POR LIC. AURELIO GÓMEZ, ESPECIAL PARA CCIU
Rabina Graciela Sribman
Como Licenciado en Antropología Social me resulta difícil dejar de pensar en clave cultural, dejar de tomar como fundamento de nuestro ejercicio aquello que hacen, piensan y sienten grupos de sujetos, identificándose o diferenciándose por ello de otros, que se caracteriza por ser, aprendido, construido, compartido, simbólico, siendo, siempre, necesariamente móvil, dinámico, aunque los sujetos al pensarlo, siempre también, intenten inmovilizarlo y reducirlo.
Parte de la dinámica es que en todas las culturas hay un sector que desea cambiar y otro que solicita conservar e impedir el cambio, pueden ser mayoría unos u otros y eso hablará de las características de las sociedades a las cuales nos referimos.
El tiempo y el espacio son también dimensiones fundamentales para la comprensión de la cultura en general y de los fenómenos sociales, los cuales adquieren significado, al asociarse a un tiempo y un espacio particulares. Aprendemos en la historia y la geografía que la vinculación entre distintos pueblos genera preguntas a las partes, generando en casos resistencias, en otros cambios o asimilaciones. Cualquier objeto o artefacto, que está sobre mi mesa de trabajo cuenta una historia, si soy capaz de escucharla, teniendo los elementos para decodificarla, así también lo tienen nuestras prácticas cotidianas y el lugar que nos damos a nosotros mismos o nos dan en el colectivo donde habitamos.
Ser mujer u hombre no significa ni ha significado lo mismo a través de los tiempos, ni significa lo mismo en distintos espacios en nuestra contemporaneidad.
Cuando pensamos en la religión lo hacemos en el vínculo que todos nosotros, todos, tenemos de alguna manera con lo trascendente, lo espiritual y sagrado, en nuestra relación con las preguntas que se nos hace difícil contestar, los misterios que año tras año a través de la ciencia, en sentido amplio incluyendo a la filosofía, intentamos respondernos. Como decía el gran ingeniero uruguayo Eladio Dieste en el homenaje al escultor Yepes “todos sabemos mirando lo que nos rodea y mirándonos a nosotros mismos que estamos hundidos en un mar de misterio y que nosotros mismos somos una fuente inagotable del mismo misterio”.
Si los conceptos hombre y mujer los unimos al de religión encontraremos también que a lo largo de la historia, el lugar que se le ha asignado a cada uno ha variado y varía aún, así como lo hacen la cultura y las sociedades.
Solo me referiré a dos grandes (por cantidad de fieles e influencia en nuestra cotidianeidad cultural) religiones, excluyendo a otras, pues, tomar las otras se hace imposible dentro de los límites de un pequeño texto. Estas son, también en sentido amplio, el judaísmo y el cristianismo. Me pregunto, ¿cuál es el lugar de las mujeres en estas dos religiones? Mientras escribía recordé que hace ya muchos años en una la hija de un amigo, de unos cinco años, le preguntó a un sacerdote católico romano de su familia cual era la razón por la cual las mujeres no podían ejercer el sacerdocio. El, sabiamente, envío la pregunta al futuro diciéndole que era muy pequeña para entenderlo, augurando que siendo grande lo entendería. Aún hoy la pregunta está sin respuesta, el sacerdote no ha buscado a la niña ya grande para responder la pregunta y es posible que la niña se haya olvidado, pero aún hoy deben llegar al Vaticano por diversos canales, propuestas que discuten esta posibilidad pues la respuesta no parece ser fácil. Pensando en la respuesta a esta pequeña desde la religión católica me pregunté si en el judaísmo pasaría lo mismo y me llevé una sorpresa, lo que me hizo investigar más y llevarme otras. Más allá de que en el judaísmo ortodoxo las mujeres no tienen lugar como rabinos en el ritual, la sorpresa es que existen rabinas dentro de los grupos reformistas. En el sector de los judíos ortodoxos la mujer, aún, no tiene palabra, siempre en sentido amplio, rigiendo hoy para algunos grupos judíos religiosos el precepto antiguo. Buscando material me encontré con esta cita de la rabina argentina Graciela Sribman quien asegura que: “Hasta finales del siglo XIX y comienzos del XX, la mujer estaba exceptuada de la sinagoga y sus rituales. Su lugar era la casa y la educación de sus hijos. No se la contaba para el minyan (grupo de 10 hombres necesario para decir algunas oraciones); no leía del Pentateuco, Tora; no usaba talit (manto ritual), kipa (solideo) ni tefilin(filacterias); no tenía obligación de participar de los servicios religiosos; no recitaba el Kadish de duelo (oración en recuerdo por la muerte de un ser querido: padre/madre, hermano/a, hijo/a, esposo). Mujeres y varones rezaban separados (por lo general ellos lo hacían en planta baja y ellas en un primer piso o separadas por una cortina); en Europa hubo templos que no tenían un lugar de rezo para las mujeres o era muy pequeño” . La Sra. Sribman es rabina hoy, es una mujer sabia, quien es escuchada por su comunidad porque tiene palabra, su rol clave no está definido solo por lo que en el pasado (aunque también lo encontramos en este presente) eran atributos de la mujer, la vinculación con lo doméstico y la crianza de los hijos, lugar fundamental en la reproducción de la cultura y por