8 noviembre 2018, Donosti
Arratzaldeon danori, ta benetan
eskerrik asko zeure inbitazioagaitik. Gauko Gaia, oso garrantzitzua da
nirentzat! Bai, eskerrik asko.
Bueno, agradezco de corazón la
posibilidad de comunicarme con vosotros/as y de forma muy especial por el tema
tan directo que me habéis propuesto. He
dado un montón de charlas en mi vida sobre “la
Mujer en la Iglesia” y similares (y por supuesto aquí he tratado siempre el
tema, ¡claro!), he escrito sobre el sacerdocio de las mujeres un libro y
artículos especialmente para libros… pero así, sobre el sacerdocio de las
mujeres, directamente, pocas veces (y alguna precisamente aquí en Donosti) por
lo tanto, estoy muy agradecida.
El tema es muy amplio, casi imposible
de abarcarlo en este limitado espacio de tiempo, pero trataré de ir lo más
abreviadamente posible, para abarcar todo lo que se pueda.
Estamos en un momento en el que en la
sociedad civil crece más y más la conciencia sobre la situación de las mujeres
; violencia de género, desigualdades laborales y salariales, el “me too” con el acoso sexual, toda la
revisión que se está realizando con lo del “roce sin consentimiento” etc, etc…
y otras muchas cuestiones que están plasmando otra sensibilidad y otra
conciencia respecto a las mujeres en la sociedad civil sobre todo, pero también
respecto a otras desigualdades y marginaciones. ¡Gracias a Dios!
Sin embargo, en la Iglesia -que está
muy por detrás de la sociedad civil-
mucho decir y poco hacer y ningún paso a dar… y es que hasta que no se
aborde esta cuestión en la Iglesia NO HAY NADA QUE HACER…
¿POR QUÉ TANTA IMPORTANCIA Y CENTRALIDAD DEL TEMA?
Pero ¿por qué es tan importante este
tema tratado en exclusiva?
Pues sencillamente porque –como acabo
de decir- cualquier cambio de la situación de las mujeres en la Iglesia pasa forzosamente
por este cambio. Una cuestión “tabú” desde que Juan Pablo II en 1994 (11 días después de que saliera nuestro
libro!!!).
Y lo triste es que ¡¡¡no están por la
labor de afrontarlo!!!
- El primer viaje de vuelta de Brasil
(JMJ): Francisco dijo que NO en la entrevista que le hicieron en el avión. Fue
algo muy chocante.
- El prefecto de la Sagrada
Congregación, Monseñor Luis Ladaria,
a los poquísimos días de ser nombrado Cardenal dijo que NO por los mismos
motivos: todo está dicho por Juan Pablo II.
Ni siquiera nos podemos apoyar en la cuestión del diaconado para las mujeres
porque llevamos más de 3 años con la famosa Comisión que el Papa nombró como
respuesta a las Madres Generales de las Congregaciones religiosas que le
preguntaron por el tema, pero la Comisión aún no han dicho NADA y el Papa
tampoco.
El
Papa Francisco lleva todo el tiempo de su Pontificado diciendo que las mujeres
deberían tener más protagonismo, está reivindicando más autoridad para ellas;
dice: “necesitamos ampliar los espacios
para que haya una presencia femenina más incisiva en la Iglesia”, y en otro
lugar a los jesuitas: “un lugar
específico para la mujer también en aquellos lugares donde se ejerce la
autoridad de la Iglesia” (podríamos citar muchísimas intervenciones), pero ¿qué
tiene en la mente el Papa cuando habla de autoridad para ellas? ¿O cómo podrán entrar y formar parte
de ese proceso de decisiones? ¿Cómo podrá incidir verdaderamente en un cambio
eclesial tan necesario?.
Ahora con el Sínodo de los obispos sobre los jóvenes, Monseñor De Jongtrazó, ha señalado: «La presencia de las
mujeres en el Sínodo es fuerte, y su voz es escuchada. El voto no implica un
poder. Puedo
asegurar que tomamos muy en serio las indicaciones que nos hacen las mujeres«,
La verdad es que nunca se sabe el
alcance de las palabras de nuestras autoridades eclesiásticas.
Ahora bien es casi imposible que la
cosa avance significativamente porque según el Derecho Canónico casi todos los
cargos en Ella requieren que “sea varón
ordenado”. Es una cuestión medular, la única llave para que se puedan abrir
todos los demás espacios y entrar, de una vez por todas, en el camino de una justa
igualdad, sin injustas discriminaciones. Para casi todos los cargos de Iglesia
es necesaria una ordenación (aunque sea diaconal).
Por eso digo que esta cuestión es central, y porque
como dijo Karl Rahner, “estas dos
potestades (habla de la Potestad de
orden y de la de jurisdicción) son la base de la visibilidad y de la unidad visible de la Iglesia” [1],
así, es evidente que las mujeres, al estar alejadas totalmente de ambas
potestades dada su ‘íncapacidad’
para recibir el sacramento del Orden (Potestad
de Orden), sufren las consecuencias
inevitables para el acceso a los estamentos condicionados a dicha potestad para
la jurisdicción en sus distintos
aspectos y así son mantenidas en la invisibilidad…
repitiendo y prolongando una larga historia de dependencia y sumisión en la
Iglesia.[2]
Consecuencias
evidentes han sido la negación de cualquier tipo de autoridad y responsabilidad
dentro de la Iglesia, la reclusión en la ignorancia, porque, privadas del saber teológico docente y
discente… En realidad el mismo Benedicto
XVI lo reconoció en una entrevista con la Bayerischer Rundfunk (ARF)[3]
nos recordó que “el hecho de tomar decisiones jurídicamente vinculantes va unido al
Orden sagrado”, y expresamente reconoce -cosa que no es nada habitual-
que “desde este punto de vista hay límites”, es decir, el
límite para las mujeres… Y esto es tanto más contradictorio porque se trata de
una Iglesia que proclama un evangelio de Justicia, Igualdad, y busca una forma de autoridad y participación según
ese Evangelio.
