HOMBRES DE POCA FE Y MUCHO MIEDO



El Maestro suele reprocharnos con frecuencia nuestras reacciones de miedo y no se equivoca. Ese fue mi primer sentimiento cuando se acercó a Andrés y a mí mientras lavábamos las redes a la orilla del lago y nos pidió que nos fuéramos con él: «Aléjate de mi, que soy un pecador», le dije entonces y más de una vez me ha recordado aquella reacción y me ha comparado riendo con el profeta Isaías, temblando de pies a cabeza cuando Dios le manifestó su gloria en el templo. O con el atemorizado Jeremías balbuciendo ante el Señor: «Mira que no sé hablar, que sólo soy un muchacho…»

 

La misión que nos ha confiado nos asusta un poco a todos, y a veces se diría que también él la siente gravitando sobre sus hombros y como si le abrumara e hiciera tambalearse el suelo debajo de los pies. Quizá por eso se aleja de nosotros en esos momentos, se retira sólo a orar y, cuando vuelve trae de nuevo el rostro sereno, como si hubiera escuchado directamente la voz silenciosa de Dios diciéndole: «No tengas miedo, yo estoy contigo». Y entonces da la sensación de que todo su ser se apoya seguro sobre roca, que en torno a él se alza una muralla inexpugnable, o que está en lo alto de un picacho rocoso, con abasto de pan y provisión de agua…

 

Uno de esos días nos propuso rezar juntos dos de los himnos de subida a Jerusalén:

 

 «Los que confían en el Señor

 son como el monte Sión,

 no vacila, está asentado para siempre.

 A Jerusalén la rodean las montañas,

 a su pueblo lo rodea el Señor» (Sal 125,1-2).

 

«El Señor es tu guardián,

el Señor es tu sombra,

está a tu derecha.

De día el sol no te hará daño

ni la luna de noche» (Sal 121,5-6).

 

Y se puso después a hablarnos de Dios como guardián que nunca duerme, como almena y escudo que nos defiende, como un Padre que lleva nuestros nombres escritos en la palma de sus manos… Él vive esa seguridad tan intensamente, que no puede comprender que nuestra fe sea tan vacilante y que seamos tan desconfiados ante aquello que no somos capaces de constatar inmediatamente.

 

Un día que estábamos sentados en la orilla del Jordán nos propuso esta parábola:

 

“El Reino de los Cielos se parece a dos hombres que están cada uno a un lado de un río profundo y a uno de ellos le parece muy hondo e imposible de atravesar sin perder pie. El otro, que ya lo ha cruzado y sabe que hay vado, le dice: «No tengas miedo, hay roca debajo aunque no puedas verla, puedes atravesarlo apoyándote en ella…»

 

Pero el temeroso prefiere quedarse del otro lado, paralizado por el miedo a lo que aún no ha comprobado por sí mismo. Y la seguridad que le ofrece la orilla familiar le impide correr el riesgo de avanzar hacia lo desconocido, cuando sólo allí haría la experiencia de que existe una Roca que sostiene a todo el que se atreve a apoyarse en ella…”

 

Debe parecerle que nosotros reaccionamos casi siempre como el hombre temeroso y quizá por eso, cuando encuentra en alguien un gesto de confianza, se muestra tan deslumbrado, como si hubiera encontrado un tesoro escondido. Y quizá también por eso le gusta tanto estar con los niños, mirar su tranquila concentración cuando juegan, su instintiva seguridad en que los mayores están ahí para cuidarlos, y defenderlos, y llevarlos en brazos cuando se cansan.

 

En la segunda luna de Pascua, estábamos atravesando el lago en mi barca, cuando se levantó un viento que amenazaba tormenta. Él debía estar rendido porque se había echado en popa, apoyando la cabeza sobre un rollo de cuerdas y se había quedado dormido.

 

De pronto el cielo se oscureció, el viento arreciaba y comenzaron a formarse remolinos en el agua. Se desencadenó una terrible galerna y todos estábamos demudados y despavoridos, nos dábamos órdenes unos a otros para achicar el agua y remábamos sin rumbo mientras la barca subía y bajaba como una cáscara de nuez en poder de las olas. No podíamos comprender cómo él seguía durmiendo tan tranquilo, así que me puse a zarandearle y le grité: «¿Es que no te importa que nos ahoguemos?».

 

Se puso en pie y dijo con voz fuerte: «¡Silencio! ¿Dónde está vuestra fe?».

 

Y no sé bien si nos lo estaba ordenando a nosotros, o al miedo que nos estaba dominando y que nos hundía en su abismo con mucha más fuerza que la amenaza de las olas.

 

Me acordé del griterío que acompañaba en tiempos del desierto el traslado del arca, cuando decían:

 

«¡Levántate, Señor!

Que se dispersen tus enemigos,

huyan de tu presencia los que te odian» (Num 10,35).

 

Los enemigos que salían huyendo de nosotros se llamaban ahora temor, angustia y ansiedad, la palabra de Jesús ponía suelo bajo nuestros pies, nuestro pánico desaparecía y una sorprendente tranquilidad nos serenaba. El mar había comenzado a calmarse y ahora remábamos en silencio hacia la otra orilla, bajo las estrellas de un cielo despejado.

 

Y fue en ese momento cuando nos invadió un temor aún más profundo que el que habíamos sentido durante la tempestad. Nos dimos cuenta de que lo que estaba pidiendo de nosotros consistía en una confianza total, una seguridad absoluta en que la firmeza que él ofrece no es una recompensa a nuestro esfuerzo, sino un don que se nos regala gratuitamente cuando nos atrevemos a fiarnos de él en medio de las tormentas de la vida.

 

 

Dolores Aleixandre

Fuente: http://www.feadulta.com

ESTUDIO DE LA DISCRIMINACIÓN DE LA MUJER EN EL CATOLICISMO.


POR:
JUAN AGUSTÍN FRANCO MARTÍNEZ

MARÍA JESÚS RODRÍGUEZ ENTRENA

Resucitando al cristianismo: recuperar sus mitos y recrear sus ritos


Escrito el 08 abril 2012 por Luis Marcos Tapia

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Hay algo mal en el cristianismo actual, todos y todas lo sentimos. Nos inclinamos a pensar en que el problema está en las instituciones, es decir, en las iglesias, sus líderes, sus normas, sus objetivos, etc. Las instituciones cristianas parecen haber traicionado a su maestro fundador y, como consecuencia, el cristianismo parece estar agonizando. Sin embargo, podemos afirmar que el problema es más profundo. De acuerdo a Karen Armstrong, una conocida historiadora de las religiones, los occidentales contemporáneos tenemos un problema con el hecho religioso como tal, y no sólo con la forma institucional de la religión.

Luis Marcos TapiaSegún Armstrong, los occidentales hemos perdido nuestra compresión de los sagrado y de cómo este se comunica y manifiesta. Hemos privilegiado una forma de pensar, hablar y adquirir conocimiento, esto es, el logos, en detrimento de otra que es igual de importante y esencial, el mythos. Según Armstrong, estas dos formas de llegar a la verdad son complementarias, ya que cada una tiene un área de competencia. A la racionalidad mítica le interesa llegar al sentido o significado último de la realidad, enfocándose en lo eterno y universal. Su valor está en que revela las verdades más intuitivas del ser humano, verdades que no pueden ser probadas empíricamente. Por otra parte, la racionalidad lógica es más pragmática. El ser humano se sirve de ella para funcionar bien en el mundo, para hacer cosas o persuadir a otro para que las haga. Con el logos se busca controlar y manejar las cosas.

