Un espacio para recrear lo sagrado y lo profano con ojos de mujer. Somos un grupo ecuménico en búsqueda de la justicia e igualdad.Respetamos la opinión, de los autores aunque no necesariamente estemos de acuerdo.
La cercanía de Jesús a las mujeres, narradas en los Evangelios, rompe con todos los paradigmas históricos de presencia de mujeres en los movimientos sociales en su época.
Relatamos algunos ejemplos más significativos.
Lucas 7,36-49: Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Una pecadora pública unge los pies de Jesús y con sus cabellos los secaba. El fariseo piensa mal de Jesús, pero Jesús le dice: quedan perdonados sus pecados porque ha mostrado mucho amor (no debe identificarse esta mujer ni con María de Betania ni con María Magdalena).
Juan 8,1-11: A una mujer sorprendida en adulterio los escribas y fariseos la llevan donde Jesús y le dicen “según nuestra ley esta mujer debe ser apedreada”. Jesús la perdona y solo le dice “no peques mas”.
Lucas 18,1-5: una viuda fue donde un juez inicuo y le pidió que le hiciera justicia contra su adversario. El juez no la escuchó, pero como ella perseveró en su pedido, el juez le hizo justicia para que no lo molestara mas. En esta parábola Jesús muestra la fuerza de una viuda cuando lucha por la justicia.
Quienes están a los pies de Jesús crucificado.
En el Evangelio de Marcos: “María Magdalena, María la madre de Santiago, Salomé y muchas otras que habían subido con el desde Galilea” (15, 4O-41).
En el Evangelio de Mateo: “Muchas mujeres, María Magdalena, María madre de Santiago y José y la madre de los hijos del Zebedeo” (27, 55-56)
En el Evangelio de Lucas: “todos sus conocidos y las mujeres que habían venido de Galilea” ( 23,49).
En el Evangelio de Juan: “junto a la cruz estaban su madre, la hermana de su madre María madre de Cloplás y María Magdalena. También el discípulo amado “ (19,25-26)
Todas son mujeres. Tres veces se menciona a María Magdalena y una vez a un discípulo. Estar cerca de un crucificado era de alto riesgo, pues estaba prohibido y normalmente se crucificaban a todos los discípulos y discípulas del crucificado. Por eso la ausencia de los apóstoles junto a la cruz y Pedro que niega ser discípulo de Jesús.
Apariciones de Jesús resucitado: presencia de las mujeres:
Evangelio de Marcos: “Se apareció primero a María Magdalena”.
Evangelio de Mateo: “Jesús salió al encuentro de la mujeres. Ellas acercándose se asieron de sus pies”
Evangelio de Lucas: “Las que llevaron el anuncio de la resurrección de Jesús a los apóstoles eran María Magdalena varias mujeres que estaban con ella”.
Evangelio de Juan: Cuando Jesús resucitado se encuentra primero con María Magdalena le dice una sola palabra “María” y ella lo reconoce y le dijo “Maestro”.
En todos los relatos de la resurrección, el anuncio de las mujeres a los apóstoles y otros discípulos, se nos dice que no creen en lo que las mujeres les anuncian.
Conclusión: la relación de la mujer con Jesús, en todas sus manifestaciones personales y grupales, no se refleja en las estructuras de la Iglesias. La Iglesia, especialmente, la católica, sigue siendo un “un poder sagrado dominado por varones”. La lectura total de los Evangelios, desde la mujer, exige un cambió radical.
ECLESALIA,
10/06/19.- Todo gran camino empieza con un paso. Y para darlo resulta
imprescindible ponerse en pie. Tomar conciencia de uno mismo, de la presencia y
la potencialidad. De la propia dignidad. El oído se abre, la mirada se aclara,
el corazón comprende, el cuerpo se yergue, la vida se reinicia: talitá cumi.
Por
desgracia, estamos lejos de que las mujeres reciban tal invitación dentro de la
Iglesia. La misma que, curiosamente, sigue al Jesús que lloraba con Marta y
María, que permitía a una mujer besar y lavar sus pies, que desveló a María de
Magdala un amor mayor. Veintiún siglos después las mujeres siguen siendo
elegidas: para arreglar las flores del altar, dirigir los cantos en misa,
coordinar las catequesis o limpiar la casa del cura. Ah, sí, el Papa también ha
elegido a cuatro mujeres como consultoras del Sínodo. Curiosa estoy de ver si
les dan la voz cantante o de coristas.
¿Y por qué se permite y legitima marginar a la mujer,
considerándola incapaz de realizar las mismas tareas que los hombres? Ellos
dicen:
Jesús
pudo haber elegido mujeres y no lo hizo. Si en
pleno siglo XXI seguimos utilizando el masculino genérico para hablar de ambos
sexos, ¿qué podemos esperar de quienes escribieron el Nuevo Testamento?, ¿no es
evidente que la mujer ha sido sistemáticamente relegada al anonimato? Si ahora
no reconocéis su dignidad, ¿pensáis que iban a hacerlo los primeros cristianos?
Hablan de discípulos, claro. Testigos, por supuesto. ¿Mujeres? sin duda.
Mujeres fuertes que, en un mundo de hombres, cambiaron la historia y aparecen
en la Biblia. Lástima que no escaparan del filtro machista que reduce su papel
y lo (a)sexualiza: Eva tentadora, Judith atractiva, María virgen, Magdalena
prostituta.
Hombres
y mujeres cumplen diferentes roles en la Iglesia. Mi
argumento preferido, por retrógrado. Algo así como “hombre sale a cazar, mujer
cuida el fuego”. Por suerte, la misión es una: proclamar que la Buena Noticia
es para todos. Uno el mandamiento: “Amaos los unos a los otros”. Pero muchos,
sí, los dones del Espíritu. Esos cambian de persona a persona, pero no en razón
de su sexo sino por el Misterio que nos habita: hijos de un mismo Dios.
Hermanos/as. Sin distinción ni categorías.
Asumiendo
que no hay conciencia ni interés por retribuir a la mujer el papel que le
corresponde en la Iglesia, me pregunto: ¿por qué lo permiten ellas?
Y
aquí dirijo mi apelo a mis hermanas (mujeres
de Dios, monjas, consagradas; personas que
creen en una comunidad igualitaria). A vosotras os pregunto: ¿por qué no
presidís la Eucaristía este domingo? ¿De quién esperáis “el permiso”, de Dios o
de los hombres? ¿Os prohibiría Jesús reuniros en su nombre, proclamar la
Palabra, bendecir el Pan y repartirlo? ¿Hace falta revestir la consagración de
algo más que de fe y entrega? ¿Hay un componente “mágico” que os impide a
vosotras hacerlo?
Quizá
ha llegado el momento de abandonar esta espera pasiva, ponernos en pie y
afirmarnos desde esa libertad que nace de dentro. Con la suave mansedumbre y la
firme rebeldía que el propio Jesús manifestó ante quienes se creían señores,
jueces y sabios. Como testigos que no pueden ni quieren permanecer encerrados
por más tiempo: os invito a presidir la Eucaristía vosotras mismas. Y celebrar
la Vida en comunión con quien quiera acompañaros. ¿Se atreverán a echaros de
las iglesias? Y si lo hacen, ¿podrán impedir que celebréis al Dios de la Vida
en las calles, las casas, los parques y jardines, a plena luz del día?
Ha
llegado el tiempo de hacer algo nuevo. Nada hay más revolucionario que
levantarse y proclamar que Dios está en medio de nosotras porque lo llevamos
dentro. Que encarnarlo no es privilegio de unos pocos. Y que sólo por ÉL, con
ÉL y en Él nos sentimos legitimadas a administrar los sacramentos. Para que la
Palabra se haga cuerpo (también en el nuestro). Que así sea
(Eclesalia
Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su
procedencia).
Ella sintió algo que nunca, ni en ese instante ni pasado el tiempo, supo explicar. Su esposo, con asombro y miedo le pidió que se retirase. No era usual en ella ese tipo de comportamiento. TUS OJOS ABIERTOS AUTOR Isabel Pavón 19 DE ABRIL DE 2019 10:00 h
Grabado de El sueño de la esposa de Pilato, por Alphonse François. / Wikimedia Commons Mientras Pilato estaba sentado en el tribunal, su esposa mandó a decirle: –No te metas con ese hombre justo, porque anoche tuve un sueño horrible por causa suya. Mateo 27:19 Como un pequeño arroyo la sangre, roja clara, corría monte abajo. Bajo el cielo gris oscuro, un cordero sin mancha había sido abandonado a su suerte y era atacado por un grupo de lobos hambrientos en presencia de los soldados del gobernador romano, de los jefes de los sacerdotes y de los ancianos del pueblo que miraban impasibles. Una multitud observaba la escena satisfecha, gustando de los hechos violentos de aquellos animales que sólo sabían actuar en grupo. El entretenimiento era atroz. A la misma velocidad que el fluido, corrían los niños inventando juegos.
