta que durante ese tiempo, los superiores de Roberto la mandaron vigilar para que no contara su historia al obispo de la diócesis. Un auto estaba apostado afuera de su casa. A sus compañeros de la Universidad les prohibieron acercarse. Cuando la bebé nació, los padres de Roberto fueron al hospital a culparla porque su hijo había extraviado su vocación.
Para la primavera de 2000, la bebé tenía ocho meses cuando el sacerdote salió del centro de retiro y volvió con su familia. Roberto pidió su dispensa, pero las autoridades de la Iglesia le dijeron que esa licencia sólo se expide por faltas de “mayor gravedad”, de modo que, ocho meses después, sin esperar dicho trámite, se casaron por el civil.
Un día antes de la boda, los suegros fueron a ver una vez más a Silvana para decirle que era la personificación del demonio y que sus hijos nacerían con síndrome de Down. El escándalo se extendió y hasta en las tiendas de abarrotes le negaban la mercancía.
ANTECEDENTES
– El papa Francisco, quien se pronunció en favor de debatir la viabilidad del celibato opcional, escribió en 2012, el libro ‘Sobre el cielo y la Tierra’, en el que reflexiona sobre sacerdotes que han embarazado a una mujer.
– ‘Deben dejar el ministerio y hacerse cargo del hijo, incluso en el caso de que decidan no casarse con la mujer, porque de la misma forma que aquel niño tiene derecho a tener una madre, también tiene derecho a tener un padre con una cara’.
– ‘Ahora, si un cura me dice que se ha dejado llevar por la pasión, que ha cometido un error, lo ayudo a corregirse…’.
– «La doble vida no nos hace bien, no me gusta, significa dar sustancia a la falsedad», refiere el texto.
http://www.vanguardia.com.mx/todoseacabocuandomimaridofuehonestoesposadesacerdote-2071092.html
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