Un espacio para recrear lo sagrado y lo profano con ojos de mujer. Somos un grupo ecuménico en búsqueda de la justicia e igualdad.Respetamos la opinión, de los autores aunque no necesariamente estemos de acuerdo.
Diario Judío México – Si el nazismo no la hubiese asesinado quizá Ana Frank podría haber sido de esas mujeres que llegan a soplar 90 velitas. Y en ese caso el festejo sería hoy. Entre las millones de víctimas de la violencia irracional del régimen de Adolf Hitler, ella es una de las más conocidas. Su diario personal fue leído por otros tantos millones de ciudadanos de todo el mundo. De ahí que el su nacimiento será recordado por todas partes con homenajes que actualizan el valor del respeto a la dignidad del ser humano.
Interior de la casa donde vivió la familia Frank que desde hoy se puede “recorrer” en Google Crédito: captura de Google 360
Google Arts & Culture invitará a su audiencia cosmopolita a un recorrido virtual a la antigua casa de la familia Frank que habitualmente no está abierta al público sino que funciona como residencia de escritores extranjeros que no pueden trabajar libremente en su país. Se trata de la vivienda en la que, antes de esconderse, Ana y su familia vivieron entre diciembre de 1933 a julio de 1942. Está ubicada en la calle Merwedeplein 37-2, en Amsterdam , y las imágenes en 360° permiten conocer, por primera vez, todas las habitaciones de la vivienda que ha sido restaurada a su estilo original de la década de 1930, incluyendo el dormitorio que Ana compartió con su hermana Margot.
Según informó Google a LA NACION, la producción se hizo en conjunto con la Anne Frank Foundation e incluyen fotografías históricas y el único video que se conserva de la adolescente, además de otras imágenes de archivo entre las que se incluye la única fotografía de ella, sus padres y su hermana.
El único video que se conserva de Ana Frank presentado por Google
En nuestro país, el Centro Ana Frank Argentina se anota también en la agenda global: inaugurará la primera sala teatral con el nombre de la chica alemana y se otorgará por primera vez una distinción a personalidades cuya vida u obra honran el “legado” de aquella joven. En esta ocasión el reconocimiento será para Estela de Carlotto , Sara Rus y Mauricio Szulman. Durante el acto central, en el que participarán invitados especiales, se visitará el nuevo espacio construido en el edificio contiguo al Centro Ana Frank, en el barrio porteño de Coghlan, y se presentará a su director artístico, el músico y exministro de cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Angel Mahler, quien compuso un musical dedicado a la joven judía a presentarse a partir de julio. El proyecto artístico del nuevo teatro incluye la realización de exposiciones y del primer festival de teatro De Ana Frank a nuestros días que planteará reflexiones sobre la violencia, la discriminación, los derechos de los niños y de los adolescentes.
Asimismo, la sede argentina del Centro Ana Frank cumple ahora diez años desde su apertura. Y también marca un hito en la historia por ser la primera institución en América Latina miembro de la Casa Ana Frank holandesa. Desde allí organizaron un programa de actividades que comenzó durante la última edición de la Feria del Libro de Buenos Aires, en la que presentaron un stand y una agenda de encuentros públicos. Vino especialmente para dar su testimonio, Nanette Konig, que fue amiga de Ana y se presentaron los libros 90 años de Ana Frank y 10 años del concurso literario de Ana Frank a nuestros días.
El miércoles próximo, en Tecnópolis, se presentará el Proyecto Periódicos, en el que participan mil jóvenes con trabajos sobre los Derechos Humanos y la historia de Ana Frank.
Linea de tiempo. Casa Ana Frank
Desde este lunes y hasta el jueves 13, el Centro Ana Frank propone una campaña en las redes, con el hashtag #Anne90 y desde la cuenta @annefrankhouse para compartir qué significa para cada uno Ana Frank. Desde Inglaterra se activará el #IstandwithAnne que propone a sus seguidores publicar obras de arte, fotos o mensajes contrarios a cualquier tipo de prejuicio que aísle a alguien de los grupos o la sociedad a la que pertenecen.
Homenajes en el mundo
En Holanda, en la casa donde vivió Ana Frank en Ámsterdam antes de esconderse con su familia, dos de sus compañeros de clase en el Lyceum judío, Albert Gomes de Mesquita (89) y Jacqueline van Maarsen (90), compartirán sus recuerdos del cumpleaños número 13 de Ana, que ocurrió tres semanas antes de la huida, y conversarán con miembros de la Red de Jóvenes de Ana Frank.
Replica diario de Ana Frank
En Alemania, unos 40.000 estudiantes en 250 escuelas recordarán la figura de la niña judía con el lema “Ana Frank 90” con proyectos propios que incluyen debates, lecturas, investigaciones y obras de teatro. En la inauguración de una exposición itinerante en Velbert dará un testimonio Pieter Kohnstam, que conoció a Ana cuando era pequeño. En tanto en Berlín, la muestra “Todo sobre Ana”, en el Centro AnaFrank de esa ciudad, se podrá visita gratis durante todo el día.
En los Estados Unidos, entre otras actividades, se harán actos para recordar el Holocausto en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. La próxima semana, se entregarán los premios Spirit of Anne Frank Awards, en honor a varias personas e instituciones destacadas por su labor humanitaria.
En Inglaterra, se hará un encuentro en el Parlamento en el que disertará el secretario de Interior Sajid Javid, otros parlamentarios, autoridades de educación y algunos de los jóvenes embajadores de Ana Frank. También el Centro Ana Frank del Reino Unido organizó una cena de gala para recaudar fondos en la que la sobreviviente del Holocausto Eva Schloss será invitada de honor y disertará el actor Kenneth Branagh.FUENTELa Nación
ECLESALIA,
10/06/19.- Todo gran camino empieza con un paso. Y para darlo resulta
imprescindible ponerse en pie. Tomar conciencia de uno mismo, de la presencia y
la potencialidad. De la propia dignidad. El oído se abre, la mirada se aclara,
el corazón comprende, el cuerpo se yergue, la vida se reinicia: talitá cumi.
Por
desgracia, estamos lejos de que las mujeres reciban tal invitación dentro de la
Iglesia. La misma que, curiosamente, sigue al Jesús que lloraba con Marta y
María, que permitía a una mujer besar y lavar sus pies, que desveló a María de
Magdala un amor mayor. Veintiún siglos después las mujeres siguen siendo
elegidas: para arreglar las flores del altar, dirigir los cantos en misa,
coordinar las catequesis o limpiar la casa del cura. Ah, sí, el Papa también ha
elegido a cuatro mujeres como consultoras del Sínodo. Curiosa estoy de ver si
les dan la voz cantante o de coristas.
¿Y por qué se permite y legitima marginar a la mujer,
considerándola incapaz de realizar las mismas tareas que los hombres? Ellos
dicen:
Jesús
pudo haber elegido mujeres y no lo hizo. Si en
pleno siglo XXI seguimos utilizando el masculino genérico para hablar de ambos
sexos, ¿qué podemos esperar de quienes escribieron el Nuevo Testamento?, ¿no es
evidente que la mujer ha sido sistemáticamente relegada al anonimato? Si ahora
no reconocéis su dignidad, ¿pensáis que iban a hacerlo los primeros cristianos?
Hablan de discípulos, claro. Testigos, por supuesto. ¿Mujeres? sin duda.
Mujeres fuertes que, en un mundo de hombres, cambiaron la historia y aparecen
en la Biblia. Lástima que no escaparan del filtro machista que reduce su papel
y lo (a)sexualiza: Eva tentadora, Judith atractiva, María virgen, Magdalena
prostituta.
Hombres
y mujeres cumplen diferentes roles en la Iglesia. Mi
argumento preferido, por retrógrado. Algo así como “hombre sale a cazar, mujer
cuida el fuego”. Por suerte, la misión es una: proclamar que la Buena Noticia
es para todos. Uno el mandamiento: “Amaos los unos a los otros”. Pero muchos,
sí, los dones del Espíritu. Esos cambian de persona a persona, pero no en razón
de su sexo sino por el Misterio que nos habita: hijos de un mismo Dios.
Hermanos/as. Sin distinción ni categorías.
Asumiendo
que no hay conciencia ni interés por retribuir a la mujer el papel que le
corresponde en la Iglesia, me pregunto: ¿por qué lo permiten ellas?
Y
aquí dirijo mi apelo a mis hermanas (mujeres
de Dios, monjas, consagradas; personas que
creen en una comunidad igualitaria). A vosotras os pregunto: ¿por qué no
presidís la Eucaristía este domingo? ¿De quién esperáis “el permiso”, de Dios o
de los hombres? ¿Os prohibiría Jesús reuniros en su nombre, proclamar la
Palabra, bendecir el Pan y repartirlo? ¿Hace falta revestir la consagración de
algo más que de fe y entrega? ¿Hay un componente “mágico” que os impide a
vosotras hacerlo?
Quizá
ha llegado el momento de abandonar esta espera pasiva, ponernos en pie y
afirmarnos desde esa libertad que nace de dentro. Con la suave mansedumbre y la
firme rebeldía que el propio Jesús manifestó ante quienes se creían señores,
jueces y sabios. Como testigos que no pueden ni quieren permanecer encerrados
por más tiempo: os invito a presidir la Eucaristía vosotras mismas. Y celebrar
la Vida en comunión con quien quiera acompañaros. ¿Se atreverán a echaros de
las iglesias? Y si lo hacen, ¿podrán impedir que celebréis al Dios de la Vida
en las calles, las casas, los parques y jardines, a plena luz del día?
Ha
llegado el tiempo de hacer algo nuevo. Nada hay más revolucionario que
levantarse y proclamar que Dios está en medio de nosotras porque lo llevamos
dentro. Que encarnarlo no es privilegio de unos pocos. Y que sólo por ÉL, con
ÉL y en Él nos sentimos legitimadas a administrar los sacramentos. Para que la
Palabra se haga cuerpo (también en el nuestro). Que así sea
(Eclesalia
Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su
procedencia).
No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos. El cristianismo no es una religión… El centro de nuestra fe es el Evangelio.
Estamos viviendo un hecho patente: los países tradicionalmente más cristianos, a medida que se van desarrollando y son cada día países más industrializados y más ricos, son también cada día países menos religiosos. Por eso se puede (y se suele) decir que la religión cristiana ha entrado en crisis. Una crisis incontenible y creciente. ¿Qué podemos pensar y hacer en esta situación?
