Por una discusión abierta y plural: Ivone Gebara habla sobre el aborto


Traducido por Rosa Ciancio, Caracas, noviembre de 1993

GP/24-01-1994; 17-10-2003

Contenido:

I. Introducción, por Marcelo Augusto

II. Entrevista a Ivone Gebara. El aborto no es pecado (Publicada por la revista Veja; Río de Janeiro, 06-10-1993; pp. 7 a 10)

III. La legalización del aborto vista desde el caleidoscopio social. Ivone Gebara, Camaragibe, 18 de octubre de 1993

I. Recibimos una carta de Ivone, fechada el 23-10-1993 en la cual nos habla de las múltiples y diversas reacciones ante la publicación de una entrevista a ella, que publicó la revista Veja en su edición del 06-10-1993, con el título El aborto no es pecado. Entre esas reacciones la mayoría fueron de aprobación y apoyo a Ivone, mientras que la alta jerarquía de la iglesia católica romana le exigió que se retractara públicamente y la amenazó, si ella no lo hacía, con su castigo. Ivone redactó, entonces, una nota en la cual confirma sus ideas.

También Ivone nos hizo llegar un Cuaderno publicado por el SIDOC, Serviço de Informaçao e Documentaçao, del CENAP, Centro Nordestino de Animaçao Popular, de Recife, Brasil. Publicamos el texto completo (en traducción que hizo Rosa Ciancio) del Cuaderno del SIDOC (el cual consta de un editorial, la entrevista de Veja y la nota de Ivone).

Este Cuaderno lleva por título: Por qué legalizar el aborto. Editorial: La otra mitad de la luna.

Actualmente y sin sombra de duda, la Teología Feminista ha renovado la producción teológica y la espiritualidad de cristianos y cristianas.

Entre nosotros como también en el exterior, Ivone Gebara es una de las representantes más autorizadas de la otra mitad de la luna. Mitad que trata de hablar de Dios con sabor y aroma de mujer. Ivone, con su hacer teología en forma de poesía, es una de las teólogas más provocadoras de nuestros días. Ella es estimulante.

Vivimos en una sociedad pluralista que está entretejida de opiniones diferentes, por eso es enriquecedora. Las iglesias cristianas, una vez insertas en la sociedad, no son inmunes a esta característica de la época.

En estos últimos días, Ivone en entrevista a una revista, dijo cual era su reflexión y su posición respecto al aborto. Apareció en el momento en que esta cuestión será discutida en el Congreso Nacional y en el que el Patriarca de la Iglesia Romana publica una carta (El Esplendor de la Verdad) que, entre otros asuntos, habla también del aborto.

A fin de contribuir a la discusión en torno al tema, el CENAP está publicando este cuaderno con la citada entrevista. Después de ésta, Ivone escribió un artículo donde aclara mejor su pensamiento, teniendo en cuenta los límites de una entrevista y las posibles distorsiones.

Esperamos que la lectura de estos textos sea fructífera. Un gran abrazo,

Marcelo Augusto

II. Texto de la entrevista publicada por la revista Veja; 06-10-1993; pp. 7-10

Título: Entrevista a Ivone Gebara. El aborto no es pecado

Por Kaike Nanne y Mónica Bergamo

 

La monja católica afirma que la prohibición del aborto es una hipocresía de la iglesia que sólo perjudica a las mujeres pobres.

 

 

La Hermana Ivone Gebara tiene 48 años, nació en Sao Paulo, es monja desde hace 25 años y reside en Recife desde 1973. Pertenece a la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora que se dedica a la educación de menores carenciadas. En esta convivencia con los pobres ella se ha formado una convicción insólita en la iglesia : está en favor de la legalización del aborto y, por primera vez, defiende públicamente su convicción.

