J
Publicado en blog de Juan José Tamayo en
amerindiaenlared.org
El 24 de diciembre de 1999 publiqué en el diario EL PAÍS el artículo
“El nacimiento del Mesías”, que tuvo una excelente acogida y provocó un fuerte
impacto tanto entre personas creyentes como no-creyentes. 19 años después he
hecho consultas sobre la bibliografía reciente en torno al tema y he comprobado
que existe una coincidencia básica con los datos expuestos en el artículo de
entonces. Por eso he decidido publicarlo de nuevo actualizando algunos análisis
e incorporando la siempre lúcida reflexión de Ernst Bloch, que acentúa aspectos
sociales del nacimiento de Jesús de Nazaret hoy olvidados en las celebraciones
religiosas, que se quedan en la formalidad litúrgica sin creatividad alguna, y
en las celebraciones laicas, que con frecuencia no hacen otra que degenerar en
consumismo. Como dice el viejo adagio latino: Corruptio optimi pessima.
El género literario de los
evangelios de la infancia
Las recientes
investigaciones sobre el judaísmo de la época de Jesús, y muy especialmente las
llevadas a cabo en torno al Nuevo Testamento, han hecho importantes
aportaciones en torno al Jesús histórico. Los métodos histórico-críticos
(historia de las formas, historia de la redacción) e histórico-sociológicos y
antropológicos (antropología cultural, historia social y económica, sociología),
aplicados al estudio de la literatura cristiana primitiva, han contribuido a
cuestionar algunas de las tradiciones más arraigadas en el cristianismo ya
bimilenario. Dos de ellas son la fecha y el lugar de nacimiento de Jesús; la
primera se encuentra en la base del calendario de Occidente; la segunda
constituye uno de los motivos principales de la Navidad.
Apenas contamos con
documentos históricamente fiables que nos informen sobre el nacimiento de
Jesús. Por una parte, los historiadores romanos y judíos no nos han dejado
ninguna referencia. Por otra, dentro de los escritos de la Biblia Cristiana, solo
los evangelistas Mateo y Lucas hablan de él en dos textos independientes entre
sí, que son conocidos como «relatos de la infancia». Ellos han
alimentado la piedad cristiana popular y el imaginario colectivo de Occidente, al
tiempo que constituyen una importante fuente de inspiración de poetas, artistas
y narradores. A su vez, han sido objeto de crítica -también de burla- en
entornos culturales racionalistas y secularizados, ajenos al mundo de los
símbolos y los mitos. Se trata, en realidad, de dos textos que pertenecen a un
género literario peculiar, el de los relatos de nacimiento e infancia de los
grandes héroes -tanto judíos como paganos-, que poseen una gran dosis de
fantasía, aparecen envueltos en múltiples motivos legendarios y nos
familiarizan con el mundo de lo sobrenatural y milagroso: apariciones de
ángeles, concepción virginal, estrella que guía la ruta de los magos,
precocidad del niño Jesús, escenas truculentas como el asesinato de los
inocentes por el rey Herodes, etc.
Entre ambos relatos
se observan importantes divergencias, e incluso contradicciones, por ejemplo,
en la información sobre los viajes de María y José, en los esquemas
geográficos, que están en la bases de las narraciones sobre el nacimiento de
Jesús, etc.-, que ponen seriamente en cuestión su historicidad. Su plan
literario responde a una intención teológica bien concreta, que más adelante
explicitaré. Son, además, textos aislados, a los que no vuelven a referirse ni
los evangelios citados ni los de Marcos y Juan. Tampoco la primera predicación
cristiana incorpora lo descrito en ellos.
Con todo, hay algunos
datos que los especialistas tienden a considerar históricos. Este es el caso de
la fecha del nacimiento de Jesús. Mateo (2, 1) y Lucas (1, 5) coinciden en que
Jesús nació durante el reinado de Herodes el Grande, que gobernó Judea, Idumea,
Samaría, Galilea, Perea y otras regiones de Haurán, del año 37 al 4 antes de
Cristo. Mateo sugiere que pudo nacer al final de dicho reinado. La fecha más
verosímil está entre el 4 y el 6 antes de la era común. Ésa parece ser la más
acorde con otros datos cronológicos de la vida de Jesús proporcionados por los
Evangelios.
