UNA NOCHE DIFERENTE: J.A. PAGOLA


 

Posted: 24 Dec 2012 07:32 AM PST

La Navidad encierra un secreto que, desgraciadamente, escapa a muchos de los que en esas fechas celebran «algo» sin saber exactamente qué. No pueden sospechar que la Navidad ofrece la clave para descifrar el misterio último de nuestra existencia.
Generación tras generación, los seres humanos han gritado angustiados sus preguntas más hondas.
¿Por qué tenemos que sufrir, si desde lo más íntimo de nuestro ser todo nos llama a la felicidad?
¿Por qué tanta frustración? ¿Por qué la muerte, si hemos nacido para la vida?
Las gentes preguntaban. Y preguntaban a Dios, pues, de alguna manera, cuando buscamos el sentido último de nuestro ser estamos apuntando hacia él. Pero Dios guardaba un silencio impenetrable.
En la Navidad, Dios ha hablado. Tenemos ya su respuesta. No nos ha hablado para decirnos palabras hermosas sobre el sufrimiento. Dios no ofrece palabras. «La Palabra de Dios se ha hecho carne». Es decir, más que darnos explicaciones, Dios ha querido sufrir en nuestra propia carne nuestros interrogantes, sufrimientos e impotencia.
Dios no da explicaciones sobre el sufrimiento, sino que sufre con nosotros. No responde al porqué de tanto dolor y humillación, sino que él mismo se humilla. No responde con palabras al misterio de nuestra existencia, sino que nace para vivir él mismo nuestra aventura humana.
Ya no estamos perdidos en nuestra inmensa soledad. No estamos sumergidos en pura tiniebla. Él está con nosotros. Hay una luz. «Ya no somos solitarios, sino solidarios» (Leonardo Boff). Dios comparte nuestra existencia.
Esto lo cambia todo. Dios mismo ha entrado en nuestra vida. Es posible vivir con esperanza. Dios comparte nuestra vida, y con él podemos caminar hacia la salvación. Por eso la Navidad es siempre para los creyentes una llamada a renacer. Una invitación a reavivar la alegría, la esperanza, la solidaridad, la fraternidad y la confianza total en el Padre.
Recordemos las palabras del poeta Angelus Silesius: «Aunque Cristo nazca mil veces en Belén, mientras no nazca en tu corazón estarás perdido para el más allá: habrás nacido en vano».
Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Cremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente.

Satisfacción de las necesidades básicas


 

Publicado: 21 de diciembre 2012 11:11 AM PST

Columnas semanales Leonardo Boff están disponibles en español de Servicios Koinonía y en portugués en su blog . Algunos de sus columnas antiguas están disponibles en Inglés en LeonardoBoff.com .