Lo que tenemos que hacer los cristianos es vivir de acuerdo con el Evangelio de Jesús. Teniendo en cuenta que, si hacemos eso, nos va a ocurrir lo que le ocurrió a Jesús. A saber: nuestra relación con Dios no se realizará mediante el templo, los sacerdotes y sus ceremonias, sino viviendo (en la medida de lo posible) como vivió Jesús: con su misma espiritualidad y llevando una vida que contagia honradez, bondad y generosidad. Para estar con los que sufren, los que menos pintan en la vida (mujeres, niños, extranjeros…), los publicanos y los pecadores. Haciendo todo eso, con demasiada frecuencia, como lo hizo Jesús: precisamente cuando y como lo prohibía la religión. De ahí, el conflicto y los constantes enfrentamientos, que terminaron por llevar a Jesús al juicio, a la condena y a la muerte cruel de un subversivo. Que eso fue la cruz.
De ahí, la pregunta capital que nos hacemos hoy: ¿es el cristianismo una religión? Como religión se ha vivido durante siglos. Pero, ¿fue así en su origen?
Mucha gente no se imagina que la palabra “religión”, que designa el servicio sagrado, aparece solo cuatro veces en el Nuevo Testamento. Como referida a los creyentes en Jesús, aparece únicamente dos veces, en la carta de Santiago (1,26-27), que se aplica a la “religión de los cristianos”. Para decirnos que “religión pura y sin tacha a los ojos de Dios Padre, es visitar (para dar consuelo y alivio) a huérfanos y viudas en sus apuros y no dejarse contaminar por el mundo”.
En el cristianismo naciente se evitó el vocabulario que caracteriza a los “hombres de la religión” porque, como bien se ha dicho, “la causa y la consecuencia de este hecho (la ausencia de vocabulario sagrado o religioso) son idénticas: el cristianismo, fundamentalmente, no exige un comportamiento cultual especial”. Por eso, cuando Pablo se dirige al romano Agripa, pero incluyendo al judío Festo, le dice: “He vivido con arreglo a la tendencia más rigurosa de nuestra religión” (Hech 26, 5). Pablo obviamente se refería a la religión judía en la que había sido “fariseo”, como asegura el mismo Pablo (l. c.).
No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos como la penitencia o el matrimonio. No pasa nada. Porque, si nos enteramos, de veras, de lo que es el cristianismo, empezaremos a tomar en serio – y con todas sus consecuencias – que el centro de nuestra fe y el camino de los cristianos, para buscar a Dios, es el Evangelio, el proyecto de vida que, con su forma de vivir, nos enseñó y nos marcó Jesús.
Lo que ocurre, según creo, es que esto nos asusta. Porque la religión nos ofrece muchas seguridades: tranquiliza conciencias (que tienen motivos para sentirse inquietas), da prestigio, refuerza intereses políticos, tiene sus ventajas económicas, legitima el sistema dominante, fomenta el turismo y hasta sirve para lucirse en festejos lustrosos. Y es verdad que la religión ha hecho santos. Sí, los ha hecho. Pero no olvidemos que los santos de verdad vivieron de acuerdo con el Evangelio. Como tampoco debemos olvidar que “la experiencia religiosa de todos nosotros ya no es de fiar, porque (como te descuides) nos remite a la falsa religión . Y, la verdad, ya estamos hartos de engaños religiosos.
José María Castillo
JOSÉ MARÍA CASTILLO: » YA ESTAMOS HARTOS DE LOS ENGAÑOS RELIGIOSOS»
No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos. El cristianismo no es una religión… El centro de nuestra fe es el Evangelio.
Estamos viviendo un hecho patente: los países tradicionalmente más cristianos, a medida que se van desarrollando y son cada día países más industrializados y más ricos, son también cada día países menos religiosos. Por eso se puede (y se suele) decir que la religión cristiana ha entrado en crisis. Una crisis incontenible y creciente. ¿Qué podemos pensar y hacer en esta situación?
Lo que tenemos que hacer los cristianos es vivir de acuerdo con el Evangelio de Jesús. Teniendo en cuenta que, si hacemos eso, nos va a ocurrir lo que le ocurrió a Jesús. A saber: nuestra relación con Dios no se realizará mediante el templo, los sacerdotes y sus ceremonias, sino viviendo (en la medida de lo posible) como vivió Jesús: con su misma espiritualidad y llevando una vida que contagia honradez, bondad y generosidad. Para estar con los que sufren, los que menos pintan en la vida (mujeres, niños, extranjeros…), los publicanos y los pecadores. Haciendo todo eso, con demasiada frecuencia, como lo hizo Jesús: precisamente cuando y como lo prohibía la religión. De ahí, el conflicto y los constantes enfrentamientos, que terminaron por llevar a Jesús al juicio, a la condena y a la muerte cruel de un subversivo. Que eso fue la cruz.
De ahí, la pregunta capital que nos hacemos hoy: ¿es el cristianismo una religión? Como religión se ha vivido durante siglos. Pero, ¿fue así en su origen?
Mucha gente no se imagina que la palabra “religión”, que designa el servicio sagrado, aparece solo cuatro veces en el Nuevo Testamento. Como referida a los creyentes en Jesús, aparece únicamente dos veces, en la carta de Santiago (1,26-27), que se aplica a la “religión de los cristianos”. Para decirnos que “religión pura y sin tacha a los ojos de Dios Padre, es visitar (para dar consuelo y alivio) a huérfanos y viudas en sus apuros y no dejarse contaminar por el mundo”.
En el cristianismo naciente se evitó el vocabulario que caracteriza a los “hombres de la religión” porque, como bien se ha dicho, “la causa y la consecuencia de este hecho (la ausencia de vocabulario sagrado o religioso) son idénticas: el cristianismo, fundamentalmente, no exige un comportamiento cultual especial”. Por eso, cuando Pablo se dirige al romano Agripa, pero incluyendo al judío Festo, le dice: “He vivido con arreglo a la tendencia más rigurosa de nuestra religión” (Hech 26, 5). Pablo obviamente se refería a la religión judía en la que había sido “fariseo”, como asegura el mismo Pablo (l. c.).
No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos como la penitencia o el matrimonio. No pasa nada. Porque, si nos enteramos, de veras, de lo que es el cristianismo, empezaremos a tomar en serio – y con todas sus consecuencias – que el centro de nuestra fe y el camino de los cristianos, para buscar a Dios, es el Evangelio, el proyecto de vida que, con su forma de vivir, nos enseñó y nos marcó Jesús.
Lo que ocurre, según creo, es que esto nos asusta. Porque la religión nos ofrece muchas seguridades: tranquiliza conciencias (que tienen motivos para sentirse inquietas), da prestigio, refuerza intereses políticos, tiene sus ventajas económicas, legitima el sistema dominante, fomenta el turismo y hasta sirve para lucirse en festejos lustrosos. Y es verdad que la religión ha hecho santos. Sí, los ha hecho. Pero no olvidemos que los santos de verdad vivieron de acuerdo con el Evangelio. Como tampoco debemos olvidar que “la experiencia religiosa de todos nosotros ya no es de fiar, porque (como te descuides) nos remite a la falsa religión . Y, la verdad, ya estamos hartos de engaños religiosos.
José María Castillo
JOSÉ MARÍA CASTILLO: » YA ESTAMOS HARTOS DE LOS ENGAÑOS RELIGIOSOS»
No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos. El cristianismo no es una religión… El centro de nuestra fe es el Evangelio.
Estamos viviendo un hecho patente: los países tradicionalmente más cristianos, a medida que se van desarrollando y son cada día países más industrializados y más ricos, son también cada día países menos religiosos. Por eso se puede (y se suele) decir que la religión cristiana ha entrado en crisis. Una crisis incontenible y creciente. ¿Qué podemos pensar y hacer en esta situación?
Lo que tenemos que hacer los cristianos es vivir de acuerdo con el Evangelio de Jesús. Teniendo en cuenta que, si hacemos eso, nos va a ocurrir lo que le ocurrió a Jesús. A saber: nuestra relación con Dios no se realizará mediante el templo, los sacerdotes y sus ceremonias, sino viviendo (en la medida de lo posible) como vivió Jesús: con su misma espiritualidad y llevando una vida que contagia honradez, bondad y generosidad. Para estar con los que sufren, los que menos pintan en la vida (mujeres, niños, extranjeros…), los publicanos y los pecadores. Haciendo todo eso, con demasiada frecuencia, como lo hizo Jesús: precisamente cuando y como lo prohibía la religión. De ahí, el conflicto y los constantes enfrentamientos, que terminaron por llevar a Jesús al juicio, a la condena y a la muerte cruel de un subversivo. Que eso fue la cruz.
De ahí, la pregunta capital que nos hacemos hoy: ¿es el cristianismo una religión? Como religión se ha vivido durante siglos. Pero, ¿fue así en su origen?
Mucha gente no se imagina que la palabra “religión”, que designa el servicio sagrado, aparece solo cuatro veces en el Nuevo Testamento. Como referida a los creyentes en Jesús, aparece únicamente dos veces, en la carta de Santiago (1,26-27), que se aplica a la “religión de los cristianos”. Para decirnos que “religión pura y sin tacha a los ojos de Dios Padre, es visitar (para dar consuelo y alivio) a huérfanos y viudas en sus apuros y no dejarse contaminar por el mundo”.
En el cristianismo naciente se evitó el vocabulario que caracteriza a los “hombres de la religión” porque, como bien se ha dicho, “la causa y la consecuencia de este hecho (la ausencia de vocabulario sagrado o religioso) son idénticas: el cristianismo, fundamentalmente, no exige un comportamiento cultual especial”. Por eso, cuando Pablo se dirige al romano Agripa, pero incluyendo al judío Festo, le dice: “He vivido con arreglo a la tendencia más rigurosa de nuestra religión” (Hech 26, 5). Pablo obviamente se refería a la religión judía en la que había sido “fariseo”, como asegura el mismo Pablo (l. c.).
No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos como la penitencia o el matrimonio. No pasa nada. Porque, si nos enteramos, de veras, de lo que es el cristianismo, empezaremos a tomar en serio – y con todas sus consecuencias – que el centro de nuestra fe y el camino de los cristianos, para buscar a Dios, es el Evangelio, el proyecto de vida que, con su forma de vivir, nos enseñó y nos marcó Jesús.
Lo que ocurre, según creo, es que esto nos asusta. Porque la religión nos ofrece muchas seguridades: tranquiliza conciencias (que tienen motivos para sentirse inquietas), da prestigio, refuerza intereses políticos, tiene sus ventajas económicas, legitima el sistema dominante, fomenta el turismo y hasta sirve para lucirse en festejos lustrosos. Y es verdad que la religión ha hecho santos. Sí, los ha hecho. Pero no olvidemos que los santos de verdad vivieron de acuerdo con el Evangelio. Como tampoco debemos olvidar que “la experiencia religiosa de todos nosotros ya no es de fiar, porque (como te descuides) nos remite a la falsa religión . Y, la verdad, ya estamos hartos de engaños religiosos.
José María Castillo
JOSÉ MARÍA CASTILLO: » YA ESTAMOS HARTOS DE LOS ENGAÑOS RELIGIOSOS»
No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos. El cristianismo no es una religión… El centro de nuestra fe es el Evangelio.