Sin embargo, nuestro
calendario no se atiene a esas fechas. El error se debe al cálculo incorrecto
realizado por el monje del siglo VI Dionisio el Exiguo, que fue quien fijó la
división de la historia en dos etapas: antes de Cristo y después de Cristo. Él
propuso que los cristianos debían establecer la cuenta de los años partiendo
del nacimiento de Cristo, y no desde el reinado de Diocleciano, emperador
romano que había perseguido a los cristianos con especial severidad, como
tampoco desde la fundación de Roma (ab
Urbe condita). Pero se equivocó
en cuatro o seis años a la hora de fijar la fecha de la muerte de Herodes el
Grande y, en consecuencia, también la del nacimiento de Jesús. Si damos por
buena la fecha del año 6 al 4 antes de la era común -y parece que hay que
darla, porque el consenso entre los expertos es muy elevado-, el dos mil
aniversario del nacimiento de Jesús tuvo lugar ya lugar entre el 1994 y 1996.
En cualquier caso, la
fecha es solo aproximada. Lo que no debe de extrañar, ya que lo mismo sucede
con otros personajes relevantes de la época grecorromana, por ejemplo: Nerva,
Trajano, Herodes Antipa, Poncio Pilato. Ahora bien, teniendo en cuenta que
Jesús fue, según la certera observación de John P. Meier, «un judío
marginal» en la historia grecorromana, esta aproximación cronológica me
parece más que suficiente.
¿Belén o Nazaret?
Mateo (2,1) y Lucas
(2,4-7) coinciden también en señalar a Belén
como lugar de nacimiento de Jesús. Sin embargo, este dato no parece histórico.
Para esta valoración me atengo al cualificado criterio del prestigioso biblista
católico Raymond E. Brown, autor de El
nacimiento del Mesías (original: The Birth of the Messiah, Nueva York, 1979, vers. cast.: Cristiandad, Madrid,
1982), para quien «las
probabilidades están más frecuentemente en contra de la historicidad que en
favor de ella». Dicho criterio es ampliamente compartido, hoy, por los especialistas
neotestamentarios.
Conviene recordar a
este respecto que, fuera de los relatos de la infancia de Mateo y Lucas, Belén
no vuelve a ser citado en los Evangelios ni en Hechos de Apóstoles como lugar
de nacimiento de Jesús. Sólo en el Evangelio de Juan encontramos un texto que
recoge las discusiones de los judíos en torno a la procedencia del
«Cristo» y muestra la desconfianza de quienes no aceptaban su origen
galileo (7,41-42). Aun dentro de su ambigüedad, dicho texto viene a confirmar
que Jesús no era oriundo de Belén, sino de Galilea, zona fronteriza considerada
pagana (era llamada «Galilea de los gentiles») por los judíos
ortodoxos e, históricamente, ámbito de importantes movimientos revolucionarios
contra la ocupación del Imperio Romano.
El lugar concreto de nacimiento de Jesús parece ser
el pueblo de Nazaret, perteneciente a la Baja Galilea. En numerosas ocasiones,
los Evangelios y el libro de Hechos de los Apóstoles presentan a Jesús como
oriundo de ese pueblo y le llaman el Nazareno. Ahora bien, Nazaret no era una
aldea de cuento, un pueblecito de fábula, un lugar de ensueño donde viviera
apaciblemente la «sagrada familia». Era una tierra conflictiva,
rebelde, donde se tejieron esperanzas y sueños de liberación, en clave de
resistencia frente al Imperio romano. Ahí nació Jesús y en ese clima creció y
se educó.
Aun cuando no debemos
excluir taxativamente a Belén como lugar de nacimiento de Jesús, creo puede
afirmarse con John P. Meier, uno de los más cualificados investigadores en
torno al Jesús histórico de nuestra época, que ese dato no debe entenderse como un acontecimiento histórico, sino como una afirmación
teológica en la modalidad de un relato histórico -que sólo lo es en apariencia-
cuya pretensión es mostrar la mesianidad y el origen davídico de Jesús (John P.
