El cardenal Cañizares alerta contra algunos «abusos» en el rito eucarístico de la paz


Antonio Cañizares.

RD

Pide que se mantenga el rito, pero sin «el canto de la paz»

También ordena que el cura no baje del altar y que los fieles no se desplacen

Redacción, 31 de julio de 2014 a las 17:57

No es necesario invitar «mecánicamente» a darse la paz, si se prevé que tal intercambio no se producirá de una manera adecuada

(Diócesis de Lleida).- El prefecto para la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el cardenal Antonio Cañizares Llovera, ha dirigido un documento al presidente de la Conferencia Episcopal Española donde se recogen las conclusiones del debate abierto sobre la oportunidad o no de mantener el signo de la Paz en la forma y el momento que está teniendo lugar durante la Misa.

Este debate se abrió a raíz del Sínodo de los Obispos sobre la Eucaristía (2005, Propositio 23) y de la invitación del papa Benedicto XVI en su exhortación apostólica ‘Sacramentum caritatis’ (2007), donde invitaba a las congregaciones competentes a estudiar el tema.

La Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos inició la tarea de tomar en consideración las opiniones de las diferentes conferencias episcopales del mundo, fruto que ha dado como resultado este documento que adjuntamos dónde, mayoritariamente hay una propuesta demantener el ‘rito’ y ‘signo’ de la Paz en el lugar y forma que tiene en el Ordinario de la Misa, al considerarlo una característica del rito romano y al no creer conveniente para los fieles introducir cambios estructurales en la celebración eucarística en estos momentos.

A la vez, el mismo documento hace unas observaciones y apunta unas consideraciones prácticas para expresar mejor el contenido del signo de la paz y para moderar los excesos que generan confusión en la asamblea litúrgica momentos antes de la Comunión. En este sentido, la Congregación del Culto Divino dice que, si los fieles no comprenden o demuestran no entender el significado de este signo, se debilita el concepto cristiano de la Paz y resulta infructuoso este gesto. Por todo ello, invita a aprovechar la oportunidad de hacer catequesis, ofreciendo unas líneas orientativas.

Una de las recomendaciones es aclarar que el rito de la Paz llega a su significado más profundo con la oración y el contexto mismo de la Eucaristía, por lo cual darse la paz correctamente entre los participantes de la Misa enriquece su significado. Ahora bien, también apunta el documento que por eso mismo no es necesario invitar «mecánicamente» a darse la paz, si se prevé que tal intercambio no se producirá de una manera adecuada. Entonces se invita a omitirlo.

En este sentido, la Congregación del Culto Divino recomienda evitar abusos como la introducción de un canto por la Paz, inexistente en el rito romano; desaconsejar el desplazamiento de los fieles para intercambiarse la Paz, o que el sacerdote abandone el altar para darla a algunos fieles.

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http://www.periodistadigital.com/religion/vaticano/2014/07/31/el-cardenal-canizares-alerta-contra-algunos-abusos-en-el-rito-eucaristico-de-la-paz-iglesia-religion-dios-jesus-papa-obispo-misa.shtml

Evangelizar en una sociedad tolerante


El llamado de Jesús a predicar el evangelio a toda criatura sigue vigente, aunque las circunstancias socioculturales han variado de forma sustancial con el paso de los siglos. En esta breve reflexión desearía contestar a la pregunta de si se puede llevar a cabo la misión que Jesús encomendó a sus discípulos sin faltar al principio de tolerancia que mantenemos hacia las ideas, las religiones, las personas…

Evangelizar tiene que ver con anunciar buenas noticias, lo que presupone que existe una necesidad universal para cada persona, a saber, un estado de carencia que requiere la salvación y que el apóstol Pablo recogió en sus escritos: “estabais sin Cristo…, sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Ef 2.12); “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom 3.23). Seguramente no ha habido una sociedad más religiosa que la que había en tiempos de Jesús y, a la vez, sus dirigentes estaban muy lejos del Dios al que decían servir. En medio de esa sociedad religiosa, Jesús y los apóstoles proclamaron la buena noticia de salvación. Esto nos da a entender que la religión no ha sido el camino idóneo para encontrar la salvación que el evangelio nos insta a proclamar.

EvangelizarCierto es que las sociedades antiguas se caracterizaban por la intolerancia, por la imposición de las ideas, por la exigencia de sujetarse a ciertas creencias, ritos y normas… La historia está llena de ejemplos de esta naturaleza y el miedo ha sido el instrumento que se ha usado para extender los credos en demasiadas ocasiones. Así, quien no se sometía a la ideología o doctrina, era víctima de la marginación, la persecución, la tortura o la muerte. Las sociedades modernas no se han escapado de esta realidad; sin embargo, el evangelio nada tiene que ver con la imposición y la coacción.

Jesús encomendó a sus discípulos la misión de hacer discípulos a todas las naciones (Mat 28.19) y los apóstoles, cuando se presentaron delante de los ancianos y escribas de Jerusalén, dijeron: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch 4.12). Se estaban dirigiendo a judíos, conocedores de la Toráh, especialistas de la religión y, sin embargo, les hablaron de exclusividad en el camino de salvación a través de Jesús de Nazaret.

Nosotros vivimos en pleno siglo XXI, en una sociedad tolerante y, siguiendo el mandato de Jesús, transmitimos a nuestros conciudadanos la buena noticia de salvación. Entonces, ¿cómo podemos hablar de tolerancia si decimos que solo hay salvación a través de Jesús de Nazaret y excluimos las creencias de otras confesiones? Regresemos a los inicios del cristianismo para intentar dar respuesta a esta cuestión.

La iglesia primitiva, a pesar de vivir en una sociedad religiosa intolerante, entendió que el camino para llegar a Dios no era la religión de Israel tergiversada por los dirigentes judíos; el camino era Jesús de Nazaret, el hijo de Dios, que se humanó para aclarar definitivamente cómo es Dios (Juan 1.18); por eso, Jesús se dedicó a proclamar un nuevo orden, una nueva sociedad, en la que tuvieran cabida todo tipo de personas, hombres y mujeres, bajo unos nuevos principios de igualdad, solidaridad, perdón, amor, justicia, misericordia… Es lo que el Nuevo Testamento llama el Reino de los cielos: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mat 4.17).

Para entrar en el Reino de Dios es necesario el nuevo nacimiento (Juan 3.3,ss.), que tiene que ver con la obra del Espíritu de Dios en la persona que reconoce la necesidad que tiene del Salvador; al llegar a este punto, se entiende el requisito del arrepentimiento (cambio de pensamiento) y la conversión (reorientación de la voluntad humana hacia Dios), tal como el apóstol Pedro anuncia el día de Pentecostés: “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados… Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio” (Hch 2.38; 3.19). En estos dos textos observamos que el efecto del arrepentimiento y la conversión es el perdón de pecados, tema clave en la religiosidad de Israel.

A partir de aquí, se accede a una nueva vida, la de la Comunidad de seguidores de Jesús, que intentará hacer visible el Reino de Dios y anunciar a toda criatura el mensaje de salvación a través de Jesús de Nazaret. Por eso, los apóstoles entendieron la muerte de Jesús no solamente como una consecuencia lógica de su mensaje, que hacía temblar las instituciones religiosas, sino como el cumplimiento de la ley del Antiguo Testamento para expiar el pecado y así, terminar con el ritual de sacrificios que había imperado hasta entonces y que había sustituido a la misericordia, tema que ya denunció el profeta Oseas: ”Misericordia quiero y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos” (Os 6.6).

Así las cosas, parece que en una sociedad atea, agnóstica o religiosa, en pleno siglo XXI, el mensaje del Nuevo Testamento sigue siendo el mismo: 1) arrepentimiento y conversión para disfrutar de la salvación y la vida eterna a través de la fe en Jesús de Nazaret (Juan 3.15-16, 36; 5.24), y 2) acceso al Reino de los cielos configurando una Comunidad regida por los nuevos valores (Rom 14.17; Gál 5.19,ss.). Estas dos líneas no se pueden separar; es más, en el Nuevo Testamento se llegan a identificar (Mat 4.17; 10.7; Mc 1.15; Hch 20.25,ss.) porque no se puede predicar el evangelio de salvación (arrepentimiento, conversión) sin acceder al Reino de Dios (la nueva sociedad edificada sobre nuevos valores); no se puede predicar el perdón de los pecados, si no se vive en la Comunidad de discípulos la experiencia del perdón; no se puede anunciar la misericordia de Dios para la humanidad si no se practica la misericordia en la Comunidad cristiana; no se puede proclamar el amor de Dios si no se ve reflejado en la iglesia de Jesucristo… Para que la iglesia crezca es imprescindible que se anuncie el evangelio de salvación y, a la vez, viva de acuerdo a los valores del Reino de los cielos en Comunidad. Sin estos dos elementos, la iglesia fracasará y, lejos de crecer, menguará. Por ello, no es solo proclamar, sino vivir; no es solo vivir, sino proclamar.

La intolerancia se demuestra en el deseo de imponer las ideas; pero el evangelio no impone, sino propone; no obliga, sino persuade; no exige, sino fascina; no manipula, sino libera. Por eso, todavía hoy es posible anunciar el evangelio de salvación y acceder al Reino de los cielos y, a la vez, ser tolerante con nuestros semejantes. Pero no nos confundamos, la tolerancia no es una actitud pasiva, sino activa; por ello, la Iglesia, no solo está interesada en el alma humana y la salvación eterna, sino en la totalidad de la persona aquí y ahora y, por eso, lucha contra la injusticia, las desigualdades, la pobreza, el abuso de poder, la violación de los derechos humanos…, y lo hace desde la convicción de que el Reino de los cielos se ha acercado y la proclamación de que la salvación se opera, solamente, a través de Jesús de Nazaret.

