COSTA RICA: SEMINARIO INTENSIVO DE LECTURA POPULAR DE LA BIBLIA 2014


DEPARTAMENTO ECUMÉNICO DE INVESTIGACIONES

Apartado Postal 389-2070, Sabanilla, San José- Costa Rica

Teléfono: (506) 2253 0229 y (506) 2253 9124

Fax: (506) 2280 7561

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Solicitud de Inscripción

Seminario Intensivo de Lectura Popular de la Biblia 2014

 

Estimados hermanos, estimadas hermanas:

A fin de poder realizar una selección oportuna de las personas interesadas, le solicitamos completar y enviar (en este mismo formato) el siguiente formulario de inscripción. Los cupos son limitados y serán confirmados a la brevedad por el DEI.

La fecha límite de recepción de este formulario por medio del correo electrónico programas-dei@dei-cr.org es el día 20 de junio del 2014.

Le recordamos que el taller tiene un carácter intensivo (4 semanas, mañanas y tardes) y demanda una disponibilidad de tiempo completo por parte las personas participantes del seminario.

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¿Ha participado antes en alguno de los talleres del DEI? Indique en cuál.
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¿Con cuáles instituciones, comunidades, programas, grupos o sectores populares se encuentra vinculado/a en su quehacer bíblico, eclesial o social? ¿Qué roles asume en los mismos?
 

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Describa brevemente su experiencia política, social, eclesial y/o pedagógica
 

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¿Cuál ha sido su formación en el área de teología, Biblia, pastoral o ciencias sociales?
 

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¿Cuál ha sido su experiencia en el movimiento o en proyectos de Lectura Popular de la Biblia?
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¿Por qué está interesado/a en participar en el Seminario de Lectura Popular de la Biblia de este año?  
 

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El DEI le ofrece alojamiento en un albergue común durante el taller. Algunas tareas propias de la convivencia son asumidas por el grupo de participantes de manera conjunta ¿Está dispuesto/a a convivir de forma armoniosa y cooperativa en las instalaciones del DEI con el grupo de talleristas?
 

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¿Tiene alguna condición de salud que le dificulte involucrarse plenamente en una experiencia de taller intensivo? Explique brevemente.  
 

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¿Quién le recomienda a nivel institucional y/o personal?
 

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El DEI ofrece alimentación y hospedaje durante el taller. No obstante, para apoyar la realización del evento se les solicita a las personas participantes una contribución según sus posibilidades. Indique a continuación el monto de su contribución:  ___________________

 

 

Lugar de residencia: _________,  _día_/_mes_/2014            Firma: _______________________

*  Los datos que usted nos proporciona en este formulario serán utilizados únicamente por el DEI, para fines exclusivos del Programa de Formación.

Actualidad y futuro de la Teología de la liberación


 

30 15:49:29 de mayo de 2014

Jorge Costadoat, SJ

¿Fue contrario Jorge Mario Bergoglio años atrás a la Teología de la liberación? Probablemente en más de un punto. ¿Es hoy el Papa Francisco un opositor a esta teología? No da la impresión.

Consta, sí, que los simpatizantes de la Teología de la liberación están exultantes con él. Es cosa de ver las páginas electrónicas. Los sectores católicos liberacionistas se han identificado rápidamente con el nuevo Papa. El nombre de Francisco, la sencillez, los ataques contra la economía liberal, la ya famosa frase: “cuánto querría una Iglesia pobre y para los pobres…”, han sido señales inequívocas de un giro que el progresismo social católico interpreta como un guiño favorable.

¿Qué importancia pudiera tener que el Papa llegue a reconocer valor a esta teología? ¿Y a los movimientos, congregaciones religiosas y comunidades de base que se han inspirado en ella, dándole a la vez suelo para su desarrollo?

Juan Pablo II no la condenó, pero le hizo críticas arteras y mantuvo a raya a sus teólogos. El Cardenal Ratzinger, que ejerció este control desde el cargo de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en el documento Instrucción sobre algunos aspectos de la “Teología de la liberación” (1984), desaprobó el uso acrítico de categorías marxistas: no distinguir entre materialismo histórico y materialismo dialéctico, y la lucha entre clases. Pero no puso en duda la opción por los pobres. Es más, en otro documento titulado Instrucción sobre la libertad cristiana y la liberación (1986) subrayó la raigambre bíblica de los planteamientos teológicos liberacionistas. Por cual no debe extrañar demasiado que el año pasado Ratzinger, convertido en Benedicto XVI, haya nombrado a cargo de aquella Congregación a Gerhard Müller, un obispo alemán que en 2005 había escrito junto a su amigo Gustavo Gutiérrez un libro titulado «Del lado de los pobres. Teología de la liberación«. El mismo Ratzinger -se sabía- siempre había sentido simpatía por Gutiérrez, llamado el “padre” de esta teología. El nombramiento de Müller ha sido una señal de un viraje que puede terminar siendo decisivo.

No lo será, empero, si los simpatizantes de Gutiérrez, Boff, Segundo, Sobrino, Gebara, Támez, Andrade, Codina, Galilea, Trigo, Muñoz, Ellacuría y los otros muchos teólogos liberacionistas pretenden revitalizar tal cual la teología que motivó el compromiso cristiano de los años sesenta y setenta. Hoy el tema no es la reforma agraria, ni el imperialismo yankee, ni el marxismo, ni la guerrilla del Che o de Camilo Torres, ni los años grises de la dictadura de Pinochet. Debe recordárselo, porque la tendencia a revivir esos tiempos es una tentación inútil y, para colmo de la torpeza, infiel al método de la misma Teología de la liberación.

La Teología de la liberación nunca fue condenada. El mismo Juan Pablo II advirtió que ella, en algunos casos, era incluso “necesaria” (Brasil, 1986). Tampoco habría sido fácil hacerlo, pues fue el mismo Magisterio latinoamericano que formuló la opción por los pobres, núcleo de la convicción mística y teológica de esta teología. Su actualidad estriba en esta convicción y en su método. Los obispos del continente se aproximaron a la realidad en la clave del “ver, juzgar y actuar”. Ellos popularizaron este procedimiento metodológico. Ellos impulsaron a la Iglesia a reconocer la acción de Dios en la historia presente y a sumarse a ella.

