
¿Has pensado alguna vez, en lo que significa la preparación para la Primera Comunión?
¿No? Qué eso no te toca, que para eso están las catequistas.
Si me tocara preparar una niña o un niño, yo, tendría muchos nervios. ¿Por qué? Porque, ya no se puede preparar a que todo sea aprendido de memoria, por un lado. Por el otro, es que como catequista, hay que hablar con el alma y el corazón, sintiendo y viviendo, cada palabra que vas diciendo.

Pregunté a una niña de nueve años, próxima a hacer su primera comunión. “Qué sentido tiene para ti hacer la Primera Comunión?”. Un poco turbada, respondió: “Voy a recibir a Dios, voy a comer a Dios”.
No me extrañé, es lo mismo que a mí me dijeron, cuando “hice” la Primera Comunión.
De todas maneras, siguen siendo palabras muy difíciles de comprender. Es que “el sentido de hacer”, la Primera Comunión, no se aprende de la noche a la mañana.
“Muchos discípulos dijeron: Dura es esta doctrina; ¿quién podrá escucharlo? Jesús dijo a los doce: ¿También ustedes quieren marcharse?”. Juan 6:51-66
Aquí está la clave, para re-hacer nuestra Primera Comunión. El texto bíblico, nos está haciendo de por sí un desafío. La Primera Comunión, es el compromiso sagrado del saber compartir, del saber entregarte, así como lo hace Jesús, en cada Eucaristía.
Es aprender de Él, a darnos! “Este es mi Cuerpo, esta es mi Sangre, coman y beban”. No es solo escuchar estas palabras del celebrante, sino cada uno/a de los participantes, pronunciar desde el fondo de nuestra alma, con el celebrante estas palabras de compromiso y de entrega. Jesús, a través del celebrante, continua recordándonos: “hagan esto en memoria mía”…
Verdaderamente, que el día de la Primera Comunión, es un día para no olvidar.
Ese día nos acompañaron en pleno; la comunidad, nuestros familiares y compañeros/as y amigos/as.
Todos/as ellas/os, han sido testigos de nuestro compromiso!
No es que Jesús, viene a mi alma, cuando yo me lo como. Él, siempre ha estado conmigo, Él nunca se ha ido de mi alma. Soy yo quien debo dar pruebas de su existencia en mi mediante mi entrega al servicio de mis hermanas/os, descubriendo cada día con ellos, su presencia en todo lo que nos rodea. Haciéndole, cada vez más presente en nuestras vidas. Dándole gracias por su Presencia y por todas las maravillas que nos ha regalado para vivir plenamente felices como seres humanos e hijas/os de la Esencia Divina.
Jesús, sabe que somos frágiles de memoria, que muchas veces hemos olvidado darle las gracias, pero Él nos recuerda: “hagan esto en memoria mía”. Nos pide no olvidarle, no es una frase de repetir solo de memoria, es una frase para vivirla mujeres y hombres celebrando con alegría la Eucaristía!

*Presbitera Católica romana.
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