
Fausto Trávez en su despacho
«Nuestro pueblo tiene esa capacidad de resistir los aguaceros»
«La gente me solicita el papel para que les dejen desfilar descalzos y vestidos de cucurucho»
El Jueves Santo los óleos benditos se llevan a los enfermos y a los catecúmenos

(José Manuel Vidal).- Monseñor Fausto Trávez es el arzobispo de Quito y, además, director de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. Vamos a hablar con él de la alegría con que viven las múltiples vocaciones que van surgiendo aquí, la relación exenta de controversia alguna con el Presidente Correa y las costumbres y ritos de la Semana Santa quiteña.
A pesar de la secularización, ¿cómo ve la fe en Ecuador?
Aquí existen sectas y otros tipos de religión. Pero, pese a todo eso, como confesor y pastor de esta Iglesia tengo que decir que me gusta que cada vez es menos agresiva la relación que tenemos con los «hermanos separados». Cada vez es más estrecha la fraternidad en el Consejo Ecuménico que tenemos aquí, donde nos reunimos y participamos. Pero también he de confesar que la cantidad de personas que cambian de religión es grande.
¿Y algunos vuelven?
Hay cristianos que vuelven después de unos años. Vuelven a la Casa de Dios. Les dicen a sus sacerdotes que quieren empezar de nuevo, como hijos pródigos. Aunque siempre han estado bautizados, hay casos en que quieren repetir el juramento de fe.
¿Puede ser la influencia del «efecto Francisco»?
Yo creo que es eso: sin ofender a los europeos, este papa es americano: piensa y mira como nosotros. Por aquí tengo el último documento que nos mandó sobre la Cuaresma. Cuando me llegan, agarro mi resaltador para marcar lo especial. Pero, con Francisco, empecé a subrayar y me di cuenta de que lo tenía que destacar todo. No da vueltas para decir una cosa: cada una de sus palabras tiene una enseñanza. Acaba de decir una cosa reseñable, e inmediatamente suelta otro «titular».
¿Están orgullosos del papa latinoamericano?
Mucho. Es emocionante. Todo el mundo le presta atención. Estamos muy contentos de que sea latino, simplemente porque la mayoría de católicos estamos de México a la Patagonia. Por ende, la esperanza de la reevangelización de Europa está en Latinoamérica.
¿Se nota que la Iglesia está floreciendo?
Especialmente. El termómetro que yo tengo son las vocaciones sacerdotales. Cuando llegué yo, había no más de veinte seminaristas mayores. Ha ido aumentando hasta treinta, porque los sacerdotes han empezado a hablar en sus parroquias de qué es lo que significa para ellos la vida consagrada. El año pasado, llegaron 36 pidiendo ingresar. Me pareció muy raro: ¡36 en un mismo año! Fuimos entrevistando a cada candidato, fue interesante. Cuando nos enseñamos las anotaciones que habíamos ido tomando, vimos que todos habíamos descartado a los mismos. De los 36, quedaron 18. De los 18, a dos los han mandado a terminar fuera su carrera para que vuelvan después. Los que quedan, van a ser formados de manera excelente. Los gastos han aumentado: todos los seminaristas, además de estudiar en la Universidad Católica, que ya cuesta una cantidad, comen. Algunos se preocupan: este año ya han aparecido cuarenta candidatos y todavía queda todo el verano.
De veinte a cuarenta y cinco seminaristas… Sí que ha crecido la Iglesia.
Exacto. Y si el año que viene entran otros cuarenta…
Después de la visita del papa, ¿se multiplicará?
Ya lo creo. Pero es una alegría: vale la pena porque el cristianismo hay que vivirlo, no sólo aprenderlo. Hay mucha devoción compartida. La gente se confiesa para enmendar sus vidas, comulga para presentarse al Padre, con sus hijos, sus yernos… todos juntos. Es un ánimo comunitario. Familiares, amigos, sacerdotes. Ayer estuvimos dando la comunión y la Iglesia estaba llena: no alcanzábamos a todo el mundo. Tras la Santa Misa, pregunté al párroco si luego había procesión y me dijo que no, que ya había habido una… Pues tuvo que haber otra. La gente lo demandaba. Y con aguacero… pues ahí estaban ellos.