Es decir, la ordenación viene a
suponer no sólo el reconocimiento de la vocación, del ministerio… y la
concesión de la gracia vocacional y sacramental, sino la única posibilidad para
entrar en las potestades de la Iglesia,
Orden y Jurisdicción, es decir a formar
parte de la visibilidad de la Iglesia lo que quiere decir: la
administración de los sacramentos además de formar parte de la autoridad y los
órganos de decisiones y discernimiento eclesiales, prolongando la larga historia de dependencia y sumisión
o dicho con palabras de Kari Elisabeth
Borresen: “Equivalencia (en el orden
de la Gracia) y sumisión (en todo lo demás),” situación que tristemente hoy
permanece más o menos disfrazada y ante la que ellas se sienten incómodas…
Y esta negación vocacional llega a la
esencia de la persona humana. Pablo VI negó explícitamente a las mujeres el
hecho de que puedan tener la vocación o llamada al sacerdocio: “porque “por muy noble y comprensible que sea, no constituye todavía una vocación”…
ya que, según este papa “es indispensable
la autentificación por parte de la Iglesia” (Inter Insig. nº 38), que
evidentemente no la concede si no se refiere a un varón.
Así lo afirmó el mismo Papa, de forma más
cruda aún, en unas conversaciones con Jean Gitton: “La mujer no puede ser sacerdote. No realiza el Sacrificio. Pero la
mujer puede ser víctima”:
¡Terrible! Además de que es terrible
y siempre me ha parecido muy injusto que
sean los varones los que determinen lo que es válido o no para ellas.
Jesús, varón, fue el que se inmoló a sí mismo
por la Humanidad
entera –no sólo las mujeres- y ésta (hombres y mujeres) la que ha de aceptar
esta función.
La realidad nos dice que ¡claro que ha habido y hay vocaciones sacerdotales
entre las mujeres!…. (Santa Catalina de Siena, Santa Teresita, Sor Isabel
de la Trinidad, Madre Nazaria, la Checa Ludmila Javorova –la única mujer válida
y lícitamente ordenada, etc…). Hay mujeres que hoy reivindican con mucha fuerza
esta cuestión; hay muchas mujeres –y entre ellas yo misma- que manifiestan su
vocación sacerdotal.
Sin embargo,
según el código de Derecho Canónico de 1983 las mujeres no pueden ser ni lectoras ni acólitas (can 230). Tampoco
pueden gozar de la facultad de ejercer en la “plena cura de almas” (Can. 120); la homilía continúa reservada a los clérigos (Can. 764 y 767) etc…
¡Así están las cosas!!!
Y así las cosas las mujeres católicas
muchas veces se sienten alejadas de muchos planteamientos eclesiales,
incomprendidas cuando no, heridas y tristemente vamos viendo cómo el
descontento se traduce en una especie de
“éxodo” silencioso y doloroso
pero continuo de tantas mujeres que van abandonando la Iglesia porque no la sienten cercana
a su problemática; es más, se sienten mal bajo unas normas etc… trazadas PARA
ellas pero no CON ellas
y así, se sienten distantes de su
gobierno, de su culto, de su legislación… en definitiva se van alejando, en la
práctica, de una Iglesia que ven que en la práctica cuenta con ellas para
“llenarla” o para “trabajar en ella” pero no para responsabilidades y servicios
mayores.
RAZONES POR LAS QUE
HISTÓRICAMENTE SE NIEGA LA ORDENACIÓN A LAS MUJERES. En este asunto podríamos detenernos
mucho pero vamos a tratar de resumir y simplemente enumerar las razones.
- SANTO
TOMÁS: “el estado de sumisión” o de
“sujeción”, en las mujeres “por naturaleza”: “primera y principalmente por
la condición del sexo femenino (ser defectuoso, inferior) que debe estar
sometido al varón”. (la diferencia entre
la ordenación del esclavo y la ordenación de una mujer).
- “El
varón es cabeza de la mujer”… (San Pablo)
- OTROS:
“pero la mujer no es perfecto miembro de
la Iglesia, sino el varón” (Guido de Baysio).
- “A
causa de su condición de servidumbre
, por la cual debe estar sometida al varón en todas las cosas” (Graciano).
- “Sin embargo las mujeres no sólo no podrían ser
conducidas al sacerdocio, sino que tampoco al diaconado” (Decreto de Graciano).
- “Porque
en esta Sacramento, la persona ordenada
significa a Cristo mediador y como el Mediador fue de sexo masculino, no
puede significarse sino por el sexo masculino” (San Buenaventura).
- Por
la impureza de la sangre y la
menstruación: (Levitico, Concilios de Nicea y de Constantinopla)…
– Además otras cuestiones “menores” por ejemplo: La cuestión
de la “tonsura” Duns Scoto y otros)
porque “San Pablo prohibió que se cortara el cabello!!!. Ahora bien este autor
añade que la Iglesia podría cometer “máxima
injusticia” no sólo “para unas pocas personas
sino para todo el sexo” si “se hubiese arrogado el privarles sin culpa de un
acto que le fuera lícito (al sexo femenino) y estuviera ordenado a la
salvación de las mujeres y de otros en
la Iglesia” pero no lo ve así porque el
mismo Cristo no lo instituyó así y ordenó que las mujeres no fueran ordenadas.
Ni por “el estado de sujeción”, la “tonsura”, “la
imposibilidad de que las mujeres enseñen”, porque
María no fue ordenada”….. y ve en “María
Magdalena una excepción que se extingue
con ella”…
A partir del Código de Derecho Canónico de 1917, 1983,…
esquemáticamente queda asi la cosa:
- El carácter masculino del sacerdocio en el A.T. y la subordinación de las
mujeres a los varones según las Cartas Pastorales.