Claudia Prócula, esposa de Poncio Pilato, el quinto prefecto de la provincia romana de Judea, se hallaba presente entre el gentío alborozado. Quería gritar a los lobos para espantarlos pero la voz parecía no querer salir de su boca. En medio del sufrimiento, el cordero tenía su mirada clavada en ella, como si desease que lo salvara de aquella injusta matanza. Sintió como si el animal fuese algo suyo y cada mordedura le dolía en su propio cuerpo. Los soldados apartaron a los lobos antes de que estropeasen la piel de la víctima, aún viva. Remataron el trabajo que las bestias habían comenzado y a jirones la fueron separando de la carne, luego la echarían a suerte y verían cual de ellos se la llevaría a casa.
En perfecta simbiosis, los vestidos de Claudia Prócula se iba manchando de rojo como la piel del animal que moría. Quería quitarse de encima aquella impureza que terminó por cubrirla entera y no podía. Se sentía turbada. Miraba a la gente y la gente también la miraba. La señalaban con el dedo por no querer participar de lo que estaba sucediendo y se le iban acercando para dañarla. En aquél instante, el ajetreo de la calle la despertó sobresaltada de su ensoñación. Respiró aliviada al verse acostada. ¿Había sido una pesadilla o una premonición más de las tantas que padecía? Prefería estar en su casa de Cesarea pero se veía obligada a viajar a Jerusalén para asistir a las principales fiestas. Las protestas que se desarrollaban en el patio penetraron en su estancia y la hicieron saltar del lecho. Todavía sentía el corazón golpeándole la garganta a causa del mal sueño. Se asomó por la ventana. Estaba amaneciendo y el frío intenso reinaba en el aire.
Fue entonces cuando oyó como el gentío gritaba agitado: —¡Crucifícalo, crucifícalo! Sabía que se referían a Jesús, el profeta de Galilea que había sido apresado la noche anterior. El hombre de Nazaret que se acercaba a los pobres y curaba a los enfermos, el que hacía que los ciegos viesen y los mudos hablasen. Entendió entonces el significado de lo vivido mientras dormía. Aquel cordero indefenso que la miraba antes de ser asesinado entre lobos y soldados delante de la complicidad de la multitud y los principales responsables. Supo que no tenía tiempo para efectuar sus arreglos personales. Como si de ella dependiera la vida del profeta, llamó de prisa a una de sus sirvientas y la mandó con un recado a Pilatos. Sabía que se hallaba presidiendo el tribunal que juzgaba a aquel inocente. —Corre y dale a mi marido este recado: No te metas con ese hombre justo, porque toda la noche la he pasado soñando cosas horribles por causa de su inocencia. No permitas que la envidia que le tienen triunfe sobre él. Pilatos conocía los sueños premonitorios de su esposa y tuvo miedo de condenar al preso.
No obstante, ante la presión que los jefes de los sacerdotes y los ancianos ejercían sobre la gentuza que había reunido allí para que hicieran alboroto, preguntó al pueblo: — Ni el rey Herodes ni yo, gobernador Poncio Pilato, encontramos culpable a este hombre, por eso os pregunto de nuevo, ¿a quién queréis que os ponga en libertad, a Jesús Barrabás o a Jesús a quien llaman el Mesías? El pueblo respondió: —¡A Jesús Barrabás! —¿Y qué debo hacer con Jesús al que llamáis rey de los judíos, qué mal os ha hecho? —¡Crucifícalo, crucifícalo!, contestaron todos a la primera pregunta excluyendo la segunda. Los gritos de los congregados crecían. El gobernador entendió que no podría hacer nada más. Mandó traer agua y se lavó las manos delante de todos diciendo: —Yo no me hago responsable de la muerte de este hombre. Es cosa vuestra.
Claudia Prócula se acercaba en ese momento. Aceleraba el paso para llegar hasta donde su esposo se encontraba. Al verse cara a cara con él, se acercó a la vasija, la tomó y la quebró con furia contra el suelo. El agua de la cobardía salpicó a Pilato y a los que se encontraban cerca. Se hizo el silencio mientras la mujer permanecía firme. Jesús se encontraba muy cerca. Sus miradas se encontraron. Ella sintió algo que nunca, ni en ese instante ni pasado el tiempo, supo explicar. Su esposo, con asombro y miedo le pidió que se retirase. No era usual en ella ese tipo de comportamiento. A continuación, sin mediar palabra, Claudia Prócula le dio la espalda y regresó a sus aposentos. Su talle recto y sus andares calmos disimularon las lágrimas amargas que corrían por sus mejillas. A partir de esta interrupción, Jesús continuó indefenso ante la ley y el pueblo. Fue azotado, burlado y ultrajado. Pocas horas después moría en una cruz entre ladrones. Resucitó al tercer día y se apareció a muchos.
By poylock19 | ShutterstockComparte194Luisa Restrepo | Jun 06, 2019
«Ocultas» en las Sagradas Escrituras llevan mensajes muy útiles y esperanzadores
Si nos detenemos a ver, hay muchas figuras “ocultas” en la Biblia, personas no tan obvias que hacen parte de momentos importantes en las Escrituras pero que a nuestros ojos pasan desapercibidas.
Hoy quisiera resaltar a algunas mujeres que –desde mi perspectiva– pueden asumir un papel menor en las páginas bíblicas, pero que tienen el poder de asumir un papel importante en las páginas de nuestra propia vida.
Sus historias se han transmitido a lo largo de los siglos y siguen siendo causa de inspiración en la vida de fe de cada uno de nosotros. Cada una de ellas ejemplifica virtudes que nos enseñan cómo amar más profundamente a Cristo.
Rut, cuyo nombre significa “compañera”, fue una mujer moabita. Después que Noemí y Elimelec, junto con sus hijos Quelión y Mahlón (por causa del hambre) tuvieron que abandonar su hogar de Belén, Rut se casó con Mahlón. Murieron los varones y quedaron viudas Noemí, Rut y Orfa.
Noemí decidió regresar a Belén, y Rut, por el cariño que le tenía, se fue con ella. No tenía por qué hacerlo pues no era su obligación. Dejó su tierra y su religión y abrazó la tierra y la fe de Nohemí.
Cuando llegaron a Belén comenzaba la cosecha de la cebada. Rut espigó los campos para ganarse el sustento y mantener a su suegra(cosa inusual en una mujer de la época).
En ese trabajo conoció a Booz, pariente de Noemí, quien la trató bondadosamente y luego se enamoró de ella. Booz compró la herencia de Mahlón y así, de acuerdo con la ley hebraica (Deuteronomio 25, 5-10) adquirió el derecho de casarse con Rut. Su hijo primogénito fue Obed, quien fue padre de Isaí y abuelo de David.
La historia de Rut es sin duda una de las historias más bellas sobre una mujer en el Antiguo Testamento. Rut es modelo de mujer fiel, noble y llena de coraje.
El amor desinteresado de Rut es un amor muy femenino, un amor que actúa de inmediato ante la necesidad física o espiritual de otro, incluso cuando resulta inconveniente. La fidelidad y fortaleza de Rut son comparadas con las de María, pues de su descendencia proviene Jesús.
“No insistas en que te abandone y me separe de ti, porque donde tú vayas, yo iré, donde habites, habitaré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios” (Rut 1, 16).
La madre macabea
El relato bíblico no es tan solo la memoria del valor de los jóvenes macabeos. Es también una preciosa consideración sobre la madre de aquellos valientes. Esta madre vio morir en un mismo día, uno a uno, a sus siete hijos.
En esta historia vemos su grandísima fortaleza de ánimo y la fuerza de su esperanza. Por otro lado, en sus labios se colocan algunas expresiones cargadas de sentido teológico.
La madre proclama a Dios como Señor de la vida humana. Vincula la fe en el Dios creador con la fe en la Resurrección, y nos ofrece la seguridad que el Dios de la vida retribuirá con creces a los que han entregado su vida por fidelidad a su voluntad.
“Admirable de todo punto y digna de glorioso recuerdo fue aquella madre que, al ver morir a sus siete hijos en el espacio de un solo día, sufría con valor porque tenía la esperanza puesta en el Señor. Animaba a cada uno de ellos en su lenguaje patrio y, llena de generosos sentimientos y estimulando con ardor varonil sus reflexiones de mujer, les decía: “Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, ni fui yo quien os regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada uno. Pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas, os devolverá el espíritu y la vida con misericordia” (2 Macabeos 7, 20-22).
Débora
Débora fue el cuarto juez de los israelitas después de la muerte de Josué. Mientras la mayoría de las personas adoraban ídolos, Débora era fiel a Dios.
Cuando llegó la guerra contra los cananeos, comprendió que Israel debía ir a la guerra, a pesar que eran superados en número. Barac, que dirigía el ejército israelita, carecía de fe para hacer frente a los enemigos, pero sabía que Débora tenía la fe y el poder de Dios que él no tenía. Por lo tanto, le dijo a Débora: “si tú fueres conmigo, yo iré; pero si no fueres conmigo, no iré”.