Debe reconocerse al Vaticano II la paternidad ulterior de este método. El documento Gaudium et spes quiso comprender los “signos de los tiempos”: “discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales (el Pueblo de Dios) participa juntamente con los contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios” (GS 11). Es decir, que en acontecimientos humanos especialmente significativos es posible reconocer la acción de Dios y reflexionar sobre ella. Esto ha exigido a la Iglesia no querer “enseñar” al mundo qué es lo que Dios quiere, sin “aprender” del mundo qué es lo que Dios quiere.

En adelante la teología ha podido considerar que el contexto histórico no solo autoriza a interpretar la doctrina tradicional acomodándola, adaptándola, a nuevas circunstancias, sino que el contexto mismo tiene algo que decir sobre Dios y sobre su voluntad. Dios que se reveló en la historia, en la historia continúa revelándose. La Iglesia no vino al mundo con un canasto de doctrina debajo del brazo. Ella fue amasando durante siglos su doctrina, la cual no ha sido sino interpretación de la Escritura como Palabra de un Dios que continúa hablando en el presente y que, porque seguirá haciéndolo en el futuro, obliga a considerar las formulaciones teológicas como provisorias.

Así las cosas, la Iglesia hoy debe atender a la historia si quiere ser históricamente relevante. ¿Cómo hacerlo? Ella debe arraigar hondamente en la humanidad sufriente, sufrir con ella, esperar con ella, indagar sus necesidades de liberación y de dignificación. Debe, en suma, sintonizar con el Espíritu de Cristo que clama en los pobres; y por otra parte, debe recurrir al servicio de las ciencias sociales que le permitirán comprender mejor qué está sucediendo con las personas y las sociedades.

Sabemos que Francisco Papa es un hombre conectado con el sufrimiento del mundo. Bien quiere la liberación de los diversos oprimidos de este mundo. Será muy importante, además, que tome en serio el aporte de las ciencias modernas. Sin estas, el discernimiento de la viabilidad de la liberación es hoy culturalmente imposible. Tomemos, a modo de ejemplo, el caso de la homosexualidad. La doctrina de la Iglesia ha podido variar en la medida que el conocimiento de esta realidad humana ha evolucionado. La psicología moderna en algún momento dejó de considerarla una perversión, pues descubrió que ella era una enfermedad. Sucesivamente dejó de considerarla una enfermedad, para afirmar que es una variante de la sexualidad humana. La Iglesia, en este campo, se está sirviendo de la psicología para mejorar su doctrina. Algo parecido hizo con la comprensión de fenómeno del suicidio.

Hoy la Iglesia necesita que el Papa Francisco estimule y se sirva de la Teología de la liberación, entendida esta como una apertura reflexiva y crítica al actuar humano contemporáneo, especialmente a aquel de quienes padecen algún tipo de discriminación y exclusión. Si no lo hace, la humanidad continuará llevándole la delantera a la Iglesia en materias en las que la Iglesia ha presumido tener la razón. El mero desarrollo de las ciencias no ha elevado a la humanidad a su cota más alta. A veces la ha hundido en involuciones atroces y aterra pensar en las experimentaciones en curso. Pero la Iglesia solo puede tratar legítimamente de atajar los excesos de la modernidad o encauzarla si reconoce que, para anunciar que Cristo es una Buena Noticia, se hace necesario usar la razón –la ciencia y la técnica- para atinar con una fe en Dios auténticamente humanizadora.

A la Teología de la liberación hoy, por una cuestión de método, se le abren nuevas posibilidades de interés. Ella, que se ocupa de la liberación, suele también dar suma importancia a la creatividad que amplía los horizontes de la vida. Los seres humanos combaten la opresión, la injusticia, las nuevas y viejas esclavitudes. Pero también crean y recrean mundos insospechados, innovan en la estética y en la moral. En las innumerables experimentaciones de la humanidad, Dios mismo puede estar dándose a reconocer como el Creador. Dios no se cansa ni se repite. La Teología de la liberación desde hace años valora las distintas culturas, e incluso las diferentes religiones, pues cree, por principio, que Dios acontece incesantemente en el mundo. Su aporte más característico en esta apertura suya a todo lo real, ha consistido en valorar la creatividad de los pobres. Para esta teología los pobres no solo han de ser objeto de caridad y de justicia. Ellos deben ser considerados sujetos que inventan un mundo nuevo con escasos materiales pero con la comprensión vital de un Evangelio que ha sido anunciado a ellos antes que a nadie. El aporte mayor de la Teología de la liberación, y de aquí su futuro, estriba en creer en la creatividad de los pobres.

Esto explica que los simpatizantes de la Teología de la liberación aplaudan al Papa Francisco. Ven en él a alguien que apuesta por los pobres.

Jorge Costadoat, SJ

Cristo en Construcción

 

Link:http://www.reflexionyliberacion.cl/articulo/3562/actualidad-y-futuro-de-la-teologia-de-la-liberacion.html

Escasea la vida consagrada: papa Francisco


Alejandro Palafox B. para Alianzatex
Publicada: Junio 14, 2014

El mensaje repite la idea de “salir de la Iglesia”. ARCHIVO

Texcoco, México.- (Texcoco Press).- “En muchas regiones escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. A menudo esto se debe a que en las comunidades no hay un fervor apostólico contagoioso, por lo que les falta entusiasmo y no despiertan ningún atractivo”, sin embargo, “donde existe alegría, fervor, ganas de llevar a Cristo ante los demás, surgen las verdaderas vocaciones”. Lo escribe el Papa en el Mensaje con motivo de la Jornada Misionera Mundial, que se celebrará el 19 de octubre, y que acaba de ser publicado por el Vaticano. Entre las “verdaderas vocaciones”, Papa Bergoglio invita a “no olvidar las vocaciones laicales a la misión: se ha tomado conciencia de la identidad y de la misión de los fieles laicos en la Iglesia, así como del papel cada vez más importante que ellos están llamados a desempeñar en la difusión del Evangelio. Por este motivo –remarca el Pontífice– es importante proporcionarles una formación adecuada de cara a una eficaz acción apostólica”.

El mensaje repite la idea de “salir de la Iglesia” tan apreciada por el Papa latinoamericano y delineada por él también como exhortación apostólica ‘Evangelii Gaudium’, texto citado varias veces en el mismo mensaje.