- El
argumento simbólico y antropológico: Porque
Cristo fue varón y sigue siendo varón (Inter Insignores) y la imposibilidad de las mujeres de representar
a Cristo.
- La venerable Tradición y la práctica
de la Iglesia.
- El
hecho de que Cristo positivamente no
eligió a ninguna mujer entre los Doce y las excluyó de esta posibilidad.
Ellas “no estuvieron en la Última Cena”.
Ahora bien: aunque la Comisión Bíblica
ha declarado sin ambigüedad: “como no hay indicios suficientes para decidir la
cuestión, la Iglesia podría modificar su práctica secular y admitir a
las mujeres a la ordenación sacerdotal”, sin embargo Roma continúa afirmando que “La Iglesia, por fidelidad al ejemplo de su
Señor, no se considera autorizada a admitir a las mujeres a la ordenación
sacerdotal” (I. I.).
En palabras de Juan Pablo II: «Ella (la Iglesia) sostiene que no es
admisible ordenar mujeres para el sacerdocio, por razones verdaderamente
fundamentales. Tales razones comprenden: el ejemplo, consignado en las Sagradas
Escrituras, de Cristo que escogió sus Apóstoles sólo entre varones; la práctica
constante de la Iglesia, que ha imitado a Cristo, escogiendo sólo varones; y su
viviente Magisterio, que coherentemente ha establecido que la exclusión de las
mujeres del sacerdocio está en armonía con el plan de Dios para su Iglesia»[1].
(Ordenatio sacerdotalis)
Hoy, sin excesiva dificultad, creo yo
puedo perdonar a Santo Tomás, San Agustín, San Jerónimo y otros lo del “estado de
sumisión” pero me resulta casi imposible hacerlo con Juan Pablo II, Ms Ladaria
y otros que hoy en día digan que “las
mujeres no fueron ordenadas por Jesús” (tampoco lo fueron los varones y
tampoco se instituyó el sacramento del Orden en la última Cena etc… -recordar a
Karl Rahner) o que no estuvieran en la “Última Cena” porque una exégesis
mínimamente seria (esta exégesis es inexistente e injusta) nos impide decirlo y
porque esas conclusiones son IMPOSIBLES.
ENCONTRAR MUJERES PRESBÍTERAS EN LA ANTIGÜEDAD.
Como ya hemos visto, hoy, uno de los
argumentos es que no ha habido “presbiteras” en la Antigüedad; voy a decir que
está probado que hubo diáconas, si, pero también que hubo presbiteras e incluso
epíscopas, pero yo me quedaré en las “presbiteras” (y lo haré de forma muy muy
resumida dado el tiempo de que disponemos) y dando por supersabida la cuestión
de las diáconas o diaconisas.
Tampoco voy a entrar hoy en la
exégesis del Evangelio y otros textos neotestamentarios. Sería interesantísimo
y palpitante pero ¡cómo abarcarlo todo!… Quizás sería más importante aún,
pero voy a ir por un camino menos conocido…, aunque si nos da tiempo nos
asomaremos un poco.
Pero antes quiero decir
algo muy importante. Aunque el encontrar estas presbíteras en la Antigüedad sea
muy satisfactorio y ayuda mucho a caminar hacia la ordenación de las mujeres
hoy, sin embargo a mi modo de ver NO SERÍA EL ARGUMENTO PRINCIPAL a la hora de
exigir este cambio en la Iglesia, Más importante vería detenernos en el carácter EVOLUTIVO del Evangelio y de la
Tradición. Es fundamental la idea que tengamos sobre la Tradición o como
DEPÓSITO DE LA FE o saber encontrar las “semillas” y la fuerza interna, evolutiva
del Evangelio y de la Tradición que nos
permitan descubrir cómo hacer vida hoy
las intuiciones más profundas, el mensaje más genuino. Es necesario evidenciar
el carácter dinámico y activo del
Evangelio y de la Tradición (ahí también entra lo de encontrar mujeres
presbíteras): Palabra encarnada en la vida de la Iglesia a través del tiempo y
el espacio, “aquí y ahora”; es necesario desvelar la fuerza liberadora del
Evangelio y actualizante del Mensaje.
Rahner dice que en el
primer caso «expuestos/as al peligro
de perder la apertura ante lo venidero y de ser llevados a un aferramiento
estéril en el pasado«[4]
. Sin embargo sabemos que un proceso
es algo vivo, dinámico, inacabado, en el que la asistencia del Espíritu y la evolución humana avanzan juntas hacia el
futuro.
Así, aunque encontrar
restos y realidades de mujeres ordenadas diáconas, presbíteras e incluso
epíscopas, sin dejar de ser palpitante e importantísimo no será la única razón (si es poderosa razón
aunque no única) para la ordenación. La cuestión de fondo está en la fidelidad
al Espíritu que habla y actúa a lo largo de la historia y en cada tiempo!… La
realidad, las condiciones sociales, religiosas, etc… y especialmentemente
humana evolucionan y en cada momento requieren
una respuesta. El estar bien
atentos a este punto es fundamental para la interpretación de la Biblia
(Palabra de Dios ENCARNADA) y de la Tradición.
No puedo detenerme a observar
detenidamente las primeras comunidades cristianas en las que parece claro que
las mujeres presidian la Cena del Señor en las Iglesias domésticas. La cuestión de María Magdalena y su papel en las primeras comunidades cristianas
y en la que Duns Scoto ve “un privilegio personal que se extingue con ella”. Los
textos antiguos de la “Didascalia” y de “las Constituciones de los Apóstoles”
nombran explícitamente a las “presbíteras” y a las “diaconisas” como figura del Espíritu Santo.