Débora lo acompañó. Cuando estaban a punto de enfrentarse al comandante cananeo Sísara con sus novecientos carros herrados, Barac volvió a vacilar. Débora le dijo:
“Levántate, porque este es el día en que Yahveh ha entregado a Sísara en tus manos. ¿No es cierto que Yahveh marcha delante de ti?” (Jueces 4,14).
Dios continúa trabajando en nosotros hoy, así como lo hizo con Débora. No dejemos de hacer algo por los demás siempre que podamos o, cuando dudemos porque no estamos seguros de cuál será el resultado, pidamos la fe de Débora, porque Dios, que ha comenzado la obra buena, con seguridad la completará.
Claudia Prócula
Una mujer que tuvo el coraje de abogar por Jesús. Ella era la esposa de Poncio Pilato, y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
“No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él” (Mateo 27,19).
No tenemos idea si ella llegó ser parte del grupo de los primeros cristianos, pero lo que sí sabemos es que Jesús la quería cerca de Él y por eso inspiró ese sueño en su interior.
Me gusta pensar que la fe de Claudia creció y a que durante los acontecimientos de la pasión de Cristo ella no fue una simple observadora, sino que permitió que el amor de Jesús la transformara.
Soy terrible con los números. No puedo mantenerlos en mi cabeza, y fácilmente pierdo la pista al contar. Así que, por mi bien, he compilado esta lista de personas a las que Pablo menciona en Romanos 16: 1-16 para no tener que volver al pasaje para verificar cuántas personas hay.
He nombrado y numerado a la gente, junto con el versículo o frase de Romanos 16: 1-16 donde se mencionan. Y he incluido una o dos líneas sobre ellos. Quizás esta lista sea útil para otros también.
Te encomiendo a nuestra hermana Phoebe, diácona [o, ministra] de la iglesia en Cenchreae, para que puedas darle la bienvenida en el Señor como corresponde a los santos, y ayudarla en lo que sea que requiera de ti, porque ella Ha sido un benefactor de muchos y también de mí. NRSV
Phoebe era ministra en Cenchrea, una ciudad portuaria de Corinto, que había viajado a Roma, donde una de sus tareas era entregar la carta de Paul a los romanos. Pablo le presenta a los romanos en términos de su ministerio. [1] Más sobre Phoebe aquí .
Después de Phoebe, veintiocho cristianos romanos figuran en la lista. Una mujer, Prisca (también conocida como Priscilla), encabeza esta lista.
Saluda a Prisca y Aquila, mis compañeros de trabajo en Cristo Jesús, quienes arriesgaron sus cuellos por mi vida. No soy el único que agradece a Dios por ellos, pero todas las iglesias de los gentiles hacen lo mismo. También saluda a la iglesia que se reúne en su casa. CEB
Prisca y Aquila eran una pareja casada. Eran amigos de Pablo, y los tres habían vivido, trabajado, viajado y ministrado juntos. El nombre de Prisca aparece antes que el de su esposo en cuatro de las seis veces que sus nombres se mencionan en el Nuevo Testamento. Esto puede indicar que Prisca fue más prominente en el ministerio que Aquila. La pareja acogió y dirigió una iglesia en la casa en Roma que también fue recibida. Más sobre Prisca y Aquila aquí .
Saluda a Epaenetus, mi querido amigo, que fue el primer converso [literalmente, «primicia» en Asia para Cristo «. CEB
Este es el único versículo de la Biblia que menciona a Epaenetus. Él era un amigo (literalmente, «amado») de Pablo, pero no sabemos nada de él, aparte de la afirmación de Pablo de que fue la primera persona en Asia Menor que se convirtió en cristiano.
Saluden a María, que trabajó duro para usted. (Mi propia traducción)
Pablo usa palabras de «trabajo / obrero» para el ministerio y los ministros en algunas de sus cartas. Más información sobre el uso de María de Roma y la terminología de «trabajo» de Pablo aquí .
Saluden a Andrónico y Junia, mis compañeros judíos que han estado en la cárcel conmigo. Son sobresalientes entre los apóstoles, y estuvieron en Cristo antes que yo. NIV
Andrónico y Junia eran una pareja de misioneros que habían sido perseguidos por su fe. Habían sido cristianos más tiempo que Pablo, quizás incluso habían sido discípulos cuando Jesús estaba vivo. La pareja se describe en términos de su relación con Pablo (y otros apóstoles) y su ministerio. Más sobre Junia aquí .
Ampliatus era un nombre masculino común, especialmente de esclavos en la casa imperial, pero no sabemos nada acerca de este hombre, excepto que era un amigo («amado») de Paul.
Saluda a los miembros de la casa de Aristóbulo. CEB
Literalmente, «aquellos de / de Aristóbulo» probablemente se refiere a la familia y / o a los esclavos de un hombre llamado Aristóbulo. También puede referirse a una congregación (o iglesia de la casa) organizada por Aristóbulo, pero es un poco extraño que el propio Aristóbulo no sea recibido explícitamente.
Pablo hace hincapié en resaltar la etnicidad de algunos de sus compañeros judíos ( Romanos 16: 7 , 11 , 16:21 NVI; cf. Romanos 9: 3 NVI ). Esto es significativo ya que hubo tensiones entre los judíos y los gentiles en la Iglesia romana en el momento en que Pablo escribió su carta.
Saluden a esos trabajadores en el Señor, a Trifena y a Trifosa. (Mi propia traducción)
Estas mujeres, probablemente hermanas, ministraban «en el Señor». A pesar de los sentidos de la delicadeza y de la vida lujosa que transmite la etimología de sus nombres , estas mujeres trabajaban arduamente.
Saluden a mi querido amigo Persis, que ha trabajado duro en el Señor. (Mi propia traducción)
Al igual que Epaenetus, Ampliatus y Stachys, Paul se refiere a Persis, una mujer, como una amiga («amada»). El apóstol miró a estas cuatro personas con afecto cálido. Pero en su saludo, Pablo también se refiere al ministerio de Persis; algo que no hace por los tres hombres.
Se han mencionado siete mujeres hasta ahora, incluida Phoebe, y Paul ha dicho algo sobre los ministerios de cada una de estas mujeres.
Saludad a Rufo, escogido en el Señor; Y saluda a su madre, una madre para mí también. NRSV
Rufus se describe como «elegido» o «elegido». (La misma palabra que se usa para describir a la dama a quien se dirige en 2 Juan y su hermana). La madre de Rufus es la octava mujer mencionada en esta lista en Romanos 16: 1-16 . Paul no dice nada sobre su ministerio, excepto que ella actuó de manera maternal hacia él. El hecho de que no sea nombrada puede ser una marca de respeto y quizás indica que es una persona mayor. Más sobre mujeres anónimas en la Biblia aquí .
Saluda a Asíncrito, Flegón, Hermes, Patrobas, Hermas y los hermanos y hermanas que están con ellos. CEB
Cinco nombres se dan en el versículo 14. Los primeros cuatro son nombres masculinos. No está del todo claro si Herma (s) es un nombre masculino. Estas personas probablemente pertenecen a la misma iglesia de la casa en Roma.
Saluda a Filólogo y a Julia, a Nereo ya su hermana, a Olimpas ya todos los santos que están con ellos. CEB
La gramática griega muestra que Philologus y Julia son una pareja. Junto con Nereus y su hermana, así como con Olympas (que puede ser una contracción del nombre masculino Olympiodorus, ¿o es el nombre femenino Olympa?), Estos cinco son probablemente miembros prominentes de una iglesia en casa. O quizás son los anfitriones y líderes de tres iglesias en diferentes casas en Roma.
Veintinueve personas se mencionan en Romanos 16: 1-16 , y veintiocho en Roma. Pero este pasaje no es una lista seca de nombres. Más bien, da una idea de la iglesia en Roma y revela la estima y respeto de Pablo por algunos de los creyentes allí. Él comenta sobre la fe de algunas de estas personas, sobre sus relaciones con algunas de estas personas y sobre algunos de sus ministerios.
Además, como una forma de mostrar solidaridad y fomentar la unidad entre los creyentes en Roma y entre las diferentes iglesias en las casas, Pablo quería que ellas y las diversas familias se saludaran entre sí. Pablo quería aliviar las tensiones entre los cristianos romanos, incluidas las tensiones étnicas (cf. Gá. 3:28 ).
De las veintinueve personas, diez son mujeres. Lo que es especialmente interesante, sin embargo, es que siete de las diez mujeres se describen en términos de su ministerio (Phoebe, Prisca, Mary, Junia, Tryphena, Tryphosa, Persis). [2] En comparación, solo tres hombres se describen en términos de su ministerio (Aquila, Andronicus, Urbanus), y dos de estos hombres están ministrando junto a una pareja (Aquila con Prisca, Andronicus con Junia). Estos son números que vale la pena considerar y recordar.