Leonardo Boff (traducción Inglés por Rebel Girl)
12/21/2012

Los seres humanos son, por naturaleza, seres de muchas necesidades. Un gran esfuerzo se requiere para cumplir con el fin de vivir, no miserablemente, sino una vida de calidad. Detrás de cada necesidad, el temor y el deseo se ocultan: el deseo de satisfacer de la manera más satisfactoria posible y el miedo de no obtenerlo y sufrimiento. Quien tenga algo que tiene miedo de perderla, y el que no tiene nada, quiere que lo tengamos. Esta es la dialéctica de la existencia. maestros de las tradiciones más diversas de la humanidad y las ciencias humanas están de acuerdo más o menos de las necesidades básicas: Tenemos necesidades biológicas – en una palabra, tenemos que comer, beber, vestir a nosotros mismos y ser segura. Pasamos la mayor parte del tiempo atendiendo a esas necesidades. La gran mayoría de los hombres les satisface precariamente, ya sea por falta de trabajo o por la solidaridad y la compasión son escasos. La primera petición del Padrenuestro es pan de cada día, porque el hambre no puede esperar. Pero no le pedimos a Dios que hace milagros todos los días y así evitar la producción de pan. Pedimos que la fertilidad del suelo y el clima es favorable y que haya cooperación en la producción y distribución de alimentos. Sólo entonces podemos exorcizar el miedo y asistir a nuestra falta básica. Además, necesitamos seguridad – nos puede enfermar y sucumbir a los peligros que nos quitan la vida. Pueden provenir de la naturaleza, las tormentas, los rayos, las sequías prolongadas, deslizamientos de tierra, de todo tipo de accidentes. Ellos pueden venir principalmente del hombre mismo, que tiene dentro de sí no sólo el instinto de vida, sino también la pulsión de muerte, sino que puede perder el control de sí mismo y eliminar al otro. Todo esto nos da miedo. Y esperamos llegar a su alrededor. El hecho de haber vivido en cuevas y más tarde en las casas muestra nuestra búsqueda de seguridad. La realidad es que nunca podemos controlar todos los factores. Siempre podemos ser víctimas inocentes o los culpables. Y clamamos a Dios, no a nosotros bajar el borde del abismo, sino para darnos valor para evitar y sobrevivir. En tercer lugar, tenemos una necesidad de pertenencia – que somos seres sociales.Nosotros pertenecemos a una familia, a una etnia, a un cierto lugar, un país, el planeta Tierra. ¿Qué hace que el sufrimiento doloroso es la soledad, el no poder contar con un hombro amigo y una mano de bienvenida. Debido a que son frutos del cuidado de nuestras madres que nos lleva en sus brazos, queremos morir de la mano de alguien cercano o alguien que nos ama. En las profundidades del abismo existencial, clamamos para la madre o para Dios. Y sabemos que él nos oye porque Él es sensible a la voz de sus hijos e hijas y siente los latidos de nuestros corazones temerosos. Para ser reducida a la soledad debe ser condenado al infierno existencial y la falta de comunión. Por lo tanto es importante para satisfacer el sentido de pertenencia. De lo contrario nos sentimos como perros abandonados que vagan por el mundo. Cuarto, necesitamos autoestima. Existente no es suficiente. Debemos nuestra existencia a ser bienvenido, que alguien con sus palabras y acciones nos dicen «bienvenido a nuestro medio, se cuentan para nosotros.» Rechazo nos hace experimentar la muerte, incluso en vida. Así que tenemos que ser reconocidos como personas, con nuestras diferencias y peculiaridades. De lo contrario, somos como las plantas sin nutrientes que se marchitan hasta que mueren. ¿Qué tan significativo es cuando alguien nos llama por nuestro nombre y nos abraza! Esto nos devuelve nuestra humanidad negada y podemos seguir adelante con esperanza y sin temor. Finalmente, necesitamos auto-realización. Este es el gran anhelo y el desafío del hombre: a realizarse y ser humano. ¿Qué hay de humano en el ser humano? No sé exactamente porque incluso lo inhumano pertenece a lo humano. Somos un misterio para nosotros mismos. No es que no sabemos nada de lo que es humano. Por el contrario, cuanto más sabemos, más el tamaño de lo que no sabemos expande. Anhelamos que las estrellas de donde venimos. Pero sabemos lo suficiente para descubrirnos como criaturas de apertura – al otro, el mundo y todos los archivos. Somos seres de deseo ilimitado. Por más que buscar un objeto para saciar nuestro deseo, no lo podemos encontrar entre los seres que nos rodean. Queremos que el Ser Esencial y que sólo se ejecutan en entidades accidentales.Entonces, ¿cómo vamos a ser capaces de cumplir si nos perciben como un proyecto infinito? En esta búsqueda, tiene sentido hablar de Dios como el Ser Esencial y el oscuro objeto de nuestro deseo de infinito. Sólo Él satisface las características del Infinito adecuado, a nuestro proyecto infinito. Auto-realización, por lo tanto, implica involucrar a nosotros mismos con Dios. Para colaborar con Dios es despertar la espiritualidad dentro de nosotros, esa capacidad de sentir una energía poderosa y amorosa que atraviesa toda la realidad. Se trata de ser capaz de ver en la ola, el mar, y en la gota de agua, la inmensidad del Amazonas. La espiritualidad es sentir el hambre y la sed de un refugio final, una sensación de seguridad en los brazos de alguien de su confianza en que, al final, todas nuestras necesidades serán satisfechas, donde todos los miedos morir y donde podremos descansar. Mientras no desarrollamos este Centro dentro de nosotros, siempre nos sentimos que estamos en la prehistoria de nosotros mismos, sino que todo ser inacabado y finalmente frustrado,. Cuando entramos en comunión con el Ser Esencial través de la entrega en silencio, sin condiciones, a través de la oración y la meditación , abrimos una primavera incomparable e insustituible de la energía. El efecto es pura alegría, la ligereza de la vida, la bendición que es posible para los peregrinos.

HANS KÜNG PREMIA A LAS MONJAS “DISIDENTES”‏


NOTICIAS GLOBALES, Año XV. Número 1060, 38/12. Gacetilla n° 1175. Buenos Aires, 21 noviembre 2012
1175) HANS KÜNG PREMIA A LAS MONJAS “DISIDENTES”. Fuentes: Propias; ¿Quién premia a las religiosas «rebeldes» de EEUU?; Varias pag. web. Por Juan C. Sanahuja
                                                              Los herejes se premian entre sí
La Fundación Herbert Haag “por la libertad en la Iglesia”, que preside el ex-teólogo católico Hans Küng, nominó para su premio anual 2013 a la Leadership Conference of Women Religious (LCWR), la agrupación de superioras religiosas de Estados Unidos intervenida por la Santa Sede este año, debido a los graves errores doctrinales que se desarrollan en su seno.
Otros premiados por la Fundación Herbert Haag
La fundación ha premiado a lo largo de 12 años, a Leonardo Boff, ex-fraile panteísta, comisionado de la Carta de la Tierra; a Eugen Drewermann, a Jacques Gaillot, apodado “el obispo rojo”, (obispo francés destituido por la Santa Sede; murió en 2012); a Stephan Hubertus Pfurtner, uno de los que se rebeló contra la encíclicaHumanae vitae de Pablo VI; al movimiento internacional Somos Iglesia(Wir sind Kirche), a la Sociedad de mujeres afectadas por el celibato (Verein der von Zölibat betroffenen Fragüen), y a la iglesia subterránea de Checoslovaquia, entre otros.
El premio 2012, lo recibió Mons. Helmut Schüller, quien en 2006 puso en marcha la Iniciativa Pfarrer (Pfarrer Initiative), iniciativa de los párrocos de Austria, que publicó el «Llamamiento a la desobediencia” (2011), que pide, entre otras cosas, la ordenación de mujeres, la comunión para los divorciados vueltos a casar, la abolición de la obligación del celibato y reintegrar en el ejercicio del sacerdocio a sacerdotes «casados» y a los que viven en concubinato. Schüller fue presidente de Caritas Austria y vicario general, entre 1995 y 1999, del arzobispo de Viena, cardenal Christoph Schönborn. La Iniciativa busca extenderse a Irlanda y a otros países de Europa, a USA y a Brasil. FIN, 21-11-12
Notas relacionadas

