Dice la jueza María Stella Jara
La mujer que condenó en primera instancia al coronel (r) Luis Alfonso Plazas Vega contó que llegó a temer tanto por su vida y la de su hijo que incluso pensó en quitarse la vida. Hoy, cinco años después y ad portas de que la Corte Suprema de Justicia le ponga punto final a este caso, Jara le dijo a Noticias Caracol que todavía se siente amenazada.
Por: Juan David Laverde Palma
En Twitter: @jdlaverde9
¿Por qué dice que usted que al expediente de los desaparecidos del Palacio de Justicia lo ronda la muerte?
Porque cuando fui juez de primera instancia en este proceso contra el coronel (r) Luis Alfonso Plazas Vega, fui víctima de amenazas bastante contundentes que aún persisten. Desde 1985 ha habido amenazas: a los familiares de los desaparecidos, al periodista que aportó las grabaciones del Ejército el día de la retoma, a la fiscal del caso Ángela Buitrago. El abogado Eduardo Umaña Mendoza, quien representó a las víctimas, fue asesinado en 1998.
¿A qué atribuye que este expediente haya estado rodeado de amenazas desde que empezó en 1985?
Lo atribuyo a un interés, no sé de quién, de afectar la independencia judicial porque de alguna manera lo que han intentado conseguir es que no se adelante la investigación. Creo, tal como dijo ya la Comisión de la Verdad en su informe, que ahí hay un pacto de silencio para que nunca se revele la verdad de lo que ocurrió el 6 y 7 de noviembre de 1985.
¿Por qué administrar justicia ha sido tan difícil incluso 30 años después de ocurridos los hechos del holocausto?
Por las implicaciones que ha tenido el proceso. Existen sectores de la Nación que no quieren que se investigue y que no permiten que se adelanten las investigaciones seriamente. En un comienzo el Tribunal de Instrucción Criminal adelantó una investigación, pero con el paso de los años el resultado de la misma fue que no había desaparecidos. Posteriormente este caso lo reabrió la Fiscalía, en cabeza de la doctora Ángela María Buitrago, y ahí empezaron nuevamente las amenazas y las presiones por parte de instituciones del Estado. Eso es lo que no ha permitido adelantar esa investigación, porque cuando aparecen funcionarios que se comprometen y son serios para encontrar la verdad, sufren las consecuencias de las amenazas o las persecuciones como las que he sufrido yo. De esa manera se la logrado mantener oculto lo que pasó hace 30 años.
¿Cómo fue el antes y el después de su vida tras el fallo condenatorio que usted profirió en 2010 en contra del coronel (r) Alfonso Plazas Vega?
Mi vida tiene un antes y un después en todos los aspectos. En 2008, ajustaba 15 años de servicio a la Rama Judicial, tenía una vida tranquila a pesar de haber fallado casos importantes. En 2008 me llega el expediente y empiezo a sufrir todas las dificultades: las amenazas, el desprestigio público por parte de algunos columnistas o del exministro Fernando Londoño desde sus programas radiales. Ellos decían que la Rama Judicial la había filtrado el narcoterrorismo y que yo era una subversiva, lo cual es totalmente falso. Yo ni siquiera conozco a un guerrillero, distinto, claro, de los que he tenido que juzgar.
¿Y en su vida personal?
Ha sido dramático. He tenido un problema de salud como consecuencia del estrés que me generaron por tanto tiempo las graves amenazas que sufrí desde el 2009 hasta la época en que proferí la sentencia en 2010. Me hicieron sentir que cada día que vivía era el último. Se me diagnosticó estrés postraumático, trastorno de ansiedad y depresión. Esa enfermedad me hizo sufrir mucho entre 2011 y 2013. Ahora me encuentro bastante recuperada gracias a los tratamientos que me ha ofrecido al ARL con sus profesionales de psiquiatría.
¿Y a su familia cómo la afectó esta situación?
Tuve que separarme de mi hijo en 2009 porque las amenazas eran también contra él. Fue una decisión que partió mi vida emocional. Cada vez que me perseguían los supuestos sicarios, los que me hacían los seguimientos, siempre iba con el niño de la mano y me hicieron creer que me iban a matar y lo iban a hacer delante de él. Preferí que él se fuera a Villavicencio a vivir con el papá.
¿Y tras el fallo usted se exilió en Alemania?
Sí. Salí en 2010 a los pocos días de haber proferido la sentencia. Ahí estuve seis meses.
¿Hoy cómo se encuentra usted?
