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Martirio de Ladislao (sacerdote jesuita) y Camila, casados por AMOR
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“Ya que no hemos podido vivir en la tierra unidos, nos uniremos en el cielo ante Dios”
La Iglesia no celebra a todos los mártires (testigos) del Evangelio
La Iglesia católica no acostumbra a celebrar lo que sucede al margen de sus leyes, aunque sea un don claro del Creador, e incluso una manifestación magnífica del Espíritu de Jesús. ¿Quién recuerda alguna celebración solemne de la vida, por ejemplo, de Vicente Ferrer, promovida por la jerarquía eclesial? Sin embargo esta vida ha sido y sigue siendo “sal y luz del mundo”. Pero como Vicente fue “reducido al estado laical”, un sacerdote casado, que realizó su obra de servicio a los demás sin que le estorbara su matrimonio, no tiene cabida en el corsé clerical de la Iglesia.
Vicente Ferrer “se entregó a Dios con corazón indiviso”. En su vida no “descuella el precioso don de la gracia divina, que es dado por el Padre a algunos (cf. Mt 19,11; 1Cor 7,7), para que en virginidad o celibato más fácilmente se entreguen a Dios solo con corazón indiviso (cf. 1Cor 7,32-34)” (LG 42). Pero en su vida “descuella el más precioso don”, el AMOR
cristiano (1Cor 13,1ss). A pesar de no ser célibe, ha sido agraciado por el Padre con el Amor, que es lo que realmente capacita para “entregarse a Dios con corazón indiviso…, y ha sido (y sigue siendo) signo y estímulo de la caridad y fuente peculiar de fecundidad espiritual…” (LG 42). Y, como Vicente Ferrer, muchos sacerdotes casados, obligados a dejar el ministerio, no han dejado de entregarse a Dios con “corazón indiviso”: “han amado a Dios con todo su corazón, con toda su alma, con todas sus fuerzas y con toda su mente. Y al prójimo como a ellos mismos”.
Ladislao y Camila, mártires del AMOR
y la libertad
La Iglesia argentina guarda memoria de Ladislao y Camila, mártires del AMOR
matrimonial y de la libertad cristiana. Sobrepasaron la ley del celibato, y murieron por ello. Fueron fieles al amor que Dios había puesto en sus corazones. Por encima del compromiso religioso (voto de castidad) estuvo el hecho humanísimo del enamoramiento, voz primera de Dios, reflejada en la conciencia, “el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de ella” (GS 16). Tuvieron un hijo que no llegó a nacer por la brutalidad de la ley humana, que se impuso a la ley de Dios: “¡no matarás!”.
Ladislao Gutiérrez, SJ y Camila O´Gorman, a mediados del siglo XIX, el 18 de agosto de 1848, fueron fusilados por romper el voto de castidad él y por escándalo público los dos. Al menos dos películas interpretan su historia. Un sacerdote y una mujer, enamorados, aceptan su amor como don de Dios y deciden “salir a buscar la tierra prometida” en que puedan cumplir sin trabas la voluntad divina. “Camila O’Gorman”, de 1910 dirigida por Mario Gallo, con Blanca Podestá en papel de la joven. “Camila”, dirigida en 1984 por María Luisa Bemberg, nominada al Oscar a la mejor película extranjera. Susú Pecoraro, Imanol Arias y Héctor Alterio interpretan los papeles estelares.
Enamorarse es voluntad de Dios
La historia del enamoramiento del sacerdote jesuita y de la joven argentina fue muy llamativa por tratarse de personas de la alta saciedad poscolonial. Camila, nacida el 9 de julio de 1825 en Buenos Aires, del matrimonio Adolfo O’Gorman y Joaquina Ximénez Pinto, de origen irlandés, francés y español. También Ladislao era de familia influyente y adinerada, originaria de Tucumán. Allí fue ordenado sacerdote a los veinticuatro años, y realizó sus primeras tareas pastorales. Párroco en la iglesia del Socorro, de Buenos Aires, conoció a la familia de los O’Gorman, que tenían también un hijo sacerdote, Eduardo O’Gorman, compañero de Ladislao en el seminario.
