En 1981 se integró al cuerpo de profesores de su facultad, enseñando cristología. En 1986, Johnson se convirtió en la primera mujer elegible para la titularidad de cátedra en la facultad de teología de la Universidad Católica. Tenía las credenciales necesarias, el apoyo de sus colegas y el cariño de sus alumnos.
El decano de la época, el hoy fallecido Cardenal James Hickey, se oponía a su nombramiento. Durante el proceso de postulación se le aseguraba permanentemente que el hecho de ser mujer no era un problema; en ese momento, argumentaban, la universidad Gregoriana de Roma ya tenía una mujer titular de cátedra. Sin embargo, Hickey quería la validación de Roma y para ello envió a revisión, al entonces Cardenal Ratzinger, todos los escritos de Johnson, publicados en diversos medios especializados.[2]
El Vaticano respondió al cardenal Hickey enviando a Johnson una lista de cuarenta preguntas –dubia– con respecto a su teología, las que la teóloga respondió argumentando y fundamentando con solidez cada una de sus respuestas. Luego de esto, y por órdenes del Vaticano, Elizabeth Johnson debió comparecer frente a un comité de todos los cardenales norteamericanos para ser interrogada acerca de su teología.
En una mañana de septiembre de 1987, el día de su interrogatorio, Johnson se dirigió al edificio de la Armada y la Marina en Washington DC. El lugar escogido anunciaba un encuentro poco amistoso: al cardenal Hickey le pareció un lugar apropiado por ser “territorio neutral.” Johnson intencionadamente -según cuenta a AngelaBonavoglia- se vistió de rojo, blanco y azul y se enfrentó a los seis cardenales rigurosamente enmarcados en su negritud. Todos se sentaron frente una mesa rectangular, cada uno con una gruesa carpeta enfrente que tenía copia de todos los escritos de Johnson y la correspondencia que habían mantenido con Roma. Johnson era la única mujer presente. Los cardenales llevaron a sus ayudantes y la teóloga a sus abogados canonistas. Por recomendación de los abogados de la interrogada, se pidió la presencia de un taquígrafo, de manera de evitar malos entendidos o malas comprensiones a posteriori.
No todos los cardenales presentes se oponían a Johnson. En un extremo del espectro estaba el fallecido Cardenal Joseph Bernardin, en ese momento presidente del Consejo de Dirección de la Universidad Católica, quién, según el recuerdo de Johnson abrió la sesión diciendo que el asunto de las mujeres en la iglesia era uno de los temas más urgentes que era necesario plantearse con seriedad y que para cuando eso sucediera, el trabajo de la Dra. Johnson sería de gran utilidad. Pero en el otro extremo del espectro estaba el arzobispo de la diócesis de Boston, Cardenal Bernard Law, forzado a renunciar el año 2002 por los escándalos de pedofilia en su diócesis. Su disparo inicial fue hostil en forma y contenido y rápidamente, recuerda Johnson, tuvo que ponerse a la defensiva.
El feminismo en aquel entonces, como ahora, era el asunto candente y resultaba amenazante para las autoridades de la Iglesia, por ello las primeras preguntas apuntaron en esa línea. Johnson les explicó qué era el feminismo y cómo se vinculaba con la revelación, haciendo hincapié en que el feminismo es una manera de interpretar las Escrituras y la tradición desde el punto de vista de las mujeres y que eso no se había hecho nunca antes. Por eso, en cierta forma, terminaba diciendo, es un nuevo momento de revelación para la Iglesia. Finalmente y luego de varias horas de interrogatorio se retiró del “territorio neutral” quedando a la espera de la decisión final. Después de varios días se aprobó su titularidad.
Al año siguiente Johnson dejó la Universidad Católica. A pesar de haber obtenido la cátedra, la experiencia había dejado su marca. La razón fundamental de su partida, según ella misma lo explica, fue el miedo a la autocensura. “¿Cómo podía seguir publicando, pensando y creciendo como académica si iba a tener miedo de que cada pensamiento podía ser castigado?,”[3] se preguntaba. Decidió emigrar a la universidad jesuita de Fordham, en New York.
A los pocos años la decisión de Johnson empezó a dar frutos: publicó en 1992 su obra SheWhoIs. Themystery of God in feministtheologicaldiscourse[4], convirtiéndose de inmediato en un hito para las teólogas feministas que valoran y defienden la pertenencia a la institucionalidad de la Iglesia Católica. Actualmente ella sigue enseñando en la FordhamUniversity, en el Bronx, en New York. La experiencia narrada y muchas otras, le han permitido transitar con facilidad no sólo entre los discursos clásicos y feministas, vislumbrando nuevas opciones para nombrar a Dios sin renegar de su pertenencia eclesial, sino, además, ha aprendido a moverse en el amplio espectro y en todos los registros espirituales, teológicos y doctrinales de nuestra Iglesia. Iglesia que requiere de la fidelidad de todos sus hijos e hijas y en donde ninguno/a está demás.
Elizabeth Johnson fue presidenta de la CatholicTheologicalSociety of America y es integrante de la instancia de diálogo ecuménico American TheologicalSociety. Forma parte del NationalLutheran-Catholic Dialogue, es consultora vaticana para el estudio de la cristología y otras religiones, preside el Comité de Mujeres en la Iglesia y la Sociedad que integra el consejo consultivo de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos.