DESAFÍOS DE LAS NUEVAS FORMAS DE COHABITACIÓN


Leonardo Boff
Nov 14, 2012
La movilidad de la sociedad moderna ha abierto espacio a varias formas de cohabitación. Al lado de las familias-matrimonio que se constituyen dentro de un marco jurídico-social y sacramental, surgen cada vez más las familias-pareja (cohabitación y uniones libres) que se forman consensuadamente fuera del marco institucional y duran mientras haya pareja, y dan origen a la familia consensual no conyugal.
La introducción del divorcio ha dado lugar a familias uniparentales (la madre o el padre con los hijos/as) o multiparentales (con hijos/as provenientes de matrimonios anteriores) y también a uniones entre homoafectivos (hombres o mujeres), que en varios países han alcanzado un marco jurídico que les garantiza estabilidad y reconocimiento social.
Tratemos de entender un poco mejor estas formas de cohabitación. Un especialista brasileño, Marco Antônio Fetter, creador de la primera Universidad de la Familia en Brasil (en Rio Grande do Sul) con todos sus grados académicos, define así la familia: «un conjunto de personas con objetivos comunes y con lazos y vínculos afectivos fuertes, cada una de ellas con un papel definido, donde aparecen naturalmente los roles de padre, de madre, de hijos y de hermanos» (cf. http://www.unifan.com.br).
La familia ha conocido una gran transformación con la introducción de los preservativos y de los anticonceptivos, hoy incorporados a la cultura como algo normal a pesar de la oposición de varias Iglesias.
La sexualidad conyugal gana más intimidad y espontaneidad, pues, con tales medios y mediante la planeación familiar queda liberada del imprevisto de un embarazo no deseado. Los hijos/hijas dejan de ser consecuencia fatal de una relación sexual y son queridos de común acuerdo.
El énfasis en la sexualidad como realización personal ha propiciado la aparición de formas de cohabitación que no son propiamente matrimonio. Expresión de esto son las uniones consensuales y libres sin otro compromiso que la mutua realización de la pareja o la cohabitación de homoafetivos.
Tales prácticas, por nuevas que sean, deben incluir también una perspectiva ética y espiritual. Es importante cuidar que sean expresión de amor y de confianza mutua. Cuando hay amor, desde una lectura cristiana del fenómeno, ocurre algo que tiene que ver con Dios, pues Dios es amor (1Jn 4,12.16). Entonces, no caben prejuicios y discriminaciones. Antes bien, es necesario tener respeto y apertura para entender tales hechos y ponerlos también delante de Dios. Si las personas asumen su relación con responsabilidad no se les puede negar relevancia espiritual. Se crea una atmósfera que ayuda a superar la tentación de la promiscuidad y se refuerza la fidelidad y la estabilidad que son bienes de toda relación entre personas. El núcleo inmutable de la familia es el afecto, el cuidado del uno al otro y el deseo de estar juntos, estando también abiertos, cuando es posible, a la procreación de nuevas vidas.
Si es así, además del carácter institucional de la familia hay que considerar entonces especialmente su carácter relacional. Importa ver el complejo juego de relaciones que se realiza entre los miembros de la pareja. En esas relaciones está la vida, surgen la expresiones de amor, de fidelidad, de encuentro y de felicidad, en una palabra, aparece el lado permanente. El lado institucional es socialmente legítimo y asume las más distintas formas según las culturas, romana, céltica, china, india etc.
Análisis transculturales han demostrado que cuando el capital social familiar es alto y sano da origen a una mayor confianza en el prójimo, hay menos violencia y más participación social. Cuando este capital social se va diluyendo, poco a poco aparecen las crisis y se deshace la relación afectiva.
La cuestión es superar cierto moralismo que no ayuda a nadie, prejuzga las distintas formas de familia o de cohabitación a partir de una específica y nos hace perder los valores, por cierto ahí presentes, vividos con sinceridad delante de Dios.
El significado mayor de la doctrina de la Iglesia sobre la familia es recalcar los valores humanos y morales que se deben vivir en ella. Así lo hace, por ejemplo, la Carta Apostólica Familiaris Consortio (1981) y la Carta a las Familias (1994) de Juan Pablo II. En ambos documentos se afirma enfáticamente que «la familia es una comunidad de personas fundada sobre el amor y animada por el amor, cuyo origen y meta es el Nosotros divino”.
En la Familiaris Consortio (1981) predomina curiosamente la dimensión relacional sobre la institucional. Define a la familia como «un conjunto de relaciones interpersonales – relación conyugal, paternidad/maternidad, filiación, fraternidad – mediante las cuales cada persona humana es introducida en la familia humana».
¿Qué sería de la familia y de sus miembros si no ardiesen en ellos las relaciones intersubjetivas de afecto y cuidado, el lenguaje del encantamiento y del sueño? Sin ese motor, que anima continuamente nuestro caminar, sin ese nicho de sentido, nadie soportaría las dificultades inherentes a toda relación intersubjetiva, ni las limitaciones de la condición humana.
Estos valores abren la familia más allá de sí misma. El sueño es justamente que a partir de los valores de la familia, en sus diferentes formas, surja la familia-escuela, la familia-trabajo la familia-comunidad, la familia-nación y la familia-humanidad, para llegar finalmente a la familia-Tierra, trampolín último para la familia-Dios.
Leonardo Boff es autor de San José: padre de Jesús en una sociedad sin padre, Sal Terrae 2007.
Tomado de http://www.redescristianas.net/2012/11/14/desafios-de-las-nuevas-formas-de-cohabitacionleonardo-boff/