Estamos viviendo un hecho patente: los países tradicionalmente más cristianos, a medida que se van desarrollando y son cada día países más industrializados y más ricos, son también cada día países menos religiosos. Por eso se puede (y se suele) decir que la religión cristiana ha entrado en crisis. Una crisis incontenible y creciente. ¿Qué podemos pensar y hacer en esta situación?
Lo que tenemos que hacer los cristianos es vivir de acuerdo con el Evangelio de Jesús. Teniendo en cuenta que, si hacemos eso, nos va a ocurrir lo que le ocurrió a Jesús. A saber: nuestra relación con Dios no se realizará mediante el templo, los sacerdotes y sus ceremonias, sino viviendo (en la medida de lo posible) como vivió Jesús: con su misma espiritualidad y llevando una vida que contagia honradez, bondad y generosidad. Para estar con los que sufren, los que menos pintan en la vida (mujeres, niños, extranjeros…), los publicanos y los pecadores. Haciendo todo eso, con demasiada frecuencia, como lo hizo Jesús: precisamente cuando y como lo prohibía la religión. De ahí, el conflicto y los constantes enfrentamientos, que terminaron por llevar a Jesús al juicio, a la condena y a la muerte cruel de un subversivo. Que eso fue la cruz.
De ahí, la pregunta capital que nos hacemos hoy: ¿es el cristianismo una religión? Como religión se ha vivido durante siglos. Pero, ¿fue así en su origen?
Mucha gente no se imagina que la palabra “religión”, que designa el servicio sagrado, aparece solo cuatro veces en el Nuevo Testamento. Como referida a los creyentes en Jesús, aparece únicamente dos veces, en la carta de Santiago (1,26-27), que se aplica a la “religión de los cristianos”. Para decirnos que “religión pura y sin tacha a los ojos de Dios Padre, es visitar (para dar consuelo y alivio) a huérfanos y viudas en sus apuros y no dejarse contaminar por el mundo”.
En el cristianismo naciente se evitó el vocabulario que caracteriza a los “hombres de la religión” porque, como bien se ha dicho, “la causa y la consecuencia de este hecho (la ausencia de vocabulario sagrado o religioso) son idénticas: el cristianismo, fundamentalmente, no exige un comportamiento cultual especial”. Por eso, cuando Pablo se dirige al romano Agripa, pero incluyendo al judío Festo, le dice: “He vivido con arreglo a la tendencia más rigurosa de nuestra religión” (Hech 26, 5). Pablo obviamente se refería a la religión judía en la que había sido “fariseo”, como asegura el mismo Pablo (l. c.).
No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos como la penitencia o el matrimonio. No pasa nada. Porque, si nos enteramos, de veras, de lo que es el cristianismo, empezaremos a tomar en serio – y con todas sus consecuencias – que el centro de nuestra fe y el camino de los cristianos, para buscar a Dios, es el Evangelio, el proyecto de vida que, con su forma de vivir, nos enseñó y nos marcó Jesús.
Lo que ocurre, según creo, es que esto nos asusta. Porque la religión nos ofrece muchas seguridades: tranquiliza conciencias (que tienen motivos para sentirse inquietas), da prestigio, refuerza intereses políticos, tiene sus ventajas económicas, legitima el sistema dominante, fomenta el turismo y hasta sirve para lucirse en festejos lustrosos. Y es verdad que la religión ha hecho santos. Sí, los ha hecho. Pero no olvidemos que los santos de verdad vivieron de acuerdo con el Evangelio. Como tampoco debemos olvidar que “la experiencia religiosa de todos nosotros ya no es de fiar, porque (como te descuides) nos remite a la falsa religión . Y, la verdad, ya estamos hartos de engaños religiosos.
José María Castillo
JOSÉ MARÍA CASTILLO: » YA ESTAMOS HARTOS DE LOS ENGAÑOS RELIGIOSOS»
No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos. El cristianismo no es una religión… El centro de nuestra fe es el Evangelio.
Estamos viviendo un hecho patente: los países tradicionalmente más cristianos, a medida que se van desarrollando y son cada día países más industrializados y más ricos, son también cada día países menos religiosos. Por eso se puede (y se suele) decir que la religión cristiana ha entrado en crisis. Una crisis incontenible y creciente. ¿Qué podemos pensar y hacer en esta situación?
Lo que tenemos que hacer los cristianos es vivir de acuerdo con el Evangelio de Jesús. Teniendo en cuenta que, si hacemos eso, nos va a ocurrir lo que le ocurrió a Jesús. A saber: nuestra relación con Dios no se realizará mediante el templo, los sacerdotes y sus ceremonias, sino viviendo (en la medida de lo posible) como vivió Jesús: con su misma espiritualidad y llevando una vida que contagia honradez, bondad y generosidad. Para estar con los que sufren, los que menos pintan en la vida (mujeres, niños, extranjeros…), los publicanos y los pecadores. Haciendo todo eso, con demasiada frecuencia, como lo hizo Jesús: precisamente cuando y como lo prohibía la religión. De ahí, el conflicto y los constantes enfrentamientos, que terminaron por llevar a Jesús al juicio, a la condena y a la muerte cruel de un subversivo. Que eso fue la cruz.
De ahí, la pregunta capital que nos hacemos hoy: ¿es el cristianismo una religión? Como religión se ha vivido durante siglos. Pero, ¿fue así en su origen?
Mucha gente no se imagina que la palabra “religión”, que designa el servicio sagrado, aparece solo cuatro veces en el Nuevo Testamento. Como referida a los creyentes en Jesús, aparece únicamente dos veces, en la carta de Santiago (1,26-27), que se aplica a la “religión de los cristianos”. Para decirnos que “religión pura y sin tacha a los ojos de Dios Padre, es visitar (para dar consuelo y alivio) a huérfanos y viudas en sus apuros y no dejarse contaminar por el mundo”.
En el cristianismo naciente se evitó el vocabulario que caracteriza a los “hombres de la religión” porque, como bien se ha dicho, “la causa y la consecuencia de este hecho (la ausencia de vocabulario sagrado o religioso) son idénticas: el cristianismo, fundamentalmente, no exige un comportamiento cultual especial”. Por eso, cuando Pablo se dirige al romano Agripa, pero incluyendo al judío Festo, le dice: “He vivido con arreglo a la tendencia más rigurosa de nuestra religión” (Hech 26, 5). Pablo obviamente se refería a la religión judía en la que había sido “fariseo”, como asegura el mismo Pablo (l. c.).
No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos como la penitencia o el matrimonio. No pasa nada. Porque, si nos enteramos, de veras, de lo que es el cristianismo, empezaremos a tomar en serio – y con todas sus consecuencias – que el centro de nuestra fe y el camino de los cristianos, para buscar a Dios, es el Evangelio, el proyecto de vida que, con su forma de vivir, nos enseñó y nos marcó Jesús.
Lo que ocurre, según creo, es que esto nos asusta. Porque la religión nos ofrece muchas seguridades: tranquiliza conciencias (que tienen motivos para sentirse inquietas), da prestigio, refuerza intereses políticos, tiene sus ventajas económicas, legitima el sistema dominante, fomenta el turismo y hasta sirve para lucirse en festejos lustrosos. Y es verdad que la religión ha hecho santos. Sí, los ha hecho. Pero no olvidemos que los santos de verdad vivieron de acuerdo con el Evangelio. Como tampoco debemos olvidar que “la experiencia religiosa de todos nosotros ya no es de fiar, porque (como te descuides) nos remite a la falsa religión . Y, la verdad, ya estamos hartos de engaños religiosos.
José María Castillo
JOSÉ MARÍA CASTILLO: » YA ESTAMOS HARTOS DE LOS ENGAÑOS RELIGIOSOS»
No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos. El cristianismo no es una religión… El centro de nuestra fe es el Evangelio.
Estamos viviendo un hecho patente: los países tradicionalmente más cristianos, a medida que se van desarrollando y son cada día países más industrializados y más ricos, son también cada día países menos religiosos. Por eso se puede (y se suele) decir que la religión cristiana ha entrado en crisis. Una crisis incontenible y creciente. ¿Qué podemos pensar y hacer en esta situación?
Lo que tenemos que hacer los cristianos es vivir de acuerdo con el Evangelio de Jesús. Teniendo en cuenta que, si hacemos eso, nos va a ocurrir lo que le ocurrió a Jesús. A saber: nuestra relación con Dios no se realizará mediante el templo, los sacerdotes y sus ceremonias, sino viviendo (en la medida de lo posible) como vivió Jesús: con su misma espiritualidad y llevando una vida que contagia honradez, bondad y generosidad. Para estar con los que sufren, los que menos pintan en la vida (mujeres, niños, extranjeros…), los publicanos y los pecadores. Haciendo todo eso, con demasiada frecuencia, como lo hizo Jesús: precisamente cuando y como lo prohibía la religión. De ahí, el conflicto y los constantes enfrentamientos, que terminaron por llevar a Jesús al juicio, a la condena y a la muerte cruel de un subversivo. Que eso fue la cruz.
De ahí, la pregunta capital que nos hacemos hoy: ¿es el cristianismo una religión? Como religión se ha vivido durante siglos. Pero, ¿fue así en su origen?
Mucha gente no se imagina que la palabra “religión”, que designa el servicio sagrado, aparece solo cuatro veces en el Nuevo Testamento. Como referida a los creyentes en Jesús, aparece únicamente dos veces, en la carta de Santiago (1,26-27), que se aplica a la “religión de los cristianos”. Para decirnos que “religión pura y sin tacha a los ojos de Dios Padre, es visitar (para dar consuelo y alivio) a huérfanos y viudas en sus apuros y no dejarse contaminar por el mundo”.
En el cristianismo naciente se evitó el vocabulario que caracteriza a los “hombres de la religión” porque, como bien se ha dicho, “la causa y la consecuencia de este hecho (la ausencia de vocabulario sagrado o religioso) son idénticas: el cristianismo, fundamentalmente, no exige un comportamiento cultual especial”. Por eso, cuando Pablo se dirige al romano Agripa, pero incluyendo al judío Festo, le dice: “He vivido con arreglo a la tendencia más rigurosa de nuestra religión” (Hech 26, 5). Pablo obviamente se refería a la religión judía en la que había sido “fariseo”, como asegura el mismo Pablo (l. c.).
No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos como la penitencia o el matrimonio. No pasa nada. Porque, si nos enteramos, de veras, de lo que es el cristianismo, empezaremos a tomar en serio – y con todas sus consecuencias – que el centro de nuestra fe y el camino de los cristianos, para buscar a Dios, es el Evangelio, el proyecto de vida que, con su forma de vivir, nos enseñó y nos marcó Jesús.