De que hubo diáconas no queda ninguna duda (otra cosa es el
alcance sacramental que quieran admitir o reconocer en ellas). Hay mucha y preciosa
documentación y es universalmente
admitido que las hubo. El Cardenal Martini lo recordó en el Sínodo 1994: “en la Historia de la Iglesia, dijo, hubo
diaconisas y por lo tanto podemos pensar en esa posibilidad”… Quedan
huellas de algunas ordenaciones diaconales de mujeres[5],
de sus símbolos y funciones, así como del paso que se fue efectuando hacia
mujeres de otras instituciones como las abadesas, las seroras[6],
algunas formas de beatas etc, etc… Incluso a algunas de ellas las conocemos por
sus nombres propios, por sus servicios concretos… Hay muchos vestigios.
MUJERES PRESBÍTERAS:
Pero vamos a asomarnos a un curioso testimonio.
Finalizando el siglo X,
un sacerdote llamado Ambrosio preguntó al obispo de Vercelli, Atto[7],
sobre el significado de las palabras “presbítera”
y “diácona”. Él contestó: “Desde las
palabras del Señor, ‘la mies es mucha y
los obreros pocos’, se entiende que, para ayuda de los varones, también ordenabanen la Iglesia a mujeres
religiosas tonsuradas”. El Obispo de Vercelli no veía ninguna novedad, ya
que Pablo mismo lo indica cuando habla
de Febe, diácona “que está en el
ministerio de la Iglesia”
(Rom 16, 1)… Y continúa: “de donde se entiende que entonces, no sólo los varones sino también las mujeres presidían (estaban al frente de) las
Iglesias, es decir, para gran utilidad”…
Atto ve el ocaso de estas ordenaciones auténticas en el concilio de
Laodicea (s. IV) que en el capítulo XI prohibió estas ordenaciones. Y también
alude al Concilio de Calcedonia (s. V).
Después distingue entre presbiteras y
diáconas, pero a estas segundas les dedica menos porque las da por más
conocidas y no tengo tiempo de pararme en ellas.
Por cierto, a las seroras vascas, en las que no podemos detenernos
ahora el Padre Manuel Larramendi las
entronca con las diaconisas y con las presbíteras; las primeras las estudia a
través de los Concilios de Calcedonia, de Trullo, de Orleans (años 138) y del
romano 721. También las entronca con las presbíteras o presidentas de las que
habla el concilio de Laodicea del 367 a 372.
Pero este no es el único testimonio.
Voy a enumerar muy resumidamente otros. El
Papa Gelasio el año 494 envió un documento con serias amonestaciones a los
obispos del sur de Italia: … “hemos
sabido con impaciencia… que hasta se afirma que las mujeres ministran en los
sagrados altares y practican todas las cosas que fueron encargadas a los
varones y que no corresponden a su sexo”… y denuncia a los obispos que han
callado, han animado y ordenado a las mujeres etc… Es decir habla de mujeres
ordenadas verdaderamente por obispos válidos.
Quiero avisar también que para leer estos
textos es necesario conocer el lenguaje y expresiones de la época en que fueron
escritos.
Hay otros documentos que desvelan y apoyan la presencia de estas mujeres
presbiteras.
- En
lápidas de las tumbas del s. V y VI
nombran a mujeres “presbiteras” cuyas tumbas las habían levantado sus maridos no presbíteros y se lee que
“fueron verdaderas presbiteras” vgr: Leta cuyo marido ordenó construir la
tumba; Flavia Vitela “Presbítera y santa matrona” (y otras en Italia). En
Poitiers “ Martia presbitera”.
- También existen huellas de las
mujeres que realizaban oficios que
sólo podían realizar los presbíteros como era
la venta de oro líquido.
- En las catacumbas de San
Genaro en Nápoles aparece pintada Bitalia revestida con ropas sacerdotales
y actitud celebrante. Otras pinturas de la Biblioteca Vaticana.
- Concilio de Laodicea 11 “que las que se dicen presbíteras o presidentas
no sean ordenadas en la Iglesia”. También encontramos restos en el concilio de Paris S IX. Es verdad
que si se prohíbe es señal de que se hacía.
- En
el siglo IV el autor del Ambrosiaster
dice que las mujeres en los comienzos del cristianismo ejercían las funciones
al igual que los varones y como ellos enseñaban, bautizaban etc… aunque después
se instituyó un orden diferente en el gobierno de la Iglesia porque “parecía irracional, vulgar y vil que todos
hicieran las mismas cosas”.
- Y
otros testimonios: En diversos lugares de Francia en el siglo VI “las
cohospitae”, en Oriente las “Pepodistas”, en el siglo XIII en Alemania, mujeres
de los movimientos heterodoxos, etc…
EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA: También ofrece la posibilidad de recoger datos muy interesantes.
Si ha habido un sacramento que ha evolucionado es el de la penitencia: en
cuanto a ministro, frecuencia, etc…
No hay duda de que las mujeres también fueron ministros de la
confesión y especialmente las
abadesas.
Honorio III, en el siglo XIII, escribe a la
“hija amadísima, Abadesa Jotrense (Sagra Toledo ahora diócesis de Getafe), que
es cabeza y patrona de los presbíteros»
Pero el año 1210 el Papa
Inocencio III lanzó una reprimenda a los obispos de Burgos y Palencia porque
que las abadesas “bendicen a sus propias
monjas, oyen confesiones de sus pecados y, leyendo el Evangelio, presumen de
predicarlo públicamente” … (en J. M. ESCRIVÁ DE BALAGUER, La abadesa de las
Huelgas, Madrid 1988, 150-151).
Doña Urraca Díaz de Haro abadesa (enterrada en
el monasterio de San Salvador de Cañas)
En una Capitular de Carlomagno (s VIII): “se ha oído que algunas abadesas, contra la
costumbre de la Santa Iglesia de Dios, dan bendiciones (sacramentales) e
imposiciones de manos y signos de la Santa Cruz sobre las cabezas de los
varones, y también velan a las vírgenes con la bendición sacramental; lo cual…” y hay otros textos que lo
refuerzan: …“lo que parece cierto que significaba otorgar la penitencia o
absolución, lo que comporta necesariamente la confesión de los pecados” (C.