 

«La madre tiene, sí, algún derecho sobre la vida que carga en su útero. Si ella no tiene las condiciones psicológicas para enfrentar el embarazo tiene el derecho de interrumpirlo», dice. Contrariamente a algunas feministas, la Hermana afirma que el aborto no puede tener limitaciones legales. Debe ser válido en todos los casos y no sólo en situaciones especiales como la violación. «El aborto no es pecado, el Evangelio no trata de este asunto.», afirma.

 

Ivone mantiene frecuentes contactos con grupos feministas en Brasil y en el exterior, especialmente con las Católicas por el Derecho a Decidir, fundado en 1973, en EE.UU., e instalado en Brasil recientemente.

 

Ivone que estudió Filosofía en la Pontificia Universidad Católica, de Sao Paulo y Teología en Bélgica, está acostumbrada a adoptar posiciones polémicas dentro de la iglesia. En 1989, el Vaticano clausuró el Seminario de Recife, fundado por el arzobispo Helder Cámara, en el que ella era profesora. La Santa Sede consideró que el Seminario, inspirado en la Teología de la Liberación, era muy izquierdista. Desde entonces Ivone emplea su tiempo escribiendo libros y viajando para dictar talleres. Reside, por opción de vida, en Camaragibe, en la periferia de Recife. Es autora de seis libros sobre Teología Feminista, publicados por Vozes y Paulinas. Hace un mes visitó Suecia para hablar acerca de la mujer y la reforma agraria. La semana después de ser entrevistada por nosotros, viajó a Venezuela y a Bolivia. En enero 1994, Ivone irá a New York, por seis meses, para dar cursos de Teología.

 

Pregunta: Esta semana el papa divulga la nueva encíclica en la cual debe enfatizar la oposición de la iglesia al control de la natalidad y al aborto ¿Qué piensa usted?

 

Ivone Gebara: No es ninguna novedad. Es una posición tradicional del Vaticano, ya consagrada en otras encíclicas. Es la posición de quien no tiene ningún diálogo con el mundo contemporáneo, en especial con el mundo de los pobres.

 

P: ¿Por qué?

 

IG: La moral católica no alcanza a las mujeres ricas. Ellas abortan y tienen los medios económicos que garantizan una intervención quirúrgica en condiciones humanas. Por lo tanto la ley que defiende la iglesia perjudica a las mujeres pobres. El aborto debe ser descriminalizado y legalizado, más aún: debe estar a cargo del Estado. Hoy el aborto es la quinta causa de mortalidad femenina en Brasil; las que mueren son hermanas necesitadas. Frente al hecho de que el aborto es inevitable mejor es hacerlo en condiciones de dignidad.

 

P: ¿Como monja católica no debería considerar al aborto como pecado?

 

IG: El aborto no es pecado. El Evangelio no trata de esto. El Evangelio es un conjunto de historias que generan misericordia y ayuda en la construcción del ser humano. La dogmática del aborto ha sido fabricada a lo largo de los siglos. ¿Quién escribió que no se puede controlar el nacimiento de los hijos? Han sido curas, hombres célibes, encerrados en su mundo en el que viven confortablemente con sus manías. No tienen mujer ni suegra y no se preocupan de un hijo enfermo; algunos de ellos hasta son ricos y poseen propiedades. Así, es fácil condenar al aborto.

 

P: La ley permite el aborto en caso de violación ¿en qué casos

encuentra usted legítimo el aborto?

 

IG: En todos los casos en que la mujer, sea ella rica o pobre, no tenga las condiciones psicológicas para asumir el bebé. La iglesia se atiene al principio de que sólo Dios puede quitar la vida. Yo también acepto eso. Sin embargo, ahora, encuentro que la madre, sí tiene algún derecho sobre la vida que carga en su útero. El feto no puede sobrevivir sin ella y, en esa ósmosis primordial, es lícito considerar que no tiene voluntad propia. Si la madre no tiene las condiciones psicológicas para enfrentar el embarazo tiene el derecho de interrumpirlo.

 

P: ¿Cuál ha sido el motivo de su cambio de opinión y defender el aborto?