El problema del cristianismo en el mundo occidental actual estaría dentro de esta misma línea, se ha abandonado completamente la racionalidad mítica del cristianismo y se le ha reducido a un mero logos. Ser cristiano parece consistir sólo en creer determinadas afirmaciones o proposiciones, llamadas tradicionalmente doctrinas o dogmas, e intentar vivir de acuerdo a las normas morales que de ellas se derivan. Como consecuencia, algunos cristianos rechazan el pensamiento mítico y hacen de las creencias religiosas un mero logos. Como ejemplo, Armstrong señala que afirmar que el éxodo de Egipto fue exactamente como la Biblia lo narra, apelando a una supuesta evidencia histórica y científica para probar que es una verdad histórica, es cometer un grave error al desconocer la naturaleza y el propósito de ese relato. De esta manera se elimina la racionalidad mítica de la religión y se la reduce a creencias cuya racionalidad, por no estar en la lógica del logos, no puede sostenerse efectivamente desde éste. Nace el fanatismo fundamentalista y su contrapartida natural, el secularismo ateo, tan dañino como el primero.

A partir de lo señalado anteriormente no sólo se hace evidente la validez de la opción agnóstica o incluso atea, pues la religión efectivamente no tiene sentido cuando se la reduce al logos occidental, sino que además se hace evidente una posible solución y superación de la crisis, esto es, volver al cristianismo como religión, redescubrir su racionalidad mítica y, especialmente, recrear sus ritos.

Armstrong señala que el mito sólo se vuelve real y significativo cuando se incorpora a un culto o a una ceremonia. Estos elementos, cuya centralidad está en los ritos que en ellos se desarrollan, tocan las fibras estéticas de los participantes, evocan la presencia de un sentido sagrado y los capacitan para aprehender los significados últimos de la existencia. El mito y el culto son tan inseparables que aún se debate cuál fue primero, si los relatos míticos o los rituales cúlticos. Según Armstrong, sin el rito o las prácticas místicas, los mitos religiosos no tienen sentido sino que se mantienen abstractos y carentes de veracidad.

Es evidente que en el cristianismo contemporáneo sí se practican ciertos ritos, tanto dentro de la iglesia católica como dentro de las múltiples iglesias protestantes o evangélicas. Sin embargo, estos ritos ya no parecen funcionar, tanto porque se ha perdido el enlace con el origen de ellos, como por el hecho de que no se han renovado. Muchos evangélicos y católicos están fuera de las iglesias porque el culto o la misa ya no tiene sentido para ellos, y miran con curiosidad y admiración a otras religiones y espiritualidades. Pareciera que en las religiones de tradición oriental hay ciertas prácticas, hábitos y ritos que sí ofrecen una efectiva conexión con el misterio de los sagrado y lo divino. Muchas personas hoy practican yoga y otras técnicas de meditación sin siquiera buscar intencionalmente una experiencia religiosa, sino algo que simplemente transforme la rutina de sus vidas en algo distinto, en algo que les haga sentirse plenos, tanto corporal como emocionalmente. Aunque se pueda secularizar la práctica del yoga, siempre será una práctica religiosa, y siempre estará conectada a una determinada cosmovisión o mito, aunque ni siquiera se tenga consciencia de ello.

La respuesta cristiana frente a esta necesidad humana no se debe centrar en la condena sino en la propuesta. Es necesario que los pastores y teólogos den espacio a los artistas, a los músicos, poetas, cineastas, comunicadores audiovisuales, bailarines, actores, diseñadores, arquitectos, etc. Son ellos los más indicados para recrear los ritos centrales del cristianismo y hacer que sean significativos para el hombre y la mujer de hoy. “Es bueno que haya ritos” – le dijo el zorro al Principito – “es lo que hace que un día sea diferente de los otros días, una hora de las otras horas”. Es bueno que haya ritos en el cristianismo, es lo que hace que el misterio de Dios se pueda experimentar, con todo el cuerpo, la mente y los sentimientos. De lo contrario, sólo se queda en doctrinas y deberes. Los ritos, reconfigurados y actualizados, son una de las formas en que el cristianismo pueda superar su crisis y resucitar, recuperando su lugar como una religión relevante en la actualidad.

http://www.lupaprotestante.com/lp/resucitando-al-cristianismo-recuperar-sus-mitos-y-recrear-sus-ritos/

Optar por conectarnos con el Espíritu


abril 8, 2012

Todos y cada uno de nosotros/nosotras somos seres espirituales por definición. Todas y cada una de nosotras poseemos alguna espiritualidad, y esta es como las líneas definitorias de nuestras huellas dactilares: únicas, imprecisas, y nos particularizan e identifican.

Daylins Rufin Pardo *

“Voy con las riendas sueltas y refrenando el vuelo/porque lo importante no es llegar solo ni pronto/sino con todos y a tiempo” (León Felipe)

Nuestra espiritualidad, aquello que nos anima e impulsa, aquello que constituye el aliento que nos mantiene vivo y es el soplo que nos da la vida haciéndonos renacer una y otra vez y va a definir nuestro destino utópico y orientar nuestro horizonte moral y ético

Uno de los conceptos de espiritualidad más completos a los que he tenido acceso, lo he escuchado a través del teólogo René Castellanos, el maestro. Dice el maestro, citando a su vez a Frei Betto que “…espiritualidad es la vida en el Espíritu, en medio del conflicto histórico, en comunión con el Padre y en comunión con el pueblo”. A lo cual el maestro añade “… y también en comunión con la naturaleza (lo creado, la totalidad de lo que existe) y conmigo mismo, lo cual implica conocerme, aceptarme, cultivarme y entregarme”… (Jornada Teológica del Seminario Evangélico de Teología de Matanzas, 4/10/2011).

O sea, que la vida en el espíritu es la vida presente, común, de la que participamos todas las personas que “respiramos” un mismo aire, que compartimos un mismo aliento, que somos susceptibles de recibir, percibir y ser afectados por un mismo soplo vital, que compartimos y somos movidos por los embates del mismo “ aire de los tiempos…” 

Vivir en comunión

Pero esta vida en el Espíritu, no se vive azarosamente, sino que se vive en comunión…. Y he aquí otra palabra que tiene como referente hermenéutico el universo cristiano. La comunión es el ejercicio, la praxis de la solidaridad, del amor incondicional compartido, del amor eficaz del que nos habló camilo Torres. La comunión es, a su vez, el regalo y la entrega de ese amor por el otro que no soy yo.

En la comunión caben muchas cosas, ¡tantas! que no podríamos alcanzar a nombrarlas y el solo esfuerzo no sería saludable para aprehenderla en su pleno sentido… pero sí sabemos aquello que no tiene cabida en la comunión, y nombrarlo desde lo que no es, ni debe ser, sí puede ser un camino más propicio para comprenderla.

No es comunión el egoísmo, ese que hace que nos pongamos siempre de primeros, que desconozcamos, minimicemos o visibilicemos las necesidades o dones de la otra persona, de los demás (porque no siempre nos relacionamos desde lo que falta y no necesariamente la carencia es nuestro único lugar epistemológico, sino que también nos comprendemos desde la abundancia, y nos relacionamos desde lo mucho que podemos ofrecer dentro de una situación dada , aunque esta nos movilice o se enmarque desde lo carente o alguna otra necesidad.

