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Domingo 25 de junio de 2017
12º Domingo Ordinario
Guillermo (1142)
Jr 20,10-13: Libró la vida del pobre de manos de los impíos
Salmo 68: Que me escuche tu gran bondad, Señor
Rom 5,12-15: El don no se puede comprar con la caída
Mt 10:26-33: No tengan miedo a los que matan el cuerpo
No hay mentira que no encuentre su verdad tarde o temprano. En julio de 2014, luego de 38 años de impunidad, en un juicio sin precedentes, fueron condenados a cadena perpetua los autores del homicidio de Mons. Enrique Angelelli, obispo mártir de La Rioja, Argentina. Días antes el prelado había confesado a sus allegados que querían alejarlo del país: “Tengo miedo… pero no se puede esconder el evangelio debajo de la cama”. Su muerte fue presentada por la prensa local como un accidente y como tal fue tratada durante mucho tiempo, incluso por sus hermanos en el episcopado. Como tantos otros testigos de Jesús, Angelelli prefirió la verdad desnuda del evangelio a la incómoda seguridad de los cobardes.
El evangelio nos ha conservado algunos dichos o refranes con los que Jesús exhortaba a la comunidad de discípulos a no dejarse intimidar por las adversidades. Los discípulos, con frecuencia, veían la amenaza evidente que representaban los grupos armados, pero eran incapaces de descubrir el peligro encubierto en muchas personas e instituciones que alienaban y sometían ideológicamente a las personas.
Las comunidades cristianas primitivas tuvieron que afrontar la misma amenaza, que provenía de los ‘actores armados’ en conflicto. De una parte, las autoridades romanas con un despliegue enorme de fuerza militar y policial. De la otra parte, los fanáticos rebeldes dispuestos a eliminar al que no estuviera de acuerdo con ellos. En medio del ‘fuego cruzado’ estaba la comunidad cristiana con una propuesta alternativa de paz y justicia que no coincidía con ninguno de los dos bandos. Para los romanos, la justicia era, en gran medida, la aplicación universal de los principios que sostenían la legislación romana. El sometimiento a las duras condiciones de la ‘paz romana’ obligaba a las poblaciones de las colonias a pagar fuertes tributos, a incorporar en la propia religión el culto a los dioses imperiales y a destinar grandes masas de la población a la esclavitud y al servicio militar obligatorio. La comunidad cristiana luchaba por lugar un espacio para su propuesta en la sociedad: ellos querían una comunidad humana en la que fuera posible la solidaridad, el respeto por el otro, la distribución equitativa de los recursos. Sin embargo, en esta lucha estaban prácticamente solos. Los grupos rebeldes que se presentaban como la gran alternativa contra el imperio estaban regidos por la lógica de la violencia incontrolable, el sometimiento de los disidentes y por la imposición de la ideología del grupo. Estos grupos fanáticos veían a los cristianos como una amenaza para la identidad del grupo, por eso, con frecuencia los convertían en blanco de persecuciones y en ‘chivo expiatorio’ sobre el cual descargar toda su frustración, prepotencia e intolerancia.
Pero, Jesús ponía en guardia a toda la comunidad contra la creencia de que la única amenaza estaba representada por las armas de metal, piedra y madera. La amenaza mas grave provenía, con frecuencia, de las ideologías que estos grupos representaban. Tanto la ideología de legitimación del imperio romano como los ideales de venganza de los fanáticos rebeldes escondían todo su veneno. Cada grupo se presentaba como un defensor de la justicia, la paz y la libertad, pero evidentemente los hechos contradecían sus grandilocuentes discursos. Cada grupo perseguía sus intereses particulares ignorando los más mínimos principios éticos. El dilema para los cristianos era el de alinearse en uno u otro bando, creyendo que así se alcanzarían los ideales de justicia, paz y libertad que Jesús de Nazaret había propuesto con su ideal del reinado de Dios.
