Manizales, Abril 18 del 2019
SE DERRIBAN LAS ESTRUCTURAS Y SUS JERARQUIA
“En ese momento el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo, y la tierra tembló y las rocas se partieron” Mateo 25:50-51
Orando, leyendo y reflexionando con ojos de mujer, vamos hacia el rescate de la historia e ir tejiendo la historia oculta, que nos coloca en la igualdad y semejanza de hijas e hijos de Dios (Génesis 1:27), en equidad y justicia.
Llama la atención, el momento de la muerte de Jesús, el velo del templo fue rasgado en dos. Muchas restricciones había para entrar al Templo de Jerusalén, muchas divisiones y total separación del, Sanctum sanctorum al que no podía entrar sino el Sumo Sacerdote una vez al año. Cristo es el Único Sumo Sacerdote, que con su sacrificio y muerte rasga el velo de la marginación de arriba abajo abriendo el paso para que entremos todos sin temor alguno, al Sanctum sanctorum, mujeres, hombres, ancianos y niños de todos los tiempos, de todas las culturas, de todas las etnias, igual judíos como gentiles, es una forma de manifestar que el Reino de los Cielos no es una cuestión de unos pocos, sino que se trata de una experiencia universal y global, todos estamos llamados a ser parte del proyecto de amor de Jesús.
Cómo no recordar aquellas palabras dichas por María, Madre de Jesús: Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes” (Lc 1,52), con esto el evangelio se convierte en la experiencia de unidad que permite dejar a un lado las cuestiones humanas ligadas con el poder, el tener y el placer y adentrarse en la experiencia de la humildad y la libertad, derribar significará dejar a un lado los prejuicios y descubrir que el seguidor de Jesús es un servidor/a que al estilo de las primeras comunidades cristianas el bien de aquellos que se le han entregado como hermanos y hermanas.
Por esta razón, cuando se piensa en el testimonio de Jesús a lo largo de su vida, se constata una lejanía de las autoridades religiosas, una experiencia que podría decirse raya con lo profano y profundamente humano, pues para él solo importa la persona, aquellos que necesitan de un mensaje de esperanza y de amor, en su mensaje no encontramos un solo detalle que nos lleve a vivir las normas y las leyes como base de la fe, pará el solo hay un mandamiento, “amaos los unos a los otros, como yo los he amado. De ahí que algunos momentos de su vida, como la parábola del Samaritano, rompan fronteras y muros, antihumanas. Si bien es cierto, algunas de sus actitudes fueron mucho más allá de las normas que corrompen el encuentro de amor que Él nos enseñó, por ejemplo: Curó en día sábado, comió con publicanos y pecadores, hablo con mujeres en la calle. Sació el hambre a más de 5.000, sin contar las mujeres y los niños. Instruyó, capacitó y educó, tanto a sus discípulos como al pueblo que le seguía (Sermón de la montaña). Dejo instrucciones de cómo relacionarnos con Dios-Padre-Madre (El Padre Nuestro). No se quedó callado ante la corrupción y abusos del clero, (“colocan cargas pesadas…” (Mateo 23:4) y su látigo derribó mesas de negocio en el Templo.
Jesús, nunca se proclamó sacerdote, ni obispo, ni diacono, fue un hombre más, un creyente que, con autoridad y sentido de equidad y justicia, trató de liberar a la humanidad de las esclavitudes que le impedían obtener la felicidad. Para él el poder radicaba en la capacidad de amar y de servir, por esta razón la tarea de quienes han sido llamados a su servicio no es la de otorgarse títulos o dones, sino la de vivir con y por la comunidad.
Algunos ejemplos de la vida de Jesús.
La Última Cena, conocida como Santa Misa, Sagrada Eucaristía, Santa Cena, fue una comida judía, que resalta la condición humana; partió y compartió el pan (comida) y dio vino, departiendo con sus familiares, amigas, amigos, diciendo en presente: “este es mi Cuerpo” =este soy Yo, esta es mi Persona, refiriéndose al pan. Presentando el vino dijo: “Esta es mi Sangre=es mi Vida, Nueva Alianza de compromiso y servicio liberador para todos ustedes”.
Dios, se hizo humano, en Jesús. En cada Eucaristía entrega su humanidad. Él había dejado lo “sagrado”, lo “divino” en el Cielo, se abajó, para enseñarnos a ser humanos, sencillos, libres, justos. Eso fue, es y sigue siendo el Verbo Encarnado. En su Testamento nos dejó esta recomendación: “Hagan esto en Memoria mía, hasta que Yo regrese”.
Es imposible pensar que Dios sea error, o se contradiga, a sabiendas que su misión era enseñarnos a humanizar. Mal hubiera hecho, si su mensaje hubiera sido la exclusión, la marginación, el desprecio, de muy mal gusto, le hubiera resultado, el abajarse al ser humano, para “divinizar” a unos y otros/as no.