CHARDON Historia de los sacramentos, Madrid 1800, t. II. P 549).
San Donato de Besançon escribió unas normas para las abadesas en las que
Vacadard y otros interpretan la posibilidad de que las abadesas pudieran
confesar a sus religiosas. Lo mismo San
Basilio en la Regla para monasterios, la Regla de San Columbano, algunos textos de Balsamón, y otros.
Pero es particularmente
expresiva la historia que se narra en la vida de Santa Burgundofora (siglo VII) de las dos monjas fugitivas que no quisieron
confesarse con su abadesa y murieron sin
absolución que se da por supuesto de que era válida.
En fin, éste es un
“territorio” importante para descubrir la historia. Como también lo es la
cuestión del a) poder de jurisdicción de las abadesas, b) el “poder de las
llaves”, y c) restos del poder externo de las religiosas.
En el prólogo del libro
sobre “la abadesa de las Huelgas”, Escrivá de Balaguer escribe: “Voy a hablar
especialmente de su JURISDICCIÓN cuasi
episcopal ‘vere nullius’ que le permitía obrar en su territorio separado,
como un obispo en su diócesis”. El Padre Florez: “Con jurisdicción plena, privativa, cuasi episcopal, vere nullius, y con
poderes reales”… y, añade “ejercía
esta doble jurisdicción en pacífica posesión como es público y notorio”… Cuando
la célebre abadesa de Pedralbes (Clarisa) se opuso a la entrada de los
visitadores en su monasterio se le declaró en suspensión de oficio porque “le privaron del poder de las llaves” luego
lo tenía!!!. De esta forma analizan
también otros autores a las abadesas de Fontevrault, La abadesa jotrense, la de
Montvilliers, la de Notre Dame de Troyes, Whitby, Shaftesbury, Magdeburgo,
Conversano, y otros monasterios europeos.
Analizar el poder de jurisdicción de las abadesas,
el poder abacial en general y el debate que ha habido intentado negar poderes a
las mujeres abadesas después del siglo XIII, es interesantísimo y da muchas
pistas para las cuestiones que analizamos.
También hay otros signos en las
vestiduras y objetos monacales: entrega de las llaves (a las abadesas e incluso a las seroras vascas), roquete y la muceta de los canónigos
(agustinas y benedictinas), la “mitra”
de las abadesas mitradas, anillo y
báculo abacial, la cruz pectoral y los demás signos abaciales que
significan el poder de jurisdicción como los abades varones. También otros como
la “estola diaconal” el manípulo etc…
Podríamos seguir profundizando no
sólo esta cuestión sino otras muchas en esta línea, bien interesantes: Datos de
la Iglesia Primitiva y las iglesias domésticas, Los Doce y el Discipulado, la
diaconía, la profecía y otras muchas cuestiones.
Pero especialmente entrar en esa cuestión de
Duns Scoto: “porque el mismo Cristo no lo instituyó así y
ordenó que las mujeres no fueran ordenadas” y desde ahí hacernos la pregunta: ¿es tan evidente
que Jesús no quiso a las mujeres como sacerdotes??? ¡Cuantísimas cosas
podríamos responder en este sentido cuando precisamente en Jesús encontramos el
fundamento para la dignificación de las mujeres y el ejercicio pleno del
discipulado!! Una novedad y un trato increíble para ellas! Pero otra vez será.
Por otra parte ya
decíamos al comienzo que el encontrar rastros de mujeres presbíteras, diáconas
etc… aunque palpitante y de mucha utilidad, sin embargo no sería la razón o el motivo principal para ordenar mujeres en la
Iglesia y que tampoco se trata de reproducir una copia exacta del pasado en el
hoy… sino más bien de hallar las semillas y la Fuerza íntima del Espíritu en el
Evangelio y en la Tradición primera. Es necesario evidenciar el carácter dinámico y activo de Evangelio
y Tradición y leerlos escuchándolos en el hoy.
Porque además queremos
unas ordenaciones EN UNA IGLESIA que DEBE CAMBIAR escuchando al hoy,
escuchando a la sociedad, al mundo de hoy, a las mujeres, y a la misma Iglesia,
escuchándose a si misma.
ESCUCHAR A LA SOCIEDAD CIVIL, A LA IGLESIA Y A LAS MISMAS MUJERES.
¡Tuve una alegría inmensa con la
concesión del Premio Nobel de la Paz 2018!: un médico ginecólogo congoleño y
una mujer kurda ex-esclava, ambos, protectores de las mujeres y activistas
contra la violencia machista de la que cada vez somos más conscientes y estamos más concienciadas/os! Y además,
me gusta mucho que sean un varón y una mujer!!!
- Sí, hay que
escuchar al mundo Occidental que va en avanzada con respecto a nuestra
Iglesia y escuchar también a otras iglesias, lo cual, lo primero, es una clara
contradicción con el Evangelio. ¡Porque la Iglesia Católica debería de ir en la
avanzada y no a la zaga respecto a la sociedad civil!
- Hay que
escuchar a las mujeres que tienen algo muy importante que decir y están
hablando en movimientos feministas dentro y fuera de la Iglesia.
- Hay que escuchar
a la misma Iglesia, a su laicado, a tantas personas, grupos, comunidades…
que están elevando su voz pero no son escuchadas.
Y hay que escuchar y percibir desde
dentro a la situación íntima de la
misma Iglesia que se empobrece clamorosamente por la falta de la
aportación femenina en los lugares de actuación en la Iglesia visible, en los
espacios de pastoral, liturgia, en su magisterio…, en las decisiones,
orientaciones, en la misma forma y talante de ser Iglesia.