Desierto: realidad y metáfora


Leonardo Boff, teólogo
nov102012

 

Koinonía

El desierto es una realidad misteriosa y una metáfora fecunda del discurrir contradictorio de la vida humana.
Actualmente el 40% de la superficie terrestre está en proceso avanzado de desertificación. Los desiertos crecen a razón de 60 mil km2 por año, lo que equivale a 12 hectáreas por minuto. En Brasil hay un millón de km2 en proceso de desertificación. Sólo en el Nordeste y en Minas son 180 mil km2. Este fenómeno amenazador para las cosechas, para el hambre y la emigración de poblaciones enteras se debe a la deforestación, al mal uso de los suelos, a los cambios climáticos y a los vientos.

Recordemos que el mayor desierto del mundo, el Sahara, con una superficie mayor que la de Brasil (9.065000 km2), hace diez mil años estaba cubierto de densas selvas tropicales, contiene fósiles de dinosaurios y restos arqueológicos de antiguas civilizaciones, pues antiguamente el río Nilo desembocaba en el Atlántico. En esa época, sin embargo, ocurrió un drástico cambio climático que lo transformó en una inmensa sabana y después en un desierto árido y extremadamente seco. ¿No es una señal para la Amazonia?

Pero la vida siempre es más fuerte. Resiste, se adapta y acaba triunfando. Todavía hoy en los desiertos brota la vida: más de 800 especies de vegetales y minúsculos insectos y animales. Basta que sople un viento más húmedo o que caigan unas gotas de agua y la vida invisible irrumpe espléndidamente.

En ocho días, la semilla germina, florece, madura, da fruto que cae al suelo. La semilla se recoge. Espera más de un año, bajo la canícula del sol y el azote del viento hasta poder germinar de nuevo y continuar el ciclo ininterrumpido y triunfante de la vida. Otros arbustos se enrollan sobre sí mismos, se retuercen para escapar de los vientos y sobrevivir.

De la misma manera, pequeños animales se alimentan de insectos, mariposas, libélulas y semillas traídas por el viento.

Pero cuando hay un oasis, la naturaleza parece desquitarse: el verde es más verde, la atmósfera más sonriente y los frutos tienen más color. Todo proclama la victoria de la vida.

Con su tecnología, el ser humano abre los desiertos, traza carreteras brillantes, devuelve el desierto a la civilización como ocurre en Estados Unidos, en China y en Chile. Esta es la realidad de la ecología exterior del desierto.

Pero hay desiertos interiores, de ecología profunda. Cada persona humana tiene su desierto a atravesar en busca de una «tierra prometida». Es un recorrido penoso y lleno de espejismos. Pero le espera siempre un oasis para rehacerse.

Hay desiertos y desiertos: desierto de los sentidos, del espíritu, de la fe. El desierto de los sentidos ocurre especialmente en las relaciones interpersonales. Después de algunos años, la relación de un pareja conoce el desierto de la monotonía del día a día y la disminución del encantamiento mutuo. Si no hay creatividad y aceptación de los límites de cada uno, la relación puede acabar. Si la travesía no se hace, permanece el desierto desalentador.

Hay también el desierto del espíritu. En el siglo IV cuando el cristianismo empezó a aburguesarse, algunos laicos cristianos se propusieron mantener vivo el sueño de Jesús. Fueron al desierto para hallar la tierra prometida en su propia alma y encontrar a Dios desnudo y vivo. Y lo encontraron. Se trata de una peligrosa travesía del desierto. San Juan de la Cruz habla de la noche del espíritu “terrible y temible”. Pero el resultado es una integración radical. Entonces, de la aridez nace el paraíso perdido. El desierto es metáfora de esta búsqueda y de este encuentro.

Finalmente está el desierto de la fe. Hoy se vive en la Iglesia Católica un árido desierto pues la primavera que significó el Concilio Vaticano II se transformó en invierno severo por obra de las medidas tomadas por el organismo central del Vaticano en su esfuerzo por mantener tradiciones y estilos de piedad que tienen que ver con el modelo medieval de Iglesia de poder.

La Iglesia se comporta como una fortaleza sitiada y cerrada a los llamamientos que vienen de los pueblos, a sus lamentos y esperanzas. Es un modelo de Iglesia del miedo, de la sospecha y de la pobreza en creatividad, lo que revela insuficiencia de fe y de confianza en el Espíritu de Jesús. Lo que se opone a la fe no es el ateísmo, sino el miedo.

Una Iglesia llena de miedos pierde su principal sustancia que es la fe viva. Los crímenes de la pedofilia de muchos religiosos y los escándalos financieros del Banco del Vaticano han llevado a muchos fieles a conocer el desierto, a emigrar de la institución, aunque manteniendo el sueño de Jesús y la fidelidad a los evangelios. Vivimos en un desierto eclesial sin vislumbrar un oasis por delante. Será nuestro desafío el de hacer así y todo su travesía con la certeza de que el Espíritu irrumpa y haga surgir flores en el desierto. ¡Pero cómo duele!

