En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:
¾ Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.
Les preguntó:
¾ ¿Qué queréis que haga por vosotros?
Contestaron:
¾ Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
Jesús replicó:
¾ No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?
Contestaron:
¾ Lo somos.
Jesús les dijo:
¾ El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
Jesús, reuniéndolos, les dijo:
¾ Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.
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LA TENTACIÓN Y LA TRAMPA DEL PODER
Marcos es el evangelista que se muestra más duro frente a lo que califica como “ceguera y sordera” de los discípulos para ver y entender el mensaje de Jesús.
La contraposición con las actitudes del Maestro se pone de manifiesto, de un modo especial, en los llamados “anuncios de la pasión”. Mientras Jesús presenta su camino como “entrega” hasta el extremo, ellos son presa del miedo o discuten por cuestiones de poder o de “importancia” dentro del grupo.
El poder, en cualquiera de sus formas e intensidades, constituye una de las tentaciones más fuertes para el ser humano. El motivo es simple: nace de la necesidad del yo de autoafirmarse. Y a él se vinculan además sensaciones (aunque ilusorias) de seguridad y de libertad. En efecto, se tiene la creencia de que, al tener más poder, uno se sentirá más seguro y podrá hacer lo que le apetezca. Si tenemos en cuenta que la persecución de tales “ideales” constituye la esencia misma del yo, nos será fácil advertir que el poder aparezca como una de las tentaciones más intensas.
¿Dónde radica la trampa? Como en cualquier otro caso, en la mentira. Todo lo que nos aleja de la verdad que somos produce necesariamente confusión y sufrimiento. Lo cual es válido también en esta otra formulación: siempre que experimentamos confusión y sufrimiento es señal de que estamos desconectados (alejados) de la verdad que somos.
Mientras estamos “entretenidos” persiguiendo las expectativas del ego, seguimos reforzando la falsa creencia que nos reduce a él. Lo cual significa aumentar la esclavitud ante las necesidades y los miedos que se fueron programando en nosotros.
La sabiduría –la verdad- que conduce a la libertad no pasa por ceder a las exigencias del ego, sino por conectar con nuestro anhelo más profundo y vivir conscientemente anclados en nuestra verdadera identidad, donde nos sentimos siempre a salvo y uno con todos.
De esa comprensión nace también el comportamiento que propone el sabio Jesús, a partir de su propia práctica de servicio y entrega: “El que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”.
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