
Es una pena no conocer la lengua de Jesús, el arameo, sobre todo en su pensamiento y traducción original. Llevamos el peso de muchos siglos en que los poderosos nos ocultaron sus palabras, su sensibilidad humana, acomodándolas a sus intereses, haciendo que perdiéramos la comprensión de su mensaje en su dimensión divina.
Quienes se atrevieron a ocultar la lengua de Jesús, han sido los del poder, porque les temen a las palabras de Jesús, por eso las han tergiversado y pretendido ignorar, a través de las diversas traducciones ya conocidas.
En la búsqueda por las palabras en armero que dijo Jesús, está la: Ruhá=Espiritu=soplo divino, cuando Jesús estaba en la cruz, Lucas 23:46 nos dice:
“Jesús gritó con voz fuerte: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu=ruhá”
Para muchos y muchas hay un temor a la muerte. No nos han enseñado a morir. El morir es el día más importante para los seres humanos.
No hay suficientes pastores, capaces de acompañar a un moribundo, algunas excusas sacan: “el padre no se encuentra, está en la Universidad”, “no puedo, ese sector no me toca”, “estoy de salida, tengo una cita…”, “¿será que me llevan y me traen…?”.
Ha sido el soplo=Ruhá divino el creador del Cielo y la Tierra y todo ser viviente en el Planeta. “La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios=Ruhá (arameo) se cernía sobre las aguas”. Génesis 1: 2 Así nos lo dice y confirma hermosamente Juan 6,63: “El Espíritu=Ruhá es el que da vida. La bsrá(arameo)=carne no vale nada. Las palabras que les he dicho son Ruhá y vida”
Pensar en solo ello, hace que mi ser se estremezca.
Cada vez que respiramos, es ese soplo divino, que aspiramos y exhalamos, de manera inconsciente. Cuando este nos falta, nos preocupamos y angustiamos por no poder respirar bien.
En los métodos para meditar, se enseña a respirar, para relajar y entrar en meditación. En realidad, lo que acontece, es aprender a entrar en la vida de Dios, en nuestro interior, es un paso bellísimo, cuando verdaderamente lo logramos. Es ni más ni menos la toma de consciencia del soplo divino en nuestro ser.
Morir es vivir. Es entregar nuestro cuerpo a la Madre Tierra, a ella le pertenecemos, es agradecerle el tiempo que nos prestado esta herramienta para comunicarnos, para amar, para servir y construir paz. Es recibir el abrazo de la Madre Tierra, que nos recibe en sus entrañas, nos guarda y protege.
¿Y mi espíritu=Ruhá? ¿Mi aliento, mi soplo? Regresa a Dios. Cual gota de agua, que ha sufrido, caídas, se ha dado con las piedras, ha caído en remolinos, los supera y se torna suave y tranquila avanzando por el rio de la vida, hasta incorporarnos a la inmensidad del océano del amor, sin fin y sin límite.
Regresamos nuestra energía divina al Dios de la Vida, incorporándonos a la nueva vida, que no tiene fin.
Compartir y decir esto al moribundo, da paz, tranquilidad y alegría. Por eso Jesús encomendó a Dios Madre-Padre “Abbá” arameo=el protector, sustentador, su Espiritu=Ruhá.
Gracias, Dios de la Vida, Madre y Padre, porque nos inspirar hacia el crecimiento de las capellanías,en los hospitales, clínicas y casas, allí donde se conoce el dolor y el sufrimiento de tus hijos/as. Amén.

Presbitera católica.
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