La Iglesia como comunidad no jerárquica.


26/11/2012, Joana Ortega Raya

BibliaOpinión

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“… pues todos sois hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús. Pues todos los que fuisteis bautizados en Cristo de Cristo os habéis revestido. No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús” (Gal. 3,26-28)

La noción de construir una iglesia cuyas estructuras no respondan a la idea de jerarquización o, lo que es lo mismo, cuyas relaciones no respondan a estructuras de poder/dominio o amo/esclavo, está directamente relacionada con la idea de construir una comunidad de iguales.

Si aceptamos la igualdad de todos los seres humanos como expresión de la voluntad de Dios en la creación, como una práctica del movimiento de Jesús y como una lucha que ha tenido lugar, de una u otra manera, en la historia de la iglesia, debemos considerar muy seriamente las repercusiones sociopolíticas de dicha aceptación.

Tradicionalmente, se acepta que todos los seres humanos somos iguales delante de Dios, es decir, se admite la igualdad, digamos, en términos espirituales. Pero, a la hora de aplicar dicha igualdad al funcionamiento cotidiano de la comunidad se dice que Dios ha establecido una jerarquía de funciones.

Sin embargo, estoy completamente convencida de que la afirmación de la igualdad de todos los seres humanos y, en este caso, de todos los cristianos y cristianas, tiene importantísimas repercusiones en la práctica, en la organización y en las relaciones de la vida comunitaria.

De alguna forma, reconocer que somos iguales nos llevará a construir una comunidad libre de las estructuras de poder/dominio (Mt. 20,20-27). Toda relación humana corre el riesgo de desarrollarse de acuerdo con estructuras de dominación y, puede convertirse y, de hecho así es, en una lucha de poder y, en la mayoría de los casos, intentar responder a la pregunta ¿Quién manda aquí? se convierte en el objetivo primordial de nuestra existencia.

Sin embargo, Jesús nos proporciona otra opción: la cuestión no es quién manda aquí –porque aquí no manda nadie- sino trabajar desde la capacidad de ponernos al servicio desinteresado de los demás.

En el texto de Mateo que nos sirve como ilustración de este enunciado, observamos que los discípulos más cercanos a Jesús se habían enzarzado en una discusión cuyo objetivo era definir las cuotas de poder que, según ellos, les correspondían. Y Jesús tiene que decirles que lo han entendido mal, que los suyos no se relacionan de acuerdo con las estructuras mundanas de poder/dominio, sino que lo hacen respondiendo a otro modelo: el servicio y la entrega.

Las estructuras de dominio buscan, y lo consiguen, dominar, controlar y anular a las personas. Las estructuras de servicio y entrega que nos propone Jesús consiguen liberar, reivindicar y afirmar en su dignidad a esas mismas personas.

Por eso, lo que nos interesa es construir una comunidad basada en estructuras fratiarcales (Mc. 10,29-31). Es de conocimiento general que la estructura básica sobre la que se han construido y desarrollado las sociedades actuales es, sin ningún genero de duda, la estructura patriarcal. El nuestro es, hasta ahora, un mundo de hombres y para hombres. Esta no es una cuestión de género, es una cuestión de modelo. Gustavo Gutiérrez afirma que “La historia humana ha sido escrita por una mano blanca, una mano masculina, de la clase social dominante.”, y eso se refleja en todas las formas de relación humana. En todo momento, en todo lugar y por alguna extraña razón, debe determinarse quién manda. Sin embargo, toda relación que se basa en intentar responder a esa pregunta, se convierte en una lucha de poder y, por tanto, en un fracaso a corto, medio o largo plazo.

Jesús no se relaciona de esa manera con los suyos. Como ya se ha mencionado, él detesta las estructuras de poder/dominio: “Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que los grandes ejercen autoridad sobre ellos. No ha de ser así entre vosotros...”. Es decir, las relaciones comunitarias deben basarse no en relaciones de poder/dominio, sino en relaciones de fraternidad, o de servicio, como prefiramos llamarlas.

Las estructuras fratiarcales se basan, no en relaciones de poder, sino en relaciones de amor, y cuando las personas se aman no intentan dominarse las unas a las otras, sino trabajar para el crecimiento y el bienestar de los demás.

Si aceptamos una noción de comunidad de iguales que se materializa en una comunidad no jerárquica, puede que se nos plantee una pregunta en torno al concepto de autoridad. ¿En una comunidad de iguales no jerárquica hay lugar para un ejercicio legítimo de la autoridad? ¡Claro que sí! Pero se trata sobre todo de un modelo de autoridad carismática (Jn. 15,12-17; 1Cor. 1,1-28).