¿Tienen ya todo preparado para la visita del Papa?
Todavía no ha llegado la noticia oficial del itinerario. Supongo que después de Pascua. Tendremos que vernos con las autoridades civiles para prepararlo: por mucho que venga el Papa con cien personas de su comitiva, los ministros tendrán que montar la seguridad acá. Comunicación, salud… El Papa tiene que andar muy acompañado. La exclusividad de los hoteles ya está, así como el cuidado de otros detalles, por seguridad.
Es el primer país latinoamericano que va a visitar el papa latinoamericano. ¿Es un honor?
Es una alegría tan grande y bárbara que da dolor. Es una emoción. El Papa lleva en su billetera la imagen de un colegio que tenemos acá… La Virgen dolorosa, que seguramente vendrá a visitar.
¿Las relaciones con el gobierno son normales, buenas? ¿Usted, como presidente de la Conferencia Episcopal, se lleva bien con Correa?
No es que estén bien, sino que son óptimas. Estoy muy agradecido del trato del Presidente y de los ministros. Nos reunimos con frecuencia, estamos cerca. Y creo que la visita del Papa latinoamericano y jesuita nos ha unido aún más. No tenemos absolutamente ninguna controversia. Cada uno tiene sus ideas, pero todos esperamos por igual incertidumbre lo que dirá el Papa. Esperamos con paciencia lo que nos diga, para someternos a ello y trabajar.
Sin lugar a dudas, su gente le escucha.
Creo que se van dando cuenta de que se cumple en nuestra Iglesia esa frase de Jesús de que tiene que haber un solo rebaño y un solo pastor. Muchos querrán verle de cerca. ¡Quién no va a querer tocarle? La gente me dice que no quieren sólo verlo por televisión. Lo más importante de él es su bendición y su mensaje. ¿Cuál será? ¡Con la de frases que saca! Cuando dijo que el pastor tiene que oler a oveja, o cuando pidió que fueran a molestar a sus sacerdotes… Sin duda, es un latinoamericano.
Por eso aquí le entienden mejor que en Europa, donde a veces choca.
Porque en Europa, para decir algo, toca demostrarlo. Toca sustentarlo en no sé cuántos nombres de teólogos, poner por allá algún científico, y entonces decir la verdad. Él dice de golpe, como acá, con alegría y ya está.
Lleva un pectoral parecido al del Papa.
Es el mismo: una copia que me regaló mi obispo auxiliar. Me lo trajo cuando fue a Roma. «Made in Italy». También se lo trajo al otro obispo auxiliar. Lo tenemos los tres.
Esta semana comienzan los ritos de la Semana Santa, con el Rito de las Caudas, esta tarde de Miércoles Santo. ¿Cuál es la especificidad de ese rito?
El Rito de las Caudas es el que da comienzo a la Semana Santa en la catedral metropolitana de Quito. Es una herencia de Sevilla. Para mí, un sincretismo religioso: antes de Cristo ya existía una ceremonia especial que era, justamente, el arrastre de caudas, en homenaje a los caídos en batalla. El sincretismo consiste en que aquí no se hace con los soldados que defendían la patria, sino con los canónigos, que «defienden» la catedral. También con el arzobispo, que va siempre al final, arrastrando las caudas, que son unas telas que representan todos los méritos que ha tenido esa persona. En nuestro caso, el deber que cumplimos es el de orar por los muertos. Últimamente hemos tenido accidentes de tránsito, explosiones… pues, los que llevamos las caudas, representamos a todos ellos. A todos los que han muerto, y por ellos oramos. Dios dice que es bueno y justo orar por los difuntos. Por eso habla también, en la lectura aquella de San Pablo, que se mandó organizar una ceremonia por los caídos en batalla. Ya esos actos consistían en un arrastre especial de telas caudas, que representan los méritos.