Meier, Un judío marginal, tomo I,
EVD, Estella, Navarra, 1998, 230). [EVD
ha publicado los cinco volúmenes de esta magna obra, cuya lectura recomiendo no
solo a las personas especialistas, sino también a cuantas estén interesadas por
seguir las investigaciones sobre el Jesús histórico].El Mesías, según el
profeta Miqueas, debía nacer en Belén de Judá, patria del rey David. Así
respondían los evangelistas a los judíos que no podían creer en un mesías
nacido en Galilea.
Mi intención con este
artículo hes evitar la confusión entre lo histórico, lo legendario y lo mítico
en el caso del nacimiento de Jesús de Nazaret, si bien debe reconocerse que los
tres niveles se encuentran aquí entremezclados y cada uno ejerce su función no
excluyente. No se olvide lo que decía con razón el filósofo de la esperanza Ernst
Bloch (1885-1977): “También Prometeo es un mito” y como tal portador de utopía,
que creo es aplicable a los relatos del nacimiento de Jesús. Además, aun reconociendo
que “Jesús está rodeado por el mito”, afirma la existencia de material
histórico en los relatos evangélicos de la infancia y lo comenta de esta guisa:
“Se adora a un niño que ha nacido en un establo. De
modo más próximo., más bajo, más secreto no puede hacerse refractar ninguna mirada
hacia lo alto Y a la vez el establo es real, nos e ha inventado este origen tan
mínimo del fundador. La leyenda no pinta la miseria, y desde luego, ninguna
miseria que se prosigue a lo largo de toda una vida. El establo, el hijo del
carpintero, el visionario entre la gente humilde, la ejecución del final, todo
ello está tejido con material histórico, no con el material dorado que la
leyenda prefiere” (El principio esperanza, tomo 3, Trotta, Madrid, 2007, 376)[1].
Juan-José Tamayo es director de la Cátedra de
Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría”, de la Universidad
Carlos III de Madrid. Sus libros más recientes son Invitación a la utopía. Estudio histórico para tiempos de crisis
(Trotta, 2016, 1ª ed., 1ª reimpresión); Religión,
razón y esperanza. El pensamiento de Ernst Bloch (Tirant lo Blanch, 2015,
2ª ed.); Religión, género y violencia
(Dykinson, 2ª ed., 2ª reimpresión, enero 2019); Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, Madrid, 2017); La utopía, motor de la historia
(Madrid, 2017); Teologías del Sur.
El giro descolonizador (Trotta, Madrid, 2017); ¿Ha muerto la utopía?
¿Triunfan las distopías? (Biblioteca Nueva, Madrid, 2018); Dom Paulo
testimunhos e memorias sobre o Cardeal dos Pobres (editor y coautor con
Agenor Brighenti), Paulinas, Sâo Paulo, 2018); Islam: sociedad, política y
feminismo (Dykinson, Madrid, 2018, 1ª ed., 1ª reimpresión) (director y
coautor); Iglesia, política, religión y Sociedad. Interacciones para el bien
público desde Ignacio Ellacuría, Dykinson, Madrid, 2018 (editor y coautor
con Juan luís Hernández); De la Iglesia colonial al cristianismo liberador
en América Latina (Tirant lo Blanch, València, enero 2019).
[1] El texto citado se encuentra en el epígrafe “Fundador, surgido del espíritu de Moisés y del Éxodo, completamente coincidente con su buena noticia: Jesús, Apocalipsis, Reino”, del tomo III de El principio esperanza, que Bloch presenta con el siguiente texto de Thomas Müntzer, el teólogo anabautista de la Revolución de los Campesinos: “Muchas gentes les parece que es una poderosa y gran fantasía. Porque no pueden juzgar, sino que es imposible que pueda ponerse en marcha y ejercitarse en esta cosa, que los enemigos del sillón del juicio y los alzados a él lejos y toscos […]. Que es lo que nos ocurrirá y pasará a todos con la llegada de la fe, que nosotros, los hombres de la carne y los terrenos, nos convertiremos en los dioses por el hecho de que el hombre, la manera que somos con los discípulos de Dios, enseñados y deificados por Él mismo, más aún, convertidos total y plenamente en Él, para la vida terrena gire hacia el cielo ”(Filipenses, 3), Thomas Müntzer, “ Manifestación explícita ”, enTratados y sermones , introducción y traducción de Lluís Duch, Trotta, Madrid, 2001, 149ss
Remitido al e-mail
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...
Debe estar conectado para enviar un comentario.