Lo que ocurre, según creo, es que esto nos asusta. Porque la religión nos ofrece muchas seguridades: tranquiliza conciencias (que tienen motivos para sentirse inquietas), da prestigio, refuerza intereses políticos, tiene sus ventajas económicas, legitima el sistema dominante, fomenta el turismo y hasta sirve para lucirse en festejos lustrosos. Y es verdad que la religión ha hecho santos. Sí, los ha hecho. Pero no olvidemos que los santos de verdad vivieron de acuerdo con el Evangelio. Como tampoco debemos olvidar que “la experiencia religiosa de todos nosotros ya no es de fiar, porque (como te descuides) nos remite a la falsa religión . Y, la verdad, ya estamos hartos de engaños religiosos.
José María Castillo
JOSÉ MARÍA CASTILLO: » YA ESTAMOS HARTOS DE LOS ENGAÑOS RELIGIOSOS»
No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos. El cristianismo no es una religión… El centro de nuestra fe es el Evangelio.
Estamos viviendo un hecho patente: los países tradicionalmente más cristianos, a medida que se van desarrollando y son cada día países más industrializados y más ricos, son también cada día países menos religiosos. Por eso se puede (y se suele) decir que la religión cristiana ha entrado en crisis. Una crisis incontenible y creciente. ¿Qué podemos pensar y hacer en esta situación?
Lo que tenemos que hacer los cristianos es vivir de acuerdo con el Evangelio de Jesús. Teniendo en cuenta que, si hacemos eso, nos va a ocurrir lo que le ocurrió a Jesús. A saber: nuestra relación con Dios no se realizará mediante el templo, los sacerdotes y sus ceremonias, sino viviendo (en la medida de lo posible) como vivió Jesús: con su misma espiritualidad y llevando una vida que contagia honradez, bondad y generosidad. Para estar con los que sufren, los que menos pintan en la vida (mujeres, niños, extranjeros…), los publicanos y los pecadores. Haciendo todo eso, con demasiada frecuencia, como lo hizo Jesús: precisamente cuando y como lo prohibía la religión. De ahí, el conflicto y los constantes enfrentamientos, que terminaron por llevar a Jesús al juicio, a la condena y a la muerte cruel de un subversivo. Que eso fue la cruz.
De ahí, la pregunta capital que nos hacemos hoy: ¿es el cristianismo una religión? Como religión se ha vivido durante siglos. Pero, ¿fue así en su origen?
Mucha gente no se imagina que la palabra “religión”, que designa el servicio sagrado, aparece solo cuatro veces en el Nuevo Testamento. Como referida a los creyentes en Jesús, aparece únicamente dos veces, en la carta de Santiago (1,26-27), que se aplica a la “religión de los cristianos”. Para decirnos que “religión pura y sin tacha a los ojos de Dios Padre, es visitar (para dar consuelo y alivio) a huérfanos y viudas en sus apuros y no dejarse contaminar por el mundo”.
En el cristianismo naciente se evitó el vocabulario que caracteriza a los “hombres de la religión” porque, como bien se ha dicho, “la causa y la consecuencia de este hecho (la ausencia de vocabulario sagrado o religioso) son idénticas: el cristianismo, fundamentalmente, no exige un comportamiento cultual especial”. Por eso, cuando Pablo se dirige al romano Agripa, pero incluyendo al judío Festo, le dice: “He vivido con arreglo a la tendencia más rigurosa de nuestra religión” (Hech 26, 5). Pablo obviamente se refería a la religión judía en la que había sido “fariseo”, como asegura el mismo Pablo (l. c.).
No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos como la penitencia o el matrimonio. No pasa nada. Porque, si nos enteramos, de veras, de lo que es el cristianismo, empezaremos a tomar en serio – y con todas sus consecuencias – que el centro de nuestra fe y el camino de los cristianos, para buscar a Dios, es el Evangelio, el proyecto de vida que, con su forma de vivir, nos enseñó y nos marcó Jesús.
Lo que ocurre, según creo, es que esto nos asusta. Porque la religión nos ofrece muchas seguridades: tranquiliza conciencias (que tienen motivos para sentirse inquietas), da prestigio, refuerza intereses políticos, tiene sus ventajas económicas, legitima el sistema dominante, fomenta el turismo y hasta sirve para lucirse en festejos lustrosos. Y es verdad que la religión ha hecho santos. Sí, los ha hecho. Pero no olvidemos que los santos de verdad vivieron de acuerdo con el Evangelio. Como tampoco debemos olvidar que “la experiencia religiosa de todos nosotros ya no es de fiar, porque (como te descuides) nos remite a la falsa religión . Y, la verdad, ya estamos hartos de engaños religiosos.
José María Castillo
JOSÉ MARÍA CASTILLO: » YA ESTAMOS HARTOS DE LOS ENGAÑOS RELIGIOSOS»
No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos. El cristianismo no es una religión… El centro de nuestra fe es el Evangelio.
Estamos viviendo un hecho patente: los países tradicionalmente más cristianos, a medida que se van desarrollando y son cada día países más industrializados y más ricos, son también cada día países menos religiosos. Por eso se puede (y se suele) decir que la religión cristiana ha entrado en crisis. Una crisis incontenible y creciente. ¿Qué podemos pensar y hacer en esta situación?
Lo que tenemos que hacer los cristianos es vivir de acuerdo con el Evangelio de Jesús. Teniendo en cuenta que, si hacemos eso, nos va a ocurrir lo que le ocurrió a Jesús. A saber: nuestra relación con Dios no se realizará mediante el templo, los sacerdotes y sus ceremonias, sino viviendo (en la medida de lo posible) como vivió Jesús: con su misma espiritualidad y llevando una vida que contagia honradez, bondad y generosidad. Para estar con los que sufren, los que menos pintan en la vida (mujeres, niños, extranjeros…), los publicanos y los pecadores. Haciendo todo eso, con demasiada frecuencia, como lo hizo Jesús: precisamente cuando y como lo prohibía la religión. De ahí, el conflicto y los constantes enfrentamientos, que terminaron por llevar a Jesús al juicio, a la condena y a la muerte cruel de un subversivo. Que eso fue la cruz.
De ahí, la pregunta capital que nos hacemos hoy: ¿es el cristianismo una religión? Como religión se ha vivido durante siglos. Pero, ¿fue así en su origen?
Mucha gente no se imagina que la palabra “religión”, que designa el servicio sagrado, aparece solo cuatro veces en el Nuevo Testamento. Como referida a los creyentes en Jesús, aparece únicamente dos veces, en la carta de Santiago (1,26-27), que se aplica a la “religión de los cristianos”. Para decirnos que “religión pura y sin tacha a los ojos de Dios Padre, es visitar (para dar consuelo y alivio) a huérfanos y viudas en sus apuros y no dejarse contaminar por el mundo”.
En el cristianismo naciente se evitó el vocabulario que caracteriza a los “hombres de la religión” porque, como bien se ha dicho, “la causa y la consecuencia de este hecho (la ausencia de vocabulario sagrado o religioso) son idénticas: el cristianismo, fundamentalmente, no exige un comportamiento cultual especial”. Por eso, cuando Pablo se dirige al romano Agripa, pero incluyendo al judío Festo, le dice: “He vivido con arreglo a la tendencia más rigurosa de nuestra religión” (Hech 26, 5). Pablo obviamente se refería a la religión judía en la que había sido “fariseo”, como asegura el mismo Pablo (l. c.).
No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos como la penitencia o el matrimonio. No pasa nada. Porque, si nos enteramos, de veras, de lo que es el cristianismo, empezaremos a tomar en serio – y con todas sus consecuencias – que el centro de nuestra fe y el camino de los cristianos, para buscar a Dios, es el Evangelio, el proyecto de vida que, con su forma de vivir, nos enseñó y nos marcó Jesús.
Lo que ocurre, según creo, es que esto nos asusta. Porque la religión nos ofrece muchas seguridades: tranquiliza conciencias (que tienen motivos para sentirse inquietas), da prestigio, refuerza intereses políticos, tiene sus ventajas económicas, legitima el sistema dominante, fomenta el turismo y hasta sirve para lucirse en festejos lustrosos. Y es verdad que la religión ha hecho santos. Sí, los ha hecho. Pero no olvidemos que los santos de verdad vivieron de acuerdo con el Evangelio. Como tampoco debemos olvidar que “la experiencia religiosa de todos nosotros ya no es de fiar, porque (como te descuides) nos remite a la falsa religión . Y, la verdad, ya estamos hartos de engaños religiosos.
José María Castillo
JOSÉ MARÍA CASTILLO: » YA ESTAMOS HARTOS DE LOS ENGAÑOS RELIGIOSOS»
No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos. El cristianismo no es una religión… El centro de nuestra fe es el Evangelio.
Estamos viviendo un hecho patente: los países tradicionalmente más cristianos, a medida que se van desarrollando y son cada día países más industrializados y más ricos, son también cada día países menos religiosos. Por eso se puede (y se suele) decir que la religión cristiana ha entrado en crisis. Una crisis incontenible y creciente. ¿Qué podemos pensar y hacer en esta situación?
Lo que tenemos que hacer los cristianos es vivir de acuerdo con el Evangelio de Jesús. Teniendo en cuenta que, si hacemos eso, nos va a ocurrir lo que le ocurrió a Jesús. A saber: nuestra relación con Dios no se realizará mediante el templo, los sacerdotes y sus ceremonias, sino viviendo (en la medida de lo posible) como vivió Jesús: con su misma espiritualidad y llevando una vida que contagia honradez, bondad y generosidad. Para estar con los que sufren, los que menos pintan en la vida (mujeres, niños, extranjeros…), los publicanos y los pecadores. Haciendo todo eso, con demasiada frecuencia, como lo hizo Jesús: precisamente cuando y como lo prohibía la religión. De ahí, el conflicto y los constantes enfrentamientos, que terminaron por llevar a Jesús al juicio, a la condena y a la muerte cruel de un subversivo. Que eso fue la cruz.
De ahí, la pregunta capital que nos hacemos hoy: ¿es el cristianismo una religión? Como religión se ha vivido durante siglos. Pero, ¿fue así en su origen?
Mucha gente no se imagina que la palabra “religión”, que designa el servicio sagrado, aparece solo cuatro veces en el Nuevo Testamento. Como referida a los creyentes en Jesús, aparece únicamente dos veces, en la carta de Santiago (1,26-27), que se aplica a la “religión de los cristianos”. Para decirnos que “religión pura y sin tacha a los ojos de Dios Padre, es visitar (para dar consuelo y alivio) a huérfanos y viudas en sus apuros y no dejarse contaminar por el mundo”.