Este mismo problema lo afronta Pablo desde el punto de vista de la justificación por la ley. Las comunidades cristianas estaban deslumbradas por la creencia de que el cumplimiento estricto de los preceptos religiosos conducía inevitablemente a la salvación del individuo. Pero, Pablo denuncia esta falsa creencia al denunciar que el mero cumplimiento de la letra de la ley no conduce a la justicia. La ejecución de los deberes del culto, como las ofrendas, los baños rituales, los sacrificios, las peregrinaciones… no garantizan una auténtica experiencia de Dios. La reunión de grandes masas en los templos o en las sinagogas no son sin más expresión de un auténtico encuentro con el hermano. Los favores intercambiados entre parientes, colegas, coterráneos o correligionarios no constituyen genuina solidaridad. Pablo denuncia precisamente la incapacidad de los mecanismos habituales de la religión para brindar a la comunidad humana una auténtica experiencia de fraternidad, esperanza y comunión.
Pablo invita a la comunidad a no dejarse engañar por las artimañas de el legalismo, el ritualismo y la religión de masas. La justicia que nos une al Dios de la vida es un don para toda la comunidad. La auténtica religión es aquella que nos conduce del hermano hacia Dios, mediante la compasión, la misericordia y la solidaridad.
El cristiano que se ha comprometido con la causa del reino puede, entonces, hacer suyas las palabras del profeta Jeremías y clamar: «a ti, Señor, he encomendado mi causa». Pero no como expresión superflua de triunfalismo religioso ni como pura exaltación individualista de los bienes recibidos, sino como expresión de la única justicia posible: la vida plena del pobre. Porque, la vida plena es manifestación patente de que la lógica de la muerte no ha prevalecido. Si el pobre vive, vive por gracia de Dios y por la opción radical de las comunidades humanas que no se dejan sumir en la lógica legalizada de la barbarie. Por eso el profeta nos invita a alabar al Señor, porque Él ha salvado la vida del pobre.
Tanto la violencia, el afán de venganza, el imperialismo como el ritualismo, el legalismo y la alienación son armas ideológicas ocultas que conducen imperceptiblemente a la pequeña comunidad hacia la muerte. Estos son los enemigos que pueden matar no solo el cuerpo, sino también el alma y llevar a la gente a las inaplacables llamas del fanatismo. Si una comunidad no va a fondo en su conocimiento de la palabra de Jesús, si no descubre los peligros ocultos al interior de ella misma, si no es radical en su opción por la vida, es muy probable que termine creyendo que la paz es la ausencia de guerra y que la justicia es un asunto individual, negando así la gracia y la justicia como bien mayor.
El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 93 de la serie «Un tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL, titulado «Los que matan el cuerpo». El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://untaljesus.net/texesp.php?id=1400093 Puede ser escuchado aquí: http://untaljesus.net/audios/cap93b.mp3
Para la revisión de vida
¿Tengo miedo a la cruz? ¿Sufro en mi vida alguna forma de persecución? ¿Temo a la persecución, aunque sea en su forma mínima de «temor al qué dirán»? ¿O, como Jeremías, sigo adelante convencido y sin temor a la cruz?
Para la reunión de grupo
- La cruz, la persecución por el evangelio… forman parte de la existencia cristiana. ¿Qué cruz, qué persecución por el evangelio? ¿Cuándo se puede decir que estamos ante una persecución por el evangelio? ¿Cuáles son sus causas? ¿Qué cruz y qué persecución no tienen que ver con el evangelio?
- Jeremías es el caso típico de un profeta que tiene que aguantar la persecución de sus contemporáneos, a los que resulta incómoda su predicación profética. Y Jeremías clama a Dios preguntándose por qué se ha metido en ese conflicto que no desea, pero acaba manteniéndose fiel a su misión a pesar de las dificultades. ¿Tiene un paralelismo con Jesús?
- Un famoso slogan decía: «Busca la Verdad; la Cruz ya te la pondrán». Comentar.
Para la oración de los fieles
- Por la Iglesia, para que avance sin temor en medio de las dificultades del mundo y mantenga siempre viva su confianza en el amor del Padre. Oremos.
- Por todos los cristianos perseguidos a causa de su fe y de su defensa de los pobres, para que no tengan miedo a quienes sólo pueden matar el cuerpo, pero no el alma. Oremos.