El Papa Francisco insiste en el tema de la “alegría”, de la “exultación interior”, como temas centrales en la vida cristiana y fuente de la misión: “No nos dejemos robar la alegría de la evangelización”. “Os invito –escribe el Pontífice a los obispos, sacerdotes y laicos– a introducirse en la alegría del Evangelio, a alimentar un amor en grado de iluminar vuestra vocación y misión”. Según Bergoglio, “el gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada”.

En su Mensaje, Francisco subraya que por el contrario “el discípulo del Señor perservera en la alegría cuando está con Él, cuando hace su voluntad, cuando comparte la fe, la esperenza y la caridad evangélica”.

“La alegría del Evangelio nace del encuentro con Cristo y del compartir con los pobres”, asegura el Papa que anima a “las comunidades parroquiales, las asociaciones y los grupos a vivir una intensa vida fraterna, basada en el amor a Jesús y atenta a las necesidades de los más desfavorecidos”. “La Iglesia –recuerda– es por su naturaleza misionaria: la Iglesia ha nacido para ‘salir’”.

Y hoy, recuerda el Pontífice, “la humanidad necesita tomar la salvación traída por Cristo”. “todos los discípulos del Señor –afirma Papa Bergoglio– están llamados a alimentar la alegría de la evangelización”. En espacia, “los obispos, como primeros responsables del anuncio, tienen el deber de favorecer la unidad de la Iglesia local en el trabajo misionario, teniendo en cuenta que la alegría de comunicar Jesucristo se exprime tanto en la  preocupación de anunciarlo en los lugares más lejanos, como en una cosntante salida de las iglesias hacia las periferias del propio territorio, donde espera la gente más pobre”.

“Los discípulos –resume finalmente el Pontífice– son aquellos que se dejan aferrar cada vez más al amor de Jesús y marcan con fuego la pasión por el Reino de Dios, por ser portadores de la alegría del Evangelio”.

“Os exhorto –concluye– a recordar, como en una peregrinación interior, el “primer amor” con el que el Señor Jesucristo ha encendido los corazones de cada uno, no por un sentimiento de nostalgia, sino para perseverar en la alegría. A María, modelo de evangelización humilde y alegre, dirijamos nuestro rezo, para que la Iglesia sea el hogar de muchos, una madre para todos los pueblos y haga posible el nacimiento de un nuevo mundo”.

 

http://www.alianzatex.com/nota.php?nota=N0029776

El papa Francisco arremete contra el separatismo catalán 


elmanifiesto.com

14 de junio de 2014
En pocas ocasiones un Papa habrá hablado de forma más inequívoca, más contundente, sobre un tema político. Lo ha hecho, en declaraciones a “La Vanguardia” (antaño “española”). Cuando uno sabe lo cauteloso que es el lenguaje diplomático en general y el del Vaticano en particular, asombrado —y regocijado— se queda ante las declaraciones de Su Santidad. Las reproducimos íntegramente.
«¿Le preocupa el conflicto entre Cataluña y España?
»Toda división me preocupa. Hay independencia por emancipación y hay independencia por secesión. Las independencias por emancipación, por ejemplo, son las americanas, que se emanciparon de los Estados europeos. Las independencias de pueblos por secesión es un desmembramiento, a veces es muy obvio. Pensemos en la antigua Yugoslavia. Obviamente, hay pueblos con culturas tan diversas que ni con cola se podían pegar. El caso yugoslavo es muy claro, pero yo me pregunto si es tan claro en otros casos, en otros pueblos que hasta ahora han estado juntos. Hay que estudiar caso por caso. Escocia, la Padania, Cataluña. Habrán casos [sic][1]que serán justos y casos que no serán justos, pero la secesión de una nación sin un antecedente de unidad forzosa hay que tomarla con muchas pinzas y analizarla caso por caso.»
«La secesión de una nación sin un antecedente de unidad forzosa»dice Su Santidad, socavando en su raíz todo el victimismo de la Cataluña que pretende que la unidad que ya en Roma se denominaba Hispania le ha sido vilmente impuesta por la fuerza. Como no podía ser de otro modo, el Papa expresa su inequívoca condena diciendo, en lenguaje diplomático, que dicha secesión «hay que tomarla con pinzas». Y a la templanza del lenguaje (totalmente justificada, dado el contexto) se agarran los repudiados para pretender… que aquí no se repudia nada, limitándose el Papa a encogerse angélicamente de hombros sin pronunciarse ni en un sentido ni en el otro.
No hay peor ciego desde luego que el no quiere ver, sobre todo cuando está cegado por los espumarajos de rabia que lanzan quienes desde siempre han contado en su secesión con el militante apoyo de la Iglesia catalana. Tal vez el Abad de Montserrat tenga que acabar encabezando pronto el Cisma Catalán.
(A propósito de la unidad de Hispania —la Tarraconensis por supuesto incluida— desde los tiempos de Roma (la otra, no la del Vaticano): ahí está una palpable prueba en esta moneda de la época del emperador Adriano (76-138 d. C.), Hasta tal punto ello era así que, aun bien entrada la Edad Media, el tiempo se seguía contando en el conjunto de los reinos hispánicos de acuerdo con la Era Hispana, cuyo año 1 empezaba en el 38 a. C., fecha en la que Augusto terminó de pacificar —e integrar al resto de la Hispania unificada— los territorios de astures y cántabros.)

 


[1] «Habrán casos»… Catalanismo por «habrá casos»Nota de la Red.

El Papa podría abrir los archivos del Holocausto


Vaticano

 

Quiere llevar «mucha luz» sobre el papel del cuestionado Pío XII en la Segunda Guerra Mundial

Por Elisabetta Piqué  | LA NACION

ROMA.- En una entrevista con el periodista israelí Henrique Cymerman, publicada ayer en el diario español La Vanguardia, Francisco sugirió que va a abrir los archivos del Vaticano sobre el Holocausto. Además, defendió al polémico Pío XII, «el papa que lideró la Iglesia durante la Segunda Guerra Mundial, al que le han tirado encima de todo», según dijo, al cuestionar el papel jugado en ese período por las grandes potencias.