«Y comieron todos, y se saciaron» (Mc. 6,42). Microeconomía y macroeconomía en la Mesa del Señor


«Economía» es hoy en día una palabra que, al menos para la mayoría de nosotros, resuena con los acordes de «problema», «mal universal» y «la gran plaga de nuestro tiempo». Y, ciertamente, la economía es uno de los grandes retos a los que se enfrenta un cristianismo que no sólo quiera ser responsable, sino también ecuménico, en la medida que la economía es uno de los lenguajes del mundo y el ecumenismo está orientado a la universalidad. Una práctica ecuménica coherente, por lo tanto, no puede cifrarse sólo en términos de «diálogo entre las denominaciones cristianas», sino que debe apuntar más allá de ellas y entablar relación con otras realidades que también están presentes en el mundo tal y como lo conocemos. De hecho, la propia raíz del término «ecuménico» nos aboca ya irremediablemente a lo económico, en tanto que ambos adjetivos comparten origen etimológico: la voz «ecumenismo» proviene del griego oikoumenè¸ que significa «la tierra habitable», la cual a su vez remite a oikos¸de donde desciende el término «economía».

Ante esta primera constatación, conviene ya pararnos a hacer un primer ajuste sobre lo que entendemos por economía. En nuestra sociedad, en nuestro mundo, la economía parece ser el heraldo de la destrucción, sobre todo debido al «fatalismo» que impera en nuestro entorno y cuya raíz parece ser la economía[1]. Sin embargo, hay que diferenciar el término «economía» en sí y deslindarlo del de «sistema económico», y no confundir una cosa con la otra. Está claro que el capitalismo, al menos tal y como hoy se practica, es un mal fomentado en la explotación de muchos para beneficio de pocos. Pero no por ello debe hacernos demonizar la noción de economía y superponerle los «pecados estructurales» que personifica el capitalismo actual, convirtiéndonos así en unos incrédulos de la misma[2].

La matriz económica del cristianismo: la casa

El término «economía» proviene de un término griego, oikos, que quiere decir «casa». En la Antigüedad, y también en los tiempos de los orígenes del cristianismo, el oikos designaba tanto el lugar físico de habitación como el grupo familiar que vivía en él. De hecho, tanto en griego como en hebreo se puede usar la misma palabra para decir «familia» y «casa»: oikos normalmente designa a la familia en griego, de la misma forma que bayit, en hebreo, se usaba tanto para el edificio como para la familia[3].

También hay que decir que el término «familia», sobre todo en la sociedad romana, incluía un elevado número de personas: no sólo padre, madre e hijos, sino lo que hoy llamaríamos familia extensa (abuelos, tíos, primos, etc.), además de esclavos y ganado. La estructura claramente patriarcal de la sociedad antigua, en la que el varónpaterfamilias u oikodespotes controla la familia, hacía además que los vínculos de relación entre aquellas casas/familias relacionadas por sangre con la del paterfamilias fueran especialmente sólidos[4]. Por eso, aunque en principio el poder del paterfamilias se ejerciera primariamente en su casa, a la práctica “su casa” podía superar el sentido de las “cuatro paredes” y extenderse a otras muchas relacionadas con él[5].

Por otro lado, la vinculación a la casa del paterfamilias, cuando éste era socialmente importante, no sólo era posible mediante sangre, sino también mediante el clientelismo, un mecanismo básico en la sociedad romana. El clientelismo era la relación que se establecía entre un superior social y un inferior social: el inferior conseguía protección y el superior honor y prestigio. Las redes clientelares se superponían pues a las familiares y podían llegar a construir amplias y extensas redes de dependencia[6]. Esto obedecía además a otro aspecto de la sociedad antigua, y es que en ella la identidad la daba el grupo social, el colectivo, la familia, no el individuo por sí mismo. De aquí la necesidad de que toda persona estuviera encuadrada en uno o varios grupos, los cuales eran los vehiculadores de su identidad.

Pero volvamos ahora al plano de la «microcasa», al de la «microeconomía». Además de todos los sentidos y realidades tangenciales que describía el término «casa» en tiempos de las primeras comunidades cristianas, existía otro que era el puramente «económico» tal y como hoy lo entenderíamos: la casa era en la antigüedad la célula de producción básica, pues en ella se hallaban los medios de producción. En este sentido, la casa no era sólo la base de la familiar de las sociedades antiguas, sino la base económica de ellas, y, en consecuencia, de la politeia, del Estado.

Esta perspectiva histórica es un buen ejercicio para rescatar el término «economía» y deslindarlo de los «sistemas económicos concretos». La economía era, sencillamente, «la gestión de la casa». Existía de hecho una larga tradición de tratados económicos greco-romanos, en los que se daba consejo sobre cómo realizar precisamente esa gestión de forma eficaz. Ejemplo de ello son el Económico de Jenofonte, escrito en torno al 360 a. C., o el De re rustica de Columela, que data más o menos del 40 d.C.

Lo doméstico en el cristianismo antiguo

La casa es , sin duda alguna, uno de los fundamentos de la sociedad. Pero la misma casa se halla seccionada por las diversas situaciones sociales presentes en el más amplio marco social de la polis. Así, coexisten en la casa personas libres y esclavas. Incluso entre los «libres», existen unos más libres que otros, porque los niños y las mujeres no gozan del mismo grado de libertad del que gozan los varones… si es que gozaban de alguno. Las matronas, las esposas, reinaban de puertas adentro en sus casas, y de hecho ejercían una actividad económica considerable organizando la producción de la casa, y, en determinados casos, incluso fuera de ella[8]. En el contexto de la Grecia clásica, se hablaba de ellas como de «las abejas reina». Pero frente a la matrona de la casa, que tenía una posición social superior, la esclava tenía menos restricciones para salir de la casa, mientras que la mujer casada y matrona debía someterse a todo un sistema de signos y señales sociales convencionales si quería ser reconocida como tal cuando salía de la domus, es decir, de la casa. La «invisibilidad» era una de aquellas brechas del sistema que, a pesar de la obvia e innegable discriminación, podía ser usada creativamente.Así pues, lo «económico» refería en primera instancia a lo «doméstico». La importancia de que el cristianismo naciente se instalara en el espacio de la casa con mayor arraigo es un hecho que nunca se enfatizará lo suficiente. En nuestra mentalidad, cuando nos imaginamos a Pablo pronunciando sus grandes discursos misioneros, solemos asumir que, como en Hch. 13,5, el primer lugar que visitaba el apóstol eran las sinagogas. Sin embargo, lo primero que visitaba eran las casas. Por un lado, él mismo era constructor de tiendas (Hch. 18,3), un oficio que se ejercía en las tabernae de las insulae, es decir, en un ambiente inmediatamente contiguo a lo doméstico, si no doméstico en sí. Por otro, lo primero que parece haber hecho Pablo es buscar «patrones» que pudieran acoger iglesias domésticas en sus casas, mucho más grandes que las de los artesanos. Que esta estrategia de Pablo fue reiterada nos lo prueba el NT, con personajes tales como el acaudalado Filemón, Aquila y Prisca (1Co. 16,19), Febe (Ro. 16,1), Crispo, Gayo y Estéfanos (1Co. 1,14-16; Hch. 18,8; Ro. 16,23), entre otros. Si la casa, como hemos visto, es la estructura social básica de la sociedad antigua, la estrategia de Pablo, que, por otro lado, es una que ya había inaugurado Jesús (nótese la importancia del espacio doméstico en el evangelio de Marcos, por ejemplo[7]), es una que le permite insertarse justamente en el corazón de la sociedad. Ahora bien, la casa no es un lugar ajeno a las ambigüedades sociales. Muy al contrario, dado que en el espacio doméstico es donde, en cierto modo, se centralizan y focalizan tales ambigüedades.

En el ámbito de lo doméstico, pues, se concentra tanto lo más fundamental y sólido de la sociedad antigua como lo más flexible y movedizo, y, por ello, se trata de una estructura que aun en su rigidez tiene una capacidad creativa superior: debajo de lo estático existe espacio para la fluidez y la intersección creativa. Son precisamente estos espacios interseccionales los que habitará y alimentará el cristianismo naciente[9].

No es de extrañar que en los evangelios el conflicto en torno a la casa sea fundamental: las fidelidades tradicionales al grupo familiar entran en conflicto con una nueva manera de ser oikos, con la inteligencia de una nueva forma de ser comunidad que transforma y se aleja de los valores tradicionales[10]:

«Os aseguro que todo el que deje casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o campos por mí y por la Buena Noticia ha de recibir en esta vida cien veces más en casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y campos, con persecuciones y en el mundo futuro la vida eterna» (Mc. 10,30).

La ruptura con el orden tradicional de la casa, podríamos incluso decir con la «economía tradicional de la casa», entendida como marco de gestión y organización de las relaciones y su producción, queda clara cuando Jesús subordina los deberes tradicionales a cosas más importantes y acuciantes (Mt. 8,21-22: la precedencia del seguimiento al entierro del padre), lo cual, inevitablemente, acarreará fuertes tensiones (Lc. 12,51-53). En la experiencia del cristianismo naciente, la inversión de polaridades entre centralidad y periferia se articula en y dentro de la casa, de tal forma que lo que antes era liminal se irá constituyendo en lo central (por ejemplo, la atención a los marginados sociales) y lo antes central ahora se irá desplazando a lo liminal (por ejemplo, la vertebración del honor, como en la perícopa de los eunucos por el Reino de los Cielos [Mt. 19,12], que habla de una nueva construcción del honor masculino, no asociada a su potencia generativa[11]).