En el cristianismo naciente se evitó el vocabulario que caracteriza a los “hombres de la religión” porque, como bien se ha dicho, “la causa y la consecuencia de este hecho (la ausencia de vocabulario sagrado o religioso) son idénticas: el cristianismo, fundamentalmente, no exige un comportamiento cultual especial”. Por eso, cuando Pablo se dirige al romano Agripa, pero incluyendo al judío Festo, le dice: “He vivido con arreglo a la tendencia más rigurosa de nuestra religión” (Hech 26, 5). Pablo obviamente se refería a la religión judía en la que había sido “fariseo”, como asegura el mismo Pablo (l. c.).
No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos como la penitencia o el matrimonio. No pasa nada. Porque, si nos enteramos, de veras, de lo que es el cristianismo, empezaremos a tomar en serio – y con todas sus consecuencias – que el centro de nuestra fe y el camino de los cristianos, para buscar a Dios, es el Evangelio, el proyecto de vida que, con su forma de vivir, nos enseñó y nos marcó Jesús.
Lo que ocurre, según creo, es que esto nos asusta. Porque la religión nos ofrece muchas seguridades: tranquiliza conciencias (que tienen motivos para sentirse inquietas), da prestigio, refuerza intereses políticos, tiene sus ventajas económicas, legitima el sistema dominante, fomenta el turismo y hasta sirve para lucirse en festejos lustrosos. Y es verdad que la religión ha hecho santos. Sí, los ha hecho. Pero no olvidemos que los santos de verdad vivieron de acuerdo con el Evangelio. Como tampoco debemos olvidar que “la experiencia religiosa de todos nosotros ya no es de fiar, porque (como te descuides) nos remite a la falsa religión . Y, la verdad, ya estamos hartos de engaños religiosos.
José María Castillo
JOSÉ MARÍA CASTILLO: » YA ESTAMOS HARTOS DE LOS ENGAÑOS RELIGIOSOS»
No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos. El cristianismo no es una religión… El centro de nuestra fe es el Evangelio.
Estamos viviendo un hecho patente: los países tradicionalmente más cristianos, a medida que se van desarrollando y son cada día países más industrializados y más ricos, son también cada día países menos religiosos. Por eso se puede (y se suele) decir que la religión cristiana ha entrado en crisis. Una crisis incontenible y creciente. ¿Qué podemos pensar y hacer en esta situación?
Lo que tenemos que hacer los cristianos es vivir de acuerdo con el Evangelio de Jesús. Teniendo en cuenta que, si hacemos eso, nos va a ocurrir lo que le ocurrió a Jesús. A saber: nuestra relación con Dios no se realizará mediante el templo, los sacerdotes y sus ceremonias, sino viviendo (en la medida de lo posible) como vivió Jesús: con su misma espiritualidad y llevando una vida que contagia honradez, bondad y generosidad. Para estar con los que sufren, los que menos pintan en la vida (mujeres, niños, extranjeros…), los publicanos y los pecadores. Haciendo todo eso, con demasiada frecuencia, como lo hizo Jesús: precisamente cuando y como lo prohibía la religión. De ahí, el conflicto y los constantes enfrentamientos, que terminaron por llevar a Jesús al juicio, a la condena y a la muerte cruel de un subversivo. Que eso fue la cruz.
De ahí, la pregunta capital que nos hacemos hoy: ¿es el cristianismo una religión? Como religión se ha vivido durante siglos. Pero, ¿fue así en su origen?
Mucha gente no se imagina que la palabra “religión”, que designa el servicio sagrado, aparece solo cuatro veces en el Nuevo Testamento. Como referida a los creyentes en Jesús, aparece únicamente dos veces, en la carta de Santiago (1,26-27), que se aplica a la “religión de los cristianos”. Para decirnos que “religión pura y sin tacha a los ojos de Dios Padre, es visitar (para dar consuelo y alivio) a huérfanos y viudas en sus apuros y no dejarse contaminar por el mundo”.
En el cristianismo naciente se evitó el vocabulario que caracteriza a los “hombres de la religión” porque, como bien se ha dicho, “la causa y la consecuencia de este hecho (la ausencia de vocabulario sagrado o religioso) son idénticas: el cristianismo, fundamentalmente, no exige un comportamiento cultual especial”. Por eso, cuando Pablo se dirige al romano Agripa, pero incluyendo al judío Festo, le dice: “He vivido con arreglo a la tendencia más rigurosa de nuestra religión” (Hech 26, 5). Pablo obviamente se refería a la religión judía en la que había sido “fariseo”, como asegura el mismo Pablo (l. c.).
No nos angustiemos si la religión se debilita y se hunde. No nos preocupemos por la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de sacramentos como la penitencia o el matrimonio. No pasa nada. Porque, si nos enteramos, de veras, de lo que es el cristianismo, empezaremos a tomar en serio – y con todas sus consecuencias – que el centro de nuestra fe y el camino de los cristianos, para buscar a Dios, es el Evangelio, el proyecto de vida que, con su forma de vivir, nos enseñó y nos marcó Jesús.
Lo que ocurre, según creo, es que esto nos asusta. Porque la religión nos ofrece muchas seguridades: tranquiliza conciencias (que tienen motivos para sentirse inquietas), da prestigio, refuerza intereses políticos, tiene sus ventajas económicas, legitima el sistema dominante, fomenta el turismo y hasta sirve para lucirse en festejos lustrosos. Y es verdad que la religión ha hecho santos. Sí, los ha hecho. Pero no olvidemos que los santos de verdad vivieron de acuerdo con el Evangelio. Como tampoco debemos olvidar que “la experiencia religiosa de todos nosotros ya no es de fiar, porque (como te descuides) nos remite a la falsa religión . Y, la verdad, ya estamos hartos de engaños religiosos.
Enlace Judío México – Estamos en el mes de adar alef, poco a poco se va acercando la festividad de Purim en dónde celebramos haber sido salvados de la destrucción persa en épocas de Esther y Mordejai.
En esta fiesta leemos la Meguilá de Esther (el libro de Esther) en el que como es de suponerse la Reina Esther es una figura central. Ella y su tío Mordejai salvaron del exterminio a los judíos convenciendo al rey rey Asuero que anulara un decreto fatídico. El Talmud y algunos midrashim (relatos de la tradición oral) narran características poco conocidas de esta reina. A continuación mencionamos cinco de las principales. Esperamos les guste.
1) Su nombre originalmente era Hadasa
El nombre hebreo de Esther es Hadasa, mientras que su nombre persa era Esther. El Talmud nos habla de ambos nombres y sus diferentes implicaciones.
¿Por qué se llamaba Esther? El Talmud explica: “Rab. Yehuda dice [que es] porque escondió sus palabras, como está escrito en el verso Esther no reveló su origen, Rab. Nejamia dice Esther es llamada así por ‘estahar’ que significa luna (porque ella fue hermosa como la luna brillante).”
El Talmud relata: “Rab. Meir pregunta ¿Por qué Esther recibió el nombre de Hadasa? Fue llamada así como los justos, que son llamados hadas (mirtos)”
Además podemos encontrar de Esther en la Torá cuando dice “Esconderé mi cara (astir panai)”
2) SU BELLEZA ES MOTIVO DE DISCUSIÓN PARA LOS SABIOS
El Talmud discute la belleza de Esther. Una opinión dice que estaba entre las cuatro mujeres más bellas de este mundo junto con Sara, Abigail y Rajav. Otra opinión dice que no era ni alta, ni baja, simplemente de una belleza promedio y una tercera opinión afirma que muy por el contrario, Esther no era en absoluto bella y D-os le dio un aura de carisma para que se ganara siempre el favor de las personas frente a sus ojos.
3) HUBO MOMENTOS EN QUE LA PRESENCIA DIVINA LA ACOMPAÑÓ.
Cuando Esther se acercó a la alcoba del rey Asuero tuvo el mérito de que la Presencia Divina descansara en ella, como está escrito: “y fue en el tercer día que Esther se adornó con realeza.” No dice que se adornó con vestimentas reales, sino que se adornó con realeza en referencia al espíritu divino.
En cuanto a los milagros, cuando el rey Asuero vio a Esther entrar a sus aposentos sin permiso, un gran milagro ocurrió. “Rab Yojanan dijo: tres ángeles llegaron en ese momento, uno levantó su cuello, otro le dio un aura de carisma y el tercero alargó el cetro real hacia ella.”
4) ERA MAYOR A 40 AÑOS CUANDO SUCEDE LA HISTORIA
Existen tres opiniones en el midrash sobre la edad que tenía Esther al convertirse en reina: “Rav dice que tenía 40, Shmuel dice que 80 y los rabinos dicen que 75”.
5) SU ATRIBUTO MÁS PRECIADO ERA EL SILENCIO
El verso “Esther no reveló su nación” nos enseña que guardó silencio al igual que sus ancestros. Raquel vio los regalos nupciales que le pertenecían en las manos de Lea y guardó silencio, Benjamín vio a Yosef siendo vendido y guardó silencio. La piedra de Benjamín en el pectoral del Sumo Sacerdote decía “Yashphe” que significa “Yesh pe” “tiene boca” pero guardó silencio. Gracias a la humildad del rey Saúl, Esther fue su descendiente.
En el corazón de Hamadán, antes Persia hoy Irán, se encuentra una estructura larga y esplendorosa que adorna la entrada de una cueva sepulcral. Dentro de la cueva se encuentran dos largas tumbas de madera cubiertas por una cortina. La tumba de la derecha se le atribuye a la Reina Esther y tiene una leyenda que dice: “En este féretro, Esther la justa fue enterrada,” mientras que la tumba de la izquierda pertenece a Mordejai y dice: “Este es el arco sagrado de Mordejai el justo.”
Entre las dos lápidas se encuentra una roca que cubre un gran hoyo; de acuerdo a la tradición el orificio nos lleva a Jerusalén.
“De acuerdo a nuestra tradición,” nos dice el nativo Yonah Azian, “nuestra ciudad Hamadán era la capital de lo que antes se llamaba Sushan [lugar en el que ocurre la historia de Purim]. Mordejai y Esther fueron enterrados aquí a la entrada de un pozo con un túnel que lleva a Jerusalén.” Creemos que cuando llegue el Mesías la diáspora de Hamadán emigrara al Monte del Templo a través de este túnel.
Éste era un sitio de peregrinaje para los judíos de Persia, especialmente alrededor de la festividad de Purim en la que decenas de miles de judíos se reunían para leer el Libro de Esther. “La gente habla de los muchos milagros que ocurrieron aquí” dijo Yona, “hemos visto gran salvación y muchas de las plegarias fueron contestadas.”
Alrededor del siglo XV se construyó una estructura de ladrillos que sostiene una torre redonda encima de la cueva. Dicha estructura contiene un cuarto pequeño, antes usado para rezar y un gran salón que se empleaba para celebrar Bar Mitzvas, circuncisiones, y la recitación del Libro de Esther.