Como no es comunión, así tampoco el falso egocentrismo, que a veces puede mostrarse ¡al colocarnos de últimos! Porque no es comunión ninguna actitud o praxis que nos descoloque inequitativamente a unas personas con respecto a otras ya sea a razón de nuestra raza, credo, sexo, orientación sexual, ideológica o cualquiera de esas otras clasificaciones humanas que a veces tanto nos deshumanizan.

No es comunión el igualitarismo, como no es comunión la inequidad. Porque así como un mismo soplo, aire nos es común a todos como gente, como criaturas… así mismo el Amor no es selectivo, y la posibilidad de ser alcanzados por este hecho mano en el hombro, mano extendida, abrazo oportuno, impulso a todos nos merece y pertenece como imperativo ético común.

Ahora, según este concepto de Betto-Castellanos, las líneas orientativas de esta comunión son el Padre que es Dios, pero también lo pasado, la herencia, lo que permanece en cada quien como principio sustantivo y el pueblo que no es solo el conglomerado de gente que vive y respira el mismo aire enrarecido de estos tiempos, sino también el presente tangible que conformamos y la visión y utopía del futuro.

Vivir conectados con nuestras raíces, con la memoria crítica de lo que hemos sido, vivir conscientes de lo que hoy somos y con-formamos desde nuestros errores y aciertos, ayes, alegrías y silencios.

Espíritu- Naturaleza

Pero vivir conectados por el Espíritu, implica reconocer que no vivimos, sino que con- vivimos dentro de un hábitat donde la naturaleza (lo que vive y existe, lo creado…) debe ser contemplada como sujeto cuando de conciencia crítica del pasado, precepción aguzada del presente y proyección profética del futuro se trata.

No es posible vivir una espiritualidad integral, desde una visión de vida fragmentada. La justicia, como el amor, no puede ser selectiva ni desconocer ningún dolor ni necesidad en detrimento de otro. La Pachamama, la Madre Tierra (nuestra casa común) en esta era ya no está “pariendo un corazón”, más bien padece de apendicitis… pero igual “hay que salir corriendo pues se cae el porvenir en cualquier selva del mundo, en cualquier calle” (Fragmento, canción “La era está pariendo un Corazón” del compositor y poeta Silvio Rodríguez ,1968).

 Reconocernos nosotros/as mismas

Asimismo, vivir conectados por el Espíritu implica hace una suerte de profesión de humildad antropológica, donde no ya no solamente nos reconozcamos en posición equilibrada y con respecto a lo que vive, sino donde podamos re-conocernos nosotros mismos como personas aceptándonos armónicamente también en esa relación con nosotros mismos como seres humanos, cultivando esa relación con nosotros mismos, con la persona, el ser que realmente, profundamente y enigmáticamente somos… (y) entregando ese, el mejor ser humano que podemos ser, a los demás, a la gente, a la vida.

Y para vivir conectados con el Espíritu en esta relación sana con nosotros mismos, se hacen imprescindibles – según yo lo veo y lo vivo- dos movidas, dos acciones:

-una reconciliación con la memoria familiar (lo que nos ha constituido, programado a cada quien, las costumbres, los ritos, las historias de vida, las clausuradas, las abiertas y también reconciliarnos con lo vivido que no llegó o no pudo ser historia… cada quien tiene, sabe y sangra las suyas)

– y en segundo lugar, precisamos una reconciliación con el cuerpo que somos. Ese cuerpo que -como nos recuerda Marcella Althaus-Reid- “no miente, pero nos dice verdades que a veces pueden sonar extrañas…”(Traducción de la autora, en The queer God, Routledge, 2003).

En palabras del monje trapense Thomas Merton: “para llegar a ser yo mismo tengo que dejar de ser lo que siempre pensé que quería ser, para encontrarme a mí mismo tengo que salir de mí, y para vivir, tengo que morir”.

 Espiritualidad del buen vivir

De entre las muchas formas y proyecciones de las espiritualidades, cualquiera sea el credo, la cultura, la tradición que se profese, podemos y debemos optar por:

-una espiritualidad humana y global del buen vivir. Una que abogue en primer lugar, por la subversión de la lógica del vivir bien que abre tantas brechas de pobreza, desigualdad, violencia, desarmonía y muerte en nuestro mundo.

-que erija la solidaridad, el cuidado y la acogida como valores articuladores de las relaciones humanas y con la tierra, nuestra casa común.

-un tipo de espiritualidad sin credos, pero no descreída, ni in-creíble.

-que nos permita dar y darnos, recibir y recibirnos… de buena fe, sin malas vibras… en el fluir incesante de esas buenas energías de las que está formada la existencia total, la vida plena…

*Pastora Bautista. ‘Caminos’, publicación del Centro Memorial Martin Luther King, marzo 2012, Cuba.  Artículo  editado por Palabra de Mujer, resumen.

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 http://palabrademujer.wordpress.com/

Torres Queiruga: dialogante y ortodoxo Juan Masiá Clavel, teólogo


La Comunidad

Al leer Diálogo de las religiones y autocomprensión cristiana, de Andrés Torres Queiruga, y al participar junto con él en una presentación de la problemática del diálogo interreligioso, sintonicé especialmente con su propuesta de un “universalismo asimétrico”, que sirve como presupuesto para explorar las perspectivas de transformación que abre a la teología el diálogo en un contexto que denominaria “pluralismo religioso interactivo”.

He reflexionado sobre este punto en un ensayo con el que he tenido la oportunidad de sumarme al reciente homenaje al teólogo gallego. Desde la propia experiencia de participacion en encuentros interreligiosos, me parece viable esta metodología del “pluralismo interactivo” que sintoniza con su propuesta de un “universalismo asimétrico”. El resultado de los encuentros interreligiosos mencionados, cuando no se limitan a constatar y reconocer el pluralismo sino son interactivos, desemboca en la transformación de las religiosidades o espiritualidades interlocutoras.

No es justa la lectura sesgada que hacen de la obra de Torres Queiruga los obispos autores de la reciente Notificación sobre su corrección teológica y acuerdo con el magisterio eclesiástico. No es justo acusar a nuestro teólogo de ignorar o difuminar la característica cristiana. No es justo acusarle de “reducir la fe cristiana a las categorías de la cultura dominante que pudieran eliminar u oscurecer la novedad introducida por la Encarnación del Hijo de Dios”.

En primer lugar, encuentro bien señalizada la ruta en el recorrido realizado por Torres Queiruga, tras salir del exclusivismo y el inclusivismo estrecho hacia la convivencia con el pluralismo y la búsqueda de un universalismo plausible. Dadas ya por superadas las posturas exclusivistas, nuestro teólogo concluye fundadamente y opta con decisión por ir más allá del inclusivismo, pero sin caer en el indiferentismo relativista.

Reconocido el pluralismo, y situándose dentro de él sin abandonar la propia convicción cristiana, centra su propuesta en la determinación de un pluralismo que no sea indiferenciado. Su tesis es precisamente un “universalismo asimétrico”. Con cuidadosa reflexión conjuga el reconocimiento del pluralismo diferenciado (y, por tanto, con asimetría) con el mantenimiento identitario de aquellos aspectos válidos de un inclusivismo (mínimamente débil) compatibles con el pluralismo.