Como sabemos, sin embargo, la tensión creativa de esta transformación también encontrará una fijación a la larga, y ya en las siguientes generaciones reaparece la permeación de los valores sociales imperantes a las comunidades cristianas, tal como nos muestran los códigos domésticos de Efesios y Colosenses y, finalmente, las pastorales, donde se desarrolla el concepto de Iglesia como «casa de Dios» (1Tim 3,15)[12]. Pero lo que nos interesa destacar es la instalación del cristianismo de los orígenes en esta tensión centro-periferia y su gestión para que diera pie a una creatividad que fue vital para la adaptabilidad de las comunidades cristianas a su entorno. En este sentido, la tensión no sólo se daba con la clásica inversión de valores (que tiene en textos como 1Co. 1, 27-31 o 7, 21-22 o en el himno cristológico de Filipenses 2 una de sus formulaciones clásicas), sino en la creación de un marco conceptual y actitudinal que fuera capaz de absorber y gestionar las contradicciones que la extracción y expectativa social de los miembros de la comunidad pudiera generar. En cierta medida, las primeras comunidades aprendieron a vivir «en la tensión de la apertura», pues ni renunciaron al mundo que los rodeaba ni lo abrazaron acríticamente. Por supuesto, la tensión no siempre fue fácil de mantener, como muestran los conflictos a los que Pablo tuvo que responder (1Co. 8, Gal. 2, Ro. 15…).

Esta nueva manera de entender la «economía de la casa», en el sentido de las relaciones que se daban en el oikos, tuvo en el ágape y la Eucaristía una de sus concreciones más potentes. También fue aquí donde las mayores tensiones tomaron cuerpo, pues el cambio mental y actitudinal tuvo su traducción en lo espacial y físico de la Cena del Señor. A menudo olvidamos que la Eucaristía o Santa Cena, tal y como hoy en día la celebramos, tuvo un origen estrechamente ligado, desde una perspectiva cristiana, con la celebración del ágape[13], la comida en la que participaban los miembros de la comunidad y que se celebraba a la luz de la cena pascual de Jesús. La forma de celebración del ágape de hace 2000 años todavía es capaz de hacernos descubrir elementos valiosos: es difícil imaginar que una comunidad cristiana de los primer siglo hubiese negado el alimento a alguien ajeno a la misma cuando éste se encontraba presente en la casa donde se celebraba la reunión, dada la insistencia en la acogida y en el compartir el alimento también con el “indigno” que se enfatiza tanto en los evangelios como en las cartas (Lc. 15,2)[14]. Y aun así, nosotros seguimos siendo muy celosos de «nuestra Mesa del Señor» a pesar de que el cambio de relaciones que experimentaba el oikos cristiano se escenificaba en una mesa de iguales (véanse si no las críticas de Pablo en 1Co. 11), lo cual a su vez obligó a ser creativos con el espacio simbólico y físico.

A pesar de la fijación de las estructuras en la «casa de Dios» que se documenta en las deuteropaulinas y en las pastorales, aun así la Eucaristía o Santa Cena siguió siendo uno de estos espacios que visibilizaban lo liminal y exteriorizaban el cambio de valores y nuevas relaciones en la comunidad cristiana, en la que todos se llamaban unos a otros «hermanos». Con el tiempo, la Eucaristía y el ágape irán diferenciándose, quedando la primera más vinculada a la celebración litúrgica y lo segundo a las comidas para pobres que personas con medios de la comunidad ofrecían en sus casas. Esta práctica que se desarrolló muchísimo y, con el tiempo, acabó centralizándose en la figura del obispo como gran patrón de la comunidad[15]. Pero Eucaristía y ágape son espacios de transgresión económica porque son una expresión del cambio de relaciones que se vive en el oikos, lo cual a su vez genera una nueva gestión de los recursos orientada al bienestar no sólo de la comunidad misma, sino de los elementos más marginales de la sociedad.

Lo económico en lo teológico

Desde un punto de vista histórico, parte de la explicación yace por supuesto en el modelo Cristiandad que ha imperado en occidente prácticamente desde la conversión de Constantino. En este punto, sin embargo, es bueno recordar que la relación Iglesia-Estado que se estableció a partir de entonces no apareció de la nada, fruto de las «artimañas» de Constantino y la contingencia del momento, sino que desde mediados del siglo II el proceso de desarrollo e institucionalización del cristianismo permitió que este maridaje pudiera concretarse y florecer en una larga historia de aciertos y desaciertos.De lo expuesto hasta ahora se desprende una conclusión importante: lo económico fue, literalmente, la matriz espacial y social donde el cristianismo se gestó. Por lo tanto, lo «económico» no es algo del interés del cristianismo, sea de la confesión que sea, sino que lo económico es algo esencial al cristianismo. A la vista de esta conclusión, es sorprendente que el cristianismo haya tenido serias dificultades para abordar la relación entre fe, iglesia, teología y economía.

La Reforma del siglo XVI, al menos en el ala magisterial, no rompió este matrimonio tan bien avenido, pero sí empezó a implantar las semillas que a la larga llevarían a su desestabilización. Ya más recientemente, la asunción del utilitarismo en la economía liberal, que emparejaba lo bueno con el fin, despidió al espacio sideral las posibles críticas que la moral y la ética cristiana pudieran haber aportado a la economía. Así, por ejemplo, allá por el siglo XIII Tomás de Aquino nos podía hablar de los males de la acaparación, concretados en el pecado de la avaricia. Pero esta palabra, «avaricia», desaparecería del lenguaje económico a lo largo del siglo XVIII, justamente cuando el sentido utilitarista se impuso[16]. De nuevo, destacan las ambigüedades, dado que si bien no de forma contundente y eficaz, fue precisamente el modelo Cristiandad lo que permitió una cierta «crítica ética» a la economía como la que hacía Aquino. Algo que con la «emancipación del hombre» se diluiría.

A menudo se ha señalado la relación entre el protestantismo y el surgimiento de ideas e hitos tan importantes en la historia occidental como la democracia y el capitalismo, entre otros[17]. Es cierto que existe cierta correlación, sobre todo por la cuestión de la libertad y la conciencia, pero, en el mejor de los casos, se trata más bien de tendencias y conexiones indirectas, muchas veces inesperadas, y no centrales en el protestantismo. Por ejemplo, la responsabilidad de desobediencia civil a la autoridad política cuando ésta no es digna del gobierno sólo aparece en el último epígrafe del último libro de las Instituciones de Calvino, (IV, XX, 32), y sólo después de que se haya desarrollado una compleja teología política que legitima la obediencia a las mismas. Igualmente, el protestantismo que tiene en mente Weber al escribir El espíritu del capitalismo y la ética protestante es el del siglo XVI, cuando el de su propia época, el de finales del siglo XIX, del cual señala la ligazón con el protestantismo, ha perdido ya mucha de su influencia. De hecho, el mismo Weber advertía que era un desatino ligar directamente capitalismo y protestantismo[18].

Sin embargo, es cierto que al protestantismo le ha costado, y le cuesta, articular y desarrollar una reflexión teológica seria sobre la economía, y hacerlo sistemáticamente, salvo honrosas excepciones, como las de Emil Brunner (1889-1966) o Arthur Rich (1910-1992). Algunos señalan como causa estas tenues correspondencias entre el sistema económico actual y el protestantismo, algo que, como hemos acabado de ver, no puede establecerse tan a la ligera. Por otro lado, el catolicismo tampoco ha articulado una reflexión sistemática de la relación economía-fe, más allá de la llamada «doctrina social», si por «sistemática» entendemos una reflexión que se comprometa con la economía en sus propios términos y lenguaje. En España, por ejemplo, se ha desarrollado una reflexión ética muy sólida (González-Carvajal, Vidal, etc.), pero no sistemática. Incluso la teología política y la teología de la liberación parecen estar afectadas en la actualidad por cierto cansancio.

Ciertamente, cuando a un teólogo sistemático se le pregunta por «economía», su referente principal no es el económico «del dinero», sino el «económico trinitario»… algo que, por otro lado, no se suele conectar específicamente al sentido «secular» de la economía. Recientemente, la teóloga Kathryn Tanner ha propuesto una conexión entre ambas «magnitudes». Esta teóloga va más allá del modelo de Trinidad social para afirmar que:

«Inserto en lo más fundamental de la historia cristiana sobre Dios y de la relación de Dios con el mundo, existe un relato de un sistema para la producción, circulación e intercambio de bienes, empezando por Dios, el mayor bien, y extendiendo el bien de la propia vida de Dios al mundo, desde el inicio de la historia, esto es, la creación, hasta su final en redención»[19].

Efectivamente, existe un intercambio en el seno de Dios entre las tres Personas, un intercambio libre y circular, dinámico y expansivo, en el sentido de que desborda de sí mismo en la creación. Pero a la hora de «distribuirse» en el mundo, crea una manera de circulación e intercambio justa, porque tras este intercambio se halla siempre la participación en la vida de Dios, algo que, en última instancia, no se posee. En este sentido, la vida cristiana es también una vida «económica», en cuanto implica una participación en ese caudal de riqueza. Implica a su vez una responsabilidad de «gestión de la relación»[20], no sólo de unos frente a otros, sino también frente a la creación, que también es llamada a tal participación. Así pues, tanto la economía humana como la economía de Dios están destinadas a «producir algo». Pero lo que se produce, jamás se posee.

Avanzando un poco más en este pensamiento, podríamos hablar de una economía teológica de la circulación de la gracia, que halla concreción en todas aquellas acciones de Dios en favor del mundo, y que marca de entrada un modelo de circulación de la gracia, uno que sin embargo entraña una fundamental «no competitividad». Esto sucede porque la gracia es algo que está disponible para todos, no se devalúa ni se gasta, y no está pendiente de las fluctuaciones económicas de mercado. No hay competición por «la gracia», la cual, para trazar el equivalente, sería el «bien» que se produce en la economía divina.

