Son varias, por supuesto, las interpretaciones que pueden proponerse sobre estos datos y su aumento (que ahora se están reportando más que antes porque se ha combatido el miedo de las mujeres a denunciar, por ejemplo), pero hay algo claro: es abrumadora la violencia que las mujeres del país tienen que soportar cada día.
Por: El Espectador

Este año dedicamos en varias ocasiones este espacio a denunciar la multiplicidad de formas en que las mujeres son víctimas de violencia por causas estructurales y la impotencia de las autoridades para reducir los índices de impunidad. Ahora, con un informe revelado por el Instituto Nacional de Medicina Legal, hay cifras actualizadas que permiten tener un panorama general y preocupante: estamos empeorando.
Según Medicina Legal, a través de su boletín “Violencia de género en Colombia”, en los primeros diez meses del 2016 se registraron 15.082 casos de violencia sexual. Un aumento del 7,5 % si se compara con el año anterior (14.021) y muy superior a los 12.614 casos registrados en el 2014. El informe también dice que en ese lapso fueron asesinadas 731 mujeres, por encima de las 670 del 2015, pero inferior a las 810 del 2014. Los casos de violencia intrafamiliar también aumentaron: los 49.217 reportados este año opacan los 40.483 del 2015 y los 44.228 del 2014.
Son varias, por supuesto, las interpretaciones que pueden proponerse sobre estos datos y su aumento (que ahora se están reportando más que antes porque se ha combatido el miedo de las mujeres a denunciar, por ejemplo), pero hay algo claro: es abrumadora la violencia que las mujeres del país tienen que soportar cada día.
¿Por qué, si hace poco utilizábamos los resultados de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud para hablar de un país con muchas más mujeres cabezas de hogar y empoderadas de su sexualidad, también somos una Colombia donde persiste esta magnitud de abusos irracionales?
Los motivos están en las mismas cifras publicadas por Medicina Legal. Por ejemplo, en la violencia intrafamiliar, el principal sitio donde ocurre es en el hogar y es perpetrada por la pareja o la expareja, lo que, por cierto, fomenta que las mujeres no denuncien, porque la sociedad muchas veces les dice que es más importante una familia que salir de esos ciclos perversos de violencia.
Que las mujeres solteras sean las principales víctimas de violencia sexual confirma que tenemos un país hostil y que detrás también hay prejuicios culturales con los que es necesario entrar a chocar si queremos empezar a cambiar estas cifras.
¿Cuántos de esos crímenes ocurren gracias a que hay personas que se sienten con el derecho de cometer abusos contra las mujeres, reforzados por una cultura machista que sigue perpetuando nociones antiguas de la inferioridad de ese género? Es, por supuesto, imposible saberlo, pero cuando seguimos viendo, año tras año, que los mismos delitos ocurren, con los mismos victimarios y en condiciones similares, es imposible no hablar de que existe un patrón. A eso se refieren las activistas cuando critican las estructuras patriarcales que es necesario cuestionar.
Está claro que el Estado debe seguir adelantando políticas públicas que empoderen a las mujeres, sobre todo que ayuden a cerrar la brecha económica, y que las autoridades tienen que encontrar la manera de reducir la impunidad, fomentando así la denuncia. Pero también tenemos pendiente la batalla cultural que es fundamental dar para que, de una vez por todas, dejemos atrás esa sociedad que ve con buenos ojos ciertas violencias, y que cree que, en efecto, las mujeres están condenadas a tener que soportarlas en silencio. Que esa sea una de las resoluciones nacionales de fin de año.
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http://www.elespectador.com/opinion/editorial/mas-cifras-espeluznantes-articulo-672225
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