No faltaran quienes arguyan contra él desde dos flancos: a unos les parecerá que ha cedido terreno a la relativización; a otros les quedará la duda de si se ha liberado por completo del inclusivismo cristiano-céntrico. Pienso que ambas objeciones no harían justicia al equilibrio logrado por Torres Queiruga en su propuesta de un universalismo asimétrico diferenciado.

En una sobremesa (en la Universidad Comillas, hace unos años) debatía nuestro teólogo gallego con un filósofo paisano suyo. Ambos eran pesos pesados del debate y a los otros comensales nos costaba terciar en la argumentación. Alguien sugirió una pausa mientras brindaba ironizando sobre las especulaciones teóricas que le parecían “vanidad de vanidades y todo vanidad”. Aproveché entonces la ocasion para un mal juego de palabras diciendo que las distinciones de Andrés no eran “vanidad de vanidades”, sino “precisión de precisiones y todo precisión, matización de matizaciones y todo matización”.

Recuerdo ahora la anécdota al releer Diálogo de religiones, constatando cómo matiza el autor su postura con las precisiones sobre lo que serian malentendidos. Queda siempre claro en su exposición dónde empieza lo que no está claro y dónde hay que decir unamunianamente “ni esto ni aquello”: la precisión nos deja claro “lo que no es”. Su postura no es de espectador ante el pluralismo, sino de actor implicado interactivamente en el encuentro plural. Citaré algunos ejemplos.

No es “una negación que excluya a las demas” la afirmación del lenguaje amoroso que dice “tú eres única o único para mí…”

No es la Biblia “un libro absolutamente único, de modo que sólo en :él quepa hablar de revelación divina…”

No es exclusivismo optar por una religión considerada más convincente que otras. “Lo peligroso no es la opción, sino el dogmatismo; no es la elección, sino el exclusivismo”..

Si el universalismo es asimétrico, “no es porque Dios discrimine, sino porque por parte del hombre la desigualdad resulta inevitable”.

Hablar de la absolutez del cristianismo “no puede significar nada parecido a omnicomprension, como si una religión determinada, por alta que sea, pudiese abarcar el Misterio”

Afirmar el “teocentrismo jesuánico” (el Padre es mayor que Jesús y quien ve a Jesús ve al Padre, según Jn 4,14 y 14,9) no es negar a otros “su derecho a hablar de un teocentrismo diferentemente cualificado”.

Proclamar el descubrimiento gozoso de la definitividad de la relación con Dios en Cristo “no es algo que deba imponerse, sino que más bien postula el respeto a todos aquellos que en su religión crean haber hecho un descubrimiento igual o semejante”.

Al reconocer que aprendemos de otras religiones, “no se nos ocurre dejar de ser cristianos, sino acoger en nuestra religión los elementos valiosos que nos llegan de otra, pero que remiten a la común realidad divina”.

Reconocer el enriquecimiento y simbiosis resultantes del encuentro entre grandes religiones, no es ignorar que en el encuentro con formas de religión menos maduras “tendrá un papel mucho mayor la negación de aspectos ya superados y claramente nocivos (piénsese en sacrificios humanos o simplemente en prácticas que lesionan los derechos fundamentales)”.

Reconocer la realidad de la asimetria no es afirmar “la inmovilidad de una religión a la que los demás tienen que venir o a la cuál deban volver”.

Lamentar las divisions y buscar la unión no es “aspirar a la unidad del galápago, que lo reuniese todo bajo una misma y pesada concha institucional”.

El cambio de perspectiva desde el exclusivismo al diálogo “no pide ni puede pedir anular la misión. Debe simplemente llevar a una mutación en el modo y en el sentido de la misma…la misión brota de raíces profundamente antropológicas: somos humanos y debemos comunicarnos; somos finitos y debemos ayudarnos, enriquecernos y completarnos… toda experiencia religiosa auténtica tiende a expandirse y comunicarse…”

Y así un largo etcetera. Baste esta pequeña muestra para contrarrestar los malentendidos por los dos extremos de quienes interpretaron la obra de Torres Queiruga como relativismo larvado o como inclusivismo disimulado.

A. Torres Queiruga, “El diálogo de las religiones en el mundo actual”, CONFER. Revista de Vida Religiosa, vol. 48, n. 186, abril-junio 2009, 237-258

id. (todas estas citas son del mismo artículo).

FUENTE:www.redescristianas.net

¡Condénenme a mí!, en lugar de a Queiruga.


 Por Luis Ángel Aguilar Montero*.

http://luisangelaguilar.blogspot.com.es/

Bien podrán Udes, Sres Obispos de la Comisión para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española callando, prohibiendo, censurando y castigando a quienes saben que por su voto de obediencia, no suelen decir nada a menos que cuelguen los hábitos y renuncien a sus votos y opciones de Vida y de Fe, cosa que espero no haga su último ajusticiado.

Aún recuerdo como otros censores, tan poco fraternos -evangélicamente hablando- como Udes, acallaron al mismísimo Monseñor Alberto Iniesta, hasta volverlo medio cuerdo y tenerse que recluir a un monasterio catalán.

Aún me acuerdo de la condena a Misión Abierta, donde estaban mis amigosEvaristo Villar, Benjamín Forcano y Rufino Velasco junto a otros 3 claretianos a los que acabaron echándolos hasta de su orden por no admitir ni las acusaciones, ni el cierre de la revista, ni que los separaran por distintas partes del planeta.

Aun lamento lo perdido y trastabilleado que quedó Jose María Castillo, afortunadamente hoy vivo en su blog «Teología sin censura» y en sus comunidades, como aún siento los silencios impuestos a Juan Antonio Estrada, a Marciano Vidal por sus ideas sobre moral sexual o mas recientemente a Juan Masiá, a falta de dos meses para jubilarse.

Y como no, aún me duelen las últimas censuras que ya hemos denunciado, como la de Joseba Arregui, a quien finalmente obligaron a colgar los hábitos, cosa que hizo por no dañar a su comunidad, la persecución al bueno de Pagola, bienaventurado donde los haya, la llamada al orden y descalificación a nuestro querido amigo Juanjo Tamayo o ahora este atrevimiento con Andrés Torres Queiruga quien ya ha reconocido públicamente que la Comisión de la Fe le acusa sin la mínima seriedad teológica exigible y sin el mas mínimo rigor.

En tan solo tres días, ilustres teólogos ya han contestado con palabras fraternas y explicaciones más científicas. Pero yo no voy a dejar de dar mi opinión como cristiano de a pie o creyente de base, aunque sepa que no es muy entrañable ni “políticamente correcto” lo que voy a decir (ya hace tiempo que pase a ser “correctamente político”, que me deja mas en paz).

¿Cómo pueden -señores Obispos- ser tan torpes, ventajistas, cínicos e injustos?…
Las palabras evangélicas de “raza de víboras” creo que se les quedan cortas a quienes destrozan el prestigio y dañan – desde su atalaya inquisidora-, a los propios miembros de esta Iglesia, a la que Udes dicen defender.