Las paredes que rodean las tumbas están decoradas con versos del Tanaj (Biblia judía) y el Libro de Esther. Las autoridades iraníes han declarado al sitio herencia nacional, y lo protegen con medidas de seguridad estrictas, ya que es un sitio también sagrado para los musulmanes. Hasta el día de hoy los pocos judíos iraníes que aún quedan se reúnen ahí.
Sin embargo, hay quienes argumentan que Hamadán no es Shushan, la capital del Rey Asuero; también existe otra tradición que sitúa a la tumba de Esther y Mordejai en Galilea (Norte de Israel). Rab Menachem Hebroni documentó esta tradición en el siglo trece y dijo que las celebraciones de Purim eran conducidas ahí. El lugar se encuentra en el corazón de Horesh, en el Canal de Tzivon, cerca del kibutz de Baram. En una piedra larga entre las rocas de una montaña se lee una leyenda que dice: “El sitio sepulcral de Mordejai y Esther, que su mérito nos proteja.”
De acuerdo a esta tradición, Esther fue llevada a la tierra de Israel después de su muerte por su hijo Cirio quien la enterró ahí. Así que ¿dónde se encuentra la tumba de Esther? ¿Aquí en Israel o en la tierra lejana de Irán?
QUITO.- Eugenio Arellano (centro), presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, expresó el rechazo de la Iglesia católica a la autorización del matrimonio entre personas del mismo sexo. Gladys Rivadeneira
QUITO.- Rueda de prensa de los obispos católicos sobre matrimonio igualitario, encabezados por Eugenio Arellano, presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. API
QUITO.- Eugenio Arellano (centro), presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, expresó el rechazo de la Iglesia católica a la autorización del matrimonio entre personas del mismo sexo. Gladys Rivadeneira
QUITO.- Rueda de prensa de los obispos católicos sobre matrimonio igualitario, encabezados por Eugenio Arellano, presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. API
QUITO.- Eugenio Arellano (centro), presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, expresó el rechazo de la Iglesia católica a la autorización del matrimonio entre personas del mismo sexo. Gladys Rivadeneira
El histórico fallo del máximo tribunal modifica la Constitución y desafía a la Iglesia católica en un país históricamente conservador.
Eugenio Arellano, presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE), aseguró que dos de los nueve jueces que votaron (cinco a favor de la reforma constitucional) estaban impedidos de pronunciarse sobre el tema porque han sido abogados en estas causas.
A su criterio, la resolución de la Corte Constitucional (CC) «vulnera gravemente la seguridad jurídica del país y la supremacía constitucional». El principal de la Iglesia católica ecuatoriana consideró que la CC no está facultada para reformar la Constitución.
Al expresar su opinión disidente en el mismo fallo, los jueces que se opusieron sostuvieron que la «vía adecuada para reconocer el matrimonio igualitario es el procedimiento de reforma constitucional que le compete a la Asamblea Nacional».
La resolución de la CC desató el júbilo de grupos LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales) y activistas de derechos humanos en el sector de la plaza Foch, en el centro moderno de Quito, así como en Guayaquil.
En la Foch, varias decenas de personas ondeaban una gigante bandera arcoiris del movimiento LGBTI, mientras Pamela Troya y Gabriela Correa, quienes mantienen una relación de pareja desde hace una década, se unían simbólicamente en matrimonio.
Pero también generó la reacción en contra del sector conservador. La política de derecha Poly Ugarte estimó que el máximo tribunal «NO puede cambiar la Constitución, debe haber una reforma».
«Si quieren ideología de género, matrimonio igualitario o aborto, VAMOS a una consulta popular. Decisiones que afecten a nuestra vida y familia deben ser consultadas al pueblo», señaló la exdiputada y activista de la lucha contra el cáncer de mama a través de su cuenta en Twitter.
Decisión vinculante y obligatoria
«El pronunciamiento es obligatorio en el país porque las decisiones de la Corte Constitucional obligan a las autoridades ecuatorianas» a acatarlas, dijo a la AFP el constitucionalista Gustavo Medina.
La resolución «es vinculante y obligatoria», por lo que «tendrá que aplicarse en el país», enfatizó Medina, expresidente de la Suprema Corte de Justicia y exprocurador (abogado) del Estado. (I)
Reconoce a los jesuitas en Rumanía que «la Iglesia está herida por tensiones en su interior»
El Papa Francisco con jesuitas en Rumanía
«Nosotros sobre el problema matrimonial tenemos que salir de la casuística que nos engaña», insiste Francisco
«A veces sería más fácil decir: ‘se puede o no se puede’, o, también, ‘adelante, no hay problema’. ¡No! Hay que acompañar a las parejas»
13.06.2019 | Antonio Spadaro sj
(La Civiltà Cattolica).- Del 31 de mayo al 2 de junio Francisco realizó un viaje apostólico a Rumania, sobre el cual relatamos en este fascículo de nuestra revista. Al final del primer día, de regreso en la nunciatura, el papa fue recibido por veintidós jesuitas que trabajan en el país, con los cuales permaneció por cerca de una hora respondiendo a algunas preguntas en un clima familiar y distendido. Francisco llegó alrededor de las 20 h. Había sándwiches y bebidas para todos. El encuentro fue introducido por el P. Gianfranco Matarazzo, superior de la provincia euromediterránea de los jesuitas, que comprende Italia, Malta, Rumania y Albania. Sus interlocutores presentaron al papa las prioridades del proyecto apostólico de la provincia[1] y un proyecto de red académica y cultural que abarca sus cuatro territorios. En Rumania los jesuitas se dedican a los ejercicios y a la dirección espiritual, trabajan con los jóvenes y en el apostolado parroquial. Tienen también obras de carácter social ligadas al Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) y una asociación vinculada a los gitanos.
Junto al papa estaban presentes en el encuentro el asistente del padre general para Europa meridional, P. Joaquín Barrero, el delegado para Rumania, P. Michael Bugeja, y el superior, P. Henryk Urban. El delegado dirigió algunas palabras de saludo.
Dando inicio a la conversación, el papa dice:
Hagan preguntas… ¡Pelota al centro!
Toma la palabra el P. Marius Talos y dice: Aparte de las manifestaciones de aprecio, los jesuitas somos a veces objeto de críticas. ¿Cómo debemos comportarnos en tiempos difíciles? ¿Cómo permanecer al servicio de todos en momentos de turbulencia?
¿Qué hacer? Se requiere paciencia, se requiere hypomonē, es decir, hacerse cargo de los acontecimientos y de las circunstancias de la vida. Hay que llevar sobre los propios hombros el peso de la vida y de sus tensiones. Sabemos ya que hay que proceder con parresía y coraje. Son importantes. Sin embargo, hay tiempos en los que no se puede avanzar demasiado, y entonces hay que tener paciencia y dulzura.
Eso mismo hacía Pedro Fabro, el hombre del diálogo, de la escucha, de la cercanía, del camino.[2] El tiempo actual es más de Fabro que de Canisio,[3] quien, a diferencia de Fabro, era el hombre de la disputa. En un tiempo de críticas y de tensiones hay que hacer como Fabro, que trabajaba con la ayuda de los ángeles: le rogaba a su ángel que hablara con los ángeles de los otros para que hiciesen con ellos lo que nosotros no podemos hacer. Y, además, se requiere verdaderamente la cercanía, una cercanía mansa.
Hay que estar ante todo cerca del Señor con la oración, con el tiempo transcurrido frente al sagrario. Y después, la cercanía al pueblo de Dios en la vida cotidiana con las obras de caridad para curar las heridas.
Yo pienso la Iglesia como hospital de campaña. La Iglesia está muy herida, y hoy está también muy herida por tensiones en su interior. ¡Mansedumbre, hace falta mansedumbre! ¡Y de verdad hace falta valentía para ser mansos!
Pero hay que avanzar con la mansedumbre. Este no es el momento de convencer, de hacer discusiones. Si uno tiene una duda sincera sí, se puede dialogar, aclarar. Pero no responder a los ataques.
Hace mucho tiempo publiqué en Argentina un librito en el que presenté las cartas del general, P. Ricci,[4] en el momento de la persecución y de los sufrimientos de la Compañía. Se titula Las cartas de la tribulación. Los jesuitas de La Civiltà Cattolica han comenzado a estudiarlas considerando también las cartas que escribí al episcopado chileno y estadounidense. Ellos han publicado el volumen con estudios y comentarios.[5] Han hecho verdaderamente un buen trabajo.
Si leen el libro, verán que allí se dice qué se debe hacer en los momentos de tribulación a la luz de la tradición de la Compañía.
¿Qué hizo Jesús en el momento de la tribulación y del ensañamiento? No se ponía a litigar con los fariseos y saduceos, como había hecho antes cuando estos intentaban tenderle trampas. Jesús permaneció en silencio.
En el momento del ensañamiento no se puede hablar. Cuando hay persecución queda por vivir el testimonio y la cercanía amante en la oración, en la caridad y en la bondad. Se abraza la cruz.
El provincial pide al papa: «Háblenos de las consolaciones que lo están acompañando».
¡Me gusta ese lenguaje! No me preguntas qué podemos hacer aquí o allá. Me preguntas sobre las consolaciones y desolaciones. La anterior era una pregunta sobre las desolaciones; esta es una pregunta sobre las consolaciones.
El examen de conciencia debe dar cuenta de estos movimientos del alma. ¿Cuáles son las verdaderas consolaciones? Aquellas en las que se hace presente el paso del Señor. ¿Dónde encuentro yo las mayores consolaciones? En la oración el Señor se hace oír. Y luego las encuentro con el pueblo de Dios. En particular, con los enfermos y con los viejecitos, que son un tesoro. ¡Id a visitar a los ancianos! Y luego con los jóvenes, que son inquietos y buscan testimonios verdaderos.
El pueblo de Dios comprende las cosas mejor que nosotros. El pueblo de Dios tiene un sentido, el sensus fidei que te corrige la línea y te pone en el recto camino. ¡Pero tenéis que oír las cosas que me dice la gente cuando me encuentro con ella en las audiencias! Tienen olfato para entender las situaciones.
Os contaré una anécdota. A mí me gusta detenerme con los niños y los ancianos. Una vez, había una anciana. Tenía los ojos preciosos, brillantes. Yo le pregunté: «¿Cuántos años tiene?». «Ochenta y siete», me respondió. «Pero ¿qué come para estar tan bien? Deme la receta», le dije. «¡De todo! —me respondió— y los ravioles los hago yo misma». Le dije, entonces: «¡Señora, rece por mí!». Ella me respondió: «Todos los días rezo por usted». Y yo, para bromear, le pregunté: «Dígame la verdad: ¿por mí o contra mí?». «¡Pero, por supuesto: rezo por usted! Muchos otros dentro de la Iglesia rezan en contra de usted».
