Para una teología profunda de la mujer


Rebeca Ortega

Donne Chiesa Mondo – L’Osservatore Romano

LUCETTA SCARAFFIA. En la primera de nuestras páginas teológicas, Pierangelo Sequeri usó una expresión muy elocuente, “viraje histórico”, para significar que, en este momento, la sociedad le impone a la Iglesia que se examine totalmente, que reflexione sobre sí misma, recordando que las mujeres existen, que no solo son numéricamente la mayor parte de los religiosos y de los fieles, sino también parte integrante y específica de la tradición cristiana desde los orígenes. Al respecto, la teóloga suiza Barbara Hallensleben escribió: “La escasa atención al significado soteriológico del Espíritu parece coincidir con la falta de una teología de la mujer”. Aquí resuenan las palabras escritas muchos años antes por Yves Congar: “Cierto olvido del Espíritu Santo y de la pneumatología ha favorecido la aparición de un tipo patriarcal y el predominio de lo masculino”.

En este punto, es patente la necesidad de una reflexión más profunda. Lo es porque, como escribió Hallensleben, “la diferencia entre el hombre y la mujer tiene que ver con la imagen que Dios nos revela de sí mismo”. La paridad de la mujer está inscrita en los evangelios, y el cristianismo ofreció esta semilla al desarrollo histórico de las sociedades cristianas. Ahora la sociedad devuelve a la Iglesia lo que había recibido del cristianismo, planteándole profundos interrogantes.

En los textos que publicamos, se identificaron dos direcciones en la investigación: la primera, que muchos de vosotros siguieron, es la de reflexionar tanto sobre las mujeres importantes que ha habido en la historia de la Iglesia como, más en general, sobre la relación entre Jesús y las mujeres; la segunda es el problema de la complementariedad.

Sabéis bien que la única elaboración teórica que hubo en la Iglesia sobre el problema de las mujeres, la única respuesta al desafío que venía de la sociedad laica, fue la Mulieris dignitatem, texto muy importante que manifiesta un gran aprecio por las mujeres y representa un gran estímulo intelectual para concebir un feminismo cristiano.

Pero el tema de la complementariedad de la Mulieris dignitatem dejó dos cuestiones en suspenso: la primera, que la Iglesia se ha comportado como si la carta apostólica nunca hubiera sido escrita, es decir, que no ha derivado de ella ningún reconocimiento concreto. Y no estamos hablando de poder, estamos hablando de otra cosa: de escucha. El problema fundamental es que a las mujeres no se las escucha en las reuniones eclesiales en las que se habla de la vida de la Iglesia, de su futuro, de sus problemas. La segunda cuestión que la Mulieris dignitatem ha dejado en suspenso es que, si uno habla de complementariedad, no se comprende cuál debería ser la tarea masculina. Es una pregunta que formula Sara Butler: “¿Cuál es el genio masculino?”.

La complementariedad sigue siendo una hipótesis fascinante e importante que hoy también vuelve a descubrirse en la esfera feminista. Por ejemplo, Claude Habib, feminista francesa y estudiosa de literatura, escribió que el resorte de la complementariedad no es la opresión, sino el bien común. Comencemos ahora la discusión, recordando que nuestro objetivo es crear relaciones redimidas entre los sexos.

MAURIZIO GRONCHI. Desde el punto de vista teológico he notado, en la teología femenina, un enfoque que sigue siendo aún muy ideológico, reivindicador, muy caracterizado por la teología de la liberación entendida como liberación de la mujer de todos los sistemas patriarcales. En suma, un tema antiguo. En cambio, lo que me ha hecho reflexionar fue la publicación del libro Papa Francesco e le donne, de Giulia Galeotti y Lucetta Scaraffia (2014), porque en él he observado el distanciamiento de un enfoque ideológico y la aceptación de una perspectiva histórica muy equilibrada, precisamente no ideológica.

Creo que se trata de retomar la mirada de Jesús a los hombres y a las mujeres, como se ve en los evangelios, para establecer el criterio que nos guíe a una conversión relacional. En la Evangelii gaudiumel Papa habla de todas las conversiones posibles, y creo que aquí está la posibilidad de una conversión relacional. El libro de Damiano Marzotto, Pietro e Maddalena. Il Vangelo corre a due voci (2010), me ha dado que pensar: su tesis central reconoce esta coparticipación original en la misión de Jesús, se percibe una colaboración de carácter asimétrico en la que los dos actores, escribe, brindan “una aportación diferenciada y complementaria”.

Pues bien, creo que esta es una buena idea, y se halla en los textos. Por tanto, el primer enfoque es una lectura de los textos que no sea teledirigida. Otra afirmación era esta: “El punto no es el sacerdocio, sino todo lo demás”, escribe Giulia Galeotti, y todo el resto es la relación. Me impresionó mucho el mensaje final del Sínodo, en el que se decía que el encuentro es un don, una gracia que se expresa cuando los dos rostros están frente a frente. Ahora bien, me parece que el desafío actual es este: no lograr mirarse a la cara, no lograr estar uno frente al otro. Mi argumentación es fenomenológica.

El primer punto es cuestión de miradas (el segundo punto, cuestión de relación, y el tercer punto, cuestión de perspectiva). Entonces, la cuestión de miradas. No lograr mirarse a la cara: miradas laterales, oblicuas, inclinadas, marcadas por la desconfianza, por el miedo, por el conflicto: este es un horizonte antropológico más amplio, que en la Iglesia representa el miedo a la diferencia, el ansia del reconocimiento de sí, e impulsa hacia un narcisismo generalizado y creciente. Tenemos necesidad de ser reconocidos y, al mismo tiempo, sentimos desconfianza por quien nos mira y nos reconoce. Segundo punto: cuestión de relación. Creo que la relación se mueve entre el poder y la empatía. La primera instancia que interviene en las relaciones entre el hombre y la mujer es la del poder, entendido como posibilidad de ser reconocido y aceptado por lo que se es, y de todos modos no se logra ser sino gracias al otro, a la otra, a su permiso, a su acogida, a su rechazo.

Esta exigencia de reconocimiento constituye el poder. Un camino practicable para la maduración de la relación es, creo, el de la orientación a la empatía. Empatía es sentir con el otro, no sentir como el otro. Es imposible, absurdo, sentir como el otro: identificarse con el otro no es posible. Sentir con el otro, algo que sucede, por ejemplo, en la experiencia de la amistad, que sucede en la dimensión embrionaria, incluso infantil, que muy a menudo se prolonga, el deber de ser dos, el tema de la pareja. El problema estriba en ser uno mismo junto al otro, evitando medir las cualidades en un marco de competición o rivalidad. Este es un dato: la dificultad de la relación se mueve entre el poder y la empatía.

SCARAFFIA. En la relación entre mujeres y sacerdotes, ¿qué papel desempeñan el poder y la empatía?

GRONCHI. Veo dos aspectos críticos en la relación entre mujeres y ministros ordenados, quiero decir, religiosos, obispos, cardenales, etc. En primer lugar, la mamá de los sacerdotes: este es un punto crítico, porque se ejemplariza siguiendo el modelo mariano espiritualista. Generalmente, tiene un peso determinante, desde el momento que parece ser la única mujer capaz de amarlos de modo adecuado a su vocación. En consecuencia, cualquier otra mujer que encuentren en su vida debe asumir el perfil de la madre o de la hermana, más raramente el de la hija, dado que si no es en sentido simbólico, la generación es difícil de comprender.

Esta raíz relacional, diría exclusiva, muy a menudo crea desconfianza, temor de un atentado contra la propia integridad sexual, si no representa incluso una verdadera amenaza para la promesa de castidad y para el compromiso con el celibato. Probablemente nace también aquí la tendencia a considerar como servidumbre la función de la mujer con la que se relaciona el sacerdote. Entonces, diría con naturalidad: que la mujer esté cerca del sacerdote y, al mismo tiempo, lejos. Este parece ser el desafío que deben afrontar los ministros con las mujeres, más bien que hacerlo junto con ellas. Podría definir el segundo aspecto crítico una actitud de sustitución, por la cual las funciones tradicionalmente femeninas –engendrar, alimentar, acoger, proteger, perdonar– son asumidas litúrgicamente por el sacerdote: bautizar, celebrar la eucaristía y administrar la reconciliación.

Aunque muestran el rostro materno de la Iglesia, a veces pueden condicionar la actitud relacional del sacerdote con la mujer. Por tanto, es como si se produjera un deslizamiento de las funciones maternas de la Iglesia –las que acabo de mencionar–, que se convierten prácticamente en un modelo de relación. Me explico: vestir hábitos largos, coloridos, adornar el altar con flores y velas, adoptar modales formales y manifestar gentileza, corresponden a comportamientos feminizados, debido a los cuales las mujeres quedan relegadas a un segundo plano. Diría entonces que una hipótesis interpretativa de este fenómeno podría ser el propósito de los ministros ordenados de transformar la desconfianza en alianza, pero a costa de la sustitución. Allí no hay misoginia, sino sustitución: no tenemos nada contra las mujeres, sino que simplemente las sustituimos. Es una tesis algo fuerte, pero creo que es funcional para la discusión. Por consiguiente, se evita simplemente la conflictividad o la misoginia imitando dicho estilo o, por lo menos, lo que se considera de tal manera.

SCARAFFIA. Pero, entonces, ¿cómo se pueden orientar las relaciones hombre-mujer, en el caso específico, entre ministros ordenados y mujeres? ¿Cómo se puede pasar del miedo de perder el papel, a la empatía, que permite estar al lado con serenidad y favorece la integración?

GRONCHI. Usaré estas tres expresiones: mirarse a los ojos, sin bajarlos, ni para seducir ni para desafiar; escuchar las palabras sin saber ya lo que el otro o la otra dirá; percibir los silencios largos sin atribuirles los significados previstos. Estas son algunas experiencias que hay que vivir con valentía, luchando contra los propios miedos, contra el temor de abrirse a la relación. Este modo de ponerse en contacto no se improvisa, especialmente si viene –me refiero siempre a los ministros ordenados– de una formación que tiene el objetivo de guía pastoral. ¿Qué quiere decir esto? Que la responsabilidad de guiar, enseñar, aconsejar, por tanto, una asimetría pactada, establecida por un protocolo, raramente se transforma en incapacidad de recibir, aprender, dejar que alguien nos cuide. Os dais cuenta de que aquí el modelo es la actitud de Jesús con las mujeres en los evangelios.

Probablemente la dificultad de escuchar a las mujeres no solo se refiere a las mujeres que hablan, porque los ministros ordenados corren el riesgo de no escuchar ni siquiera a los hombres, a los niños, a los ancianos, a los enfermos… El problema no estriba en la identificación del papel, por lo demás, malentendido, que a menudo encierra al sacerdote en el perímetro de la propia función de guía; el resultado temerario es pretender guiar a los demás, y no lograr guiarse a sí mismo en el equilibrio maduro de las relaciones. Comparto vuestra propuesta de dar mayor cabida a las mujeres en la formación, en los seminarios. Diría que no solo como profesoras, sino también como consejeras psicológicas, como referentes de la pastoral familiar. Por ejemplo: ¿qué saben los seminaristas de la vida de familia, más allá de la familia de ellos mismos? ¿Es un modelo que hay que rechazar o imitar? El hecho de que un joven en camino al sacerdocio tenga la ocasión de encontrarse con mujeres diferentes de su propia madre, es una oportunidad equilibradora. Aprender la diferencia sin miedo, entablar relaciones diarias sin tener que protegerse, ganar confianza en quien cuida la vocación sin amenazarla, puede constituir una auténtica fuente de humanidad a la que es posible recurrir de modo continuo y sereno. Creo que hay un criterio cristológico fundamental en todo esta argumentación: en Adviento se lee la antífona: “Nubes, derramad al Justo; ábrase la tierra y brote la salvación”. El principio es este: lo que Dios da desde lo alto, surge de la tierra. El Hijo eterno de Dios nació de María en el tiempo.

ANTONELLA LUMINI. El momento que estamos viviendo indica, sin duda alguna, que se está dando un paso. El punto es cómo vivirlo. Estoy de acuerdo con el padre Gianpaolo Salvini, que afirma que no se trata de clericalizar a las mujeres, sino de permitir que germinen sus carismas. Las mujeres no se valoran a sí mismas tratando de asumir el poder y las funciones de los hombres, pero esto no significa que en la Iglesia se las excluya de posiciones importantes, donde se toman decisiones. Como justamente ha dicho Scaraffia, el problema central es escuchar a las mujeres.