 

http://www.redescristianas.net/2012/11/10/desierto-realidad-y-metaforaleonardo-boff-teologo/

Nueva cosmología y liberación


Leonardo Boff, teólogo

Koinonía

Tiempo atrás el Museo Americano de Historia Natural hizo una consulta entre biólogos preguntándoles si creían que estábamos en medio de una extinción en masa. El 70% respondió positivamente que sí. Preguntaron al renombrado cosmólogo Brian Swimme, autor junto con Thomas Berry de una de las más brillantes narrativas de la historia del universo (The Universe Story,1992), qué podríamos hacer, y respondió: «desde hace ya tiempo el universo viene haciendo su parte para detener el desastre; pero nosotros tenemos que hacer la nuestra.

Y lo haremos mediante el despertar de una nueva conciencia cosmológica, es decir si ajustamos nuestras conductas a la lógica del universo. Pero no estamos haciendo lo suficiente».

¿Qué quiere decir esta respuesta? Apunta hacia una nueva conciencia que asume la responsabilidad colectiva en lo que se refiere a la protección de nuestra casa común y al cuidado de nuestra civilización. Ajustar nuestras conductas a la lógica del universo significa responder a los llamamientos que nos vienen del llamado «principio cosmogénico». Este principio es lo que estructura la expansión y la autocreación del universo con todos sus seres inertes y vivos y se manifiesta por tres características: la diferenciación/complejización, la subjetividad/interiorización, y la interdependencia/comunión.

En palabras más sencillas: el universo cuanto más se expande, más complejo se vuelve; cuanto más complejo se vuelve, más interiorización y subjetividad adquiere (cada ser tiene su propio modo de relacionarse y de hacer su historia) y cuanta más interiorización y subjetividad adquiere, más entran en comunión todos los seres entre si y refuerzan su interdependencia en el marco de la pertenencia a un gran Todo. Comentan Berry y Swimme: «si no hubiese habido complejidad (diferenciación), el universo se habría fundido en una masa homogénea; si no hubiese habido subjetividad, el universo se habría convertido en una extensión inerte y muerta; si no hubiese habido comunión, el universo se habría transformado en un número de eventos aislados».

Nosotros los teólogos de la liberación en 40 años de reflexión hemos intentado explorar las dimensiones económicas, sociales, antropológicas y espirituales de la liberación como respuesta a las opresiones específicas. En el contexto de la crisis ecológica generalizada estamos intentando incorporar esta visión cosmológica. Ella nos ha obligado a romper el paradigma convencional con el cual organizábamos nuestras reflexiones, ligadas todavía a la cosmología mecanicista y estática. La nueva cosmología ve el universo de una manera diferente, como un proceso inconmensurable de evolución/expansión/creación que envuelve todo lo que pasa en su interior, también la conciencia y la sociedad.

En términos del principio cosmológico, liberación personal significa liberarse de amarras para sentirse en comunión con todos los seres y con el universo, fenómeno que los budistas llaman «iluminación» (satori), una experiencia de no dualidad, y que San Francisco vivió en el sentido de una hermandad abierta con todos los seres. En términos sociales, la liberación a la luz del principio cosmogénico es la creación de una sociedad sin opresiones donde las diversidades son valoradas y expandidas (de género, de culturas y caminos espirituales). Esto implica dejar atrás la cultura del pensamiento único en la política, la economía y la teología oficial. Éste es el principal factor de opresión y de homogeneización.

La liberación requiere también una profundización en la interioridad. Ésta ya no se satisface con el mero consumo de bienes materiales; pide valores ligados a la creatividad, a las artes, a la meditación y a la comunión con la madre Tierra y con el universo. La liberación resulta del esfuerzo de la «matriz relacional» especialmente con aquellos que sufren injusticias y son excluidos. Esta matriz nos hace sentirnos miembros de la comunidad de vida e hijos de la madre Tierra, que a través de nosotros siente, ama, cuida y se preocupa por el futuro común.

Por último, la liberación en la perspectiva cosmogénica demanda una nueva conciencia de interdependencia y de responsabilidad universal. Estamos llamados a reinventar nuestra especie, como lo hicimos en el pasado en las distintas crisis por las cuales pasó la humanidad. Ahora es urgente porque no tenemos mucho tiempo y debemos estar a la altura de los desafíos de la actual crisis de la Tierra.

http://www.redescristianas.net/2012/04/07/nueva-cosmologia-y-liberacionleonardo-boff-teologo/

Clara de Asís: el coraje de una mujer apasionada


Leonardo Boff, teólogo

Koinonía

Hace 800 años, en la noche del 19 de marzo de 1221, el día siguiente al Domingo de Ramos, Clara de Asís, toda ataviada, huyó de casa para unirse al grupo de Francisco de Asís en la capillita de la Porciúncula, que todavía hoy existe. Las clarisas de todo el mundo y toda la familia franciscana celebran esta fecha que conmemora la fundación de la Orden de Santa Clara extendida por el mundo.

Clara junto con Francisco –nunca debemos separarlos, pues se habían prometido, en su puro amor, que «nunca más se separarían», según la hermosa leyenda de la época– representa una de las figuras más luminosas de la cristandad. Es bueno recordarla en este mes de marzo, dedicado a las mujeres. Por causa de ella, hay millones de Claras y María Claras en el mundo. Ella, de familia noble de Asís, de los Favarone, y él, hijo de un rico e influyente mercader de telas, de los Bernardone.

