MARÍA CAMINO GOROSTIZA, CO-FUNDADORA DEL INSTITUTO DE MISIONERAS SECULARES, IMS.


 

MARIA CAMINO fue una mujer fiel, que reconoció en los hechos y acontecimientos de su vida la presencia de Dios y se fio de EI.

Siguió y apoyó al Fundador del Instituto de Misioneras Seculares, D. Rufino Aldabalde, EN LA DIRECCIÓN del mismo desde los comienzos, por eso la consideramos Co- fundadora. Nació en Pamplona, el 6 de octubre de 1909, en el seno de una familia acomodada, y liberal. Sus padres eran creyentes pero no piadosos (practicantes). Educaron a sus hijos con una excelente formación humana, a base de libertad y sinceridad.

Estudió en la Escuela de Comercio, y más tarde «Actuario de Seguros» en Madrid. En 1934 contrajo matrimonio con el capitán de la Guardia Civil Primitivo Ezkurra. Nada más comenzar la guerra el Capitán Ezkurra fue fusilado por los republicanos. Estuvo casada apenas dos años. Dios la fue preparando para cumplir sus planes, pero ignoraba todo de la vida espiritual. EI 2 de febrero de 1937 se encontró con D. Rufino, en la catedral del Buen Pastor, en S. Sebastián y compartió con él la pena que tenia por su reciente viudez. D. Rufino la ayudó a descubrir en su dolor la fecundidad que supondría para muchas generaciones que vendrían después. Este descubrimiento le dio sentido a su vida y la puso en disposición para descubrir otras posibilidades y dar otras respuestas. Entonces tenía 27 años.

A partir de entonces, vivió hasta 1938 en Pamplona y allí leyó lo que D. Rufino le había aconsejado, la vida de Cristo, la vida de Sta. Juana Chantal… En 1938, cuando se encontró de nuevo con D. Rufino, ya había madurado y estaba dispuesta para ocupar el lugar que le reservaba la vida. D. Rufino comenzó a pensar en un grupo de mujeres que le ayudarían en su labor evangelizadora. Ante los seminaristas ya trazó la imagen que tenia de ellas: Equilibradas. Nada superficiales. Maduras. Con una espiritualidad misionera, abierta, evangélica, sencilla. Discretas, dando sensación de peso. Intuitivas, previsoras, adelantándose a las necesidades de los demás. Con plena responsabilidad y disponibilidad a la Iglesia. Con un alma sacerdotal. El quería, desde el principio, una fundación secular, para vivir en el mundo como los apóstoles en tiempo de Cristo. Les decía: «Las quiero con una espiritualidad propia. Con una espiritualidad misionera, abierta, siempre en estado de misión al servicio de la Iglesia. Con un gran amor a la Biblia. Sin hábitos, vestidas normalmente, como las chicas de la calle, porque así su testimonio y apostolado serán más eficaces…». «Quiero que sean equilibradas… con una formación profunda. «Discretas, con la discreción de María, y con gran responsabilidad…». Pensaba y afirmaba que el mundo será lo que sea la mujer…. Y María Camino encarnó lo que él concebía para las mujeres que formarían parte de su fundación. Pasaron cinco años hasta la prematura muerte del Fundador. Esos años fueron de una actividad agotadora, pusieron en marcha cuatro Casas de Ejercicios. D. Rufino previendo su próximo fin, fue procurando que M. Camino cogiera las riendas del Instituto. EI murió el 1 de abril de 1945, sin darle recomendaciones especiales a M. Camino, pero ella descubrió y comprendió, en aquel silencio, la necesidad de poner la confianza en Dios para asumir el peso del Instituto. En los veinte años que siguieron, el Instituto se extiende por España y el extranjero: 20 casas de Ejercicios, talleres, dispensarios, trabajo en barrios obreros, con emigrantes, en países de misión, problemas económicos… Pero lo que mis le preocupaba a María Camino era la atención especial a las Misioneras, y no poner nada de su cosecha en el espíritu que les iba transmitiendo. En 1962 se inicia el Concilio Vaticano ll y M. Camino se traslada a Roma para seguir de cerca aquel acontecimiento, que tanto tuvo que ver en la renovación de la Iglesia y del propio Instituto, desde el papel descubierto del laicado, de la corresponsabilidad y del carácter propio de los Institutos Seculares. M. Camino sintió, entonces, la necesidad de un profundo cambio en la organización del Instituto y en la necesaria plasmación de su propio espíritu en las nuevas circunstancias. Todo este proceso de renovación desembocó en la Asamblea de 1968, que tomó la decisión de abandonar las obras propias, priorizando la misión de las Misioneras insertas en el mundo y en la vida laboral, comprometidas en la transformación de las realidades sociales, junto con otras personas y colectivos, según los valores del Reino.

En la Asamblea de 1973, M. Camino dejó de ser Directora General y se trasladó a vivir a un piso pequeño en un barrio sencillo de Madrid. Allí colaboró en las tareas de la Parroquia y siguió atendiendo a Misioneras y a personas vinculadas a la Parroquia. Desde entonces participó, como un miembro más, en la vida y en la estructura del Instituto. Practicó así la impersonalización y la confianza en Dios y en las personas con las que entró en contacto y compartió la vida cotidiana en compromisos sencillos. A partir de 2003 su salud comenzó a empeorar y se trasladó a vivir a la Residencia que el Instituto posee en Salamanca. Allí vivió allí su «luminosa vejez» hasta el día de su muerte en 2008.

http://imseculares.org/documentos/Mar%C3%ADa%20Camino%20Gorostiza.pdf

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