- Por todos los que trabajan por el bien de los demás y la promoción de la paz y la justicia, para que las dificultades e incomprensiones no les hagan perder el ánimo y la constancia en su trabajo. Oremos.
- Por todos los que tienen miedo a declarar públicamente su fe, para que el Señor les dé su fuerza y su valor. Oremos.
- Por todos los gobernantes, para que pongan todos su empeño en conseguir la paz, la libertad, la justicia y el bien común. Oremos.
- Por todos nosotros, para que nuestro compromiso con el prójimo sea cada día más auténtico y decidido. Oremos.
Oración comunitaria
Señor, te pedimos que camines siempre a nuestro lado para que nunca cedamos ante las dificultades y reveses de la vida, sintamos siempre tu fuerza animándonos y sigamos trabajando con ilusión y alegría, cada día, para construir tu Reino. Por Jesucristo.
Oh Dios, misterio del Ser, que has permitido que viniéramos a la existencia tal como somos: cruzadamente corporales y espirituales, limitados en el tiempo y en nuestra capacidad, visitados frecuentemente por el dolor y acosados por el mal en todas sus formas. Queremos asumir adultamente y con coraje esta nuestra forma de ser, sin pensar que tú nos envías el bien y el mal, ni que nos vas a librar de uno u otro a base de que multipliquemos nuestras súplicas… Tú sabes lo que necesitamos, y nosotros sabemos que nuestras oraciones no aumentan un ápice tu amor generoso y total hacia tus hijos e hijas… Te expresamos nuestra decisión de asumir adultamente nuestras responsabilidades ante las limitaciones y los propios problemas que nos rodean. Como Jesús, nuestro modelo.
Lunes 26 de junio de 2017
José María Robles, mártir (1927)
Gén 12,1-9: Abrahán marchó, como le dijo el Señor
Salmo 32: Dichoso el pueblo que el Señor eligió como heredad
Mt 7,1-5: Del modo que se les juzgará
Santa Teresa de Ávila discurría que la “humildad es andar en la verdad”; y San Antonio María Claret, por su parte, recomendaba que sus misioneros procurasen crecer en esta virtud, considerada por el santo la más necesaria para la misión, y a cuyo examen había dedicado largos años de su vida. Quizás sea esta una clave para abordar el evangelio del día, de por sí muy elocuente. Jesús pide que sus discípulos eviten el juicio manifiesto sobre los demás. Al hacerlo deja al descubierto una actitud propia de los ámbitos religiosos (de la cual ni sus seguidores circunstanciales ni los miembros de la comunidad del evangelista Mateo parecen haber sido una excepción). Se trata de la hipocresía que se disfraza de genuino interés por los hermanos. Podría endilgarse a la capacidad o incapacidad del ojo la compleja tarea de contemplar la totalidad de las situaciones. Pero Jesús indica que conviene hacernos cargo de la comunidad asumiendo primero, sin complejos y con sano realismo, el trabajoso discernimiento de la propia vida.
Martes 27 de junio de 2017
Cirilo de Alejandría (444)
Gén 13,2.5-18: No haya disputas entre nosotros dos
Salmo 14: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
Mt 7,6.12-14: Traten a los demás como quieran que los traten
El discurso de la montaña va llegando a su fin. La liturgia del día presenta tres recomendaciones de Jesús a sus discípulos y constata lo difícil que resulta asumirlas en la propia vida. 1) La doctrina de Jesús es comparable y se presenta en paridad de condiciones con las prescripciones de Moisés sobre los alimentos sagrados (Ex 22-30). Corresponde a la comunidad el discernimiento de sus destinatarios. 2) Jesús formula en positivo la máxima “no hagas a nadie lo que no quieras que te hagan” conocida en el judaísmo y el mundo antiguo (Tb 4,15). Su nueva formulación es mucho más exigente y se propone como síntesis de la instrucción del primer testamento. 3) Jesús aplica a su enseñanza un motivo ampliamente recomendado en las Escrituras (Dt 30, 15-20). Optar por la ley de Cristo es elegir el camino que conduce a la vida y, sin embargo, la evidencia indica que pocos eligen transitarlo.
