COLOMBIA: Nos duelen los muertos que matamos


Por: | abril 17, 2015
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Con voz dolorosa y rostro compungido el señor Pastor Alape se presentó ante los medios en La Habana a decir sin sonrojarse que están muy dolidos por haber masacrado diez soldados al amanecer del miércoles pasado y, como de costumbre, las Farc aprovechó una tragedia para ganar espacio en lo que les interesa: el cese bilateral.

Por su parte el presidente Santos contestó negando esta posibilidad: “No me voy a dejar presionar para una tregua bilateral” y tomó el camino contrario al esperado por la guerrilla, ordenó reanudar los bombardeos.

Una vez más vemos como el proceso tambalea. Cómo los esfuerzos de mucha gente, de muchos países y las esperanzas de Colombia están en riesgo de esfumarse por el cinismo y la insensatez de unos alzados en armas empecinados en lograr ventajas a punta de asesinatos.

Esto parece una película de horror que se repite una y otra vez. Habíamos conseguido olvidar en parte las atrocidades que generaron las rupturas de las conversaciones anteriores, en el Caguán. La toma de un avión civil, el aterrizaje en una carretera y el secuestro de Jorge Eduardo Gechem en un larguísimo y atroz cautiverio.

Pero a las Farc esas enseñanzas no les sirvieron sino para aumentar su tozudez. Viven convencidos que el mejor argumento es el terrorismo, los ataques indiscriminados, la barbarie. Ni los logros internacionales alcanzados en la reciente Cumbre de las Américas les sirvieron para entender que la diplomacia no se hace a balazos arteros.

Duele la muerte de estos jóvenes servidores públicos. Duele el dolor de sus familias, pero más duele el cinismo con que se refieren a esos asesinatos. Es cierto que la paz es muy importante, es cierto que lo que se busca es que no haya ni una más de estas masacres. Pero lo que no parece sensato es el método que la guerrilla quiere implementar para lograrlo. Poner contra las cuerdas a los presidentes que se juegan todo su prestigio y su gobierno por la paz. Así lo hicieron con Pastrana y ahora quieren hacerlo con Santos.

Hay algo que la guerrilla siempre ha subestimado, la opinión pública. Hablan como para enfrentarla, retándonos a que los odiemos. Provocan, no sé si de manera premeditada, odio, rencor, deseos de venganza, como si estuvieran poniéndonos a prueba. A ver cuánto aguanta la gente, esa que ellos consideran burguesa y proimperialista.

Pero no somos eso. O por lo menos no somos eso todos los colombianos. Tal vez haya personas que suspiren por la guerra, pero una inmensa mayoría lo que quiere es la paz pero aún los que queremos la paz sentimos asco por lo que ustedes señores guerrilleros acaban de hacer.

Queremos paz, señor Alape, pero no queremos su cinismo, ni sus métodos de terror. En este caso, como en otros, le están mintiendo al país. Ustedes no respetaron su compromiso de tregua unilateral y de sus armas salieron las balas que acribillaron a nuestros soldados. Por lo menos reconozcan esto y veamos si a partir de la verdad se puede recomponer el diálogo. No nos digan más que sienten muchos las muertes que ustedes causaron. ¡No nos crean tan pendejos!

www.margaritalondono.com

http://blogs.elespectador.com/sisifus/

1 comentario (+¿añadir los tuyos?)

  1. Jaime Ernesto Enciso G.
    Abr 17, 2015 @ 16:48:48

    La indignación, por supuesto, es primero contra las FARC, autores de este y tantos crímenes contra Colombia. Pero el gobierno y los jefes militares son culpables por enviar, sin pestañear, grupos de soldados a una muerte segura, sin darles ninguna protección. ¡Claro! es que estos ciudadanos tienen que ganarse la vida exponiéndola por unos jefes y un gobierno indolentes e irresponsables. Al menos tienen que pagarles un salario. Actúan así, porque los soldados no son hijos de esos jefes, mucho menos del presidente o sus heliotropos. Los soldados son la carne de cañón tanto para la guerrilla como para el gobierno. Pobre Colombia con estos gobiernitos que maquillan su irresponsabilidad a base de soberbia y ocultan su alto grado de corrupción detrás de mamparas como «las urnas de cristal». J. Enciso G.

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