Tengo una situación laboral y de salud muy preocupante. A pesar de mi recuperación, con mi situación laboral hay una dificultad enorme. Desde al año 2012 los terapeutas que me han visto han exigido que haya una disminución de la carga laboral. Ese concepto fue avalado por la ARL después de una visita que realizó al puesto de trabajo. Con base en ella, emitió unas recomendaciones laborales que llegaron al Consejo Superior de la Judicatura. Pero a la fecha, esta entidad no ha querido cumplirlas. Perdí el respaldo institucional. A raíz de las incapacidades prolongadas, los médicos exigen para mi reintegro el cumplimiento de las recomendaciones, pero como no se han hecho efectivas estoy incapacitada, a pesar de que tenga posibilidades de trabajar. No soy feliz. No es lo que quiero para mí. Y además, ahora me niegan algunos derechos prestacionales por estar incapacitada. Estoy en el dilema de renunciar a la incapacidad para no perder estos derechos, pero los médicos me recomiendan no reingresar en esas condiciones.
¿Qué ha sido lo más grave que ha padecido con ocasión de estas amenazas que ha venido padeciendo los últimos seis años?
La separación de mi hijo. El hecho de haber sentido que por mi culpa mi hijo estuvo en riesgo, amenazado y a punto de perder su vida. Eso es algo que nunca hubiese querido vivir. Me marcó. Para él el sufrimiento fue inmenso. Afortunadamente él está otra vez conmigo y ya estamos en recuperación los dos. Pero también hay otras consecuencias: perder a todos mis amigos. Ahora vivo sola, encerrada en un juzgado.
¿O sea se le acabó su vida por administrar justicia?
Sí, se acabó. Pero he aprendido a asumir esto con mucha fortaleza y a entender que debo ser feliz así. Por mi salud y por mi hijo decidí ser feliz en las circunstancias que sean.
¿Cómo así que usted fue denunciada por la Procuraduría por el abandono de su hijo? ¿Cómo es eso?
Eso es algo que yo no he entendido. En 2013 por alguna razón consulté el SPOA, que es una base de datos de la Fiscalía donde aparecen todas las denuncias que se adelantan contra personas o instituciones. Allí aparece una denuncia penal en mi contra por el abandono de mi hijo. La formuló la Procuraduría. Es absurdo. Yo nunca he abandonado a mi hijo. Son hechos absolutamente falsos. Quien hizo esa anotación lo hizo con el propósito de desprestigiarme. No sé si eso coincidió con una comunicación que llegó a Alemania en 2010 escrita por una periodista alemana. Ella escribió una nota en la que advertía supuestas irregularidades en el proceso contra el coronel (r) Luis Alfonso Plazas Vega. En ese documento se encargó de desprestigiarme y escribió que yo era tan mala persona que me había ido al exilio abandonando a mi hijo amenazado en Colombia, lo cual es falso.
¿Qué opina hoy de la administración de justicia en Colombia?
Me encuentro muy decepcionada. Mis grandes traumas y el dolor que me acompaña tienen que ver con eso. Yo creía que se juzgaba con independencia, pero no.
Desde su perspectiva personal, ¿es más fácil condenar a juzgar guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes, que a altos oficiales del Estado?
Esa respuesta se la puedo dar exclusivamente desde mi experiencia como juez. Yo le diría que sí, para mí ha sido muy difícil juzgar específicamente este caso. En Villavicencio fui juez especializada y proferí muchas sentencias de condena contra personas vinculadas a organizaciones criminales como el paramilitarismo, el narcotráfico o la guerrilla, y nunca fui amenazada. Hasta que me tocó el proceso de los desaparecidos del Palacio de Justicia.
¿Es cierto que una vez pensó en quitarse la vida?
Sí. Es una pregunta que tiene que ver con lo más profundo de mis sentimientos y de las desgracias que he tenido que padecer. La depresión y el estrés postraumático fueron tan graves que llegué pensar que la lucha había acabado y que lo mejor que me podía pasar era morirme. Realmente el padecimiento fue muy grande. Afortunadamente encontré personas que me apoyaron y me protegieron como la Policía Nacional. Pero pensaba que morir era mejor para no seguir padeciendo. Gracias a Dios existe mi hijo. Él ha sido el motivo de vivir.
¿Cuál fue el momento más crítico de todas las amenazas?
Hubo varios. El primero fue cuando el fiscal 16 de la Unidad de Terrorismo, quien llevaba la investigación por las amenazas que denuncié, solicitó para mí y para mi hijo medidas urgentes de protección y que me asignaran un vehículo de blindaje cinco y escoltas de la Policía y del CTI. Llegué a tener 14 hombres custodiándome. Se descubrió un plan para matarnos. Tuve que andar con chaleco antibalas todo el tiempo. Inclusive llegué a tener una época en la que yo firmaba todos los días la última hoja del borrador de sentencia contra Plazas Vega, y le decía a mi asistentes que si algo me pasada que la sacara pues ya estaba casi lista.