Con la condena que Udes acaban de hacer al gran teólogo Andrés López Queiruga, creo que han colmado la paciencia de muchos creyentes que, tanto en él como en los teólogos anteriormente citados, también injustamente castigados, les teníamos por reflexivos expertos y servidores que siempre nos ayudaron a la profundización y actualización de la fe cristiana para actualizarla según los signos de los tiempos que nos pedía el Vaticano II.

Ustedes, los obispos del nuevo Santo Oficio, cual jerarquía mas rancia de las decimonónicas sectas de antaño, condenan a los justos, (que no dudo nos precederán en el Reino), pretendiendo dar culto a Dios; y lo hacen, en este caso, en la víspera de los acontecimientos que rememoramos la semana Santa donde otros jerarcas, tan cínicos e hipócritas como Udes, condenaran al propio Jesús de Nazaret.

Reflexionen, Sres Obispos porque no solo están dejando a la Iglesia como una de las instituciones que menos crédito tienen en España, sino que se están quedando más solos que la una. ¿Acaso no ven donde está la gente joven, ni quienes se sientan en los bancos -cada día- más yermos de sus templos?. Ustedes son quienes están vaciando las iglesias, quienes están haciendo perder la Fe a sus bautizados y los que no tienen rigor, ni sentido común, y creo que ni vergüenza.

Espero que finalmente medie Roma, para parar esta barbarie, como probablemente hiciera hace tres años. Al menos ella si suele escuchar a quien censura.

*LUIS ANGEL AGUILAR MONTERO, es miembro de REDES CRISTIANAS y de las Comunidades Cristianas Populares (CCP).

Remitido al e-mail

El colectivo gay pide respeto tras las palabras del obispo de Alcalá


TVE.  (Video hacer clik)

AGENCIAS 07.04.2012La Confederación Española de Asociaciones de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (Colegas), conformada por 32 asociaciones, ha pedido respeto a la dignidad de los homosexuales ante las declaraciones en la homilía el Viernes Santo del obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Plá.

En la misa, retransmitida por La 2 de TVE, Reig Plá se ha referido a los homosexuales como «personas que se prostituyen y que promueven la corrupción de menores».

Además, Colegas ha señalado que la libertad de expresión tiene límites marcados por la doctrina tanto del Tribunal Supremo como del propio Tribunal Constitucional que dejan claro que «ésta no puede servir como excusa para promover el odio hacia el diferente ni para proceder a incitar hacia la Discriminación organizada por parte ni de personas físicas ni de entidades o instituciones».

Una «provocación»

Así, Colegas ha tachado de «provocación» las palabras de Reig Plá. «La libertad de expresión no es la barra libre para el insulto y el fomento del odio al diferente. La Iglesia Católica no puede seguir utilizando los blindajes de la Constitución como un mamparo permanente que le permitan fomentar la segregación y la discriminación desde posturas harto tiempo superadas por toda la sociedad», ha afirmado el secretario general de la Confederación Colegas, Rafael Moral.

«Reig Plá consigue con sus declaraciones la notoriedad que busca con el objeto claro de atacar a un sector de la población al tiempo que ahondar en la división de la sociedad», ha añadido Moral.

Colegas ha instado a la Conferencia Episcopal a que respete la diversidad existente en España amparada por el ordenamiento jurídico vigente.

El PSOE pide respeto

El secretario de Relaciones Institucionales y Política Autonómica del PSOE, Antonio Hernando, ha asegurado por su parte que las declaraciones del obispo de Alcalá de Henares en contra de la homosexualidad y el aborto demuestran que la Iglesia se crece «cuando gobiernan los suyos». Reig Plá ha dicho también en la misa que «la mujer que aborta se ha destruido a sí misma y a una vida inocente».

En un comunicado, el grupo socialista señala que el PP «tiene la virtud de reintroducir a la Iglesia y su moral en el centro de la vida política».

Esa relevancia, añade, explica la homilía de Roig y de otros destacados miembros de la jerarquía católica, que «se convierten en auténticos ayatolás de la moral católica» que «quieren imponer al resto de los ciudadanos», olvidando que «en España los tiempos en los que unos pocos imponían sus creencias y su moral a la gran mayoría ya pasaron».

Hernando ha reclamado a la Iglesia más respeto hacia los ciudadanos que piensan u opinan diferente, «tal y como ellos mismos reclaman de ellos».

http://zoevaldes.net/2012/04/07/el-colectivo-gay-pide-respeto-tras-las-palabras-del-obispo-de-alcala/

Pascua de Resurrección


De la RESURRECCIÓN
Se han gastado rodos de tinta y de papel en discusiones torpemente inútiles, tratando de establecer el carácter exacto y a veces hasta científico de la resurrección de Jesús de Nazaret, porque ella determinaría la nuestra. Estas discusiones olvidan un hecho esencial: los textos del segundo testamento que nos remiten a ese hecho son, como la fotografía que ilustra estas reflexiones, lenguaje plástico, simbólico, representativo. No pretender explicar nada, tampoco están hablando a la razón, pretenden captar una vivencia y hablan al corazón y al sentimiento, pretenden captar la fugacidad de un instante en toda su profundidad. Nos habríamos ahorrado muchos problemas y condenas si hubiéramos respetado en teología y tradición, las rutas del lenguaje poético.
En el final de los relatos evangélicos, canónicos y apócrifos se nos habla de un acontecimiento extraño que desconcierta a unos y a otras y que no es definido con claridad. Las mujeres que van a la tumba a ungir el cuerpo del maestro se la encuentran vacía, se preguntan qué han hecho con su cuerpo, dónde lo han puesto… Una voz angélica les anuncia que ha resucitado…Posteriormente algunos de los discípulos se encuentran aquí o allá: en una habitación cerrada o junto al mar o un largo camino y lo ven, les habla, los consuela… cuando quieren tocarlo, cuando quieren asirlo esta visión desaparece, dejando la profunda convicción de que Jesús está vivo y los/las acompaña y les invita a llevar al mundo su evangelio, su buena noticia.
Si el sentido de los relatos hubiera sido probar  alguna cosa objetivamente, estos nos habrían hablado de que Jesús se había presentado ante el Sanedrín, ante los sumos sacerdotes o ante el procurador romano para mostrarles su poder. Habría desafiado a todos aquellos sectores de la sociedad que lo condenaron y asesinaron. Pero por supuesto el sentido de lo que se nos testimonia no es, ni de lejos, ese. Las manifestaciones de la resurrección se dan en pequeños grupitos aislados, ante personas afectadas en su motivación y esperanza por los acontecimientos de la pasión. Es para ellas y ellos, para quien Jesús se convierte en fuerza nueva que lanza hacia adelante y que invita a vivir nuevamente. La preciosa y excelente película Jesús de Montreal (Dirección, Denise Arcand, Canadiense – 1989), lo muestra muy lúcida y muy bellamente. La resurrección de Jesús de Nazaret es vida en los otros y las otras.
La pregunta que tenemos que hacernos, es acerca de nuestra propia experiencia de estos hechos que nos son relatados. ¿Jesús es para nosotras hoy, la memoria de un muerto ilustre con una propuesta ética original o por el contrario, es un ser vivo que nos habita y nos conmueve? ¿Una presencia continua que nos sostiene cuando intentamos vivir su mandamiento del amor en medio de dificultades y disfunciones sociales y personales? ¿Somos capaces de resucitar permanentemente ante las distintas  muertes que nos habitan?
¿Podemos decir como Ann Hayden: Soy Resurrección / Soy el Cristo Cósmico?
Carmiña Navia Velasco
Cali, Abril de 2012