No es un error interpretar el signo del rasgado de arriba a abajo del velo del Templo, como mensaje que Jesús nos deja al entregar su Espíritu a Dios Padre-Madre. Se rompen estructuras, es no al poderío religioso, se derriban las leyes, se derrumban las jerarquías quedando solo el aire fresco del Espíritu, purificando los ambientes entre el Cielo y la Tierra, sin que nadie lo ataje o se lo impida, ni institución que lo ate: “sopla donde quiere y como quiere” (Juan 3:8).
El siglo II d.C en su historia lógicamente escrita por hombres, detectamos que a medida que el grupo de los cristianos fue creciendo creyeron necesario crear algunos controles e ir jerarquizando a los líderes. Pero, ninguno de los evangelios ha dejado referencia alguna al tipo de controles y jerarquización de los líderes tal como hoy conocemos. Si bien es cierto Pablo habla de obispos, presbíteros y diáconos, los concibe como personas que según sus dones y carismas deben ser puestos en cada ministerio al servicio del proyecto de Jesús de Nazaret.
Por esta razón se tiene que reconocer que los seguidores de Cristo, no tiene como punto de unión un Templo, una Sinagoga, una Parroquia, un salón, o los ministerios jerarquizados; el Rvdo Padre, la Rvda Madre, el Señor Obispo, S.E…la unidad que siempre se ha buscado ha sido: la Palabra y el Amor, a través de la construcción de la Comunidad, y esta empieza en la casa, así nos lo cuentan los primeros cristianos en Hechos de los Apóstoles, no una sino varias veces. Por eso la experiencia de nuestro Movimiento, es Casa-iglesia. La experiencia no es fácil, es difícil, porque es más fácil, construir templos, salones, acompañar a “rezar” lo rezado, sin prepararnos, sin reflexionar la Palabra, sin visitar las familias, sin invitar a la casa, a tomar un agua de panela, para hablar de Jesús, Aquel que fue “Resucitado, Aquel a quien Felipe le dijo: “Muéstranos el Padre, y con eso bastará”. Y Jesús le responde: “¿Tanto tiempo con ustedes y aún no le has visto?” Esa respuesta es clave para saber a qué se está refiriendo.
Muchas veces nos quejamos que no tenemos vocaciones, que la Iglesia se está derrumbando, que vemos que los conventos se están acabando. Jesús se escapó de esos espacios tan “sagrados”, ahora, anda por las calles, como un inmigrante, cansado sudoroso, con ropa rasgada y sucio, con hambre, enfermo, sin donde vivir, desplazado, desarraigado de su cultura, de su familia. Vuelve y surge la pregunta: “¿tanto tiempo con ustedes, y aún no le han visto?”.
¿En que ha quedado nuestro testimonio? ¿Qué testimonio estamos dando? ¿Por qué nuestras frases, no convencen? ¿Será que solo decimos frases de cajón aprendidas de memoria, y repetimos frases de otros/as, será que el escuchar hablar en lenguas, que hasta el momento nadie ha interpretado, nos eleva y engloba con su imaginario, o nos escampamos bajo el paraguas de otros, sin ningún esfuerzo? ¿Porque creemos que podemos camuflarnos y pasar desapercibidas/os ante el enemigo? Sin preguntar, aclarar y crear confusión entre la gente?
“No tengan miedo” (Mac. 16: 1-8) dijo el joven vestido de blanco, a las mujeres que fueron a la tumba vacía. El mensajero de Dios, conoce y sabe de nuestras angustias y sufrimiento, además el miedo nos hace sordos/as, nada se escucha. Solo sabemos que hay que quitar una enorme piedra, que no podemos con ella.
Lo que vivimos en nuestro ministerio, es precisamente el quedarnos pensando, cómo vamos a quitar semejante piedra. El solo escuchar que ha sido resucitado y que la tumba está vacía asusta, da pánico y salimos corriendo a protegernos, donde nadie nos vea ni nos pregunten nada.
¿En qué queda mi compromiso para mostrar a Dios Vivo en mi vida? Para invitar a mis hermanos/as, y decirles: “¿toman y coman, toman y beban, este es mi cuerpo, esta es mi sangre”? Y ser capaz de asumir las palabras de Jesús, en aquel: “¿tanto tiempo entre ustedes y aún no le han visto?” Es decir; “que quien me mire te vea”.
Después de estos comentarios y reflexiones, nuestro Movimiento abre sus puertas para recibir dos candidatas al Diaconado, en este significativo día. Ellas (Maria del Carmen y Bernarda López)con su testimonio, quedan con el desafío, de mostrarnos el rostro de Dios, siendo mensajeras del Reino de Dios, allí donde vayan. AMÉN.
*Obispa de ARCWP
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