Es evidente que las mujeres estaban activas en ministerios importantes en la iglesia en Roma. También es evidente que Paul no tiene ningún problema con estas mujeres. Más bien, él los afirma y sus ministerios. ¿Apuntó Pablo a afirmar a estas mujeres en un esfuerzo por aliviar las tensiones causadas por algunos cristianos romanos que tenían problemas para ministrar a las mujeres?
NOTAS AL PIE
[1] Pablo aún no había visitado la iglesia en Roma, pero ya estaba familiarizado con algunos de sus ministros. Se había encontrado con algunos de ellos cuando se cruzaron el suyo y sus viajes (por ejemplo, Priscila y Aquila, Andrónico y Junia). Otros que puede haber conocido por su reputación. Sin embargo, algunos eruditos creen que el último capítulo de Romanos no fue originalmente parte de la carta de Pablo a los Romanos, sino parte de una carta que el apóstol escribió a los cristianos en Éfeso. Pablo conocía bien a los cristianos en la iglesia de Éfeso. Sin embargo, creo que Romanos 16 es parte de una carta que Pablo escribió a los Romanos.
Varios libros y documentos discuten si Romanos 16 estaba destinado a Roma o a Éfeso. Aquí hay una pequeña muestra de ellos: Günther Bornkamn, Paul (Minneapolis: Fortress Press, 1995) 80; Joan Cecelia Campbell, Phoebe: Patrona y emisaria (Collegeville: Liturgical Press, 2009), 13-14; Robert Jewett, «Paul, Phoebe y la misión española» en El mundo social del cristianismo formativo y el judaísmo: en homenaje a Howard Clark Kee (Filadelfia: FortressPress, 1988), 153-154; Susan Mathew, Women in the Greetings of Rom 16: 1-16 : A Study of Mutuality and Women’s Ministry en la Carta a los Romanos (Durham University: Durham E-Theses, 2010), 4-19.
[2] El comentario de Paul de que la madre de Rufus era «una madre para mí» puede estar en referencia a su ministerio a Paul y no solo a su relación.
IMAGEN
Joanne Whalley y John Lynch interpretan a Priscilla y Aquila en la película de 2018 Paul: Apostle of Christ . Disfruté mucho esta película.
CIUDAD DEL VATICANO (Por Cindy Wooden/CNS)—. La lectura de la Biblia y rezar con ella es “la mejor vacuna” contra las comunidades católicas que se cierran en sí mismas o se enfocan solamente en la auto-preservación, dijo el papa Francisco.
Dios quiere “una iglesia que no hable sobre sí misma, sino que tenga en su corazón y en sus labios al Señor y que se apoye diariamente en su palabra”, dijo el papa a miembros de la Federación Bíblica Católica.
Al saludar a los 200 miembros de la federación de 68 países, el papa Francisco dijo el 26 de abril que cuando los cristianos básicamente se proclaman ellos mismos en vez de a Jesús, no le transmiten nada al mundo.
“Es la palabra de Dios, no la nuestra“, dijo, y “nos insta a dejar de ser el centro, nos salva de la autosuficiencia y el triunfalismo y nos llama continuamente a salir” al encuentro.
El Papa Francisco recibiendo un obsequio durante su encuentro en la Sala Clementina con los miembros del Congreso Internacional organizado por la Federación Bíblica Católica, el pasado 26 de abril. (Medios Vaticano)
La Federación Bíblica Católica, la cual está celebrando su 50 aniversario, fue fundada para hacer la Biblia más accesible a los católicos y destacar “el rol central que tiene la palabra de Cristo en la fe y la misión”, le dijo el cardenal Luis Antonio Tagle de Manila, Filipinas, presidente de la federación, al papa Francisco.
En las enseñanzas del Concilio Vaticano Segundo, reafirmadas por el entonces papa Benedicto XVI en su exhortación “Verbum Domini” (“Palabra de Dios”) del 2010, según el cardenal Tagle, se le pregunta a los católicos y a la iglesia entera si la palabra de Dios realmente inspira y guía su visión del mundo, prioridades pastorales y el uso de los recursos.
“Si la palabra de Dios no inspira todas estas acciones eclesiales, entonces ¿de dónde viene la inspiración?”, preguntó el cardenal. “No es una pregunta retórica”.
Coincidiendo con él, el pontífice respondió: “Sería hermoso si la palabra de Dios se convirtiera cada vez más en el corazón de cada actividad de la iglesia, el corazón palpitante que da vida a los miembros del cuerpo”.
La Biblia le da a la iglesia una constante y necesaria “inyección de vida”, dijo, por esa razón es que las homilías fundamentadas en la lectura de las Sagradas Escrituras en Misa son tan importantes.
Un análisis crítico y gramatical del texto griego de Juan 13.34
Héctor B. Olea C.
A manera de introducción debo decir que el origen de este breve artículo se encuentra en una pregunta que en privado me hizo un apreciado contacto. La pregunta en cuestión tiene que ver con la forma en que Roberto Hanna, en su conocida obra «Ayuda gramatical para el estudio del Nuevo Testamento Griego» (Editorial Mundo Hispano, año 1993), explica Juan 13.34. En síntesis, la pregunta que me fue planteada fue: Profesor, ¿es cierto que el adjetivo «kainén» tiene en Juan 13.134 un sentido adverbial, como lo sugiere Roberto Hanna?
Luego, pienso que las personas que habrán de leer mi artículo tienen el derecho de saber lo que en realidad y de manera íntegra dice Hanna en su referida obra, cito: “El adjetivo «kainén» tiene un sentido adverbial, y significa: yo lo doy de nuevo”.
Ahora bien, ¿es acertada la conclusión de Roberto Hanna?
En mi primer lugar, debo decir que, en mi opinión, la conclusión y sugerencia de Roberto Hanna tiene los matices de una simple presuposición teológica y no de una conclusión con base en una sólida argumentación gramatical.
En segundo lugar y, consecuentemente, desde el punto de vista estrictamente gramatical, la oración «entolén kainén dídomi jumín», involucra sencillamente un adjetivo en posición atributiva, o sea, «entolén kainén»: traducción acertada: «un mandamiento nuevo».
En tal sentido, llama la atención que Roberto Hanna haya ignorado la indiscutible relación sintáctica que existe en el texto griego de Juan 13.34 entre la palabra «entolén» (sustantivo: mandamiento) y la palabra «kainén» (adjetivo: nuevo).
Consecuentemente, un serio análisis morfosintáctico (gramatical) de la frase «entolén kainén» ha de concluir, por un lado, que dicha frase debe ser traducida «un mandamiento nuevo», y que constituye el complemento directo (por eso se encuentra en el caso acusativo femenino singular) del verbo «dídomi» (doy). Por otro lado, que la palabra «jumín» (pronombre personal de la segunda persona del plural, en caso dativo: a ustedes, les) constituye el complemento indirecto del mismo verbo «dídomi» (doy).
En tercer lugar, me parece que la hipótesis de Roberto Hanna es que Jesús, con la frase «entolén kainén» sencillamente está haciendo un énfasis en el conocido y ya establecido mandamiento del AT (Tanaj, Biblia Hebrea): «ama a tu prójimo como a ti mismo» (Levítico 19.18, 34), un mandamiento ya establecido.
La palabra «mandamiento» en el Evangelio de Juan
La palabra «mandamiento» se encuentra en el Evangelio de Juan en cinco ocasiones y en la siguiente manera:
En la primera mención Jesús presenta como “un mandamiento del Padre” que pusiera su vida, aunque tendría la autoridad de volver a tomarla (Juan 10.18).
En la segunda mención Jesús pone de relieve que sus obras y sus dichos también fueron “ordenanzas de su Padre”. En otras palabras, lo que Jesús hizo, lo hizo porque su Padre se lo ordeno, y lo que dijo, lo dijo porque así también se lo ordeno el Padre (Juan 12.49).
En la tercera mención Jesús, en el mismo contexto de la mención anterior, especifica que “el mandamiento que recibió del Padre” produce vida terna, porque lo que él habla, lo habla en conformidad al mandamiento que recibió del Padre (Juan 12.50).
Con las dos últimas menciones (la cuarta y la quinta), el Jesús joánico hace referencia a “un nuevo mandamiento” (Juan 13.34 y 15.12).
Ahora bien, la hipótesis de Roberto Hanna respecto de la frase «entolén kainén» («yo lo doy de nuevo») se hace más cuestionable, a nuestro juicio, cuando consideramos los siguientes factores.
Primer factor: La frase «améis (que se amen) los unos a los otros» (RV 1960) es típica del Evangelio de Juan. En efecto, la frase en cuestión se encuentra en todo el Nuevo Testamento en sólo cuatro ocasiones: tres veces en el Evangelio de Juan (13.34; 15.12, 17) y la restante en Pablo (1 Tesalonicenses 4.9).
Segundo factor: De las tres referidas ocasiones en que el Evangelio de Juan menciona la frase «améis (ámense) los unos a los otros» (RV 1960), sólo en dos ocasiones se la encuentra con un detalle vital añadido, detalle que en mi opinión Roberto Hanna ha perdido de vista. Dicho detalle consiste en la frase o expresión «como yo os he amado», frase que por cierto, sólo se emplea en Juan 13.34 y en el capítulo 15.12 (y que tampoco se la encuentra en 1 Tesalonicenses 4.9).