Al principio de la Pascua están las mujeres


Al principio de Pascua están las Mujeres
(Mc 16, 1-7)
Xabier Picaza, tomado de periodista digital

Feliz Día a todos los amigos y lectores, con las mujeres a quienes el Ángel del sepulcro abierto (el mismo Jesús) confía el encargo supremo de que vayan y digan a Pedro y a los otros cristianos “oficiales” que vayan también y le “vean” en Galilea, para renovar la Iglesia y recrear el cristianismo, hoy, año de gracia del Señor 2011.
Éste es el mensaje supremo de la Mañana Luciente de Pascua Florida, cuando el sol de Jesús está naciendo. Las mujeres iban con perfumes de muerte al sepulcro, pero le descubren y encuentran como Vida. Así ofrecen y siguen ofreciendo el Primer testimonio de Pascua, por intuición personal, por amor abierto al Jesús a quien amaron y les ama, por encima de todas las cosas, por encima de la muerte.
Ellas (las mujeres de la Primera Pascua, con los hombres y mujeres de hoy) debemos ir, diciendo a Pedro y todos los discípulos y amigos de Jesús (la humanidad entera) que él “ha resucitado” y que podemos verle, iniciando juntos la Gran Travesía de la Resurrección. Éste es el mensaje de Mc 16, 1-7 (dejo para otra ocasión 16, 8), el Evangelio más importante de la Iglesia, voz de Vigilia de Pascua, gran anuncio y tarea de resurrección.
Mc 16, 1-4. UN SEPULCRO ABIERTO
Según Marcos, ellas han visto enterrar a Jesús de forma apresurada (15, 47), y por eso vuelven, para culminar los ritos funerarios, que José de Arimatea no había realizado de forma conveniente (cf. 15, 42-46).
No hay varones que les acompañen y puedan descorrer con fuerza la piedra de la boca del sepulcro (16, 3). Pedro y los discípulos restantes han huido, y hay quien dice que siguen huyendo todavía hacia Galilea. José de Arimatea, que ha cumplido su misión “judía” (15, 42-46), no está con ellas. El centurión casi creyente (15, 39) ha desaparecido. Sólo quedan ellas, las mujeres del recuerdo y del sepulcro, dispuestas a iniciar un rito interminable de unción y cantos/llantos funerarios por el muerto.
− Pasado el sábado (16, 1). Han cumplido el ritmo de reposo y sacralidad que marca la ley del sábado, que a partir de aquí podrá verse tiempo viejo, culto a las fuerzas de este mundo que mantienen a Jesús en el sepulcro.
− María Magdalena, María la de Jacob, y Salomé (16, 1). Son las tres que hemos visto en 15,40, las mujeres fieles de Jesús, que le han seguido-servido, y que ahora quieren realizar el último servicio, con aromas para embalsamarle. Con ese gesto acabaría externamente su testimonio y tarea de amistad, llegando hasta el fin en su relación Jesús. Después sólo tendrían un recuerdo de muerte.
− Compraron perfumes… (16, 1). Son buenas, quieren a Jesús, pero no saben aún lo que ha pasado. Por van hacia un sepulcro vacío con perfumes de muerte (aromas de culto funerario), sin saber cómo podrán utilizarlo (no tienen fuerza para abrir la tumba, penetrando más allá de la muerte). Pero tanto lo que saben como lo que ignoran se les vuelve inútil pues el recordatorio de muerte (monumento, mnêmeion) estará abierto, sin cadáver para embalsamar.
− Y muy de mañana, el día después del sábado, a la salida del sol, fueron… (16, 2). Vinieron al sepulcro cuando salía el sol, que es el signo de la creación de Dios, el día que sigue al sábado… el día del sol, la Gran Luz de Dios, que es la Vida. Esta experiencia, a la salida del Sol, el día que sigue a un sábado incompleto, vinculado con la muerte del Mesías, marca la experiencia de los cristianos de Marcos, que recuerdan todas las controversias de Jesús en torno al Sábado. De ahora en adelante, los cristianos celebrarán de un modo especial el Día del Sol.
− Y se decían: ¿quién nos correrá la piedra…? (16, 3). Son débiles, poco expertas en correr y descorrer la losa de la tumba. Parecen pocas. Otros duermen o escapan, mientras ellas, se ponen en marcha hacia la tumba de Jesús la primera madrugada en que se puede hacer trabajo, tras la muerte de Jesús (el sábado nadie podía hacer obras externas), llevando en su luto y su dolor todo el misterio de la historia humana. Son discípulas auténticas, aunque todavía equivocadas: mantienen la vocación de Jesús, continúan buscando su camino, pero no pueden guiarse tras su muerte, de manera que parecen movidas por un deseo imposible: Quieren ungir a Jesús, vienen con perfumes; pero saben que son incapaces de mover la piedra, pues no tienen fuerza para ello.
− Y mirando vieron que la piedra se había sido corrida, aunque era inmensamente grande (16, 4). El texto no habla de un sepulcro “vacío”, sino más bien abierto. Esta referencia a la piedra “muy grande” (megas sphodra) tiene un sentido claramente simbólico. Antes, en el momento de cerrar la tumba, se decía que el mismo José de Arimatea (¡el solo!) la había corrido, haciéndola rodar, como si no hubiera tenido dificultades para ello (15, 46). Es evidente que si un solo hombre había podido rodarla en el entierro más fácilmente podrán des-rodarla después tres mujeres. Pero no es lo mismo “cerrar” una tumba (algo que se sitúa en un nivel humano), que abrirla, superando así la muerte (cosa que sólo Dios puede hacer), de manera que la piedra del sepulcro resulta diferente, en un caso y en otro. Por eso, en un sentido profundo, cuando las mujeres preguntan (16, 3) “quién podrá descorrer la piedra” están pensando que es preciso un “poder divino” para ello. Eso es lo que aparece ahora, cuando se afirma que “vieron que la piedra había sido corrida” (en pasivo divino), pues no se trata de una simple rueda-puerta de sepulcro, sino de la piedra-rueda de la muerte.
Las mujeres llegan hasta aquí. Parecen desnortadas y por eso están buscando en dirección de tumba. Pero el Dios verdadero de Jesús viene a buscarlas precisamente en este camino de la muerte. No les acompaña nadie. No existen varones amigos que lleguen y quieran (¡y puedan!) moverles la piedra. Pero su fe les hace caminar, y descubren que la piedra de la tumba está corrida, la losa del sepulcro donde al fin vence (nos vence) por siempre la muerte. Pues bien, el sentido de esa piedra corrida se visibilizará en figura de un joven sentado a la derecha de la tumba (que se supone así grande, como una galería cavada en la roca) y vestido de blanco: así, al fondo de la tumba, ellas empiezan a encontrar la gloria de la pascua.
16, 5-7. SEPULCRO VACÍO DE CADÁVER, LLENO DE MENSAJE
Normalmente se habla de “tumba vacía”, pero ese lenguaje resulta al menos ambiguo. La tumba de Jesús, cuya piedra/puerta ha sido corrida, está vacía de cadáver, pero llena de mensaje pascual. Las mujeres llegan buscando un cuerpo para ungir en un monumento excavado en la Pedro (signo de permanencia cósmica), pero ven que la puerta está corrida y entran, sin temor ninguno (a diferencia del que tendrán después, al salir: en 16, 8). Ven que la piedra está corrida y pasan al interior, sin hacerse preguntas, sin miedo, como si entrar en un sepulcro excavado en la Pedro fuera su oficio de mujeres. Aquí empieza la novedad del texto:
− Y entrando en el sepulcro, vieron a un joven, sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca (16, 5). Es fundamental el gesto de “entrada” en el sepulcro, que, según lo visto al comentar 15, 42-46, debe representarse como una cámara excavada en la roca. Resulta extraño (¡cómo tienen valor para entrar en una tumba misteriosamente abierta!), y sin embargo entran, en apariencia, sin miedo, como si aquella fuera su casa, viendo allí a un joven vestido de blanco (de cielo). Es evidentemente un ángel, un mensajero de Dios, o, quizá mejor, el mismo Dios que está allí para recibirles.
Este joven (neaniskos), parece aquel que huyó desnudo cuando prendieron a Jesús y en realidad puede ser es el mismo Jesús, que ha salido desnudo de la tumba y que ahora aparece cubierto con una “estola/túnica blanca” (como vimos al comentar 14, 51-52). Es Jesús, pero ellas no pueden conocerle (como la María de Jn 20, 11-18 no puede conocer al Jesús hortelano). Es Jesús que se aparece de otra forma (o un ángel de Dios, da lo mismo), sabiendo lo que ellas quieren. Por eso, al verlas asustadas, les dice: «¡No temáis!»… Esta palabra de pacificación, con todo lo que sigue, constituye el centro de la trama del evangelio de Marcos, que culmina en un sepulcro vacío, con una palabra de Dios (del mismo Jesús, del ángel de Dios) que ofrece su mensaje pascual a las mujeres, para que así reinterpreten lo que ha sido, y lo que será, el evangelio.