- No
cabe duda de que la sociedad civil va
por delante en la causa de las mujeres. Concretamente este año, como ya
venimos señalando ha sido especial en esta materia y se ha dicho de mil formas
que este siglo XXI será el siglo de las mujeres. Sí, tenemos que mirar y
calibrar el avance que la sociedad civil propone. No hace mucho acudí a un
Congreso sobre “Democracia e Iglesia” con la intervención de gente muy
importante y de mentalidad diversa (desde algún cardenal a políticos de
distintos colores); María Teresa Fz de
la Vega (presidenta del Consejo de estado y exvicepresidenta de gobierno) insistió
en la importancia de la igualdad de género en una auténtica democracia e instó
a la Iglesia en tomarse en serio la cuestión “incluso en el SACERDOCIO” …
Porque además no es casual
el hecho de que la sociedad civil y, por supuesto, la Iglesia, adolezcan de
falta de un tipo de valores y relaciones más en consonancia con “lo femenino”,
y acusen una gran descompensación y desequilibrio relacional… Esta situación
nos está queriendo comunicar algo y hemos de escucharlo.
Jorge
Costadoat, sj. alerta de una cuestión apenas tenida en cuenta: “sin duda la voz de los movimientos
feministas de hace ya más de cien años constituye una palabra de Dios a la que la Iglesia debe poner
atención” (Atrio, 8, III, 2017), ¡Magnífico! ¡Oir la voz de las mujeres en
la sociedad civil y el eco que permanece desde hace casi dos siglos en los muy diferentes movimientos feministas y también no
estrictamente feministas pero movimientos concientizados de las mujeres del
mundo!.
Es verdad, a pesar de lo mucho que
queda por hacer, sin embargo hay que mirar a la sociedad civil y ver el lugar
que ocupan las mujeres, ellas están en todos los lugares –ya hasta en el
ejército y tenemos ministras de defensa!!!- y estamentos etc… , ver todo ello y
además hemos de constatar una mentalidad mucho más avanzada en el tema.
- Hay que escuchar la situación íntima
de la misma Iglesia.
Este verano –y no sólo este verano,
ahora mismo- me estoy desesperando buscando curas para decir misa en nuestro
convento y eso ¡en un Madrid!. Cuando dicen que no hay curas etc… y se quejan
yo les digo que haberse preocupado antes y haber trabajado para que así NO
FUERA…
Sabemos que contamos con un clero escaso y
anciano… Y este clero tan escaso para un laicado generalmente mayor y del que,
por supuesto, la mayoría son mujeres –no hace falta contarlas porque salta a la
vista- que se esfuerzan en el servicio
de Iglesia sin ninguna clase de RECONOCIMIENTO. La falta de jóvenes es también
evidente y a menudo, cuando los hay, son muy conservadores… Indudablemente la tentación es “echar mano” de las mujeres para
múltiples funciones y trabajos “subalternos”,
porque además, ellas, en general, lo hacen muy bien y suelen ser muy
disponibles y hasta incondicionales (cuando son mayores).
El Papa Francisco dijo a las
Superioras Generales: “la Iglesia
necesita que las mujeres entren en el proceso de toma de decisiones” pero
como decíamos ¿cómo entrar si no cambia la estructura y el acceso a esos
lugares sigue siendo la condición de
varón y de sacerdote?. ¿Cómo entrar en una estructura que ha prescindo
totalmente de ellas?
Pero esta incorporación plena de las
mujeres requiere también un cambio en la estructura eclesial, es decir, un cambio estructural y eclesiológico.
Ante esta cuestión, el “Colectivo
de Mujeres en la Iglesia de Cataluña”
expresa su deseo de que «el
servicio diaconal femenino e, incluso, la ordenación sacerdotal de las mujeres,
no signifique sencillamente una
repetición de los modelos existentes, ni que, como cualquier otro servicio
eclesial, venga a reforzar la estructura piramidal de la Iglesia, modelo
contrario al deseo de una ‘Iglesia de
iguales‘ Y tienen razón, porque en realidad se requiere un modelo, una
estructura eclesiológica distinta “que no repita exactamente” los modelos, sino
que avance hacia ese cambio tan necesario.
Sin embargo este cambio no
debería, no puede hacerse sin ellas. Por lo tantono habría que esperar a cambiar para que las mujeres entren en la
estructura y en el ministerio eclesial, por el contrario ¿No debería ser la inclusión de “lo femenino”, de las mujeres
en la Iglesia,
algo que verdaderamente CAMBIE Y MODIFIQUE
significativamente la estructura eclesial? Esto, ¿no debería ser una especie de impulsor de cambio? Pero
sobre todo a ellas debe reconocérseles el derecho y el deber de participar
activamente y de aportar su ser y hacer en una tarea tan fundamental como es la
aportación a una modificación estructural que la Iglesia tanto necesita
Ahora bien, todo esto es bien importante pero vamos a intetar
entrar más a fondo:
La
Iglesia debe escucharse a sí misma, sus carencias
más profundas.
Como decíamos, la Iglesia se
empobrece clamorosamente por la falta de la aportación femenina en los
lugares de actuación en la
Iglesia visible, en los espacios de pastoral,
liturgia, en su magisterio…, en las decisiones, orientaciones, en la misma
forma y talante de ser Iglesia. La Iglesia se empobrece íntimamente.
La conocida
carmelita, Cristina Kauffman,
detectó muy claramente esta descompensación eclesial y el consiguiente
empobrecimiento íntimo; vamos a leerlo con máxima atención “El hecho de que
todas las decisiones últimas en la Iglesia se tomen sólo por los varones es un
grave desequilibrio que no deja brillar
la verdad en la Iglesia en todo el esplendor, ni deja fluir toda la corriente
de vida para bien de todos”[8].