«A veces me da un poco de urticaria existencial cuando veo que todos se la toman contra la Iglesia y Pío XII, y se olvidan de las grandes potencias. ¿Sabe usted que conocían perfectamente la red ferroviaria de los nazis para llevar a los judíos a los campos de concentración? Tenían las fotos. Pero no bombardearon esas vías de tren. ¿Por qué? Sería bueno que habláramos de todo un poquito», dijo Francisco.

Luego, el Papa indicó que una eventual apertura de los archivos del Vaticano sobre el Holocausto «traerá mucha luz». Si bien admitió que, sobre ese período, preocupa la figura de Pío XII, también destacó que «hay que recordar que antes se lo veía como el gran defensor de los judíos», que «escondió a muchos en los conventos de Roma y de otras ciudades y en Castel Gandolfo».

«Allí, en la habitación del Papa, en su propia cama, nacieron 42 chicos, hijos de judíos y otros perseguidos allí refugiados. No quiero decir que Pío XII no haya cometido errores -yo cometo muchos-, pero su papel hay que leerlo según el contexto de la época. ¿Era mejor, por ejemplo, que no hablara para que no mataran más judíos o que lo hiciera?», agregó.

Cymerman fue una de las personas que trabajaron en las sombras para que Francisco pudiera juntar el domingo pasado en el Vaticano a los presidentes de Israel, Shimon Peres, y de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas, para una plegaria de paz. Cymerman conoció al Papa hace más de un año cuando, gracias al rabino Abraham Skorka, le hizo una entrevista en el Vaticano para el Canal 2 de la televisión israelí.

Durante la entrevista, el lunes pasado, un día después de la inédita plegaria por la paz en los jardines del Vaticano, el Papa «se mostró contento por haber hecho todo lo posible por el entendimiento entre israelíes y palestinos».

Además habló de diversos temas, que van desde esa oración por la paz sin precedente hasta el fundamentalismo, la persecución contra los cristianos y el actual sistema económico, «que no es bueno» y que «ya no se aguanta», ya que alimenta una cultura del descarte.

Al ser preguntado si es un «revolucionario», el Papa con humor contestó: «Deberíamos llamar a la gran Mina Mazzini, la cantante italiana, y decirle: «Prendi questa mano, zinga» y que me lea el pasado, a ver qué (risas). Para mí, la gran revolución es ir a las raíces, reconocerlas y ver lo que esas raíces tienen que decir el día de hoy. No hay contradicción entre revolucionario e ir a las raíces. Más aún, creo que la manera para hacer verdaderos cambios es la identidad. Nunca se puede dar un paso en la vida si no es desde atrás, sin saber de dónde vengo, qué apellido tengo, qué apellido cultural o religioso tengo».

Como en otras oportunidades, reivindicó su decisión de reducir la seguridad que lo rodea para estar cerca de la gente. «Recuerdo que en Brasil me habían preparado un papamóvil cerrado, pero yo no puedo saludar a un pueblo dentro de una lata de sardinas. Es verdad que algo puede pasarme, pero seamos realistas: a mi edad no tengo mucho que perder», dijo.

Al ser preguntado sobre el conflicto entre Cataluña y España, Francisco contestó que «toda división» le preocupa. «Escocia, la Padania, Cataluña. Habrá casos que serán justos y casos que no serán justos, pero la secesión de una nación sin un antecedente de unidad forzosa hay que tomarla con muchas pinzas y analizarla caso por caso», indicó.

Finalmente, al tocar el tema del Mundial, el Papa dijo: «Los brasileños me pidieron neutralidad y cumplo con mi palabra porque siempre Brasil y la Argentina son antagónicos». Y ante la pregunta de cómo le gustaría que lo recordara la historia, respondió: «No lo he pensado, pero me gusta cuando uno recuerda a alguien y dice: «Era un buen tipo, hizo lo que pudo, no fue tan malo». Con eso me conformo».

EN DEFENSA DE PÍO XII

Francisco

Santo Padre

 

  • «A veces me da urticaria existencial cuando veo que se la toman contra la Iglesia y Pío XII y se olvidan de las grandes potencias»
  • «Sería bueno que habláramos de todo un poquito»

 

http://www.lanacion.com.ar/1701194-el-papa-podria-abrir-los-archivos-del-holocausto

El Papa: ‘Pido a los sacerdotes que no se crean príncipes de la Iglesia, sino siervos’


PRIMERA ENTREVISTA A MEDIOS DE ESPAÑA

  • El obispo de Roma dice que en nuestro país se está descartando a toda una generación para mantener un sistema que no funciona

 - rtvcyl.es

rtvcyl – sábado, 14 de junio de 2014 El Papa Francisco ha concedido una entrevista para medios españoles. El obispo de Roma dice que en nuestro país se está descartando a toda una generación para mantener un sistema que no funciona. También ha hablado de Cataluña o de las desigualdades sociales, y ha pedido a los sacerdotes que no actúen como príncipes. Afirma que llegó al Vaticano sin un gran plan para la iglesia. Enemigo de divisiones y conflictos, el Santo Padre ha condenado que la crisis arroje a más de la mitad de los jóvenes españoles al paro. Se deja fuera a toda una generación para mantener un sistema que no funciona, asegura. Pide a los sacerdotes y obispos que trabajen mucho y cerca de los fieles, que no sean príncipes de la Iglesia, sino siervos, porque el pueblo, dice, sabe bien lo que valora.

La iglesia más alta del mundo está en Alemania


añadido: 14 de junio del 2014 por RC | sección: Viajes

La iglesia más alta del mundo está en Alemania
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Se trata de la Catedral de Ulm. Las torres de las iglesias suelen darnos un punto de vista privilegiado ya que se encuentran ubicadas en el corazón de los cascos históricos de las ciudades que visitamos, y nos regalan una “vista de pájaro” única. La Torre de la Catedral de Ulm, en Alemania, es un caso especial ya que es la torre de la iglesia más alta del mundo, con lo cual las vistas están aseguradas. Si tienes suficientes piernas para subir los 768 escalones llegarás a la altura máxima permitida, unos 150 metros desde el nivel de la calle. Sin embargo, la torre sigue un poco más: hasta los 161,53 m. Con esos datos llega a tener el título de “la catedral más alta del mundo“. Fue comenzada a construir en el siglo XIV en estilo gótico aunque no se terminó sino hasta el siglo XIX. Si bien fue planeada como iglesia católica, luego de la Reforma de Lutero en 1529 pasó a ser una iglesia Luterana.