 

IG: Mi convivencia con las mujeres pobres de Camaragibe me llevó a reflexionar más sobre este asunto. Las mujeres son extremadamente pobres, son vendedoras de alimentos y lavanderas. No tienen información para desarrollar saludablemente su vida sexual. No saben cómo evitar los hijos y aún sabiéndolo no tendrían posibilidades económicas dado que no disponen de asistencia. Esta situación me llevó a una posición pragmática de defensa del aborto. Sin embargo, hasta ahora sólo había conversado acerca de mi posición en encuentros cerrados con teólogas y feministas. Mi discurso es, todavía, un tanteo; estoy tratando de superar dogmas. Si yo fuera cura la iglesia quizá me expulsaría. Como monja tengo más libertad. Aún así, siento que después de esta entrevista voy a quedar desprotegida. Sé que mi posición es una transgresión del pensamiento de la iglesia, pero resolví hablar porque creo que voy a ayudar a la gente.

 

P: ¿Usted ya aconsejó a alguna mujer de abortar?

 

IG: No. Pero estuve cerca. Hace algunas semanas, en Camaragibe, me visitó una mujer psíquicamente enferma y madre de tres niños desnutridos. Me contó que tuvo una aventura con un desempleado y quedó embarazada. Estaba desesperada. Conversamos mucho y quedó de regresar. Yo tuve la seguridad de que, en una segunda entrevista, yo estaría obligada a decirle: Aborta. Antes de que yo se lo dijera, ella decidió abortar. Vino a pedirme que la acompañara a un médico y la acompañé.

 

P: ¿Usted se sintió bien?

 

IG: Es necesario entender una cosa. En otra oportunidad conocí a una mujer que abortó. Quedé impresionada al ver el feto. Es un bebito y es como si estuviéramos sacando la oportunidad de florecimiento de aquella vida. El aborto es violento, muy violento. Siempre es una opción traumática y nunca un camino de alegría. La mujer sólo aborta si está obligada por las circunstancias. Sin embargo es una violencia que existe y, como tal, debe ser legislada. Conocí en mi barrio a una niña de catorce años embarazada de su padre. En ese contexto no significa absolutamente nada decir que se esté salvando la vida al evitar el aborto. ¿Qué vida será salvada? ¿La de un niño que será desnutrido y abandonado? ¿La de una madre cuyos dramas serán agravados? El Brasil aborta continuamente a sus ciudadanos, si no en el primer mes, a lo largo de su vida.

 

P: ¿Las mujeres de Camaragibe no se sorprenden al ver a una monja que defiende el aborto?

 

IG: Nunca defendí abiertamente el aborto. Por otra parte, ellas no conocen el discurso de la iglesia acerca del aborto. El mundo de los pobres tiene una ética propia, la ética de la sobrevivencia. Hace pocos días una empleada doméstica tocó a mi puerta y me dijo que se iba a suicidar. Ella tuvo ocho hijos, uno murió, tres viven con su primer compañero, tres viven con ella y uno vive en la calle. Es una mujer que vive en la miseria. Vive en una choza de barro y de su trabajo como doméstica por día. Quedó embarazada después de una relación pasajera. Fue a hablar con el padre quien le dijo que no quería a ese hijo. Casi siempre es así: los varones abortan a los hijos con palabras. Visitó a su patrona quien se negó a darle dinero para el aborto. La señora no quiso involucrarse pero le garantizó que si tuviera problemas clínicos, después, ella la llevaría al médico. Esta es la moral de la clase media.

 

P: ¿Es posible que la iglesia cambie su posición acerca del aborto?

 

IG: Nada permite preverlo, no debe acontecer muy pronto. No será en este siglo. Pienso que esta cuestión no debería ser considerada un dogma de iglesia. Es una cuestión que atañe a la sociedad civil. La legalización del aborto es necesaria y no puede ser impedida por credos religiosos.

 

P: ¿Vale el dicho que dice que si el papa pudiera tener hijos, la iglesia ya hubiera autorizado el aborto?