Willigis Jäger, que además es
varón, lo detecta en una dimensión tan importante como es la de la mística,
pero que afecta a una forma de ser Iglesia“Un problema central de
nuestras Iglesias es el hecho de que apenas enseñan el gran tesoro de su
tradición mística y espiritual (…). Me he dado cuenta muchas veces de que las
mujeres están más abiertas a una experiencia mística que los hombres”[6]… Y busca la solución correcta:
“Tenemos que volver a activar las fuerzas femeninas que se han ido perdiendo
durante siglos de sistemas patriarcales. Sólo surgirán si despertamos en
nosotros/as las fuerzas originarias del cuidar, sanar, observar, sentir…
despertar la intuición, Compasión, dedicación, entrega,
amor… Lo femenino nos proporciona el
acceso a nuestra naturaleza más profunda”[9]
Ciertamente la Iglesia necesita escuchar
a fondo e interiorizar sus propias carencias. Desde ahí habrá de
reflexionar sobre el servicio presbiteral o/y diaconal integrar lo femenino…
Las mujeres no son ni mejores ni peores que los varones, son diferentes,
unos y otras se necesitan mutuamente y desde ahí han de aportar para el
enriquecimiento del Cuerpo total de Cristo en la realidad eclesial.
El mismo Juan Pablo II reconoció en “Vita Consecrata” esta necesidad
de lo femenino en los varones y en las estructuras, una necesidad mutua.
Después de aceptar que las mujeres reivindiquen incluso en la Iglesia (un
milagro), dice : “ Es obligado reconocer que la nueva conciencia femenina ayuda
también a los hombres a revisar sus esquemas mentales, su manera de
autocomprenderse, de situarse en la Historia e interpretarla y organizar la
vida social, política, religiosa, eclesial”… (Vita Consecrata, Juan Pablo II).
La
falta de esta aportación produce
ese desnivel tan peligroso.
Pero
además hay que constatar que un servicio presbiteral y diaconal en una
Iglesia de Comunión y de Caridad implica una mística de servicio en
caridad, misericordia, compasión… todas esas actitudes del cuidar, sanar… en
empatía, intuición, entrega… tan en consonancia
con esas fuerzas femeninas “a despertar”… a integrar… y que tanto
ayudará al ser comunitario de hombres y mujeres en la Iglesia.
Recuperar
el presbiterado y/o el diaconado eclesial para las mujeres no significa “la
panacea de todos los bienes”, pensar así sería además de simplista,
injusto; pero sí es un paso no sólo importante, sino fundamental para caminar
hacia esa “comunidad de iguales” querida por el mismo Jesús, una “casa común”
más acogedora, que debe ser la Iglesia…, con un tipo de relaciones más cálidas,
cercanas, igualitarias… comunitarias…
Un
equilibrio relacional que sepa armonizar lo femenino y lo masculino en un
Cuerpo.
Volvamos
a las palabras del Papa Francisco para completar esta imagen de Iglesia tan
necesaria hoy y siempre, para adentrarnos en las necesidades de curación en la
Iglesia:
«Yo veo claramente qué es lo que más
necesita la Iglesia hoy: la capacidad de curar las heridas y de calentar los
corazones de los fieles, la cercanía y la proximidad. Yo veo a la Iglesia como un hospital
de campo después de una batalla…” (Papa
Francisco).
Esto es muy importante porque: “hay que
curar las heridas. Después podremos hablar de lo demás. Hay que curar sus
heridas, curar sus heridas,… y hay que comenzar desde abajo” (Papa
Francisco en entrevista con Antonio Spandaro director de Civiltá Cattólica).
Quizás sea también ésta una
de las primeras a tener en cuenta y realizar con la cuestión de las mujeres en
la Iglesia: curar tanta herida acumulada en la mujeres, si, pero no sólo
en ellas. Es una tarea delicada y muy
urgente; hace falta mucho tacto, mucho amor, mucha comprensión. Sí, también las
heridas de la Iglesia y en la Iglesia…
A las mujeres se les ha reconocido
precisamente esta habilidad especial para curar, cuidar, para “atender desde
abajo”, en realidad éste es un auténtico servicio diaconal y pastoral… ¿Se les reconocerá ahora este papel, este
carisma cuidador y sanador de la Iglesia, en la Iglesia y para la Iglesia?
Hay que
tener en cuenta que hay heridas que no se pueden curar más que aplicándose
con actitudes muy especiales y, poniendo
manos a la obra para buscar realmente los remedios y actitudes, necesarios para
encontrar caminos y formas nuevas.
Caminos
que los varones no pueden ni deben buscar ni imponer ellos solos. Es una
tarea compartida… Esto conlleva un proceso arduo, trabajoso, pero también
gratificante. Las mujeres tenemos ahí, una responsabilidad, una aportación
indeclinable.
La
Iglesia tiene la obligación de escucharles y recibir de ellas este carisma
especial.
Las
Teólogas feministas son una
voz importante a escuchar. Vienen hablando desde hace tiempo, investigando,
descubriendo, dialogando… vienen comunicando muchas cuestiones en todos los
ámbitos de la Teología y la espiritualidad, que estaban ocultas y que es
necesario escuchar muy atentamente.
Yo he trabajado mucho, ahora menos, pero también lo hago por esta cuestión
y las otras que afectan a la situación de la mujer en la Iglesia antes lo hacía
pensando más en mí, en mi vocación sacerdotal , además de por conciencia
¡claro! Lo hacía y lo hago por el bien de las mujeres y de la misma Iglesia;
Pero, ahora ya sé que lo he de hacer como aquellos “testigos” del Antiguo
Testamento que enumera la Carta a Los Hebreos y que dice “en la fe murieron todos ellos, sin haber conseguido el objeto de las
promesas, viéndolas y saludándolas desde lejos” (Hbr. 11, 13)… es
decir, para las generaciones futuras y ¡estoy contenta del papel que ha
tocado a nuestra generación!!! ¿por qué no?; cada uno/a de nosotros hemos de
aportar en el poquito de historia que nos toca vivir…
En un mundo tan
necesitado de todo esto, en donde la igualdad, la liberación, el reconocimiento
de la dignidad humana son tan urgentes…,, en el que es necesario un renacimiento espiritual que comunique energía y
vitalidad, incluso supervivencia a este mundo nuestro.