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Detrás de semejante torre hay una interesante historia. En 1376 el Emperador Carlos IV hace una visita a la ciudad de Ulm. Haciendo uso de su “real gana”, prohibió a los ciudadanos de esta próspera ciudad de comerciantes, el acceso a “su” iglesia que se hallaba fuera de sus murallas. La gente de Ulm no se dejó amedrentar y decidieron construir una iglesia dentro de la ciudad. Y no una cualquiera, sino que para vencer a sus eternos “rivales” de la ciudad de Colonia (con quien rivalizaban en rutas comerciales y prestigio social), decidieron que la nueva iglesia fuera un poco más alta que la Catedral de Colonia.

El proyecto era muy ambicioso para una población no muy grande, pero viable teniendo en cuenta su potencial económico y que sus habitantes tenían fama de “cabezones”. Según cuentan por ahí, el alcalde cubrió la primera piedra con cien florines de oro que sacó de su propia bolsa, y fue imitado por los representantes de las familias burguesas de Ulm, por los ricos comerciantes y por el pueblo llano que arrojaron monedas de oro y de plata sobre aquella piedra para demostrar la riqueza de Ulm. Y así siguieron la obra a fuerza de donaciones. Cada vez que se ganaba una ruta, o un logro económico traía más fortuna al pueblo, se acometían nuevas ampliaciones y decoraciones de la ya iglesia luterana. Y así, hasta que la última piedra se colocó en 1890.

http://www.famaweb.com/la_iglesia_mas_alta_del_mundo_esta_en_alemania-14352.html

No es cierto que los ortodoxos o grecocatólicos casen a sus curas: el padre Cattaneo lo aclara


Un repaso a la historia del celibato en Oriente y Occidente
No es cierto que los ortodoxos o grecocatólicos casen a sus curas: el padre Cattaneo lo aclara
Albert Scharbach, su esposa y 7 hijos eran episcopalianos, se hicieron católicos y él fue ordenado sacerdote católico del Ordinariato de San Pedro en Baltimore – es un caso especial
Actualizado 14 junio 2014
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Enrico Cattaneo / La Nuova Bussola Quotidiana  
 «Soy un cura casado pero defiendo firmemente el celibato sacerdotal: la clave es el sacrificio»
 Cura casado, con tres hijos y seis nietos, vendrá con 500 jóvenes suecos a la JMJ Madrid 2011
 En su aniversario de boda, le hacen sacerdote: primer cura hispano para anglocatólicos en español
 El páter tiene 6 hijos: era anglicano y se convirtió en Afganistán por la Virgen «llena de gracia»
Hay colectivos que insisten en pedir que la Iglesia Católica latina renuncie al celibato de los sacerdotes, poniendo como ejemplo a las Iglesias católicas orientales, las ortodoxas y las protestantes.

Pero para poner las cosas en su contexto y no compararlo todo sin razón, el jesuita Enrico Cattaneo, experto en dogmática y teología de las iglesias orientales (es profesor de teología dogmática y patrística en la Facultad de Teología de Nápoles y en el Pontificio Instituto Oriental de Roma) ha escrito un artículo titulado «Celibato de los sacerdotes: aclaremos las cosas», en La Bussola Quotidiana que publicamos en español por su interés.

Y entre las primeras que hay que aclarar es que ortodoxos y católicos no «casan curas» sino que «ordenan a hombres casados», y además no ordenan como obispos a hombres casados. Esta es la explicación.

Celibato de los sacerdotes, aclaremos las cosas,
por Enrique Cattaneo, sj

De nuevo, la cuestión del celibato de los sacerdotes vuelve a ser objeto de crónica en los periódicos, y también en la entrevista al Papa Francisco en el avión de vuelta de Tierra Santa no ha faltado la pregunta sobre los “sacerdotes casados” dado que, como bien se sabe, los ortodoxos tienen sacerdotes casados, y los ministros protestantes y anglicanos, – identificables ‘grosso modo’ con los sacerdotes católicos – están casi todos ellos casados. ¡La pregunta del periodista parece además estar justificada por el hecho que en Alemania parece que los sacerdotes católicos lo único que esperan es poder casarse!

De izquierda a derecha, los 3 ordinarios -superiores- que pastorean los ordinariatos anglocatólicos de Australia, Gran Bretaña y Norteamérica… con sus esposas; eran obispos anglicanos, hoy son sacerdotes católicos plenamente fieles a Roma, un caso especial… pero no son obispos aunque usen mitra o pectoral con permiso de Roma.

El Papa responde aclarando, ante todo, que en las Iglesias católicas de rito oriental ya «¡hay sacerdotes casados!». Y continua: «El celibato no es un dogma de fe, es una regla de vida que yo aprecio mucho y que creo es un don para la Iglesia. No siendo un dogma de fe, la puerta está siempre abierta».

¿Abierta a qué? El Papa no lo dice, y no podía hacerlo en una entrevista en el avión, que forzosamente debe ser breve. Pero para que sus palabras no sean malinterpretadas, intentaremos aclarar algunas cosas.

Primero de todo, el Papa habla de “celibato”; ser célibes, en el sentido común del término, significa no estar casados. Sin embargo, en el lenguaje cristiano, el concepto de “celibato” está estrechamente vinculado con el de “castidad” y el de “continencia sexual”. Uno puede ser célibe pero tener relaciones sexuales con mujeres, ser un vicioso, etc., etc.

Cuando se dice que un sacerdote debe ser célibe, significa que debe vivir en la castidad total, es decir, no sólo abstenerse de cualquier relación sexual, sino también tener un corazón puro, un corazón libre también afectivamente, porque está consagrado al Señor.

En otras palabras, un sacerdote incumple su compromiso de celibato no sólo cuando tiene relaciones sexuales con mujeres, sino también cuando permite a su corazón enamorarse de una mujer, cuanto tiene contacto físico con ella (abrazos, caricias) aunque no llegue a tener relaciones sexuales completas.