La «no-competitividad» se yergue pues como un modelo de relación, o mejor, «de producción», esencial en la gracia. A esta fundamental no competitividad y producción colabora el hecho de que la gracia tiene una calidad extática[21], es decir, su recepción implica un descentramiento del sujeto que la recibe, dado que el principio de vida no es algo que la persona pueda monopolizar o patrimonializar: siempre está más allá de él o ella. No es posible mercadear con él o convertirlo en bien de consumo[22]. Igualmente, no mengua al compartirlo con otros: la gracia nunca se posee, y siempre propulsa hacia algo que no es propio de mí, esto es, a la participación en la vida de Dios. Por eso, con la gracia no hay estatus aparejado.

Llegados a este punto, como dice Tanner[23], se podría pensar que este cuadro sólo es capaz de funcionar con los bienes «espirituales», pero que no tiene nada que ver con la economía o la política más pedestres. Pero esta autora nos recuerda que la economía teológica afirma que Dios ha creado el mundo tanto en sus aspectos materiales y espirituales (si es que se pueden diferenciar tan simplemente) de acuerdo al principio de no-competencia. Si la economía teológica compete también a lo material, entonces es posible tener una relación con lo material que no pase por la depravación, sino por la fruición de un sentido de vida pleno para toda la creación. Y este es un marco conceptual que estamos llamados a explorar.

Bautismo y Santa Cena desde una perspectiva económica

Sin embargo, como venimos diciendo, la Eucaristía celebrada entre miembros de distintas congregaciones, comunidades, iglesias o denominaciones parece ser algo, por el momento, bastante fuera de nuestro alcance, al menos de forma normalizada. ¿Quizá deberíamos atrevernos con una visión de la Santa Cena un poco más arriesgada, que nos permita dilucidar la cuestión con nuevos ojos? ¿Qué pasaría si la Santa Cena competiera no sólo a los cristianos, sino al mundo entero?Creo que todo lo que hemos venido explorando hasta aquí nos aboca de pleno a una acción que recupere de hecho la matriz económica en la que hemos visto que el cristianismo nació y expresó sus primeras propuestas como proyecto teológico. Aun así, es precisamente en este espacio vital de la economía, de la gestión de los relaciones y los recursos del oikos cristiano, donde seguimos teniendo el mayor problema a pesar de los esfuerzos, muy válidos y fructíferos hasta cierto punto, que se han hecho[24]: la Santa Cena, la Eucaristía, la Cena del Señor es, desde el punto de vista económico, todavía a estas alturas la gran asignatura pendiente del movimiento ecuménico, y, en concreto, del español. En la Santa Cena no sólo se concretan las relaciones horizontales que mantienen los miembros de la comunidad, sino que, dado su origen en la celebración comunal de la comida, apela al derecho más básico de las personas, esto es, el derecho al alimento, tal como la cuestión del ágape, vista más arriba, pone en evidencia. Pero más allá de todo esto, la Santa Cena es una de las grandes plataformas de posibilidad del ser humano para participar de y en la economía de la gracia, dado que la Eucaristía se define fundamentalmente por ser la mayor concreción simbólica de la gracia y solidaridad de Dios con su creación. Quizá el símil nos desagrade un poco, pero si los bancos son el nódulo principal del sistema económico mundial porque controlan el flujo del dinero, la Santa Cena reproduce la circularidad y distribución de la riqueza de Dios, aunque obviamente bajo una calidad totalmente distinta porque se remite al mismo Dios.

Bautismo y la Santa Cena son ejemplo de lo que sociológicamente se llama «ritos de pertenencia», es decir, aquellos rituales en los que se expresa la identidad colectiva de un determinado grupo social. Cierto como es esto, sin embargo sería conveniente matizar de qué manera la Santa Cena funciona como tal y reflexionar sobre si ésta debe entendersesólo bajo estas coordenadas. En este sentido, así como el Bautismo presenta una lectura mucho más unívoca[25], dado que en él precisamente lo que se expresa es la pertenencia y adhesión a Cristo, la Santa Cena es susceptible de una lectura macroeconómica que contemple la distribución de la gracia también para quienes no son formalmente cristianos al no haber recibido el Bautismo.

¿Cuáles son los argumentos que darían pie a contemplar la Santa Cena desde una perspectiva macroeconómica y transcomunitaria? Existen fundamentalmente tres motivos que permiten explorar esta vía.

a)     La voluntad de comunión y participación

La Santa Cena viene definida en una confesión reciente de fe protestante como «comunión de los creyentes con la persona de Cristo y su obra redentora y [donde] por obra del Espíritu Santo se realiza también la comunión con el Padre y la comunión entre todos los participantes»[26]. Esta formulación no afirma necesariamente la pertenencia a la comunidad a fin de participar en la Santa Cena, dado que el término «creyente» puede entenderse en un sentido amplio, no necesariamente vinculado a un proceso de catecumenado e instrucción[27]. Es más, lo que el texto afirma es una voluntad de comunión y participación consciente en Cristo que bien puede darse en cualquier persona y en cualquier momento.

El documento La Iglesia: Hacia una visión común, de la X Asamblea del CMI en Busán, recala en una de sus citas en una anterior formulación del documento Bautismo, Eucaristía y Ministerio y recoge lo siguiente:

«La eucaristía presupone la reconciliación y participación de todos los que son hermanos y hermanas en la única familia de Dios: “Los cristianos son llamados, en la eucaristía, a la solidaridad con los marginados y a convertirse en signos del amor de Cristo, que vivió y se sacrificó por todos […] La eucaristía ofrece la nueva realidad que transforma la vida de los cristianos, a fin de que sean a imagen de Cristo y lleguen a ser sus eficaces testimonios”»[28].

La llamada a la comunión de la que participan los cristianos no es una que deba quedar circunscrita a ellos, sino que ésta escenifica una invitación a la Mesa dirigida a todos, un «todos» con el que los cristianos deben sentirse solidarios y acoger en su mismo seno. En este sentido, la celebración del sacramento no es solamente un «canal de gracia», sino que representa y efectúa una realidad, la de participación en la comunión con Cristo. Si la Santa Cena es capaz pues de transformar vidas, hay que creer que tal transformación puede acontecer en el acto mismo de la participación en ella para quien tiene la voluntad de comunión.

b)     La lógica distributiva de la gracia

Por otro lado, si nos regimos por la lógica distributiva de la gracia y de nuevo resaltamos el contexto creativo en el que se celebraron las primeras eucaristías, igualmente podríamos sostener no sólo una participación no restringida a quienes pertenecen a la comunidad o se han recibido el bautismo en otras comunidades (la «mesa abierta»), sino también a quienes no se han bautizado. Al contemplar la Santa Cena no como primariamente un ritual de pertinencia, sino como un espacio de encuentro, de comunión, que apunta no a esta realidad presente, sino que remite claramente a la dimensión escatológica[29], hay que concluir entonces que la Santa Cena es un acto que se abre al futuro (1Co. 15,28). Es en realidad todo lo contrario a una acto cerrado sobre sí mismo y acotado en el tiempo y el espacio, dado que la semántica que en él impera es la de la apertura y la comunión, es decir, movimiento hacia el otro que está más allá de mí, porque es así como se participa de la vida de Dios.

De hecho, es en la Santa Cena donde se concentran las ambigüedades de la práctica eclesial en el seno del oikos, pues aquí se dan cita distintas realidades (personales, comunitarias, vitales, existenciales, etc.). Todas ellas, sin embargo, reciben una nueva lectura desde el punto de fuga que es la presencia de Cristo en la celebración de la Santa Cena y la comunión con él.

Igualmente, hemos visto que fue en el seno del oikos y en su expresión más lograda, la Santa Cena, en la que las tensiones y ambigüedades cristalizaban. Pero también es en la Santa Cena donde se lidiaba con estas tensiones y se escenificaba un nuevo marco de relación económica, sustentado por la capacidad de permanecer en tensión: la participación en Cristo siempre tenía un carácter de «inconclusividad» que empujaba a un movimiento hacia fuera para traer hacia dentro. Esta es una capacidad que nuestras actuales celebraciones eucarísticas parecerían haber restringido en favor de la comodidad ritual.

c)     La práctica en la mesa del propio Jesús

            Este punto habla por sí mismo, por lo que no vamos a desglosarlo. La «Mesa inclusiva y abierta» de Jesús fue una de las escenificaciones más potentes y a la vez más conflictivas de su ministerio. A su mesa se sentaron pecadores, publicanos, parias, descastados, olvidados, rechazados, enfermos y un largo etcétera (Mc. 2,15, Lc. 5,19, 7,36…). Y todos ellos eran dignos de participar en el Banquete del Reino de Dios, independientemente de su condición social y de su alejamiento de lo que los valores de la época establecían como el estándar (Mt. 22,9), porque las comidas de Jesús son precisamente anticipación del Reino de Dios. De nuevo, hay que recordar que la nueva economía del oikos cristiano tuvo su origen en la mesa de Jesús.

Dada esta realidad, habría que concluir entonces que el espacio más creativo y dinámico, donde lo central se vuelve periférico y lo periférico central, es el que hemos blindado y soldado más en nuestras múltiples prácticas eclesiales. A este respecto, escribe Jürgen Moltmann:

«La cena del Señor se basa en una invitación, que es tan abierta como lo están los brazos de Cristo en la cruz. […] El carácter abierto de la invitación del Crucificado a su cena y su comunión rebasa todas las barreras confesionales. Rebasa asimismo los límites de la cristiandad, pues esta invitación va dirigida a «todos los pueblos», y ante todo, a los «pecadores y publicanos». De aquí que entendamos la invitación de Cristo no sólo como una invitación abierta a la iglesia, sino como una invitación abierta al mundo entero»[30].