Después, usted en la ceremonia bendice al pueblo y a los primados que llevan las caudas con el lignum crucis.
El lignum crucis es el pedazo de cruz que se cree tradicionalmente que vino en un cofre de oro, que se guarda en un lugar secreto, tan secreto que ni el arzobispo sabe dónde está.
¿Usted no sabe dónde está?
Sólo lo saben los canónigos.
¿De qué época data?
De la fundación de la catedral ya está aquí en Quito. De dónde lo habrán traído, yo lo ignoro.
¿De qué siglo estamos hablando?
Entre el XV y el XVI. Otra cosa interesante es el batir de la bandera, que es una bandera muy grande.
¿Usted puede con ella?
Todavía puedo. Espero que este año también. No hay que levantarla simplemente, sino que los canónigos que han arrastrado sus caudas, se tumban en el suelo, con una vestimenta muy especial -apenas se les ve el rostro, entre telas y capuchones-, y el arzobispo bate la bandera encima de ellos. Aquí hay una tradición que no me creo mucho, que considero más superstición: al batir la bandera, que es tan grande, ésta toca por capricho a alguien; el canónigo al que toque, ese año se muere.
Estuve hablando con un obispo emérito que fue aquí canónigo, canciller, y trabajó mucho, y me dijo que él fue testigo de tres casos en los que, efectivamente, el canónigo se murió el año en que la bandera le tocó. Yo le invité a que viniera a la ceremonia, y me contestó que tenía deseos de vivir: que no quiere tocar esa bandera todavía.
Después de eso, el arzobispo da la bendición cristiana ya no sólo a los caídos, sino a todos los que estén presentes. También orar por todos aquellos que se han ido a la Eternidad. Al día siguiente, el Jueves Santo, es el único día en que se celebra la misa en cada diócesis. La que se celebra en la catedral se llama la Ceremonia del Crisma, donde se consagra el crisma, que es un aceite con esencias muy perfumadas que se utiliza en el Bautismo, en la Confirmación y en la Ordenación sacerdotal y episcopal, que es la plenitud del sacerdocio. Con esta ceremonia, se unen los sacerdotes con el obispo y participan de un ágape, llevando todos los óleos consagrados -también el Santo Crisma- para los enfermos y catecúmenos. Es interesante ver cómo este Jueves Santo es un día del sacerdocio y de la Eucaristía, porque se demuestra al pueblo que el obispo y los sacerdotes estamos unidos, de tal manera que oramos los unos por los otros.
En esa misma ceremonia, los sacerdotes hacemos la renovación de nuestras promesas, las que hicimos el día de nuestra Ordenación sacerdotal. Primero, la dedicación desinteresada a predicar la Palabra de Dios a todos los fieles de la parroquia. La segunda, obedecar a los obispos y superiores canónicamente elegidos. Luego, también la atención en la confesión, en la celebración eucarística y en la distribución de la comunión a los enfermos. Cada sacerdote puede administrar sus óleos en su parroquia.
En la noche, viene la ceremonia de la cena del Señor: la institución de la Eucaristía. El lavatorio de los pies recuerda la purificación del alma, la que permite tener parte con Jesús. Sólo quien esté libre de pecado puede acercarse a la Eucaristía.
¿El lavatorio lo hace usted?
Exactamente: con doce laicos que vienen a la ceremonia escogidos por los canónigos. Como somos dos obispos, el auxiliar y yo, delegamos para que se haga también en otros lugares esa ceremonia.