Un sacerdote que tiene una “novia”, aunque no se vaya a la cama con ella, no cumple su promesa de celibato.

A causa de este estrecho vínculo entre celibato y castidad, muchos ya no distinguen entre celibato (como estado civil) y castidad o continencia sexual (como virtud), de lo que derivan muchas confusiones.

Por tanto, el Papa ha hablado del “celibato” de los sacerdotes en sentido total, como estado civil y como virtud, y ha dicho que esta es una “regla”, añadiendo que esta regla no es «un dogma de fe». Intentemos entender mejor esto.

En la Iglesia católica de rito latino existe una “regla” o “ley del celibato”. Si se trata de una “regla”, hay que considerarla sobre todo desde el punto de vista canónico.

¿Qué significa esta regla? Lo dice por primera vez de manera explícita el Código de Derecho Canónico de 1917 (can. 987, § 2), donde se establece que las personas casadas «están imposibilitadas», es decir, no pueden acceder a la sagrada ordenación.

En otros términos, el estar casados, el estar en estado conyugal, actualmente en la Iglesia católica de rito latino constituye un “impedimento” canónico para recibir el sacramento del Orden. Este “impedimento” está también reflejado en el nuevo Código de Derecho Canónico de 1983 (can. 277 § 1). Se trata de un impedimento “simple”, es decir, que la ordenación de un hombre casado resulta ilícita, pero no inválida.

Ahora bien, este “impedimento” no existe desde siempre en la Iglesia católica.

De hecho, en la Iglesia antigua los sagrados ministros eran elegidos tanto entre personas célibes como entre personas casadas. No tenemos estadísticas (o al menos yo no las conozco), pero es verdad que muchos sacerdotes y obispos estaban casados.

Por poner algún ejemplo, que se remonta incluso al periodo apostólico, San Pedro estaba casado, mientras que San Juan no sólo era célibe, sino que también era virgen; San Pablo, en cambio, era célibe.

Por citar otros nombres bastante conocidos, San Paulino, obispo de Nola, estaba casado, como también San Hilario, obispo de Poitiers y San Gregorio, obispo de Nissa. San Agustín tuvo una concubina y San Ambrosio era célibe (y, tal vez, también virgen).

Lo que hay que tener presente – y no todos lo hacen – es que quien era ordenado (diácono, presbítero u obispo), estuviera casado o fuera célibe, desde ese momento en adelante se comprometía a vivir en la perfecta continencia.

A esto lo llamo “la ley de la continencia”: no era una ley escrita, codificada, sino que emanaba de la naturaleza misma del ministerio apostólico, del cual los ministerios diaconal, presbiterial y episcopal son una prolongación.

Era evidente que la imposición de las manos para el ministerio confería una gracia del Espíritu Santo que hacía que la persona estuviera totalmente consagrada a Cristo, para el servicio del Evangelio, de los sacramentos y del pueblo santo.

Si el ordenado era célibe, a partir de entonces debía vivir este estado en verdadera castidad, resistendo a todas las tentaciones y seducciones de la carne, que sin duda tenía. Evidentemente, esto era posible sólo con una vida espiritual intensa, porque la castidad por sí sola no se aguanta de pie si no está acompañada por la oración, el espíritu de servicio, la humildad y la caridad.

¡Cuántos sacerdotes y obispos célibes de la Iglesia antigua han sido también arribistas, intrigantes, negociantes, amantes de la buena mesa, como testimonian los escritos de San Cipriano y San Juan Crisóstomo!

Si el ordenado estaba casado, se planteaba otra serie de problemas: ¿cómo vivir la continencia estando con la propia esposa? ¿Estaría ella de acuerdo en renunciar a las relaciones conyugales?

Evidentemente, las esposas de los ordenados tenían que vivir la misma espiritualidad que sus maridos, convertidos en sacerdotes u obispos.

De manera concreta, se utilizaban camas separadas y, donde era posible, también habitaciones separadas.

Por ejemplo, San Paulino y su mujer Terasia, en vista de la ordenación de él como presbítero, decidieron vivir en perfecta castidad, aunque vivían cerca el uno de la otra en el centro monástico que ellos habían fundado en Cimitile, en los alrededores de Nola, junto a la tumba de San Felix mártir.

Sin embargo, no todos eran santos. Sucedía que muchos sacerdotes seguían teniendo relaciones conyugales con sus esposas, ya sea por debilidad, ya sea por ignorancia de las normas de la Iglesia.

Generalmente, se confiaba en los buenos propósitos de las personas, pero si la esposa se quedaba embarazada estaba claro que la castidad no había sido respetada.

Por este motivo, a partir del siglo IV, los sínodos que se ocuparon de dicha cuestión prohibieron expresamente a los sagrados ministros casados que continuaran la convivencia con sus esposas.

Así, el sínodo de Elvira, en España, a principios del siglo IV estableció que «el obispo o cualquier otro clérigo tenga consigo sólo una hermana o una hija virgen consagrada a Dios» (can. 27). Si se habla de “hija” significa que estaba casado. E

sta norma está afirmada de manera más clara en el can. 33: «Se establece, sin excepción, para obispos, presbíteros, diáconos […], esta prohibición: deben abstenerse de tener relaciones con sus mujeres y generar hijos. Quien haga esto será apartado para siempre del estado clerical».

Algunos han interpretado esta norma como si el sínodo de Elvira hubiera introducido una novedad “de un día a otro”, prohibiendo lo que antes, en cambio, estaba pacíficamente admitido. Pero dicha interpretación no se sostiene. Emitir una prohibición no significa prohibir algo que antes estaba permitido, sino frenar un abuso.

Un decreto aún más solemne es el del Concilio de Nicea del año 325 (I° ecumenico), que en el can. 3 establece: «Este gran concilio prohibe absolutamente a los obispos, presbíteros y diáconos […] que tengan consigo una mujer, a no ser que se trate de la propia madre, una hermana, una tía o una persona que esté por encima de toda sospecha».

Hay otro hecho, mencionado precisamente en este canon, que hace pensar que ya desde los primeros siglos los miembros del clero eran en gran parte célibes, y es el problema de las convivencias.

Efectivamente, ¿quién cuidaba de los sacerdotes célibes que ya no tenían a su madre o no tenían una hermana?