En 1847 se despertó el amor entre Camila y Ladislao. Enamorarse es un misterio, una realidad llena de vida. Un creyente ve ahí la voz del Creador que no quiere que “el hombre esté solo” e intima el “creced y multiplicaos”. Ladislao y Camila interpretan su amor desde el Amor de Dios. Se sintieron llamados a vivirlo en libertad. Decidieron salir de Buenos Aires, y emigrar hacia Río de Janeiro, Brasil, donde creían poder encontrar “la tierra prometida” a su amor.
El 11 de diciembre de 1847, salen en caballo hacia la provincia de Corrientes. Con ayudas diversas, llegan al pueblo de Goya, donde creen que nadie les conoce. Para sobrevivir abren una escuela de niños. Durante unos meses encuentran la paz, a pesar de que sabían que les perseguían. El 23 de Diciembre de 1847, Adolfo O’Gorman, padre de Camila, había denunciado ante el gobernador que su hija había sido seducida y raptada por el párroco. El gobernador, Manuel Rosas, ordenó apresar a la pareja, y conducirlos a la cárcel. En agosto de 1848, un sacerdote irlandés, Michael Gannon, que conocía el caso, les descubrió y avisó a las fuerzas del gobierno para que los prendieran.
“Nos uniremos en el cielo ante Dios”
Camila negó rotundamente que hubiera sido violada y sostuvo su participación libre en el AMOR
y en la trama de la huida. Los llevaron hacia Buenos Aires para ser juzgados. La presión social precipitó un juicio sumarísimo. Condenados a muerte, son fusilados en la mañana del 18 de agosto en el Cuartel General de Santos Lugares de Rosas (actualmente localidad de San Andrés, General San Martín). Camila estaba embarazada de ocho meses. No les importó la Vida, sino la Ley. Ladislao hizo llegar a su ya mujer (ante su conciencia, ante Dios), para animarla a dar la vida por AMOR
, este hermoso mensaje: “Camila mía: Acabo de saber que mueres conmigo. Ya que no hemos podido vivir en la tierra unidos, nos uniremos en el cielo ante Dios. Te abraza… Tu Gutiérrez”.
“Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (He 5, 29; 4,19)
Aún la Iglesia no ha asumido prácticamente este principio. Sobre todo cuando se trata de sus leyes, que confunde con la voluntad de Dios. En este caso toleró la muerte de tres personas: Ladislao, Camila y el hijo “non nato”. “¡Para mayor gloria de Dios!”, decían atrozmente. Cuando hacemos de nuestras leyes humanas un absoluto, no reparamos en medios y llegamos a extremos inauditos. El poder siempre encuentra justificación para imponerse y dar por bueno lo que en sí es perverso.
Los asesinos argentinos tenía base teológica en el Papa Urbano II que, hacia el año 1090 en carta al obispo Godofredo Lucano, llegó a afirmar: “A los asesinos de excomulgados, según el uso de la iglesia romana, les impondrás una satisfacción proporcionada a la intención que hayan tenido. Pues no consideramos que sean homicidas los que, ardiendo en el celo de su católica madre contra los excomulgados, resulte que han destrozado a algunos de ellos” (Epist. 132. PL 151, 394). Semejante disparate perdura aún como “Magisterio de la Iglesia” al mantener un texto del Papa León X, en 1520, que “condena, reprueba y el rechaza” la siguiente proposición atribuida a Lutero: “QUEMAR
herejes es contra la voluntad del Espíritu Santo”. (cf. DS 1.483, D 773).
¡Más respeto a la voluntad divina!
¿Cuándo la Iglesia dejará libres para ejercer sus “talentos”, dados por Dios, a los sacerdote casados? ¿No sería un gesto de amor y respeto a la voluntad divina? “¿Acaso no tenemos derecho a comer y beber?, ¿acaso no tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer cristiana, como los demás apóstoles, incluyendo a los parientes del Señor y a Pedro?…” (1Cor 9,4-5). “Si no pueden sostenerse, que se casen; más vale casarse que quemarse” (1Cor 7,9). Esto sí es voluntad de Dios, recogida en la Biblia. Y no el destierro, la “reducción” laical, la marginación, la exclusión…. Diversos modos de “fusilamientos” sociales, siempre indignos del amor cristiano.
http://www.redescristianas.net/2014/08/18/18-de-agosto-dia-del-celibato-opcionalrufo-gonzalez/
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