Tercer factor: No se puede demostrar que antes de Juan 13.34 el Jesús joánico haya hecho mención del mandamiento del amor, de modo que la mención de Juan 14.34 venga a constituir la simple reiteración de un mandamiento dado con anterioridad («yo lo doy de nuevo»).
Luego, atendiendo al matiz que le agrega la frase «como yo os he amado» (redacción que no se encuentra en ninguna otra parte de la Biblia (y que no es equivalente a «ama a tu prójimo como a ti mismo», compárese 1 Juan 3.23); es indiscutible que en Juan 13.34 y 15.12 estamos en realidad ante un mandamiento nuevo del Jesús joánico.
En otras palabras, el mandamiento del Jesús joánico se diferencia del antiguo mandamiento de Levítico 19.18, 34 precisamente en el elemento que toma o pone de referencia y sus implicaciones. Mientras que el mandamiento de Levítico 19.18, 34 tiene como referencia a «uno mismo» («ama a tu prójimo como a ti mismo»), el mandamiento de Jesús tiene como referencia el ejemplo dado por «el mismo Jesús, por él mismo» («ámense los unos a los otros como yo los he amado a ustedes»).
Además, la frase «como yo os he amado», dicha por el Jesús joánico, punta al amor sacrificial (considérese Juan 15.13). En tal sentido, indiscutiblemente, el mandamiento de Juan 15.34 y 15.12 constituye un nuevo mandamiento, pero no porque hable de la necesidad de amar al semejante (principio vital del antiguo mandamiento de Levítico 19.18, 34), sino más bien por el fundamento sobre el cual se sustenta: la forma en que Jesús nos amó, obviamente, según la teología del Evangelio de Juan.
Finalmente, no es posible perder de vista que en Juan 15.12 el Jesús joánico, haciendo referencia precisamente al mandamiento de Juan 13.34 («ámense como yo los he amado»), lo identifica como una ordenanza original y estrictamente suya, con las palabras «jáute estín je entolé je kainé»: «este es mi mandamiento».
Conclusiones:
Primera: La frase «entolén kainén» en Juan 13.34 pone de manifiesto, desde el punto de vista del análisis morfosintáctico (gramatical), una estructura sintáctica del adjetivo en posición atributiva, entre el sustantivo «entolén» (mandamiento) y el adjetivo «kainén» (nuevo). En consecuencia, la traducción acertada de la expresión «entolén kainén» es: «un mandamiento nuevo».
Segunda: No se puede demostrar que antes de Juan 13.34 el Jesús joánico haya hecho mención del mandamiento del amor, de modo que Juan 13.34 venga a constituir la simple reiteración de un mandamiento dado con anterioridad («yo lo doy de nuevo»).
Tercera: El matiz que le agrega la frase «como yo os he amado» (redacción que no se encuentra en ninguna otra parte de la Biblia (y que no es equivalente a «ama a tu prójimo como a ti mismo», compárese 1 Juan 3.23); es indiscutible que en Juan 13.34 y 15.12 estamos en realidad ante “un mandamiento nuevo” del Jesús joánico.
Cuarta: El mandamiento del que nos dan cuenta Juan 13.34 y 15.12, constituye “un nuevo mandamiento”, pero no porque hable de la necesidad de amar al semejante (principio vital del antiguo mandamiento de Levítico 19.18, 34), sino más bien por el fundamento sobre el cual se sustenta: la forma en que Jesús nos amó (obviamente, según la teología del Evangelio de Juan).
Quinta: La hipótesis de Roberto Hanna de que «el adjetivo« kainén «en Juan 13.34 tiene un sentido adverbial, y significa: yo lo doy de nuevo», a la luz de nuestro análisis y nuestro juicio, es cuestionable y desacertada, así como sencillo Facebook WhatsApp Twitter Google+ LinkedIn Facebook Messenger Compartir
Dom 2, Ciclo 3. Jn 2, 1-11. El texto de las Bodas de Caná de Galileaofrece el tema final de la Navidad (es decir, de la Epifanía de Jesús), con los oros dos motivos anteriores: Adoración de los Magos y Bautismo de Jesús.
Es un evangelio rico en motivos históricos, cristológicos, eclesiales y marianos, que deberían exponerse con más cuidado. Yo lo he titulado María (=la madre de Jesús), quiere vino, no para ella, sino para la Iglesia, para todos los que buscan y quieren a Jesús, para todos los hombres y mujeres de la tierra.
— Hay ciertamente un recuerdo de Jesús participando en bodas, hombre de vida, al servicio del amor y de la vida.. Éste es el Jesús verdadero, iniciador de bodas, hombre de amor y de vino, promotor de una esperanza de paz (shalom), simbolizada en la Biblia con buenas bodas.
— Hay un matiz de Iglesia, es decir, de humanidad: Debemos pasar de las bodas de agua y purificación (mucha ley, muchas normas, piedra a piedra, gran pobreza) a las bodas del vino . Que todos los hombres y mujeres de la tierra, todas las casas, tengan lo necesario para vivir (pan, agua, casa…), pero también algo de vino, que es el gozo de la vida, algo que sobra para el regalo, para el amor, para las bodas…
— Hay un recuerdo de la Madre de Jesús, que es persona concreta y signo de Israel, una mujer festera, promesa de vino y de amor para hombres cargados de les y normas frustradas (los cántaros de piedra para las purificaciones).
a. Santa María de las bodas
La Madre de Jesús se sitúa ante las bodas humanas (antes judías, hoy cristianas) y descubre en ellas mucha mucha ley (agua de purificaciones, normas bien aseguradas…), pero sin vino de vida, que es la alegría de los novios que se irradia y expande a todos los invitados. Por eso critica las bodas antiguas (de Israel, quizá de gran parte de las bodas de nuestras Iglesias, cargadas de leyes y normas de piedra y agua, con poco vino de vida.
La Virgen de muchas «apariciones marianas» habla más de penitencia que de vino; ella puede ser piadora, pero no es la Virgen de Caná de Galilea, iniciadora de evangelio, de vino y de bodas, de alegría esperanzada (es decir, cristiana).
b. San Jesús del Vino
Jesús se manifiesta en Cana para dar vino y «marcha» de vida (esperanza, alegría) a las bodas de la historia humana, pasando de la pura ley (cántaras de agua de purificaciones) a la vida intensa, al vino abundante, sobrado, bueno, de la fiesta, con María su Madre (que es signo del paso, de camino que se debe hacer para ir del Antiguo al Nuevo Testamento).
Hemos manipulado a Jesús (hemos manipulado a su Madre), muchas veces, para seguir teniendo a la puerta de nuestras iglesias las seis cántaras de agua de las purificaciones (prohibiciones, normas…). Jesús, en cambio, ha venido y su madre le ha «presentado» para que sea fuente de vino, es decir, de amor, de bodas para el conjunto de la humanidad. Éste es el mensaje del evangelio de hoy.
Todo eso y mucho más está latente en este texto prodigioso, que comentaré en tres partes:
a) Comentario básico b) Manifiesto del vino c) Observaciones finales
Imágenes Son normales todas… menos la segunda: Una Fiesta de Bodas del pintor judío M. Chagall… Parece Caná de Galilea, bullicio de fiesta, con Jesús en algún lado, con la Madre, con los novios… y todos con sus ánforas de vino. Es la mejor representación moderna que conozco de las Bodas de Caná.
Buen domingo a todos.
Texto: Juan 2, 1-11
En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: «No les queda vino.» Jesús le contestó: «Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.»Su madre dijo a los sirvientes: «Haced lo que él diga.» Había allí colocadas seis cántaras de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: «Llenad las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: «Sacad ahora y llevádselo al mayordomo. «Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora.» Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.
1. COMENTARIO BÁSICO
El evangelio nos sitúa en el centro del misterio humano, allí donde nos dice Gén 2, 24 que los hombres se encuentran a sí mismos para unirse: abandonan a los padres y se unen entre sí para formar una sola carne. Bodas son celebración de amor, fiesta de la humanidad que goza en su mayoría de edad, como unión matrimonial y promesa de vida.
Lógicamente, la madre de Jesús estaba allí (2,1).
No se dice que haya venido o que la inviten. Ella pertenece al espacio de las bodas, al lugar del surgimiento mesiánico, al camino de la nueva esperanza de familia de los hombres. Está precisamente en su función de madre y de esa forma se la llama, silenciando su nombre propio de María. En este primer plano, ella refleja la experiencia israelita: es la madre creadora de familia, entregada plenamente a la fiesta de esponsales de los hombres.