La lógica distributiva de la economía de la gracia presupone equidad en el acceso a los mismos recursos y no competitividad, así como no devaluación de la gracia al margen de cuantos participen en ella. La Santa Cena es expresión de la oferta de gracia de Dios, y está abierta a todo aquel que quiera acercarse a ella. Por tanto, podríamos concluir que la participación en el banquete del Señor no está ligada a estar o no bautizado, sino a la voluntad de participar de esa gracia, esto es, de participar en la Vida que sólo se da en el Espíritu. Una oferta disponible a todo el mundo.

Conclusión

Dos reflexiones más nos ayudarán en esta cuestión. La primera es recordar que ninguno de los discípulos de Jesús presentes en la última cena había sido bautizado según el bautismo cristiano. Tampoco ninguno de quienes participaron en las multiplicaciones del pan y el vino, por cierto, una hermosa prefiguración proléptica de la Santa Cena en su horizonte de universalización. La segunda es la puntualización que hace la mujer siriofenica de Marcos 7,28 al mismo Jesús, y el acuerdo de éste, lo cual nos recuerda que en la Santa Cena se vehicula algo más que identidad social. En ella, se vehicula una manera de ser abierta al otro, aunque ese otro no cumpla los estándares normalizados. Todo ello nos invita a considerar seriamente quiénes y quiénes no pueden participar en la Santa Cena. La mesa de Jesús fue siempre una mesa abierta y acogedora, incluso para los más ajenos a las prácticas y los valores imperantes de la sociedad judía del tiempo de Jesús. Y esta actitud de apertura y acogida es la que se halla en el mismo corazón de la nueva oikos cristiana, de esta nueva economía de la gracia en la que la libre distribución de gracia impera sobre el principio de competitividad. En este sentido, como recuerda Moltmann, la Santa Cena no va sólo dirigida a quienes se entienden como cristianos, sino que tiene una proyección específicamente ecuménica y escatológica, en cuanto va dirigida a todo ser humano y expresa la voluntad del buen querer de Dios para toda la humanidad. Esto, y no otra cosa, es precisamente, en su sentido más literal, una «economía de la vida» enclavada en la gracia.El estudio que hemos venido haciendo hasta aquí nos invita pues a considerar la «economía» desde una nueva perspectiva, una que ciertamente sea fiel al sentido original del «ecumenismo» y que, por tanto, responda a una economía teológica de la gracia que circule libremente entre toda «la tierra habitable», es decir, entre todos los hombres y mujeres que la pueblan. En este sentido, la Santa Cena no es sencillamente un ritual vertebrador de identidad (que lo es) ni un recuerdo de Jesús (que, obviamente, lo es). La propia dinámica y naturaleza de la Santa Cena, contempladas desde la actitud de mesa abierta del mismo Jesús, que acogía en ella a los elementos más marginales de su contexto socioeconómico inmediato, junto con el carácter fuertemente escatológico de ésta, nos abocan como mínimo a contemplar la Santa Cena desde una perspectiva transcomunitaria y global (ecuménica). La participación en ella de elementos no formalmente cristianos ni degrada ni minusvalora el sacramento, sino que le da libertad para actuar como lo que realmente es, es decir, participación en la gracia de Dios abierta a todo ser humano. «Cerrar» la Santa Cena en realidad nos lleva a practicar una economía de la gracia en la que el valor que prima no es el de la libre distribución, sino el de la competitividad de unos frente a otros, algo totalmente ajeno a una economía teológica de la gracia bien entendida y practicada. La comunión que se expresa en la Santa Cena no tiene por qué ser una comunión entre cristianos, sino una comunión a la que todo aquel que se siente llamado a ella pueda participar.

Esta lectura de la Santa Cena ciertamente reta nuestras comprensiones clásicas. Es, desde luego, una perspectiva muy provocativa. Sin embargo, el motivo principal de esta exposición no es tanto abogar por una celebración de la Santa Cena o la Eucaristía con una perspectiva escatológica y abierta a todo aquel aquél que quiera participar en ella (lo cual, como se ha visto, sería sostenible en tanto signo escatológico[31]) sino, sobre todo, ayudarnos a considerar la celebración de ésta desde un punto de vista maximalista y más elevado, uno que sea real y literalmente ecuménico. Desde este horizonte de comprensión, las diferencias que pueden existir entre las diversas familias cristianas quedan matizadas y reducidas a su mínima expresión, pues si la Santa Cena es una invitación a toda la humanidad para participar en la comunión con Dios y en su banquete mesiánico, ¿cómo nosotros mismos, cristianos de distintas procedencias, vamos a negarnos unos a otros la participación en ella cuando todos creemos en un mismo Dios de Gracia, en un mismo Jesús que se entregó para la reconciliación del mundo? De nuevo me pregunto si con ello no estaremos implantando el principio de la competitividad en nuestras celebraciones por encima del de la libre distribución.

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*Este artículo es fruto de la ponencia que presenté en el XXIV Encuentro Ecuménico de El Espinar (Madrid), bajo el título «Un llamamiento a la acción para la economía de la vida: en favor de la economía» (julio de 2014).

[1] Sobre esta cuestión, una propuesta muy interesante es la de G. Bottinelli, Non a la fatalité du tout économique,Lyon 2006.

[2] Vale la pena anotar también los beneficios que ha supuesto para el mundo el crecimiento económico, sobre todo si consideramos la cuestión términos históricos: en 1820, el 84% de la población mundial vivía en la pobreza. En 1929, la cifra era del 56%. En 1992, lo era una quinta parte de la población. Entre el año 1820 y el 2000, el período con la reducción de pobreza más rápida ha sido el comprendido entre 1980 y 2000, cuando el índice de pobreza cayó un 23,3%. El problema no es el crecimiento económico ni la economía en sí, sino cómo se gestiona uno y lo otro, de lo cual nos alerta los índices de pobreza relativa, que también han crecido. Cf. J. Pettit, «A defense of Unbounded (but Not Unlimited) Economic Growth: The Ethics of Creating Wealth and Reducing Poverty», Jounral of the Society of Christian Ethics 30/1 (2010) 183-204.

[3] R. Aguirre, «La casa como estructura base del cristianismo primitivo: las iglesias domésticas», Estudios Eclesiásticos 59 (1984). p. 28.

[4] El término paterfamilias no necesariamente se refería en la Antigüedad a un cabeza de familia, sino al dueño de propiedades. Sin embargo, normalmente el uso actual que se hace de él refiere al primer sentido. Cf. P. Saller, «Pater Familias, Mater Familias, and the Gendered Semantics of the Roman Household», Classical Philology 94 (1999) 182-197. Para la organización de las casas que refleja el Nuevo Testamento, cf. C. Osiek y D. Balch, Families in the New Testament World: Households and House Churches, Louisville 1997.

[5] Para conocer más sobre la organización de la familia romana, B. Rawson, «”The Roman Familiy” in Recent Research: State of the Question», Biblical Interpretation 11/2 (2003) 121-138.

[6] En realidad, los clientes de un patrón pasaban a formar parte de la familia de éste, según se entendía en el mundo romano el concepto «familia». Para conocer más sobre cómo funcionaban las redes clientelares, véase el primer capítulo de R. Aguirre (ed.), Así empezó el cristianismo, Navarra 2011.

[7] L. E. Vaage, «An Other Home: Discipleship in Mark as Domestic Ascetism», The Catholic Biblical Qutarerly 71 (2009) 741-761.

[8] Esta última referencia sólo es aplicable al mundo romano, no al clásico griego. Cf. Winters, Roman Wives, Roman Widows: The Appearance of New Women and the Pauline Commuinties, Michigan 2003.

[9] Como ilustra el papel de las mujer en las primeras comunidades. Cf. Osiek, El lugar de la mujer en la iglesia primitiva, Salamanca 2007.

[10] Cf. A este respecto, S. Guijarro, Fidelidades en conflicto. La ruptura con la familia por causa del discipulado y la misión en la tradición sinóptica, Salamanca 1998.

[11] C. Bernabé, «Of Eunuchs and Predators: Mt. 19,12», Biblical Theological Bulletin 33 (2003) 128-134.

[12] C. Gil, «El desarrollo de la tradición paulina» en R. Aguirre, Así empezó… pp. 255-292.

[13] F. Rivas, La vida cotidiana de los primeros cristianos, Navarra 2011. p. 111 y ss.

[14] Las primeras referencias al ágape entendidas como «comidas ofrecidas a los pobres de la comunidad» y en las que no está muy claro el contexto eucarístico son de Ignacio de Antioquía. A mediados del siglo II, la separación entre ágape y Eucaristía ya parece ser un hecho, tal como muestra la Primera Apología de Justino (c. 150). Cf. F. Rivas, «El nacimiento de la Gran Iglesia» en R. Aguirre (ed.), Así empezó…, p. 438ss. Sin embargo, según la Didajé (c. 70), para participar en la Mesa del Señor hay que estar bautizado.

[15] F. Rivas¸ La vida… o.c., 112.

[16] Cf. p. ej. E. Skidelsky, «The Emacipation of Avarice», First Things 5/2011 33-39.

[17] La bibliografía es abundante en este tema: R. C. Hancock, Calvin and the Foundations of Modern Politics, Ithaca 1989; S. Buce, «Did Protestantism create Democracy?», Democrazitation 11/4 (2004) 3-20; M. Zafirovsky, «The Most Cherished Myth: Puritanism and Liberty Reconsidered and Revised», The American Sociologist 38/1 (2007) 23-59; J. D. Tracy (ed.)¸Luther and the Modern State in Germany, Kirksville 1986; R. Rémond, Religion and Society in Modern Europe, Oxford 1999.

[18] « Claro que habría de ser absurdo salir a la defensa de la tesis doctrinaria puesto que, según ella, el “espíritu capitalista” (con el mismo sentido eventual que le hemos dado) únicamente pudo surgir debido a la influencia de la Reforma y, entonces, el capitalismo sería un fruto suyo. En primer lugar, esta tesis queda refutada por el hecho de que mucho antes del movimiento reformista —y ello es bien sabido— ya existían importantes formas de economía capitalista. Lo que se requiere dejar sentado es si las influencias religiosas tomaron parte, y hasta qué extremo, en los pormenores y el desarrollo cuantitativo del “espíritu” relativo al mundo y cuáles son, en definitiva, los visos que la civilización capitalista les debe». M. Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, México 1979. p. 54.