La aparición de lo femenino dentro de la Iglesia, así como en la sociedad, solo puede producirse si las mujeres se conocen mejor a sí mismas, si tienen conciencia de su realidad profunda, si logran hacer oír su voz. Por consiguiente, no se trata de limitarse a pedir más cabida, sino que es necesario que lo femenino aflore en el escenario de este mundo, que surja con toda su dignidad y nobleza. Es verdad que algunas veces las mujeres se sienten impulsadas a desempeñar papeles masculinos, los de los triunfadores, pero al hacerlo se traicionan a sí mismas. Por eso hay que plantear la cuestión de modo totalmente diferente.

Las mujeres, casi por un movimiento natural, en un determinado momento están llamadas a despertarse, a convertirse en sujetos activos de la liberación. Tras siglos de ser subalterno, el mundo femenino ha comenzado a tomar conciencia de su inmensa potencialidad, provocando el desequilibrio que hoy estamos viviendo. La explosión de una agresividad masculina fuera de control está a la vista de todos. La organización anterior, habiendo sido cuestionada, ya no se puede volver a proponer, ya no se puede volver atrás. Hay que dar un paso que implique a todos. Las mujeres deben aprender a conocerse, a aclarar los aspectos esenciales de lo femenino, para darse cuenta de que trabajan por un crecimiento humano. Por lo que respecta a la Iglesia, es lo mismo, y creo que solo en este sentido se puede tratar de entender la complementariedad. He apreciado mucho la afirmación de Gronchi sobre la importancia de transformar las relaciones de los sacerdotes con las mujeres, la mayoría de las cuales se basan en el poder o en el miedo, en relaciones fundadas en la empatía.

La Mulieris dignitatem centra la atención de la cristiandad en el genio femenino, cuyos rasgos esenciales se reconocen en María. El mismo Papa Francisco, afirmando la necesidad de una teología de la mujer más profunda, se inserta ampliamente en esta línea. Pero en la Iglesia se siente al mismo tiempo la necesidad de plasmar el genio masculino, en particular respecto al carácter vicario de Cristo, como observa Sequeri. Tengo la impresión de que Butler llega al corazón del problema cuando afirma que Jesús vacía todo poder en la obediencia, modificando así radicalmente todos los esquemas del dominio patriarcal, a la vez que aclara un principio masculino positivo.

En efecto, Jesús no se contrapone al poder, sino que lo supera completamente con su testimonio de vida. Además, reúne en su humanidad el principio masculino y rasgos específicos de lo femenino, como la ternura y la misericordia. Desde un punto de vista evangélico, complementariedad significa integración armoniosa de los dos principios, ante todo dentro de la persona humana y, en consecuencia, en la dinámica de hombres y mujeres. Solo en esta perspectiva se puede vislumbrar la posibilidad de vivir relaciones redimidas, como afirma Butler. Por ende, el problema se debe enmarcar en el plan universal de la salvación, que requiere un constante trabajo espiritual.

No cabe duda de que hoy el impulso de transformación se encarna en las mujeres, pero ellas deben tomar conciencia de ser parte pujante de toda la humanidad. No por nada la emancipación civil tuvo lugar en Occidente, en culturas de matriz cristiana. Es indispensable leer este fenómeno en una perspectiva más amplia, espiritual. Hay que prestar atención a los signos de los tiempos. La cristiandad ha de percibirse en su conjunto, en sus aspectos laicos y en sus aspectos eclesiásticos, teológicos. El cristianismo es una fuerza arrolladora de liberación desde todos los puntos de vista. El dinamismo de lo que sucedió en el mundo civil, laico, con las mujeres, ahora se transmitirá a la Iglesia. Cuanto más se escuche a las mujeres, tanto más intensa será la acción de transformación; cuanto más aflore el genio femenino, tanto más se reflejará el genio masculino positivo, el que encarnó Jesús.

Me refiero ahora a lo que ha afirmado Scaraffia, citando a Hallensleben, sobre el valor soteriológico del Espíritu Santo. Concuerdo plenamente en que la falta de una teología de la mujer coincide con la escasa atención prestada al Espíritu Santo, al plano espiritual. Considerar a María modelo encarnado del genio femenino también requiere considerar a la tercera Persona de la Trinidad, quizá aún encubierta, velada; de lo contrario, en las mujeres podría cundir un sentimiento de desaliento. También en el mundo laico muchas mujeres buscan la espiritualidad, por ejemplo, a través del estudio de las místicas. Y, un poco a contracorriente, se comprometen seriamente a acercarse a los valores femeninos esenciales como la receptividad, el silencio, el escondimiento, que son necesarios para custodiar y proteger una maternidad que no solo es biológica, sino también espiritual.

La capacidad de escucha, la intuición y la contemplación afloran en el contacto con lo más profundo. Lo femenino encarna el alma contemplativa, la posibilidad de una mirada diferente. Cuanto más se adhiera la mujer al cuerpo, tanto más será capaz de encarnar, de hacer visibles rasgos espirituales; cuanto más contemplativa sea, tanto más se convertirá en instrumento de acciones creadoras. Lo femenino se abre al Eterno, como afirma Clara Lubich. En el contexto evangélico, lo materno remite a una acogida de la vida que debe germinar en todos los niveles, que pone en contacto con lo invisible y evoca la belleza que solo puede ser contemplada, no poseída. Así, lo femenino noble mella los mecanismos del poder.

El principio masculino y el principio femenino no son intercambiables, ni mucho menos derivan simplemente de aspectos culturales: son valores ontológicos, podría decirse arquetípicos. Dios crea al hombre a su imagen, pero no tiene imagen. En la tradición judía hay una trascendencia total, Dios no se puede representar de ningún modo. Revela lentamente sus atributos invisibles en el ser humano. La precisión con la que el texto del Génesisespecifica que “los creó varón y mujer” no puede menos de aludir al hecho de que masculino y femenino son principios presentes en Dios mismo. Si son imagen en el ser humano, quiere decir, ante todo, que están en Dios. Hay un fundamento ontológico. Además, están contenidos en Dios en perfecta unidad, por lo cual también en el ser humano tienden a armonizarse.

SCARAFFIA. ¿Qué quieres decir con “trabajo espiritual” necesario para redimir las relaciones hombre-mujer?

LUMINI. La mujer es particularmente receptiva a la acción de Dios en el alma, más sensible a los planos profundos del amor. Con “trabajo espiritual” quiero destacar precisamente la mayor disposición de lo femenino a abrirse a la obra del Espíritu Santo. Solo esto puede hacer posible que haya relaciones de comunicación entre hombres y mujeres. Es necesario el silencio, la pausa que permite que la vida interior germine. El genio femenino en María tiene su culmen en la extraordinaria potencialidad de trasmitir la vida espiritual, la vida que concibe el Espíritu Santo.

El bautismo de fuego de Jesús alude a la nueva vida suscitada por el Espíritu. Si Jesús llamó a Dios padre, suscitando un gran escándalo, creo que ha llegado el tiempo propicio para llamar a Dios madre. Todo está todavía radicado en una teología del Padre, pero creo que no es posible elaborar una teología profunda de la mujer si antes no se elabora y enfoca la teología de la Madre. Y solo las mujeres pueden hacerlo. Si nos dirigimos a la Trinidad, la misteriosa persona femenina de la divinidad solo puede ser el Espíritu Santo. La maternidad de Dios se puede identificar con el Espíritu Santo, asociado durante los primeros siglos a la Sofía.

Además, en la tradición judía Ruaj es femenino. De igual modo en san Juan, para quien el Espíritu Santo es consolador. En este tiempo en el que la Iglesia invita al amor y a la misericordia, la maternidad divina debe salir de la oscuridad, salir a la luz. Hay una gran obra espiritual que se está realizando. Detrás de lo que se mueve en la historia es necesario comenzar a distinguir los signos visibles de una dirección invisible.

MARINELLA PERRONI. Creo que represento aquí a una gran parte de las mujeres que enseñan o estudian teología, también en Italia, y que recorren caminos algo diferentes de los señalados hasta ahora. El salmo citado por Gronchi me ha hecho venir a la memoria otro, que considero perfectamente en línea con nuestro trabajo teológico: “La Verdad brotará de la tierra, y de los cielos se asomará la Justicia” (85, 12). Estoy convencida de que la verdad no está preestablecida, ninguno de nosotros la posee, sino que brotará de la tierra poco a poco, cuando se trabaje la tierra: este es el sentido del trabajo teológico.

Cuando el Papa Francisco dijo que la Iglesia tiene necesidad de una teología de la mujer, muchas de nosotras nos quedamos desconcertadas: desde los tiempos de los Padres de la Iglesia hasta la Mulieris dignitatem, la historia del pensamiento teológico es también una teología de la mujer. Pero, ¿quién la elabora? ¿Elaborada con qué finalidad? ¿En función de qué? Hoy algunos factores han cambiado, y esto determina que no se puede pensar simplemente en cambiar el orden de los factores de modo que el resultado no cambie. Son los factores los que han cambiado. ¿Cuáles? Ante todo, las mujeres –y no la mujer, que es una abstracción y vive en el imaginario– se han convertido en sujetos capaces de elaborar teología, y buscan caminos diversos para que se reconozcan sus méritos. Por eso, la primera cosa que hay que hacer es escucharlas. Las mujeres han elaborado un pensamiento en todos los ambientes teológicos.

El problema, entonces, es intentar volver a razonar juntos –y hoy finalmente debería ser posible hacerlo incluso con las mujeres consideradas más alejadas– sobre toda la teología de la mujer, que nos aplasta desde Tertuliano en adelante con sus lugares comunes, verdaderas hipotecas. Hipotecas pesadas. Gronchi proponía una lectura fenomenológica de la relación sacerdote-mamá, que es verdadera. Pero también hay que volver a pensar a fondo en el binomio Eva-María, una alternativa que pesa por sus consecuencias simbólicas fuertes, que contribuyen a definir estereotipos, y estos se transmiten de generación en generación.

No es posible una teología que explique plenamente la pluralidad de lo humano si no se resuelven algunas cuestiones críticas, porque se puede seguir exaltando a la mujer, pero al fin y al cabo las mujeres siguen viviendo marginadas. La segunda hipoteca fuerte es el binomio mariano-petrino para plasmar la fisonomía de la participación de las mujeres en la vida de la Iglesia. También el Papa parece preferir este camino ya recorrido por sus predecesores. En virtud de este principio, tal como lo formuló Hans Urs von Balthasar, el mariano, es decir, la acogida amorosa, es carisma primario respecto al petrino, o sea, el ejercicio del poder de jurisdicción. Pero no nos damos cuenta de que seguimos moviéndonos siempre en dos planos, y de aquí surgen muchas de las discriminaciones fundadas en la diferencia sexual.

Una vez más: es necesario volver a reflexionar en algunas categorías que antes se aceptaban tranquilamente, porque sea desde el punto de vista simbólico, sea en el plano de las consecuencias socio-eclesiales, el modo de pensar lo masculino y lo femenino ya no es el mismo. Cuando von Balthasar elaboró la categoría del principio mariano-petrino, lo hizo en absoluta sintonía con su espiritualidad y en coincidencia con la mística Adrienne von Speyr, pero habría que volver a examinarla, sea respecto al Nuevo Testamento, sea en función de un nuevo enlace entre antropología y eclesiología.

LUMINI. ¿Quieres decir que hay que volver a reflexionar en el hecho de que el principio petrino se refiere a la institución, mientras que el principio mariano a la relación?

PERRONI. Exacto. Quiero decir que tanto lo masculino como lo femenino, lo paterno como lo materno pueden referirse a los dos ámbitos, el de la relación y el de la institución. Está claro que la distinción neta de los papeles en la que se ha basado el patriarcado está cediendo su lugar a otros modelos posibles.

LUISA MURARO. Mi interés principal en esta empresa es que el movimiento feminista sea fiel a su inspiración originaria, y su inspiración originaria –que ha recordado Lumini– no es la conquista del poder, sino deshacer desde dentro el poder, para sustituirlo con la energía simbólica de la palabra y de las relaciones, o sea, con lo que se llama autoridad. A mi juicio, la Iglesia católica, más que las Iglesias reformadas, ha conservado algo de la importancia de lo simbólico.

En la temible máquina del poder construida por los hombres, mucho tiene que ver la cuestión de la sexualidad: la sexualidad femenina es casi naturaliter cristiana, siendo sensible al aspecto espiritual. Las mujeres, si no estuviera de por medio el dinero, no tendrían relaciones sexuales sin amor; los hombres, en cambio, sí, y a menudo tienen relaciones sexuales violentas, de rapiña (y, en mi opinión, de igual modo tendríamos que considerar el sexo que se paga). ¿Será por eso, me pregunto, que en las sociedades más antiguas eran las mujeres quienes se ocupaban de la relación con lo divino y con lo sagrado?