Pues bien, el hilo de la narración, la historia de la boda, se corta para introducir una novedad que cambiará toda la línea del relato: «pero también fue invitado Jesús y sus discípulos a la boda» (2,2). Ellos no estaban allí desde el principio, vienen de fuera a interrumpir y transformar el curso de los acontecimientos. Precisamente su venida pone al descubierto la carencia de la fiesta: ¡no tienen vino! En un nivel externo, aquí puede tratarse de carencia material, pero es evidente que el relato apunta a otro nivel: no es que se haya acabado un vino que antes hubo, aunque fue escaso; es que no hubo ni hay vino de ninguna especie. Israel no puede terminar la fiesta de sus bodas: tiene la promesa y el camino, pero no llega por sí mismo al cumplimiento, porque falta el vino; tiene anhelo de familia, pero no logra crearla, porque se clausura en el padre (tradiciones) de la tierra. La Iglesia actual se parece mucho a ese Israel aquí criticado, incapaz de abrir para los hombres y mujeres el tiempo de las bodas.
Los novios de aquel antiguo Israel y de esta iglesia 2019 no han podido conseguir el vino de la vida, como indica certeramente la madre (Jn 2,3). Solamente tienen el agua de las purificaciones judías, el agua de los ritos y las leyes, que limpia una vez, externamente, para que volvamos de nuevo a descubrir que nuestras manos siguen estando manchadas (cf. Heb 9,23-10,18). Precisamente en ese fondo de insuficiencia israelita y búsqueda de bodas que no pueden culminar, viene a situarse la palabra de María. Sin entrar en sus matices teológicos más hondos señalamos su manera de ponerse ante las bodas. 49
En primer lugar, María se muestra preocupada y atenta.
Por ser obvio, este nivel aparece pocas veces destacado. No sabemos si es que había otros que vieron y sintieron la carencia de vino, a la llegada de Jesús, pero sabemos que María lo ha advertido. Ella mira atenta a las necesidades de los hombres, gozosa ante unas bodas que prometen dicha. Pudiéramos decir que está al servicio de la fiesta del amor y de la vida: quiere que haya gozo, que haya vino y, mientras otros están quizá perdidos en quehaceres más pequeños, ella sabe mantener distancia y descubrir las necesidades de los hombres, lo mismo que lo ha hecho en el Magníficat (Lc 1, 46-55).
Tiene clarividencia especial y, en gesto de servicio abierto, descubre la carencia de la vida. Sabe que los hombres han sido creados para celebrar las fiestas del amor, para las bodas del vino escatológico, y por eso sufre al verlos deficientes, oprimidos, incompletos, sometidos al agua de los ritos y purificaciones del mundo. Por eso, quiere conducirles a la nueva familia del Reino. En segundo lugar, María lleva ante Jesús las carencias de los hombres.
La madre sabe ver, pero no puede remediar. Ella se encuentra ante un misterio que la desborda, ante una carencia que no puede solucionar por sí misma. Lógicamente acude al hijo: «no tienen vino» (2,3). La indicación es delicada, respetuosa, y, sin embargo, el hijo debe rechazarla: «¿Qué tenemos en común yo y tú, mujer? Aún no ha llegado mi hora» (2,4). He querido respetar la dureza del pasaje (ti emoi kai soi gynai), porque nos sitúa en la línea de los textos antes estudiados (Mc 3,31-35; Lc 11,27-28).
Humanamente hablando, en plano israelita, la madre carece de poder sobre Jesús. No puede marcar su camino, cerrándole en la vieja familia de la tierra. Esto significa que la hora, el tiempo y gesto de Jesús, no viene marcado por María. Sin embargo, si miramos a más profundidad, descubriremos que la misma respuesta negativa refleja un tipo de asentimiento implícito: Jesús no rechaza la observación de su madre, no niega la carencia de vino. Simplemente indica que la hora se halla en manos de su Padre de los cielos (cf. Lc 2,48-49).
María le mostraba una carencia desde un punto de vista que es todavía humano. Jesús acepta esa carencia, pero sube de nivel: él no ha venido simplemente a rellenar un hueco de los hombres, a solucionarles un problema de la tierra. Sin este primer distanciamiento, sin esa ruptura creadora, ni Jesús hubiera sido verdadero salvador, ni su madre nos podría valer como modelo de fidelidad en el camino hacia el nivel de salvación definitiva donde surge la familia nueva de las bodas.
Esto nos conduce al tercer plano: la actitud de la madre respecto a los servidores de la boda.
Ella acepta la palabra de Jesús, su trascendencia. Sabe que no puede dominarle ni mandarle, trazándole un camino sobre el mundo. Pero puede dirigirse a los ministros de la fiesta, a todos los hombres de la tierra: «haced lo que él os diga» (2,5). Así deja la respuesta en manos de Jesús, deja el tiempo de su «hora» y poniéndose en el plano de los servidores, María viene a presentarse como gran diaconisa, servidora primera de la fiesta: prepara así las cosas para el cambio de las bodas. Su gesto viene a interpretarse como un reconocimiento mesiánico: está cerca de aquello que, en visión de Jn, ha realizado Juan Bautista.
También el Bautista pertenece al tiempo de las bodas. No es el Señor, no es el esposo, pero anuncia su venida y prepara a sus discípulos, llevándoles precisamente hasta el lugar donde está el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo (Jn 1,29; cf. 1, 19-42). Por eso se alegra de que el Cristo aparezca mientras él desaparece (1,30): «el que tiene a la esposa es el esposo. En cambio, el amigo del esposo, que está allí para atenderle, se alegra muchísimo al escuchar la voz del esposo» (Jn 1,29).
Juan es el amigo del esposo, el que ha preparado el camino de sus bodas y se alegra de estar a su servicio. Por eso le cede (le traspasa) sus propios discípulos y desaparece cuando empiezan ya los esponsales. Pues bien, de una manera semejante, podemos afirmar que María es la madre de Jesús esposo. También ella prepara el camino, pero no puede mandar sobre Jesús ni obligarle a comportarse de una forma determinada. Por eso dispone a los servidores, diciéndoles que escuchen a Jesús para realizar de esa manera el gran cambio de las bodas.
María actúa como «diaconisa», es el Antiguo Testamento que se abre al Testamento y Fiesta de Jesús
Ella aparece así como iniciadora de la nueva familia de Jesús, el protagonista (esposo-esposa) de las nuevas bodas mesiánicas, del Reino. Ciertamente, en la visión tradicional de Lc 14,15-24, María no aparece como sierva del banquete; no es de aquellos mensajeros-profetas que caminan anunciando la gran fiesta por los pueblos y los campos, recibiendo así nombre de «siervos» (douloi). Pero ahora ella está presente, realizando una función superior: prepara a los servidores (los diakonoi) del banquete (cf. Jn 2,5), enseñándoles a escuchar y acoger a Jesucristo.
María no está aquí para cuidar de Jesús, para arroparle en medio de los riesgos de una fiesta donde suelen perderse los modales de la buena educación y sobriedad sobre la tierra. Está para ocuparse de los hombres, de aquellos hambrientos y oprimidos que quisieran llegar hasta las bodas de alegría-vida de la tierra pero no pueden hacerlo porque falta el vino del amor y de la vida, la vida de la fiesta.
Precisamente al servicio de ese amor y de esa vida, de ese vino y de esa fiesta, se ha puesto María conforme al evangelio. Ella está con los diáconos, servidores del banquete, anunciando y preparando el gozo que se acerca. Está al servicio del festín de manjares suculentos y vinos generosos que el Dios de su hijo Jesucristo ha preparado sobre el monte de la tierra, conforme a la palabra ya citada de Is 25,6- En esta perspectiva ha de entenderse un detalle textual bien significativo.
En medio del banquete donde los judíos sólo tienen el agua de purificaciones rituales (cf. Jn 2,6) ella ha conducido a los hombres hacia el tiempo nuevo de Jesús, el Cristo. Ciertamente, es judía. Pero es una judía que supera su antigua perspectiva legalista y muere al mundo viejo para renacer de esa manera en Cristo, conviniéndose en cristiana. Ella es la primera cristiana de la historia, miembro de una familia en la que todos somos con Jesús esposo-esposa de las nuevas bodas de un amor que nunca acaba.
2. CANTO AL VINO, MANIFIESTO DE LA IGLESIA
1. Un presente seco.
La iglesia actual se encuentra en la misma situación de los novios y los invitados de la escena: No tenemos vino. Anunciamos con trompetas nuestra fiesta, pero lo logramos ofrecer nada. Sólo la apariencia de unas bodas, UNA fiesta externa, incluso músicos pagados, pero nos falta vino.
Y sin vino ni los novios pueden pronunciar su palabra de amor, ni los amigos compartirla y celebrar con ellos, conforme al ritual judío. Ésta parece haber sido la situación de muchas iglesias judeo-cristianas (o paganas) del tiempo del Evangelista Juan. Para ellos va escrito el evangelio. Esta es nuestra situación. La iglesia 2019 parece un funeral de críticas, lamentaciones y abandono. Muchos se marchan de la fiesta, falta el vino.
