¡No dejemos solo a Francisco!


La visita del papa Francisco a Cuba y a Estados Unidos ha sido un momento importante para mostrar el rostro auténticamente profético del cristianismo. Esta actitud es necesaria en las actuales condiciones culturales, económicas y políticas por las que atraviesa nuestro mundo. El reclamo de Francisco a los políticos – y con ello a los hombres y las mujeres de buena voluntad – para que presten oídos a los clamores de los más frágiles del mundo; para que vuelvan sus ojos hacia la naturaleza, nuestra casa común, que se debe cuidar para nosotros y las generaciones venideras; y, para que su trabajo político y económico sea auténtica expresión de servicio solidario, no de proyectos lucrativos que olviden a los prójimos.
El llamado de Francisco ante los representantes de las naciones en la ONU para defender el derecho de toda mujer y hombre a la tierra, el trabajo y el techo resuena con fuerza profética hoy, mientras vemos el drama de los refugiados sirios, los conflictos sociales, las guerras y la contaminación del medio ambiente, que parecen no dar tregua ni siquiera a nuestra generación.
En este contexto, las palabras de Jesús a sus discípulos sobre poner el servicio como fundamento de toda forma de poder adquiere un carácter profético cuyas consecuencias deben verse, tocarse y sentirse en cada momento de nuestras vidas. Como recordó el papa Francisco el domingo en La Habana, servir significa cuidar la fragilidad de nuestro pueblo con amor que se encarna en todas nuestras tareas de ciudadanos, que promueve y regenera a aquellos a quienes servimos.
De esta manera, los cristianos vinculamos nuestra vivencia litúrgica con la dimensión política de la fe, donde aprendemos a hacernos prójimos de los otros, a sentir la carne doliente y compartir las lágrimas y alegrías de nuestros hermanos más frágiles. Aprendemos a reconocer el rostro de Jesús en esos hermanos más pequeños (cfr. Mt 25, 41). Aprendemos a ser profetas del gozo del Evangelio al convertir las tareas de nuestra vida en servicio gratuito y solidario por los demás, especialmente por los más frágiles.
El camino que está trazando el papa Francisco exige de los cristianos una actitud de conversión hacia el servicio y la alegría. La reforma de la Iglesia es un llamado a salir de la autorreferencialidad que impide manifestar el servicio del amor y la alegría del Evangelio. Las palabras y los gestos de Francisco son un llamado para que cada cristiano sea un profeta del gozo del Evangelio, sea capaz de acoger el clamor de los pobres y denunciar con fuerza la injusticia y la corrupción, que parecen robar nuestra esperanza.
Ser profeta del gozo del evangelio es ponerse en disposición de servicio y comprometerse activamente en la reforma de la Iglesia y de nuestra realidad. El camino abierto por Francisco está creando un ambiente de esperanza, de amor y misericordia al interior de la Iglesia, que solo puede madurar si nos comprometemos con este caminar de renuncia a la riqueza, el secretismo y la pureza, y pisamos fuerte hoy reconociendo la centralidad de Jesús, la alegría del Evangelio y la vocación del servicio.
Como ha advertido Francisco, podemos encontrar oscuridades en este camino, pero de esa forma aprenderemos a seguir con fidelidad el misterio mismo de Dios, que es “encarnarse” en las realidades de este mundo para transformar radicalmente todo desde el amor. Muchos se desaniman del camino porque quieren reformas como el sacerdocio femenino, un rol más profético de la jerarquía frente a la realidad del mundo o la renuncia absoluta a la ostentación cortesana en el interior de la Iglesia. Discutir estos temas requiere de un discernimiento que solo el tiempo permitirá madurar.
El ambiente eclesial que está creando Francisco dará sus frutos más adelante, tal como ocurrió en el Vaticano II que recogió las intuiciones pastorales desarrolladas en la iglesia en las décadas precedentes. Por ello, no dejemos solo a Francisco en el camino de hacer más evangélico y profético el rostro de la Iglesia. En esa tarea profética y evangélica nos encontramos todas y todos los cristianos hoy.
Rolando Iberico Ruiz, historiador y docente de la PUCP.
http://larepublica.pe/politica/707312-no-dejemos-solo-francisco

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