Hemos acordado que aceptar la construcción de una comunidad de iguales nos lleva a unas consecuencias estructurales comunitarias que provocarían un rechazo de las estructuras de poder/dominio para dar paso a unas estructuras que hemos dado en llamar fratiarcales. Ahora bien, ¿Eso quiere decir que la comunidad adolece de autoridad? En mi opinión no, sino que más bien, la autoridad que se ejerce en la comunidad proviene, como se lee en los textos de referencia, de las capacidades que el Espíritu nos ha concedido.

Como dice el texto de Corintios, Dios nos ha dado capacidades que debemos poner al servicio de la iglesia/asamblea, y la asamblea/iglesia debe reconocer esas capacidades para su correcta edificación. Sólo de esta manera podremos funcionar, crecer y edificarnos los unos a los otros.

Por ejemplo, médicos, abogados y otros profesionales no mandan porque sí, sino porque les reconocemos una cierta autoridad en un determinado campo que nosotros no dominamos.

La autoridad, el poder, entendidos como “dunamis”, como energía, como potencialidad es “… realidad donde palabra y acto no se han separado, donde las palabras no están vacías y los hechos no son brutales, donde las palabras no se emplean para velar intenciones, sino para descubrir realidades, y lo actos no se usan para violar y destruir, sino para establecer relaciones y crear nuevas realidades.” (Hannah Arendt)

En mi opinión, y de acuerdo con los textos que hemos leído, debemos trabajar en la construcción de una comunidad de iguales en la que se rechacen las estructuras de poder/dominio para dar paso a unas estructuras fratiarcales en las que se respete y se reconozca una autoridad carismática. Ahora bien, ¿Eso como se consigue? De acuerdo con Hannah Arendt, yo diría que desarrollando nuestra capacidad de hacer promesas, establecer pactos y practicar el perdón: “El descubridor del papel del perdón en la esfera de los asuntos humanos fue Jesús de Nazaret… En nuestro contexto es decisivo el hecho de que Jesús mantenga en contra de “los escribas y fariseos” no ser cierto que sólo Dios tiene el poder de perdonar, y que este poder no se deriva de Dios,… sino que lo han de poner en movimiento los hombres en su recíproca relación para que Dios les perdone también.” De acuerdo con Jesús y el Evangelio, “el hombre no perdona porque Dios perdona”, sino que es Dios el que perdona si nosotros somos capaces de perdonar.

La parroquia del futuro


Publicado el 23.11.2012

Los nuevos tiempos desafían el lugar referente que ocupaba y se hace necesaria una redefinición

gente a la salida de la iglesia haciendo vida en parroquia

FRAN OTERO. Fotos: LUIS MEDINA | Recientemente, se celebró en España el Día de la Iglesia Diocesana, que este año apuntaba, como argumento para animar a colaborar en su sostenimiento, que la parroquia, la Iglesia, contribuye a crear una sociedad mejor. Son muchas las facetas a destacar. Pero, junto a una contribución que perdura desde hace mucho tiempo, ahora se abren nuevos retos, sobre todo, a nivel pastoral, que pueden redefinir el modelo o la forma de concebir una parroquia.

Los condicionantes son numerosos y muy importantes, entre los que destacan dos. En primer lugar, las cifras y los diferentes estudios apuntan a que la Iglesia ha dejado de ser el centro neurálgico de nuestros barrios o de nuestros pueblos. Ya no es la referencia. Y en segundo, también es menos importante el número de sacerdotes dedicados a las parroquias por la falta de vocaciones.

Hablan los párrocos

Y en este contexto, al que hay que añadir la preocupación de la Iglesia universal y de sus pastores por la nueva evangelización, Vida Nueva se pregunta y pregunta a párrocos españoles cómo ven la situación de la parroquia hoy, cuál debe ser el modo de estar en la sociedad, en definitiva, cómo debe ser la parroquia del futuro.

La primera respuesta la ofrece Juan Raya, párroco de Cristo Rey, en Andújar (Jaén), para quien la Iglesia ha dejado de ser el centro, “especialmente en los ambientes urbanos”, donde dejó de configurar el núcleo vital.

Para él, la raíz del problema radica en la desconexión entre fe y vida, circunstancia ante la que la Iglesia no sabe responder: “En el plano pastoral, todavía estamos muy pendientes de los números: los que vienen, los que se bautizan, los que participan en iniciativas catequéticas… Seguimos dando las mismas respuestas y propuestas para una sociedad de ambiente cristiano, cuando la realidad nos dice que ya no, que esta sociedad solo está barnizada de cierto cristianismo, que en muchos casos no es coherente con el Evangelio. Nos resistimos a aceptar la realidad”.