 

IG: Este es un chiste que la gente adora hacerle al papa. Es pura fantasía. La cuestión no es tan sencilla.

 

P: ¿Su posición acerca del aborto está aislada en la iglesia?

 

IG: La mayoría del clero está contra el aborto y reduce el asunto a una cuestión estrictamente privada. Los conservadores hablan más, y siempre con el discurso del respeto absoluto a la vida. Pero sí hay curas y monjas a favor. Es un segmento más avanzado que sólo se manifiesta en privado y vive un conflicto entre lo que cree y lo que la institución piensa. Son varones y mujeres desgarrados a causa de sus convicciones.

 

P: ¿En el confesionario recomiendan el aborto?

 

IG: Por lo que sé, prefieren el silencio. Defienden la legalización en círculos muy estrechos, nunca a nivel oficial.

 

P: ¿Cómo juzga usted la moral de los curas que condenan el aborto y mantienen relaciones sexuales?

 

IG: Siempre existió la transgresión al interior de la institución religiosa. Conozco mucho de esto, dado que las mismas monjas acaban por comentarlo. La iglesia católica desarrolló una moral muy estricta que lleva a eso. A veces, la transgresión es importante. Es una señal de que es necesario revisar las normas establecidas.

 

P: La Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil ya propuso el fin del celibato. ¿Usted piensa que los curas del año 2000 podrán casarse ?

 

IG: Eso llegará, pero como el aborto, no en este siglo. Hasta que tengamos esta Curia Romana, con su teología predominante, no habrá medio de terminar con el celibato. Llegará el día en el cual el Vaticano si quiere seguir con el clero tendrá que ordenar a mujeres y a varones casados. El celibato es una norma legal que no hace parte de la esencia del sacerdocio.

 

P: ¿Usted piensa que sería una monja más feliz si pudiera casarse y tener hijos?

 

IG: Mis vecinas de Camaragibe encuentran ridícula mi forma de vida. Para ellas es incomprensible no tener un marido y no ser madre. En su simplicidad ellas preguntan cuándo va a aparecer mi marido y dicen que yo debería tener hijos para que me cuiden cuando sea vieja. Voy a acabar mi vida solita. A veces dicen que quisieran estar en mi lugar para no tener preocupaciones y vivir en paz. Cada una lleva un límite en su escogencia. La vida que llevo tiene un peso como cualquier otra.

 

P: ¿Cómo lidia usted con la falta de cariño físico y de sexo?

 

IG: Tuve deseos sexuales y ellos continúan, pero soy coherente con mi escogencia. El sexo hace falta, como hacen falta varias cosas en cualquier vida humana. No es porque el sexo está liberado que las personas realizan todas sus potencialidades. Antes de ser monja estudié filosofía en la PUC de Sao Paulo y allá tuve mis enamorados. Pero el deseo de ayudar a la gente a ser libre ha sido más fuerte y aposté a otro tipo de vida. La experiencia religiosa no es sólo de renuncia, usted encuentra placer en otra forma. No es posible vivir sin afecto, sin amistades, sin ver por los pobres. Es posible vivir sin sexo.

 

P: ¿Defiende usted la ordenación de mujeres?

 

IG: Yo no me sentiría nada cómoda con las actividades de una parroquia. Prefiero quedarme libre para enseñar, participar en debates, escribir. Hay muchas mujeres valientes que quisieran ser ordenadas y tienen condiciones para eso. Pero no bastará quedarse con pantalón o falda si el pensamiento dogmático se mantiene. Es más importante una reflexión teológica para cambiar algunas cosmovisiones de la iglesia que están obsoletas.

 

P: ¿Cuáles?

 

IG: La tradición cristiana se constituye sobre todo a partir del siglo III de nuestra era, época marcada por el dualismo griego. La iglesia representaba al hombre como pecador en oposición a un Dios bueno, el cuerpo en oposición al espíritu; explicaba al mundo de forma dual: cielo-infierno; bien-mal. Esta especie de antropología dualista ha hecho que la iglesia considerara al varón mejor que a la mujer. Automáticamente el sacerdocio es dado a los varones, pero las mujeres tienen que conquistarlo. Es un comportamiento discriminatorio fruto de una concepción equivocada tanto del ser humano como de Dios.