Hemos crecido en una civilización muy patriarcal, que ha trastrocado esta jerarquía. Pero hay hombres que sienten esta superioridad femenina, y dicen: “mi alma es una mujer”; y hay historiadores, como Kurt Ruth, estudioso de la mística occidental, que dicen: solo una mujer puede hablarle con tanta confianza a Dios. Si las mujeres se fueran de las parroquias, para la Iglesia católica sería un problema. Para que volvieran, tendrían que prometerles puestos, carreras y dinero. En cambio, por ahora van gratis, están allí, pero podrían transformarse y convertirse como los hombres, y pretender beneficios. También yo pienso que el tema de la complementariedad es crucial y hay que afrontarlo resueltamente, no con remiendos.

En mi opinión, el Cardenal Arzobispo de Milán, Angelo Scola, dijo cosas importantes sobre la diferencia sexual. Por ejemplo, que no es entre hombres y mujeres, sino que es en él y en ella. No habría un hombre y una mujer si no existiera el signo de la diferencia sexual inmanente al hombre. La complementariedad solo puede comprenderse tras una profundización cuidadosa de la diferencia sexual, que la Iglesia está muy dispuesta a reconocer, pero en términos dogmáticos. ¿De dónde nace la diferencia? Gronchi dice de la Biblia; pero Perrone observa que hay que saber leer la Biblia. La ciencia y la filosofía enseñan que la diferencia sexual es una invención de la vida en sus niveles más elementales, y que la humanidad la ha aceptado y la ha traducido en cultura y civilización, pero a menudo en una forma jerárquica que expresa el dominio de un sexo sobre el otro.

Los contenidos de la diferencia sexual cambian con el tiempo, pero el sentido debe ser libre tanto para ella como para él, que tratan de ponerse de acuerdo, en la recíproca independencia simbólica. El conflicto entre los sexos surge y hay que afrontarlo cada vez, es una constatación histórica. La complementariedad es fenomenológicamente evidente solo en el plano procreativo. En suma, es imprescindible volver a reflexionar sobre todas las posiciones.

A propósito de esto, recuerdo la contribución de la teóloga suiza Hallensleben, ya citada, que dice que hay desequilibrio en la Iglesia, hay desequilibrio entre laicos y clero, y hay desequilibrio, sobre todo, en la relación mujer-hombre. Ella capta en esto la voz del Espíritu Santo en la historia, que pone las bases para elaborar una teología que no pretende estar de acuerdo con todos y a toda costa, sino más bien debatir sin odiar, sin hacer guerras. También está la posición de Cristina Dobner, que niega toda complementariedad. Releedla, dice ella: la mujer está por sí misma y el hombre está por sí mismo. En cambio, una teóloga americana, Sara Butler, invoca la complementariedad, y les dice a los hombres: ¡pues entonces vuestro genio, vuestra diferencia! Este es otro camino por abrir. Hay que explorar la diferencia masculina. Y no solo de manera negativa, como yo he hecho aquí, citando la sexualidad fundamentalmente desordenada de los hombres.

DAMIANO MARZOTTO. ¿Qué es la independencia simbólica?

MURARO. En breve, diré que la independencia simbólica, en su versión más radical, difícil de comprender, la leo en la Carta a los Romanos, en el pasaje interpretado como si Pablo enseñara la sumisión. En las cosas de este mundo, dice, obedeced a la necesidad; en todas las demás, tenemos nuestra ley, que es el amor.

MARZOTTO. He escuchado con gran interés y respondo simplemente a algunas cuestiones que me han llamado más la atención. Acerca de la relación hombre-mujer, me ha agradado mucho la expresión que utilizaba el padre Piersandro Vanzan: reciprocidad asimétrica. No sé si recalca la complementariedad, a mi parecer algo diversa y algo más profunda, porque no obliga a un esquema rígido, en el que los dos deben insertarse de todos modos.

Pero dice mucho sobre la necesidad de la reciprocidad y protege una gran libertad en la asimetría. Quizá coincida con la sexualidad de la diferencia, de la que hablaba Muraro, pero no soy suficientemente experto. Me parece que hay una riqueza en la realidad de las mujeres, que ha de valorarse, y precisamente en los itinerarios de los evangelios que he recorrido creo haber visto, como afirmo en mi libro Pietro e Maddalena, que en la evangelización la mujer “precede, profundiza y ensancha”. Precede porque es más intuitiva y anticipa al hombre, tanto es así que Dios se dirige ante todo a ella, con la seguridad de ser comprendido. Pero, sobre todo, la mujer profundiza.

El tema que ha abordado Lumini sobre la profundización me parece fundamental, de lo contrario nosotros, los hombres, nos dispersamos en la acción y no entramos en profundidad en el misterio, lo cual sería una pérdida dramática para la Iglesia. Así mismo, la mujer ensancha el horizonte de la misión. Nosotros tenemos esquemas muy precisos, mientras que la mujer los supera y los lleva más adelante. No creo que esta reciprocidad asimétrica estribe exclusivamente en la procreación, porque estoy convencido de que Dios es más rico en su elaboración. Pero más allá de esto veo que existe una capacidad en las mujeres y una capacidad en los hombres, que no siempre es sustituible, aunque hay que estar muy atento para no considerar definitivo lo que a veces es producto de la cultura.

Tengo la impresión de que precisamente porque somos unidad de cuerpo y espíritu, lo que está en el cuerpo se infunde en el espíritu, y viceversa. El problema es cómo definir lo que es característico. Es evidente que a menudo vivimos de estereotipos. Diría que hoy existe una riqueza en este diálogo entre hombres y mujeres que no hay que perder, sino más bien hay que reflexionar más sobre ella. Estoy persuadido de que en esta reflexión la Biblia es muy importante. Pero tengo la sensación de que a veces se abre la Biblia para ir a buscar una confirmación de lo que corresponde a la sensibilidad actual. Este no es el modo de interpretar la Biblia.

SCARAFFIA. ¿Cómo hay que afrontar la lectura bíblica?

MARZOTTO. Aquí veo cierta dificultad. Es verdad que hay que reflexionar siempre sobre las convicciones corrientes, y precisamente la cultura contemporánea trata de reflexionar sobre ellas, interrogando la Biblia. Pero hay que estudiar y seguir la Biblia según sus propuestas originales, tratando de comprender las situaciones como se vivían en aquel tiempo. Es preciso evitar proyectar en la Biblia una exigencia teológica y cultural de nuestros días. Cuando quise leer el tema de la mujer en los evangelios, traté de ver si había una teología del evangelista, y cómo, en esta teología, el evangelista coloca la figura femenina.

Es así como puede darse, creo, una contribución que considero interesante: si el evangelista, que, en resumidas cuentas, estaba en la escuela de Jesús, se había preocupado por describir cierto tipo de relación entre el hombre y la mujer, ¡imagino que tendrá algún valor! Habrá que volver a discutir, a reflexionar, pero, según yo, esta es una base útil también para otras investigaciones eventuales en busca de niveles anteriores a la tradición evangélica. También juzgo importante el problema recordado por Gronchi: en la Iglesia hay sacerdotes que no están casados –pienso que el celibato del clero es un valor importantísimo–, pero piensan, por el mismo hecho de no estar casados, que el problema “mujer” está resuelto en su vida, o lo resuelven, como ha dicho él, recurriendo al tema de la mamá: mi mamá es la única mujer de mi vida, con todas las consecuencias que él ha puesto de relieve.

Pienso que un tema importante en esta discusión es el de la educación de los sacerdotes, a partir del seminario, para una relación positiva y constructiva con la mujer, no solo como alma a la que hay que guiar. En otras palabras, un sacerdote debe aprender a dialogar y a entrar en una dinámica de colaboración con las mujeres. En particular, si no se toma en consideración este tema de modo crítico y consciente, puede llevar a actitudes regresivas en vez de ayudar a profundizar y dar mayor vigor a la evangelización y al testimonio de la Iglesia. (1 de diciembre de 2014).

https://arquimedios.org.mx/2018/12/27/para-una-teologia-profunda-de-la-mujer/

Ejército mató a 10.000 civiles para mejorar estadísticas en la guerra entre 2002 y 2010: The Guardian


CONFIDENCIAL COLOMBIAMay 10, 2018, 10:39 pm 3 20140

Un nuevo estudio revelado en las últimas horas y difundido por el periódico The Guardian* indica que el Ejército colombiano mató entre 2002 y 2010 a muchas más personas de lo que se creía en los casos de ‘falsos positivos’ para trucar las estadísticas y justificar la ayuda militar estadounidense.

Gloria Astrid Martínez vio a su hijo por última vez el 8 de febrero de 2008. Después de desayunar, Daniel, de 21 años, salió de casa, en Soacha, un suburbio abandonado de la capital de Colombia, para empezar un nuevo trabajo en fincas situadas en el campo y propiedad de ricos.

“Me dijo que había encontrado un trabajo que pagaba tanto que yo no tendría que trabajar más”, recuerda Martínez.“Sonaba demasiado bueno para ser verdad, pero él insistió, así que se fue”.

Ocho meses después, el cuerpo de Daniel apareció en una fosa común cerca de la frontera con Venezuela vestido con ropa de camuflaje. Soldados del Ejército colombiano habían atraído a Daniel con la promesa de trabajar en la ciudad de Ocaña, a 660 kilómetros de Bogotá, donde le asesinaron y le calificaron de rebelde con el objetivo de mejorar las estadísticas en la guerra contra los insurgentes izquierdistas.

Las cifras infladas, conocidas como “falsos positivos”, se utilizaron para justificar la ayuda militar estadounidense. Los agentes que llevaron a cabo las ejecuciones fueron premiados con ascensos y vacaciones.

Cuando en 2008 salió a la luz la noticia sobre las matanzas, el escándalo acorraló al Ejército colombiano: decenas de destacados militares fueron destituidos y otros muchos de menor rango fueron enviados a prisión.

Pero un nuevo estudio del que es coautor un antiguo coronel de policía sostiene que la práctica estaba mucho más extendida de lo que se había informado con anterioridad. De acuerdo con los autores Omar Rojas Bolaños y Fabian Leonardo Benavides, aproximadamente 10.000 civiles fueron ejecutados por el Ejército entre 2002 y 2010, más del triple que la cifra calculada por los grupos de derechos humanos.

En el informe ‘Ejecuciones extrajudiciales en Colombia, 2002-2010 – obediencia ciega en campos de batalla ficticios’,los autores describen cómo el Ejército de Colombia mató sistemáticamente a civiles para mejorar sus estadísticas de muertos en la guerra contra los rebeldes.

“Podemos llamarlos ‘falsos positivos’ o ‘ejecuciones extrajudiciales’, pero realmente estos fueron asesinatos a sangre fría”, denuncia Rojas, que ejerció como policía durante 31 años. “Fueron meticulosamente planeados y llevados a cabo por miembros de todos los rangos”. Rojas asegura que se atacó especialmente a menores con diversidad funcional por su vulnerabilidad, así como un puñado de militares sospechosos de filtrar secretos.

“Esto no es algo que solo ocurrió en el pasado, a día de hoy seguimos encontrando casos de falsos positivos, aunque no con la misma intensidad de antes. Ahora lo llaman errores militares”, afirma Rojas.

El principal grupo rebelde de Colombia, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), firmó un acuerdo de paz con el Gobierno en noviembre de 2016 poniendo formalmente fin a 52 años de la guerra civil que dejó 220.000 muertos y unos siete millones de desplazados, la mayoría civiles. Grupos paramilitares alineados con el Gobierno y otros grupos armados de izquierdas también han contribuido al derramamiento de sangre. Todos los bandos han cometido atrocidades.

El presidente Juan Manuel Santos, que fue galardonado con el premio Nobel de la Paz por liderar el acuerdo, ocupó el cargo de ministro de Defensa entre 2006 y 2009, el periodo con más matanzas por falsos positivos.

Los activistas denuncian que ni Santos ni su predecesor, Álvaro Uribe, han rendido cuentas por el escándalo, aunque Uribe se enfrenta a varias investigaciones independientes por supuestos crímenes de guerra. Un testigo clave en uno de los casos fue asesinado en Medellín el mes pasado.

A menudo el Gobierno de Colombia ha restado importancia al escándalo calificándolo como acciones de unos pocos individuos sin escrúpulos.