Algunos pensaron tener en su casa a una virgen consagrada (las denominadasvirgines subintroductae) para las tareas domésticas, pero esta solución no convencía porque alimentaba la sospecha entre la gente. Por eso, obispos como San Cipriano y San Juan Crisóstomo condenaron enérgicamente esta práctica.

En definitiva, desde el punto de vista de la Iglesia antigua, el problema no era si ordenar personas casadas o célibes, sino cómo vivir de manera auténtica la castidad sacerdotal.

La orientación que fue prevaleciendo fue la de aceptar personas célibes, esperando que estuvieran formadas en la virtud.

Los distintos concilios medievales que se expresaron sobre esta cuestión, hasta el concilio de Trento, constataron no sólo la dificultad de tener sacerdotes que fueran célibes, sino también que fueran capaces de dominar la propia sexualidad, por lo que a menudo vivían con concubinas o incluso intentaban casarse.

Así, el concilio Lateranense II (1139) declara que si un obispo, un sacerdote o un diácono se atreve a contraer matrimonio, dicho matrimonio es inválido.

Lo mismo repite el concilio de Trento en 1563 (ses. 24, can. 9).

A pesar de estas evidentes dificultades, la Iglesia latina ha mantenido siempre la “ley de la continencia” que, de hecho, se ha convertido en la “ley del celibato”.

El padre Wissam, católico de rito maronita (árabes libaneses), a quien vemos con su esposa e hija, ha sido ordenado sacerdote católico en Estados Unidos este mismo año para servir a la comunidad católica maronita del país… Es el primer caso de hombre casado ordenado sacerdote para el rito maronita en EEUU, pero es algo común en países árabes entre los cristianos de rito oriental, católicos, ortodoxos o siríacos

El caso de Oriente
Las cosas han ido de manera muy distinta en la Iglesia griega, donde a partir del siglo VIII, con el concilio Quinisexto (o Trullano) se concedió mitigar la ley de la continencia, permitiendo a los sacerdotes y a los diáconos casados continuar sus relaciones conyugales y tener hijos.

Sin embargo, para los obispos se mantuvo la ley de la continencia o del celibato.

Resumiendo: la “ley del celibato”, como la hemos explicado al inicio, es decir, como norma que por derecho canónico “impide” a las personas casadas acceder al sacramento del Orden, es claramente una norma eclesiástica hecha por la Iglesia y no emanada de la Palabra de Dios, que en San Pablo prevé que sean elegidos como diáconos, presbíteros u obispos también personas casadas, siempre que lo hayan estado “sólo una vez” y hayan dado una buena prueba en la educación de los hijos (1 Timoteo 3, 2; 3, 12; Tito 5, 6).

La “ley de la continencia” es, en cambio, según mi parecer, de origen apostólico y tiene sus raíces en la propia figura de Jesús, el cual no se casó y pidió a sus apóstoles un seguimiento radical que implicaba abandonar la vida conyugal por el reino, de acuerdo con la esposa, que a partir de ese momento se convertía en una “hermana”.

En definitiva, el paso del estado conyugal al sacerdotal fue admitido en la Iglesia antigua, pero no se admite ahora en la Iglesia católica de rito latino.

En cambio, el paso del estado sacerdotal al conyugal no ha sido nunca admitido en la Iglesia, ni antigua, ni moderna, y tampoco en las Iglesias ortodoxas.

Aquí no hay “puertas abiertas”. La razón es que el estado sacerdotal es algo más respecto al estado conyugal. Ahora bien, se puede pasar del menos al más, pero no del más al menos.

Por lo tanto, decir que en la Iglesia antigua los sacerdotes se podían casar es una tontería; decir que los sacerdotes ortodoxos se pueden casar es otra tontería.

Pero decir también que la “ley del celibato” ha existido siempre en la Iglesia es una cosa no exacta. Retomemos entonces las palabras del Papa, esperando que ahora sean más claras:«El celibato no es un dogma de fe, es una regla de vida que yo aprecio mucho y que creo es un don para la Iglesia». Por tanto, el celibato sacerdotal, aún siendo una regla de la Iglesia, es sin embargo un “don” valioso que la Iglesia católica ha madurado en el tiempo y que conserva celosamente porque es el medio para tener alta la espiritualidad de sus ministros, en conformidad con las exigencias del Evangelio.

(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)

¿El milenio de la mujer? (en la Iglesia católica): POR TOMAS URIBEETXEBARRIA


«En cuanto a la ordenación de las mujeres, la Iglesia ha hablado  y dice no. Lo ha dicho Juan Pablo II, pero con una formulación definitiva. Esa puerta está cerrada.»  (Papa Francisco, rueda de prensa en el avión de vuelta de Brasil, 29 de julio de 2013).

 – Sábado, 14 de Junio de 2014 – Actualizado a las 05:47h

FUE en la celebración de la última vigilia pascual, en la lectura del evangelio de Mateo por el celebrante. Que Llegué a conmoverme cuando Jesús resucitado se presentó, antes que a nadie, a las mujeres que habían ido al sepulcro al despuntar del alba y ya volvían presurosas y contentas y, a la vez, inquietas. Las saludó y les dijo: «Alegraos. No tengáis miedo. Id a avisar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán». En ese momento decidí retomar el problema que se infiere de las palabras del Papa que se citan en el encabezamiento, y que, quizá por prudencia, lo tenía aparcado. Considero que es un tema importante y apremiante, pues se han dado ya pasos no sé hasta qué punto irreversibles. Siento tener que iniciar estas reflexiones con una cita del Papa Francisco, en quien aprecio tanto sus gestos y decisiones y su firme voluntad de mejora efectiva de la Iglesia. Abrigaba cierta esperanza de que pudiera dejar un resquicio a la revisión de la doctrina sobre el sacerdocio de la mujer que han venido declarando los tres papas anteriores -salvado Juan Pablo I-, pero la negativa de Francisco a la pregunta de los periodistas es tajante: tres breves enunciados en progresión reafirmante.