2. Toma de conciencia, la Madre de Jesús…
Ella es la primera en tomar conciencia de la situación… Nadie se da cuenta de ella. Los convidados hablan, quizá discuten, pero no logran comprender que su fiesta está vacía. Los señores de esta fiesta de la Iglesia han nuevamente (año 2019) preparado seis grandísimas tinajas de agua (de leyes y normas para purificación, de derecho, de prohibiciones). Sólo tienen eso: Normas, leyes, prohibiciones, purificaciones y nuevas purificaciones, con leyes nuevas…
Una vuelta obsesiva a las normas de poder, simbolizadas por el agua de una liturgia vacía. Falta el vino, la boda no es boda, sino una forma de engañar al personal. Pero ella, la madre de Jesús (que es signo de las promesas del buen judaísmo) se da cuenta, y le dice a Jesús… También entre nosotros hay algunos que advierten la falta de vino, cristianos más comprometidos, poetas y profetas, servidores de los demás en un mundo donde se acaba la fiesta de la vida.
3. Resistencia, no es todavía mi hora.
¿Quién le dice a Jesús, de verdad, que nos falta el vino? ¿Quién puede llegar y decirlo: ¡es tu hora!? El evangelio concede ese “oficio” a la madre de Jesús, que es el signo de las promesas de la vida. No es ya tiempo de más purificaciones, de tinajas de agua, de normas y normas, y ella se lo dice a Jesús, parece resistirse, y dejarnos para siempre con el agua de los ritos, como si nada hubiera pasado (con templos externos, rituales vacíos, normas y normas llenas de prohibiciones).
Es como si Jesús nos hubiera abandonado, dejándonos en manos de nuestros cenáculos vacíos, de bodas que no son bodas, de vino que no es vino… Gran parte de la jerarquía actual de la Iglesia parece resistirse, diciendo que no es todavía la hora, para centrarse en sus ritos, en sus purificaciones sin vida, en sus fiestas sin alma.
4. Decisión: Llenad las tinajas de agua…
Pero Jesús escuchó a la madre y se puso en marcha, puso en movimiento su proyecto mesiánico de vino. Por eso pide a los servidores que llenen hasta arriba las tinajas, rebosantes… para que el agua del antiguo rito (purificación, gloria vacía…) se convierta en vino de fiesta. Éste es oficio de todos, de los servidores de la boda y del architriclino (que son los clérigos antiguos, que hoy serían el papa, los obispos y los celebrantes…). Es como si hubiéramos celebrado con agua de normas y ritos, queriendo purificarnos, pero sin nunca lograrlo.
Es el momento de la boda, de la vida, del amor, de la alegría…Sólo este paso del agua real al vino realísimo de la fiesta, de la nueva conciencia, del gozo compartido, expresa la novedad de Jesús. Hemos vuelto a cerrar el proyecto de Jesús y encerrarlos en grandes ánforas de agua… Pues bien, bien, es la hora de ponerse en marcha, de abrir las tinajas y llenarlas de agua nueva, para que Jesús nos ayude a convertir el agua en vino de fiesta sin fin.
5. Celebración: El vino nuevo de la fiesta.
Es ante todo el vino de los “novios”, de aquellos que se han unido para celebrar la fiesta de su vida, para beber juntos de una misma copa el vino del amor que crece y crece… Es la fiesta de todos los invitados, entre ellos los discípulos, que deben transformar el mundo a base de buen vino. Cuando abunda el vino, y aprende a beber en comunión de gozo, la vida cambia.
Este es el motivo central de la fiesta de Jesús que nos hace celebrantes de la vida, animadores de esa fiesta, que es de todos, hombres y mujeres, invitados al banquete de bodas, sin que nadie quede excluido, sin que nadie lo acapare. Éste es el tiempo de pasar del vino malo al buen vino de fiesta, de amor generoso, de bodas de vino para todos, superando las viejas leyes y las purificaciones, para ponernos al servicio de la vida.
6. Expansión: discípulos de Jesús.
El evangelio dice que ellos creyeron y le acompañaron, poniéndose en marcha. Pues bien, también los nuevos ministros han de creer y convertirse en o servidores de la fiesta del vino, ellos, los que ahora existen y muchos nuevos. Pero no les veo convencidos de ellos; se han hecho guardianes de tradiciones, conservadores de un agua que se termina perdiendo, pudriendo…
Por eso ha de darse un cambio radical. Ciertamente, muchos ministros de las iglesias (varones y mujeres) siguen siendo portadores de una fiesta de vida. Pero muchos otros me parecen cerrados en leyes de purificaciones, en normas ya antiguas (cuyo origen nadie sabe explicar…), andan a lo suyo, que no es aquello que empezó a realizar Jesús en Caná de Galilea, entre amores raros, mientras el corazón de muchos se seca. Aquí es precisa una tarea nueva al servicio del vino de Jesús, con gente nueva, vino nuevo en odres nuevos, dice en otro lugar el evangelio (Mc 2).
7. Compromiso gozoso, siempre el vino.
Las tinajas de las purificaciones no son algo del pasado. Ellas forman gran parte del presente de la Iglesia, hecha de ritos, envidias, cansancios, normativas… que no dejan que el vino se expanda y que corra por todos los sarmientos y cepas de la Iglesia y de la humanidad la savia de Jesús (cf. Jn 15). Pues bien, según su evangelio, Jesús nos quiere portadores del vino de la fiesta, animadores de la celebración, prontos al baile, al abrazo, a perder la cabeza en amor, por amor, en comunión… Ésta es la imagen que debíamos dar, desde el Papa de Roma hasta el monaguillo del puenlo… Celebradlo con vino, nos dice Jesús, o con el equivalente al vino, que es el amor que se expande, se contagia…
3. ANOTACIONES FINALES
(Para los que quieren aún seguir leyendo)
Seis ánforas, seis cántaras de piedra
Había seis ánforas de piedra, colocadas para las purificaciones de los judíos (2, 6). Eran necesarias y debían encontrarse llenas de agua, para que los fieles de la ley se purifiquen conforme al ritual de lavatorios y abluciones. Pues bien, el tiempo de esas ánforas (¡son seis! ¡el judaísmo entero!) ha terminado cuando llega el día séptimo del Cristo de las bodas.
Los judíos continúan manteniendo el agua, el rito de purificación en que se hallaba inmerso el mismo Juan Bautista (cf Jn 1, 26). La Madre de Jesús había descubierto ya que es necesario el vino, superando de esa forma la clausura legal (nacional) del antiguo judaísmo que se encuentra reflejado por el agua. Finalmente, cumpliendo la palabra de Jesús (que anuncia y anticipa el misterio de su Pascua), los ministros de las bodas ofrecen a los comensales el vino bueno de la vida convertida en fiesta.
En este comienzo eclesial, en el primero de los signos de Jesús, está su Madre, como iniciadora paradójica y sublime de su obra. Ella es la mujer auténtica que sabe aquello que los otros desconocen. Ella es la primera servidora de la Iglesia mesiánica que dice a los restantes servidores de las bodas: ¡haced lo que él os diga!
Acabamos de indicar que ella aparece como mediadora de la alianza: pide a los hombres que cumplan lo que Cristo les enseña. Pero dando un paso más podemos afirmar que ella se pone de algún modo en el lugar del mismo Dios (del Padre de la Transfiguración) cuando decía desde el fondo de la nube a los creyentes: ¡este es mi Hijo querido, escuchadle! (Mc 9,7 par). La que ahora pide a los humanos (especialmente judíos) que acojan a Jesús es ya su Madre. No lo hace por orgullo o vanidad, pues como vimos ya en Lc 2, 34-35 y veremos en Jn 19, 25-27, ella es madre sufriente que conoce el carácter doloroso del servicio de Jesús.
No tienen vino! (2, 3).
Esta es una de las palabras más evocadoras del NT y del conjunto de la Biblia. La Madre se la dice en primer lugar al Hijo, pero luego las podemos y debemos aplicar a nuestra historia. Son palabras que escuchan los cristianos, devotos de María, sobre todo los que están comprometidos en la gran tarea de liberación. Precisamente allí donde podemos sentirnos satisfechos, allí donde pensamos que las cosas se encuentran ya resueltas, todo en orden, se eleva con más fuerza la voz de la Madre de Jesús diciendo:
¡No tienen libertad, están cautivos! ¡No tienen salud, están enfermos! ¡No tienen pan, están hambrientos! ¡No tienen familia, están abandonados! ¡No tienen paz, se encuentran deprimidos, enfrentados!
Nosotros no podemos: ¿qué nos importa a tí y a mí? ¡no es nuestra hora! Sabemos que en Jesús y por Jesús ha llegado la hora de la Madre que nos muestra las necesidades de sus hijos, los humanos sufrientes. Sobre un mundo donde falta el vino de las bodas de la libertad/amor/justicia, sobre un mundo que sufre la opresión y el fuerte hueco de la vida, la voz de la Madre de Jesús resuena como un recordatorio activo de las necesidades de los hombres, es principio de fuerte compromiso.
¡Haced lo que él os diga! (2, 5).