En los trabajos de Johnson puede verse la influencia de algunos elementos particulares como el Concilio Vaticano II, en especial Gaudium et Spes; los estudios bíblicos que florecieron post Concilio; la teología sobre la muerte de Dios; la Teología de la Liberación latinoamericana, así como las expresiones surgidas en el contexto africano; la teología feminista y la ecoteología. También, teólogos de los cuales se reconoce deudora: La formación de sus primeros años estuvo especialmente “dibujada” -en sus palabras- por Santo Tomás de Aquino y la Suma Teológica, de la cual, curiosamente -agrega- nunca leyó la famosa cuestión 92: las mujeres son hombres defectuosos.[5] De la teología europea católica menciona en especial a Rahner, Metz y Schillebeekx; de la protestante a Barth, Bonhoeffer y Pannenberg, sobre quien hizo su tesis doctoral.[6]
[1]Cfr. BONAVOGLIA Angela, Good Catholic Girls. How women are leading the fight to change the church,Regan Books, New York, 2006, 181-191. Traducción de Patricia Paz, Teologanda, Buenos Aires, Argentina.
[2] Todo el proceso que describo está narrado en la entrevista que le hace BONAVOGLIA Op. Cit. a Johnson, en la que recuerda esos años.
[3] Cfr. BONAVOGLIA, Op. Cit. 181-191.
[4]Crossroad Publishing Company, New York, 1992. Porestaobraobtuvo los premios Louisville GrawemeyerAward en Religión; elCrossroad Publishers Women’s Studies Award y el Catholic Press Asociation Book Award. In Don Brophy, One Hundred Great Catholic Books: From the Early Centuries to the Present. New York: BlueBridge Pub., 2007.
[5] BONAVOGLIA, Op. Cit. Johnson remite a Santo Tomás de Aquino. Me detengo en la cuestión (q) 92 porque volverá a aparecer en la obra de la teóloga y en este trabajo. Cfr. DE AQUINO Tomás, Suma Teológica (en adelante ST) Primera Parte en www.hjg.com.ar. Código 15. Índice: ESTHSUMA (ESTHOASSUMMAE). La q 92 trata acerca “Del origen de la mujer”. Santo Tomás se plantea el problema en cuatro preguntas: “Ahora hay que tratar sobre el origen de la mujer. Esta cuestión plantea y exige respuesta a cuatro problemas: 1. Al producir las primeras cosas, ¿debió o no debió ser producida también la mujer? 2. ¿Debió o no debió ser hecha del hombre? 3. ¿Y de la costilla del hombre? 4. ¿Fue o no fue hecha directamente por Dios? (Suma Teológica I Qu.92) Desarrollando el artículo 1, que da respuesta a la primera pregunta afirma: “Fue necesaria la creación de la mujer, como dice la Escritura, para ayudar al varón no en alguna obra cualquiera, como sostuvieron algunos, ya que para otras obras podían prestarle mejor ayuda los otros hombres, sino para ayudarle en la generación. Esto aparece de forma evidente si nos detenemos ante los modos de generación que se dan en los vivientes. Hay vivientes que no poseen en sí mismos la capacidad generativa activa, sino que son engendrados por un agente de distinta especie. Ejemplo: Las plantas y los animales que son engendrados sin seminación [sic] a partir de la materia convenientemente dispuesta, por medio de la potencia activa de los cuerpos celestes. Otros poseen unidas la potencia generativa activa y pasiva. Ejemplo: Las plantas que se reproducen a partir de la semilla. No habiendo en ellas una función vital más digna que la generación, es preciso que en ellas estén en todo tiempo unidas la potencia pasiva y la activa de la generación. En cambio, la potencia generativa activa de los animales perfectos reside en el sexo masculino, y la pasiva en el femenino.
Porque en ellos hay operaciones vitales más dignas que la generación, a las que se ordena principalmente su misma vida, en los animales perfectos no siempre están unidos el sexo masculino y femenino, sino solamente durante el coito, de modo que por él resulta una sola cosa de la unión del macho y de la hembra, al igual que en las plantas siempre están unidas la potencia masculina y la femenina, aunque a veces una esté en mayor proporción que la otra. Por su parte, el hombre se ordena a una operación vital más digna aún: entender. Por eso, en él era conveniente una mayor distinción de ambas potencias, de modo que la hembra fuese hecha separadamente del varón, y, sin embargo, se unieran carnalmente para la generación. Así, inmediatamente después de la formación de la mujer, se dice en (Gn 2,24): Serán dos en una sola carne.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Considerada en relación con la naturaleza particular, la mujer es algo imperfecto y ocasional. Porque la potencia activa que reside en el semen del varón tiende a producir algo semejante a sí mismo en el género masculino. Que nazca mujer se debe a la debilidad de la potencia activa, o bien a la mala disposición de la materia, o también a algún cambio producido por un agente extrínseco, por ejemplo los vientos australes, que son húmedos, como se dice en el libro De Generat Animal. Pero si consideramos a la mujer en relación con toda la naturaleza, no es algo ocasional, sino algo establecido por la naturaleza para la generación”. (Suma Teológica I Qu.92 a.1) No termina aquí la q.92 sino que el aquinatense sigue desarrollando los artículos para dar respuesta a las preguntas planteadas.
[6]Cfr. JOHNSON E., “Forging theology: A conversation with colleagues”, en ZAGANO Phillis y TILLEY Terrence W. (Eds.) Things new and old. Essays on the theology of Elizabeth A. Johnson, The Crossroad Publishing Company, New York, 1999, 91-123.
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