Necesitamos un cambio de conciencia y la Iglesia
debería colaborar más y marcar señales más proféticas y arriesgadas, también
dentro de sus propias estructuras, en el camino de liberación de las mujeres y
de los seres humanos más necesitados de ello. La Iglesia debería ir, en todos
estos asuntos, en la avanzada, y no a la zaga de la sociedad civil. No sólo
predicar sino realizar y realizarlo en sí misma. Éste es un reto serio que
tiene ante sí la Iglesia. La desigualdad daña a la misma Iglesia y afecta a su
credebilidad… Porque, sin duda, la
Iglesia tendría que ejemplificar en sí misma las relaciones igualitarias y
fraternales del Reino.
Como veíamos antes, Benedicto XVI, después de reconocer el
problema jurídico que existe en el Derecho Canónico para tomar decisiones
jurídicamente vinculantes, asegura: “Desde este punto de vista hay límites”,
y añade, “pero creo que las mismas
mujeres, con su empuje y su fuerza, con su superioridad, con su “potencial
espiritual” sabrán hacerse espacio. Y nosotros deberemos intentar ponernos a la
escucha de Dios, para que no seamos nosotros a impedirlo”…
(Benedicto XVI, 5, VIII, 2006). Esto es importantísimo.
Me encantaría hablar con el Papa Benedicto del alcance de estas palabras
y mostrárselas al Papa Francisco y ver con ellos su responsabilidad: “para que no seamos nosotros a impedirlo”
y también la de ellas, porque “con su
empuje, con su fuerza, con su potencial espiritual… sabrán hacerse espacio”.
En cierta manera es una forma de invitarnos a trabajar por ello, a
“hacernos espacio”… y esta invitación nunca se había dado…
“Hay que
curar sus heridas” (Papa Francisco) La Eucaristía podría y debería ser el lugar real y simbólico de reconciliación,
de curación y de reconocimiento, signo de esa humanidad nueva, visible,
verdaderamente Cuerpo de Cristo; de la Humanidad entera, de lo femenino y lo masculino,
de las diferentes razas, pueblos y sensibilidades… La nueva Humanidad que
anhelamos y que se va gestando poco a poco.
Ciertamente: “La Iglesia tiene necesidad hoy, de recuperar
la visión cósmica, ecológica, positiva y optimista de la Eucaristía y
celebrarla en una liturgia que exprese la alegría del cielo en la tierra y la
espera del festín en el Reino de Dios”[10],
sin embargo no es fácil que esto se realice significativamente mientras existan
discriminaciones dentro del ámbito eclesial.
Es decir, su
visibilidad y significación no será clara hasta el día en que la Iglesia ensanche la mesa eucarística del altar y
considere ahí a las mujeres no sólo como comensales de pleno derecho sino
reconociendo en ellas la posibilidad de que, como María, hagan presente a
Cristo en el mundo, transformando los dones creados, en su Cuerpo, para la
reconciliación de este mundo dividido.
El festín eucarístico
podría ser así mucho más claramente lugar de reconciliación y signo y anticipo
de aquellas relaciones igualitarias y fraternas del Reino que en él se
proclaman.
Quisiéramos que la
Eucaristía, presidida y animada por hombres y mujeres, fuera verdaderamente el
lugar simbólico y expresivo de esa anhelada curación y reconciliación humana,
en la que hombres y mujeres, re-conocidos, re-encontrados mutuamente se
solidaricen totalmente en la Iglesia para salvación del mundo, como signo y
anuncio de una creación pacificada. Porque “la
Humanidad no puede reconocerse a sí misma más que en la perfecta identidad de
lo masculino y lo femenino como imagen de Dios”[11]
y lo que es mucho más serio, difícilmente
Dios podrá reconocerse en una humanidad partida.
[1]
K. RAHNER, La incorporación a la Iglesia según la Encíclica de Pío XII
‘Mistici Corporis’, en Escritos de Teología, Madrid, 1863, tomo II p. 15.
[2]
MJ ARANA, Mujeres Sacerdotes ¿por qué no?, Reflexiones históricas, teológicas y
ecuménicas, Madrid, 1994, edic. Claretianas. P. 12.
[3]
Castelgandolfo, 5, VIII, 2006.
[4]
K. RAHNER, Diccionario Teológico, Barcelona 1870, p. 740. L. PACOMIO, Diccionario interdisciplinar.
Salamanca, 1983, IV, v. Tradición.
[5] Por ejemplo: The Hadrianum Sacramentary 786 AD, y otros muchos
documentos.
[6]
Es importante lo que dice de ellas J. A. LIZARRALDE: “aunque nunca fueron
sacerdotisas, gozaban de algún modo del foro eclesiástico” y, tanto él como G.
HENAO y M. LARRAMENDI, las ven como descendientes de las diaconisas antiguas.
[7] ATTO
DE VERCELLI, P.L. 134, PP 113-115
[8]
C. KAUFFMAN, “Renacer desde la Contemplación”,
entrevista grabada en video para la XIX Semana de Vida Religiosa de Bilbao, abril,
2001.
[9]
W. JÄGER, En cada hora hay eternidad.
Palabras para todos los días, edit. Desclée de Brouwer, Bilbao, 2004, p. 148.
[10]
Ibidem.
[11] G. LAFONT, Dios, el tiempo y el ser, Salamanca, 1991.
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