−No temáis: buscáis a Jesús el nazareno, el crucificado (16, 6). El texto no ha dicho que tuvieran miedo al entrar, y, sin embargo, ahora que están dentro, el joven les dice que no se extrañen, que no teman (mê ekthambeisthe). Están en una tumba vacía de cadáver, pero llena de otra presencia, de una luz que se refleja en la túnica blanca del joven, que les comienza recordando lo que quieren; ungir un cadáver, venerar una tumba, perpetuar una historia que siempre termina en la muerte.
Ellas han venido a despedir a un muerto, pero Jesús, enterrado aquí (como ellas saben, porque han visto dónde lo ponían: 15,47) no está, pues él ha roto el peso de la muerte, y Dios ha descorrido sobre él la losa de la piedra de la muerte. Por eso, el joven (que es la presencia de Dios en la tumba llena de pascua) les muestra el lugar donde había estado el Nazareno (es decir, de Nazaret: cf. 1, 9; 6, 1-6b), cuya historia de enviado mesiánico de Dios ha desembocado aquí. Pues bien, el joven define a Jesús simplemente como “el crucificado” (no como el Hijo de Dios, ni como el Señor o el Hijo del Hombre), sino como aquel cuya vida ha terminado en la cruz, en nazareno crucificado.
− ¡Ha resucitado! No está aquí, mirad el lugar donde lo habían puesto (16, 6). La presencia de un cadáver puede dar seguridad a los amigos: es memoria tangible del muerto, recuerdo que dura, haciéndoles capaces de transformar su memoria y de pacificarla. En esa línea, muchos grandes edificios sagrados, incluso cristianos (en contra de lo que este pasaje supone, en referencia a Jesús), se alzan sobre enterramientos, para mantener la memoria de los muertos memorables. Pues bien, Jesús no ha dejado ni siquiera un cuerpo.
Ésta es la novedad cristiana: Desde el hueco del sepulcro que no puede cumplir su función (no es recordatorio o mnêmeion del muerto: “¡No está aquí. Mirad dónde le habían puesto!”) emerge la palabra fiel del mensajero de Dios: ¡Ha resucitado!
El vacío del cadáver, la soledad que deja el muerto se ha convertido en lugar de proclamación de una presencia y de una vida superior: ¡ha resucitado! Sobre esa certeza pascual, no sobre una fijación de muerte (una tumba), se edifica la iglesia del Cristo.
Si el sepulcro se encontrara lleno con el sôma de Jesús (cuerpo muerto, para la resurrección final) el evangelio debería entenderse desde los ritos nacionales del judaísmo. Frente a una religión de pureza sacerdotal, que sigue vinculada a la ley (ungir sin cesar a un cadáver, venerar a un muerto, perpetuar un pasado, en el entorno de Jerusalén), la palabra del joven de pascua dirige a las mujeres hacia Galilea, es decir, al espacio de la libertad universal del evangelio.
− Pero id (salid) y decid a sus discípulos y a Pedro: ¡Os precede a Galilea! (16, 7). La ausencia del cadáver se convierte en signo de identidad más honda, esto es, en Presencia suprema de Dios que se introduce en la vida de estas mujeres y les manda a Galilea: Ellas tienen que contar lo que han visto, reunir y convencer a los discípulos de Jesús y volver con ellos a la tierra del mensaje de Jesús, para verle allí y para retomar su camino (cf. 14, 28).
De esa forma reciben el encargo supremo de fundar la “verdadera” iglesia, reuniendo a los discípulos y a Pedro, de manera que todos puedan encontrar a Jesús en Galilea (a diferencia de la comunidad de Jerusalén, que ha seguido centrada en una tumba, entre ritos de muerte, vinculada a la pureza de un judaísmo particular). En el centro del mensaje están ellas, las mujeres (las verdaderas seguidoras de Jesús), que deben decir a los mathêtai (los discípulos, en plural), que ellos deben “aprender” (discípulos son los que aprenden…) de otra manera, pues el primer aprendizaje ha culminado en la traición y el abandono de Jesús. Por eso deben volver a Galilea, no quedarse en la tumba de Jerusalén.
− Allí le veréis como os dijo (16, 7). Los que han matado a Jesús no han silenciado su voz, no han cegado la fuente de su vida: el camino de solidaridad universal de la iglesia mesiánica se inicia en Galilea, para abrirse desde allí a todos los pueblos (cf. 13, 10; 14, 9). Han matado a Jesús, pero su mensaje y presencia ha de expandirse a través de las mujeres que lo asumen y propagan, convenciendo a los discípulos, de modo que así todos vayan a encontrarle en Galilea, para retomar con él el camino. Se dice que allí le verán o, mejor dicho, le veréis (opsesthe), con el mismo verbo activo que Pablo emplea (en pasivo divino) para hablar de las revelaciones de Jesús (ôphthê, 1 Cor 15, 5-8). Eso significa que Marcos sabe que puede haber (que habrá) apariciones (revelaciones) del Jesús pascual, pero no las cita o, mejor dicho, no puede citarlas, porque a su juicio la revelación pascual de Cristo es el mismo evangelio.
CONCLUSIÓN
En principio, históricamente, estas mujeres no dependen de Pedro y de los Doce, no son depositarias “sumisas” de una autoridad pascual o de un mensaje que reciben a través de unos varones, sino que emergen como cristianas autónomas y, todavía más, como creadoras primeras de la iglesia. Ciertamente, la tradición posterior (y este mismo texto de Mc 16, 7, que ha de unirse a Jn 20, 17), trasmitida básicamente por varones, ha supuesto que el ángel de Dios o Jesús resucitado pidió a las mujeres que fueran y dijeran lo que sentían y sabían a Pedro y los restantes discípulos, y es posible que históricamente actuaran así; pero no lo hicieron para someterse a Pedro y estar en adelante subordinadas a él, sino para dar testimonio de una experiencia común, propia de Jesús, que se abre y expresa igualmente a través de varones y mujeres.
El joven de pascua les dice que “salgan”, dejando el lugar del sepulcro, que es Jerusalén, que su vida anterior, que son los ritos viejos, para empezar de nuevo en Galilea. Pues bien, ellas han de dejar mucho más que un lugar geográfico: deben superar las leyes de pureza y separación del judaísmo ritual, empeñado en embalsamar cadáveres. Sólo así podrán llegar Galilea, lugar de la palabra sembrada en toda tierra: (cf. 4, 3-9) y abierta a las naciones del mundo (cf. 13, 10; 14, 9).
Ir a Galilea significa superar aquello que encierra a los discípulos en Jerusalén, la iglesia de la ley, un tipo de judeocristianismo que se empeña en conservar lo inconservable (vinculado el templo viejo), abandonando una experiencia pascual desligada de la vida de Jesús. Precisamente ellas, las mujeres de la tumba fracasada (no han podido ungir a Jesús), reciben el encargo de decir a los discípulos y a Pedro la palabra de la pascua en Galilea, es decir, retomando la historia de Jesús
No se puede anunciar la pascua de Jesús de cualquier manera, quedando en Jerusalén (como los judeo-cristianos), ni desligando la resurrección de la vida histórica de Jesús (como harán algunos gnósticos, reinterpretando a Pablo de forma sesgada). La pascua cristiana sólo tiene sentido si el Señor resucitado es Jesús de Nazaret de Galilea. Ellas, mujeres que parecen vinculadas a la tumba, tienen la tarea suprema de la historia: hacer que los discípulos del Cristo muerto y resucitado retomen el camino de la historia de Jesús desde Galilea.
El joven de pascua (Dios mismo) las convoca y las llama para que comprendan el misterio de Jesús resucitado. Buscaban el cadáver de Jesús, para realizar con él el último acto de la historia del Nazareno, pero Dios mismo les encarga la tarea de reiniciar la historia de Jesús. Ellas, las mujeres del sepulcro, habiendo cumplido con fidelidad el camino del seguimiento que termina en una tumba, han de hacerse desde ahora mensajeras de pascua, para que los “discípulos” aprendan a ser lo que han de ser (cf. 4, 3-9). Lo que había comenzado con Abrahán, lo que Moisés había descubierto ante la zarza, la denuncia de Isaías, todas las llamadas de Jesús, se han venido a condensar en la llamada y vocación universal de estas mujeres.
Ellas, que habían seguido a Jesús para servirle en el despliegue de su mesianismo, subiendo así con él a Jerusalén con la idea de quedar allí quizá, con el Jesús triunfante (15,40-41), deben asumir y realizar ahora su más alto servicio: hacerse evangelistas de la vida de Dios, abriendo el camino de pascua para los discípulos.
Han ido a llorar al sepulcro, y ahora tienen que secar su llanto, abandonar los inútiles aromas (o convertirlos en perfume de pascua, como el de la mujer de 14, 3-9), poniéndose en camino para un nuevo y más alto ministerio, haciendo de algún modo oficio de «paráclito» (cf. Jn 14, 26), es decir, recordando a los discípulos del Cristo la experiencia prometida de la pascua. Los restantes eslabones del proyecto de Jesús se han roto o han perdido su función. Sólo ellas mantienen la cadena fuerte que vincula la historia de Jesús (el pasado de su vida) y el presente creador de su pascua: son las mediadoras universales de la vocación cristiana.