La verdadera resistencia no está en el pueblo de Dios, que se siente de verdad pueblo. Lo escribí en Evangelii gaudium. Ahí lo tienen: yo encuentro consolaciones en el pueblo de Dios. Y también el pueblo de Dios es un verdadero papel tornasol: si se está de veras con el pueblo de Dios se comprende si las cosas van bien o no.
Otra anécdota. Yo había hecho una promesa a Nuestra Señora del Milagro por las vocaciones a la Compañía. Iba cada año a ese santuario en el norte de Argentina. Allí hay siempre mucha gente. Un día, después de la misa, mientras salía con otro sacerdote, se acerca una señora sencilla, del pueblo, no «ilustrada». Llevaba consigo estampitas y crucifijos. Y le pidió al otro sacerdote: «Padre, ¿me bendice?». Él, que es un buen teólogo, respondió: «Pero, ¿usted estuvo en la misa?». Ella respondió: «Sí, padrecito». Entonces él preguntó: «¿Usted sabe que la bendición final bendice todo?». La señora: «Sí, padrecito». El padre: «¿Y sabe que el sacrificio de Cristo se renueva en la misa?». Ella: «Sí, padrecito». Él: «¿Y sabe que quien sale de la misa lleva todo bendecido?». Él: «Sí, padrecito». En ese momento salía otro sacerdote, y el «padrecito» se dio la vuelta para saludarlo. En ese momento, la señora se dirigió de repente a mí y me dijo: «Padre, ¿me bendice?». Ahí está. ¿Veis? La señora había aceptado toda la teología, pero quería esa bendición. ¡La sabiduría del pueblo de Dios! ¡Lo concreto! Vosotros diréis: pero podría ser superstición. Sí, algunas veces alguien puede ser supersticioso. Pero lo que importa es que el pueblo de Dios es concreto.
En el pueblo de Dios encontramos lo concreto de la vida, de las verdaderas cuestiones, del apostolado, de las cosas que tenemos que hacer. El pueblo ama y odia como se debe amar y odiar. Es concreto.
Un jesuita húngaro, el P. Mihály Orbán, pregunta. «En esta región tenemos una parroquia con alemanes, húngaros, rumanos y greco-católicos. Quiero hablarle de un problema que tiene que ver con la familia: la nulidad de los matrimonios. Es difícil gestionar los procesos de nulidad. No se llega nunca al final. Sé que usted habló de esto con los obispos italianos, pero ¿qué hacer? Me parece que muchos viven sin poder llegar al final del proceso. Los tribunales no funcionan.
Sí. También el papa Benedicto habló de eso. Tres veces, si lo recuerdo bien. Hay matrimonios nulos por falta de fe. Luego, a veces el matrimonio no es nulo, pero no se desarrolla bien por inmadurez psicológica.
En algunos casos el matrimonio es válido, pero a veces es mejor que los dos se separen por el bien de los hijos.
El peligro en el que corremos el riesgo de caer será siempre la casuística. Cuando comenzó el Sínodo sobre la familia, algunos dijeron: ahí está, el papa convoca un Sínodo para dar la comunión a los divorciados. ¡Y siguen todavía hoy! En realidad, el Sínodo recorrió un camino en la moral matrimonial, pasando de la casuística de la escolástica decadente a la verdadera moral de santo Tomás. El punto en el que en Amoris laetitia se habla de integración de los divorciados abriendo eventualmente a la posibilidad de los sacramentos fue hecho según la moral más clásica de santo Tomás, la más ortodoxa, no la casuística decadente del «se puede o no se puede».
Pero nosotros sobre el problema matrimonial tenemos que salir de la casuística que nos engaña. A veces sería más fácil decir: «se puede o no se puede», o, también, «adelante, no hay problema». ¡No! Hay que acompañar a las parejas.
Hay experiencias muy buenas. Esto es muy importante. Pero hacen falta los tribunales diocesanos. Y he pedido que se haga el proceso breve. Sé que en algunas realidades no funcionan. Y hay demasiado pocos tribunales diocesanos. ¡Que el Señor nos ayude!
El P. Vasile Tofane plantea una pregunta: «La Iglesia greco-católica ha tenido un papel muy importante en nuestro país. Sin embargo, algunos dicen que esta Iglesia ha agotado su papel histórico y que los fieles deberían escoger entre entrar en la Iglesia latina o hacerlo en la ortodoxa. Ahora bien, usted va a beatificar a siete obispos mártires. Esto me hace comprender que esta Iglesia tiene un futuro. ¿Qué piensa al respecto?
Mi posición es la de san Juan Pablo II. La Iglesia respira con dos pulmones. Y el pulmón oriental puede ser ortodoxo o católico. El statu quo debe mantenerse. Hay toda una cultura y una vida pastoral que debe ser preservada y custodiada. Pero hoy el camino ya no es el uniatismo. Más aún: diría que hoy no es lícito. Sin embargo, en el momento actual hay que respetar la situación y ayudar a los obispos greco-católicos a trabajar con los fieles.
Interviene el P. Lucian Budau: «Soy párroco en Statu Mare, en el norte del país. Tenemos la parroquia en la ciudad y, además, hay dos pueblos casi en el bosque. Lo que más daño me hace es la indiferencia.
Una de las grandes tentaciones de hoy es la indiferencia. Vivimos la tentación de la indiferencia, que es una forma más moderna de paganismo. En la indiferencia todo está centrado en el yo. No hay capacidad de tomar posición sobre lo que sucede.
Uno de los fotógrafos de L’Osservatore Romano, un artista, hizo una foto titulada Indiferencia. En la imagen se ve a una señora muy bien vestida, con un abrigo de piel y un hermoso sombrero, que en una noche de invierno sale de un restaurante de lujo. Junto a ella aparece en la foto una mujer en el suelo que pide limosna. Pero la señora mira para otro lado.
Esa fotografía me ha hecho pensar mucho. Es lo que nosotros en español llamamos «calma chicha». ¿Cómo lo decís vosotros en italiano? Calma piatta. San Ignacio dice que si hay indiferencia y no hay ni consolaciones ni desolaciones las cosas no van bien. Si nada se mueve, hay que fijarse qué sucede. Y también a nosotros nos hará bien abrir los ojos sobre la realidad y mirar qué sucede. Gracias por tu pregunta: significa que no eres indiferente.
Volvamos a los Ejercicios espirituales y procuremos comprender por qué vivimos una indiferencia interior sin consolaciones ni desolaciones. ¿Por qué hay indiferencia en esa parroquia o en aquella situación? ¿Cómo puedo ayudar a agitar las aguas?
La indiferencia es una forma de cultura de la mundanidad espiritual. Pero ¡atención! No hay que confundirla con la que para san Ignacio es una indiferencia buena. La indiferencia buena es la que hay que tener frente a elecciones de vida y que no nos venzan pasiones fuertes, pero pasajeras y volátiles, que nos confunden. Hay dos indiferencias diversas: la buena y la mala.
A mí me preocupa la cultura de la indiferencia mala, donde todo es calma chicha, donde no se reacciona a la historia, donde no se ríe y no se llora. Una comunidad que no sabe reír y no sabe llorar no tiene horizontes. Está encerrada entre los muros de la indiferencia.
Dado el horario, el provincial interviene diciendo que, tal vez, se podría concluir el encuentro, pero Francisco pide que se le haga todavía una pregunta más. Interviene el P. Florin Silaghi: «No sé si es una pregunta: siento que estamos en una Iglesia que tiene un vestido muy variopinto. Nosotros, los jesuitas, somos un reflejo de esta Iglesia. ¿Qué piensa de esta diversidad? ¿Cómo gestionarla?
Que un jesuita sea diferente del otro es una gracia. Significa que la Compañía no anula las personalidades. La pregunta es, después, cómo se gestiona esta diversidad comunitariamente. Debemos tener unidad de corazones, de espíritu. Lo importante es el diálogo comunitario y la discusión fraterna que se prepara con la oración.
Agradezcamos a Dios por ser diversos. Sí, a veces la diversidad es ideológica, y esta hay que combatirla. Cuando es fruto de tomas de posición ideológicas cerradas, la diversidad no sirve. La diversidad buena es la que el Señor nos ha dado y que nos hace crecer. Pero las dificultades no deben bloquearnos nunca. Hay que seguir avanzando siempre. La paz la encontraremos después más allá…
De ese modo concluyó el encuentro. El superior de Rumania saludó a Francisco y le obsequió un icono. El P. Marius Talos, en nombre del Servicio Jesuita a Refugiados, le regaló una pintura titulada «Manos de esperanza», obra de Elena Andrei, que realizó varios talleres con mujeres refugiadas y migrantes. Esta representa las manos del papa en oración circundadas por manos de refugiados. El papa invitó después a todos a rezar el avemaría. Antes de la despedida, se tomó una foto de grupo.
[1] Formación ignaciana, transmisión de la fe a las nuevas generaciones, construcción de comunidades apostólicas, ecología integral en escucha de los pobres.
[2] Pedro Fabro (Pierre Favre [Villaret, Saboya, 1506 – Roma, 1547]) fue canonizado por Francisco. Pertenecía al grupo de los estudiantes de Teología que dieron origen a la Compañía de Jesús. Tras llegar a París para cursar sus estudios, le tocó compartir habitación con Ignacio de Loyola y Francisco Javier. Fue invitado a restablecer la paz en lugares de conflicto, primeramente, en Italia, donde la población de Parma se había rebelado contra los excesos de un cardenal que la gobernaba. Después, en Alemania y en los Países Bajos, para buscar una mediación con la naciente Reforma protestante. Por último, en España, donde el rápido desarrollo de la Compañía de Jesús no se realizó sin tensiones e incomprensiones. Muchos de los que entraron en contacto con él experimentaron profundas conversiones y algunos de ellos, como Pedro Canisio y Francisco de Borja, llegaron a ser también jesuitas. Cf. A. Spadaro (ed.), Pietro Favre. Servitore della consolazione, Milán, Àncora, 2013.
[3] Pedro Canisio (Pieter Kanis) es el primer jesuita holandés. Nació el 8 de mayo de 1521 en Nimega (Holanda) y murió el 21 de diciembre de 1597 en Friburgo (Suiza). Entró en la Compañía en 1543 después de haber hecho los ejercicios espirituales bajo la dirección de Pedro Fabro. Participó en el Concilio de Trento en 1547 y en 1562. La importancia de Canisio se funda en la combinación armoniosa, poco frecuente en su época, de una firmeza dogmática de principios con una actitud de respeto. En 1925 fue canonizado y declarado doctor de la Iglesia.
[4] El P. Lorenzo Ricci fue elegido prepósito general de la Compañía de Jesús en mayo de 1758. Inmediatamente después debió afrontar la expulsión de los jesuitas de Portugal, posteriormente, de Francia, de España y de Nápoles, y, más tarde, del ducado de Parma. Las presiones políticas se hicieron incesantes hasta que el papa Clemente suprimió la orden en julio de 1773. Ricci fue encarcelado en Castel Sant’Angelo, en Roma. Murió el 24 de noviembre de 1775.