Hasta hace muy poco, todo discurría con placidez en la ejecutiva eclesiástica y, aunque la mujer llevaba tiempo luchando por sus derechos y por integrarse en la vida social, la Iglesia no se daba por enterada. Los papas empezaron a inquietarse cuando las aspiraciones femeninas se manifestaron en la propia Iglesia. No se hubieran preocupado porque la mujer deseara participar en mayor grado en la vida activa de la Iglesia, más bien hubiera sido al contrario. La preocupación vino a consecuencia de que cualquier deseo de igualdad de género partía, precisamente, del derecho igual de hombres y mujeres al sacerdocio si no se quería que todo quedara en meras palabras.

Fue Pablo VI el primero en posicionarse con la Declaración Inter insignioresSobre la admisión de las mujeres a la ordenación sacerdotal (15/10/1976) de la Congregación para la doctrina de la Fe, que «Su Santidad aprobó, la confirmó y ordenó que se publicara». Le siguió Juan Pablo II, básicamente en la misma línea, aunque en un tono más firme: «Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia». Con esta declaración termina Juan Pablo II su Carta Apostólica4 sobre la ordenación sacerdotal reservada solo a los hombres, de 22 de mayo de 1994. Ambos papas endosan a Dios su propia responsabilidad y Juan Pablo II lo declara doctrina definitiva.

Cualquiera ve en los evangelios que Cristo trata a las mujeres sin hacer acepción ninguna, cosa poco habitual en la época. Así lo reconocen los textos pontificios, pero se sirven de ello de forma bastante especiosa. Sostienen que Cristo de ninguna manera se sintió obligado por la mentalidad de la sociedad en que vivía al elegir hombres para apóstoles, lo que sería matizable, puesto que Jesús era hombre de su tiempo y miembro de esa sociedad y nadie escapa totalmente a esa influencia. Sin embargo, concluyen sin más que Cristo, cuando los eligió, lo hizo libremente, lo que es bien cierto, y que excluyó deliberadamente a la mujer de la ordenación sacerdotal y, por tanto, de todos los cargos de poder consiguientes, lo que es un dislate histórico y una conclusión claramente injusta tanto para con Jesús como para con las mujeres. Jesús respondía al modelo social aceptado en su tiempo al elegir a hombres como discípulos, sin que ello pudiera suponer, ni directa ni implícitamente, que excluyera a la mujer bien sea del sacerdocio, bien de cualquier otra función en lo que fuera a ser la Iglesia.

 

Ahora bien, no se les excluye de las otras labores: «La presencia y el papel de la mujer en la vida y en la misión de la Iglesia, si bien no están ligados al sacerdocio ministerial, son, no obstante, totalmente necesarios e insustituibles» (Carta Apostólica 3). Es inevitable preguntarse cómo se logra discernir la función sacerdotal y todo lo que conlleva de la única misión que Cristo encomendó a todas y todos sus seguidores y atribuir aquella, pero no esta, solo a los hombres.

Para eso está la tradición, ese recurso versátil, al que, en este caso, los papas se acogen con firmeza. Se trata, según mantienen, de una tradición milenaria, jamás interrumpida ni cuestionada, del sacerdocio masculino: «La ordenación sacerdotal, mediante la cual se transmite la función confiada por Cristo a sus apóstoles, de enseñar, santificar y regir a los fieles, desde el principio ha sido reservada siempre en la Iglesia católica exclusivamente a los hombres. Esta tradición se ha mantenido también fielmente en las Iglesias Orientales» (Carta Apostólica 1). Pero no se advierte que se trata de una «tradición» de solo hombres: promovida por hombres y reservada para ellos. Y esto es así porque así era aquella sociedad y así ha seguido siendo la Iglesia. La argumentación evangélica, muy sesgada, además de tan reciente, ha llegado apremiada, igual que los tres primeros doctorados otorgados a mujeres: Teresa de Ávila y Catalina de Siena (Pablo VI, 1970), y Teresa de Lisieux (Juan Pablo II, 1997), e igual que esa paradójica propuesta de una teología de la mujer cuando la Iglesia lleva dos mil años haciendo teología.

También la declaración Inter insigniores empieza por «La Tradición», y solo en segundo lugar trata de «La actitud de Cristo». Es significativo lo que dice: «La tradición de la Iglesia respecto de este punto ha sido pues tan firme a lo largo de los siglos que el magisterio no ha sentido necesidad de intervenir para proclamar un principio que no era discutido o para defender una ley que no era controvertida». ¿Quién iba a discutirlo? Los hombres, no; y las mujeres aún hoy siguen sin opinión en la Iglesia. Y cuando han llamado a la puerta, se la han cerrado con un portazo. Se ha optado por atajar expeditivamente cualquier asomo de reclamación y aun de mero cuestionamiento. En fin, debiera darnos vergüenza, no digo invocar, siquiera mencionar una tradición que pone a la Iglesia tan en evidencia. Convertirla en tradición y querer mantenerla por los siglos de los siglos –doctrina definitive tenenda-, aparte de parecerme una grave equivocación, no tiene calificativos decorosos.

Los dictámenes papales no bastarán para acallar, ni ahora ni más adelante, el derecho a la igualdad en la Iglesia que reclaman las mujeres, y no cabe estar debatiéndolo por siglos. Más vale asumirlo sin ambages y afrontar sin miedo los cambios a que dará lugar. El proceso de normalización será lo suficientemente largo como para que vaya encajando todo sin traumas. Y para la Iglesia será beneficioso desde el primer día. Lo será por el hecho en sí y porque responde fielmente a la misión que Cristo nos encomendó a favor de los más necesitados. Además, teniendo en cuenta el peso moral de la Iglesia católica en el mundo, sería un gesto ejemplar y magnífico ante uno de los problemas ancestrales más graves de la humanidad

El momento es el idóneo para iniciar ese camino. La Iglesia debiera responder justo ahora, no a remolque de la sociedad dentro de cientos de años, a uno de los signos más clamorosos de nuestro tiempo y abrir una amplia reflexión conjunta sobre la plena integración de la mujer en la Iglesia. Sería la primera vez que hombres solos no deciden por ellas, incluso sobre asuntos que les atañen..

 

http://www.deia.com/2014/06/14/opinion/tribuna-abierta/el-milenio-de-la-mujer-en-la-iglesia-catolica-en-cuanto-a-la-ordenacion-de-las-mujeres-la-iglesia-ha-hablado-y-dice-no-lo-ha-dicho-juan-pablo-ii-pero-con-una-formulacion-definiti