Con 16 años de edad quiso conocer al ya entonces famoso Francisco, que andaba por los 30 años. Bona, su íntima amiga, cuenta bajo juramento en las actas de canonización que entre 1210 y 1212 Clara «fue muchas veces a conversar con Francisco, secretamente, para no ser vista por los parientes y para evitar maledicencias». De estos dos años de encuentro nació una gran fascinación del uno por el otro. Como comenta uno de sus mejores investigadores, el suizo Antón Rotzetter en su libro Clara de Asís: la primera mujer franciscana (Vozes 1994): «en ellos irrumpió el Eros en su sentido más propio y profundo, pues sin el Eros no existe nada que tenga valor, ni ciencia, ni arte ni religión, Eros que es la fascinación que impele a un ser humano hacia otro y lo libera de la prisión de sí mismo» (p. 63). Ese Eros hizo que ambos se amasen y se cuidasen mutuamente, pero en una transfiguración espiritual que impidió que se cerrasen sobre sí mismos. Francisco afectuosamente la llamaba «mi Plantita».

Cultivaron juntos tres pasiones a lo largo de toda su vida: la pasión por Jesús pobre, la pasión por los pobres y la pasión del uno por el otro. En ese orden. Planearon entonces la fuga de Clara para unirse al grupo que quería vivir el evangelio puro y simple.

La escena no tiene nada que envidiar en creatividad, osadía y belleza, a las mejores escenas de amor de las grandes novelas o películas. ¿Cómo podría una joven rica y hermosa huir de casa para unirse a un grupo parecido a los «hippies» de hoy? Pues así debemos representar el movimiento inicial de Francisco. Era un grupo de jóvenes ricos, dados a las fiestas y serenatas, que resolvieron hacer una opción de total despojamiento y rigurosa pobreza siguiendo los pasos de Jesús pobre. No querían hacer caridad para los pobres, sino vivir con ellos y como ellos. Y lo hicieron con un espíritu de gran jovialidad, sin criticar siquiera la Iglesia opulenta de los papas.

Esa noche del 19 de marzo, Clara, a escondidas, huyó de casa y llegó a la Porciúncula. Entre luces temblorosas, Francisco y sus compañeros la recibieron festivamente. Y en señal de su incorporación al grupo, Francisco le cortó sus cabello rubios. Luego, Clara vistió la ropa de los pobres, sin teñir, más un saco que un vestido. Después de la alegría y de las muchas oraciones fue acompañada al convento de las benedictinas a 4 km de Asís. Dieciseis días más tarde, su hermana menor, Inés, también huyó y se unió a ella. La familia Favarone intentó, hasta con violencia, llevarse a las hijas; Clara se agarró a los manteles del altar, mostró su cabeza rapada e impidió que la llevasen. Mostró la misma intrepidez cuando el papa Inocencio III no quiso aprobar el voto de pobreza absoluta. Luchó tanto que el papa al fin consintió. Así nació la Orden de las Clarisas.

Su cuerpo intacto después de 800 años demuestra, una vez más, que el amor es más fuerte que la muerte.

Fuente: http://www.redescristianas.net

Todo comenzó en Grecia. ¿Acabará todo en Grecia?


2012-01-20


 

Nuestra civilización occidental, hoy mundializada, tiene su origen histórico en la Grecia del siglo VI antes de nuestra era. El mundo del mito y de la religión, que era el eje organizador de la sociedad, se desmoronó. Para poner orden en aquel momento crítico se llevó a cabo, en un lapso de poco más de 50 años, una de las mayores creaciones intelectuales de la humanidad. Surgió la era de la razón crítica, que se expresó por la filosofía, por la democracia, por el teatro, por la poesía y por la estética. Figuras paradigmáticas fueron Sócrates, Platón, Aristóteles y los sofistas, que gestaron la arquitectura del saber, subyacente a nuestro paradigma de civilización; fue Pericles, como gobernante al frente de la democracia; fue Fidias, el de la estética elegante; fueron los grandes autores de las tragedias como Sófocles, Eurípides y Esquilo; fueron los juegos olímpicos y otras manifestaciones culturales que aquí no cabe referir.

El nuevo paradigma se caracteriza por el predominio de la razón que deja atrás la percepción del Todo, el sentido de la unidad de la realidad que caracterizaba a los pensadores llamados presocráticos, los portadores del pensamiento originario. En este momento se introducen los famosos dualismos: mundo-Dios, hombre-naturaleza, razón-sensibilidad, teoría-practica. La razón creó la metafísica, que en la comprensión de Heidegger hace objeto de todo y se instaura como instancia de poder sobre ese objeto. El ser humano deja de sentirse parte de la naturaleza para situarse frente a ella y someterla al proyecto de su voluntad.

Este paradigma alcanzó su expresión más acabada mil años después, en el siglo XVI, con los fundadores del paradigma moderno, Descartes, Newton, Bacon y otros. Con ellos se consagró la cosmovisión mecanicista y dualista: la naturaleza por un lado y el ser humano por otro, enfrente y encima de ella como su “maestro y dueño” (Descartes), corona de la creación en función del cual existe todo. Se elaboró el ideal del progreso ilimitado, que supone la dominación de la naturaleza, en el supuesto de que ese progreso podría avanzar infinitamente hacia el futuro. En los últimos decenios la codicia de acumular ha transformado todo en mercancía a ser negociada y consumida. Hemos olvidado que los bienes y servicios de la naturaleza son para todos y no pueden ser apropiación de algunos solamente.