[5] J. M. Bergoglio – Francisco, Las cartas de la tribulación, ed. de A. Spadaro S.I. y D. Fares S.I., Barcelona, Herder, 2019. El volumen recoge las cartas de los generales, el texto del entonces P. Jorge Mario Bergoglio y los aparatos críticos publicados antes en varias etapas en La Civiltà Cattolica con la firma de los padres Diego Fares, James Hanvey y Antonio Spadaro.Ver imagen en Twitter
El papa argentino ha querido consolidar la frecuencia trienal de los encuentros con estos representantes pontificios, después de aquellos realizados en el 2013 y el 2016
Francisco hizo entrega a los nuncios de un decálogo «para realizar mejor su misión» en el que se observaba que el «nuncio es el representante del papa» (Foto: EFE)13.06.2019 / 04:48 am
Ciudad del Vaticano. «No criticar al papa a sus espaldas», «no caer en cotilleos» y «evitar el lujo», son algunas de las indicaciones que Francisco ha dado en forma decálogo a los nuncios pontificios, los embajadores de la Santa Sede, a los que ha convocado estos días.
El papa argentino ha querido consolidar la frecuencia trienal de los encuentros con estos representantes pontificios, después de aquellos realizados en el 2013 y el 2016, y desde ayer se encuentran en el Vaticano 98 nuncios apostólicos y 5 observadores permanentes, los representantes en entes internacionales, así como 46 ya jubilados.
Francisco les hizo entrega de un decálogo «para realizar mejor su misión» y en el que en uno de los puntos se observaba que el «nuncio es el representante del papa» y por tanto: «Es inconciliable ser representante pontificio y criticar al papa a sus espaldas, tener blogs o unirse a grupos hostiles a él, a la Curia y a la Iglesia de Roma».
Un punto en el que se puede leer una referencia al caso del exnuncio del Vaticano en Estados Unidos Carlo Maria Viganò, que no estuvo presente en esta reunión, y que ha acusado en varias ocasiones al papa de conocer que el cardenal Theodore McCarrick había sido acusado de abusos sexuales.
Entre otros puntos, el decálogo recordaba también que «el nuncio es hombre de Dios» y «no puede caer en cotilleos y calumnias» y que «no se puede dejar engañar de los valores mundanos».
«El nuncio es hombre de Iglesia», se lee en la segunda indicación, y «deja de serlo cuando trata mal a sus colaboradores» o «busca el lujo en su ropa o objetos de marca en medio de gente que no tiene ni lo necesario».
«Ser hombre de Iglesia quiere decir defender valientemente a la Iglesia ante las fuerzas del mal que intentan siempre desacreditarla, difamarla o calumniarla».
En el decálogo de Francisco para sus representantes, también pide que sean «hombres de reconciliación y de mediación» y que sean siempre «imparciales y objetivos».
Francisco aconseja que el nuncio sea «hombre de obediencia», «hombre de «oración», de «humildad» y «de caridad», y al respecto instó a que se realicen obras hacia los pobres y los más necesitados de los países a los que han sido enviados.
Pero además, les exhorta a ser prudentes con todos los regalos que se les hagan porque «pueden comprar» su objetividad y su libertad y rechazar «todos los dones costosos que se les hagan» y los dediquen a la caridad.
“Sí creo en una comunidad de discípulos seguidores de Jesús, con cuerpo tangible y espíritu perceptible”
13.06.2019 | Pepe Mallo
No se trata de una insolente osadía o una frívola temeridad. Significaría que he apostatado de mi fe y desertado de la Iglesia. Nada más lejos. Ya hace unos años insistí en lo mismo a raíz de mi artículo “No creo en el credo” (5 abril 2013). En realidad, ¿qué es la fe? ¿Existe una definición exacta? Yo recuerdo la del catecismo de Ripalda: “La fe es creer lo que no vemos porque Dios lo ha revelado”. Pero… “creer lo que no vemos” puede llevarnos a la credulidad, que no sería fe sino ingenuo infantilismo.
¿Puede y debe ser modificada la estructura de la Iglesia? Durante siglos la Iglesia se ha configurado como “cristiandad”, articulada en torno a una clase privilegiada, el clero. Inducida y fascinada por el imperialismo, se concibió la Iglesia como una institución incorpórea, hierática, ostentosa, sublime, a la que se podían acoplar peculiaridades, características, prerrogativas y atributos a discreción, conformándola como una entidad acomodaticia.
“Una, santa, católica y apostólica”
Distintivos que recitamos en el Credo. Son conceptos teológicos abstractos, confusos, equívocos, que no se corresponden absolutamente con la realidad eclesial.
– Unidad que contrasta con la diversidad de “Iglesias” que se denominan cristianas (y lo son).
– Santidad que choca con la corrupción sexual generalizada, y el afán de arrogancia, dominio y poder, incluidas las más altas esferas.
– Catolicidad que contrasta con la “romanización” (“católica” y “romana” son dos irreconciliables términos antitéticos, antiéticos y antiestéticos).
– Apostolicidad que queda desmentida por su estructura piramidal y el poder absoluto de los jerarcas, que se contrapone a la implicación de toda la comunidad de los tiempos de los Apóstoles.
Y no olvidemos la acomodaticia aplicación que se hace de expresiones bíblicas, algunas manipuladas y sacadas de contexto, para atribuirlas a la Iglesia y justificar su aspecto sagrado.
El modelo de Iglesia-Institución, reconozcámoslo o no, ha muerto
Lo afirma el propio Francisco: «El Estado Vaticano como forma de gobierno está en crisis, hay estructuras de corte que tienen que caer» (RD 28- 05- 2019). Y no son secretos reservados los reiterados propósitos de Francisco de reformar la Curia vaticana ni las diligencias que ha llevado a cabo al respecto; así como revisar otros organismos enquistados, normas obsoletas y mentalidades mohosas. En consecuencia, yo entono el mea culpa y confieso sinceramente que no creo en la Iglesia.
No creo en la Iglesia como “Sociedad Perfecta”
Con baluarte en el Estado Vaticano, símbolo de ostentación, soberanía y poder. Una Iglesia universal-organizada y organizativa: estructurada de arriba-abajo, con su territorio, sus gobernantes, sus súbditos; su armazón piramidal, presidida y señoreada por la jerarquía y el clero, seguidos de y por los sumisos fieles; con su código de Derecho, leyes y privilegios, sus tribunales inquisitoriales, sus censuras, condenas y excomuniones. Su estructura organizativa es autoritaria, infantilizadora y discriminatoria. Una “perfecta sociedad… medieval”.
No creo en la Iglesia piramidal, jerarquizada
La Iglesia se ha instituido a sí misma como verticalidad absoluta y absolutista. La configuración eclesial sigue hoy organizada en dos evidentes grupos desiguales: el clero, formado por el Papa, Obispos y presbíteros, erigidos en “sagrados” (in sacris) y el pueblo, al que se le ha denominado seglares (“seculares”, mundanos) o laicos (“legos”, profanos). Estos dos desiguales grupos los definió el papa Pío X en su encíclica “Vehementer Noster” con estas deplorables palabras: “En la sola jerarquía (el clero: Papa, Obispos y presbíteros) residen el derecho y la autoridad necesarias para promover y dirigir a todos los miembros hacia el bien común. En cuanto a la multitud (los laicos) no tienen otro derecho que el de dejarse conducir dócilmente y seguir a sus pastores”. Incluso el Concilio Vaticano II, aunque esbozó tímidamente el papel de los laicos en la Iglesia, mantuvo esta lamentable estructura. Doctrina que aún hoy día está en plena vigencia. Parece que la Iglesia la constituye solamente el clero, los demás no pintan nada. Los laicos han quedado postergados y preteridos a lo largo de la historia. El “pueblo de Dios” ha sido apocopado y reducido a “pueblo”, usurpándole el clero la dignidad sagrada. La jerarquización es fuente de desigualdad y de exclusión, de censura e incluso de excomunión. La Iglesia hace siglos que optó por el poder autoritario y es uno de los pocos Estados del mundo que se mantiene en un régimen absolutista cien por cien.
No creo en una Iglesia clericalizada
Problema básico en la Iglesia. Lo ha dicho claramente el papa Francisco: «Debemos extirpar el clericalismo de la Iglesia. En la Iglesia las funciones no dan lugar a la superioridad de los unos sobre los otros ». (EG.104). Clericalismo significa la concentración de todo el poder sagrado en el clero, que se considera por encima de cualquier fiscalización y censura, con exclusión de otros estamentos. La Iglesia clerical ha resultado ser un aparato de legitimación de poderes totalitarios y abusivos. Una casta exclusiva y exclusivista. Es la expresión de un enfoque de Iglesia que solo cumple con objetivos de poder, dominación y control sobre las personas. Se trata de la “dictadura del clero”. La oposición clérigo-laico constituye una situación patológica dentro de la Iglesia.
No creo en la Iglesia del rigorismo dogmático
“El narcisismo teológico de una Iglesia, que vive en sí, de sí y para sí” (Francisco); no creo en la Iglesia de la casta sacerdotal oligarca y celibataria, ni en la Iglesia de la exclusión selectiva, ni en la Iglesia homófoba y misógina; ni en la del lujo y el derroche de ornamentaciones, mitras, báculos, cruces y anillos, vestimentas y capas magnas; ni en la del fastuoso y monótono ritualismo, ni en la Iglesia “sociedad anónima”, ni en tantas otras “Iglesias” momificadas, adulteradas y sofisticadas.
Sí creo firmemente en la “Ekklesía”
Una “comunidad” real, visible; no un ente místico y misterioso. Una comunidad de discípulos seguidores de Jesús, con cuerpo tangible y espíritu perceptible, con sus filias y su fobias, sus virtudes y sus defectos. Sí creo en una Iglesia comunidad integrante e integradora; una Iglesia doméstica servidora; una Iglesia más fiel al Evangelio que al Catecismo y al Derecho Canónico; una comunidad de iguales con unos ministerios entre iguales, sin sacratismos ni clericalismos.
Sí creo en la Iglesia-comunidad
Constituida a partir de la realidad local, concreta; una comunidad vinculada a unos hermanos concretos, a un compromiso concreto; una iglesia-comunidad que encarne el Evangelio, donde la relación interpersonal es viva y concreta; una comunidad donde se reza, se comunica, se actualiza y se celebra la fe hecha vida en el Cuerpo de Cristo, y donde el carisma personal está al servicio de la comunidad, dando lugar a los diversos ministerios, tanto de hombres como de mujeres, sin desigualdades ni incompatibilidades. (1Cor 12, 12 ss).
¿Se me podrá tachar de hereje, de renegado o de apóstata encubierto convirtiendo así mi acto de fe en “auto de fe”?
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