 

P: ¿Que sería la Teología Feminista?

 

IG: La teología tradicional acentúa la imagen masculina de Dios. La Teología Feminista quiere mostrar que la raíz de la experiencia cristiana es igualitaria y que las estructuras de poder de la iglesia pueden ser cambiadas. Dios no es ni masculino ni femenino. Lo divino está arraigado en el ser humano y viceversa. La Teología Feminista discute el paternalismo, la idea de esperar que Dios haga el acontecer. Es una expresión de la Teología de la Liberación. Nosotros estamos sacudiendo las ideas.

 

P: ¿Qué cambios provocó la Teología Feminista en la iglesia?

 

IG: Antiguamente la palabra hombre aparecía en los documentos de la iglesia con referencia a toda la humanidad. Hoy se leen expresiones como hermanos y hermanas ó Dios, que es padre y madre. Las mujeres no enseñaban teología y hoy hay muchas profesoras.

 

P: ¿Los protestantes están más adelantados que los católicos?

 

IG: Sí. Hay pastoras ordenadas y el espacio para la mujer es, cada vez, más amplio. Ellas conquistaron eso hace más de veinte años. El catolicismo se quedó atrás.

 

P: ¿Por qué?

 

IG: Las iglesias que se consideran originarias y más cercanas a Jesús, tienen dificultades para absorber el cambio debido al peso de la tradición. Es el caso de la Iglesia Ortodoxa Oriental y la Iglesia Católica Romana. Mientras que la Protestante comenzó en el siglo XVI con la Reforma, es una iglesia de modernidad, de contestación del catolicismo.

 

P: ¿Las posiciones tradicionales de la iglesia alejan a los teólogos del sacerdocio?

 

IG: Sí. Muchos teólogos seglares no aceptan la ordenación para disponer de un espacio de militancia y un pensamiento menos controlado.

 

P: ¿Por qué el catolicismo está perdiendo influencia en Brasil?

 

IG: Ya ni podemos decir que la mayoría de la población brasileña es católica. La mayoría es Pentescostal, de la Asamblea de Dios, de los Testigos de Jehová y de otras. No me atrevo a hablar del interior del país, que conozco muy poco, pero, en las grandes ciudades, el catolicismo ha dejado de ser la religión predominante. Esto se debe, en parte, al hecho de que el pentecostalismo tiene unos contenidos que responden a los anhelos de la población cada vez más necesitada y promete soluciones en esta vida. Este fenómeno está relacionado con la pobreza así como la crisis de las Comunidades Eclesiales de Base, CEB, lo está con la quiebra del proyecto político brasileño.

 

P: ¿Por qué las CEB están en crisis?

 

IG: Tenemos que situarlas en la coyuntura nacional. El Brasil atraviesa una crisis política, económica, social y de esperanza, que afecta a todos los movimientos sociales. Ninguno de ellos atraviesa esa crisis sin heridas. Los teóricos del movimiento popular tenían una gran expectativa en relación con las CEB, creían que sería el fermento de transformación de abajo hacia arriba, dentro de la iglesia. ¿Y qué pasó? La palabra socialismo, tan empleada en las luchas populares, cayó en desuso. Se acentuó un discurso utópico sin condiciones de ser realizado. A pesar de todas las posibilidades el pueblo votó por Collor. No creo ya en las CEB como único camino de liberación.

 

P: ¿Cuál es el camino?

 

IG: Existen grupos de mujeres y de ecologistas que dan contribuciones importantes luchando para disminuir el hambre y la miseria. Con o sin la iglesia estas personas van a construir las alternativas de futuro.

 

P: ¿Y la iglesia católica?