ende también de lo religioso como parte de esa cultura. Ese rol de reproducción y por ende de una cierta producción de colectivo, se convierte en el hoy en cada vez más casos de producción de palabra escuchada para ese colectivo. Empoderamiento del pensamiento femenino que trasciende los muros de los dormitorios, las despensas y las cocinas, para acceder a los livings, y acceder al afuera de la comunidad. Desde mediados del siglo XIX las mujeres han buscado en las comunidades religiosas cristianas (católicas, protestantes, etc.) acceso a la toma de decisiones en cuanto a la lectura e interpretación autorizada de los textos y ejecución de los ritos. Hurgando en testimonios y textos llegué a un día de junio de 2002 en el cual se nombraron en Alemania mujeres sacerdotes y obispos. Estas mujeres están excomulgadas, no han cumplido el dogma, se han autoexcluido por elegir no cumplirlo, aunque según dice el artículo que leí de la agencia de noticias Adital, confían en que la propia evolución de la iglesia las confirme algún día. Sabemos que dentro de los grupos cristianos metodistas las mujeres pueden ser pastoras y obispos de la iglesia, lo cual también se da en otros grupos cristianos que tienen movimientos parecidos. Es interesante observar la respuesta del Papa Pablo VI a un planteo del Arzobispo de Canturbery (supremo dirigente de la Iglesia de Inglaterra) sobre el ministerio sacerdotal de las mujeres, donde el mencionado deja en claro la posición de la Iglesia Católica, en una carta escrita el 30 de noviembre de 1975, cito, “No es admisible ordenar mujeres para el sacerdocio, por razones verdaderamente fundamentales. Tales razones comprenden: el ejemplo, consignado en las Sagradas Escrituras, de Cristo que escogió sus Apóstoles sólo entre varones; la práctica constante de la Iglesia, que ha imitado a Cristo, escogiendo sólo varones; y su viviente Magisterio, que coherentemente ha establecido que la exclusión de las mujeres del sacerdocio está en armonía con el plan de Dios para su Iglesia” . Cada vez que aparece o se va gestando un cambio también lo hace la resistencia, la búsqueda de conservación de lo que se considera bueno, en el mejor de los casos, deseable, de acuerdo a la tradición o a la historia, fundamental para la conservación de lo que somos, o para la visión de eso que se es como colectivo, aunque haya voces que discuten el origen de eso que queremos conservar, como señala referido a este tema Isabel Corpas “El paso de los ministerios al sacerdocio, conocido como proceso de sacerdotalización, comenzó al final del siglo II. Hasta entonces, los dirigentes de la comunidad no habían ejercido funciones de culto, ni recibían el título de sacerdotes ni eran considerados personas sagradas, en un contexto eclesial en el que las mujeres participaban activamente en la vida de las comunidades, asumiendo responsabilidades de liderazgo y servicio ”.
Los ejemplos que he tomado para este pequeño relato nos informan sobre cambios en el rol de la mujer en una de las instituciones más importantes del colectivo humano por su relación con lo sagrado, la Iglesia, son signo de la adaptación de los seres humanos a la complejidad de este mundo, así como fruto de las conquistas de innumerable cantidad de mujeres que lucharon porque su palabra fuera escuchada y su acción cotidiana reconocida. Algunos piensan que los cambios amenazan equilibrios logrados, en este caso, estos serían que la mujer, en general, se ocupara de lo doméstico, del sostén, de la reproducción y el hombre de lo público, de la vinculación con el poder, otros creen, por el contrario, que lo que la mujer ha logrado ha dado la oportunidad de vivenciar otros espacios a los hombres, que antes eran roles prohibidos y mal vistos, ocuparse de las tareas domésticas, realizar trabajos “femeninos” así como esto ha permitido nuevos equilibrios, sin dejar de traer también dolores de parto. Pensando específicamente en las organizaciones religiosas, los nuevos tiempos las están obligando a “aggiornarse” y parte de esto es aceptar el nuevo lugar para aquellas mujeres que lo quieren. La cultura es adaptativa y no se detiene, aunque en oportunidades los sujetos intenten de todas formas y a veces, hasta desesperadamente, detenerla.
[1] Sribman de Grynberg, Graciela http://www.revistacriterio.com.ar/iglesia/la-mujer-en-el-judaismo/ Nº 2308 » SEPTIEMBRE 2005. Bs. As. Argentina
[1] https://evangelizadorasdelosapostoles.wordpress.com/2012/06/23/mujeres-sacerdotes-catolicas-celebran-10-o-aniversario-en-mannheim-alemania-en-el-katholikentag-alternativa/
[1] “La Iglesia no tiene la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres” http://www.aceprensa.com/articles/la-iglesia-no-tiene-la-facultad-de-conferir-la-ord/ junio, 1994
[1] CORPAS DE POSADA, ISABEL. Liderazgo y servicio en la tradición católica: lectura de textos en perspectiva de género. Theol. Xave. [online]. 2011, vol.61, n.171 [citado 2015-03-04], pp. 31-63 . Disponible en: http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0120-36492011000100002&lng=es&nrm=iso>. ISSN 0120-3649.
Lic. Aurelio Gómez Fernández- Antropólogo Social, Diplomado en Gestión Educativa, Docente, Orientador y Coordinador Académico
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