Según Severino Lázaro, párroco de San Francisco Javier y San Luis Gonzaga, en el madrileño barrio de Ventilla, ciertamente las cosas han cambiado. Pero para él, lo que ha sido desplazado en la sociedad actual es la fe, y opina que “sigue siendo el lugar por excelencia para vivir el tesoro de vida que la fe cristiana encierra: la comunión”.

Qué ser y qué no hacer

¿Cómo afrontar esta situación? Para Antonio Becerra, “la parroquia tiene que huir de la tentación de cerrarse en sí misma y debe salir de sus muros para ser presencia significativa y transformadora en su ámbito social: para conocer a la gente y sus problemas, constatar sus necesidades, y ver cómo ser samaritana, compasiva y misericordiosa”.

Para destacar la función de la parroquia, Josep M. Ferrerons, rector de la Parroquia de San Pedro y San Pablo de El Prat del Llobregat (Barcelona) y director del Centre d’Estudis Pastorals, acude a Juan XXIII (“debe ser comouna fuente en medio de la plaza que mane el agua viva del Evangelio de Jesús”) y a Juan Pablo II (“que sea la casa y la escuela de comunión”).

Más reflexiones sobre las causas y las posibles soluciones, en el reportaje completo, disponible solo para suscriptores.

La parroquia del futuro [íntegro]

En el nº 2.825 de Vida Nueva.

 

 

http://www.vidanueva.es/2012/11/23/la-parroquia-del-futuro-redefinicion/

“Hace falta una Iglesia en misión, no en lucha por un estatus”


Descristianización de Europa

“Hace falta una Iglesia en misión, no en lucha por un estatus”
Jaume Llenas, secretario general de la AEE, defiende la Iglesia misional frente al modelo ofensivo institucional que lucha por ocupar espacios.

22 DE NOVIEMBRE DE 2012, BARCELONA

 Realiza el secretario general de la Alianza Evangélica Española (AEE) unas declaraciones en el propio  facebook de la AEE , tras leer la preocupación que despierta el tema de la descristianización de Europa, visible en la retirada del árbol de Navidad en Bruselas o de la iluminación navideña de un barrio, de mayoría musulmana, en Dinamarca .

“Mi sensación sobre esta preocupación es que  nos movemos aún dentro del marco de la Cristiandad y estamos preocupados por los símbolos de estatus de una iglesia institucional ”, refiere.

En su opinión, explica,  «la iglesia institucional, como institución que es, se preocupa por ocupar espacio, ya que su finalidad es sobrevivir . Quiere nombres en las calles, quiere símbolos de navidad en el espacio público, quiere subvenciones y otras ventajas del Estado, quiere colocar crucifijos en las escuelas públicas, quiere grandes edificios que simbolicen su poder, en último término, necesita símbolos de su estatus como institución”.

Llenas defiende pensar en  una nueva perspectiva de Iglesia que tenga una visión misional . “La Iglesia misional no necesita de esos símbolos de estatus, porque su razón de ser está en la misión de Cristo que le ha sido confiada, un mensaje, una tarea diaconal”.

 Esta iglesia misional, dice, “no necesita nombres en las calles, ya que espera llevar a más gente a pasear por las calles de la Jerusalén celestial, no necesita árboles de navidad, ya que lo que desea es que la gente se acerque al árbol de la vida  cuyas hojas sirven para la sanidad de las naciones, no quiere ventajas y privilegios de ningún Estado, ya que no es el Estado quien le da a ella, sino ella que da a todos los necesitados, porque está y vive en medio de ellos, no necesita grandes edificios, ya que para hacer su misión se basta con las casas de cada uno de sus miembros que están abiertas para todo aquel que esté necesitado. No está preocupada por sobrevivir, porque sabe que las puertas del Hades no permanecerán, no resistirán el avance imparable de su Señor, es indestructible y cuando más la ataques más fuerte se hace”.

Por ello  este modelo de Iglesia misional es un modelo totalmente opuesto a la Iglesia “que ocupa espacio” , ya que este nuevo modelo de iglesia en misión “no está a la defensiva, tratando de aferrarse a viejos privilegios. Está a la  ofensiva, en misión , allí donde es más necesaria y no necesita de nada de lo que tiene valor para los que sólo tienen dinero, riqueza y poder. Sus valores, en cambio, son la humildad, la integridad y la sencillez de vida”.

Editado por: Protestante Digital 2012

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