Después de cuatro siglos de vigencia de esta metafísica, es decir, de este modo de ser y de ver, verificamos que la naturaleza ha tenido que pagar un alto precio para costear este modelo de crecimiento/desarrollo. Ahora estamos tocando los límites de sus posibilidades. La civilización científico-técnica ha llegado a un punto en el que ella misma puede causar su propio fin, degradar profundamente la naturaleza, eliminar gran parte del sistema-vida y, eventualmente, erradicar la especie humana. Sería la realización de un armagedón ecológico-social.

Todo empezó en Grecia hace milenios. Y ahora todo parece terminar en Grecia, una de las primeras víctimas del horror económico, cuyos banqueros, para salvar sus ganancias, han empujado a toda una sociedad a la desesperación. Ésta ha llegado a Irlanda, a Portugal, a Italia, pudiendo extenderse a España y a Francia, y quizás a todo el sistema mundial.

Estamos asistiendo a la agonía de un paradigma milenario que aparentemente está terminando su trayectoria histórica. Puede demorarlo todavía decenas de años, como un moribundo que resiste, pero el fin es previsible. Con sus recursos internos no tiene condiciones de reproducirse. 

Tenemos que encontrar otro tipo de relación con la naturaleza, otra forma de producir y de consumir, desarrollando un sentido general de dependencia ante la comunidad de vida y de responsabilidad colectiva por nuestro futuro común. De no iniciar esta conversión, dictaremos para nosotros mismos la sentencia de desaparición. O nos transformamos o desapareceremos.

Hago mías las palabras de Celso Furtado, economista-pensador: «La gente de mi generación ha demostrado que está al alcance del ingenio humano conducir a la humanidad al suicidio. Espero que la nueva generación compruebe que también está al alcance del ser humano abrir camino de acceso a un mundo en el que prevalezcan la compasión, la felicidad, la belleza y la solidaridad». Siempre y cuando cambiemos de paradigma.

 

 

Leonardo Boff

http://servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=471


 

Todo comenzó en Grecia. ¿Acabará todo en Grecia?


Leonardo Boff, teólogo

Koinonía

Nuestra civilización occidental, hoy mundializada, tiene su origen histórico en la Grecia del siglo VI antes de nuestra era. El mundo del mito y de la religión, que era el eje organizador de la sociedad, se desmoronó. Para poner orden en aquel momento crítico se llevó a cabo, en un lapso de poco más de 50 años, una de las mayores creaciones intelectuales de la humanidad.

Surgió la era de la razón crítica, que se expresó por la filosofía, por la democracia, por el teatro, por la poesía y por la estética. Figuras paradigmáticas fueron Sócrates, Platón, Aristóteles y los sofistas, que gestaron la arquitectura del saber, subyacente a nuestro paradigma de civilización; fue Pericles, como gobernante al frente de la democracia; fue Fidias, el de la estética elegante; fueron los grandes autores de las tragedias como Sófocles, Eurípides y Esquilo; fueron los juegos olímpicos y otras manifestaciones culturales que aquí no cabe referir.

El nuevo paradigma se caracteriza por el predominio de la razón que deja atrás la percepción del Todo, el sentido de la unidad de la realidad que caracterizaba a los pensadores llamados presocráticos, los portadores del pensamiento originario. En este momento se introducen los famosos dualismos: mundo-Dios, hombre-naturaleza, razón-sensibilidad, teoría-practica. La razón creó la metafísica, que en la comprensión de Heidegger hace objeto de todo y se instaura como instancia de poder sobre ese objeto. El ser humano deja de sentirse parte de la naturaleza para situarse frente a ella y someterla al proyecto de su voluntad.

Este paradigma alcanzó su expresión más acabada mil años después, en el siglo XVI, con los fundadores del paradigma moderno, Descartes, Newton, Bacon y otros. Con ellos se consagró la cosmovisión mecanicista y dualista: la naturaleza por un lado y el ser humano por otro, enfrente y encima de ella como su “maestro y dueño” (Descartes), corona de la creación en función del cual existe todo. Se elaboró el ideal del progreso ilimitado, que supone la dominación de la naturaleza, en el supuesto de que ese progreso podría avanzar infinitamente hacia el futuro. En los últimos decenios la codicia de acumular ha transformado todo en mercancía a ser negociada y consumida. Hemos olvidado que los bienes y servicios de la naturaleza son para todos y no pueden ser apropiación de algunos solamente.

Después de cuatro siglos de vigencia de esta metafísica, es decir, de este modo de ser y de ver, verificamos que la naturaleza ha tenido que pagar un alto precio para costear este modelo de crecimiento/desarrollo. Ahora estamos tocando los límites de sus posibilidades. La civilización científico-técnica ha llegado a un punto en el que ella misma puede causar su propio fin, degradar profundamente la naturaleza, eliminar gran parte del sistema-vida y, eventualmente, erradicar la especie humana. Sería la realización de un armagedón ecológico-social.

Todo empezó en Grecia hace milenios. Y ahora todo parece terminar en Grecia, una de las primeras víctimas del horror económico, cuyos banqueros, para salvar sus ganancias, han empujado a toda una sociedad a la desesperación. Ésta ha llegado a Irlanda, a Portugal, a Italia, pudiendo extenderse a España y a Francia, y quizás a todo el sistema mundial.

Estamos asistiendo a la agonía de un paradigma milenario que aparentemente está terminando su trayectoria histórica. Puede demorarlo todavía decenas de años, como un moribundo que resiste, pero el fin es previsible. Con sus recursos internos no tiene condiciones de reproducirse. 