“Los falsos positivos no es solo un problema de unas pocas manzanas podridas”, señala José Miguel Vivanco, director de Human Rights Watch para América. “Estas matanzas aparentemente generalizadas y sistemáticas se cometieron por tropas adscritas prácticamente a todas las brigadas en todas y cada una de las divisiones del Ejército de Colombia”, añade.

El soldado que reclutó a Daniel está actualmente cumpliendo una pena de 39 años de prisión, junto con muchos otros militares de bajo y medio rango. Pero no se ha condenado a ni un solo general.

Para Martínez, que ha recibido amenazas de muerte por su lucha por la justicia, la impunidad es desgarradora. “Dicen que el dolor de la pérdida se alivia con el paso del tiempo, pero eso es mentira. Empeora”, afirma con la voz quebrada. “El Estado debe proteger a su gente, no matarla”, añade.

*Publicado originalmente en el diario The Guardian – Traducido por Javier Biosca Azcoiti

Mujeres sacerdotes ofrecen diferentes enfoques para una ordenación válida, por Rosemary Radford Ruether, 10 de agosto de 2010, National Catholic Reporter


Mi respuesta: En nuestras ordenaciones, combinamos los dos enfoques que describe el Dr. Ruether en este artículo exhaustivo. En las ordenaciones de la Asociación de Mujeres Sacerdotes Católicas Romanas, el obispo pone las manos y se invita a toda la asamblea a poner las manos en la orden (s) para reflejar el llamado de la orden al ministerio inclusivo e igualitario dentro de un «discipulado de iguales». modelo de iglesia.

 Soy plenamente consciente de la historia de la sucesión apostólica. Con su teología medieval. Esta sigue siendo la teología de la Iglesia institucional actual. Como profetas del futuro, nuestros obispos de ARCWP ordenan sacerdotes en «sucesión apostólica válida» de acuerdo con la práctica actual del Vaticano para fomentar la justicia de género dentro de la Iglesia actual.Dirigimos a la Iglesia, desde dentro, en un viaje lejos de una teología que afirma poderes especiales reservados al presbítero en la celebración de los sacramentos a una teología igualitaria que enfatiza el papel de la comunidad como celebrante de los sacramentos. En nuestras ordenaciones, por ejemplo, los representantes de la comunidad local convocan y examinan a los candidatos para la ordenación, y todos están invitados a echar mano sobre los ordenados.

Si bien algunos pueden ver nuestro enfoque de ambos / y como una paradoja irónica, creo que nuestro movimiento internacional da a millones de católicos la esperanza de que la igualdad algún día será una realidad en la Iglesia. El llamado del Espíritu a menudo conduce a desafíos especiales y bendiciones sorprendentes.

Bridget Mary Meehan ARCWP, sofiabmm@aol.com, 703-505-0004

https://www.ncronline.org/news/global-sisters-report/women-priests-offer-differing-approaches-validy-ordination

Un ícono de San Ireneo.
 
«En 2002, siete mujeres católicas romanas fueron ordenadas en Austria en el río Danubio por un obispo católico independiente, Rómulo Antonio Braschi. Más tarde, obispos católicos romanos sin nombre ordenaron a algunas de estas sacerdotes como obispos. Estas obispos, a su vez, han ordenado a otros diáconos, sacerdotes y obispos. Desde este inicio se ha desarrollado un movimiento, los sacerdotes de mujeres católicas romanas (RCWP, por sus siglas en inglés), que actualmente cuenta con cuatro obispos y 45 sacerdotes en los Estados Unidos, así como otros en Europa y Canadá. dio forma a una eclesiología reflexiva que se define a sí misma como una sucesión válida en la tradición católica romana y también como una reforma válida que reclama el auténtico discipulado de iguales de la iglesia más antigua basada en la misión redentora de Cristo. (1)
Rechazando la declaración papal del 28 de mayo de 2008, de que las mujeres y los obispos varones que originalmente los ordenaron son » latae sententiae excomulgados  » (automáticamente), RCWP declaró que «continuaremos sirviendo a nuestra amada iglesia en un ministerio sacerdotal renovado que da la bienvenida todo para celebrar los sacramentos en comunidades inclusivas, centradas en Cristo y empoderadas por el Espíritu, dondequiera que seamos llamados «. RCWP afirma estar en «sucesión apostólica» basada en la validez de la ordenación episcopal de su obispo fundador:

Las ordenaciones de los sacerdotes femeninos católicos romanos son válidas debido a nuestra línea ininterrumpida de sucesión apostólica dentro de la Iglesia Católica Romana. El principal obispo católico romano que consagra a nuestros primeros obispos es un obispo con una línea de sucesión apostólica ininterrumpida dentro de la Iglesia Católica Romana en plena comunión con el Papa. Por lo tanto, nuestros obispos ordenan válidamente diáconos, sacerdotes y obispos. En consecuencia, todos los candidatos calificados, incluidos los ministros bautizados y sacerdotes de otras tradiciones cristianas, que se presentan a nuestros obispos para su ordenación, se ordenan mediante la imposición de manos en la misma línea de sucesión apostólica en la Iglesia Católica Romana. (2)

Claramente el Papa no está de acuerdo con esta opinión. Para él, las mujeres obispos, sacerdotes y diáconos, así como los obispos originarios, son automáticamente excomulgadas, debido al hecho de que estas ordenaciones tuvieron lugar en contra de la enseñanza de la iglesia y sin aprobación papal. Además de esto, existe el supuesto teológico de que las mujeres por su propia naturaleza son incapaces de recibir una ordenación válida como sacerdotes en la Iglesia Católica Romana. (3) (La mentalidad del Vaticano hacia las mujeres se reveló el 15 de julio de 2010, con la liberación de un documentar el abuso sexual de niños por parte de sacerdotes y la ordenación de mujeres como «crímenes muy graves». ¿Cuál es entonces el concepto de «sucesión apostólica» y «comunión plena con el Papa» que este movimiento asume que no puede verse afectado por este profundo conflicto con autoridad papal?
Antes de discutir este tema, veamos un enfoque diferente de la ordenación válida que surgió en una comunidad de fe en San Diego, California, bajo el liderazgo de una de las mujeres católicas romanas, Jane Via. Deseando crear y ser parte de una vibrante comunidad católica que reflejó su visión de lo que debería ser esa comunidad, Via, una educadora religiosa y abogada, desarrollada, con la ayuda del ex sacerdote Rod Stephens, la comunidad católica del apóstol María Magdalena. (MMACC) en 2005.
Durante algunos años, Nancy Corran, una mujer de origen protestante que tiene una licenciatura en teología de Oxford y una maestría en Divinidad de la Graduate Theological Union en Berkeley, California, ha servido con Jane Via y Rod Stephens como asociado pastoral. En 2009, Corran decidió que quería convertirse en católica en el contexto de la comunidad de María Magdalena. El liderazgo de la iglesia de María Magdalena decidió llamarla sacerdote de su comunidad. Sin embargo, decidieron no llamar a un obispo del movimiento RCWP para que viniera a ordenarla, sino que la ordenara como una acción colectiva de su comunidad de fe. Ellos basaron su derecho a hacer esto en su lectura de la historia de la iglesia primitiva en la que aprendieron que los cristianos en los primeros siglos habían llamado sacerdotes y los habían ordenado a través de la acción colectiva de las comunidades religiosas locales. Esta ordenación de Corran al diácono y luego al sacerdocio mediante la acción colectiva de MMACC se llevó a cabo el 30 y 31 de julio de 2010. Todos en la comunidad, incluidos los niños, pusieron manos a la obra sobre Corran y firmaron el documento oficial como sus ordenados.
Esta decisión de MMACC ha causado consternación entre algunos en el movimiento RCWP. Algunos incluso han sugerido que esta acción socava la «sucesión apostólica» de su movimiento. Por implicación, la ordenación de Corran estaría fuera de este linaje de «sucesión apostólica». La aparición de esta diferencia suscita una indagación en la base de este concepto de «sucesión apostólica» que se ha vuelto tan importante para el movimiento RCWP, y en la que basan la validez de sus propias ordenaciones, a pesar de su rechazo por parte del Papa. ¿Por qué los líderes de MMACC sienten que pueden ignorar esto, a pesar de que Via fue ordenada en este movimiento? ¿Qué significa «sucesión apostólica» como la base de la ordenación válida de sacerdotes por los obispos?
Este concepto de sucesión apostólica es ampliamente cuestionado. Aunque reclamado por el catolicismo romano, la mayoría de los protestantes, basados ​​en estudios históricos del cristianismo primitivo, ven esto como una ficción histórica con poca base en el cristianismo «apostólico» o del siglo primero. En opinión de la mayoría de los historiadores de la iglesia moderna, el cristianismo del primer y segundo siglo era muy diverso. El cristianismo se manifestó en varios movimientos que reflejaban una variedad de visiones del mundo de la época. En muchas ciudades del Mediterráneo oriental, como Alejandría, algunos de los primeros grupos cristianos fueron gnósticos de varios tipos.
Según los evangelios, Jesús eligió a 12 discípulos en su vida. (4) Después de su muerte, uno de ellos, Judas Iscariote, el traidor de Jesús, fue reemplazado por Matías por la acción colectiva de los 11 discípulos restantes (Hechos I: 15 -26). Pero estos 12 discípulos han dejado pocos registros de evangelizar a los gentiles y las iglesias fundadoras de todo el mundo. De hecho, la idea original de los 12 discípulos probablemente tenía la intención de representar a las 12 tribus de Israel, no a un grupo de fundadores de iglesias en todo el mundo de donde descendió una sucesión de obispos.
El concepto de una iglesia gentil proveniente de todas las naciones se originó con la misión evangelizadora de Pablo, que no es miembro de los discípulos originales de Jesús, sino que se convierte al movimiento cristiano después de la muerte de Jesús. En la historia de la difusión del cristianismo fuera de Palestina, los nombres de la mayoría de los 12 discípulos desaparecen. Los únicos que afirman estar relacionados con áreas fuera de Palestina son Pedro, asociado con Antioquía y también con Roma (en la muerte), Juan en Éfeso, aunque no como fundador de una iglesia, y Tomás en la India, el último de historicidad cuestionable. (5 )
El concepto de episcopado monárquico; es decir, las iglesias con sede en la ciudad encabezadas por un obispo con un poder jerárquico sobre los ancianos (presbíteros) y los diáconos, surgieron lentamente entre finales del primer siglo y principios del tercer siglo. Ignacio de Antioquía reclamó tal episcopado monárquico para sí mismo en la iglesia de Antioquía en cartas escritas a principios del siglo II en su camino al martirio en Roma, pero no menciona a Pedro como el apóstol fundador de su iglesia. (6) Ireneo de Lyon, que combate varios gnosticismos en sus escritos  Contra las herejías  a fines del siglo II, expone la idea de una sucesión de maestros que garantizan la enseñanza apostólica frente a los gnósticos. Para él, la iglesia de Roma es el principal ejemplo de una sucesión de obispos y maestros. (7)
Varias «herramientas» de la ortodoxia surgieron en este período. Uno era un Nuevo Testamento canónico compuesto por escritos que se sabe que son de una tradición más antigua y, por lo tanto, como «apostólicos». Estos fueron vistos como distinguibles de la pluralidad de escritos que circulaban entre las iglesias que usaban los nombres de los apóstoles, como el Evangelio de Pedro, los Hechos de Pedro y la Revelación de Pedro, los Hechos de Andrés y los Hechos de Juan, pero percibidos como un contenido herético. (8) Un linaje histórico de la enseñanza que se remonta al siglo I o principios del siglo II, garantizado por una sucesión de obispos-maestros, fue considerado como una validación de esta tradición apostólica. Estas herramientas surgieron para separar lo que se definía como ortodoxia contra la pluralidad de otras tradiciones de un tipo más gnóstico.

En el proceso de definir esta «tradición apostólica» contra las «herejías», escritores como Ireneo construyeron un argumento histórico que postulaba que lo que estaba surgiendo como «ortodoxia» a fines del siglo II era la enseñanza original de Jesús y los apóstoles, mientras que Varias otras formas de cristianismo fueron calificadas como desviaciones posteriores. Los historiadores modernos generalmente han decidido que la realidad histórica era más opuesta a este esquema. En otras palabras, muchas cristianidades variantes eran en realidad anteriores. Lo que se definía como ortodoxia era una construcción que surgió más tarde. La exitosa purga de esta diversidad anterior permitió a la ortodoxia emergente reclamar originalidad histórica. (9)

Un linaje de obispos descendientes de los apóstoles fundadores de las principales iglesias fue la idea clave en esta afirmación emergente de «enseñanza apostólica». En esta construcción, los doce discípulos fueron enviados a todo el mundo, fundaron iglesias en ciudades clave con ellos mismos como obispos fundadores y dieron a cada iglesia una enseñanza apostólica que era idéntica. La sucesión de obispos descendientes del apóstol fundador llevó esta misma enseñanza sin cambios a través de las generaciones. Este concepto de sucesión apostólica, con sucesiones de obispos descendientes de apóstoles fundadores, tiene poca base en la realidad histórica de cómo se extendió realmente el cristianismo, aunque fue una idea útil (y sin duda sinceramente creída) para definir una ortodoxia emergente para iglesias que buscan una Frente común contra sus rivales.