[19] K. Tanner, «Economy of Grace», Word & World 30/2 (2010) 174-181. Este artículo plantea el tema principal del libro publicado en 2005, con el mismo título.

[20] «A través del perdón de los pecados, somos libres de cualquier necesidad de justificarnos a nosotros mismos, de cualquier necesidad de romantizar, convertir en ídolo o demonizar al vecino, liberados de la atracción o repulsión por las cosas temporales». D. G. Lange, «A Communion That Is Holy: A Gospel Economy», Word & World 30/2 (2010) 182-190.

[21] Esto es lo que W. Pannenberg denominaba la «estructura extática de la fe». Cf. su Teología sistemática¸ Vol. III, Madrid 2007. Pp. 211ss.

[22] Por mucho que las teologías de la prosperidad y otras prácticas meritocráticas se empeñen en hacer.

[23] Tanner, op. cit. 180.

[24] Y que tienen su reflejo en los documentos que ha ido generando el Consejo Mundial de Iglesias, desde el documento Bautismo, Eucaristía y Ministerio, a los más recientes de Busán 2010.

[25] Una declaración actual de fe protestante dice: «[Quien lo recibe] es hecho objeto de los beneficios de la gracia, incorporado a la Iglesia y hecho partícipe de la redención por la sangre de Jesucristo». El sentido de pertenencia, pues, queda en primer plano.

[26] Confesión de Fe de la Iglesia Evangélica Española, que puede consultarse aquí.

[27] De nuevo, es bueno recordar que en el Nuevo Testamento no existe un periodo de catecumenado explícito entre el acto de conversión y el de bautismo: quienes creían eran inmediatamente bautizados.

[28] Consejo Mundial de Iglesias, La Iglesia: hacia una visión común, Ginebra 2013. p. 28. La cursiva es mía. El documento puede consultarse aquí.

[29] «Todas las veces que comiereis este pan y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga» (1Co. 11,26).

[30] J. Moltmann, La iglesia, fuerza del Espíritu. Hacia una eclesiología mesiánica, Salamanca 1978. Pp. 294-295. Cursiva en el original. En las páginas siguientes, Moltmann elabora más específicamente la conexión Cena del Señor – Banquete del Reino de Dios.

[31] En realidad, la práctica de la Mesa cerrada, desde la ortopraxis de Jesús que hemos visto, presenta tantas problemáticas como la Mesa abierta. La diferencia es que siglos de tradición lectora y práctica eclesial nos incapacitan para identificar la incoherencia.

 

http://www.lupaprotestante.com/blog/y-comieron-todos-y-se-saciaron-mc-642-microeconomia-y-macroeconomia-en-la-mesa-del-senor/

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LAS MARAVILLAS DE LA ESENCIA DIVINA EN SU CREACIÓN: La vuelta al mundo de la superluna



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Si durante el mes de julio hemos podido disfrutar de una hermosa superluna y de dos fantásticas lluvias de estrellas en la misma noche, el mes de agosto nos depara similar fortuna astronómica. Sin embargo, en esta ocasión, la próxima superluna, que tendrá lugar el 10 de agosto coincidirá con la clásica lluvia de estrellas Perseidas.

 

La lluvia de estrellas Perseidas, la más conocida entre todas ellas, tendrá sus días de mayor visibilidad del 11 al 13 de agosto, por lo que al coincidir con el apogeo de la luna llena más grande y brillante del año, es probable que ésta quede un poco deslucida. Lo habitual en las Perseidas es poder ver unos 100 meteoros por hora pero estos meteoros tendrán que competir con una Luna llena un 14% más grande y un 30% más brillante.

 

Los meteoros de las Perseidas procederán del cometa Swift Tuttle, que cada 133 años completa un viaje a través del sistema solar interno dejando tras de sí una estela de polvo y arena. Cuando la Tierra pasa a través de la zona de escombros, las partículas del cometa golpean la atmósfera, desintegrándose a continuación dejando los brillantes destellos de luz que disfrutamos en el cielo.

 

Esta es una mala noticia para las Perseidas. El resplandor lunar borra el telón de fondo negro aterciopelado requerido para ver meteoros débiles, y reduce drásticamente los rastros. De todas formas, las Perseidas son ricas en bolas de fuego más brillantes que Júpiter o Venus. Estas serán visibles a pesar de la luna llena”, afirma Bill Cooke, de la Oficina de Medio Ambiente sobre Meteoritos de la NASA.

 

Crédito imagen: JURAJ TÓTH/WIKIMEDIA

Polémica por las palabras de Papa Francisco a los pentecostales


NAL 30.07.2014

“Existen otras ovejas” aseguró el padre Guillermo Ortíz a Radio Vaticana.

© Rayttc
El Papa Francisco ha pedido perdón el 28 de julio por la incomprensión de algunos católicos hacia los hermanos pentecostales. “Alguien estará sorprendido que el Papa haya encontrado a los evangélicos” dijo el Papa anticipando la polémica que se ha desatado alrededor de este acontecimiento.

Precisamente para entender los gestos y las palabras dereconciliación de Papa Francisco, Roberta Gisotti en Radio Vaticano ha entrevistado a padre Hugo Guillermo Ortíz, jesuita argentino. 400 millones de pentecostales “representan una realidad eclesial” poco conocida y presente en el continente americano, confirma Gissotti introduciendo la entrevista.

Los pentecostales gente que busca a Jesucristo
“Es una realidad muy difundida en América Latina, en Argentina. Yo he trabajado, hemos trabajado junto a Bergoglio, desde 1979, en esos barrios donde había gente que se reunía, buscaba el encuentro con Jesus a través de la Palabra, con mucha honestidad. Dan testimonio de aquello que ha hecho la Palabra de Dios en la oración personal” observó Ortiz.

Los pentecostales no son sectas 
“Se debe hacer una diferencia entre estas sectas, que se aprovechan de las personas sobre la base de la “teología de la prosperidad” y engañan la gente. Son estafadores y utilizan la Palabra de Dios, piden la bendición de Dios, pero a través del dinero” afirmó el jesuita director de los programas de Radio Vaticano en español. Así confirmó que es una estafa usar a Dios para obtener en cambio dinero. “Si tu me das diez euros, tendrás una bendición de diez euros” añadió. Asimismo, denunció que existen sectas satánicas que “son otra cosa” y que usan la “la umbanda, la macumba y la santería».

El Espíritu Santo para caminar con Jesús 
“Pienso que el encuentro  […] en Caserta ha sido una experiencia de oración junto al Espíritu Santo, para estar juntos a la presencia de Jesús, para caminar con Jesús, como ha dicho Papa Francisco” dijo Ortiz.

Unión entre cristianos
Por último, sobre la unión entre cristianos aseguró que “existen muchos que buscan a Dios, que buscan a Jesús, y pienso que Francisco sea abierto al hecho que el Espíritu obre en todas las personas. Existen otras ovejas, no solamente aquellos que nos llamamos o que somos bautizados católicos” concluyó.

EL SALVADOR «No podemos hablar de las comunidades pobres sin que ellas participen activamente», dice Menchú en Foro ACT


Rafael Menjívar Saavedra

San Salvador, miércoles, 30 de julio de 2014 (ALC) – Con una conferencia de prensa inició este 28 de julio el encuentro de la Alianza de la Acción Conjunta de las Iglesias (ACT-Alianza) de América Latina y el Caribe que se desarrolla en El Salvador hasta el 2 de agosto bajo el lema “Conferencia sobre el Papel de la Sociedad Civil en los Nuevos Paradigmas de Desarrollo». En este tiempo se debatirán necesidades y estrategias de la región de cara a la Asamblea de octubre.
La doctora Rigoberta Menchú Tun, Premio Nobel de la Paz 1992 y lideresa Maya Kiché de las comunidades de Guatemala, al referirse al encuentro expresó la urgente necesidad de llegar a acuerdos en este tema en “nuestra América Latina”, para lograr que los pueblos marginados, empobrecidos, invisibilizados tengan voz y voto en la búsqueda de soluciones a los problemas más sentidos que nos agobian cada día.

“No se puede seguir hablando de los problemas de las comunidades más pobres, sin que la gente de esas comunidades participen activamente, por eso es importante estar aquí, porque sabemos que América Latina es una región muy vulnerable, pero también una región que tiene mucha  experiencia de cómo trabajar con estas adversidades”, expresó Menchú.

Nuestros pueblos están deprimidas, frustrados de muchas cosas, tiene miedo de salir adelante para la vida, porque hay tantas cosas que golpean fuerte, por eso debemos ser luz y generar esperanza.

El obispo Medardo Gómez, de la Iglesia Luterana Salvadoreña, coincidió con Rigoberta Menchú al expresar la importancia de que este evento se realice en este país, porque es uno de los más vulnerables del mundo y refleja condiciones similares a los demás países de la región.

Luego el Obispo, llama a la oración inicial, “Padre bendito aquí estamos y creemos mediante nuestra fe que obedecemos al cumplimiento de nuestra misión.  Somos instrumentos tuyos tus siervos y siervas. Esta  reunión no es algo nuestro sino que está bajo la inspiración tuya, te clamamos para que nos asistas y bendigas para sacar buenos frutos. Ayúdanos a resolver los problemas más fundamentales de nuestra región, de nuestra gente más necesitada”.

