DUDAS, DE UN PAR DE LEGOS, ACERCA DE LA MISA
JUAN DE BURGOS ROMÁN, jgudor@gmail.com
MADRID.
ECLESALIA , 02/07 / 18.- Querido Oibas: Espero que sepas perdonarme por venir a importunarte; te cuento:
Tengo un amigo, llamado Ubaldo, que es hombre inquieto, de no muchos estudios y con notoriedad inteligencia natural. Él cree que tú sé más de lo que yo sé y me acribilla a preguntas; la mayoría de las veces no atino a darle respuesta certera, como me pasa ahora. Y es que, en casi todo, soy yo tan lego como lo es él. Y ocurre además que, en los asuntos que tenemos Dios, tenemos una visión pueril, casi la de nuestra infancia. Así que vengo aquí espero que tú me hagas una mano en esto para aclararle las cosas a Ubaldo y, de paso, también a mí.
El otro día me vino. Ubaldo con que había leído que, no hace mucho, un obispo excomulgó a un matrimonio, pues en su casa se decían misas sin cura (simulacros de misas, creo que las llamaba el obispo en su alegato excomulgatorio). Ubaldo se interesó vivamente por ese asunto y, en respuesta, me lanzó un artículo de dudas, preguntas y comentarios. Te los resumo:
A los comienzos, Ubaldo estaba dominado por la idea de que los curas tienen mucho poder; bueno, después de hablar un rato los dos, resultó que en el poder de los curas había tres componentes: el poder que ellos realmente tienen, el que creen tener y él que nosotros creemos que tienen; a los dos últimos los hizo por seguros, del primero dudaba un tanto. Y es que, se pregunta, ¿tan importantes son los niños que el propio Jesús no puede personarse, en la misa, si no es invocado por un cura? y, aún más, ¿cómo es que Jesús se ve obligado a bajar de inmediato cada vez que se cura? (con la pertinente fórmula litúrgica, por supuesto). Alguien nos dijo que en esto las cosas funcionaron de acuerdo con lo que en latín llaman ex opere operato(aplicado a los sacramentos, significa que son eficaces por sí mismos, que sus efectos no dependen ni de quienes administran ni de quienes reciben); nos quedamos aturdidos, confusos con ese automatismo, pues nos parecía, y sabrás perdonar la forma de la pluma, como si estuvieramos hablando de una máquina tragaperras, de la que, al metro la moneda, venta automática la chocolatina. Era evidente que algo importante se estaba escapando, que todo era dudas y conflictos con la ortodoxia eclesiástica.
En otro momento, me dije Ubaldo que en eso del personarse Jesús estaba en lo absoluto confuso, pues sí, como es bien sabido, Dios está en todas partes, Ubaldo opinaba que allí, en la misa, también había de estar, y eso desde el principio, sin necesidad de que se invocase. Entonces, Ubaldo dio en suponer que, quizás, para poder salir del atolladero en el que se estaba metiendo, queriendo distinguir entre: que Dios estaba presente entre nosotros, que de seguro lo estaba, y que nosotros lo percibíamos; y me dijo Ubaldo que de nada nos ha servido para decir que primero lo hicimos y que, por eso, teníamos que ir tras esto último, es decir, delir en pos de percibir la presencia indudable de Jesús.
Reincidiendo en lo que se refiere a la presencia de Jesús en la misa, dijo Ubaldo que, si antes de la lectura del Evangelio el cura dice «El Señor está con vosotros», resulta Entonces, ¿quién es el que está aquí? ¿Qué es lo que admití, lo que cabe imaginarse ?, dicho Ubaldo, con humor irreverente, que «el Jesús llega a la consagración quizás a otro Jesús, uno distinto del que ya estaba». Dijo también Ubaldo que lo que no parecía estar de acuerdo era lo que tenía, tenía un cierto clérigo, que venía como algo así como Jesús estaba: los primeros de un modo diferente, tenue, liviano y luego, tras la plegaria eucarísticas, más vigoroso, como concentrado, con perdón.
Ubaldo tampoco entendía que, sabiendo lo mucho que Jesús nos amaba, era posible que no se hiciera presente entre los asistentes a la misa hasta que no se llamara ritualmente por un cura. Así que no le cabían a la cabeza como era la Iglesia que se había establecido que los curas tenían ese poder y que, además, son los únicos que lo tienen; y, entonces, vinimos a pensar que la cosa había tenido su origen en aquello de «lo que ates en la tierra, se atado en los cielos; y lo que desata en la tierra, se desata en los cielos «(Mateo 16,19) ya que la Iglesia había hecho un uso inmoderado de ello. Ubaldo dijo entonces que, de seguro, Jesús se había pillado con los dedos con una promesa, pues estaba trayendo muy malas consecuencias, salvo, dijo, que la guerra terminó siendo mal entendida, que todo fue posible y agregado irónicamente: bueno, todo no, que parece que la Iglesia no puede equivocarse. Así que algo importante se nos escapaba también ahora.
Aunque de distinto carácter, Ubaldo también me hizo la siguiente reflexión acerca de la misa: que estimaba que en poco tiempo, nuestras misas se debieron a la última cena, que es misionero, ceremonia preestablecida, liturgia, orden, seriedad , recogimiento, respeto y veneración hacia un personaje muy importante, Jesucristo Rey del Universo y, el embargo, la cena debió ser un evento francófono en el que primó la espontaneidad, los abrazos cálidos entre amigos, la camaradería y la atenta escucha al maestro amigo Jesús de Nazaret ¿Y dicen, dijo Ubaldo, que las misas reproducen la Cena del Señor? ¿Qué reproducir, copiar, imitar, calcar, repetir, duplicar es ese ?, ¿Con que criterio se puede detectar?
En estas estamos, Ubaldo y yo, amigo Oibas, llenos de dudas, incertidumbres, titubeos. Así que, animado por tu buena disposición para conmigo mismo, te pido que te animes a darme las respuestas adecuadas a las dudas de Ubaldo y que, aunque pueda ser mucho pedirte, intentes hacerlo a la pata la llana , que no tengamos ninguna diferencia adicional, que son difíciles de entender para nosotros Espero que esto último no sea mar muy trabajoso; Recuerda eso: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ha ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y ha revelado a los pequeños», Lucas 10, 21 (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Con todo cariño, Juan.
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