Roma fue uno de los primeros reclamantes de este papel de garante de la enseñanza apostólica, aunque, curiosamente, el obispo monárquico parece haber tardado en emerger allí. La iglesia romana «ortodoxa» del siglo II fue uno de varios grupos cristianos en la ciudad. Pero esta iglesia emergente mantuvo en el siglo III una forma más colectiva de gobierno de la iglesia en la que el obispo era un anciano líder, en lugar de un obispo monárquico en relación jerárquica sobre los otros ancianos. (10)
Un documento significativo que atestigua la tradición de esta iglesia romana es el de Hipólito de Roma, un presbítero nacido en Grecia de esta iglesia que escribió a principios del siglo III un tratado llamado  La tradición apostólica . Hipólito era un pensador rigorista que buscaba excluir de la aceptación varias herejías. Fue elegido obispo brevemente como rival de un líder más laxo de la iglesia, Callistus, quien más tarde la tradición define como «papa» del 217-222 dC Hipólito, escribiendo en  La tradición apostólica, refleja su propia memoria de cómo se hicieron las cosas en esta iglesia hasta mediados del siglo segundo. Significativamente, él asume una autoridad colectiva en la cual la iglesia en conjunto o «todas las personas» juntas llaman al obispo. Los presbíteros y «los obispos que están presentes» dan su consentimiento y ponen las manos sobre este líder. Claramente, lo que se entiende como la orden de la iglesia de la segunda mitad del siglo a principios del siglo III en Roma es uno de los llamamientos colectivos y la ordenación de la comunidad de fe local en su conjunto. (11) Esta es la tradición reivindicada hoy por la comunidad católica de María Magdalena Apóstol.

La noción de «apóstoles», es decir, los 12 discípulos elegidos por Jesús, fundando iglesias e inaugurando una sucesión de obispos monárquicos, se formuló en su forma histórica a fines del segundo y tercer siglo y aparece como una idea establecida en la  Historia. de la Iglesia por Eusebio, quien escribió versiones sucesivas de este trabajo del 305 al 330 dC. Para Eusebio, la ortodoxia estaba garantizada por la sucesión apostólica a través de la fundación de las iglesias por los apóstoles y la transmisión de enseñanzas apostólicas idénticas a través de su sucesión de obispos en cada iglesia. Eusebio tiene muchas referencias a los obispos de varias iglesias desde Asia Menor a Italia, pero solo puede producir listas continuas desde los tiempos apostólicos hasta su propia época para cuatro iglesias principales: Jerusalén, Alejandría, Antioquía y Roma. (12) Tiene algunos parciales. listas para otras iglesias, como Corinto, pero no reclaman fundadores apostólicos para ellas.

Un examen cuidadoso de sus listas para las cuatro iglesias principales plantea la cuestión de si alguno de estos fue fundado por uno de los 12 apóstoles. Jerusalén reclama como su líder fundador, Santiago, el hermano de Jesús, quien no fue discípulo en el tiempo de Jesús, pero se convirtió al cristianismo después de su muerte. Los nombres de 12 líderes judíos de esta iglesia «de la circuncisión» se reclaman desde la época de Santiago hasta la destrucción romana de la ciudad en el 139 dC, cuando esta iglesia desapareció. Pero es difícil imaginar que esta extensa lista en realidad represente una sucesión de obispos monárquicos, en lugar de nombres de líderes coexistentes. Cuando esta iglesia desapareció en el 139 dC, se reclama una segunda lista de obispos para una iglesia gentil en una ciudad romana recién fundada cerca de Jerusalén,

El linaje de Alejandría no reclama un fundador de apóstol, sino que cita a Marcos, autor del Evangelio de ese nombre, como su fundador. Pero la sucesión de obispos de esa ciudad es probablemente una construcción posterior, ya que la ortodoxia se impuso gradualmente contra gnosticismos anteriores. En Antioquía, «donde los discípulos fueron llamados cristianos por primera vez» (Hechos 11: 26), aparentemente, Pedro estuvo presente en más de una ocasión. Eusebio afirma que Pedro fue el primer obispo de Antioquía, con Ignacio como su segundo sucesor, (13) pero el propio Ignacio parece no darse cuenta de esto.
Roma, que se convirtió en el modelo para la idea de la sucesión apostólica, reclama a Pedro y Pablo como fundadores. Pero sabemos que la iglesia de Roma ya existía en el momento del ministerio de Pablo en Grecia, cuando Pedro no había estado en Roma. Pedro pudo haber sido martirizado allí, pero no encontró la iglesia de Roma y probablemente no era un líder allí, mucho menos un «obispo». Entonces, en cada caso, la conexión de las listas de obispos posteriores con un apóstol supuestamente fundador se desvanece en el examen.
No solo existe una brecha histórica entre los apóstoles y las posteriores listas de obispos, sino que también este concepto original de sucesión apostólica que se desarrolló a fines del segundo al cuarto siglo no tuvo nada que ver originalmente con la transmisión del poder sacerdotal para hacer la Eucaristía desde Jesús. a los apóstoles, a los obispos (quienes de ese modo estaban facultados para ordenar a otros obispos y sacerdotes con el carisma para hacer la Eucaristía). La sucesión apostólica fue originalmente sobre la enseñanza apostólica, (14) no el poder sacerdotal para hacer la Eucaristía. Era una forma de reclamar una forma unitaria de enseñanza cristiana de Jesús a través de los apóstoles para un linaje de maestros obispos que podría definirse en todas las iglesias contra herejes, descartando así la diversidad anterior de formas de cristianismo.
La idea de la sucesión apostólica como una transmisión del poder eucarístico de Jesús y de los apóstoles a los obispos es una idea posterior que surge lentamente para reemplazar el énfasis anterior en un linaje de la enseñanza apostólica. Se desarrolla plenamente solo en el siglo XII cuando se define un concepto de sacerdocio basado en el poder de «confeccionar» la Eucaristía (es decir, el poder de convertir el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo), como el elemento central. idea de ordenación, excluyendo ideas anteriores de ordenación basadas en la instalación en varias oficinas. Esta visión anterior de la ordenación como instalación en cargos de tenencia permitía ver a varias personas ordenadas, incluidas mujeres como reinas, abadesas y diaconisas.
A medida que la ordenación se vinculaba principalmente con el sacerdocio y su capacidad para «confeccionar» la Eucaristía, se eliminó la idea de la ordenación como instalación en un oficio y, con ello, la posibilidad de que las mujeres fueran ordenadas. Solo los hombres que comparten la masculinidad de Cristo podrían heredar este poder para realizar la Eucaristía que supuestamente se transmitió de Cristo mismo a sus doce apóstoles y de ellos a sus descendientes de obispos. De este modo, el triunfo de un concepto de ordenación eucarística sacerdotal, transmitido a través de la sucesión apostólica, es en sí mismo una parte integral de un proceso en el que las mujeres fueron eliminadas como obligables. (15)
Irónicamente, es este concepto del siglo XII de sucesión apostólica como la transmisión del poder de hacer la Eucaristía el que reivindica el movimiento RCWP al elevar la ordenación episcopal de sus obispos fundadores como prueba de la validez de sus propias ordenaciones. Este concepto de ordenación válida, transmitida a través de la sucesión apostólica de sus obispos fundadores, funciona solo si uno asume implícitamente una visión mecanicista de la transmisión de este poder de un obispo a otro. En otras palabras, se supone que la ordenación en sucesión apostólica transmite una clase de poder espiritual como una «posesión» personal que las personas ordenadas pueden disponer como lo deseen, además de estar de acuerdo con el Papa como autorizador en la Iglesia Católica Romana de quién puede o debe ser ordenado.
Se puede asumir que este poder continúa vigente, incluso permitiendo que el obispo que ordena a las mujeres sea descrito como en «plena comunión con el papa» a pesar de ser excomulgado por el papa. Por lo tanto, estar en «comunión» con el papa en este contexto no tiene nada que ver con estar de  acuerdo  con el papa sobre quién puede ser ordenado, sino más bien poseer este poder de ordenamiento como una dotación personal que se puede transmitir a otros al participar en el Acto sacramental de ordenación.
En contraste, los líderes de la comunidad católica apóstol María Magdalena regresan a una visión mucho más antigua de la iglesia y la ordenación más cercana a los tiempos apostólicos, manifestada en el tratado de Hipólito sobre  la tradición apostólica . Aquí la ordenación tiene que ver con instalar a una persona en una oficina de maestros y líderes de alabanza para una comunidad de fe que «todas las personas» de esa comunidad llaman y ordenan colectivamente.
¿Significa esto que la comunidad MMACC tiene «razón» en sus puntos de vista, y que el RCWP debería abandonar sus reclamos defectuosos de sucesión apostólica? Este no es el punto. Más bien, ambos movimientos pueden reconocer su terreno común en el que ambos pueden reclamar la validez de sus formas divergentes de ordenación. Este terreno común se basa en una historia y tradición de las iglesias cristianas como comunidades de fe vinculadas al pasado a través de la memoria y mediante esfuerzos imaginativos constantes para reconstruir lo que es más vital en sus tradiciones y basarse en la reproducción fiel de esa tradición que da vida. . RCWP y MMACC buscan ser «apostólicos» en su forma de pensar y vivir a través de diferentes versiones de ese proceso «.
(1) «Ordenaciones», romancatholicwomenpriests.org
(2) Ibid.
(3) Esta visión de la incapacidad de las mujeres para ser ordenadas debido a la naturaleza defectuosa de la feminidad fue desarrollada por Tomás de Aquino, basada en la antropología aristotélica. Ver Kari Borreson,  Subordinación y Equivalencia: La Naturaleza y el Papel de la Mujer en Agustín y Tomás de Aquino  (Washington, DC: University Press of America, 1981), pp. 236-239.
(4) Las listas de 12 apóstoles se encuentran en Mateo 10: 2-4, Marcos 3: 16-19, Lucas 6: 14-16. Hechos 1:13 contiene once nombres, dejando caer a Judas Iscariote. Las listas no son totalmente consistentes. Mateo y Marcos enumeran un Thaddeus. Luke y Hechos carecen de este nombre, pero tienen a Jude, hijo de James en su lugar.
(5) Consulte los artículos de Wikipedia sobre «Juan el Apóstol» y «Tomás el Apóstol».
(6) Ver  Las cartas de Ignacio de Antioquía , Gerald G. Walsh, trad. Los Padres Apostólicos, Los Padres de la Iglesia , vol. 1 (NY: CIMA Publishing Company, 1947), pp. 83-127.
(7) Ireneo,  Contra las herejías , III.3,23
(8) Ver Harry Y. Gamble,  El canon del Nuevo Testamento: Su creación y significado  (Philadelphia: Fortress Press, 1985).
(9) El erudito cuyo trabajo ayudó a establecer este punto de vista es Walter Bauer,  Ortodoxia y herejía en el cristianismo primitivo (Filadelfia: Fortaleza, 1971).
(10) Ver Kurt Aland,  Una historia del cristianismo , vol. 1 (Filadelfia: Fortress Press, 1985), pág. 120.
(11) La tradición apostólica de Hipólito , Burton Scott Easton, trad. (Libros de Arconte, 1962).
(12) Eusebio,  La historia de la Iglesia de Cristo a Constantino,  GA Williamson, trad. (Minneapolis, MN: Augsburg Publishing House, 1965) apéndice, pp. 415-17.
(13) Ibid., Pág. 145 (Libro III.36)
(14) Ver Ireneo, op.cit., Quien se refiere a la sucesión de obispos en Roma como maestros que todos estuvieron de acuerdo en enseñar «la doctrina correcta», sin ofrecer «enseñanza secreta».
(15) Para un libro clave que muestra el desarrollo de este tipo de visión de la ordenación y la supresión de formas de ordenación anteriores que incluían a las mujeres, vea Gary Macy,  La Historia Oculta de la Ordenación de Mujeres (Oxford: Oxford University Press, 2007).