Para Gómez, el mismo lema: “Conferencia sobre el Papel de la Sociedad Civil en los Nuevos Paradigmas de Desarrollo”, es de por sí, un desafío, un llamamiento profundo porque la sociedad civil es movimiento, acción, demanda, consigna, conquista que debe ser escuchada en su rol y papel fundamental como principal actor de la vida de un país.

Elena Cedillo, representante de La Federación Luterana Mundial Centroamérica, al momento de ofrecer el saludo manifestó que desde la llegada del Departamento de Servicio Mundial de la Federación Luterana a El Salvador en 1983 y luego a la región en los años posteriores, se han dedicado a impulsar procesos de acompañamiento integral a gente de las comunidades más vulnerables por ello agradece el desarrollo de este evento. “Hoy tenemos la oportunidad de visibilizar nuestro mensaje, somos  organizaciones basadas en la fe y tenemos mucho que decir desde nuestra identidad”.

También el actual Vice-Ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales de El Salvador, doctor, Ángel Ibarra, se refirió al “buen vivir”, que se basa en el trabajo de la gente, “la gente necesita que se le acompañe en sus necesidades fundamentales de la vida y si ese acompañamiento es integral, permanente y desinteresado va a aportar al desarrollo amando la naturaleza”.

El buen vivir no es concepto teórico, es una práctica de vida en relación con la naturaleza. La Madre Tierra reclama su espacio,  reclama un enfoque holístico en donde el desarrollo de los comunidades y de los pueblos   no rompa con el equilibrio vida plena con la Madre Tierra, sostuvo Ibarra.

Los desafíos como región ya han aflorado, todos y todas coinciden en la tremenda necesidad de juntar ideas, coordinar esfuerzos e impulsar estrategias que lleven no solo a la búsqueda coordinada de soluciones, sino a impulsar procesos sostenibles y sustentables.

Este evento es una consulta regional de Latinoamérica y el Caribe que mira a la gran cumbre mundial a realizarse del 14 al 20 de octubre del presente año en República Dominicana, en donde la región deberá presentarse como un solo cuerpo, por eso la importancia de definir estrategias, lineamientos que ayuden a visibilizar una sola región con todas su diversidad.

Para Carlos Tamez, Secretario General del Consejo Latinoamericano de Iglesias CLAI (Interino), hoy se tiene la oportunidad de ir más allá, no solo ver la Asamblea Mundial de octubre como reto, sino profundizar con los y las referentes de los países participantes en los temas que nos urgen cómo sociedad civil.

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Agencia Latinoamericana y Caribeña de Comunicación (ALC)

ARGENTINA Denuncian nueva represión y detención de indígenas Wichi en Formosa


Formosa, jueves, 31 de julio de 2014 (ALC) – Según informe enviado por la Vicaria Pueblos Originarios, los hermanos Wichi Avelino, Esteban, Manuel y Ricardo Tejada ueron detenidos, maniatados y brutalmente mal tratados, esta mañana lunes 28 de julio en su tierra de la comunidad de «El Colorado», Departamento Ramón Lista de la norteña provincia de Formosa. Uno de ellos junto con 5 mujeres, lograron huir asustados al monte. No hubo tiempo para nada dado la sorpresiva detención. Fueron allanados con 11 vehículos de la policía de Formosa con aproximadamente unos 70 efectivos. El jefe del operativo era el oficial Genes responsable del destacamento de El Potrillo.

La orden de detención provenía del Juez de Las Lomitas, Dr. Francisco Orella. La policía -según relato de testigos y pobladores Wichi- decía que también venía este allanamiento  por orden del Ministro de gobierno, Dr. Jorge González.

Un criollo de la zona llamado Pila Tedin estaba con su familia alambrando en tierra y  territorio indígena. Los dirigentes de la comunidad avisaron varias veces al criollo a que no continuara alambrando en su territorio y en reiteradas oportunidades lo denunciaron a la policía. Cansados, procedieron en el día de ayer a quitar el alambrado y la motosierra con la cual estaban cortando los postes.

Los hermanos Tejada fueron trasladados a Las Lomitas y en estos momentos los abogados están tratando de visitarlos, pedir la excarcelación e intervenir en la defensa de los Wichi.

Estos hechos de gravedad ocurren cuando esta en plena vigencia la ley nacional de emergencia 26160 prorrogada en la ley 26554 de “Relevamiento Territorial de las Comunidades Indígenas en Argentina”, que fue sancionada a fines del año 2006 para relevar las tierras ocupadas por las comunidades indígenas, una de las principales obligaciones que el Estado argentino ha contraído al reconocer los derechos de los pueblos indígenas. Esta ley, suspende los desalojos de las tierras ocupadas tradicionalmente por las comunidades indígenas y establece la realización del relevamiento de las mismas, cuya dirección tiene a a cargo el I.N.A.I. (Instituto Nacional de Comunidades Indígenas). Hay mucho malestar Wichi en la zona.
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Agencia Latinoamericana y Caribeña de Comunicación (ALC)

Ivone Gebara teólogo de la liberación  recibirá el doctorado honoris causa


 

Publicado: 30 de julio 2014 13:22 PDT

Adital (traducción Inglés por Rebel Girl)
07/29/2014

Debido a su trabajo y su contribución durante más de 30 años a la escena teológica brasileña y latinoamericana, teólogo y filósofo Ivone Gebaraserá honrado con el título de Doctor Honoris Causa. La iniciativa viene del Núcleo de Pesquisa de Género das Facultades EST – Escola Superior de Teologia de São Leopoldo (NPG-EST). Se le dará el premio durante el segundo Congreso Internacional sobre Religión, Medios de Comunicación y la Cultura , que se celebrará 8-12 de septiembre en São Leopoldo, Rio Grande do Sul, Brasil.

Además de reafirmar el compromiso de Facultades EST para feministas y de género obra teológica, el otorgamiento del título es, sobre todo, un reconocimiento a la trayectoria personal e intelectual de los teólogos, que, a punto de cumplir 70 años, sigue dedicando su tiempo y esfuerzo para teología de la liberación y la teología feminista.

Ivone Gebara es brasileño, nacido en São Paulo, pero de ascendencia sirio-libanesa. Ella es una monja, un miembro de la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora (Canoneses de San Agustín), y se ha dedicado a la teología feminista desde hace muchos años. Tiene un doctorado en filosofía en la Universidad Católica de São Paulo y en estudios religiosos de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica).

Al lado de Dom Helder Camara, fue profesora en el Instituto Teológico de Recife (ITER), en Pernambuco, durante 17 años, hasta su cierre en 1989 por orden del Vaticano, a continuación, bajo el mando de Juan Pablo II, considerado como un crítico de la teología de la liberación.

Unos meses después del cierre obligatorio de ITER en 1990, Gebara fue juzgado y condenado por el Vaticano por criticar doctrina de la Iglesia Católica. Su pena eclesiástica era «silencio obsequioso» durante dos años. Durante este período, se quedó fuera de Brasil y produjo un libro que aborda la cuestión del mal, Rompendo o silêncio: uma fenomenologia feminista hacer mal [«Rompiendo el silencio: una fenomenología feminista del mal»].

Sus problemas con el Vaticano se acentuaron cuando, en octubre de 1993, durante una entrevista con una revista de amplia circulación en Brasil [ Veja , 6 de Octubre, 1993], dio declaraciones sobre el aborto, diciendo que, para las mujeres pobres, la práctica no era necesariamente un pecado, ya que más nacimientos significaba muchas dificultades para las madres y los niños. El teólogo hablaba de sus experiencias con mujeres de comunidades pobres de Recife.

Teologia Ecofeminista [«ecofeminista Teología»], Rompendo o silêncio: uma fenomenologia feminista hacer mal [«Rompiendo el silencio: una fenomenología feminista del mal»], Teologia Ecofeminista: ensaio párr repensar o Conhecimento ea religião [«ecofeminista Teología: Un ensayo para repensar el conocimiento y la religión «], como Aguas do meu Poço [» Las aguas de mi pozo «], O que é Teología Feminista [» Lo que la teología feminista es «], O que é Teologia [» Lo que la teología es «], O que é Cristianismo [¿Qué es el cristianismo], y A Mobilidade da Senzala feminina. Mulheres Nordestinas, Vida Melhor e Feminismo [«La movilidad de las mujeres esclavas: mujeres del noreste, una vida mejor, y el feminismo»] son algunos de sus más de 30 títulos publicados.

Hoy en día, Ivone Gebara dedica su tiempo al trabajo pastoral, da conferencias, participa en eventos en varios países y ofrece cursos, ayudando a formar nuevos activistas, teólogos, filósofos y pensadores.

Tomado de:  www.iglesiadescalza.com

COLOMBIA: Iglesia católica pide que no se cancelen negociaciones de paz en La Habana


La solicitud la hace el monseñor Luis Augusto Castro, presidente de la Conferencia Episcopal, que visitó la capital cubana el fin de semana.
A la derecha de la foto, el monseñor Luis Augusto Castro. Conferencia Episcopal

Castro señaló que en su viaje tuvo una reunión con las delegaciones que negocian por la paz en Colombia y aseguró que ambas partes están “trabajando seriamente” y que esperan que todos apoyen el proceso, informó La FM.

DEJE AQUÍ SUCOMENTARIOEl sacerdote añadió, en declaraciones recogidas por Blu Radio, que los diálogos van por buen camino y que las partes están dispuestas a reconocer a las víctimas del conflicto.

Además, según Caracol Radio, el párroco que en La Habana se está siguiendo lo que había sido estipulado en la agenda que fue pactada entre ambas partes.

Por otra parte, el padre Darío Echeverry afirmó que, luego del viaje, están seguros de que el proceso de paz seguirá a pesar de los tropiezos actuales, de acuerdo con La Fm.

A propósito de estos tropiezos, Castro le dijo a esa misma emisora que las Fuerzas Armadas deben poner límites a la escalada de violencia, pero sin poner en riesgo el proceso de paz.