 

IG: Estamos en crisis; el catolicismo puede superarla como superó otras a través de los siglos. Un primer paso sería revisar las posiciones inflexibles que alejan a la iglesia de la vida y de los problemas reales de sus miembros.

 

(Fin de la entrevista de Veja)

 

 

III. La legalización del aborto vista desde el caleidoscopio social. Ivone Gebara, Camaragibe, 18 de octubre de 1993

 

La revista Veja me hizo una entrevista que publicó en su edición del 6 de octubre de 1993, con el título EL ABORTO NO ES PECADO. A pesar de haber concedido, libremente, esa entrevista quiero distinguir aquello que ha sido comprensión y redacción propia de los periodistas y mi posición personal. La entrevista fue desarrollada, informalmente, en tres momentos diferentes, incluso por una llamada telefónica internacional, dado que me encontraba fuera del país. Fue hecha por dos profesionales del periodismo, uno del Nordeste y uno del Sureste del país. Esta entrevista fue después re-organizada por él-ella y publicada antes de la fecha prevista, sin que yo tuviera oportunidad de revisar el texto. Por lo tanto, como cualquier entrevista en estas condiciones, ésta, también, tiene sus límites y distorsiones inevitables. A pesar de ello, la entrevista tuvo éxito y suscitó acaloradas discusiones, alguna solidarias y otras solicitando una rectificación pública de mi pensamiento.

 

Por ello, quiero, en este momento, reafirmar mis posiciones, no para que sean aceptadas sino, sólo, para ser discutidas en los límites de nuestra frágil democracia y libertad de pensamiento.

 

Desde hace muchos años la cuestión de la legalización del aborto ha sufrido un proceso de mutación impresionante, no sólo en la sociedad en general sino, también, en la iglesia. Tal como los espejos y el movimiento de las piedritas de colores del caleidoscopio social y religioso, así, también, se mueven los argumentos y las posiciones alrededor de esta difícil cuestión que suscita una diversidad inmensa de argumentos filosóficos, religiosos, psicológicos, políticos y jurídicos, no siempre con la participación directa de las mujeres.

 

Hoy día estoy en favor de la descriminalización (1) y de la legalización del aborto como una forma de disminución de la violencia contra la vida. Soy, también, consciente de los límites inherentes a esta posición, de las dificultades legales y otras, particularmente consecuencia del estado actual de casi quiebra de nuestras instituciones públicas.

 

La vida en un barrio marginal, el contacto con el sufrimiento de centenares de mujeres, sobre todo pobres, viviendo torturadas frente a sus problemas personales y de sobrevivencia, me da el respaldo suficiente para algunas afirmaciones que, en consecuencia, asumo. Trato la cuestión más bien a partir de las mujeres empobrecidas porque ellas son las mayores víctimas de esta situación trágica.

 

Independientemente de su legalización o su no legalización, independientemente de los principios de defensa de la vida, independientemente de los principios que rigen las religiones, el aborto ha sido practicado. Por lo tanto es un hecho clandestino, pero público y notorio. Según cifras difundidas por diversas instituciones de salud de Brasil, se calcula anualmente en millones los abortos clandestinos con un 10% de mortalidad materna. Tales espantosas cifras son indicativas de una problemática que necesita ser regulada. Es, pues, en primer lugar, deber del Estado garantizar un orden y legislar, constantemente, para que la vida de sus ciudadanos y ciudadanas sea respetaba. La legalización no significa la afirmación de bondad, de inocencia y menos aun de defensa incondicional y hasta superficial del aborto como hecho, sino apenas la posibilidad de humanizar y adecentar una práctica que es común. La legalización es, apenas, un aspecto coyunturalmente importante de un proceso más amplio de lucha contra una sociedad organizada sobre el aborto social de sus hijos y de sus hijas. Una sociedad que no tiene condiciones objetivas para dar empleo, salud, vivienda y escuelas, es una sociedad abortiva. Una sociedad que obliga a las mujeres a escoger entre permanecer en el trabajo o interrumpir un embarazo, es una sociedad abortiva. Una sociedad que continúa a permitir que se hagan test de gravidez (pruebas de embarazo) antes de admitir a la mujer a un empleo, es abortiva. Una sociedad que silencia la responsabilidad de los varones y sólo culpabiliza a las mujeres, irrespeta sus cuerpos y su historia, es una sociedad excluyente, machista y abortiva.