El Vaticano condena a dos años y medio de prisión a un empresario por blanqueo de capitales


ANGELO PROIETTI ESTAFÓ A TRAVÉS DE UNA CUENTA EN EL IOR

Es la primera vez que se aplica este delito en el Estado VaticanoRedacción, 27 de diciembre de 2018 a las 16:17  

Angelo Proietti estafó a través de una cuenta en el IORAgenciasRELIGIÓN | VATICANO

Proietti había sido arrestado por bancarrota fraudulenta en mayo de 2016 en una investigación de la Fiscalía de Roma y se comprobó que tenía cuentas en el IOR con su empresa de construcción que había recibido algunas contratas del Vaticano

El Tribunal del Estado de la Ciudad del Vaticano condenó a dos años y seis meses de prisión al empresario italiano Angelo Proietti por el delito de blanqueo de capitales a través de una cuenta corriente en el Instituto para Obras de Religión (IOR), el banco vaticano.

La Oficina de Prensa del Vaticano informó que la sentencia que se emitió el pasado 17 de diciembre también incluye la confiscación de un millón de euros, que habían sido ya retenidos en 2014 por las autoridades vaticanas.

Se trata, añade la nota, de la primera vez que en el Estado Vaticano se aplica una condena por el delito de lavado de dinero previsto en el artículo 421-bis del Código Penal.

Proietti había sido arrestado por bancarrota fraudulenta en mayo de 2016 en una investigación de la Fiscalía de Roma y se comprobó que tenía cuentas en el IOR con su empresa de construcción que había recibido algunas contratas del Vaticano.

La declaración de la Oficina de Prensa destaca que las investigaciones son fruto de la colaboración entre el promotor de Justicia vaticano (fiscal), la Autoridad de Información Financiera (AIF), la Gendarmería vaticana y la magistratura italiana.

El fallo de la Corte adquiere una importancia fundamental desde el punto de vista del sistema de prevención del lavado de dinero y de contrarrestar la financiación del terrorismo desarrollada por el Estado en los últimos años.

(RD/Aica)

https://www.periodistadigital.com/religion/vaticano/2018/12/27/el-vaticano-condena-a-dos-anos-y-medio-de-prision-a-un-empresario-por-blanqueG

Monseñor Joselito Carreño: «Una Iglesia que no promueva el laicado no ha crecido en madurez»


«EL MISIONERO DEBE ESTAR DISPUESTO A QUEDARNOS CON LA GENTE, DAR GARANTÍA DE ESTABILIDAD»

El obispo del Vicariato de Puerto Inrída pide «hacer que la evangelización en estos pueblos tenga rostro indígena»Luis Miguel Modino, 27 de diciembre de 2018 a las 22:36  

«El misionero debe estar dispuesto a quedarnos con la gente, dar garantía de estabilidad»Luis Miguel ModinoRELIGIÓN | AMÉRICA

Que los sacerdotes sean sacerdotes indígenas, que los diáconos sean diáconos indígenas, una Iglesia que pueda tener obispos indígenas, y llegar a tener esa posibilidad

(Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en Brasil).- Un obispo enamorado de la misión,de llevar el Evangelio a las periferias del mundo. Esa podría ser una buena definición de Monseñor Joselito Carreño Quiñones, obispo del Vicariato de Puerto Inírida, Colombia, desde 2014.

Esta entrevista es fruto de una larga conversación a la orilla del Río Guainía, el mismo que del otro lado, en la parte venezolana se conoce como Río Negro. De hecho, el suyo es un vicariato que no entiende de fronteras, pues acompañan comunidades de uno y otro lado de la frontera.

Monseñor Carreño siempre quiso ser misionero, desde seminarista. Por eso, dejó el seminario diocesano en la Arquidiócesis de Bucaramanga y entró en la Congregación de los Javerianos de Yarumal, una congregación misionera, que le envió a África durante veinte años. De hecho, él piensa que una de las exigencias de un misionero es «estar dispuesto a adentrarnos, a quedarnos ahí con ellos, y dar garantía de estabilidad». Él ve como algo imprescindible aprender la lengua que la gente habla, pues «el amor pasa por aprender la lengua».

Pone como ejemplo a Sophia Müller, misionera evangélica que vivió en la región del Guainía durante cincuenta años, y aprendió cinco de las doce lenguas locales, algo que él mismo también hizo cuando vivió en África y la gente percibió como un signo de que estaban allí porque les amaban.

En la entrevista, el obispo de Puerto Inírida hace un análisis de la realidad local y propone algunos caminos de cara al Sínodo para la Amazonía, tanto para la Iglesia como para una ecología integral. En esta dimensión, el obispo denuncia como grandes amenazas la deforestación, la minería, legal e ilegal, y la corrupción de las instituciones que deberían cuidar del medio ambiente. Junto con eso insiste en «hacer que la evangelización en estos pueblos indígenas tenga rostro indígena«, replanteando el tema de los ministerios, que los sacerdotes sean indígenas, de potenciar el laicado misionero, buscando procesos de formación adecuados a esa realidad, pues «una Iglesia que no promueva el laicado no ha crecido en madurez».

¿Cuál es la realidad del Vicariato de Puerto Inírida?

Lo primero es que es una extensión muy grande desde el punto de vista geográfico, tiene la décima parte de nuestro país, Colombia. Comprende los departamento de Inírida y el Guainía y una franja grande del departamento del Bichada, más de cien mil kilómetros cuadrados. Es una extensión muy basta, pero con una población bastante baja, no pasa de setenta y cinco mil habitantes. Las comunidades están muy esparcidas por los ríos, uno encuentra comunidades con diez, quince, veinte, treinta familias, hay muchas comunidades pequeñitas. Todas comunidades indígenas, pues la parte rural es ciento por ciento indígena. La población de Inírida, que es la más grande, con unos veinticuatro mil habitantes, de esos, un 80% es indígena y un 20% de colonos, de gente venida de diferentes partes de Colombia.

El acompañar a todas estas comunidades es bastante complejo, en el sentido de que están muy apartadas unas de otras. Desde el punto de vista de presencia de la Iglesia católica no tenemos el personal suficiente para poder acompañar comunidad por comunidad, o al menos un cierto grupo de comunidades. En los puntos más grandes, como es Barranco Minas, ahí tenemos dos sacerdotes y cuatro religiosas, en San Felipe, en tiempos hubo religiosas y dos sacerdotes, ahora sólo uno, y tenemos dos sacerdotes en San Carlos en el lado de Venezuela, y en Maroa, también Venezuela, un sacerdote y un laico misionero. Ya en Inírida tenemos tres parroquias y la posibilidad de una nueva parroquia en un barrio de ocupación. Las comunidades de la parte del Guainía son noventa comunidades en la parte rural, más veinticinco que atendemos por el lado del Bichada, son muchas las comunidades, es una parte compleja.

Otro factor que hay que tener en cuenta de este vicariato es que, comparado con otras jurisdicciones eclesiásticas de Colombia, es el único en que los católicos somos minoría. Se adelantó una misionera evangélica y antropóloga, que llegó aquí en los años cuarenta años y se quedó cincuenta años inserta en las comunidades del Departamento del Guainía. Ella vio que era el lugar favorito, por lo que llegó y se dio cuenta que era la primera misionera que llegaba en estos tiempos. En el siglo XVI se habla que por aquí pasaron algunos de paso.

Ella cuando llegó y vio que era el lugar donde quería estar para hacer su trabajo de evangelización con las comunidades. Llegó a aprender cinco de las doce lenguas que se hablan en el Departamento del Guainía, y logró transmitir el Nuevo Testamento a estas cinco lenguas diferentes, organizando las comunidades de tal manera que tuviesen como mínimo dos pastores, con una estructura sencilla. Se reúnen una vez a la semana, los domingos, para la liturgia, una vez al mes para la Santa Cena, donde llevan comida, comparten y celebran juntos como comunidad, y una vez por semestre lo que llaman las conferencias, que es la reunión de las comunidades vecinas.

Usted está hablando de una experiencia que puede llevarnos a pensar en uno de los deseos del Papa Francisco con respecto al Sínodo, una Iglesia con rostro amazónico y rostro indígena. ¿Cómo podríamos aprender con esta experiencia de alguien que también son cristianos, evangélicos, para la Iglesia católica, no sólo en este vicariato como en toda la Amazonía?

Eso nos plantea grandes retos a nosotros, a los que estamos aquí en el vicariato, pero también a toda la Iglesia católica, en el trabajo con las comunidades indígenas. Para poder hacer un trabajo serio, significativo en el corazón de las comunidades indígenas, tenemos que insertarnos, tenemos que estar dispuesto a adentrarnos, a quedarnos ahí con ellos, y dar garantía de estabilidad. Uno de los grandes problemas que tenemos en la Iglesia católica, no solamente en Colombia, sino en el mundo, que conozco por mi experiencia misionera en África por veinte años, y me di cuenta de la inestabilidad de nuestro personal. Somos muy inestables, llegamos a un lugar, nos quedamos cuatro o cinco años, algunos tres, dos años y ya estamos saliendo, ya estamos yendo a otro lugar, y eso no da suficiente tiempo para poder hacer un trabajo a fondo, de conocimiento de la cultura.

El mejor mecanismo para aprender la cultura es aprender la lengua de esa comunidad, y a través del aprendizaje de la lengua, se aprende la cultura, la espiritualidad, los saberes, toda la riqueza histórica, la manera de razonar, de filosofar, la cosmovisión que ellos tienen. Es insertándonos en el corazón de esas comunidades que podemos hacer un trabajo serio con esas comunidades. No solamente se requiere una presencia de Iglesia, sino una presencia cualificada, de personas que de verdad tengan en su corazón el amor por Jesucristo y por estas comunidades. El amor pasa por aprender la lengua.

Cuando llegamos a una comunidad en Etiopía, los cuatro compañeros, vivíamos dos en cada comunidad, llegamos a estas comunidades donde no había llegado ningún misionero católico. Antes de llegar allá, le pedimos al Prefecto Apostólico que queríamos dedicarnos a aprender la lengua, algo que no era fácil, pues era una lengua oral. Nos dedicamos cuatro meses a aprender día y noche la lengua, y después nos fuimos a otra comunidad, no a la que íbamos destinados, a practicarlo.

A los seis meses nos fuimos a la misión y cuando llegamos la gente se sorprendió. Nos dijeron, es un signo claro de que ustedes vienen aquí porque nos aman y lo primero que han hecho ha sido aprender nuestra lengua. Porque aquí han venido todo tipo de personas, de visitantes, incluso tenemos nuestros vecinos, de otros pueblos, y ninguno se ha interesado, ni siquiera para aprender los saludos, y ustedes lo primero que hicieron fue aprender nuestra lengua, ese es un signo claro de que ustedes nos aman. Ellos nos dieron una comida increíble y logramos entrar en el corazón de esa gente de una manera increíble. Porque entramos por donde había que entrar.

Eso nos lleva a pensar que en la Iglesia católica muchas veces no entendemos el tiempo de Dios, y vivimos con demasiada prisa. Para evangelizar ciertas culturas, ¿no deberíamos aceptar el tiempo de Dios y de esta gente, aprender a vivir sin reloj, a disfrutar del tiempo?

Esa es una de las cosas que uno aprende en el trabajo con ellos, a bajarnos a la experiencia de ellos. Por ejemplo, ellos nos decían, en la experiencia que tuve con muchas comunidades, es que usted no es como los otros. ¿Cuáles otros? Ellos hablan de los musungus, el de color blanco, que viene de otro lugar, de otro país, en realidad musungu es el europeo. ¿Cuál es la diferencia? Su manera de estar con nosotros, usted no se pone más arriba que nosotros, al contrario, nos trata de la misma manera que trata a su compañero, come nuestra propia comida, nos invita a sentarnos en la misma mesa cuando vamos a visitarlo, cuando nosotros le invitamos usted viene y se sienta a comer con nosotros.

Ellos habían tenido la experiencia de la colonización, donde los europeos tenían su lugar separado. Veían esa cercanía y esa confianza, que uno no viene a robarles la cultura. Aquí hay mucho prejuicio de los indígenas con los antropólogos, porque se han dado cuenta que algunos vienen a hacer estudios, investigaciones, se llevan información y la gente ve que les están robando información. Se están cuidando demasiado, porque ven que les están explotando para hacer sus tesis de doctorado y a veces para hacer películas, o sea, negocios con eso, y no para el bien de la propia comunidad.

Cuando ellos ven que estamos aprendiendo para poder crecer juntos, para poder empoderarnos juntos, poder enriquecernos mutuamente, cuando ellos se dan cuenta de eso, ellos se abren de corazón y son demasiado generosos, hospitalarios, nos hacen sentir de verdad que somos uno con ellos.