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El Foro de Curas de Bizkaia pide a monseñor Iceta que convoque una «nueva asamblea diocesana»


Mario Iceta

Solicitan al obispo de Bilbao «una Iglesia sinodal, misionera y en comunión»

«La crisis de comunión en la diócesis se ha acrecentado en los últimos años»

José Manuel Vidal, 30 de julio de 2014 a las 08:35

Denuncian «la progresiva devaluación del papel de los diferentes consejos diocesanos en el gobierno de la Iglesia»

Mario Iceta/>

Mario Iceta

(José Manuel Vidal).- La primavera de Francisco en España parece comenzar por el País Vasco. Ayer, 96 curas donostiarras hacían pública una carta a su obispo, monseñor Munilla, pidiendo corresponsabilidad y que no disponga de la diócesis como su «feudo». Hoy, Religion Digital ha tenido acceso a otra carta, enviada hace unas semanas por el Foro de Curas de Bizkaia al obispo de Bilbao, Mario Iceta, en la que le piden que convoque una «nueva asamblea diocesana».

En la misiva, los curas vizcaínos del Foro apuestan por «una Iglesia sinodal, misionera y en comunión». Y, para conseguirla piden a monseñor Iceta que convoque «una nueva Asamblea diocesana».

Con la clásima metodología del ver-juzgar-actuar, los curas de Bilbao comienzan echando un vistazo a la realidad social y eclesial. Socialmente, denuncian el «escandaloso aumento de la injusticia y de la pobreza, asi como la aparición de nuevas ‘periferias’ que nos interpelan con particular fuerza».

En al ámbito eclesial reconocen «un progresivo envejecimiento y una disminución, particularmente llamativa, de jóvenes en su seno. El mismo presbiterio diocesano ha envejecido, mermándose notablemente su capacidad evangelizadora e innovadora».

Por otra parte, el relevo generacional «además de numéricamente insuficiente, en no pocos casos, no parece ser el más idóneo para los tiempos en los que nos estamos adentrando».

Y eso provoca, a juicio de los curas vizcaínos, una serie de «retrocesos o vacíos». Entre ellos y en clara denuncia de la actitud de monseñor Iceta, aseguran que «la crisis de comunión en la diócesis se ha acrecentado en los últimos años».

A eso hay que añadir, «la progresiva devaluación del papel de los diferentes consejos diocesanos«, asi como «una remodelación pastoral y de curia presididas más por el criterio de optimizar el decreciente número de presbíteros que por una intervención, creativa y sinodal, de las comunidades y de las personas directamente concernida».

Ante este evidente «déficit de coraje misionero y evangelizador», los curas del Foro proponen «afrontar sinodalmente la situación presente y futura». Y para eso, apuestan por la celebración de una Asamblea diocesana, que permita «ser audaces y creativos» y«recuperar el aliento evangélico de manera corresponsable».

Para eso es necesario, a su juicio, abandonar «la añoranza de un pasado que ya nunca volverá» y dejar de afrontar la situación «de manera individualista».

Los curas del Foro indican, incluso, la metodología a seguir en la Asamblea, asi como su conformación, dinamismo y ritmo.

Texto íntegro de la carta del Foro de Curas de Bizkaia

Por una Iglesia sinodal, misionera y en comunión

Hacia una nueva Asamblea Diocesana

Propuesta del Foro de Curas de Bizkaia

La Asamblea del Foro de Curas de Bizkaia ofrece al Consejo Episcopal la siguiente reflexión para que traslade al proceso de «discernimiento» que se abre, a partir del curso pastoral 2014-2015, en nuestra diócesis.

1.- La situación social y eclesial actual

Constatamos un escandaloso aumento de la injusticia y de la pobreza, así como la aparición de nuevas «periferias» que nos interpelan con particular fuerza. Los datos que se podrían aportar en este sentido son tan abrumadores que corremos el riesgo de mirar al pasado con añoranza (la mayor parte de las veces, ingenuamente) o de sumirnos en una especie de depresión colectiva (tan desmedida como paralizante).

Constatamos, igualmente, que la mayoría de las comunidades y movimientos que acompañamos están experimentando un progresivo envejecimiento y una disminu- ción, particularmente llamativa, de jóvenes en su seno. El mismo presbiterio diocesano ha envejecido, mermándose notablemente su capacidad evangelizadora e innovadora.

Su relevo generacional, además de numéricamente insuficiente, en no pocos casos, no parece ser el más idóneo para los tiempos en los que nos estamos adentrando. Si bien es cierto que se han dado pasos importantes (que no podemos echar en el olvido), también lo es que no faltan los retrocesos e, incluso, los vacíos. Nosotros queremos llamar la atención, concretamente, sobre

-un déficit de coraje misionero y evangelizador;

-la crisis de comunión que se ha acrecentado estos últimos años en nuestra diócesis;

-la progresiva devaluación del papel de los diferentes consejos diocesanos en el gobierno de la iglesia;

-la idoneidad y viabilidad de una remodelación pastoral y de curia presididas más por el criterio de optimizar el decreciente número de presbíteros que por una intervención, creativa y sinodal, de las comunidades y de las personas directamente concernidas.

-la pérdida de significatividad de la Iglesia en la sociedad de la que formamos parte.


2.- Afrontar sinodalmente la situación presente y futura

La entidad de las urgencias que detectamos, la improcedencia de seguir haciendo cansinamente lo mismo, la necesidad de recuperar un coraje evangélico colectivamente mermado y la gran importancia de disponer de un proyecto diocesano hacia el que volver a caminar esperanzadamente nos urgen a proponer la celebración de una nueva Asamblea Diocesana que nos permita afrontar, sinodal y corresponsablemente, éstas y otras cuestiones que se puedan estimar urgentes.

Creemos que ha llegado la hora de «ser audaces y creativos» en diagnosticar, «repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores» de nuestra diócesis. Y que esta tarea ha de hacerse sinodalmente, «con generosidad y valentía», «sin prohibiciones ni miedos» (Evangelii Gaudium, 33).

El Papa Francisco nos invita a no rehuir el afrontamiento de los problemas y a recuperar el aliento evangélico de manera corresponsable. La sorpresa y la esperanza que, de su mano, han irrumpido en este primer año de su pontificado son referencias importantes que nos estimulan a presentar esta propuesta, a superar algunas actitudes que -aunque comprensibles- ya no son de recibo o que, en todo, caso tendrían que ser debidamente reconducidas en breve.

Nos referimos, concretamente, al instalamiento en la añoranza de un pasado que ya nunca volverá, a la desesperanza o a la intolerancia que semejante fijación generan y al riesgo de acabar siendo una comunidad cristiana residual y encerrada en sus propios problemas, nunca un resto creativo y dinámico.

Y nos referimos también a la manera individualista de afrontar esta situación («sálvese quien pueda», «que cada palo aguante su vela») quizá porque se ha interiorizado la imposibilidad de nacer de nuevo siendo viejo o porque se percibe el reiterado agotamiento de lo ya experimentado como pastoralmente inviable e improcedente (además de estéril) o porque ya no se perciben pistas de futuro que convoquen colectivamente a la esperanza.

Sin embargo, en la entraña misma de toda comunidad cristiana se aloja la invitación permanente a escuchar y discernir lo que el Espíritu nos está diciendo en este tiempo, aactivar la creatividad evangélica y a vivir esperanzadamente. Si nos encaminamos a ser un «resto», vamos a serlo habiendo discernido la voluntad del Señor en semejante proceso y, por tanto, afrontándolo con un proyecto de Iglesia diocesana que sea misio- nero, además de esperanzador y razonablemente viable. Sólo así estaremos poniendo las bases para ser, como lo fueron las primeras comunidades cristianas, una Iglesia realmente seductora y significativa en esta primera parte del siglo XXI.


3.- Hacia una nueva Asamblea Diocesana

Movidos por tal interés y necesidad, juzgamos oportuno plantear al Pueblo de Dios en Bizkaia que discierna la oportunidad y conveniencia (o no) de celebrar una nueva Asamblea Diocesana

Ésta podría desplegarse en un doble y complementario nivel: de diagnóstico, discernimiento, oración y formulación de propuestas en las unidades pastorales, comu- nidades parroquiales, equipos, grupos, movimientos, asociaciones, congregaciones o comunidades de base (integrados por personas que estén dispuestas a iniciar este recorrido con encuentros quincenales o mensuales), y como comunidad diocesana mediante tres encuentros anuales en los que, además de compartir lo que se va analizando, proponiendo, diseñando y facilitar los instrumentos necesarios para seguir adelante, se cuidaría reforzar la esperanza de que es posible y viable un nuevo futuro.

El contenido y formato de los tres encuentros diocesanos anuales tendría que ser determinado en función de la marcha de la nueva Asamblea Diocesana

Esta doble y complementaria vía de unidades pastorales, parroquias, equipos, grupos, movimientos, asociaciones, congregaciones y comunidades de base, por un lado, y de encuentros diocesanos, por otro, culminaría en la celebración de un encuentro final.

Sería deseable que el camino metodológico de la nueva Asamblea Diocesana es- tuviera presidido por las tres clásicas etapas de VER, JUZGAR y ACTUAR.

También sería deseable que todo el pueblo de Dios abriera, al término de la posible nueva Asamblea Diocesana, una reflexión que nos permitiera clarificar qué acentos de su identidad y espiritualidad han de ser preferentes en el servicio a los objetivos y prioridades aprobadas por la Iglesia de Bizkaia.

Finalmente, somos conscientes de que la propuesta de una nueva asamblea presenta indudablemente sus riesgos. Pero consideramos que es necesario asumirlos, para que el discernimiento que se pide sea más atinado y fructífero.

Sólo una vez concluido este proceso, volvería a tener sentido la aprobación de un nuevo Plan Diocesano de Evangelización.


 

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