Tras la reserva y oración hasta la medianoche -Jesucristo está preso- viene el Viernes Santo, el día clave de la redención. Hay una cantidad inhumana de lecturas, hasta la Pasión, en la que se demuestra que efectivamente quiso morir por nosotros hasta dar la vida. Ecuador tiene costumbres hermosísimas para recordar esto dos días: en los pueblos hacen las «almas santas», unos bonetes altísimos con los que se camina -como vuestros cucuruchos que cubren hasta los ojos. Llegan las procesiones y la ceremonia de las siete palabras. Antes se llamaba la ceremonia de las tres horas, que era lo que duraba el sermón. Recuerdo que mis maestros tenían que aprenderse la larga prédica de memoria…Iban preparados, y tanto ellos como los fieles lo aguantaban. Yo recuerdo que mi papá me llevó a la prédica de Juan Bautista Sánchez, que además era poeta, y yo solamente tenía el anhelo de irme a casa, porque para un niño era muy largo el sermón. Escapé para ir al baño y, cuando volví, encontré a mi papá parado, sin poder sentarse, con la misma devoción con que le había dejado. Entonces, descubrí un sitio y dije que iba a sentarme ahí, porque de pie no resistiría: el sitio era el altar. Cuando mi padre me vio, me dijo que el altar de San Francisco no era para sentarse, que tuviera más respeto. Al terminar el sermón, vendría la Adoración de la Cruz: la otra ceremonia propia del Viernes Santo. La cruz, que viene en procesión, se va descubriendo y se va subiendo en proporción el tono del canto. El signo de la Cruz es el de la redención del mundo.
Después se pasa la limosna que va a llegar a los lugares de Tierra Santa. Allí están los franciscanos y también hay ahora otras comunidades, que no tienen ingresos por la pastoral que hacen, sino que viven de lo que mandamos nosotros. Gracias a lo cual, todavía se conservan los santos lugares en manos católicas. Belén, el Santo Sepulcro… tan especiales y hermosos.
Y toca la Procesión del Cristo del Gran Poder. Es una copia de la de Sevilla, con el Cristo de Montañés.
Exacto. En San Francisco conocí a un padre muy devoto de la Pasión de Cristo, que montó una procesión para la que enganchó incluso a los toreros que venían de España. Procesionaban con las «carretas del rocío», y luego se entregaban sin miedo. Se consagraban de una manera especial, como si salieran al ruedo a jugarse la vida.
Las trompetas de esta procesión son de tradición española. Esto empieza a las doce de la mañana y la gente va con mucha motivación, pese a que siempre cae el aguacero de la lluvia. Nuestro pueblo tiene esa capacidad de resistir los aguaceros sin moverse.
¿Cuánta gente puede asistir más o menos a esta procesión? ¿Centenares?
Miles. No puedo calcular. Decenas de miles.
¿Es muestra de la seguridad del fervor popular?
Efectivamente: la liturgia se hace en todas las parroquias, pero lo que el pueblo conserva como costumbre heredada de sus antepasados es la procesión, que nadie la podrá quitar. El gran poder es ése: el de Cristo con su cruz.
No sólo la procesión, sino la escultura también dicen que es copia de la de Montañés. Es una muy buena réplica. Se han compuesto canciones al Jesús del Gran Poder: buena música para procesionar, aunque la procesión es de penitencia, como en España: se van lacerando con cadenas, con los pies amarrados y cargando la cruz. Yo, como psicólogo, podría decir que eso no está bien, pero al pueblo no se le va a quitar esa devoción. Imposible. La fe está sobre todo parecer de los científicos. Comprende masoquismos, porque se hacen voluntariamente…
Hay personas muy importantes que me han llamado por teléfono o venido personalmente, inclusive macro-empresarios, para pedirme un papel para ir a San Francisco y que les dejen desfilar descalzos y vestidos de cucurucho. Quieren que el Señor reciba su acción de gracias: no pedir nada más que ayuda para todos. Esa motivación es sorprendente. También hay mujeres que se descalzan y visten de cucurucho.
Para terminar, ¿existen cofradías?
Hay asociaciones de cucuruchos también, sí. Los que no son de la cofradía, con este papel pueden hacer su procesión.
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-En la Adoración, la cruz, que viene en procesión, se va descubriendo y se va subiendo en proporción el tono del canto
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