En este nuevo caso de pedofilia, si el epicentro fue en Chile, las réplicas prometen extenderse a toda la Iglesia Católica, en particular al poder de los clérigos.
Hace tres años, nos escribimos que el juicio anunciado del ex nuncio Jozef Wesolowski, el primer intentava Justicia del Vaticano en contra de un miembro del clero acusados de abuso infantil, mostrando una Iglesia dispuesta a hacer frente a los delitos de pedofilia. Esto fue en junio de 2015, poco más de dos años después de la elección del papa Francisco, y hacía coherente compromiso del Papa, que, elegido el 19 de marzo de 2013, firmó en julio de ese mismo año un decreto con el fin de reforzar las sanciones contra crímenes de pedofilia en el interior de la Iglesia Católica, refiriéndose a ellos como «abominables delitos».
Pero Wesolowski, colocado en arresto domiciliario, murió poco después, en agosto de 2015, y no llegó a juicio. Si lo hubiera, este año, una «prueba» de los abusos sexuales atribuidos a sacerdotes católicos, lo vimos en el cine, en Spotlight , la transposición a la pantalla de una investigación periodística de abuso infantil en Boston, oculto por la Iglesia. Ahora, saliendo de la misma manto de silencio que ha retrasado la divulgación pública de los crímenes en Boston es la Iglesia Católica acusó a la chilena. Y, caso único en la historia, tras una reunión con el Papa en el Vaticano, en mayo, todos los 34 obispos chilenos pusieron su lugar a disposición. Unos ya fueron despedidos, otros podrán serlo pronto. El papa Francisco entregó a cada uno de ellos, en esa reunión, una carta dura, en la que no eran sólo los crímenes de la pedofilia que eran invocados, sino también un cierto tipo de poder dentro de la Iglesia que el Papa parece querer ver desmantelado, apuntando el dedo a «Los mesianismos, elitismos, clericalismos (…), todos sinónimos de perversión en el ser eclesial», y afirmando que, para tales clérigos, «ni Jesucristo ni los demás interesan verdaderamente».
La palabra terramoto, aplicada a esta situación, no es inadecuada. Y si el epicentro fue en Chile, las réplicas prometen extenderse a toda la Iglesia Católica, en particular al poder de los clérigos. «La dolorosa y vergonzosa verificación de abusos sexuales de menores, de abusos de poder y de conciencia, en el sentido de» espiritualidades narcisistas y autoritarias «, el Papa deja claro en la carta que los crímenes sexuales están (como siempre estuvieron) ligados al abuso de poder: por parte de ministros de la Iglesia, así como la forma en que se abordaron estas situaciones, deja en evidencia este ‘cambio de centro eclesial’. «Lo que se hará para corregir tal» cambio de centro eclesial «es lo que queda por saber. Pero el caso de Chile, con el derrocamiento de los poderes eclesiásticos locales, es ya un hito en esta batalla.
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