Tenemos que encontrar otro tipo de relación con la naturaleza, otra forma de producir y de consumir, desarrollando un sentido general de dependencia ante la comunidad de vida y de responsabilidad colectiva por nuestro futuro común. De no iniciar esta conversión, dictaremos para nosotros mismos la sentencia de desaparición. O nos transformamos o desapareceremos.

Hago mías las palabras de Celso Furtado, economista-pensador: «La gente de mi generación ha demostrado que está al alcance del ingenio humano conducir a la humanidad al suicidio. Espero que la nueva generación compruebe que también está al alcance del ser humano abrir camino de acceso a un mundo en el que prevalezcan la compasión, la felicidad, la belleza y la solidaridad». Siempre y cuando cambiemos de paradigma.

Fuente: http://www.redescristianas.net

Otro paradigma: escuchar a la naturaleza


Leonardo Boff, teólogo

Koinonía

Ahora que se aproximan grandes lluvias, inundaciones, temporales, huracanes y deslizamientos de tierras, tenemos que reaprender a escuchar a la naturaleza.
Toda nuestra cultura occidental, de vertiente griega, está asentada sobre el ver. No sin razón la categoría central –idéia (eidos en griego)– significa visión. La tele-visión es su expresión mayor. Hemos desarrollado nuestra visión hasta los últimos límites.

Con los telescopios de gran potencia hemos penetrado hasta las profundidades del universo para ver las galaxias más distantes. Hemos descendido hasta las partículas elementales y el misterio íntimo de la vida. Mirar es todo para nosotros. Pero debemos tomar conciencia de que este es el modo de ser de los occidentales y no el de todos.

Otras culturas próximas a nosotros, las andinas de los quechuas, los aymaras y otros se estructuran alrededor del escuchar. Lógicamente también ven, pero su particularidad es escuchar los mensajes de aquello que ven. Un campesino del altiplano boliviano me dijo: «yo escucho la naturaleza y sé lo que me dice la montaña». Y hablando con un chamán me decía: «yo escucho a la Pachamama y sé lo que ella me está comunicando».

Todo habla: las estrellas, el sol, la luna, las montañas soberbias, los lagos serenos, los valles profundos, las nubes fugaces, las selvas, los pájaros y los animales. Esas personas aprenden a escuchar atentamente estas voces. Los libros no son importantes para ellos porque son mudos, mientras que la naturaleza está llena de voces. Y se han especializado en esta escucha de tal forma que, al ver las nubes, al escuchar los vientos, al observar las llamas o los movimientos de las hormigas, saben lo que va a suceder en la naturaleza. 

Esto me recuerda una antigua tradición teológica elaborada por san Agustín y sistematizada por san Buenaventura en la Edad Media: la revelación divina primera es la voz de la naturaleza, el verdadero libro hablante de Dios. Pero como hemos perdido nuestra capacidad de oír, Dios, por piedad, nos dio un segundo libro, que es la Biblia, para que escuchando sus contenidos pudiésemos oír nuevamente lo que la naturaleza nos dice.

Cuando Francisco Pizarro en 1532 en Cajamarca, mediante una emboscada traicionera, hizo prisionero al jefe inca Atahualpa, ordenó al fraile dominico Vicente Valverde que con su intérprete Felipillo le leyese el requerimiento, un texto en latín por el cual se dejaban bautizar y se sometían a los soberanos españoles, pues el papa así lo había dispuesto. Si no lo hacían, podían ser esclavizados por desobediencia. Atahualpa le preguntó que de dónde le venía la autoridad. Valverde le entregó el libro de la Biblia. Atahualpa se lo puso al oído. Como no escuchó nada, tiró la Biblia al suelo. Fue la señal para que Pizarro masacrase a toda la guardia real y aprisionase al soberano inca. Vemos, pues, que la escucha lo era todo para Atahualpa. El libro de la Biblia no hablaba nada.

Para la cultura andina todo se estructura dentro de un tejido de relaciones vivas, cargadas de sentido y de mensajes. Perciben el hilo que penetra, unifica y da significado a todo. Nosotros los occidentales vemos los árboles pero no percibimos el bosque. Las cosas están aisladas unas de otras. Son mudas. Hablar es sólo cosa nuestra. Captamos las cosas fuera del conjunto de relaciones, por eso nuestro lenguaje es formal y frío. En él hemos elaborado filosofías, teologías, doctrinas, ciencias y dogmas. Pero esta es nuestra manera de sentir el mundo, no la de todos los pueblos.

Los andinos nos ayudan a relativizar nuestro pretendido «universalismo». Podemos expresar los mensajes mediante otras formas relacionales e incluyentes y no por aquellas objetivas y mudas a las que estamos acostumbrados. Ellos nos desafían a escuchar los mensajes que nos vienen de todos lados. 

En estos días debemos escuchar lo que las nubes negras, los bosques de las laderas de las montañas, los ríos que crecen y rompen barreras, las pendientes abruptas y las rocas sueltas nos advierten. Las ciencias de la naturaleza nos ayudan en esta escucha. Pero no es nuestro hábito cultural captar las advertencias de aquello que vemos y entonces nuestra sordera nos hace víctimas de desastres que hay que lamentar. Sólo dominamos la naturaleza, obedeciéndola, es decir, escuchando lo que ella nos quiere enseñar. La sordera nos dará amargas lecciones.

Fuente: http://www.redescristianas.net

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