Esta es la hora de la fidelidad cristiana de la madre de Jesús. Se ha dicho a veces que ella nos separa del auténtico evangelio, que nos lleva a una región de devociones intimistas y evasiones, desligándonos del Cristo (acusación de algunos protestantes). Pues bien, en contra de eso, los católicos sabemos que la Madre nos conduce al Hijo, recordándonos con fuerza que debemos hacer lo que él nos diga, igual que ella lo hizo.
Es la hora de la Madre a quien el mismo Jesús llama Mujer (2, 4). Es la hora de la mujer cristiana que puede y debe conducirnos al lugar del verdadero Cristo, para cumplir de una manera intensa su evangelio. Sólo allí donde se unen estas dos palabras (¡no tienen vino! y ¡haced lo que él os diga!) encuentra su sentido la figura de María. Tenemos que descubrir la necesidad del mundo (plano de análisis liberador) e iniciar con Jesús un camino de compromiso liberador, haciendo lo que él dice en su evangelio.
Ese es evangelio de bodas y por eso en el fondo de todo sigue estando la alegría de un varón y una mujer que se vinculan en amor y quieren que ese amor se expanda y que llegue a todos, expresado en el vino de fiesta y plenitud gozosa. El judaísmo era religión de purificaciones y ayunos (cf Mc 2, 18 par); por eso necesitaba agua de abluciones. Pues bien, en contra de eso, el evangelio empieza siendo (unir Jn 2, 1-12 con Mc 2, 18-22) experiencia mesiánica de fiesta. En medio de ella, como animadora y guía, como hermana y amiga, encontramos a la Madre de Jesús. No la busquemos en la muerte, encontrémosla en la vida. Sólo así, cuando gocemos con ella del vino de Jesús, podremos dedicar nuestro trabajo y alegría al servicio de los pobres (los que no tienen vino).
La madre Israel recuerda a Jesús su camino
Precisamente allí donde pudiera parecer que la madre intenta dominar al Hijo (¡no tienen vino!), ella aparece como servidora de ese Hijo, pidiendo a los humanos que cumplan su mandato. Y precisamente allí donde parece que el Hijo se separa de la madre está más cerca de ella, cumpliendo de manera más alta su deseo: no ofrece simplemente un normal vino de bodas del mundo, sino el Vino de las Bodas del Reino, de la plenitud definitiva de la historia.
La palabra de la Madre (¡haced lo que él os diga!) nos sitúa en el centro de la teología de la alianza, allí donde los antiguos judíos decían ¡haremos todo lo que manda el Señor!: Ex 24, 3). Así nos conduce al lugar donde se ha cumplido la historia antigua, ha llegado la alianza del vino, que hemos evocado al ocuparnos de la Última Cena (cf. Mc 14, 24-25; Lc 22, 20; 1 Cor 11,25). En esta perspectiva ha de entenderse el signo eucarístico, que ha estado presente (en ausencia) desde el comienzo de la escena: ¡no tienen vino!. La Madre habla de un vino, Jesús ofrece otro, mucho más valioso. En el lugar de unión y cruce del vino de la Madre (Israel) y de Jesús (eucaristía cristiana) nos sitúa Jn 2, iniciando un tema que desarrollarán los textos eucarísticos posteriores del evangelio, como indicaremos (Jn 6 y Jn 15). De esa forma suponemos que ella conocer de algún modo aquello que pasará, sabe que el vino de Jesús será distinto de que ella ha bebido hasta ahora. Por eso dice ¡haced lo que él os diga!
La Madre de Jesús no quiere adueñarse del Árbol de la Vida, como Eva, ni Tentar a Jesús (nuevo Adán), como algunos apócrifos del tiempo se han destacado. Ella es madre mesiánica que ha sabido educar a los humanos para la aceptación del Cristo: es mujer de bodas, la única que sabe lo que pasa lo que falta sobre el mundo, de la manera que podemos preparar y Preparar a los humanos (varones y mujeres) para el vino eucarístico final. No lo puede dar (ella no lo tiene); Pero puede pedírselo a su hijo.
Lucas, nos ubica en el momento histórico-político del
momento en que el pueblo judío se encontraba. Era el primer censo ordenado por
el Emperador Augusto. Todos deben censarse cada uno en su lugar de origen. No
era como ahora, que nos censan, ahí donde vivimos y estamos. Así que les tocaba
movilizarse quisieran o no, cueste lo que cueste. Hasta donde sabemos no había
subsidio para el transporte en ese entonces.
José salió como pudo de Nazaret con María en estado de
embarazo, hacia Belén, la Ciudad de David en Judea. Este dato es para
indicarnos, que José era de “buena familia”.
Llegando a Belén, a María le llegó la hora del parto.
¡Vaya apuro! Y sin poder encontrar hospedaje, es que no tuvieron tiempo de
hacer las reservas, no es que no tuvieran con qué pagar, que eso quede claro.
José, era de clase, de “sangre azul” para mejores señas, (Lucas 2:4) como se
dice ahora, pero es que Él quería nacer pobre entre los pobres. Parece que a José
le llegó tarde la citación; entre enjalmar el burro, ayudar a montar a María,
salir a toda carrera, se le olvidó llevar los títulos para acreditar sus
credenciales, y pudiera ser atendido como se lo merecía.
Con el apuro de María, no tuvieron más remedio que
recibir el Niño, y envolverlo en unos pañales y lo acostó en un pesebre (Lucas
2:7). Lamento mucho, no poder escribir sobre la situación de calefacción o sea
del buey y la mula, pero es que Lucas, en su texto, no hace mención de ellos.
Lucas es muy parco, al hablar del nacimiento de Jesús.
Resalta la realidad del acontecimiento en un pesebre como espacio no “sagrado”
y lo irreligioso del Decreto del Emperador, que nos coloca a José y María con
el Niño, en una circunstancia que bien le hubiera pasado a cualquier grupo
familiar dentro de lo normal y corriente. Conociendo, que el que nació era
Jesús, el Mesías, Hijo del Altísimo, esto es visto como un sacrilegio, un
irrespeto, una profanación, alguien podría decir: ¡qué falta de Caridad!
El hecho real y de gran importancia es que Jesús nació
y se hizo pobre entre los pobres. ¡Hecho indiscutible!
Jesús, nació además de un pesebre, entre los más
pobres, de los pobres, unos pastores, desechados, marginado, considerados unos
delincuentes, ladrones, atracadores, rebeldes, contra el sistema operante,
sucios, mal olientes, muertos de hambre, borrachos, drogadictos, marihuaneros, degenerados
(últimos adjetivos de actualidad). Total, eran gente peligrosa, la sociedad
judía los rechazaba, además por su condición de supuestos “desplazados” o
“inmigrantes”, no le aportaban nada al Estado del momento, no cumplía con las
normas religiosas, no pagaban impuestos y menos cumplían la Ley, no se sentían
judíos, no tenían identidad, como tal, ni siquiera habían sacado “papeles” como
diríamos por aquí.
José y María estaban muy ocupados atendiendo a Jesús,
había llovido y recogieron agua para lavarlo, envolverlo en los pañales y
colocarlo en el pesebre (Lucas 2:7). Cuando José, siente que viene un tropel de
hombres con sus ovejas, se alcanza a preocupar, pues ya algunos clientes habían
pasado por la carpintería, comentando la situación que se presentaba con esos
desarrapados y que catalogaban como bandidos peligrosos.
Qué situación tan diferente de cómo los cristianos
celebramos el nacimiento de Jesús, en iglesias protegidas, calienticas, por el
roce humano, en medio de villancicos, luces, globos, pólvora, regalos, pero
para entre nosotros, música bailable y buena comida y bebida. ¿Qué decir de la
celebración en la iglesia? Al altar, donde supuestamente esta Jesús, ni los
niños y menos las niñas, se acercan, solo están los exclusivos, con sus
extrañas vestimentas, hay pan (comida) y vino, solo para algunos/as.
Es increíble que hayamos perdido la pista de quienes
fueron, eran y son los destinarios del mensaje, de liberación; los pobres
pastores, campesinos, los oprimidos, marginados y pueblo en general.
Es el Dios mismo, quien se dirige a ellos/as, “un
Salvador, el Mesías, el Señor” (Lucas 2:8-12); “el grande, el Altísimo” (Lucas 1:31:32).
Da la dirección y señales correcta: “Y les doy esta señal: encontrarán un niño
envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lucas 2:8-12).
Dios, en Jesús, se hizo pobre entre los pobres. No lo busquemos, donde no está. Por que nos empeñamos en buscarlo en lo alto, lejos de nosotros, de la vida cotidiana, en lo material, en lo humano. ¿Quién inventó lo divino, ¿Quién inventó lo sagrado, ¿Quién creo que la distancia entre lo divino y lo humano?
Son los pobres, quienes son evangelizados, son ahora nuestros evangelizadores. (Lucas 15:20)
“Hagan como ellos dicen, pero no como ellos hacen” Mateo 23: 3
Debe estar conectado para enviar un comentario.