sábado, 18 de junio de 2016

Los esfuerzos del Papa para introducir aires de renovación en la Iglesia Católica mundial chocan muchas veces por las posiciones restrictivas y conservadoras de las iglesias locales.
A diferencia de la mayoría de las transformaciones de implicancias sociales, que suelen darse en estructuras de autoridad vertical por presiones de las bases adoptadas finalmente por las jerarquías, en este caso, si bien Francisco ha recogido demandas subyacentes, los cambios vienen de arriba para abajo.
Pero al parecer, y pese a ser las mutaciones –en un sentido de apertura y democratización de las prácticas, aun de aquellas relacionadas con lo formal- promovidas por la cabeza de la Iglesia, cuestan que sean asumidas por muchos de sus miembros.
Uno de esos cambios es la promoción de una participación más activa de las mujeres en una de las instituciones donde la exclusión de las mujeres es más evidente.
La encargados de los preparativos formales del XI Congreso Eucarístico Nacional, que comenzó el jueves en la provincia de Tucumán, parece no haber tomado de estos vientos innovadores que soplan desde El Vaticano. Es que desde la organización se anunció a la prensa que se prohibía el ingreso a periodistas mujeres a la inauguración prevista en el Teatro San Martín. El miércoles se informó oficialmente que «mañana a las 11 habrá un acto protocolar entre autoridades gubernamentales y el legado pontificio. Entrará poca prensa, deberán ser varones e ir vestidos de pantalón de vestir, camisa, saco y corbata. Lo pide el protocolo del Vaticano, no entrarán si no van así”.
Por cierto, la medida no generó ninguna adhesión y cientos de repudio, del que sí tomaron nota, al punto que se decidió dar marcha atrás con esta restricción discriminatoria y sexista, que no solo va a contramano de la apertura impulsada por Francisco sino también de muchas leyes vigentes, que rechazan de plano la discriminación de todo tipo, incluida por supuesto la relacionada con el género.
Hace exactamente un mes, el Pontífice argentino anunció la creación de una comisión para estudiar cómo funcionaba el diaconato femenino en la Iglesia primitiva, lo que preanuncia la posibilidad de que las mujeres puedan ser diáconas de la Iglesia Católica.
El diaconato es el primer grado de ordenación en la Iglesia Católica y actualmente, a diferencia de lo que sucedía en las primeras comunidades cristinas, solo puede ser ocupado por hombres.
Los diáconos no pueden celebrar misa, pero sí están habilitados a administrar algunos sacramentos, como el bautismo y el matrimonio.
En la oportunidad de formular el anuncio, el Papa señaló que el «creciente rol de las mujeres en la Iglesia no es feminismo, sino un derecho de todos los bautizados: varones y mujeres”.
Tal vez las reformas que impulsa Francisco, en éste y otros temas, demoren un poco en prender en el resto de la Iglesia, sobre todo en los sectores más conservadores, pero la historia está a favor de la eliminación de las barreras sexistas.
En temas tan sensibles como éstos, bien harían obispos y sacerdotes de las iglesias locales en ser más papistas que el Papa