¿Qué es lo que usted ha aprendido con los pueblos indígenas en este tiempo que lleva como obispo en el Vicariato de Puerto Inírida?

La diferencia con África es que allí llegaba como encargado de una sola misión, algo más concreto, y era el trabajo evangelizador de ese lugar donde llegaba, la concentración era para allí. Además, llegaba a una comunidad que hablaba una sola lengua, entonces me dedicaba a aprender esa lengua, y sólo tenía que ser responsable de esa comunidad. Al llegar aquí, es una situación que tengo que responder por todo el vicariato, y también por una estructura que ya ha ido creciendo, después de diecisiete años de Monseñor Bayter, donde él ya había montado, de alguna manera, una estructura al servicio de la educación. Lo primero que había que hacer era ponerme al día, cómo asegurarme que iba a administrar bien todo eso. La parte administrativa siempre me lleva mucho tiempo, que eso no se daba en África. Esa es una primera dificultad que me ha llevado a no poder meterme de lleno a aprender la lengua de la comunidad y acompañarla como lo hice en África.

Lo segundo es que el vicariato está compuesto por más de doce dialectos. Si aprendo uno, por ejemplo el de los curripacos, que es el más numeroso, los otros van a decir por qué aprendió ese y no aprendió el nuestro. Eso me ha afectado a no haberme dedicado todavía a aprender uno. Pero lo que si he tenido claro es que yo tengo que aprender, al menos uno, porque si de verdad quiero llegar más al corazón del mundo indígena no hay un camino más efectivo para hacerlo que aprendiendo el idioma.

La tercera dificultad, el hecho de que las comunidades indígenas, la mayoría son evangélicas. El trabajo no me ha forzado para el tema de celebrar la misa, de compartirles la Palabra, pero tal vez teniendo la obligación de evangelizarlos directamente, entonces tengo que aprender para poder hablarles en la lengua. No me he visto forzado en ese sentido. No creo que haya sido negligencia, que hayan pasado cuatro años y no me haya entrado el aprender la lengua. Pero a los padres que están yo les he insistido en eso, en la importancia de aprenderla. Pero no es lo mismo cuando uno les dice que cuando uno les enseña haciendo, que hace que ellos también se motiven.

Alguno de ellos ha intentado, pero es uno de los puntos negativos que tenemos a nivel de nuestra presencia evangelizadora acá, que ninguno lo aprendió. Esa es una de las cosas que necesitamos aprender y la otra es la estabilidad del personal, al estilo de Sophia Müller, que consiguió estabilizarse, ser una presencia en el departamento y poder prestar ese servicio. Es el poder acompañar procesos, cuando uno se queda por un tiempo largo, uno puede acompañar procesos y dejar buenas bases que van a garantizar que eso va a seguir funcionando cuando no estén.

La Iglesia de la Amazonía está viviendo el proceso sinodal. ¿Qué es lo que usted piensa que puede aportar este Sínodo, tanto a la Iglesia de la Amazonía como a la Iglesia universal?

Hay un llamado que es fundamental que la Iglesia en la Amazonía debe hacerle a la Iglesia universal, que es lo que el Papa Francisco está hablando, que tenemos que llegar al pueblo de la periferia, llevar a los evangelizadores, a los misioneros, a la periferia. El hecho es que nuestras Iglesias diocesanas no han tenido esa invitación fuerte de la presencia misionera en la Amazonía, no se ha dado ese vínculo, por ejemplo de jóvenes seminaristas que puedan venir a prestar el año pastoral para untarse de todo lo que significa toda esta realidad de la Amazonía y poder crear esa posibilidad. Personal que pueda venir a realizar experiencias por un tiempo y que queden tocados para que cuando terminen su experiencia formativa puedan vincularse por un tiempo. No por toda la vida, pero sí por un tiempo significativo al servicio de la presencia de la Iglesia colombiana en la parte de la Amazonía.

Lo otro es que, porque nunca han tenido esa oportunidad, no han visto la necesidad de hacer eso. Al ofrecerles esa oportunidad ellos van a interesarse, para que haya sacerdotes de las diferentes diócesis y arquidiócesis de Colombia que sientan ese llamado a venir a prestar un servicio a largo plazo en estas comunidades, y poder ofrecerles esa plataforma para hacer procesos de acompañamiento a estas comunidades. Y también que nos ayuden a promover vocaciones, porque hay muchachos que no sienten su vocación para el clero diocesano, pero sí la tienen para trabajar en lugares como éstos.

Por ejemplo, el caso mío, tuve la experiencia de estar primero en la arquidiócesis, yo hice tres años en la Arquidiócesis de Bucaramanga, en Colombia. En ese tiempo, conocí experiencia de misioneros que me cautivó y tuve también la experiencia de ir a misión en unas vacaciones de esos tres años. Eso tocó mi corazón hacia la misión, y por eso me convertí en misionero, ese llamado hizo que cuando yo me retire del seminario, si el Señor siguiese insistiendo en llamarme a su servicio, lo hice, pero no en un seminario diocesano, fui a un seminario misionero. Porque tuve la oportunidad de ser expuesto, ese llamado no estaba ya al inicio porque no tenía idea, no sabía cómo era eso.

Usted habla de una realidad que no sólo se da en el Vicariato de Puerto Inírida como en muchas Iglesias de la Amazonía, que es la escasez de clero. ¿Cómo la Iglesia de la Amazonía, dentro de la reflexión del Sínodo, podría intentar buscar alternativas para que esa presencia eclesial reconocida se haga presente en las comunidades, como por ejemplo sucede con los pastores evangélicos? ¿Qué figura podría ser creada dentro de la Iglesia católica para que esa presencia institucional se dé en las comunidades amazónicas?

En Colombia se tiene, ya lleva como cuarenta años, que ha sido de gran provecho y ayuda para la presencia en la periferia colombiana, especialmente la Amazonía y la Orinoquía, que es el Seminario Intermisional San Luis Beltrán, que está en Bogotá, que ojala que pudiera crearse en la periferia también, tener un seminario en la periferia para poder formar en contexto. Esa es una manera que hemos estado tratando de fortalecer, que es donde van los seminaristas de los once vicariatos que tenemos en Colombia, y se forman con ese espíritu misionero. Ese es un medio, me parece que un medio eficaz. Sería interesante que se pudiera fortalecer más con un equipo itinerante de promotores vocacionales, que fueran parroquia por parroquia haciendo esa animación vocacional, exponiendo la realidad de cada uno de los vicariatos.

Estoy seguro que muchos jóvenes ya están aburridos con la estructura tradicional, con lo que les ofrece cada diócesis. Las vocaciones aparecerían muchos más si se les abriese esos espacios para conocer que hay lugares extremadamente necesitados de personal evangelizador. Como vicariato yo tengo dos sacerdotes incardinados, los demás son Misioneros de Yarumal. Si yo envío a los dos a hacer promoción vocacional, entonces no tengo el personal suficiente, pero lo ideal sería que, al menos, pudiera sacrificar uno de ellos, que cada uno de los vicariatos pudiéramos formar un equipo de promotores vocacionales para ir por toda Colombia.

Uno de los aspectos que también aparecen en la reflexión sinodal es el de la ecología integral. ¿Cuáles son las amenazas que en ese campo están presentes en la Amazonía colombiana?

Son muchas, una de las grandes amenazas es la deforestación, últimamente se ha estado deforestando pero mucho, mucho. En el Departamento del Guaviare, en los últimos años, han sido miles de hectáreas las que se han talado, buena parte del Chocó, ha sido una tragedia terrible la tala de bosques, la pérdida ha sido grandísima. No hay conciencia de la necesidad de plantar árboles, de la renovación, hay árboles que demoran veinte, treinta, cuarenta años, y hay muy poca conciencia de la necesidad de plantar árboles.

Otra es el tema de la minería legal e ilegal, el extractivismo minero salvaje, y sin pensar en las consecuencias de todo el daño que se le está causando a la naturaleza, y también a nosotros, los seres humanos, por el tema del mercurio, de la extracción del oro, que afecta a la pesca. Muchos otros químicos que se utilizan para la extracción de diferentes minerales que se echan al río o se dejan a un lado, y cuando vienen las lluvias se van al río y contaminan las aguas y los peces, que nos contaminan a nosotros, los seres humanos. Es una cadena que nos está autodestruyendo.

Otro gran problema que tenemos en el Guainía es el tema de la corrupción, instituciones que deberían estar ahí para el cuidado del medio ambiente, diferentes corporaciones instituidas por el gobierno para vigilar y cuidar del medio ambiente, los que las administran, los que las dirigen, fácilmente se dejan comprar por muchas cosas, por ejemplo la extracción de la madera, de las minas. El incumplimiento de las leyes, que han sido creadas para defender los recursos que tenemos, pero las personas encargadas de hacer esa administración son muy propensas a la corrupción. La codicia por la riqueza hace que ellos fácilmente vendan su conciencia por dinero y permiten que se hagan cosas terribles que destruyen el medio ambiente.

Volviendo al Sínodo, todos los obispos de la Amazonía van a participar, pero el Sínodo es un proceso en las diócesis, asambleas presinodales y en el Sínodo de los obispos en el Vaticano. ¿Cuáles son los aspectos que usted cree que van a ser más destacados?

Una es, volviendo otra vez al tema de Sophia Müller, hacer que la evangelización en estos pueblos indígenas tenga rostro indígena. Es la necesidad de replantear a fondo el tema de los ministerios ordenados, diaconado permanente o el sacerdocio para estos pueblos, pero que no tenga las mismas exigencias que tiene para el resto. Las dificultades que tenemos nosotros, las tienen ellos, pero lo cierto es que viendo lo que ellos viven, y por ejemplo preguntando el tema del celibato, que no sea obligación, sino la posibilidad de plantearles el sacerdocio a hombres casados, probados, no cualquiera que diga yo quiero ser sacerdote, y con toda la formación que haya que darles.

La necesidad de abrir esa posibilidad, para que de esa manera la evangelización tenga rostro indígena, que los sacerdotes sean sacerdotes indígenas, que los diáconos sean diáconos indígenas, una Iglesia que pueda tener obispos indígenas, y llegar a tener esa posibilidad. Abrir esa reflexión, que hay que hacerla y plantearla desde la complejidad de la situación que se da en estos casos. Lo otro es saber que el acompañamiento, debido a la escasez de ministros ordenados, no nos da para plantear la posibilidad de acompañarles. Ese es uno de los temas que tenemos que plantearlo muy seriamente.

Otro tema que hay que plantear muy seriamente es el tema del trabajo con el laicado misionero. Desde el Vaticano II se habla que una Iglesia que no promueva el laicado no ha crecido en madurez. Signo de madurez de una Iglesia es que los laicos tienen una participación total en la evangelización. Nosotros vemos que nuestras Iglesias son muy clericales. Es un tema que no sólo debemos priorizar, sino ponerle pies y manos, formación y participación del laicado misionero. Desde el Concilio Vaticano II para acá nos hemos planteado seriamente la necesidad de que la Iglesia tiene que abrir el corazón, la mente, el espíritu, todo su ser al laicado. Si el laicado no encuentra su lugar en la Iglesia, estamos lejos de vivir el espíritu de nuestra fe cristiana católica.

En eso decía que hay algunas comunidades religiosas y algunas diócesis, jurisdicciones eclesiásticas que insisten en la formación de estos laicos, pero a la vez vemos la falta de apertura de algunos obispos para darle la bienvenida a la comunidad a esas experiencias. Como que de pronto han tenido experiencias negativas en el pasado y se llenan de prejuicios y dicen que los laicos es un caso perdido. Entonces se cierran a esa posibilidad y se frustran procesos de personas.

También debemos reflexionar sobre cómo se debe ejercer este servicio, colocarle itinerarios para su formación y para el servicio del laicado en la Iglesia, pues no se puede hacer de cualquier manera, improvisada, sino que tiene que hacerse de manera bien seria y bien diseñada y planeada. Buscar que se evalúen los procesos, pero que se mantengan abiertas las posibilidades para que los laicos participen en la organización de la Iglesia. Ese sería un segundo tema fundamental que necesitamos para fortalecer la presencia evangelizadora de la Iglesia en las comunidades indígenas.