Miércoles 28 de junio de 2017
Ireneo, obispo y mártir (203)
Gén 15,1-2.17-18: Abrahán creyó en el Señor
Salmo 104: El Señor se recuerda de su alianza eternamente
Mt 7,15-20: Por sus frutos los conocerán
El Papa Francisco nos presenta una realidad cercana al evangelio del día, que puede ayudarnos a discernir nuestra vida y la de la comunidad eclesial. Al hablar de la “mundanidad espiritual” (cf. EG 93-97) el Papa nos previene sobre una manera de vivir que puede enquistarse entre nosotros. La “mundanidad espiritual” busca una gloria puramente humana; un deseo de bienestar personal por encima de cualquier otra cosa. Su pretensión de dominar la comunidad eclesial se disfraza de esfuerzo denodado por hacer que las cosas salgan lo mejor posible. Pero los resultados provocan todo lo contrario: La iglesia se convierte en museo; en bastión donde mandan unos pocos. En espacio para conquistas sociales o políticas donde hacer alarde de influencias, un ámbito autorreferencial de autoayuda. Una Organización cuasi empresarial, elitista, alejada del Pueblo de Dios. “¡No nos dejemos robar el evangelio!”, concluye Francisco. La comunidad de Jesús tendrá las marcas de su encarnación, crucifixión y resurrección. Y saldrá al encuentro de los excluidos que esperan sedientos sus palabras de vida nueva.
Jueves 29 de junio de 2017
Pedro y Pablo, apóstoles
Hch 12,1-11: El Señor me ha librado de las manos de Herodes
Salmo 33: El ángel del Señor librará a los que temen a Dios
2Tim 4,6-8.17-18: Ahora me aguarda la corona merecida
Mt 16,13-19: Tú eres Pedro, y te daré las llaves del Reino
En este día, nuestra comunidad eclesial trae a la memoria a los santos Pedro y Pablo. La liturgia presenta una breve semblanza de ambos apóstoles. Tanto Pedro como Pablo han vivido su vocación apostólica con características propias. Cada uno, a su manera, ha llevado adelante su ministerio con responsabilidad. A partir de las acentuaciones personales de cada quien en el ejercicio de su apostolado podemos inferir también dos modos distintos de comprender, de trabajar y de presentar o proponer la iglesia de Jesús como alternativa a sus oyentes. Estas eclesiologías diversas hacen las diferencias con que se configuran las comunidades cristianas nacidas del ministerio de uno y otro. Si tal ha sido la diversidad inicial de las comunidades eclesiales surgidas de los apóstoles, resulta un tanto paradójico el empeño por uniformar la iglesia de Jesús. Lo incomprensible radica en que valoremos la fecundidad de la acción del Señor en el pasado pero tratemos con recelo la diversidad de formas y expresiones comunitarias de la iglesia en el presente.
Viernes 30 de junio de 2017
Protomártires de Roma (s I-IV)
Gén 17,1.910.15-22: Sara te va a dar un hijo
Salmo127: Esta es la bendición del hombre que teme al Señor’’
Mt 8,1-4: Si quieres, puedes sanarme
El evangelio del día presenta un hecho que focaliza nuestra atención en el querer de Dios. Quizás por temor al contagio, también porque las enfermedades eran consideradas consecuencia del pecado. En la época de Jesús las personas afectadas por la lepra sufrían mucho. La Ley de Moisés prescribía cómo debían ser tratados quienes padecían tales dolencias: Cuando se les diagnosticaba lepra, las personas debían alejarse de su entorno familiar, de sus casas y sus aldeas. Nadie podía acercarse ni tener contacto físico con ellos. Al bajar de la montaña, habiendo instruido a sus discípulos, Jesús enseña con su ejemplo. Entre la multitud, violando lo establecido, sale a su encuentro un leproso para pedirle que lo sane. El deseo de Jesús lo pone en movimiento y Jesús no rehúye su presencia. Él también desea la vida del que se encuentra excluido y establece como testimonio la ofrenda prescrita. Era la manera de que tomen en serio su rehabilitación. ¿Quiénes son marginados hoy en día? ¿Qué hacemos con ellos?
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