 

La descriminalización y legalización del aborto podrían, en esta lógica, hasta ser consideradas como un comportamiento en la línea de continuidad de la violencia institucional, una especie de respuesta violenta a una situación violenta. Podríamos hasta pensar en eso si los millones de abortos y muertes de mujeres no existieran de hecho. Como estos son hechos incontestables, legislarlos de manera lo más respetuosa posible, llega a ser una forma de disminuir la violencia contra las mujeres y la propia sociedad en su conjunto.

 

En esta línea de pensamiento concentrar la defensa del inocente sólo en el feto, como afirman algunas personas, es una forma de encubrir la matanza indiscriminada de poblaciones enteras, igualmente inocentes aunque en forma diferente, ya sean víctimas de guerra o de procesos económicos, políticos, militares o culturales vigentes en nuestra sociedad. Es también, más de una vez, una manera de no denunciar la muerte de miles de mujeres víctimas inocentes de un sistema que aliena sus cuerpos y las castiga sin piedad, culpabilizándoles e impidiéndoles de tomar una decisión adecuada a sus condiciones reales. La concentración de la culpa del aborto en la mujer y la criminalización de este hecho, es una forma de encubrir nuestra responsabilidad colectiva y nuestro miedo de asumirla públicamente.

 

En esta perspectiva, para mí como cristiana, defender la descriminalización y reglamentación del aborto, no significa negar las enseñanzas tradicionales del Evangelio de Jesús y de la iglesia, sino acogerlas frente a la paradoja de nuestra historia humana como una forma actual de disminución de la violencia contra la vida.

 

No siempre los principios cristianos u otros, resisten frente a los imperativos de la vida concreta, imperativos que nos hacen más maleables, más misericordiosos(as), más comprensivos(as) y convencidos(as) de que la ley es para nosotros los humanos y no nosotros los humanos para la ley; que la ley debe ayudar nuestra debilidad, especialmente cuando nuestra libertad es aplastada por estructuras injustas que mal permiten la realización de actos libres y plenamente humanos.

 

Hoy día es necesaria, y urgente, la discusión abierta y plural, en busca de un consenso a partir del bien común, la búsqueda ética en defensa de todas las vidas humanas. Y, en este diálogo plural, es responsabilidad del Estado, en su inalienable autonomía, llegar a un consenso en vista de un orden justo que garantice, por medio de las leyes, la vida de sus ciudadanos y ciudadanas, y ponga límites a una situación caótica provocada por la práctica del aborto clandestino.

 

Mi posición frente a la descriminalización y la legalización del aborto como ciudadana cristiana y miembra de una comunidad religiosa es una forma de denunciar el mal, la violencia institucionalizada, el abuso y la hipocresía que nos envuelven, es una apuesta por la vida, es pues en defensa de la vida.

 

(1) Las palabras descriminalizado o descriminalización, que significan quitarle su condición de crimen a algo, no existen en los diccionarios de la lengua española, por lo tanto, son neologismos. También son neologismos, en portugués, las palabras descriminalizado, descriminalizaçao o similares, usadas por Ivone, y por medios de comunicación de masas cuando, por ejemplo, hablan de legalizar la droga.

Remitido: Atención de Gladys Parentelli

2 comentarios (+¿añadir los tuyos?)

  1. Trackback: 7 – ¿QUÉ DICE LA BIBLIA SOBRE EL ABORTO? – Radialistas
  2. Vanessa BJ
    Mar 24, 2019 @ 13:59:01

    Hola, soy estudiante de Teología, me interesa mucho hablar con ustedes y especialmente con la teóloga Ivone Gebara. Agradezco su amable contacto.

    Responder

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