Un tercer aspecto es el de promover un código de ética ecológica o de cuidado de la Casa Común. Lo que se ha buscado en los encuentros de París, que se inició en Río de Janeiro, que de ahí sale como una especie de acuerdo, donde los presidentes de varios países se comprometen a vivir dentro de la incidencia de esos acuerdos. La necesidad de tener un código de ética ecológica para poder monitorear el trabajo de las multinacionales. Se habla de que hay más de treinta mil multinacionales que explotan la madera, se habla de más de tres mil proyectos hídricos por el Río Amazonas. Estamos hablando de proyectos que las multinacionales ya tienen con todos los recursos, que ya están en el bioma amazónico. A ellos, ¿quién les vigila, quién les controla, quién les dice que están haciendo las cosas mal? ¿Cómo están regulando esto?

Es una tragedia esta realidad, porque ahí lo que está funcionando es como ellos engañan a las comunidades indígenas, con quienes se debe hacer la consulta previa. Ellos van y hacen reuniones con ellos, les hacen un montón de promesas y después los ponen a firmar, y ya, ya firmaron todos y ya les hicimos la consulta previa. Van y engañan a la gente y después traen el proyecto y explotan y hacen lo que quieren con esos recursos. Hay una necesidad de que la Iglesia se comprometa también a encontrar profesionales y gente especializada en este tema, así como lo hizo el Papa Francisco para la elaboración de la Laudato Si, que se buscó gente muy profesional para que le ayudara a elaborar esa encíclica, que es la Carta Magna del tema ecológico en la Iglesia. Es la mejor fuente que nosotros tenemos para tratar el tema de la ecología en la Iglesia, lo que nos dio el Papa Francisco en esa encíclica de la Laudato Si.

Necesitamos hacer eso también en los lugares en los que estamos presentes, en nuestros territorios, lo necesitamos hacer de manera coordinada y tener una visión común, para podernos apoyar y ayudarnos mutuamente y no trabajar de manera aislada, cada uno haciendo las cosas por su lado, sin tener en cuenta a los demás. Como decía la canción unidos sumamos más, unidos tenemos mayor fuerza, tenemos mayor capacidad de poder expresar nuestra voz que va a ser escuchada por todas las entidades nacionales e internacionales.Ver imagen en Twitter

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INFANCIA MISIONERA@imelvigia

Iglesia en Colombia aplica plan para ayudar a damnificados por desbordes de ríos: BOGOTÁ, 02 Ago. 18 (ACI Prensa).- El Obispo de Puerto Inírida (Colombia), Mons. Joselito Carreño, informó que se ha empezado a aplicar un plan de emergencia para socorrer a los miles de…13:20 – 2 ago. 2018Ver los otros Tweets de INFANCIA MISIONERAInformación y privacidad de Twitter Ads

https://www.periodistadigital.com/religion/america/2018/12/27/monsenor-joselito-carreno-una-iglesia-que-no-promueva-el-laicado-no-ha-crecido-en-madurez-religion-puerto-irin

HANS KUNG: I. TEÓLOGO EN LA FRONTERA CON LEALTAD CRÍTICA: JUAN JOSE TAMAYO


Director de la Cátedra de Teología “Ignacio Ellacuría. Universidad Carlos III de Madrid

El año que termina ha sido fecundo en efemérides de colegas y entrañables amigos teólogos. Hemos celebrado el centenario del nacimiento de Raimon Panikkar, los 90 años de Gustavo Gutiérrez, de Hans Küng, de Pedro Casaldàliga y de Johan Baptist Metz, y los 80 años de Jon Sobrino y de Leonardo Boff. En mi blog amerindiaenlared.org he dedicado varios artículos a Panikkar, Casaldàliga, Sobrino y Boff.

Ahora publico el primero de los artículos dedicados a Hans Küng, una de las figuras más relevantes de la teología cristiana del siglo XX, que, con su extensa y rigurosa obra elaborada ininterrumpidamente durante más de sesenta años de actividad docente e investigadora, ha ejercido una significativa influencia en el panorama religioso mundial.  Es la expresión de mi reconocimiento, sintonía y amistad.

            La teología de Hans Küng es, sin duda, una de las más sólidas y creativas de la segunda mitad del siglo XX y del siglo XXI. Se caracteriza por la búsqueda de la identidad cristiana en diálogo con otras identidades religiosas y culturales a la luz de la conciencia crítica de la Modernidad, por el cuestionamiento de las instituciones eclesiásticas desde una rigurosa fundamentación histórica, filosófica y teológico-bíblica, por la crítica de los dogmatismos y fundamentalismos religiosos, por el trabajo ecuménico a favor de la reconciliación entre las iglesias cristianas en el seguimiento de Jesús de Nazaret y la fidelidad evangélica, por el diálogo entre las religiones como contribución necesaria a la paz en el mundo, por la construcción de una ética mundial en tiempos de globalización, por la sensibilidad hacia las inquietudes de los hombres y mujeres de nuestro tiempo y por su ubicación en la frontera con lealtad crítica a la Iglesia católica .

Convergencias entre catolicismo y protestantismo

Su tesis doctoral sobre la doctrina de la justificación en la obra de su compatriota el teólogo evangélico suizo Karl Barth (La justificación. Doctrina de Karl Barth y una interpretación católica, Editorial Estela, Barcelona, 1967)constituye el horizonte ecuménico en el que va a moverse su trabajo teológico y marca un hito en la teología ecuménica. En ella intenta demostrar la coincidencia entre la doctrina de la justificación de Barth y la católica en sus elementos fundamentales.

El propio teólogo suizo reconocía que la exposición de Küng respondía en lo esencial a su reflexión sobre la justificación y que le había interpretado correctamente: “Usted me hace decir lo que yo digo y yo pienso como usted me hace hablar”, comenta Barh en “Una carta al autor”, fechada el 31 de enero de 1957, cuando Küng tenía 28 años. (La diferencia de edad entre ambos es de 42 años: Barth nació en 1886; Küng, en 1928).

Tras leer el libro de Küng –yo lo hice en 1970 y sigo leyéndolo casi cincuenta años después-, uno no puede menos que preguntarse con R. Muñoz Palacios si todas las guerras de religión, las luchas teológicas, los enfrentamientos y las divisiones entre católicos y protestantes no habían sido un inmenso error. La respuesta tiene que ser afirmativa. El problema es que las guerras religiosas siguen produciéndose. 

El papa, ¿infalible?

            En la década de los sesenta y principios de los setenta, Küng se centró en temas eclesiológicos como el ecumenismo, el Concilio Vaticano II, la Iglesia y la infalibilidad, siempre en clave ecuménica, que adquirió carácter académico con la creación del Instituto de Investigaciones Ecuménicas en la universidad de Tubinga, del que fue director. Tres son las principales obras de este período: Estructuras de la Iglesia, La Iglesia –fue el tratado de eclesiología que yo estudié- e ¿Infalible? Una pregunta. Elabora una eclesiología crítica a partir del Evangelio y bajo la inspiración del Concilio Vaticano II. Aborda la “esencia” de la Iglesia en su forma histórica mutable. Parte de la Iglesia real encarnada en el mundo, y no de una Iglesia ideal que se encuentre en las abstractas esferas de la teoría teológica.

Con honestidad teológica y lucidez intelectual se pregunta si la Iglesia puede apelar razonablemente a Jesús de Nazaret y si está fundada en su Evangelio. Su respuesta es que entre Cristo y la Iglesia no se da una compenetración física y necesaria, sino una unidad peculiar: unidad en la dualidad y dualidad en la unidad; unidad como dinamismo histórico y no como estatismo ontológico. La Iglesia no se encuentra al mismo nivel que el reino de Dios, sino bajo el reino de Dios y a su servicio. La índole carismática no es algo accidental en la Iglesia, sino que forma parte de su estructura fundamental.

En su obra La Iglesia católica Küngavanza algunas líneas de futuro por las que habrán de caminar las iglesias cristianas. Deben enraizarse en el Evangelio, en el movimiento de Jesús de Nazaret y en los orígenes cristianos, que es donde se encuentra su inspiración más auténtica. No pueden depender de modelos organizativos jerárquico-patriarcales del pasado, que excluyen a las mujeres de los ministerios y de las funciones directivas en las iglesias en razón de su sexo. En continuidad con Küng, creo que las iglesias deben reconocer a las mujeres como sujetos morales, eclesiales y teológicas, y a partir de ahí desarrollar una reflexión teológica desde la perspectiva de género, que no justifica la lucha de las mujeres contra los varones ni la de éstos contra aquéllas, sino que es inclusiva de hombres y mujeres.

La unidad de las iglesias cristianas no se logra con el retorno de una iglesia a otra o con la salida de una hacia la otra, y menos aún con la sumisión de una iglesia a la otra, sino a través del retorno por ambas partes, la mutua aceptación, la comunión en un dar y recibir recíprocos, y, en definitiva, de la conversión de todas a Cristo y su mensaje.

            Una de las cuestiones más problemáticas y conflictivas de las tratadas por Küng es la infalibilidad del Papa, que divide a la cristiandad –incluso dentro de la Iglesia católica-y que, desde que se produjo la Reforma protestante, espera una respuesta de la teología católica. Küng aborda esta cuestión de manera sistemática, con profundidad teológica, rigor histórico y fundamentación exegética, pero sin hablar ex cátedra. Lo que Küng se pregunta es si “la infalibilidad de la Iglesia necesita proposiciones infalibles”.

Ateniéndose a la filosofía del lenguaje establece una serie de principios que deben aplicarse también a las distintas proposiciones de fe, cuales son las fórmulas de fe, los símbolos de la fe y las definiciones de fe. Ninguna de ellas está exenta de seguir las leyes que rigen todo tipo de proposiciones y todas ellas participan del carácter problemático de las proposiciones humanas.

Las proposiciones van a la zaga de la realidad; son equívocas; sólo pueden traducirse condicionalmente; están en movimiento; propenden a las ideologías. La teología debe tomar en serio la dialéctica de verdad y error, si no quiere caer en el dogmatismo, el juridicismo, el autoritarismo, el formalismo, el objetivismo y el positivismo.

Y para confirmarlo apela a la historia, siguiendo las investigaciones del teólogo francés Yves Marie Congar (1904-1995) –con quien coincidió como asesor en el concilio Vaticano II (1962-1965)- sobre la Iglesia en la Edad Media, marcada como estuvo por el absolutismo papal. Durante esa época se admite en general que el Papa puede errar y caer en la herejía. Lo que se enseña es la indefectibilidad de la Iglesia, no la infalibilidad del Papa. Durante las épocas oscuras del cristianismo la indefectibilidad de la Iglesia no se manifestó precisamente en la jerarquía, ni siquiera en la teología, tampoco entre los poderosos, sino entre los humildes, entre numerosos cristianos la mayoría de las veces desconocidos que escucharon el mensaje del Evangelio y vivieron conforme a él.

¿Hans Küng contra el papado? No exactamente. Escribe en su libro La Iglesia católica: “Defiendo el papado para la Iglesia católica, pero al mismo tiempo reclamo infatigablemente una reforma radical de acuerdo con ,los criterios del Evangelio” (Mondadori, Barcelona, 2002, p. 14). 

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Navidad, fiesta del mercado neoliberal


24 de Diciembre de 2018

[Por: Pablo Richard]

Los supermercados y los grandes negocios cantan “feliz navidad”. La felicidad está en la acumulación de capital. La cultura de navidad es un viejo barbón colorado que habla inglés, los pinos adornados de luces y millones de regalos que compran los que tienen más dinero. 

La navidad de los pobres es sólo “mirar” la navidad de los ricos. Sólo sueños y deseos frustrados. 

La Navidad histórica narrada en los Evangelios

Para rescatar el sentido de la “navidad”. debemos hacer memoria de la navidad histórica, tal como la narra el evangelio de Mateo en los dos primeros capítulos y el evangelio de Lucas igualmente en los dos primeros capítulos.

En el evangelio de Mateo Jesús nace en medio de una historia de dos reyes asesinos: Herodes y  Arquelao, y una masacre de todos los niños menores de dos años

Igualmente una historia migratoria de Jerusalén a Egipto, de Egipto de vuelta a Jerusalén y otra migración de Jerusalén a Galilea. Alrededor de100 kilómetros de migraciones peligrosas para salvar la vida de Jesús recién nacido. 

En el Evangelio de Lucas aparece una historia de total pobreza: unos pastores pobres, que buscan y encuentran al niño recién nacido en un pesebre, lugar donde comen los animales. 

También Lucas hace memoria del Cántico de María contra los soberbios, los orgullosos y los poderosos y la exaltación de los humildes y de los hambrientos (1,46). María  guardaba todas estas cosas, reflexionando sobre ellas en su corazón. 

¿Cuál es la Navidad que estamos celebrando, la del mercado neoliberal de los ricos o la del evangelio de los pobres?

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