Habemus Papa


 

Por Ricardo Silva Romero
Contra todos los pronósticos, y contra sus propios deseos, el cardenal Melville (Michel Piccoli) es elegido Papa por el cónclave.
Contra todos los pronósticos, y contra sus propios deseos, el cardenal Melville (Michel Piccoli) es elegido Papa por el cónclave.

CINEEl brillante Nanni Moretti sorprende con una comedia ligera que poco cuestiona el estado del catolicismo.

Sábado 7 Abril 2012

Título original: Habemus Papam 
Año de estreno: 2011  
Guion y Dirección: Nanni Moretti 
Actores: Michel Piccoli, Jerzy Stuhr y Renato Scarpa.

No es una sátira despiadada que no deja títere con cabeza en la Iglesia católica. No es un drama realista ni un thriller político que revela las contradicciones humanas en la tras escena de aquella organización mundana, El Vaticano, que en teoría aspira a la divinidad. Es el retrato de un viejo triste que pidió a Dios ser actor, pero jamás le fue dado ese talento. Es el perfil de un anciano que ha decidido escapar del clímax de su vida: que, en el preciso momento en el que ha alcanzado la posición que nadie alcanza, la posición que todos querrían alcanzar, prefiere perderse en las calles en donde cualquiera se pierde. Lo que pasa es que es el Papa. Lo que pasa es que, tras la muerte del bien amado pontífice anterior, acaba de ser elegido en Roma por el cónclave, y ya no es más el silencioso cardenal Melville, que se encoge de hombros ante las primeras señales de la muerte, sino un hombre que encarna los designios del cielo a ojos de todos los fieles.

Habemus Papa no es, decíamos, una sátira brutal ni un drama realista ni un thriller político de los de antes. Es el perfil de un viejo que acaba de darse cuenta de que no quiere ser el Papa: un viejo que nunca logró ser un buen actor. Pero, como perfil, como retrato de una persona llena de contradicciones, pasa curiosamente de largo por el universo al que pertenece: una Iglesia que no parece estar a la altura de los problemas del siglo XXI. Según Habemus Papa, el nuevo largometraje del emblemático cineasta italiano Nanni Moretti, la Iglesia está compuesta por un puñado de abuelitos angelicales que en el peor de los casos sonríen. Ahí están todos, en las habitaciones abrumadoras del Vaticano, rodeados de todo el arte que vino de Dios, esperando el regreso del pontífice que acaban de elegir. Un psiquiatra interpretado por el propio director, autor de Querido diario (1993), La habitación del hijo (2001) y El caimán (2006), trata de probarles que la Biblia habló de la depresión antes que Blackmore: «mi corazón ha sido herido y se ha secado como la hierba, y ya hasta me olvido de comer mi pan», dice el Salmo 102.

Habemus Papa tiene un final contundente que deja con las palabras en la garganta. Cuenta con una secuencia que recuerda la gran belleza de aquella canción sobre el exilio: Todo cambia. Y, al alternar la absurda espera de los cardenales con la triste huida del nuevo Papa, consigue hacernos pensar que desde afuera todo es humor y desde adentro todo es drama, «y que el alma y el subconsciente no pueden coexistir». Desconcierta porque está llena de conflictos a medias, de personajes borrosos y de insinuaciones que a la larga no importan. Impacienta porque, como no entra del todo en su cabeza, por momentos su personaje principal más parece un tonto que un hombre en guerra consigo mismo. Pero, curiosamente, tiene un espíritu. Y verla es, al final, reconocerlo. 

http://www.semana.com/cultura/habemus-papa/174988-3.aspx

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